Acción de gracias a un poeta y crítico amigo por el envío de una revista literaria de fuerte componente erótico y conceptual.
Por Armando Almánzar-Botello
A una inteligente y bella feminista, que se depila el pubis por seguir el mal ejemplo, in memoriam
...Sobre todo me gustó la abundantísima vellosidad púbica de la bella muchacha del gato negro y el cuchillo. ¿Es modelo profesional reconocida? ¿Es foto reciente la de su joya oscuramente iluminada?
En estos tiempos terribles de bombardeos, genocidios, calentamiento global, afeites y depilaciones canallas, ¡estamos en verdad redimidos por semejantes pubis gloriosos!
¿Testimonio tal vez de un renacimiento postmoderno de la Justicia, o del misterio sagrado de las míticas cavernas y sus lianas indomables y apotropaicas?
Aceptación-celebración de nuestra envidiable condición corporal, mortal, danzante: esa que no asumen como propia los poderosos de la Tierra; esa condición negada por el criminal psicobiopoder eugenésico y cosmético de los imperios y costumbres que hoy controlan a las subjetividades y a los cuerpos, a las poblaciones y sus flujos, asociando la vellosidad púb(l)ica con la temible contingencia de la carne mortal arrojada al mundo, a este hábitat o espacio globalizado que esos mismos poderes asesinos e inhumanos tienden a volver peligrosamente inhabitable...
Sería muy triste que la imagen que celebro fuera tan solo el desnudo fotográfico de un Zeitgeist preterido y sin retorno...
Pero no. ¡La de la foto reciente que celebro, en verdad es una vulva tan ontológicamente deleuziana que hace sombra!
Ella se descubre “total-mente” no platónica en su morfología antiesencialista, humano-bestial, erógena, maquinal y divina.
Siento la recóndita respiración salobre del mar en esa caracola; el lento y sinuoso crecimiento de los pelos, la oscura morfogénesis inmanente de la carne. Recuerdo al sabio Lucrecio y al sensual Spinoza:
“Natura naturans” se artificializa a sí misma, y pueden vislumbrar aquí, hombres de poca fe, ¡el poder transmutante que le es dable alcanzar a un cuerpo femenino!
¡Oh divino y secreto cuerpo metamórfico que sabe… y no soporta que se sepa que se sabe sino tan solo en el decir a media luz del poema!
Una mujer sin vello púbico para mí no tiene alma.
Pero puede adquirirla suspendiendo los afeites. Si es lampiña, como dice Schiller, que se aleje llorando de esta hermandad...
¡Chillen amadas feministas, pero hablo en nombre de la dignidad del fetichismo transfigurado por el amor a los cuerpos-almas!
Pero no. ¡Mesuremos el entusiasmo! ¿Mesuremos el entusiasmo? ¡Amemos también a las mujeres de canosa vellosidad púb(l)ica... sin olvidar a las jóvenes o viejas bailarinas depiladas o lampiñas! [...]
¡De verdad me entusiasmó aquel pubis!
Pregunta retórica nomás: ¿La “nueva carne” cybórgica nos dará la oportunidad de palpar de nuevo el palpitar de una “pepita” ora(o)cular asomando como lengua de alme(a)ja sonrosada o violeta entre aquel tupido matorral originario que, como dijo Gustave Courbet un día, constituye sin dudas “El origen del mundo”?
¿Conocen el cuadro del subversivo pintor francés? ¡Búsquenlo, por favor, contémplenlo cautelosamente con el corazón-intelecto, y de lejos les tocará también el resplandor de mi entusiasmo!
¿Sabían que Jacques Lacan fue durante años el dueño legítimo de ese cuadro de Courbet, y que su viuda Sylvia (protagonista de “Une partie de campagne” de Jean Renoir) lo entregó al Estado francés como pago por concepto de impuestos atrasados?
Lacan llegaba de su Seminario en L’ École Freudienne de París, y ya en su casa, en pantuflas y bata, con vasito de whisky entre sus sabios dedos de prestidigitador y dramaturgo filosófico, se sentaba en un sillón reclinable situado frente a esta aurora negra pintada por Courbet, a meditar sobre los misterios de la sexualidad femenina: su esposa Sylvia (¡ex de George Bataille!), Santa Teresa de Jesús, Golda Meier, unas tetas oscuras de mulata antillana (tetas que fascinaban al viejo Góngora del psicoanálisis, según me contó una morena bellísima de Guadalupe que estudió en París), el goce suplementario de la mujer, más allá del falo, más allá del “no-toda es”, en la tabla modal de la sexuación, etcétera.
En fin, me gusta el sabor del cyborg femenino —organismo de mujer y máquina acoplados—, si es que permiten concebir así, l@s teóric@s del feminismo, a esa carne y metal en convergencia funcional femenina, pero con muchos pelos en el coño húmedo, vivo, laberíntico, palpitante: coño paradójico de carne vulnerable, amable, inmortal, contingente, comestible, comulgable...
“El Gran Coño Cósmico es un dios barbado: ¡Dionisio!”
Como lo dirían o dijeron entre otros, Homero, Platón, Buda, Sófocles, Lucrecio, Lao-Tse, Dante, Cervantes, Shakespeare, Rabelais, Meister Eckhart, San Francisco de Asís, John Donne, Nietzsche, Nerval, Artaud, Joyce, Céline, Sartre, Wallace Stevens, Ionesco, Borges, Gabriel García Márquez, Henry Miller y finalmente yo (con humildad indecidible ardiendo, transido de intensivo fervor pulsional).
Sí: «El Gran Coño Cósmico es un dios barbado: ¡Dionisio!»
De dicha “convergencia funcional” hablarían, tal vez, un Jacques Lacan o un Georges Canguilhem, un Marvin Minsky o un Roger Penrose, si mal no recuerdo…
Prosigo “glosando”: es un vicio muy sabroso cuando puedes, con tu agudo vigor hermenéutico y tu bagaje humorístico y “falogo-fonocéntrico”, recrear y traspasar sin Derrida el texto “tutor”...
Con estas ideas creo dar matices al pensamiento de Donna Haraway...
Armando Almánzar-Botello
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Jueves 31 de Julio 2008
Texto retocado cuya versión completa y original fue publicada ese mismo año 2008 en el Blog de Pedro Granados, reconocido y valioso órgano cultural perteneciente al servicio de bitácoras de la Pontificia Universidad Católica del Perú. El texto fue replicado en el Blog epistheme, del investigador dominicano Antonio de Moya (Tony).
IMAGEN:
Fotografía: Armando Almánzar-Botello. Retoque de la foto: Gemini, Inteligencia Artificial de Google.
Reservados todos los derechos de autor.
Santo Domingo, República Dominicana.

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