«El aprender a vivir, si es que queda por hacer, es algo que no puede suceder sino entre vida y muerte: [“la vida la muerte”]. Ni en la vida ni en la muerte solas.» Jacques Derrida
«La oposición del sueño a la vigilia, ¿no es también una representación de la metafísica? Y ¿qué debe ser el sueño, qué debe ser la escritura si, como ahora sabemos, se puede soñar escribiendo? ¿Y si la escena del sueño siempre es una escena de escritura?». Jacques Derrida
Por Fredesvinda Báez Santana y Armando Almánzar-Botello
«A la fecha, sabemos del pensamiento de Sócrates gracias a la escritura poético-filosófica de Platón. El gran Sócrates, paradigma del maestro de la verdad, habiendo pensado en el sentido más fuerte del término “pensar”, publicó sus ideas a través de la oralidad y “escribió” solo por medio de su alumno Platón...» Armando Almánzar-Botello
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No es cierto, como entienden algunos intelectuales fuera de contexto, que “Occidente haya subestimado a Sócrates”. Uno de los ejes de la gran tradición metafísica occidental es el socrático-platónico.
La errada percepción proviene de que básicamente, en su detallada cartografía esencial, conocemos el pensamiento de Sócrates a través de la escritura de su alumno Platón.
Como dijo un escritor dominicano que investigó, meditó y escribió sobre este tema, Antonio Fernández Spencer: Sócrates publicó, para la posteridad, a través de Platón.
Esa es la naturaleza de los famosos Diálogos, donde lo que se ejemplifica es el pensamiento mayéutico de Sócrates en tensión discursiva, polémica o no, con diversos filósofos de su época. Platón “transcribe” esos diálogos. En ellos el gran Sócrates, quizá un tanto idealizado, viene a encarnar la figura por excelencia del Maestro de la Verdad en el mundo griego. Así llega hasta nosotros.
Solo de forma conjetural podemos distinguir lo que realmente pertenece a Sócrates en los escritos de Platón, de aquello susceptible de ser interpretado como de la propia cosecha de este último. Aristóteles, por ejemplo, sospecha del carácter auténticamente socrático de algunos planteamientos de Platón. No obstante, el Gran Peripatético no remite a ninguna fuente segura en términos escritos para avalar su sospecha o disidencia con respecto a la fidelidad de Platón a la palabra de Sócrates.
Fuera de la referencia directa a los Diálogos platónicos, las “pruebas” documentales sobre la personalidad histórica y el pensamiento filosófico reales de Sócrates resultan fragmentarias, poco significativas o simplemente cónsonas con las del mismo Platón. Los datos son suministrados por Esquines de Esfeto, de modo incompleto, y, más extensamente, por otro memorable alumno de Sócrates, el gran historiador Jenofonte, autor de una Apología de Sócrates.
Según la concepción de algunos helenistas dignos de ser tomados en cuenta, la figura biográfico-especular y concreta de Sócrates, por no decir que resulta completamente irrecuperable, solo podría ser “merodeada y contorneada” por la interposición hermenéutica de otros pensadores filológicamente sustentados en ciertos textos paradigmáticos que no son de la autoría de quien fue conocido como “El que no escribe”. Sócrates representa, entonces, una suerte de construcción psicohistórica en abismo...
Reiteramos que, al margen de dichas mencionadas referencias, la concreta personalidad biográfica e intelectual de Sócrates sería, quizá para siempre, un cerrado misterio inabordable. A no ser que surjan vías y métodos insospechados de investigación que podrían bordear la ciencia ficción...
Lo mismo pasa con la figura de Cristo: no escribió directamente, pero sus discípulos lo hicieron por él. Resultado: El Nuevo Testamento. El éxito popular del pensamiento cristiano a través de la Biblia, comparado con el relativo éxito menor de Sócrates en la conciencia cultural europea y mundial, no quiere decir que Sócrates haya fracasado.
Debemos recordar que el gran Friedrich Nietzsche llamaba al cristianismo un “platonismo para uso del pueblo”. Desde la visión de Nietzsche, San Pablo lo que hizo fue “socratizar-platonizar” el mensaje original de Jesús de Nazaret.
Una de las pruebas de que al filósofo alemán le asistía plena razón en esa lectura del cristianismo, está constituida por la significativa presencia de categorías griegas en el discurso de Saulo de Tarso (San Pablo): “hipóstasis”, “anástasis”, “apocatástasis”, etcétera. Las anteriores constituyen categorías netamente greco-paulinas.
Sócrates, a su vez, no ha sido olvidado en el mundo occidental. Como figura ideal y gran maestro de la verdad, él está presente, transformado, hasta en la forma en que nos llega su mensaje por mediación del mismo cristianismo platonizante, y también por vía de la tradición patrística, escolástico-aristotélica.
Junto con Platón y Jenofonte, no debemos olvidar a cinco grandes mediadores entre la figura alegórico-simbólica de Sócrates y la contemporaneidad: William Shakespeare, Søren Kierkegaard, Friedrich Nietzsche, Karl Marx y Sigmund Freud.
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Octubre de 2020
© Fredesvinda Báez Santana y Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana
Copyright © Fredesvinda Báez Santana y Armando Almánzar-Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.
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LA MUERTE PUBLICA SIN HABER ESCRITO
«El aprender a vivir, si es que queda por hacer, es algo que no puede suceder sino entre vida y muerte: [“la vida la muerte”]. Ni en la vida ni en la muerte solas.» Jacques Derrida
«La oposición del sueño a la vigilia, ¿no es también una representación de la metafísica? Y ¿qué debe ser el sueño, qué debe ser la escritura si, como ahora sabemos, se puede soñar escribiendo? ¿Y si la escena del sueño siempre es una escena de escritura?». Jacques Derrida
Por Armando Almánzar-Botello
El gran Sócrates fue conocido, en el ámbito de los filósofos griegos antiguos, con el sobrenombre de “El que no escribe”.
Sócrates consideraba que la escritura era una técnica de simple archivo y registro que hacía correr el albur a los filósofos de verse apartados, peligrosamente, del reino puro del “logos” donde se vinculan de un modo natural, espontáneo, la foné y las ideas, la voz y el pensamiento...
Sin embargo, los Diálogos de Platón vienen a ser la genial transcripción del pensamiento socrático al registro de la escritura como “hipomneme” —copia subalterna, duplicado mimético, sombra ilusoria, pseudomemoria o simple registro de huellas—, diferente de la “mneme” primordial —entendida como memoria viva del logos luminoso que se manifiesta en la íntima calidez de la oralidad dialógica.
Sobre los problemas definidos por las complejas relaciones que podrían vincular al pensamiento de Sócrates con la voz como foné, con la escritura, el archivo, la memoria, la vida, la muerte y con el “mismo” texto platónico —problemas situados en su justo contexto histórico-cultural—, el gran pensador y polígrafo judío-argelino Jacques Derrida nos ha legado hermosas páginas, lúcidas y literariamente memorables.
A la fecha, sabemos del pensamiento de Sócrates gracias a la escritura poético-filosófica de Platón.
El gran Sócrates, paradigma del maestro de la verdad, habiendo pensado en el sentido más fuerte del término “pensar”, publicó sus ideas a través de la oralidad y “escribió” solo por medio de su alumno Platón...
Pasaron los años y los siglos, y en el vano fragor del hedonismo que define a la trivial actividad pseudocreativa característica del hombre adocenado de nuestros días postmodernos —criatura simultáneamente individualista y gregaria, trivial en sus cotidianos y burdos haceres, vanidosa y servil ante los dominios económicos y políticos que gobiernan sin pudor en los peores mundos espirituales posibles—, cualquier astuto gañán “literado”, pícaro rapaz o mediocre guerrero de las ideas, sin pensar ni escribir con sentido profundo ni auténtico brío, paradójicamente publica, publica, publica...
Hoy, proclama y declara, divulga y esculpe insulsa la muerte su letra de nadie, su trazo de nada...
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Enero 2014
Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.
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