domingo, 29 de junio de 2025

REPETICIÓN, IDENTIDAD Y DIFERENCIA...

(República Dominicana y Haití, dos naciones distintas por importantes motivos ajenos a los simplemente “raciales”)

«Donde primero llegan los esclavos africanos es al Santo Domingo español. “Haití o la colonia de Saint Domingue se funda 180 años después que se coloniza a Santo Domingo.” (Andújar: op. cit.)...» Armando Almánzar-Botello 

«La historia de la emancipación universal se da a partir de un colapso de lo local. Un colapso que se entrevé, por ejemplo, en la “religión” haitiana del vudú –un encuadre ritual de pensamientos que manan de una experiencia colectiva del colapso (la esclavitud), que da pie a la creación de emblemas y alegorías de liberación.» Susan Buck-Morss


     Por Armando Almánzar-Botello 
     A Juan Bosch Gaviño, in memoriam 

Siempre me parece interesante problematizar los conceptos de “identidad”, “independencia” y soberanía nacional”. Es un ejercicio político-estratégico que se viene realizando desde hace largos años en los ámbitos de la historia, la sociología, la antropología y la filosofía: Marcel Mauss, Géza Róheim, Lévi-Strauss, Emmanuel Levinas, Roger Bastide, Georges Devereux, Marc Augé, Jacques Derrida, Ernesto Laclau, Benedict Anderson, Néstor García Canclini…

En la República Dominicana, desde diversos marcos conceptuales e ideológico-políticos, abordan este problema Pedro Henríquez Ureña, Juan Bosch, Juan Isidro Jimenes Grullón, Roberto Cassá, Antinoe Fiallo, Franklyn J. Franco, Manuel Núñez, Odalís G. Pérez, Orlando Inoa, Carlos Andújar…

Ciertamente, los conceptos de “identidad” y “soberanía nacional” pueden ser utilizados de una forma metafísica, inconcreta, y en ocasiones cándida y hasta racista, pero la crítica o cuestionamiento de dichas nociones antropológico-sociales puede eventualmente revestir un carácter políticamente perverso (con sus beneficiarios ideológicos, políticos y económicos), propugnando por establecer cierta hegemonía de lo que determinados sectores foráneos de poder consideran su propia tabla de valores: una delimitación y atribución de misiones tutelares, de “responsabilidades” históricas y defensas de intereses económicos (imperialistas). Esa crítica neocolonial o postcolonial de todo nacionalismo, bajo ropajes pseudomulticulturales, se orienta, curiosamente, a promover la autarquía de una agenda plutocrática de dominio regional, y, finalmente, de sometimiento universal de la diferencia.

La deconstrucción realizada por Jacques Derrida del concepto de “ontopología”, entendido como supuesta relación “natural”, esencial, ontológica y ahistórica entre un ser nacional y un territorio específico, me parece muy esclarecedora en relación a lo que comentamos.

Derrida dice que todo asentamiento poblacional es efecto del desplazamiento de otro grupo humano que ocupaba anteriormente dicho territorio.

Esta tesis presupone el originario carácter nómada del género humano, y torna explícita la “violencia constituyente” que inevitablemente va unida a ese proceso de desplazamiento de una población para el posicionamiento de otra. Desde el punto de vista del pensamiento de Gilles Deleuze y Felix Guattari, podríamos hablar de un aspecto o vertiente particular de los procesos definidos por ellos como desterritorialización y reterritorialización.

A diferencia de pensadores como Maquiavelo y Spengler, quienes pensaban la historia de un modo metafísico y esencialista, siempre desde el punto de vista de los grupos hegemónicos y del poder triunfante, yo, modestamente, por irrenunciables razones ético-políticas, trato de pensar el devenir histórico —siguiendo en esto a Theodor Adorno, a Max Horkheimer, a Haroldo de Campos, a José Carlos Mariátegui, a Juan Bosch…— desde el punto de vista de los débiles, de los oprimidos y de los vencidos (pertenezco a estos grupos), desde los inéditos ángulos que me permitan trazar un “gráfico sísmico de la fragmentación subversiva” (Haroldo de Campos).

Si bien es cierto que una parte significativa del sector criollo-español hegemónico en la isla de Santo Domingo no tenía una clara definición de sus proyectos políticos como posible nación —y de ahí la Anexión a España por la que propugnaron luego muchos de los que fueron originalmente “Independentistas Trinitarios”—, no podemos olvidar la Guerra de la Restauración (1865), esa gesta que involucró a sectores populares constituidos por mulatos y negros que se definían como diferentes de los pobladores de la zona occidental de la isla, pero, sobre todo, como independientes de la metrópoli española.

Repetimos: si bien constituye una insoslayable realidad histórica el que muchos de los seguidores de Juan Pablo Duarte, por motivos ideológicos de clase, no tuvieron una visión cultural y política clara de lo que era en efecto un estado-nación dominicano “independiente de toda dominación extranjera”, la decisiva Guerra de la Restauración —desplegada por amplios sectores populares de la nación dominicana, cuyo máximo representante lo era el  valeroso mulato Gregorio Luperón—, ofrece el testimonio de que la denominada “comunidad antropológica imaginaria” se había encarnado, desde hacía un largo período de tiempo, en una matriz concreta de elementos diferenciales que constituían la constelación fluida de atributos que articula lo que viene a designarse como “identidad procesual, modal o diferencial”. Esta implica la percepción, por parte de una determinada comunidad histórica, de una(s) alteridad(es) y otredad(es) específica(s) que viene(n) a oponérsele coyunturalmente, y la lucha por afirmar o preservar con respecto a ella(s) ciertas diferencias o rasgos distintivos entendidos como “trazos unarios” y marcas semióticas que posibilitan una “distancia adecuada” con respecto a dicha otredad (Lévi-Strauss), evitando así la fría o excesiva distancia que origina la violencia entre los grupos rivales o enemigos, pero también el riesgo contrario: el impulso ciegamente fusional y los procesos entrópicos de desdiferenciación empobrecedora.

Es oportuno aquí señalar que la convivencia con lo diferente no apunta al establecimiento de una “comunidad por homologación” o a la mera síntesis conjuntiva de lo homogéneo, sino que se sustenta en la fidelidad a lo que Alain Badiou define como un particular “proceso de verdad jurídico-político” en su “específica y concreta” historicidad diferencial. Podemos hablar entonces de una síntesis disyuntiva inclusiva de lo múltiple, no regulada por el monologismo ni por los atractores extraños y algoritmos imperiales pseudofilantrópicos.

Es importante resaltar que en la zona oriental de la Isla de Santo Domingo no solo hubo un criollismo español sino también un criollismo de esclavos libertos, negros y mulatos, que asumieron una cierta identificación con valores de lengua, religión y costumbres originariamente procedentes de España, pero hibridados, mixturados, mestizados con tradiciones y valores africanos y, en menor medida, con elementos culturales indígenas o taínos.

Como dice con pertinencia el antropólogo e historiador dominicano Carlos Andújar, no es cierto que nosotros los dominicanos nos separamos de Haití porque dicho pueblo estaba constituido por negros. En la zona oriental de la Isla, al igual que en la parte occidental, hubo negros desde que en 1501, bajo el gobierno de Nicolás de Ovando, llegaron a Santo Domingo los primeros esclavos procedentes del África. Además, años después, esa mencionada Guerra de Restauración se produce contra los españoles, que eran blancos, lo que viene a desmontar el mito del racismo antinegro como origen de la nación dominicana. (Carlos Andújar: “Acerca de la Identidad Cultural Dominicana. Una aproximación etnohistórica”, 2011).

El mismo Andújar, basado en lo que dice Fray Cipriano de Utrera en sus “Dilucidaciones Históricas”, nos habla de las características o especificidades antropológicas de las llamadas “cincuentenas”, grupos constituidos por criollos españoles “que no eran miembros del ejército español”, y que, desde el 1630 combatían a los bucaneros ingleses y franceses (no a los negros) que ocuparon la zona occidental de la Isla después de las llamadas “Devastaciones de Osorio”.

Lo señalado puede definirse como un proceso definitorio de identidad nacional. Si bien no constituye todavía lo que podrá llamarse luego “República Dominicana”, manifiesta las líneas de fuerza históricas que darán origen a los intentos emancipatorios de los criollos españoles en alianza con los negros y mulatos criollos, los cuales, conjuntamente, vendrán a generar las matrices simbólicas y rasgos culturales (fluidos, cambiantes, complejos, singulares, mixtos, híbridos) que definen a la nación dominicana.

No es cierto, y esto lo señalan los Cronistas de Indias, los historiadores dominicanos y en particular el investigador Andújar en varios de sus textos, que la herencia africana la recibimos de Haití.

Donde primero llegan los esclavos africanos es al Santo Domingo español. “Haití o la colonia de Saint Domingue se funda 180 años después que se coloniza a Santo Domingo.” (Andújar: op. cit.)...

En cuanto a la pretensión de alcanzar una autarquía absoluta por parte de países pobres como los nuestros, aseguro descreer de ella —y más en esta época de forzada interdependencia global.

No obstante, pienso que las alianzas estratégicas con las naciones amigas que realmente favorecen los intereses de las poblaciones de estas pequeñas “repúblicas bananeras” nuestras —en las que conviven rasgos premodernos, modernos y postmodernos, naciones pseudomodernizadas por oligarquías canallas e intereses imperiales—, pueden contribuir a sacarnos del aislamiento insular y de nuestra condición de simples “territorios de caza y pesca de las grandes potencias”, tal como dijo lúcidamente Octavio Paz en una zona de su obra Corriente Alterna.

Armando Almánzar-Botello 

27 de junio de 2013

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Santo Domingo, República Dominicana.
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Lunes, 22 de febrero de 2010

APERTURA INCONDICIONAL AL OTRO (Fragmento)

     Por Armando Almánzar-Botello

Cuando el gran pensador y polígrafo francés Jacques Derrida utilizó en diversas zonas de su obra filosófica el concepto de “hospitalidad”, se preocupó por diferenciar de forma categórica la llamada “hospitalidad de visitación” —receptividad incondicional y absoluta del otro, no regulada por normativas de “pase” ni por legislaciones migratorias—, de la conocida como “hospitalidad de invitación” —sujeta a protocolos y normas jurídicas definidas por una determinada agrupación humana: familia, asociación cultural, estado-nación, etcétera.

A esta última hospitalidad, Derrida la llama también “hospitalidad de autorización, permiso y/o pasaporte”.

Decía el pensador francés que una “Nación” debe ser considerada como “Estado”, cuando asume una cierta autonomía relativa (que no viole los principios y normas del derecho internacional) y establece en consecuencia controles y protecciones para beneficio de su población, su territorio y sus recursos.

Derrida, inspirado en el pensamiento del filósofo judío Emmanuel Levinas, concibe a la “justicia” como “don”, como aquella línea de fuga que desborda una particular legislación o codificación históricamente establecida y apunta, más allá de la juridicidad constituida y del interés propio, a la total precedencia del otro, a la radical anteposición del otro al sí-mismo, a la apertura incondicional a la singularidad del arribante y del acontecimiento.

Por cierto, ejemplos convincentes de la justicia que mencionamos no son frecuentes en el contexto de la racista y competitiva sociedad globalizada actual, y mucho menos entre aquellos plutócratas que, inconscientes en el disfrute de sus exorbitantes riquezas, viven de espaldas al dolor y a la escasez que ellos mismos generan.

Como bien señala el filósofo esloveno Slavoj Žižek, la supuesta “filantropía” del capitalismo postmoderno es puro espectáculo y medio cínico y necesario de reciclaje “alopático”, para postergar la definitiva crisis sistémica de un modo inhumano de producción considerado “senil” y agotado en su capacidad de dar respuestas idóneas a los más acuciantes problemas de las poblaciones del planeta.

Entendemos que, tal como piensa Noam Chomsky, en este mundo complejamente interrelacionado se “socializan” los costos y los riesgos, ¡y se opera una galopante privatización corporativa de los beneficios!

Ese cuestionamiento al capitalismo financiero neoliberal lo comparten, con diferentes matices y declinaciones, pensadores de “izquierda” muy dispares como Samir Amin, Immanuel Wallerstein, Gilles Deleuze, Felix Guattari, James Petras, Noam Chomsky, Alain Badiou, Antonio Negri, Gianni Vattimo, el mismo Žižek...

Observa Derrida, no obstante, que una hospitalidad absoluta basada en el apego total a la “banda de dispersión” de la justicia como don o entrega incondicionados, puede ser objeto de decisión ética de los sujetos en su singularidad, pero no es factible que se constituya en la modalidad de comportamiento de un Estado-nación:

«No hay sitio para ese tipo de hospitalidad incondicional en el derecho y en la política», nos dice el autor de Espectros de Marx.

Derrida reconoce que la ilimitación de la apertura incondicional al otro debe ser mantenida como referencia permanente y “horizonte sin horizonte” que garantice la perfectibilidad de las leyes y un espacio cada vez más amplio para la práctica de la generosidad internacional.

Exponernos al otro es amarlo, nos dice. Amar implica asumir cierta dosis de riesgo y exposición ante el otro. Pero Derrida reconoce también la necesidad de mantener la tensión y diferencia entre esas dos modalidades de hospitalidad, porque ello es parte de la preservación del campo social y político constitutivo de la vida múltiple, en su juego polifónico, no asordinado por ningún psicobiopoder global.

Existen, según Derrida, calculados efectos perversos —que tienen sus ominosos beneficiarios ocultos, nacionales y extranjeros— en la sórdida promoción financiada de una “hospitalidad incondicional” con rostro hipócritamente humanitario. Esta última sería, según el filósofo galo, una caricatura cínica del sueño filantrópico y del deseo angustiado de entregarnos absolutamente al otro sufriente en el don sin medida del amor.

Kierkegaard, el gran filósofo danés, padre de un cierto existencialismo, habla por eso del instante “loco” de la decisión (de entrega incondicional).

Ese gesto se puede esperar éticamente de un sujeto singular, puede ser “su” decisión ética como sujeto de un imperativo categórico restringido a su específico horizonte existencial. Sin embargo, dicha decisión no es viable en el campo jurídico-político ampliado, ni tampoco resulta sostenible, socio-económicamente hablando, en contextos o espacios que por definición comportan la voluntad y el compromiso de conciliar y regular, haciendo uso de recursos extremadamente escasos, grandes necesidades y complejos intereses colectivos. Los miembros de una población eligen a un gobernante para que defienda sus intereses como habitantes legítimos de un Estado-nación. El ritmo a que deben manifestarse la generosidad y el sacrificio de cara al inmigrante, al extranjero, lo determina en justicia el pueblo mismo.

La generosidad colectiva frente a los inmigrantes y poblaciones extranjeras en tránsito es un gesto político de los sujetos nacionales susceptible de ser transmitido a los gobernantes, pero solo hasta cierto límite. El derecho internacional, si bien apoya a los inmigrantes en situaciones extremas, si bien promueve la generosidad de los estados frente al inmigrante, no establece que un Estado particular anteponga los intereses de estos inmigrantes a los intereses de los ciudadanos nacionales.

Cuando un flujo inmigratorio hacia un determinado territorio desborda la capacidad económica y política de esta territorialidad para dar una oportuna respuesta a las demandas y necesidades básicas de dichos inmigrantes, y, sobre todo, a las de su propia población, entonces debe intervenir en pleno la comunidad internacional, en auténtico ejercicio de justicia, para reforzar la ayuda y el respaldo a las poblaciones o países caídos en desgracia. Los países ricos son los principales responsables de promover y ejecutar verdaderas ayudas a las naciones o poblaciones en crisis. No solo los pobres son responsables de los pobres.

Creo en la solidaridad entre los pueblos y entre todos los miembros de la raza humana; creo en la ley de la mayor generosidad posible en las políticas internacionales e interestatales ante el dolor de los más pobres y desamparados, pero creo también que esta generosidad debe promoverse respetando los principios de equidad y justicia y al margen de una “ontopología perversa” que considera que la responsabilidad ética frente al otro sufriente es asunto de mera proximidad geográfica.

Todas las naciones del planeta son responsables de Haití en su lamentable situación, en especial, las grandes potencias económicas que tanto se beneficiaron de los recursos de ese país, y, particularmente, la propia e irresponsable oligarquía haitiana.

Armando Almánzar-Botello

Febrero de 2010 (Fragmento ligera y éticamente retocado).

Blog Cazador de Agua

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IMPERIALISMOS, NEOCOLONIALISMOS, VIOLENCIAS, CONTRAEMANCIPACIÓN Y CONTRAINSURGENCIA...

     Por Armando Almánzar-Botello

«La hipótesis tendenciosa sobre la inevitable corrupción de casi todos los gobiernos latinoamericanos, los temas del narcotráfico y de las supuestas violaciones a los derechos humanos (perversamente concebidos), son a la fecha recursos utilizados por los Estados Unidos para reforzar sus odiosas políticas de injerencia pseudoética en los asuntos internos de múltiples naciones» Armando Almánzar-Botello

«La “sociedad global” generada por las grandes potencias opera en un contexto complejo de relacionismos intensivos y de inevitables interdependencias culturales y económico-financieras, pero tiende, regida por la ciega, insaciable y paradójica axiomática capitalista, a desconocer ese panorama en el que se imbrican de forma problemática lo global y lo local, lo liso y lo estriado (Deleuze, Guattari), y a crear nuevas territorialidades perversas del artificio que propician lo que podríamos denominar “ataques etnopolíticos autoinmunes”. Un ejemplo de este tipo de ceguera lo constituye unos Estados Unidos de Norteamérica declarando la guerra económica a China, megapotencia de la que depende, mercantil y financieramente, la gran nación norteamericana para evitar la catástrofe de lo peor...» Armando Almánzar-Botello

«A pesar de la gran cantidad de parturientas haitianas que son atendidas gratuitamente desde hace largos años en la República Dominicana —lo que ha representado una carga muy onerosa para el sistema de salud de esta nación (en ocasiones no hay camas para las parturientas dominicanas)—, esa valiosa ayuda dominicana se ha proseguido brindando con gran sentido humanitario.» Armando Almánzar-Botello

     Por Armando Almánzar-Botello 

Recientemente se ha desatado una gran y cínica violencia oficial desinformativa por parte de los Estados Unidos contra la siempre solidaria República Dominicana.

Este último país debe movilizar sus recursos diplomáticos y sus reclamos populares de justicia ahora que, irresponsable, mentirosa e irónicamente, los grandes imperialistas y mal llamados «demócratas» de los Estados Unidos de Norteamérica pretenden acusar de racista y antihaitiana a la República Dominicana como castigo ilícito porque esta última nación, aunque ha respetado más que ellos los Derechos Humanos de todos los grupos y fenotipos, no validó ni aceptó ni se tragó incondicionalmente, entre otros motivos, la agenda LGBTI y la oportunista «ideología de género» impuestas al mundo con fines puramente económicos y hegemónicos por ciertos sectores cínicos de la sociedad capitalista norteamericana.

El ominoso proyecto de los Estados Unidos, de Canadá, de Francia y de otros países de Europa estriba en acusar a la República Dominicana de país racista, violador grosero de los derechos humanos, explotador y excluyente de los haitianos, para así poder descargar sobre la nación de Juan Pablo Duarte y Gregorio Luperón la responsabilidad principal sobre la profunda crisis, en todos los órdenes, por la que atraviesa la hermana nación de Haití. De este modo se pretende ocultar el hecho histórico palmario de que las mencionadas potencias y metrópolis son las verdaderas causantes de la terrible situación social, económica y política por la que atraviesa la primera república negra del mundo que se independizó del dominio colonial.

Una figura jurídico-filosófica es la “fuerza de ley”, ejercida en nombre de la justicia, y otra muy distinta es la “ley de la fuerza”, practicada por intereses egoístas e injustos de grupos que pretenden hablar, paradójicamente, en nombre de la universalidad emancipatoria, en nombre de esa unión de igualdad y libertad que Étienne Balibar denomina égaliberté.

No justifico la violencia que nos viene desde “arriba” como resultado de la ciega hegemonía de un grupo restringido de sujetos inhumanos y ambiciosos que pretenden apropiarse de los recursos del mundo; no pretendo legitimar con mis argumentos la violencia que se realiza en nombre de una supuesta democracia que de hecho funciona de espaldas a los sectores más desfavorecidos de las poblaciones del planeta: la democracia estadounidense.

La razón de Estado siempre ha justificado su violencia esgrimiendo argumentos que de una u otra forma pretenden legitimarla. Esa es su lógica. Con variantes que oscilan entre el autoritarismo-totalitarismo y cierto relativo pluralismo que respeta parcialmente la multiplicidad, esa razón de Estado no funciona ni funcionará de otro modo. Podría variar la correlación de fuerzas entre Estado y sociedad civil popular, pero el Estado, como tal, aspira siempre a su propia permanencia. Y logra esta relativa estabilización apelando a diferentes medios, más o menos (i)legítimos...

En 1945 (6 y 9 de agosto de dicho año, respectivamente), los Estados Unidos de Norteamérica realizaron, por afán de hegemonía planetaria, el crimen más grande que ha conocido la historia de la humanidad: el bombardeo nuclear contra las poblaciones civiles indefensas de Hiroshima y Nagasaki. La guerra, de hecho, estaba ganada por los Aliados utilizando los medios bélicos convencionales, pero los norteamericanos desearon enviar, al precio de la destrucción de centenares de miles de vidas inocentes, un “mensaje claro” a los soviéticos, los cuales, si bien contribuyeron decididamente, con gran valentía y lealtad, a la derrota militar del Japón, no encarnaban el tipo de país que podía dar el visto bueno a los apetitos imperialistas planetarios de los estadounidenses en el período de postguerra. Este fue el real y verdadero inicio de la llamada Guerra Fría en el ámbito nuclear.

En el período comprendido entre los años sesenta y setenta, años de lucha frontal contra los socialismos reales y en los que sin escrúpulo alguno, sin escatimar ningún tipo de violencia (por más brutal que esta fuera) se manifestó el deseo imperialista de cercenar en América Latina la posibilidad de una “segunda Cuba”, los Estados Unidos de Norteamérica subordinaron la justicia y la ley a la pura fuerza militar, “sabiamente administrada” a favor de los intereses de las plutocracias de la gran nación y de las oligarquías locales que funcionaban como sus aliados.

Violaron así las vidas de individuos y de comunidades enteras en nombre de una mal llamada Democracia cuyo verdadero rostro era el saqueo imperial y neocolonial de los recursos de los países intervenidos.

Durante los restantes años del siglo XX, hasta su cierre, y en el transcurso del presente milenio, los Estados Unidos de Norteamérica siempre se han “salido con las suyas”; y en nombre de una supuesta defensa de los derechos humanos y de una falsa democracia, han proseguido interviniendo, diplomática o militarmente, en países a los cuales la cínica y mentirosa política exterior estadounidense percibe como potenciales recursos-botines o como simple energía a explotar por las grandes corporaciones.

Estados Unidos, por afán de hegemonía estratégica en la zona, ha brindado apoyo moral y militar a regímenes fascistas, criminales, terroristas como el de Benjamín Netanyahu, personaje siniestro que ha venido comandando en los últimos años un verdadero genocidio sionista contra el pueblo de Palestina, después de Israel ocupar el territorio árabe y violar todos sus derechos humanos.

Orientados por esa visión guerrera y neocolonial, los Estados Unidos y sus aliados en las rapiñas y felonías imperialistas han abrogado todas las normas del derecho internacional (véase el caso de la prisión de Guantánamo en Cuba; los diferentes estados de excepción declarados cínicamente por los gobiernos de algunas metrópolis, etcétera), se han subordinado instituciones (como la OEA, la ONU, la Asociación Internacional de Psiquiatría, la Organización Mundial de la Salud...), y cuando estos instrumentos institucionales no responden eficazmente a los intereses comerciales y políticos de las grandes metrópolis, prescinden simplemente de ellos e imponen la ley de la fuerza.

Como efecto de una mutación significativa operada por razones estratégicas en los medios, patrones, vías y métodos de injerencia neocolonial, siempre contando con la desinformación de los sujetos, con la ignorancia y confusión de las masas desesperadas o hambreadas, los Estados Unidos han tratado de impedir en los últimos años lo que bien podría denominarse un auténtico proceso emancipatorio en América Latina y el Caribe.

El objetivo de la política exterior estadounidense ha sido descoyuntar, por vías no convencionales, todo lo que pueda oler a gobiernos y gestiones progresistas que favorezcan la autonomía relativa de las naciones tradicionalmente subordinadas a la órbita gringa.

No mencionaremos aquí el descarado apoyo político de los Estados Unidos, en el pasado siglo XX, a la dictadura militar de Augusto Pinochet en Chile, país convertido así, después del derrocado gobierno socialista de Salvador Allende, en campo experimental para la articulación de las más nefastas políticas neoliberales.

Tampoco mencionaremos la terrible guerra de Vietnam, las intervenciones militares en Haití, Santo Domingo, Nicaragua, Panamá, Irak, Afganistán, Siria, Libia...

Dentro de las nuevas modalidades de control, golpes de estado económicos y parlamentarios, programados y corruptos saqueos imperiales, podemos mencionar como víctimas en América Latina los pueblos de Argentina, de Brasil y, más recientemente, de Venezuela.

Por efecto de una encerrona económico-política perversa producto de una alianza entre los Estados Unidos y las oligarquías importadoras locales, dóciles a los mandatos neocoloniales norteamericanos, emboscada orientada a desestabilizar gobiernos legítimamente constituidos que responden a la vocación de propiciar el bienestar colectivo como prioridad de sus respectivas gestiones y no las ganancias de las grandes corporaciones transnacionales, países como Cuba, Argentina, Brasil, y en mayor medida Venezuela, han visto decaer en los últimos años, de un modo alarmante, su capacidad para satisfacer las necesidades básicas de sus ciudadanos.

El cracking, como ilegítimo y ecocida método de producción de petróleo y de gas que afecta violentamente los ecosistemas y no garantiza ninguna sostenibilidad, se ha visto convertido en arma política y económica de competencia desleal e irresponsable utilizada para propiciar un desplome de los precios del crudo y así afectar las economías de ciertos países cuya estabilidad depende de la venta de hidrocarburos.

La hipótesis tendenciosa sobre la inevitable corrupción de casi todos los gobiernos latinoamericanos, los temas del narcotráfico y de las supuestas violaciones a los derechos humanos (perversamente concebidos), son a la fecha recursos utilizados por los Estados Unidos para reforzar sus odiosas políticas de injerencia pseudoética en los asuntos internos de múltiples naciones.

Esta situación de crisis económico-política y ética patrocinada por los Estados Unidos en alianza, como siempre, con las oligarquías locales que, al decir de Octavio Paz, solo ven sus respectivos países como campos de operaciones lucrativas y no como espacios de sana y justa convivencia, es promovida por los medios de comunicación masivos al servicio del gran capital y ofrecida como una prueba de la ineptitud de los gobernantes progresistas que se apartan de los mandatos de Washington.

Estas crisis locales inducidas por ciertos sectores de las inhumanas oligarquías locales “entreguistas”, son presentadas por ciertos ideólogos como un testimonio de la imposibilidad que padece América Latina para darse un devenir histórico, económico, político y cultural propio, más allá de la tutela neocolonial norteamericana.

Repetimos, hoy existe la falsa percepción, motivada por la propaganda perversa de la prensa amarilla servil a los intereses de los gobiernos neocolonialistas y de las inhumanas megacorporaciones transnacionales, de que hay una insuperable crisis en ciertos países latinoamericanos por algunos de estos haber decidido apartarse del modelo capitalista neoliberal, y que dicha crisis constituye una prueba de la incapacidad de estas naciones y sus gobiernos para determinar de una forma eficaz su propio futuro independientemente de los programas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM).

De hecho, a pesar de los decires oportunistas de los intelectuales oscurantistas al servicio del psicobiopoder; a pesar de las “distorsiones y confusiones entre causas y efectos” promovidas por cierto periodismo canalla, los verdaderos responsables de la triste situación de la República de Haití son los norteamericanos, varios países de la Unión Europea y las monstruosas “oligarquías financieras glocales”.

Los muertos que hoy lamentablemente podemos contar en Haiti (nación que dicho sea de paso no es un sector segregado de la República Dominicana por motivos raciales, tal como creen algunos ingenuos o desinformados de mala fe, sino toda una verdadera república autónoma de la que se independizó en 1844 la zona oriental de la isla además de haberlo hecho de España por medio de la llamada Guerra de Restauración, 1863-1865), son asesinatos por procuración y delegación, sobredeterminados, comandados por “atractores extraños”; asesinatos “vicarios” realizados física y “virtualmente” por los esbirros de un sector de la oligarquía haitiana y bajo la indiferencia de los Estados Unidos y la Unión Europea en su arraigada vocación neocolonial de trastornar los procesos específos de las naciones para hacerlas colapsar y someterlas a los intereses mercuriales de un Imperio de vocación global.

En su contenido manifiesto, superficial, esos asesinatos y desmanes actuales son responsabilidad exclusiva de las bandas terroristas haitianas y del caos imperante en esa sufrida nación, desorden causado por múltiples motivos, tanto naturales como político-sociales. No obstante, en su contenido latente, profundo, ese estado anómico de Haití es el lamentable resultado de unas violencias o agresiones imperialistas actuales pero básicamente históricas, sistémicas, estructurales —en ocasiones invisibles—, violencias jurídico-políticas y económicas que, en mayor o menor grado, vienen padeciendo secularmente nuestros pueblos antillanos y que son propiciadas por las oligarquías glocales —en este caso la irresponsable oligarquía de Haití con su arrastre duvalierista—, por los groseros y cínicos imperialismos de toda laya, y, en particular, por los propios Estados Unidos.

El profesor Juan Bosch, en su obra De Cristóbal Colón a Fidel Castro, hablaba del Caribe como “frontera imperial”, como territorio siempre en riesgo de ser intervenido y dañado por los imperialismos históricos. Este juicio, en mayor o menor grado, bien podría ser hoy aplicado a todos los países de América Latina.


Armando Almánzar-Botello

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20 de noviembre de 2022

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.
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NACIONALISMOS E INTERNACIONALISMOS

«Debemos precisar que el filósofo Étienne Balibar piensa la diferencia entre universalismo abstracto y universalismo concreto de un modo distinto al de Edgar Morin. Podríamos decir que de una forma simétrico-inversa. Para Balibar el universalismo concreto implica o comporta una limitación de la universalidad, dado su carácter de universalidad efectuada y limitada que vendría a ser desbordada o transgredida por la categoría de universalidad abstracta, entendida esta como universalidad potencial, abierta, ilimitada, trabajada por líneas de fuga que abren lo clausurado de una particular universalidad concreta o empírica a nuevas posibilidades de socius o nexo social, más allá de todo intento esencialista de totalización totalizante.» Armando Almánzar-Botello

     Por Armando Almánzar-Botello 

«La categoría de “égaliberté”, definida y analizada por Balibar, correspondería a esa potencia transformativa, virtual, potencial, emancipadora y abstracta, a esa “línea incorporal de justicia” que viene a desbordar a toda específica y limitada clausura provisoria, concreta o empírica del contrato social.» Armando Almánzar-Botello

A la memoria del psicólogo y epidemiólogo E. Antonio de Moya, MA, MPH
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1) El nacionalista ontológico

Es relativamente fácil o cómodo, en términos ético-políticos, ser un “nacionalista ontológico”. Un nacionalista ontológico es un sujeto social inercialmente encerrado en su constelación “nacional” de atributos, deficiencias y privilegios, “clausurado” en una mentalidad excluyente y esencialista, sin imaginación histórica, sin apertura al diálogo con la diferencia, sin el más mínimo sentido de la radical alteridad constituyente de toda identidad.

Generalmente, este tipo de nacionalismo es responsable o corresponsable, directa o indirectamente, de muchos de los males que dice combatir. Es la expresión “patriotera” de una minoría de beneficiarios privilegiados del llamado contrato social.

Esos grupos, capas sociales o sectores de clase forman parte del núcleo duro de los poderes económico-políticos locales o, cuando logran modular un poco su cerrazón solipsista e ilusoriamente autárquica, tienden a subordinarse, de un modo explícito y/o solapado —por medio de la construcción de diversos contratos “prostitutivos” de pura conveniencia grupuscular–, a los intereses oligárquicos imperiales.

A dichos nacionalistas, realmente no les importa la defensa de los intereses de las mayorías populares que conforman la nación a la que pertenecen. Su concepto de “patria” es una monda y lironda entelequia o abstracción teñida de cierto sentimentalismo gris, un espacio consagrado para el ejercicio de sus operaciones lucrativas y en ocasiones meramente dolosas.

Frente a esta degeneración “patriotera” existe un auténtico patriotismo siempre relacionado con las ideas de justicia social y solidaridad.

2) El “internacionalista pseudohumanista y esencialista”

Tiende a percibir la universalidad de un modo abstracto, hipostasiado. Pierde de vista la fórmula «pensar global/actuar local; pensar local/actuar global», tal como la concibe y formula Edgar Morin en su pensamiento antropolítico complejo.

Este tipo de falso internacionalismo, con diversos matices, tiende a conferir un carácter absoluto a una visión falsamente universal de las realidades históricas. Y decimos que es falsa esa concepción de la universalidad, porque de hecho, la “generalización humanista” que se encuentra implícita en su definición de los “derechos humanos”, por ejemplo, corresponde a la concepción etnocéntrica de “lo humano” impuesta por los intereses de potencias culturales hegemónicas y de grupos absolutistas de poder internacional.

La variante más perversa de dicho falso internacionalismo “humanista” está representada por aquellos sujetos que comercian hipócritamente con esa “universalidad boba”, esencialmente abstracta, a entender como estrategia orientada al desdibujamiento de las diferencias y ritmos histórico-culturales de los pueblos y culturas, con miras a ponerlos al servicio de una globalización tecnoeconómica homogeneizante, comandada por el gran capital transnacional, cibernético-financiero y militar.

Estos falsos internacionalistas y pseudodefensores de los derechos humanos, en realidad son actores beneficiarios de la más injusta y asimétrica globalización, pero saben negociar con la “conveniencia”; son astutos desplegando su retorcido y mortífero teatro de conveniencias egoístas.

3) Internacionalismo diferencial

Finalmente, podemos hablar de un internacionalismo solidario, real, que sin ser una simple máscara perversa, sin recibir un soterrado financiamiento manipulador y maligno del gran capital transnacional globalizador, de vocación avasallante, y respetando las especificidades histórico-culturales de cada nación o pueblo, sabe articular, en el contexto de una “universalidad concreta” y matizada, el moriniano “pensar global/actuar local; pensar local/actuar global”, en auténtico beneficio de las diversas poblaciones del planeta y respetando la salud ecológica de este.

Debemos precisar que el filósofo Étienne Balibar piensa la diferencia entre universalismo abstracto y universalismo concreto de un modo distinto al de Edgar Morin. Podríamos decir que de una forma simétrico-inversa. Para Balibar el universalismo concreto implica o comporta una limitación de la universalidad, dado su carácter de universalidad efectuada y limitada que vendría a ser desbordada o transgredida por la categoría de universalidad abstracta, entendida esta como universalidad potencial, abierta, ilimitada, trabajada por líneas de fuga que abren lo clausurado de una particular universalidad concreta o empírica a nuevas posibilidades de socius o nexo social, más allá de todo intento esencialista de totalización totalizante.

Pensando aquí el problema de los usos distintos de las categorías de “abstracto” y “concreto” en ambos autores, podríamos formular en términos deleuzianos y guattarianos que la “universalidad concreta” de Morin no absolutiza o esencializa sus límites (como en su propia concepción lo hace la “universalidad abstracta” homogeneizante) sino que explora y descubre los “índices maquínicos” de desterritorialización que le permiten abrirse a nuevas formulaciones, exploraciones o materializaciones de lo universal.

En ese sentido, la “potencia rebelde” de lo que Morin denomina “concreto” se aproxima a la vocación destotalizante de lo que Balibar conceptualiza como “abstracto”.

La categoría de “égaliberté”, definida y analizada por Balibar, correspondería a esa potencia transformativa, virtual, potencial, emancipadora y abstracta, a esa “línea incorporal de justicia” que viene a desbordar a toda específica y limitada clausura provisoria, concreta o empírica del contrato social.

De allí procedería una estrategia internacionalista que viene a establecer una relación “dialéctica” (no hay que temerle a este antiguo concepto) entre un cierto nacionalismo diferencial, no esencialista, dialógico, modal (Haroldo de Campos, Octavio Paz), y una voluntad transfronteriza, planetaria, de auténtica justicia social, orientada por un pensamiento complejo de la interacción entre lo universal, lo particular y lo singular, y basada en la solidaridad, en la irreductible afirmación de lo múltiple, de lo plural, de lo diverso.

Apoyados en esta visión compleja y crítica de la solidaridad internacional entre todas las naciones, y, específicamente, de las alianzas estratégicas entre los pueblos oprimidos con miras a su liberación, los múltiples sujetos en proceso transformativo, participando de una praxis orientada por genuinos criterios de justicia y por una visión auténticamente revolucionaria de la compleja y heterogénea dinámica histórico-cultural de la humanidad, vendrán a definir, articular y desplegar sus variadas estrategias de lucha liberadora en función de cada contexto, borde, límite, reto, necesidad histórica o coyuntura específica.

Armando Almánzar-Botello

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Junio del 2015


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martes, 17 de junio de 2025

«Artefactualidad» y «Actuvirtualidad»...

EL ENMASCARAMIENTO CRIMINAL DE LAS VERDADES FÁCTICA Y FORMAL MEDIANTE LA PERVERSA CREACIÓN–FALSIFICACIÓN TECNOTELEMEDIÁTICA DE LOS HECHOS.
                                                     La decisión final...

Por Armando Almánzar-Botello 

“Artefactualidad” y “Actuvirtualidad”: La construcción tecnotelemediática de la actualidad y de los hechos es un fenómeno cotidianamente palpable en estos tiempos caracterizados por lo que Franco “Bifo” Berardi cataloga como la “celularización” del ser. 

En esta decadente, cruda y crematística tardomodernidad nihilista, gran cantidad de comentaristas noticiosos, ciertos políticos y hasta numerosos intelectuales académicos, esgrimen, sin el más mínimo rubor, sus más novedosos trucos “merca-ideológicos” y autopromocionales, sus viles retorcidas posverdades y triviales engañosas letanías pseudoteoréticas y pseudolíricas en el contexto de lo que un gran pensador francés, Jacques Derrida, percibe –aguda, lúcida, deconstructiva y críticamente–, como dos perversas variantes actuales del “Ge-Stell” heideggeriano (esa opresiva y peligrosa estructura técnica de uniformización y emplazamiento que olvida el ser, la proyectualidad del “Dasein” y la verdad): la “artefactualité” (artefactualidad) y la “actuvirtualité” (actuvirtualidad). 

Estas dos impersonales y nihilistas manifestaciones del “dominio programador”, construcciones político-fantasmáticas de reductores guiones existenciales y guiones-mundo (Z. Bauman) “pasados por agua de rosas”, edulcorados y sofísticos, obedecen a la razón informática, performativa, cínica, calculadora, utilitaria, manipuladora, instrumental, pragmática, sistémica y totalizante (Jean-François Lyotard; Peter Sloterdijk), y constituyen aviesas configuraciones sígnicas de un mentido “real” domesticado y falaz que viene, perversamente, a presentarse como un discurso “verosímil” con actualidad y vigencia “tecnotelemediatizadas”, como “narrativa universal” y supuestamente “verdadera” construida al margen de la posibilidad de contrastación de los hechos y de la metarracionalidad crítica. 

Si como nos recuerda Julia Kristeva “la verdad” sería el discurso que se asemeja a lo real; “lo verosímil” posfáctico sería el discurso que simula los rasgos del discurso que se asemeja a lo real... Esa “construcción” engañosa forcluye la problematicidad de lo real polivalente y complejo al someterlo a una “virtualidad” monoaural, unívoca, plana, retorcida, verosímil, programada lingüística, semiótica y tecnoelectrónicamente como astuto, trivial e interesado “pensamiento único”, tal como resaltó con extrema lucidez el escritor norteamericano William S. Burroughs, creador del sintagma “sociedades de control”, acuñado luego por Michel Foucault y Gilles Deleuze... 

No se trata, entonces, de la muy fértil y operativa oposición deleuziano-bergsoniana “virtual/actual”, sino de la trivial conversión del campo trascendental de inmanencia —que constituye lo virtual posmetafísico— en una convencional, imitativo-ilusionista y empobrecida “Virtual Reality” (VR) que, como bien señala un gran especialista español en medios de comunicación de masas, Román Gubern, viene a encarnar la “consumación de la metafísica occidental de la presencia” en su modo político y semiótico-representativo más conservador e insulsamente albertiano. 

Abril de 2010-2025

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Santo Domingo, República Dominicana.

viernes, 6 de junio de 2025

RUPTURAS... Música, tradición y vanguardia

«Harold Bloom habla de “coeficientes revisionistas” para aludir a la Entstellung, a la deformación, desfiguración, torsión o transformación que opera la voluntad del epígono sobre la obra de su precursor para que el nuevo producto semiótico-artístico no permanezca en el territorio de la mera repetición académica de lo dado.» Armando Almánzar-Botello 

          Por Armando Almánzar-Botello

     Soy un diletante en el área de la música y en otras muchas áreas del arte y el saber, pero me parece que alguien no ha comprendido el problema filosófico que he planteado, y le ha dado al asunto una derivación “tecnicista” que pierde de vista mi planteamiento y que, por lo demás, me parece profundamente reductora.

No he dicho que el arte se pueda limitar a rupturas absolutas; eso es imposible. Pero me parece mero academicismo reducirlo todo a una sucesión de variantes formales que mantendrían en vigencia la misma estructura profunda. 

Me parece que aquí se participa de una concepción arcaica, pitagórico-musical de las formas como esencias intemporales.

El arte de Stockhausen y de otros compositores de música electrónica (Luigi Nono, Bruno Maderna, Luciano Berio, György Ligeti) no se puede reducir a “controlar y serializar parámetros sonoros”, si bien este propósito es el andamiaje sobre el que descansa el aspecto técnico de su obra. 

No se trata de producir las mismas estructuras tímbricas por vías y medios diferentes. Esto es, como diría el viejo Lukács, fetichismo de la técnica, pero no “dación de forma” estética.   

Modestamente creo que cuando un compositor musical revisita el pasado, no lo hace simplemente para apropiarse de formas-sentidos que le permitan repetir lo mismo de diferente modo de acuerdo al estado de desarrollo tecnológico vigente en su época. 

Con la forma se arrastra toda una dimensión semiótica de sentido que no se limita a un mero juego permutativo de estructuras. Ese juego comportaría un mero idealismo mecanicista contrario al genuino espíritu creador. 

Cuando menciono la tesis de Alain Badiou sobre el “punto vacío” que Haydn intuye en el corpus contrapuntístico que caracterizó al Barroco musical y lo “denomina” o sitúa creativamente con su nueva música desbordando la estética barroca, doy a entender mi concepción de la ruptura: La creación no es algo “ex nihilo”, pero tampoco es mera repetición de estructuras.

Harold Bloom habla de “coeficientes revisionistas” para aludir a la Entstellung, a la deformación, desfiguración, torsión o transformación que opera la voluntad del epígono sobre la obra de su precursor para que el nuevo producto semiótico-artístico no permanezca en el territorio de la mera repetición académica de lo dado. 

En el ámbito pictórico Picasso y Bacon se inspiraron en los clásicos, sobre todo en Velázquez y Tiziano, pero de ahí a decir que no hay “ruptura”, discontinuidad significativa entre ellos, me parece un banalidad y una verdadera tontería… 

Ellos hacen su obra trabajando en el punto ciego del sistema occidental de la belleza pictórica representativa estable, armónica, imitativo-ilusionista, pero el retorno de un Bacon, por ejemplo, a cierta figuración, no implica el academicismo del que repite las viejas formas figurativas sino la redefinición problemática de una nueva figuración: lo que Lyotard denomina “lo figural”.

Quizá las ideas de algunos sobre lo que denomino “ruptura estética” estén un poco demasiado contaminadas por la visión radical —a mi entender, estratégicamente exagerada— de las viejas vanguardias. Pero la concepción que tengo de “ruptura” no se limita a entenderla como simple “negación del pasado” sino que remite a la creativa reformulación, torsión, redescripción y transformación semiótica radical de las formas-sentidos propias de una cierta tradición.

A partir de un sistema musical dado (el Barroco, por ejemplo), se percibe algo que sería su punto ciego, su escotoma, su innombrable o impensado (Alain Badiou dixit) y el creador —en este caso, Haydn—, intenta dar voz artística a ese vacío. Aquí hay, de hecho, una ruptura. No es lo mismo el “contrapunto” que la “armonía”, cuyas bases las sienta Haydn en el ámbito de la sinfonía.

La reapropiación de formas implica una recontextualización de ellas, una mutación o resignificación de esas configuraciones, las cuales, aunque mantengan cierta continuidad, se reordenarían más bien en un trazado fractal de la fragmentación subversiva... ¡No se trata, repito, de un mero academicismo repetidor! 

Ello es así, por las variaciones o cambios estructurales y funcionales inevitables que se operan en el sentido de esas formas, materiales y recursos. Esas mutaciones obedecen al “Zeitgeist” o espíritu de la época, a la dinámica interna de cada disciplina artística y a la famosa “Weltanschauung”, que viene a definirse históricamente 

Prueba de ello, en otro contexto, lo es el hecho de que por más similitudes estructurales que encontremos, por ejemplo, entre el Ulises de Joyce y el de Homero, en realidad constituyen obras que remiten a espíritus epocales muy diferentes y se insertan dentro de configuraciones económico-materiales y semiótico-ideológicas radicalmente distintas. 

Aceptemos que algunas obras de Stockhausen son más tradicionales que otras, pero, partituras en mano, se puede demostrar que no es lo mismo Arnold Schönberg que Karlheinz Stockhausen, por limitarnos a permanecer en el terreno de la gran música de vanguardia del siglo XX. 

Cuando hablo de ruptura no aludo a una negación absoluta de las estructuras, eso no es ruptura, es destrucción o abandono de una tradición. 

Entiendo la ruptura en términos musicales, conjuntamente con Alain Badiou, como la “denominación” semiótica del punto ciego de un sistema musical, de su “vacío situado”, que impide al sistema, desde sus propios presupuestos, explorar sus posibilidades excesivas, desbordarse más allá de su “preceptiva”. 

El acontecimiento es ruptura. Por ello, Badiou habla del Haydn-Acontecimiento. El saber académico-musical es perecedero; pero no lo es el acto de creación musical.

Las rupturas como acontecimientos estéticos o históricos, esas que dan testimonio del espíritu creador en su renovación permanente, tienden a ser recubiertas por el saber académico repetidor y por la preceptiva, los cuales, con toda la brillantez que pueda caracterizarlos como “especialismos técnicos” en determinado momento, están llamados a cambiar y a ser desbordados por fuerza de la historicidad de los hechos concretos y los juicios estéticos encarnados que no constituyen filosofía musical canónica sino generación de nuevas formas y recursos artísticos a partir de la innovación o la creación. 

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Febrero del 2011

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

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¿LA MÚSICA O EL LENGUAJE? (Breve nota)

«Como señalaba Roland Barthes en sus Elementos de Semiología, todo sistema semiótico translingüístico se encuentra en una relación de redundancia o recambio con el sistema de la lengua, con el lenguaje doblemente articulado.» Armando Almánzar-Botello: “Trías, Derrida y foné musical. (A propósito de La imaginación sonora de Eugenio Trías y el problema del giro lingüístico)”

     Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO

     En la conocida oposición paradigmática lenguaje/música, se podría generalizar de un modo derridiano y deconstructivo la categoría o el término “música”, de una forma tal que sería posible considerar la dimensión originaria y semiótico-“musical” del lenguaje (in)humano en su ontogénesis bifronte —lo rítmico, lo entonacional, lo intensivo, lo tímbrico, lo melódico, lo puramente glosolálico—, como una operatividad que precede a todo funcionamiento del lenguaje en su carácter propiamente representativo, verbal, conceptual, generador de significaciones abstractas, intencionales o cerradas.

El lenguaje se “inicia” en el proceso de constitución del sujeto como un juego de vocalizaciones intensivas puras, lúdicas, (a)significantes y “musicales”: meras oposiciones fonemáticas no semantizadas (J. Kristeva, L. Wittgenstein, J. Lacan) que operan en el plano constituyente de lo semiótico “preverbal” y cuya materialidad procede de un Otro “simbólico” a ser entendido como reserva del trazo unario, de la letra y del significante, es decir de la instancia polivalente y “prelingüística” que Lacan denomina “lalangue” (la “lalengua”), como algo relacionado con la “lalación” y anterior al deslinde neto entre lengua y habla 

Lo anteriormente señalado no significa que la música propiamente dicha —la música vocal, instrumental y electrónica, considerada como “actividad semioestética”, como “específico ejercicio combinatorio de los sonidos, el tiempo y los silencios, como particular tratamiento de la foné o modalidad artística de simbolización”—, exista en efecto desde la denominada etapa “musical” del desarrollo lingüístico (etapa glosopoiética: sonoridades vocales posteriores al grito y anteriores a lo verbal), o que se pueda producir independientemente de un particular contexto cultural e histórico en el cual, aquello que denominamos “lenguaje lingüístico“ o “lenguaje doblemente articulado” constituye siempre, de hecho, un factor decisivo e ineludible, una condición sine qua non de acuerdo, vínculo y productividad semiótica y simbólico-social. 

A pesar de los probables orígenes predominantemente vocales (vox) y  glosopoiéticos de la música, esta actividad humana, como creativa manifestación ritual, mágica o artística, guarda una relación disyuntivo/conjuntiva con la palabra y con lo verbal, sin nunca reducirse a una mera función lingüística o comunicativa.

Ninguna subjetividad creadora aislada, individual, pretendidamente situada al margen de un contexto interpersonal, dialógico, y de unos valores históricos y culturales definidos, sustentados por una(s) lengua(s)-cultura(s) específica(s), puede producir una sonata, una sinfonía, un motete, un merengue, un vals, un coral, un tango, un oratorio, una composición electrónica, etcétera, basándose en una supuesta capacidad de generación estético-musical humana previa a la instalación del lenguaje articulado en un concreto espacio de intercambios simbólicos.

Para que un sujeto pueda producir música como “obra de arte” autónoma, expresiva, debe participar, como creativa subjetividad socio-semiótica, de un vínculo estructural con una cultura y con una memoria histórica, lo cual no sería posible sin la existencia del lenguaje articulado.

La notación musical misma tal como se conoce en Occidente, con su autonomía relativa y problemática, con su compleja evolución desde la notación pneumática y lorena del canto gregoriano hasta llegar a los gráficos de la música concreta, serial, aleatoria y electroacústica más contemporánea, no podría haber surgido, en su especificidad, fuera de un concreto ámbito humano, lingüístico, histórico y cultural.

Debemos resaltar el hecho de que una cosa es la “musicalidad” del “lenguaje” constituyente y/o constituido (que podría estar en el origen de la música vocal), y otra, muy distinta, lo es la capacidad semiótica específica que tiene la música para producir “sentido”, sinsentido rítmico, infrasentido, simbolismos... —desde su particular apreciación y tratamiento de la foné o materialidad del sonido—, sin valerse, necesariamente y de forma directa, de los recursos lingüísticos.

No obstante, resulta quizá oportuno señalar, tal como lo hace Thomas Mann por boca de uno de sus personajes, que: 

«La música y el lenguaje se pertenecen mutuamente, son en el fondo uno y lo mismo, el lenguaje música, la música un lenguaje, y separadas se invocan una a otra, se imitan, se sustraen una a otra los medios de expresión [...] La música puede ser en principio palabra, puede ser pensada y planeada verbalmente [...] La idea artística constituye una sola y particular categoría intelectual, pero es difícil imaginar que las palabras puedan ser el primer esbozo de un cuadro o de una estatua —con lo cual queda demostrado el especial parentesco de la música y el lenguaje. Es natural que la música se inflame en la palabra y que la palabra surja de la música como ocurre al final de la novena sinfonía de Beethoven [...]» Thomas Mann: Doctor Faustus.

Podríamos tal vez objetar o matizar lo dicho anteriormente por Mann, pero resulta pertinente reiterar lo siguiente: 

Aun cuando el particular tipo de pulsión de “sentido” que caracteriza a la música, junto a su valoración de la pura materia sonora asignificante (G. Deleuze) y de cierto “simbolismo” indeterminado y aéreo generado por ella no son rasgos de naturaleza obligatoria y directamente comunicativa o ligados a la palabra —y esto debido a la condición singular de la manifestación artística específica de la música, con su tratamiento propio de la foné, del substrato articulado semiótico-sonoro, que no aspira a ser reducido a la simple comunicación lingüística o verbal—, debemos entender que, en su condición translingüística más que prelingüística, la creación musical, bajo su carácter de obra de arte, siempre se encuentra, quiérase o no, sépase o no, hasta en sus “cósmicas” e “inhumanas” manifestaciones electroacústicas más extremas y como establece con pertinencia cierta semiología general, en una relación inevitable, fantasmática e indirecta de “recambio” con el lenguaje articulado y el sistema de la lengua.

Armando Almánzar-Botello

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Marzo de 2014

Βlog Tambor de Griot 

Martes, 25 de marzo de 2014

Texto relacionado con el ensayo breve «Trías, Derrida y foné musical. (A propósito de La imaginación sonora de Eugenio Trías y el problema del giro lingüístico)». Blog Cazador de Agua

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

jueves, 5 de junio de 2025

¿RUMBO A CAVARÉ?

«Jamás probar. Jamás fracasar. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.» Samuel Beckett: Rumbo a peor

RUMBO A...

«Esta mañana, frente a un espejo, mi Ego monologa y se pregunta: ¿«Rumbo a peor?» (Samuel Beckett), ¿Rumbo a la Rumba?, ¿Rumbo a la Tumba?, ¿Rumbo a Rembrandt?, ¿Rumbo a La Rambla?, ¿Rumbo a la Rubia?, ¿Rumbo a la Negra?, ¿Rumbo a los viajes?, ¿Rumbo a la Hembra?, ¿Rumbo a los Rambos?, ¿Rumbo hacia Armando?...» Armando Almánzar Botello

CABARETE

«Cabarete es un distrito municipal del Municipio de Sosúa de la provincia de Puerto Plata en la República Dominicana, conocida por su turismo y sus playas.» Wikipedia


Por Armando Almánzar-Botello

A Samuel Beckett, in memoriam 

¿Cavaré? ¿Cavaré yo? ¿Cavaré yo mi? ¿Cavaré yo mi propia? ¿Cavaré yo mi propia tumba? ¿Cavaré yo mi propia tumba en? 

¿Cavaré yo mi propia tumba en cabaret? ¿Cavaré yo mi propia tumba en cabaret de? ¿Cavaré yo mi propia tumba en cabaret de Cabarete? 

¿Cavaré yo mi propia tumba en cabaret de Cabarete cabalgando? 

¿Cavaré yo mi propia tumba en cabaret de Cabarete cabalgando una? ¿Cavaré yo mi propia tumba en cabaret de Cabarete cabalgando una mula? 

¿Cavaré yo mi propia tumba en cabaret de Cabarete cabalgando una mulata?... 

“¡Goza tus cortas vacaciones!”, me digo resoplando como Arthur Dimmesdale. 

El que por su gusto muere...


Copyright ©️ Armando Almánzar-Botello.Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.

miércoles, 4 de junio de 2025

EL DISCURSO ESCRITO IN(IN)TELIGIBLE

«La “Lalangue” lacaniana (relacionada con la denominada lalación) se encuentra configurada por la “lluvia” —sin formar cadena—, de lo que conceptualiza y designa el psicoanalista francés como “lettre” (letra), definida esta, a su vez, no como la dimensión gráfica del fonema en el signo escrito (grafema), sino como la pura materialidad del significante (fónico o gráfico) en su particularidad de mero soporte material, localizado e indivisible, cuando este se manifiesta en su carácter simbólico-real de sinsentido, trazo, pura significancia o polivalencia a-significante…» Armando Almánzar-Botello 

     Por Armando Almánzar-Botello 

     Una parte significativa de los escritores y profesionales dominicanos revela padecer profundas y graves dificultades discursivas para lograr una justa coordinación de las ideas: serias dificultades de concordancia gramatical, severas artritis morfosintácticas y peligrosos escotomas léxico-semánticos.

     Generalmente, dicho espíritu lingüístico grosero yerra en su apuesta intelectiva, crítica o hermenéutica, por fea y descarada ignorancia rampante o por falta de auténtico talento en el manejo del lenguaje.

     En ciertos casos ideales o paradigmáticos el falso exégeta pseudoanalista debe ser simplemente realfabetizado y culturizado para que pueda autorizarse a escribir sobre determinados problemas o temas propios de especialistas. Pero no: ahora todo el mundo  sabe de cualquier asunto por vía de la muy democrática información digital...

     Triste se ofrece la situación comunicativa –tanto para el emisor como para el receptor del mensaje–, si el emisor de marras, como supuesto hermeneuta, no es capaz de conducir o elevar su potencial de conocimientos, el manejo de su intuición “orientada o dirigida”, sus “juegos de lenguaje” o recursos discursivos, a los niveles de intensidad, corrección o pertinencia requeridos para hacer inteligibles sus planteamientos y, todavía con más razón, para conferir validez argumentativa a la presunta crítica de supuestas faltas de inteligibilidad en el discurso de un texto tutor coyunturalmente cuestionado...

     Por elementales razones de justa competencia y real desempeño discursivo, a un “bárbaro” nunca debiera, éticamente, asistirle el derecho de “hablar en el ágora” sobre temas que dicho “personaje” de la  comunicación revela desconocer casi de un modo vergonzosamente absoluto.

     El presumido y “sapiente” hombre ordinario, sin dominio profundo de las estructuras de su lengua ni mucho menos de la problemática teorético-conceptual que pretende abordar y despachar burdamente, a saco, no duda nunca de su inteligencia ni de su formación; cree, con sorprendente y presumida ingenuidad, que debe y puede comprenderlo todo desde su particular nivel de fuerzas (casi siempre muy limitadas e impotentes para enfrentar ciertas empresas intelectuales complejas).

     Y así, en nombre de la democracia degenerada en mediocracia, el hombre cualquiera condena todo aquello que desborda sus paupérrimos niveles de potencia intelectual, es decir, olvida su rango espiritual; intenta borrar las jerarquías y sacrificar al hombre de intelecto, cultura y talento superiores para adaptar y reducir el universo de sus discursos a los más “gruñidos” niveles lingüísticos de ”comprensión”...

     No juzgamos ni olvidamos en este particular contexto las perversas instancias históricas y político-sociales responsables de las grandes limitaciones cognitivas que padece el hombre ordinario en la República Dominicana; el triste déficit de comprensión que sufre la mayoría de la gente del pueblo por limitaciones educativas concretas impuestas desde hace largos años por el clasista y corrompido Estado colonizador...

     Simplemente clamamos y luchamos aquí por una transformación profunda de esas estructuras sociales que, como violencia invisible, estructural o sistémica, generan y sostienen la mencionada atrofia cognitivo-emocional de los sujetos —en ocasiones sin ellos mismos percibirlo— incluidos los que han alcanzado supuestos niveles de educación superior y bienestar material.

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Diciembre de 2020

Copyright © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.
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“TRACTATUS” WITTGENSTEIN, LINGÜÍSTICA, PSICOANÁLISIS, “SPRACHE” Y DIFERENCIAS CULTURALES… Breve notita redundante y heteróclita

     «Wovon man nicht sprechen kann, darüber muß man schweigen.» Ludwig Wittgenstein: Logisch-philosophische Abhandlung», Satz 6.54 (7) [«De lo que no se puede hablar mejor es callarse» Ludwig Wittgenstein: Tractatus logico-philosophicus, proposición 6.54 (7)]

     Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO

     «La “Lalangue” lacaniana (relacionada con la denominada lalación) se encuentra configurada por la “lluvia” —sin formar cadena—, de lo que conceptualiza y designa el psicoanalista francés como “lettre” (letra), definida esta, a su vez, no como la dimensión gráfica del fonema en el signo escrito (grafema), sino como la pura materialidad del significante (fónico o gráfico) en su particularidad de mero soporte material, localizado e indivisible, cuando este se manifiesta en su carácter simbólico-real de sinsentido, trazo, pura significancia o polivalencia a-significante... La “Lalangue” (la “lalengua”) constituye para Lacan el Inconsciente real en acción, diferente al Inconsciente simbólico freudiano y fundamento estructural de este, lógica y cronológicamente.»  Armando Almánzar-Botello
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     En su Tractatus Logico-Philosophicus, proposición 5. 6, dice el filósofo Ludwig Wittgenstein: “Die Grenzen meiner SPRACHE bedeuten die Grenzen meiner Welt.” Traducida con carácter estricto al idioma español (Tractatus Logico-Philosophicus, Alianza Editorial, Madrid, 1973, páginas 162 y 163) esa proposición equivale a: “Los límites de mi LENGUAJE significan los límites de mi mundo”.

     En este tiempo lógico de su pensamiento, correspondiente al primer período del filósofo, y a pesar de que la palabra alemana SPRACHE puede significar tanto “lenguaje” como “lengua” o “idioma”, Wittgenstein NO ALUDE al sistema de signos específicos que define a una comunidad lingüística particular: Sprachsystem (una lengua o idioma como sistema), sino al “lenguaje” en su condición de vía, medio o recurso de comunicación universal entre los seres humanos que, por otra parte (y en especial para el segundo Wittgenstein de las Investigaciones filosóficas), no solo se limita al lenguaje doblemente articulado o lenguaje lingüístico, sino a todo sistema de comunicación que involucre una relación entre la palabra (Wort), el habla (die Rede), el signo gráfico, el gesto y la cosa designada…

     Finalmente, Wittgenstein nos decía que nuestros “juegos de lenguaje” están ligados, vital y estructuralmente, a nuestros particulares “estilos de vida”…

     Se toca en este contexto un problema o deslinde parecido, aunque no exactamente análogo, al que Ferdinand de Saussure, en su Cours de linguistique générale, establece como las diferencias entre Langage (“lenguaje”, entendido como conjunto “multiforme y heteróclito” de signos), Langue (“lengua”, comprendida como sistema particular de signos codificados propio de una determinada comunidad de hablantes), y Parole (“habla”, término con el cual Saussure significaba la singular ejecución de enunciados que realiza un determinado sujeto hablante en los contextos del “lenguaje” como posibilidad simbólica y comunicativa universal, y de UNA “lengua” como particular codificación de signos propios de una comunidad de hablantes o campo concreto y estructural de posibilidades lingüísticas.

     Para complicar o aclarar el problema que representan estos deslindes conceptuales (sin que mencionemos ahora otras distinciones nocionales y metodológicas relacionadas con las de Saussure, como las que realizan, en sus respectivos pensamientos y textos, Hjelmslev, Martinet, Benveniste, Chomsky, etc., etc.), Jacques Derrida habla —en su obra capital del primer período de su reflexión, De la grammatologie (De la gramatología)—, de una Archi-écriture (“archiescritura”), a comprender como una producción de diferencias o red de reenvíos espacio-temporales lógicamente anterior al deslinde entre lenguaje, lengua y habla.

     Lo planteado por Jacques Derrida en el mencionado texto establece que ningún sentido se encuentre jamás “presente ante sí”, pues resulta imposible que funcione al margen de un proceso semiótico-diacrítico de producción, engendramiento y dispersión significante, tal como lo pretendía Edmund Husserl al plantear ciertas consideraciones ontológicas que aparecen en su magna obra Investigaciones lógicas, libro que corona una gran tradición metafísica occidental de la “Bedeutung” como presencia.

     A su vez, Julia Kristeva establecía, desde su tesis de los años setenta: La Révolution du langage poétique, un deslinde entre lo Simbólico y lo Semiótico. Consideraba la pensadora francesa de ascendencia búlgura que antes del funcionamiento de lo Simbólico comunicativo (esta es su terminología), basado en el signo, en la sintaxis y en la transmisión de significaciones abstractas y denotaciones estables, opera, como una “anterioridad cronológica y sincrónicamente transversal al signo”, a la denotación y a dicha sintaxis, una productividad Semiótica (Kristeva la relaciona con el concepto platónico de “chora” o matriz) vinculada con el ritmo, la prosodia, el juego de palabras, la risa, la glosolalia (vocalizaciones sin sentido preciso, específico, pero cargadas de intensidades pulsionales inconscientes y de afectos).

     Kristeva establece que lo simbólico comunicativo no es un origen, sino que es más bien el efecto de un “proceso semiótico de producción” anterior al sentido regulado como significación transmisible, comunicable a través de un discurso normalizado por la sintaxis y por una cierta univocidad semántica.

     Por otra parte, el gran psicoanalista francés Jacques Lacan, además de la tripartición de registros o distinción topológica entre lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real —contexto teórico en el que concede, siguiendo a Claude Lévi-Strauss, una gran importancia a lo que denomina Orden Simbólico de la Cultura—, elabora, en la última etapa de su pensamiento, el concepto de Lalangue (Lalengua), el cual define, diferenciándolo de la Langue (Lengua) y del Langage (Lenguaje) saussureanos, como una instancia operativa caótica cuyos principios reguladores lo constituyen la condensación de “fonemas desemantizados”, las homofonías, la glosolalia y el GOCE de la pura letra…

     La “Lalangue” lacaniana (relacionada con la denominada lalación) se encuentra configurada por la “lluvia” —sin formar cadena—, de lo que conceptualiza y designa el psicoanalista francés como “lettre” (letra), definida esta, a su vez, no como la dimensión gráfica del fonema en el signo escrito (grafema), sino como la pura materialidad del significante (fónico o gráfico) en su particularidad de mero soporte material, localizado e indivisible, cuando este se manifiesta en su carácter simbólico-real de sinsentido, trazo, pura significancia o polivalencia a-significante…

     La “Lalangue” (la “lalengua”) constituye para Lacan el Inconsciente real en acción, diferente al Inconsciente simbólico freudiano y fundamento estructural de este, lógica y cronológicamente.

     En este complejo territorio en el que se imbrican lenguaje, lengua, habla, cultura, orden simbólico, lalangue y, además, la archiescritura y lo semiótico translingüístico, resulta evidente que la categoría de LENGUA-CULTURA (con todos sus riesgos y “riegos” metafísicos y político-esencialistas) debe ser —y hoy de hecho lo está siendo—, profundamente revisada, cuestionada, problematizada, matizada y redefinida.

Armando Almánzar-Botello

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25 de enero de 2014

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.
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CÓDIGO ORAL/CÓDIGO ESCRITO

     Por Armando Almánzar-Botello

     «Para que exista el amor en sentido estricto se necesita la palabra, el universo de lo simbólico. El amor, como el mismo silencio, es una experiencia, un fenómeno que solo existe en los seres hablantes, en el “parlêtre” (Jacques Lacan: parlêtre: ser hablante, hablante-ser). Otra cosa son las emociones, las pasiones y los instintos.» Fredesvinda Báez Santana y Armando Almánzar-Botello

     Dice el filósofo: «Lo que entonces llamé “huella” concierne también a la oralidad y, por tanto, a una cierta escritura de la voz.» Jacques Derrida.

     Es decir: en la voz hay escritura como huella, como grama, como juego de la diferencia, mas para la transmisión fuerte del conocimiento se requiere de la escripción como grafía, como tipografía.

     La sistematización conceptual que puede producirse en la oralidad implica una escena de lecto-escritura previa y posterior al acto de enunciación oral.

     Los seminarios transmitidos por vía oral cobran su valor cognoscitivo más fuerte como documento y legado científico cuando son manuscritos, estenografiados, mecanografiados o traducidos al código escrito y revisados por el autor o por la persona idónea seleccionada para ello con miras a su transmisión como libro.

     No hay, por ejemplo, herencia o legado del pensamiento socrático sin la escritura de Platón.

     El corpus teórico final se define por el sujeto de la escritura que revisa, corrige, autoriza y establece el texto escrito, sea o no dicho sujeto el autor originario del texto oral.

     En el caso de los grandes y verdaderos pensadores su creativa discursividad oral participa de una tensión y una coherencia tales que sus enunciados pueden ser casi en su totalidad transcritos, sin muchas modificaciones y sin perder su potencia significante, al discurso regulado por el código escrito.

     Los intelectuales de la oralidad, aquellos que son meros profesores, comentaristas o locutores profesionales, si no escriben, si su pensamiento no es fijado con una real pertinencia en código escrito, jamás dejarán legado ni harán verdadera ciencia. Serán puros opinadores de ocasión o simples académicos cuyos discursos, aunque estén registrados en medios audiovisuales, correrán el albur de ser destinados al olvido y/o de no alcanzar la más productiva y eficaz recepción.

     El Curso de Lingüística General de Ferdinand de Saussure, por ejemplo, fue una transcripción de notas de clase realizada por tres de los alumnos del maestro: Charles Bally, Albert Sechehaye y Albert Riedlinger. Sin las notas de los discípulos y las consultas de ciertos manuscritos del propio Saussure no se hubiese podido redactar la obra como legado. Ella convierte a Saussure en el padre de la «lingüística estructural» como ciencia.

     Luego aparecieron nuevos manuscritos de Saussure que complicaron, matizaron,  enriquecieron y redimensionaron el trabajo epistemológico del gran profesor, lingüista y pensador suizo.

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Agosto de 2010

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.
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LA MUERTE PUBLICA SIN HABER ESCRITO

     «El aprender a vivir, si es que queda por hacer, es algo que no puede suceder sino entre vida y muerte: [“la vida la muerte”]. Ni en la vida ni en la muerte solas.» Jacques Derrida

     «La oposición del sueño a la vigilia, ¿no es también una representación de la metafísica? Y ¿qué debe ser el sueño, qué debe ser la escritura si, como ahora sabemos, se puede soñar escribiendo? ¿Y si la escena del sueño siempre es una escena de escritura?». Jacques Derrida

     Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO

     «¡No al savoir-faire banal, reiterativo!» Armando Almánzar-Botello
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     El gran Sócrates fue conocido, en el ámbito de los filósofos griegos antiguos, con el sobrenombre de “El que no escribe”.

     Sócrates consideraba que la escritura era una técnica de simple archivo y registro que hacía correr el albur a los filósofos de verse apartados, peligrosamente, del reino puro del “logos” donde se vinculan de un modo natural, espontáneo, la foné y las ideas, la voz y el pensamiento...

     Sin embargo, los Diálogos de Platón vienen a ser la genial transcripción del pensamiento socrático al registro de la escritura como “hipomneme” —copia subalterna, duplicado mimético, sombra ilusoria, pseudomemoria o simple registro de huellas—, diferente de la “mneme” primordial —entendida como memoria viva del logos luminoso que se manifiesta en la íntima calidez de la oralidad dialógica.

     Sobre los problemas definidos por las complejas relaciones que podrían vincular al pensamiento de Sócrates con la voz como foné, con la escritura, el archivo, la memoria, la vida, la muerte y con el “mismo” texto platónico —problemas situados en su justo contexto histórico-cultural—, el gran pensador y polígrafo judío-francés Jacques Derrida nos ha legado hermosas páginas, lúcidas y literariamente memorables.

     A la fecha, sabemos del pensamiento de Sócrates gracias a la escritura poético-filosófica de Platón.

     El gran Sócrates, paradigma del maestro de la verdad, habiendo pensado en el sentido más fuerte del término “pensar”, publicó sus ideas a través de la oralidad y “escribió” solo por medio de su alumno Platón...

     Pasaron los años y los siglos, y en el vano fragor del hedonismo que define a la trivial actividad pseudocreativa característica del hombre adocenado de nuestros días postmodernos —criatura simultáneamente individualista y gregaria, trivial en sus cotidianos y burdos haceres, vanidosa y servil ante los dominios económicos y políticos que gobiernan sin pudor en los peores mundos espirituales posibles—, cualquier astuto gañán “literado”, pícaro rapaz o mediocre guerrero de las ideas, sin pensar ni escribir con sentido profundo ni auténtico brío, paradójicamente publica, publica, publica...

     Hoy, proclama y declara, divulga y esculpe insulsa la muerte su letra de nadie, su trazo de nada...

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Enero 2014

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.
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BREVÍSIMOS APUNTES SOBRE SÓCRATES, EL ENIGMA

     Por Fredesvinda Báez Santana y Armando Almánzar-Botello

     No es cierto, como entienden algunos intelectuales fuera de contexto, que “Occidente haya subestimado a Sócrates”. Uno de los ejes de la gran tradición metafísica occidental es el socrático-platónico.

     La errada percepción proviene de que básicamente, en su detallada cartografía esencial, conocemos el pensamiento de Sócrates a través de la escritura de su alumno Platón.

     Como dijo un escritor dominicano que investigó, meditó y escribió sobre este tema, Antonio Fernández Spencer: Sócrates publicó, para la posteridad, a través de Platón.

     Esa es la naturaleza de los famosos Diálogos, donde lo que se ejemplifica es el pensamiento mayéutico de Sócrates en tensión discursiva, polémica o no, con diversos filósofos de su época. Platón “transcribe” esos diálogos. En ellos el gran Sócrates, quizá un tanto idealizado, viene a encarnar la figura por excelencia del Maestro de la Verdad en el mundo griego. Así llega hasta nosotros.

     Solo de forma conjetural podemos distinguir lo que realmente pertenece a Sócrates en los escritos de Platón, de aquello susceptible de ser interpretado como de la propia cosecha de este último. Aristóteles, por ejemplo, sospecha del carácter auténticamente socrático de algunos planteamientos de Platón. No obstante, el Gran Peripatético no remite a ninguna fuente segura en términos escritos para avalar su sospecha o disidencia con respecto a la fidelidad de Platón a la palabra de Sócrates.

     Fuera de la referencia directa a los Diálogos platónicos, las “pruebas” documentales sobre la personalidad histórica y el pensamiento filosófico reales de Sócrates resultan fragmentarias, poco significativas o simplemente cónsonas con las del mismo Platón. Los datos son suministrados por Esquines de Esfeto, de modo incompleto, y, más extensamente, por otro memorable alumno de Sócrates, el gran  historiadorJenofonte, autor de una Apología de Sócrates.

     Según la concepción de algunos helenistas dignos de ser tomados en cuenta, la figura biográfico-especular y concreta de Sócrates, por no decir que resulta completamente irrecuperable, solo podría ser “merodeada y contorneada” por la interposición hermenéutica de otros pensadores filológicamente sustentados en ciertos textos paradigmáticos que no son de la autoría de quien fue conocido como “El que no escribe”. Sócrates representa, entonces, una suerte de construcción psicohistórica en abismo...

     Reiteramos que, al margen de dichas mencionadas referencias, la concreta personalidad biográfica e intelectual de Sócrates sería, quizá para siempre, un cerrado misterio inabordable. A no ser que surjan vías y métodos insospechados de investigación que podrían bordear la ciencia ficción...

     Lo mismo pasa con la figura de Cristo: no escribió directamente, pero sus discípulos lo hicieron por él. Resultado: El Nuevo Testamento. El éxito popular del pensamiento cristiano a través de la Biblia, comparado con el relativo éxito menor de Sócrates en la conciencia cultural europea y mundial, no quiere decir que Sócrates haya fracasado.

     Debemos recordar que el gran Friedrich Nietzsche llamaba al cristianismo un “platonismo para uso del pueblo”. Desde la visión de Nietzsche, San Pablo lo que hizo fue “socratizar-platonizar” el mensaje original de Jesús de Nazaret.

     Una de las pruebas de que al filósofo alemán le asistía plena razón en esa lectura del cristianismo, está constituida por la significativa presencia de categorías griegas en el discurso de Saulo de Tarso (San Pablo): “hipóstasis”, “anástasis”, “apocatástasis”, etcétera. Las anteriores constituyen categorías netamente greco-paulinas.

     Sócrates, a su vez, no ha sido olvidado en el mundo occidental. Como figura ideal y gran maestro de la verdad, él está presente, transformado, hasta en la forma en que nos llega su mensaje por mediación del mismo cristianismo platonizante, y también por vía de la tradición patrística, escolástico-aristotélica.

     Junto con Platón y Jenofonte, no debemos olvidar a cinco grandes mediadores entre la figura alegórico-simbólica de Sócrates y la contemporaneidad: William Shakespeare, Søren Kierkegaard, Friedrich Nietzsche, Karl Marx y Sigmund Freud.

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Octubre de 2020

© Fredesvinda Báez Santana. Santo Domingo, República Dominicana

Copyright © Fredesvinda Báez Santana. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.
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LA “FARMACIA” DE PLATÓN Y LA INTERPRETACIÓN (Unas brevísimas citas y notas)

     «La rigurosa metodología y la fértil visión interpretativa de los textos desarrolladas por Jacques Derrida, las asumo cautelosamente sustentado en mi conocimiento de las obras de Freud y de Lacan, y después de hilar muy fino con los problemas de la hermenéutica en Ricoeur, Gadamer, Eco, Vattimo, Rorty, etcétera, durante larguísimos años.» Armando Almanzar-Botello

     Por Armando Almánzar-Botello

     En la página 94 de este volumen, correspondiente al inicio de “La farmacia de Platón”, Jacques Derrida nos dice:  

     «Habría, pues, con un solo gesto, pero desdoblado, que leer y escribir. Y no habría entendido nada del juego [del juego hermenéutico] quien se sintiese por ello autorizado a añadir, es decir, A AÑADIR CUALQUIER COSA [las mayúsculas son nuestras]. No añadiría nada, la costura no se mantendría. Recíprocamente tampoco leería aquel a quien la “prudencia metodológica”, las “normas de la objetividad” y las “BARANDILLAS DEL SABER” le contuvieran de poner algo de lo suyo. Misma bobería, igual esterilidad de lo “no serio” y de lo “serio”. El suplemento de lectura o de escritura debe ser rigurosamente prescrito...» JACQUES DERRIDA, texto citado.

     En la página 196 de este volumen, también correspondiente a “La farmacia de Platón”, Jacques Derrida nos dice:

     «No creemos que exista rigurosamente un texto platónico, cerrado sobre sí mismo, con su interior y su exterior. No es que entonces haya que considerar que HACE AGUA POR TODAS PARTES Y QUE SE LE PUEDE AHOGAR CONFUSAMENTE EN LA GENERALIDAD INDIFERENCIADA DE SU ELEMENTO [las mayúsculas son nuestras]. Simplemente, y a condición de que las ARTICULACIONES SEAN RIGUROSA Y PRUDENTEMENTE RECONOCIDAS [las mayúsculas son nuestras], debe de resultar posible separar fuerzas de atracción ocultas uniendo una palabra presente y una palabra ausente en el texto de Platón...» JACQUES DERRIDA, texto citado.

     «El sistema no es aquí, simplemente, el de las intenciones del autor [...] Ese sistema no es, en primer lugar, el de un querer-decir. Se establecen comunicaciones reguladas, gracias al juego de la lengua, entre diversas funciones de la palabra y, en ella, entre diversos sedimentos o diversas regiones de la cultura. Esas comunicaciones, esos pasillos de significado [el autor] puede en ocasiones declararlos, iluminarlos jugando en ellos “voluntariamente”, palabra que ponemos entre comillas porque no designa, siguiendo en el interior de esas oposiciones, más que un modo de “sumisión” a las necesidades de una “lengua” dada [...] La diferencia entre consciente e inconsciente, voluntario e involuntario [es un] instrumento muy tosco cuando se trata de cuestionar la relación con la lengua. Lo mismo ocurriría con la oposición del habla —o de la escritura— respecto a la lengua, si debiese, como a menudo ocurre, remitir a esas categorías.» Jacques Derrida: “La Farmacia de Platón”, en La diseminación, Editorial Fundamentos, Madrid, 1975, páginas 140-143.

     Quienes no hayan trabajado arduamente con los textos que contiene este libro de 549 páginas (incluye La farmacia de Platón, La doble sesión y La diseminación, tres obras capitales de Jacques Derrida junto a De la gramatología), no pueden tener una idea pertinente de lo que es la “interpretación” en el pensamiento del filósofo francés, ni pueden comprender el discurso y la genealogía de un cierto Roland Barthes.

Referencia bibliográfica: Jacques Derrida: “La diseminación”, Editorial Fundamentos, Colección Espiral dirigida por Julián Ríos, Madrid, 1975.

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.