«Si nuestra profesión es la escritura literaria y la emisión de juicios críticos, lo mínimo ético que nos debemos exigir es hacer un uso justo y correcto de nuestra lengua.» Pedro Henríquez Ureña
Por Armando Almánzar-Botello
Al escritor y amigo mexicano Armando Alvarado, con admiración y afecto
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La idea de lo que es “un intelectual” no debe ser simplificada. Mario Vargas Llosa, por ejemplo, afirma que Gabriel García Márquez no era un genuino intelectual: no podía razonar, argumentar o pensar conceptualmente sobre el valor de su propia obra creativa, genial y portentosa.
De ahí, sigue diciendo Vargas Llosa, el rechazo de García Márquez, un “genio intuitivo” y literariamente culto, a la más rigurosa crítica académica.
En cambio, el Nobel peruano considera que Jorge Luis Borges sí era, además de un gran creador, un hombre culto e inteligente, un auténtico intelectual de genio crítico.
Creo que la diferencia que debemos señalar sería entre la persona culta y la persona creadora.
No toda persona culta es creadora, mas para ser un verdadero creador hay que ser culto.
No hay ciencia ni filosofía ni arte estúpidos o incultos. Si son “estúpidos”, no son arte ni filosofía ni ciencia.
Cuando el arte llamado naíf o ingenuista funciona estéticamente, no es estúpido, aunque sí menos rico y complejo que el arte del artista cultivado.
El intelectual, para ser tal, también debe ser “algo inteligente”, creo...
Intelectual es todo sujeto capaz de reflexionar o conceptualizar críticamente sobre el ámbito de su praxis, de su técnica u oficio.
En este sentido, “intelectual” es aquel que puede hacer uso de un pensamiento conceptual, lógico, metalingüistico, crítico, discursivo, metarreflexivo; por lo que dicho sujeto del intelecto constituye algo más que un mero especialista o técnico en un área determinada del saber.
Ahora bien, hay personas que son “cultas”, pero no son inteligentes.
Hay intelectuales inteligentes que no son muy creadores sino repetidores de lo que otros piensan y crean.
Hay, además, mucha gente inteligente que no es muy culta y que se rige por la pura intuición... Quizá todos somos muy inteligentes, pero no nos damos cuenta...
Además, para definir y medir la inteligencia hay que tener un marco de referencia conceptual. Dicho marco, sin relativismos, puede variar significativamente.
Algunos son inteligentes, cultos y creadores, pero carecen de piedad y de sentido humanitario. Hay asesinos muy inteligentes; pero, filosófica, sociológica y antropológicamente, resulta una simple contradicción de términos hablar de una “cultura” del crimen...
Según el filósofo alemán Jürgen Habermas hay tres tipos de racionalidad: la cognitivo-instrumental; la ético-práctica; y la estética. No todos los sujetos desarrollan por igual estas tres formas de racionalidad. ¡No tienen igualdad de condiciones y oportunidades educativas para lograr desarrollarlas independiente o simultáneamente!
Para el sociólogo y pensador francés Pierre Bordieu hay tres modalidades de capital o patrimonio: el económico; el social y el cultural. No todos tenemos verdadero acceso democrático a ese trípode.
Como han apuntado Gilles Deleuze y Felix Guattari en su obra ¿Qué es la filosofía? 1993, el cerebro-sujeto piensa de tres modos: a) como ejeto: la ciencia, que utiliza funciones lógicas (functores) y matemas para pensar; b) como super-jeto: la filosofía, que utiliza conceptos como trama de personajes conceptuales, y c) el injeto: el arte, que utiliza perceptos y afectos (no percepciones y afecciones en bruto, sino la “contraefectuación” formal de estos accidentes hasta convertirlos en “acontecimientos-sentidos en el suspenso vital de una obra”. Deleuze, Gilles y Guattari, Félix: ¿Qué es la filosofía?, Barcelona, Editorial Anagrama, 1993, pp. 202-220
Se insiste, desde la particular perspectiva filosófica de Deleuze y Guattari, en la radical diferencia existente entre los tres modos particulares de pensamiento, aunque puedan ellos “resonar y contaminarse entre sí”, manteniendo una suerte de conexión disyuntiva.
Ahora bien, el sentido común y el buen sentido no hacen ciencia ni filosofía ni arte.
Es preciso estudiar, leer críticamente (y ser inteligente para entender lo que se lee de forma programática). Además, debemos estar orientados por un proyecto creador.
Decían los formalistas rusos que los sujetos, en su creación “espontánea” de arte, tienden a reproducir en “clave baja menor” la concepción de la literatura que poseía la generación anterior...
Hoy, sin que neguemos sus potenciales virtudes aprovechables, las redes sociales y el mundo digital o virtual en su conjunto “forman” y deforman, limitan profundamente la cognición y la sensibilidad creativa de los sujetos. Los adocenan y serializan.
¡El que no lee libros físicos pierde cada día más la capacidad de sentir y de pensar! Esto vale para todas las prácticas creativas y culturales.
Debemos luchar políticamente por dar voz a nuestras inquietudes promoviendo, en la medida de lo (im)posible, la instauración de “juegos democráticos de información completa” y equitativa.
¡Hay que permitir una mejor formación y un número mayor de oportunidades culturales para los sujetos pertenecientes a todos los estratos de la sociedad!
Sin embargo, no debemos anteponer a nuestro virtual proyecto creativo el afán de ascender, de escalar socialmente.
¡Debemos concentrarnos, por supuesto, en leer, estudiar, explorar los diversos mundos de la cultura, para alcanzar la producción de nuestra obra o dar sentido a nuestra labor particular!
Sin que neguemos la importancia de lo material, no debemos creer que esa obra o esa labor sean asunto de simple marketing o de mero éxito pecuniario.
Tal como hace el pensamiento filosófico más actual y el mismo psicoanálisis lacaniano —resaltando este último el carácter dividido, escindido, del sujeto del inconsciente—, Friedrich Nietzsche defendía el valor de la denominada “singularidad” paradójica o unicidad compleja de dicho sujeto, considerado en sus manifestaciones plurales, múltiples y contradictorias; hablaba el gran pensador alemán de: «Aprender a devenir el que se es...»
Armando Almánzar-Botello
Sábado 12 de abril de 2025
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Santo Domingo, República Dominicana.
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