viernes, 22 de enero de 2016

Mercado, Innovación y Pensamiento del Exceso. (Fragmentos).

RAZÓN CAPITALISTA FINANCIERA, INSTRUMENTAL, FUNCIONAL, MESOLÓGICA O COSIFICANTE...

«El consumismo propio del mercado capitalista neoliberal, en su carácter de supuesto ejercicio de la libertad que hace feliz al consumidor, es un fallido intento de neutralizar el freudiano malestar en la cultura, una defensa contra el acontecimiento imprevisible, una forma postburguesa de controlar el goce de los sujetos promoviendo en el cuerpo societal desmembrado una suerte de estándares perversos de voracidad insaciable y desmesura, de mentida (in)estabilidad deseante, oculta, regulada, programada por algoritmos y atractores extraños.» © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana


Por Armando Almánzar-Botello


[...] En el fetichismo de su culto a “lo nuevo” banalizado, el Mercado pone cada más de manifiesto la repetición serializada de la falsa novedad, la programación inexorable de los bienes de consumo, la operacionalización rentabilizante de los procesos, la oferta universal y segmentada de los objetos desechables como obturadores fantasmáticos del deseo en la "eternidad" irrisoria del consumo narcisista.

En el Mercado Global Capitalista, preludio del “Estado Espectacular Integrado”, hasta la programación de un accidente tecnológico sirve de pretexto y telón de fondo para el lanzamiento de un nuevo producto, de un nuevo gadget engañabobos.

No es lo mismo el “accidente programado” que la dimensión realmente imprevisible del Acontecimiento [...]

En términos nietzscheanos, el tipo humano que constituye el empresario inversionista en el contexto del capitalismo, haga o no “inversiones-invenciones” cruciales de aparente alto riesgo, representa siempre, ética y estéticamente, el prototipo del “mal jugador”.

Esto es así, por cuanto el “inversor”, de un modo u otro, somete el azar “a las pinzas” de la causalidad lineal, a las mallas protectoras del interés mezquino, a la “finalidad utilitaria abstracta” y a la intención rentabilizante olvidadiza del dolor del otro, renegadora de la plena realización de su ser.

El “inversor” persigue una combinación específica y ganadora, en lugar de afirmar "todo el devenir contingente" en un solo envite o lanzamiento de dados (Gilles Deleuze).

Prueba de lo anteriormente afirmado la constituye el hecho de que “el inversor” busca compensar sus intervenciones de relativo alto riesgo en mercados emergentes, con el uso de tecnología panóptica y vigilancia líquida post-panóptica: banóptica o sinóptica (Zygmunt Bauman, David Lyon) y con inversiones sólidas que participen de elevados niveles de previsibilidad, factores que terminan constituyendo la «enmarañada estrategia político-perversa, “financiero-democrática”, de lo banalmente mercantil».

De este modo, el inversor pretende morigerar los efectos potencialmente catastróficos de la indeterminación y del azar reales, y someter la contingencia al resultado evidentemente apetecido por todo hombre de negocios diagnosticado como “cuerdo”: obtener la combinación ganadora y esperada y maximizar con ello sus beneficios.

El auténtico artista y el pensador crítico, por el contrario, hacen sus apuestas de otro modo: juegan sin garantías. No persiguen simplemente la compensación de minusvalías psico-sociales ni la obtención o preservación de un cierto estatus a través del impacto comercial de su obra o del “éxito” “doxométrica” y teleológicamente considerado. No persiguen el “interés en el interés” como simple autoconservación mezquina, sino el “interés desinteresado”, entendido como fundamento de la ética y del arte en sentido general (Alain Badiou).

El artista genuino y el pensador crítico encarnan la deriva crítica del post-exceso no consumista como resistencia a la “nueva (in)estabilidad” de lo programado por el sistema neo-capitalista de control. Esta criticidad debe ser entendida como plena y lúcida asunción del riesgo que comporta el verdadero proceso paralógico (Lyotard) de creatividad y liberación.

El arte auténticamente soberano no es nada útil en el sentido en que lo son las “invenciones asordinadas” de las tecnologías sometidas al principio de maximización de beneficios: tecnologías informáticas de producción de software, tecnologías transgénicas y farmacéuticas, nuevos diseños de automóviles, políticas triviales de auto-promoción sin rubor, etcétera (...)

Por otra parte, la es/ética del psicoanálisis no es una ética superyoica del goce (¡goza!, como falso imperativo categórico del Carpe Diem: banalidad del mal en el Discurso capitalista del Amo y su Mercado), sino una est/ética que apunta al goce a través de “la escala invertida de la ley del deseo” (Jacques Lacan).

El psicoanálisis nos concede también la libertad de no gozar, nos permite sustraernos al goce padecido que se reduce a una mera imposición o mandato superyoico; la experiencia analítica nos habilita para gozar de otro modo distinto al que implica dicho goce "mercadológico" del síntoma convencional: el ¡goza! en su calidad de compulsión y mascarada, el goce del consumismo (...)

En este contexto de vigilancia líquida post-panóptica, entendemos “el secreto”, siguiendo a Jacques Derrida, como aquello que difiere de lo simplemente privado, pues no alude a un contenido intencional que no realiza su expresión o manifestación explícita, sino a un acto “a plena luz negra” que sustrae su regla de operación al cálculo, a la programación banalizante, al algoritmo y a los atractores extraños que comandan y recentran la aparente “multiplicidad en el descentramiento” y el supuesto “caos intermitente” (Bill Gates) que caracterizan al señuelo de libertad que ofrece una falsa tardo-modernidad crematística.

En este sentido, el “secreto” derridiano escapa a la oposición privado / público. Se resiste a la reducción de la ética a la Razón de Estado, al ámbito de los intereses corporativo-financieros o al registro de lo doméstico-familiarista: se abre más bien a una dimensión singular del acontecimiento que implica una opacidad en el mundo espectacular de la vigilancia panóptica (Foucault) y/o banóptica (Bauman), tanto concentrada como difusa (G. Debord). [...]



© Armando Almánzar Botello. “Mercado, Innovación y Pensamiento del Exceso”. (Fragmentos. Versión retocada y ampliada; noviembre del 2000-noviembre del 2014).


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