viernes, 4 de mayo de 2018

¿PSICOPOLÍTICA versus BIOPOLÍTICA? Breves reflexiones previas a la lucha sin cuartel

«En el fondo, a Chul Han le place esmerarse en demostrar cómo el capitalismo es en su estructura contemporánea. Y nunca encontramos en él ni siquiera un esbozo, por problemático que sea sobre la propuesta de una lógica emancipatoria. Por ejemplo, en su último Topología de la violencia, se sumerge en Freud para terminar afirmando que su construcción teórica solo es válida para las “sociedades disciplinarias” y que ha quedado obsoleta en las sociedades de “rendimiento neoliberal”. Lógicamente no acuerdo con esto. Si bien es cierto que Freud elaboró su teoría en el tiempo de las sociedades disciplinarias, el inconsciente que emerge no se reduce a un tiempo histórico y menos el Superyó del que Chul Han se ocupa especialmente.

La producción de una subjetividad neoliberal en el dispositivo de rendimiento que la sitúa siempre en un más allá ilimitado del principio de placer solo es explicable por la coerción del superyó, su engendramiento de culpa y necesidad de castigo, que el neoliberalismo coloniza con sus dispositivos. Sostener, como hace Han, que en el neoliberalismo ya no hay inconsciente, es confundir el plano óntico-empírico de la producción de subjetividades, con la brecha, la ruptura ontológica que el sujeto dividido del inconsciente implica. Una vez más, no todo es apropiable por el Capital, al menos si deseamos seguir pensando en lo político...» Jorge Alemán Lavigne, 2016



Por Armando Almánzar-Botello

     «La informatización de las sociedades puede convertirse en el instrumento “soñado” de control y de regulación del sistema de mercado, extendido hasta el propio saber, y exclusivamente regido por el principio de performatividad. Comporta entonces inevitablemente el terror.» J. F. Lyotard: La condición postmoderna

     «Lo que el filósofo galo Jean-François Lyotard denomina “terror del sistema” —por la pura o simple absolutización del principio de performatividad o de mera eficacia—, comporta una cohabitación por desdiferenciación entrópica.» Armando Almánzar-Botello


Esta nota podría llevar como cargante subtítulo: Byung-Chul Han o la erudita, entretenida, oportunista, estimulante, meticulosa y actual recapitulación, parcialmente despotenciada, conformista y casi políticamente inocua, del pensamiento postheideggeriano y postestructuralista...

El vigor de redescripción o reenunciación conceptual del joven pensador coreano en el contexto de la conversación filosófica contemporánea, va un poco más allá de la simple corrección hermenéutica, tal como podemos comprobar en múltiples contextos de su obra. Aporta puntos de vista relativamente originales, pero insuficientes.

Por ejemplo, en una cita que hace Byung-Chul Han de Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, seminario 11 del pensador y psicoanalista francés Jacques Lacan, el surcoreano percibe correctamente la diferencia entre la categoría lacaniana de “mirada” (que inspira a Barthes el concepto de “punctum”) y la de “ojo que ve” (concepto transformado por Barthes en la idea de “studium”), pero no aborda con cabal pertinencia el problema del “apetito”, como apetito erótico del otro y de lo otro (en el subjetivo y en el objetivo del genitivo).

Las razones de este insuficiente análisis de la relación entre Eros, apetito, transparencia, brillo, refracción de la luz, fisura, mirada y ojo, estriba –a mi modesto entender– en el olvido relativo que padece el pensador surcoreano de las diferencias entre el brillo de la Cosa (das Ding, ekphanéstaton); la opacidad o punctum caecum que viene a encarnar la mirada como objeto “a”, como hueco y vacío causa del deseo, como lo atópico que se fuga frente a la visión epifánica de la imagen-pantalla, y, finalmente, el objeto “a” como “condensador de goce”.

Temo que sobre la superficie de este olvido-pantalla, como inocente “hacer olvidar y echar en el olvido”, se puedan condensar y erigir los pérfidos ideologemas “ingenuamente” voluntaristas, narcisistas, bifrontes y mercantiles que alimentan al tentacular, oportunista, presumido y asfixiante conformismo ilustrado. 

Es preciso resaltar (lo que no hace el doctor y profesor Byung-Chul Han en su breve análisis) que la letosa-mercancía “pretende” secuestrar o capitalizar el “brillo aurático” de la pura presencia hilética identificada o confundida erróneamente con lo real-imposible, con ese que “no-cesa-de-no-escribirse”.

Este último “real sin ley” (Lacan) es diferente no solo de la letosa-mercancía como obturador, sino de lo real-contingente que “cesa-de-no-escribirse” y que sin embargo adviene de forma imprevista. (Véase: Byung-Chul Han, En el enjambre, Herder Editorial, Barcelona, 2017, pp. 45, 46 y 47).

Por otra parte, no entiendo como verdadera la idea de que una presunta “psicopolítica digital” ha desplazado a la “biopolítica” de control y gestión de poblaciones.

De hecho, la primera es un mero subconjunto de la segunda.

Además, resulta incorrecto y fuera de contexto el uso que hace Byung-Chul Han de la categoría “inconsciente colectivo” en la obra citada, pues pierde de vista el arrastre inevitablemente junguiano de dicho sintagma o categoría. El inconsciente colectivo-arquetípico de Jung no es el inconsciente simbólico de Freud. Más cónsono con sus citas de Jacques Lacan y Roland Barthes, Han debió hablar, quizá, de inconsciente de grupo, inconsciente social, étnico, cultural o civilizatorio, tal como lo hicieron Jacques Derrida, el mismo Barthes, Jean Baudrillard... o etnopsicoanalistas como Georges Devereux y François Laplantine... 

Marc Augé, el antropólogo y etnólogo de los lugares y no lugares, evita utilizar la categoría de inconsciente colectivo con todas las implicaciones metafísicas que comporta dicho sintagma en el pensamiento de Jung, y habla más bien de “la memoria y del imaginario colectivos”, confiriéndole todo su peso histórico, sociológico y psicoanalítico a esta constelación antropológica. El arquetipo junguiano, por el contrario, es un paradójico noema sustancializado sin correlato noético, el puro remanente de una ontología de la presencia, tal como había señalado Jean Reboul desde principio de los años sesenta: una esencia objetivada, sin proceso semiótico de producción pero afectada de un sentido fijo, ahistórico, atemporal, idealista, más que transhistórico o metaculturalEmpleamos aquí este último concepto en un juego cartográfico, semántico y estratégico similar al que efectúa George Devereux cuando lo utiliza en sus teorizaciones de Etnopsicoanálisis complementarista

En relación a nuestro rechazo de la idea de Han que declara el fin de la “biopolítica”, pensamos que la perspectiva foucaultiana de análisis biopolítico mantiene actualmente su plena operatividad. La fuerza de su vigencia debe obligar a la invención y puesta en marcha de nuevas modalidades de resistencia política. 

La “tanatopolítica”, política de la muerte y reverso complementario de la biopolítica, opera hoy con más vigor destructivo que nunca.

Existe, más deletérea, sinuosa y programada que hace unos años, la manipulación bélico-financiera de los sujetos y las poblaciones.

Es urgente y necesario elaborar nuevas formas políticas de cuestionamiento, subversión resistente, desmontaje y transemiotización de los atractores extraños, de los falsos descentramientos y sutiles engañifas del gran capital financiero y su poder mutante y ubicuo. Este utiliza todas las vigilancias: panópticas, banópticas y sinópticas, para lograr su aplastante objetivo nihilista de instrumentalizar y someter la heterogeneidad de los sujetos. 

El gran capital financiero y pseudo-filantrópico, a través de la biopolítica edulcorada como “psicopolítica digital”, propaganda y spot publicitario, continúa produciendo endeudamiento, construyendo modelos de vida y falsas jerarquías, produciendo muertes y golpes de Estado bajo inéditas modalidades. Sus dispositivos reales funcionan de un modo proliferente, flexible, maquínico, en apariencia libertario, pero nunca trazan las líneas de fuga que conducen al campo de inmanencia que impide la segmentarización gregario-individualista de lo social. El capitalismo promueve, más bien, la fragmentación homogeneizante, la dispersión sin retorno que impide el advenimiento de nuevas modalidades de vínculo ecológico e interhumano, de solidaridad con el otro y con lo otro, de cum pluridimensional, de “nosotros político” en capacidad de enfrentar la mera “cohabitación” por desdiferenciación y homologación, las nuevas formas de autoexplotación y la persistente explotación clásica, tradicional.

Descriptiva e ideológiamente, nos parecen muy reveladoras estas apreciaciones de Han:

«Hoy las imágenes no son solo copias, sino también modelos. Huimos hacia las imágenes para ser mejores, más bellos, más vivos. Sin duda no solo nos servimos de la técnica, sino también de las imágenes para llevar adelante la evolución. El medio digital consuma aquella Inversión icónica que hace aparecer a las imágenes más vivas, más bellas, mejores que la realidad, percibida como defectuosa.» Byung-Chul Han, ob. cit. p. 49.

En el párrafo anterior resultan indistinguibles el espíritu crítico que le debemos suponer al pensador de avanzada llamado a denunciar los riesgos padecidos por el último hombre del nihilismo pasivo en un mundo tecnológico globalizado, y el deslumbramiento del Mann que parpadea, heideggerianamente hablando, aturdido, infantilmente deslumbrado ante la exuberancia de la iconosfera tardomoderna, expresión virtual, tecnotelemediática, del Gestell como estructura de emplazamiento y dominio tecnológico programador.

No obstante, la solución para nuestros epidémicos estados depresivos no solo podemos cifrarla en una huida hacia lo virtual, en el consultorio “verboso” del psicoterapeuta o en la ingesta ritual y eucarística del phármakon psicotrópico aleve y bifronte suministrado por psiquiatra biológico (sacerdotal instancia que participa del nuevo mito de lo real lacaniano degradado: lo neuro-real), sino en las formas insólitas, imprevistas, contingentes, de lucha política y de tácticas de transformación que pueden surgir en la virtualidad potencial de un nosotros en lucha incesante contra la voluntad abrumadora propia de los dominios.

Es muy oportuno resaltar que cuando se habla de “biopolítica” no solo se alude al viejo disciplinamiento y a los novísimos controles que se ejercen de forma solapada o transparente, sobre los cuerpos y las poblaciones, sino también y con carácter especial, a todas las modalidades físicas, virtuales, directas o indirectas, legales e ilegales, probadas o experimentales, tecnotelemediáticas e imponderables que los agentes beneficiarios de la axiomática del capitalismo utilizan con el objetivo de articular, afinar y programar los procesos de constitución, deconstrucción, desconstitución y reconstitución de la subjetividad y las mentalidades.

El potente y funcional cuasiconcepto foucaultiano de “gubernamentalidad” (gouvernementalité) torna explícita esa vertiente “subjetiva” de la operatividad del control.

El discurso “biopolítico” no está agotado frente a una supuesta “psicopolítica digital”, como lo piensa en su libro En el enjambre, 2013, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, entre otros que meditan sobre las formas contemporáneas de vigilancia y control.

Suponerlo así podría conducir de “buena fe” a un mero intento de psicologización perversa del biopoder o de “naturalización” cínica de aquello que se dice criticar, tal como señaló en su momento el psicoanalista y escritor argentino-español Jorge Alemán Lavigne a propósito del discurso de Byung-Chul Han, a quien el pensador lacaniano relaciona con Francis Fukuyama y su misreading hegeliana del fin supuesto de la historia.

El biopoder debe ser entendido como ejercicio de una axiomática flexible y proliferante que pretende, bajo miles de máscaras y semblantes, ejercer un dominio y control de vocación totalizante, homogeneizante, sobre los recursos tangibles e intangibles del planeta, sobre las subjetividades, los cuerpos y las poblaciones. 

Hay que luchar contra esa voluntad de dominio que aspira someter la libre vastedad de las comarcas. ¡Cada cual con sus armas, pero uniendo intereses, voluntades y deseos!



14 de julio del 2016 (Texto ligeramente retocado).

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.


BREVÍSIMA ADENDA

«...La es/ética del psicoanálisis no es una ética superyoica del goce (¡goza!, como falso imperativo categórico del Carpe Diem: banalidad del mal en el Discurso capitalista del Amo y su Mercado), sino una est/ética que apunta al goce a través de “la escala invertida de la ley del deseo” (Jacques Lacan).

El psicoanálisis nos concede también la libertad de no gozar, nos permite sustraernos al goce padecido que se reduce a una mera imposición o mandato superyoico; la experiencia analítica nos habilita para gozar de otro modo distinto al que implica dicho goce “mercadológico” del síntoma convencional: el ¡goza! en su calidad de compulsión y mascarada: el goce del consumismo (...)» 

2016





© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.


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