domingo, 27 de marzo de 2016

CRIAR, DOMESTICAR O ADIESTRAR Y EDUCAR. (Breve nota paterna...).

«Hoy, la vertiente "filantrópica" del capitalismo neoliberal se complementa con agresiones evidentes a la multiplicidad de lo humano, y con solapadas violencias estructurales cuyos efectos finales son de naturaleza brutal, realmente monstruosa: Inversión, a escala planetaria, del Principio Sacrificial estudiado por la antropología (Kenneth Burke, Thomas Szasz, René Girard, Michel Serres...). Es decir: Despiadado sacrificio de la mayoría de los habitantes de la Tierra para favorecer a una minoría de privilegiados...» Armando Almánzar-Botello.


Por Armando Almánzar-Botello


Así como en los ámbitos de la cibernética y la filosofía, de la antropología y la semiótica, de las teorías de la información y de la comunicación... se diferencian grados de complejidad creciente entre "datos", "información", "conocimiento" y "sabiduría", percibimos que la misma secuencia de dificultad progresiva se presenta entre las categorías de "criar", "domesticar" y "educar".

"Criar" es relativamente fácil desde el punto de vista biológico: implica simplemente mantener con vida a un organismo, aportándole los recursos necesarios para su preservación física. Los animales pueden criar...

"Domesticar" y "adiestrar" son actividades un poco más difíciles: ambos conceptos comportan someter los instintos e impulsos de un "organismo-individuo" a leyes, reglas o disciplinas que le permitan la ejecución de ciertas rutinas comportamentales y/o una mayor adaptación a su entorno para que, mejorando así su competencia o desempeño, pueda sobrevivir de un modo cada vez más eficaz o satisfactorio en ese medio dado. Los animales pueden ser objetos plásticos de ambos procesos, y ellos mismos también pueden, por aprendizaje, "adiestrar" y "domesticar" a otros... En este último sentido podemos hacer mención, por ejemplo, del papel que desempeña el cabestro en la manada violenta de toros de lidia o las competencias del perro pastor en el rebaño de ovejas...

Finalmente, sin que excluyamos de los ámbitos del Homo sapiens sapiens la "crianza", la "domesticación" y el "adiestramiento", podemos afirmar que lo "propiamente" humano es "Educar" (Paideia).

La paideia envuelve la deformación-formación simbólica del sujeto en su unidad contradictoria, la creación y transmisión de pautas y principios que él asume de forma simultáneamente pasiva y activa, de un modo complejo que posee aspectos conscientes e inconscientes, y que le permite no sólo mantenerse vivo, realizar ciertas rutinas y competir con más ventaja en el “rebaño”, sino trascender lúcida y críticamente las condiciones y límites impuestos por su ambiente y por su ethos, en el acto de CREAR ACTIVAMENTE nuevas posibilidades de vínculo social y comunicativo, nuevas y más ricas formas de vida y simbolización.

Lo anterior comporta la dialéctica entre un maestro-facilitador-orientador-emisor, por un lado, y un discípulo-receptor, transformador o recreador de los mensajes, por el otro. Esto conlleva una potencial inversión del lugar del AGENTE en el proceso plástico, flexible, de transmisión y PRODUCCIÓN de conocimientos.

La referida dinámica dialógica en el tipo de aprendizaje multidimensional que constituye la Paideia, vienen a realizarla los sujetos en un campo transformativo y "recombinante" orientado por una lógica de la complejidad que implica un bucle de interretroacción (Edgar Morin) entre "datos", "información", "conocimiento" y "sabiduría"... Proceso multidisciplinario, interdisciplinario, transdisciplinario...

Esta problemática sobre el verdadero proceso formativo a nivel integral existe, con mayores o menores variantes diacrónicas, desde Platón hasta los pensadores más contemporáneos, pasando por Schopenhauer, Nietzsche, Marx y Freud...

Dicho de un modo sumario: no todo esnobista tecno-cultural, relativamente diestro, participa de los beneficios de una genuina PAIDEIA liberadora.


© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo. República Dominicana.


ADENDA:

VIOLENCIA, ORDEN, TRANSFORMACIÓN. (Fragmento).

Por Armando Almánzar-Botello


«Jacques Derrida habla de una "tipología de las violencias", según las diversas "regiones del discurso y las múltiples regiones de la experiencia" (Conversaciones con Gianni Vattimo).

Derrida establece una diferencia entre "violencia" y "brutalidad". Considera que la "Zucht und Zuchtung" (disciplina y castigo como "Paideia") es irreductible.

Piensa que tratar de eliminar la violencia de modo radical, absoluto, es atentar contra la cultura y el orden simbólico humano en cuya constitución interviene, necesariamente, cierta forma de violencia real, sublimada o simbólica.

Levinas y Blanchot hablaban, en este sentido, de una "economía de la violencia", diferente de la mera "brutalidad" aludida por Derrida y distinta de la violencia como "máquina de guerra no mutante", simplemente destructiva, pura línea fría de abolición y muerte, tal como la piensan Deleuze-Guattari.

Henri Meschonnic concibe al sujeto, siguiendo en esto a Freud, a Lacan y a Émile Benveniste, como múltiple, contradictorio, plural... Es la idea de "Conflicto" lo que se intenta salvar con la finalidad de evitar la falsa homogeneidad "boba" de lo inmóvil absolutizado, con sus amañadas asignaciones de beneficios, falsos prestigios y poderes...

Hoy, la vertiente "filantrópica" del capitalismo neoliberal se complementa con agresiones evidentes a la multiplicidad de lo humano, y con solapadas violencias estructurales cuyos efectos finales son de naturaleza brutal, realmente monstruosa: Inversión, a escala planetaria, del Principio Sacrificial estudiado por la antropología (Kenneth Burke, Thomas Szasz, René Girard, Michel Serres...). Es decir: Despiadado sacrificio de la mayoría de los habitantes de la Tierra para favorecer a una minoría de privilegiados.

Esos no son, precisamente, los efectos del "tipo de violencia" que podrían encarnar los pensamientos críticos de un Benjamin o un Žižek.

Cuando Antonin Artaud hablaba de la Crueldad, no se refería, necesariamente, como pensaron muchos teatristas y políticos, al simple reino de la sangre y la destrucción efectuadas, sino al ejercicio doloroso, virtual (Deleuze), afirmativo-selectivo, potencial, estéticamente diferido, contra-efectuado en la escena pre-originaria de la inscripción inmanente, dramático-semiótica, de una conciencia impersonal, aplicada y tensa, que, manteniendo en suspenso provisorio el desencadenamiento del accionar práctico sobre el mundo, percibe desde las tablas los límites y conflictos que implica necesariamente su condición de conciencia encarnada en el seno de una concreta multiplicidad cósmica, antropológico-social, contradictoria y abierta...

El anhelo de expulsar totalmente la violencia del territorio de los ordenamientos y procesos humanos; el deseo totalitario de fundar el reino absoluto de la paz libre de todo conflicto; el proyecto de establecer la armonía universal carente de contradicciones, constituye el principio de la peor violencia: la guerra preventiva contra el sujeto, por definición contradictorio y conflictivo, la lucha sinuosa y perversa contra la complejidad indomeñable de lo in(humano), contra el planeta y las poblaciones en su diversidad irreductible y problemática.

Esta violencia preventiva opera, explícita o implícitamente, para garantizar la permanencia de un Orden injusto, el imperio de lo totalmente transparente y previsible. El banal e hipócrita integrismo pacifista termina siendo muchas veces el complemento perfecto de la Guerra Genocida que desata el Biopoder contra la inconmensurabilidad de lo múltiple...» (Fragmento). 2010. Armando Almánzar-Botello. “Violencia, Orden, Transformación”.


12 de marzo de 2014. (Versión publicada en Facebook).

Santo Domingo, República Dominicana.

ADENDA JUNIO 2016:

"AMARILLISMO" INFORMATIVO Y SUBVERSIÓN DE LA DOXA. (FRAGMENTO).

«...Así funcionan las peligrosas fuerzas de seducción características de la "prensa amarilla". 

Valiéndose aquella de subterfugios retóricos y de circenses llamados o reclamos histéricos, obtiene y asegura su público. ¿Pero cuál publico? Maleable, irreflexivo, tornadizo, carente de columna vertebral, sin verdadero interés por unos particulares contenidos de la cultura y esencialmente impermeable a ellos. 

Ese público responde simplemente a los llamados espectaculares de la publicidad, la propaganda y sus recursos manipuladores, mas no a las voces transformativas de una vibrante sensibilidad, simultáneamente autopoyética y dialógica, ni a los argumentos cautelosos de la genuina racionalidad compleja, trabajosamente articulada como "paideia" mediante un proceso (de)formativo que habilite al sujeto para que le sea posible atravesar críticamente lo inmediato de las meras evidencias intuitivas.

Al desmontar la mascarada narcisista o la simulación de goce que tipifica el uso de una retórica publicitaria inconfesada, cerramos las páginas del texto "amarillista" con su chisporroteo semántico de trivialidades; hacemos lugar en nuestro contra-discurso crítico interior —selectivamente y más allá de toda voluntad de seducción edulcorante y sofística—, para el "grado cero y la deflación transgresiva de las significaciones programadas", recurso por el que podríamos subvertir, atravesar y disolver las ideologías. 

Es decir, por medio de un contra-discurso crítico "interior", que vendría a comportar una tensión entre lo semiótico a-significante con su carga pulsional, y lo simbólico "doxificado", deconstruimos, como sujetos en proceso y agentes de la lecto-escritura, los peligrosos recursos e ideologemas de la seductora retórica de lo trivial, esa que propicia el torpor del intelecto y la anestesia de la sensibilidad; nos abrimos, reconquistadas nuestra plena potencia y nuestra lucidez pasional transgresiva, a la  pureza neutra del "buen olvido". 

Este buen olvido debe ser entendido no como el "hacer olvidar" y el "echar en el olvido", en su carácter de mecanismos perversos típicos del actual Biopoder, de la maquinaria mediática propia del capitalismo pseudo-innovador y generador de obsolescencia programada, sino como culminación y cumplimiento selectivo de toda memoria.

Y es que debe actuar una potencia activa de olvido implícita en todo auténtico pensar rememorante-distorsionante (Andenken): un "punctum caecum" o ceguera puntual que nos relanza y nos permite las nuevas visiones cognitivo-emotivas bajo la forma de invenciones radicales y travesías de nuevos códigos: aventuras creativas del sentido...» (Fragmento) © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo. República Dominicana. 2004.


Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.
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Fotografía © Juan José Almánzar Báez, 2014. Santo Domingo, República Dominicana.

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