«¡Compatriotas de todos los países, poetas-traductores, rebelaos contra el patriotismo! Cada vez que escribo una palabra, una palabra que me gusta y me gusta escribir, en el transcurso de esa palabra, en el instante de una sola sílaba, el canto de la Nueva Internacional se eleva entonces en mí. No me resisto jamás, me echo a la calle a su llamado aun si, en apariencia, trabajo desde el amanecer sentado a mi mesa.» Jacques Derrida, "El monolingüismo del otro".
Pieter Brueghel el Viejo. "La Torre de Babel", 1563.
Óleo sobre lienzo.
114 x 155. Kunsthistorisches Museum. Wien.
Por Armando Almánzar-Botello
En su “Tractatus Logico-Philosophicus”, proposición 5. 6, dice el gran filósofo de origen austríaco Ludwig Wittgenstein: "Die Grenzen meiner Sprache bedeuten die Grenzen meiner Welt." Traducida con carácter estricto al idioma español (“Tractatus Logico-Philosophicus”, Alianza Editorial, Madrid, 1973, páginas 162 y 163) esa proposición equivale a: "Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo".
En este contexto correspondiente al primer período del filósofo, y a pesar de que la palabra alemana "Sprache" puede significar tanto "lenguaje" como "lengua" o "idioma", Wittgenstein no alude al sistema de signos específicos que define a una comunidad lingüística particular: "Sprachsystem" (una lengua o idioma como sistema), sino al "lenguaje" en su condición de vía, medio o recurso de comunicación universal entre los seres humanos que, por otra parte (y en especial para el segundo Wittgenstein de las "Investigaciones filosóficas"), no sólo se limita al lenguaje doblemente articulado o lenguaje lingüístico, sino a todo sistema de comunicación que involucre una relación entre la palabra (Wort), el habla (die Rede), el signo gráfico, la imagen, el gesto y la cosa designada…
Finalmente, Wittgenstein nos decía que nuestros "juegos de lenguaje" están ligados, vital y estructuralmente, a nuestros particulares "estilos de vida"….
Se toca en este contexto un problema o deslinde parecido, aunque no exactamente análogo, al que Ferdinand de Saussure, en su "Cours de linguistique générale", establece como las diferencias entre "langage" ("lenguaje", entendido como conjunto "multiforme y heteróclito" de signos), "langue" ("lengua", comprendida como sistema particular de signos codificados propio de una determinada comunidad de hablantes), y "parole" ("habla"), término con el cual Saussure significaba la singular ejecución de enunciados que realiza un determinado sujeto hablante en los contextos del "lenguaje" como posibilidad simbólica y comunicativa universal, y de una "lengua" como particular codificación de signos propios de una comunidad de hablantes o campo concreto y estructural de posibilidades lingüísticas.
Para complicar o aclarar el problema que representan estos deslindes conceptuales (sin que mencionemos ahora otras distinciones nocionales y metodológicas relacionadas con las de Saussure, como las que realizan, en sus respectivos pensamientos y textos, Hjelmslev, Martinet, Benveniste, Chomsky, etc. etc.), Jacques Derrida habla —en su obra capital del primer período de su reflexión, “De la grammatologie”—, de una "archi-écriture" ("archiescritura"), a comprender como una producción de diferencias o red de reenvíos espacio-temporales lógicamente anterior al deslinde entre "lenguaje", "lengua" y "habla".
Lo planteado por Derrida en la mencionada obra establece que ningún sentido se encuentra jamás “presente ante sí”, pues resulta imposible que funcione al margen de un proceso material, semiótico-diacrítico de producción, engendramiento y dispersión, como de un modo idealista lo pretendía Edmund Husserl en sus “Investigaciones lógicas”, obra que corona una gran tradición metafísica occidental de la “Bedeutung” hipostasiada como pura presencia.
A su vez, Julia Kristeva establecía, desde su tesis de los años setenta: “La révolution du langage poétique”, un deslinde entre lo “simbólico” y lo “semiótico”. Consideraba la pensadora francesa de ascendencia búlgura que antes del funcionamiento de lo "Simbólico" comunicativo (ésta es su terminología), basado en el signo, en la sintaxis y en la transmisión de significaciones abstractas y denotaciones estables, opera, como una “anterioridad cronológica y sincrónicamente transversal al signo”, a la denotación y a dicha sintaxis, una productividad "Semiótica” (Kristeva la relaciona con el concepto platónico de “chora” o matriz) vinculada con el ritmo, la prosodia, el juego de palabras, la risa, la glosolalia (vocalizaciones sin sentido preciso, específico, pero cargadas de intensidades pulsionales inconscientes y de afectos).
Kristeva establece que lo “simbólico comunicativo” no es un origen, sino que es más bien el efecto de un “proceso semiótico de producción” anterior al sentido regulado como significación transmisible, comunicable a través de un discurso normalizado por la sintaxis y por una cierta univocidad semántica.
Por otra parte, Jacques Lacan, además de sus conocidas distinciones entre lo “simbólico”, lo “imaginario” y lo “real” —contexto teórico en el que concede, siguiendo a Claude Lévi-Strauss, una gran importancia a lo que denomina “orden simbólico de la cultura”—, elabora, en la última etapa de su pensamiento, el concepto de "lalangue" ("lalengua", así condensado), el cual define, diferenciándolo de la "langue" (lengua) y del “langage” (lenguaje) saussureanos, como una instancia operativa “caótica” cuyos principios “reguladores” lo constituyen la condensación de “fonemas desemantizados”, las homofonías, la glosolalia y el "goce" de la pura letra…
La “lalangue” lacaniana se encuentra configurada por la “lluvia” —sin formar cadena—, de lo que conceptualiza y designa el psicoanalista francés como "lettre" (letra), definida a su vez, no como la dimensión gráfica del signo sino como pura materialidad del significante (fónico o gráfico) en su particularidad de mero soporte material, localizado e indivisible, cuando éste se manifiesta en su carácter simbólico-real de sinsentido, trazo, pura significancia o polivalencia a-significante…
Dicha “lalangue” constituye para Lacan el “inconsciente real” en acción, diferente al “inconsciente simbólico” freudiano y fundamento estructural de éste, lógica y cronológicamente.
En este complejo territorio en el que se imbrican "lenguaje", "lengua", "habla", "cultura", "orden simbólico", “lalangue” y, además, lo “semiótico translingüístico”, resulta evidente que la categoría de "lengua-cultura" (con todos sus riesgos y "riegos" metafísicos y político-esencialistas) debe ser —y hoy de hecho lo está siendo—, profundamente revisada, cuestionada, problematizada, matizada y redefinida.
25 de enero de 2014.
© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.
Publicado en facebook.
Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.
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