domingo, 15 de febrero de 2015

Pseudos y el secreto: la mentira, lo falso, el error...

Balbuceos, lágrimas y fragmentos.

                                     Ossip Zadkine. "La ciudad destruida". 1952-53


Por Armando Almánzar-Botello

El Todo es lo no-verdaderoTheodor W. Adorno.


La “mentira” no es “lo falso”, entendido éste como potencia de falsificación, transmutación o transfiguración. 

La primera presupone el ámbito del pensamiento representativo, identitario, y la vigencia de una intencionalidad que se propone engañar al otro (Husserl, Derrida…). 

El segundo, falsifica la concepción metafísica de “lo verdadero”, al de-mostrar y des-montar la falsedad (falsedad perteneciente a lo que Bertrand Russell llamaría un “tipo lógico” distinto al que opera dentro de la oposición verdadero / falso) de la visión exclusivamente predicativo-discursiva de lo verdadero. (M. Cacciari). 

La “potencia inocente de falsificación” característica del arte muestra que la “verdad estética” escapa a la lógica de la identidad y que existen otras modalidades no simplemente discursivo-conceptuales de pensamiento que operan a través de “perceptos y afectos” (Cacciari, Deleuze…). 

En el sujeto mentiroso existe la intención de mentir, de engañar, es decir, de velar encanalladamente un contenido, significado o realidad. Es lo que reviste la forma actual de una suerte de política o financiarización de la mentira (Toni Negri). 

Por otra parte, entendemos “el secreto”, siguiendo a Jacques Derrida, como aquello que difiere de lo simplemente privado, pues no alude a un contenido intencional que no realiza su expresión o manifestación explícita, sino a un acto "a plena luz negra" que sustrae su regla de operación al cálculo, a la programación banalizante, al algoritmo y a los atractores extraños que comandan y recentran la aparente "multiplicidad en el descentramiento" que caracteriza al señuelo de libertad que ofrece una falsa tardo-modernidad crematística. 

En este sentido, el "secreto" derrideano escapa a la oposición privado / público. Se resiste a la reducción de la ética a la Razón de Estado, al ámbito de los intereses corporativo-financieros o al registro de lo doméstico-familiarista: se abre más bien a una dimensión singular del acontecimiento que implica una opacidad en el mundo espectacular de la vigilancia panóptica (Foucault) y/o banóptica (Bauman), tanto concentrada como difusa (G. Debord). 

Por el contrario, bajo el régimen de la mentira, el "secreto", tal como lo entiende Jacques Derrida, se desvirtúa y se constituye en una mera reserva hipócrita de sentido: perversa intención de engañar al prójimo (y en última instancia, a sí mismo).

La “falsificación”, tal como se entiende en el ámbito de una filosofía de inspiración nietzscheana, es una deformación de lo real producida por una voluntad que debe ser entendida como potencia plástica de transfiguración o interpretación, instancia que desborda el campo de la lógica predicativa

Lo "falso" es lo real cuando irrumpe en él la virtualidad de la memoria. Lo "mentiroso" es, por ejemplo, un político tradicional en campaña o la figura inhumana del banquero sumergido en el mar de sus dolosas operaciones. 

La mentira es la mera negación de la verdad. Está presa en la llamada Metafísica de la Presencia (Derrida). Es el simple ocultamiento de la Verdad como "Palabra Plena" (Lacan). 

Lo falso, de un modo diferente, es la distorsión creativa inevitable que nuestra voluntad plástica de interpretación produce sobre lo Real. 

Por su parte, el error no implica mentira intencional: el lapsus, el acto fallido, las "inexactitudes" conceptuales e imprecisiones cognitivas constituyen o pueden constituirse en errores, mas no se encuentran bajo el estatuto de la mentira.

La concepción de Nietzsche, a la que hago referencia en este contexto —facultad de falsificación—, alude, repetimos, a la capacidad del arte para derribar la presunción de autarquía del Lógos Predicativo-Discursivo que define a la tradición metafísica occidental.

Como señala Massimo Cacciari: "El arte demuestra que la dimensión del pensar no es reductible a las categorías de la lógica, anuncia la posibilidad de pensar en formas diferentes de aquellas lógico-filosóficas." 

A continuación del enunciado anterior, el filósofo italiano nos recuerda que por ese motivo, en la obra “La gaya ciencia", el arte es llamado por Nietzsche, "El alegre mensajero". 

Una idea similar, aunque desarrollada indudablemente con menor amplitud, profundidad y matización que como lo hacen Nietzsche, Cacciari y Derrida en el plano filosófico, nos ofrece Mario Vargas Llosa cuando habla de la "mentira verdadera" del arte.

No se alude aquí a la simple y banal (en ocasiones monstruosa) capacidad de mentir en el ámbito cotidiano, institucional, político-económico (gran problema jurídico, ético y moral), sino a la potencia de falsificación del arte, entendida dicha potencia, insistimos, como capacidad de transfiguración y transmutación. 

Utilizando la categorización hecha por Roland Barthes y otros (en una relectura de lo verosímil en Aristóteles), podríamos quizá decir: 

La mentira es un sistema de signos inconfesados que pretende resultar verosímil: "ella sería el discurso engañoso que se asemeja al discurso que se asemeja a lo real."

Lo falso (siguiendo a Nietzsche, a Cacciari…), es la potencia y el efecto de producir sistemas semióticos de signos declarados que no pretenden resultar verosímiles, ¡aunque impliquen una forma distinta y singular de pensamiento y conocimiento! De ahí su "indiferencia crítica" frente a la lógica predicativo-discursiva. 

La respuesta del hombre de hechura metafísica frente a pensamientos como el de Nietzsche (que nos quita los soportes y pretiles de seguridad habituales), se ofrece, entonces, bajo la forma del llamado horror vacui... o miedo a la experiencia de la defundamentación... 

No se trata de juegos de palabras, ni tampoco de politicismo directo, ni declaraciones de buena voluntad filantrópica (por lo menos... no todavía...). 

Aquí, nuestra inicial alusión a la política funciona como señuelo... Y lo que intentamos decir (¿errados, mintiendo, queriendo decir la verdad de la verdad?... etc.) en el problema que nos convoca, es todo lo contrario a la afirmación de que, simplemente, la mentira es equivalente a lo falso... 

Aquí diferenciamos la mentira, de lo falso

No hay que perder de vista el contexto filosófico en el que se produce el deslinde entre ambas categorías... 

No hay que apresurarse en la emisión de juicios... se hace necesario meditar los conceptos... No hemos dicho, ni se desprende de lo dicho, que la mentira, tal como la entiende la doxa en su forma convencional (intención de engañar), sea la simple afirmación de lo falso. Aquí diferenciamos, precisamente, lo falso de la mentira, repito. 

Algunos pensadores aluden básicamente a las mentiras del poder político (H. Arendt, A. Koyré, J. Derrida…), yo resalto en estas pobres notas la diferencia entre mentira, por un lado, y potencia de falsificación del pensamiento en la obra de arte, por el otro; me aproximo al modo en que concibe dicha potencia una tradición filosófica de genealogía nietzscheana. 

El arte, tal como hemos señalado que lo imagina cierta vía post-nietzscheana, implica pensamiento más allá del lógos apofántico de Aristóteles. Esto quiere decir que la verdad "otra" del arte no se define en los términos lógico-predicativos que corresponderían a la oposición binaria "verdadero" / "falso". 

Sin embargo: ‎"La manía o embriaguez artística [lo turbio, en la acepción de: revuelto, dudoso, azaroso, turbulento, mezclado, mixto...] es el colmo de la lucidez intelectual.", según nos recuerda Massimo Cacciari. Esta es la paradoja. 

Por ello, suscribimos la tesis de que todo arte auténtico, como organización semiótica, sígnica, de perceptos y afectos que implican pensamiento, trasciende la simple claridad lógico-apofántica

Por el mismo motivo, el gran filósofo Martin Heidegger habla de "lichtung": "claroscuro", cuando dice: 

"El poeta pide el don de la luz oscura (lichtung), en la que el fulgor se encuentra atenuado. Pero esta atenuación no debilita la luz del fulgor." 

En el contexto del pensamiento estético por el que merodeamos, —pensamiento no metafísico, no capturado por las funciones lógicas y los matemas de la ciencia—, "la verdad" no sería mera “adequatio rei et intellectus” (adecuación de la cosa y el intelecto), ni tampoco “aletheia” (develamiento y/o desocultamiento), ni mera "forclusión de la causa", como dice Lacan del discurso científico.

Para el psicoanálisis freudo-lacaniano, la mentira, el engaño, el acto fallido y el error, son vías de acceso a una verdad que huye metonímicamente, que remite a lo que no funciona en un sistema de saber constituido...

La verdad como horizonte no-metafísico sería para nosotros: la aproximación fronteriza a la dimensión de la plétora desconocida (Bataille), enigmática (círculo hermético: Trías) que excede como sinsentido a todo saber constituido (Lacan, Deleuze) y que sólo puede “medio-decirse” (mi-dire: Lacan) en el cumplimiento de un proceso semiótico constituyente, indeterminado, indecidible (Derrida, Kristeva…), a entender como gesto de aproximación asintótica al enigma, al abismo de la defundamentación (abgrund: Böhme, Hegel, Nietzsche), por cuyo recurso un “Se” impersonal, fronterizo (Blanchot, Klossowski, Trías, Deleuze, Wittgenstein…) genera múltiples sentidos y articulaciones significantes y a-significantes.

Desde una perspectiva ligeramente distinta a la de Nietzsche y Cacciari, —haciendo uso de otra concepción de la verdad y lo falso—, podríamos decir, finalmente, al modo lacaniano: Por exceder bajo el estatuto de ruptura y de vacío a todo saber constituido como ficción (la verdad calculable, la científica, es para Lacan una ficción perteneciente al campo del saber, aunque distinta de lo falso apofántico), la verdad como exceso se perfila en el horizonte de una quiebra y destotalización del sentido: aspira por ello a lo Real imposible

Esa verdad procesual de tipo lacaniano, aspira, como hemos dicho, a un real contingente, inabordable, sin ley, no identificado con la "realidad", con la noción de "naturaleza" entendida como "semblante" y modalidad del discurso, ni susceptible tampoco de ser apresado, de forma totalizante y unificada, por un intento unívoco de formulación lógica, matemática o lingüística... 

Estamos aquí "enfrentados" a un real que opera como exceso con respecto a lo simbólico, y que, sin embargo, sostiene una paradójica relación de conjunción-disyunción con el sentido... 

Problema este último significativamente distinto al de la "verdad metafísica como presencia", al de la escritura del matema y la función lógica en el territorio de la ciencia, o al de la nombrada univocidad del ser.



Mayo de 2012. (Texto ligeramente retocado).


© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.


Otro blog en el que figura este mismo texto:

Blog Cazador de Aguahttp://tambordegriot.blogspot.com/2012/07/pseudos-y-el-secreto-la-mentira-lo.html

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