miércoles, 31 de agosto de 2016

DOCE RÁPIDOS HAIKUS ESCRITOS AL ALIMÓN.

«...Surgirán —y ya surgen— nuevos fundamentalistas del retorno a "lo natural"; pero "lo natural" sin técnica nunca ha existido: la naturaleza se "artificializa" a sí misma, decía el gran poeta y filósofo latino Lucrecio.

Se requiere de apertura y co-funcionamiento de artificio, mente y corazón (tecno-kokoro, dirían los japoneses) para que el Homo sapiens sapiens pronuncie lo posthumano, su nueva (im)presencia en esta región provisoria del Universo... » © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.



Por Armando Almánzar-Botello 
y Fredes Báez Santana.


A François Cheng

A la memoria de Fernando Pessoa y Jacques Lacan.



1.

¡Ay, los desiertos!
El pobre insecto sin luz,
llora jardines...

2.

No puedo sentir.
Vanidad me reclama:
¡escupo un haikú!

3.

Letra perdida:
solo un pájaro mudo
canta su muerte.

4.

Vuela el sentido:
en la página blanca
su tinta es fulgor.

5.

Mundo de objetos.
Hoy el hombre caído
se olvida del Ser.

6.

Pájaro cantor:
es niebla y es vacío
tu lejana luz...

7.

Naturaleza:
En el hotel de lujo
¡fuente de neón!

8.

Los niños juegan.
Sin reloj pasa el tiempo...
¡Perdido Jardín!

9.

Era la muerte.
Se miró en el espejo:
¡Oh vida veloz!

10.

¡Oh muerte sin fin!
Tú destrozas la Imagen,
mas queda el fluir...

11.

Bebo en tu sueño.
Por mi ventana entras:
Río de luna.

12.

Tarde y mi muerte:
Despedazas la Rosa.
¡Canta el ruiseñor!





Copyright © 2015. Todos los Derechos Reservados.

© Armando Almánzar-Botello y Fredes Báez Santana. Santo Domingo República Dominicana.


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sábado, 20 de agosto de 2016

DIONISIO (Valse triste)

«La noche no es un espacio, es una amenaza de eternidadGaston Bachelard.


Por Armando Almánzar-Botello

A  S. A.


Siempre que toco el borde ígneo de la roca inconcebible que llamamos realidad, si me acosan de improviso los enigmas de una vida que me hace despertar a solo un punto del colapso, edifico una semántica muralla protectora, un bastión helicoidal de preguntas laberínticas, un pretil de sintaxis convulsiva; erijo muros de conceptos que me ayudan a poner a raya lo real carente de sentido su imposible, negro agujero blanco del desastre—, al mismo tiempo que  habilitan (permeables), personajes conceptuales palpitando, eso loco y singular que no hay de "yo" vibrando en "mí", para que pueda vislumbrar con brío el sinsentido, lo (im)presente, y trace eso así en el plano de inmanencia —dicho "se" pre-individual, neutro—, las líneas de fuga, mutación y sobrevuelo que prosiguen, más allá de mi persona, muy después del crujido deleuziano de los cuerpos con sus causas, la finita y breve ontología del viaje infinito del Amor, con su virtual "seriatura" de catástrofes...
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Al compás de Jean Sibelius y su "Valse triste", vuelve ahora en la tarde a mi escritura su memoria... 

Allá por el año de 1978, en un mágico ensanche onírico de la Ciudad de Santo Domingo, una bella, imprevisible y extraordinaria mujer —desnuda y confundida en noche alta poco después de la rotura accidental en nuestra casa de una hermosa y pequeña porcelana que representaba al dios griego Apolo—, súbitamente quiso arrojarse desde la azotea de nuestro cuarto piso.

Comenzó —turbulento el pelo suelto— a subir con gran furor las escaleras. Corrí tras ella, sorprendido y angustiado. En el momento de su arrebato suicida escuchábamos "Finlandia" de Sibelius.

Habíamos ya degustado en el tocadiscos del dormitorio, jubilosa y eróticamente, composiciones jazzísticas de Charlie Parker, Wayne Shorter, Miles Davis, Sonny Rollins... No son ahora muy precisos mis recuerdos...

Después de "fare l'amore" por décima vez, conversábamos en la cama, pausadamente, con visible y extrema cordura, envueltos en la niebla y las cumbres de Finlandia... 

De repente, escuchamos un crujido absorto y seco procedente de la sala. 

Cuando percibimos el ruido —estábamos completamente solos en nuestro diminuto apartamento—, saltamos desnudos hacia la sala y descubrimos la pequeña catástrofe. 

Al parecer, el viento suave de la noche había penetrado por las persianas abiertas del reducido salón, agitó las cortinas y estas derribaron la estatuilla que reposaba sobre un estante de madera, en el que se hallaban también varios libros, unos cuantos pequeños adornos y tres o cuatro ceniceros llenos de colillas. 

Recogimos del piso la ceniza y los menudos trozos de la rota escultura irreparable; ritualmente colocamos los desperdicios en el cesto de la basura —situado en un rincón de la cocina—, y bajo el velo negro de un silencio acósmico de Nadie, pensativos, tomados de las manos, regresamos lentamente al dormitorio... 

Sin palabras nos sentamos en el borde de la cama. Transcurrieron unos minutos de negrura que me parecieron eternos, y entonces, como un soplo terrible del desastre, surgió en ella de improviso la vocación insólita de abismo... 

¿Delirio a dúo? ¿Impacto insospechado y transmutante del jazz y de la música brumosa de Sibelius rompiendo con las líneas de fuga de sus notas los límites del yo y los contornos de un "nosotros"? ¿Locura temporal desencadenada por la cópula desmedida y el fragor innominable del sinfondo? ¿Súbito retorno de la huella y el olvido, potencia originaria de la mente metamórfica —siempre al borde de todo cataclismo—, cuando se abre con lo (im)propio de la imaginación intensa la maravilla erótica del afuera en el con-tacto, la misma que altera la presunta integridad de los cuerpos y las almas, y en derrumbe cauteloso los dispersa? 

Misterios remotos de la noche rojiza en la vulnerable memoria sinestésica, lisérgica... 

[He paralizado la acción del relato con eso que la preceptiva llama digresión innecesaria. ¡Lo siento por los cuentistas!] 

Como decía, corrí desesperado tras ella, subiendo de dos en dos los escalones... 

Pude yo al fin asirla con firmeza por un brazo —ambos jadeantes bajo un cielo esquizofrénico—, cuando ella casi tocaba con sus pies desnudos el borde mismo del vacío, su oscuro magnetismo indecidible... 

Diez minutos después, respirando sosegada y a salvo entre mis brazos, la mujer me fue diciendo, poco a poco, como quien lúcidamente confiesa una gran falta para nunca jamás ser perdonada, que me amaba de un modo tan intenso —pero recibiendo de mí tan poca y frágil garantía de constancia—, que al romperse la estatuilla de Apolo en nuestra sala, contempló en ese mínimo accidente la destrucción irrevocable de todo el Universo... 

Amor, el atardecer siempre te mira nimbado de lejanía... y sin embargo... 

¡Oh, vanidad: caligrafía en el polvo! 





© 2011 (Texto retocado).


© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.


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domingo, 14 de agosto de 2016

ETERNO RETORNO...

«La eternidad nos aguarda en una gota de luz o en la mancha de una perla, en las breves floraciones del sentido y en los repliegues transitorios del ser...» © Armando Almánzar-Botello.

                    
Por Armando Almánzar-Botello    

     «Aboli bibelot d’inanité sonore» Stéphane Mallarmé
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Eterno es el Retorno de su Enigma...

Sí, ahora sí: he retornado ausente, sin mí...
                                                                   
                              ¡roto!

Abrazado a ella me dormí en otro mundo,
y sin quererlo,
                           algo de mi “yo” ha regresado innominable 
ahora: 
             oscuro, torvo y frío,
                                                  balbuceante,
vestigio dolorido de otro cuerpo hablando niebla...

Y sangra florecida la inmediata memoria de mi pecho 
en infinitas aventuras que me inventan,

que me hunden y disuelven:
                                                    labios que me salvan, 
secretas humedades,
                                         pezones, mordiscos y gemidos,
                                         nalgas como astros,
palabras,
                  entrepiernas pensativas...
caricias minuciosas y arañazos de la muerte...

¡Oh escritura turbulenta sus cabellos!...

Y lo juro, rumor de estatua oscura, insomne:

¡Al fin amo tu horror:
                                       el borde!... 
aleve la huida
                           sigilosa de mis ojos...
¡Y lloro!...

Sin embargo, por el beso deslumbrante de tus muertes,
limpios resplandecen violentos alfabetos,
los caminos de mi frente ardiendo allá en tu lienzo.

¡Sí, ardiendo! 
                           Lejos, lejos, muy lejos:
en la vida remota y su escritura que me pierde,
                                                                                      
              que se pierde...
mas retorna con la danza en el poema...

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© Noviembre de 2011

© Armando Almánzar-Botello. Santo 
Domingo, República Dominicana.

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IMÁGENES:

     1) Paul Delvaux. “La alegría de vivir”, 1937

     2) Jardín Laberinto


© Noviembre de 2011.

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.


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miércoles, 10 de agosto de 2016

AFORÍSTICAS VARIANTES...

«Parafraseando a Gilles Deleuze podría decir aquí: humor, arte de superficies que penetra con la mayor intensidad piadosa en los misterios destituidos de lo alto y lo profundoArmando Almánzar-Botello.
                      René Magritte. "Los valores personales", 1952.

Por Armando Almánzar-Botello.


No sólo para el ejercicio de la ironía —consistente razón humana erigida en espada que ríe discreta con miras a enfrentar y ridiculizar a toda humana inconsistencia, como diría Chesterton— se necesita de genuina cultura, de verdadera inteligencia. 

También el cinismo y el sarcasmo, aun en sus registros más rudimentarios, más burdos, requieren siempre de ciertas vetas y dosis mínimas de genio y de ingenio... 

Louis-Ferdinand Céline afirmaba que hasta para saber descender a ciertos albañales, sentinas o pozos sépticos del ser hay que poseer disciplina e instrucción. 

No un cualquiera maneja de la ironía su espada, ni simple un insulso arroja con brío los cuchillos del cinismo y el sarcasmo. 

Podrían los necios herirse a sí mismos con el uso de ciertas armas para las cuales lo mediocre de su espíritu no está cualificado.

Mas, por encima de la ironía, el cinismo y el sarcasmo se afirma y brilla el humor, carcajada beckettiana que se ríe de sí misma, humildad que vislumbra el más profundo de los misterios, penetración más lúcida en lo abierto, en el infinito sentido finito del sinsentido y el acontecimiento.


Septiembre de 2010.

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.


Otro texto relacionado con el anterior:

Blog Cazador de Agua:
https://almanzarbatalla.blogspot.com/2016/02/otra-espada-veloz-un-rumor-de-si-mismo.html

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viernes, 5 de agosto de 2016

MUERTE, IGUALDAD, HUMILDAD...

«...Son los devenires y sentimientos intensos, las emociones intensivas que alimentan delirios y alucinaciones. No obstante, en sí mismas, esas emociones intensivas son lo más próximo a la materia, de la que soportan en sí el grado cero. Ellas realizan LA EXPERIENCIA INCONSCIENTE DE LA MUERTE, en tanto que la muerte es lo sentido en todo sentimiento, “lo que no cesa y no acaba de llegar” (Blanchot) en todo devenir…

Toda intensidad lleva en su propia vida la experiencia de la muerte y la envuelve. Y sin duda toda intensidad se apaga al final, ¡todo devenir deviene él mismo un devenir-muerte! Entonces la muerte llega efectivamente.

Blanchot distingue claramente este carácter doble, estos dos aspectos irreductibles de la muerte: uno bajo el cual el sujeto aparente no cesa de viajar y de vivir como un “Se”, “no ‘se’ cesa y no ‘se’ acaba de morir”, y el otro bajo el cual este mismo sujeto, fijado como Yo, muere efectivamente, es decir, cesa por fin de morir porque acaba por morir, en la realidad de un último instante que lo fija así como Yo pero deshaciendo la intensidad, llevándola al cero que la envuelve… El ciclo está cerrado. Para una nueva partida, pues: ¿”Yo es otro”?

Es preciso que la experiencia de la muerte nos haya proporcionado bastante experiencia amplia para vivir y saber que las “máquinas deseantes” no mueren. Y que el sujeto, como pieza adyacente de la máquina deseante, siempre es un “Se” que realiza la experiencia, no un “Yo” que recibe el modelo. Pues el propio Modelo ya no es el Yo, sino el Cuerpo sin Órganos (CsO). “Yo” no se une al modelo sin que el modelo, de nuevo (muerto el Yo), no vuelva a partir hacia la experiencia… Puesta en marcha de otras piezas adyacentes al contorno y que tienen tanto derecho a decir “Se” como nosotros mismos...» Gilles Deleuze y Felix Guattari. “El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia”, Barral Editores, Barcelona, 1974, pp 341 y 342.

                           
               
Por Armando Almánzar-Botello


Si bien es cierto, como decía el poeta T. S. Eliot que: "humility is endless" —la humildad es interminable—, no es cierto, jamás, que la muerte nos haga del todo iguales.

Pensar que tras la muerte la heterogeneidad de los sujetos queda reducida a una simple comunidad homogénea de difuntos, es puro nihilismo y resentimiento de los mediocres contra la magnificencia coral de la vida. Insípido rencor pseudo-cristiano contra las inevitables jerarquías inmanentes del espíritu.

Cada cual llega a la tumba por el camino y la línea de fuga que trazan los valores que afirmó en su vida. Es la vida quien puede juzgar a la muerte. El acto creador se produce contra la muerte.

Lo terrible del Poder como violencia mítica es que pretende imponer a los sujetos una muerte serializada, homogénea, tal como aconteció en los campos de concentración del nazismo y prosigue sucediendo en los tiempos de la postmodernidad por efecto de las nuevas modalidades genocidas del biopoder capitalista y su mercado.

Si bien la muerte es aquello que "lo desbarata todo" para un macro-ego infatuado que se cree a sí mismo inmortal, la verdad de su evanescencia la sorprendemos desde el fragor exuberante de la vida.

Pensamos, como Gilles Deleuze, que tras la muerte de la persona sólo subsisten, insisten, singularidades nómadas, pre y post-individuales, impersonales.

Como dijo un gran poeta, la muerte abstracta es muda, sorda y tonta: nunca ha dicho nada memorable. Ella es la zona cero de la vida en su pluralidad palpitante. Sinsentido y silencio que habitan por detrás de lo que cierto filósofo denomina los límites de mi mundo

Sólo la vigilia ofrece genuino testimonio del sueño. Y si el sueño es considerado por algunos poetas como una suerte de vigilia más alta, ese hermoso pensamiento lo han podido formular mientras ellos se encontraban muy despiertos.

No pretendemos negar el valor generativo de los sueños: se puede soñar escribiendo y los materiales oníricos nos pueden servir para el acto de creación en la vigilia.

No existe una separación neta, maniquea, antinómica, entre palabra y silencio, vigilia y sueño, vida y muerte… Por ello, Derrida piensa la estructura compleja que denomina: la vida la muerte...

No "cesamos de morir mientras vivimos", decía Maurice Blanchot. Sin embargo, cuando morimos efectivamente, sólo otros (aquellos que nos sobreviven) tomarán el relevo de nuestra vida-pensamiento.

El amigo que sobrevive a mi muerte constituye la garantía de mi memoria mediante la incorporación de mi alteridad en lo que Derrida concibe como la cripta: invaginación de la subjetividad del sobreviviente con el fin de acoger el cuerpo simbólico, extraño, del amigo muerto en tanto que otro irreductible...

Por todo lo dicho hay que tratar de vivir de un modo impersonal, no frío ni dogmático ni aferrado a nuestro Yo, sino como si fuéramos puros corpúsculos de luz provisoriamente condensados en un sí-mismo susceptible de disolverse, gozosamente, en el monstruoso devenir sin fundamento...

No obstante, la muerte abstracta, reiteramos, no nos hace ontológicamente iguales. ¡Jamás! No del mismo modo nos devoran a todos los gusanos…

¡No es lo mismo Adolfo Hitler muerto, que Hannah Arendt, Primo Levi o Paul Celan en sus respectivas tumbas!

¡No son ni serán jamás equivalentes Rafael Leonidas Trujillo Molina, muerto, y el vuelo temporalmente suspendido de las Radiantes Mariposas…

El resto es puro nihilismo sin cima.



Miércoles, 20 de junio de 2012


© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

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MUERTE, IGUALDAD, HUMILDAD...

«La oscura cazadora acecha/ disfrazada con el traje traidor de la polilla.» Abel Fernández Mejía

«Cada vez única, el fin del mundo.» Jacques Derrida

«No tienes nada, no puedes tener ni retener nada, y ahí tienes aquello que necesitas saber y amar. He ahí lo que se puede saber sobre el am. Ama aquello que te huye, ama al que se va. Ama el hecho de que se vaya.» Jean-Luc Nancy

«Me sentí en una soledad tan espantosa que contemplé el suicidio. Lo que me detuvo fue la idea de que nadie, absolutamente nadie, se conmovería con mi muerte, que estaría aún más solo en la muerte que en la vida.» Jean-Paul Sartre: La Náusea

«Toda intensidad lleva en su propia vida la experiencia de la muerte y la envuelve. Y sin duda toda intensidad se apaga al final, todo devenir deviene él mismo un devenir-muerte. Entonces la muerte llega efectivamente.» Gilles Deleuze y Felix Guattari: El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia, Barral Editores, Barcelona, 1974, p 341

 «La real posibilidad de que surja la “conciencia de hecho”, esa posible emergencia del sentido finito y su juego virtual, infinito, seguiría operando en otros posibles universos. En este proceso tan solo “se” vislumbra la diferencia, la espectralidad, la fantología la hauntología, lo mixto y la contaminación.» Armando Almánzar-Botello
    
«Cadáver queda, no se torna carroña, el cuerpo que habitaba la palabra, que el lenguaje cadaveriza.» Jacques Lacan

«La única salvación para el hombre es el estilo.» Armando Almánzar-Botello

                           
               Por Armando Almánzar-Botello  

A Martin Heidegger, a Jean-Paul Sartre, in memoriam
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     ¿La muerte nos hace realmente iguales? Mi respuesta sería un “sí” y un “no” simultáneos. Si la entendemos como “estado de muerte” indiferenciado, en el que desaparecen el individuo y la persona, podríamos decir que sí, que ella nos hace relativamente iguales, considerado el difunto como simple cuerpo en disolución situado fuera de un particular contexto de significación, territorio de valoración o campo histórico-simbólico. Pero si entendemos que más allá de la persona y del individuo insisten singularidades nómadas postindividuales e impersonales que participan de una vivacidad que remite al plano trascendental de inmanencia (Deleuze), a la superficie incorporal en la que se generan los acontecimientos/sentidos, podríamos pensar que no, que la muerte no nos hace iguales. Ella estaría “cogida”, inscrita inevitablemente, en la espectralidad derridiana de “la vida la muerte”, en la que no “hay” homogeneidad de un “sinfondo” abismal de las mezclas de “estados de cosas” sino diferenciación, reenvío y redescripción de nuestra relación con la figura del muerto, un trabajo de duelo y reposicionamiento permanentes.

     Si bien es cierto, como decía el poeta Thomas Stearns Eliot, que: “humility is endless” —la humildad es interminable—, no es cierto, jamás, que la muerte nos haga del todo iguales.

     Como establece el pensador francés Gilles Deleuze en su breve artículo “La inmanencia: una vida...” (1995), con la llegada de la muerte: «la vida de cierta individualidad se borra en beneficio de la vida singular inmanente de un hombre que ya no tiene nombre, aunque NO SE LO CONFUNDA CON NINGÚN OTRO. [Las mayúsculas son nuestras] Esencia singular, una vida...» Gilles Deleuze

     Pensar que tras la muerte la heterogeneidad de los sujetos queda reducida a una simple comunidad homogénea de difuntos, es puro nihilismo y resentimiento de los mediocres contra la magnificencia coral de la vida. Insípido rencor pseudocristiano contra las inevitables jerarquías inmanentes del espíritu.

     Cada cual llega a la tumba por el camino y la línea de fuga que trazan los valores que afirmó en su vida. Es la vida quien puede juzgar a la muerte. El acto creador se produce contra la muerte.

     Lo terrible del Poder como violencia mítica es que pretende imponer a los sujetos una muerte serializada, homogénea, tal como aconteció en los campos de concentración del nazismo y prosigue sucediendo en los tiempos de la postmodernidad por efecto de las nuevas modalidades genocidas del biopoder capitalista y su mercado.

     Si bien la muerte es aquello que “lo desbarata todo” para un macroego infatuado que se cree a sí mismo inmortal, la verdad de su poder destructivo la sorprendemos desde el fragor exuberante de la vida.

     Pensamos, como Gilles Deleuze, que tras la muerte de la persona solo subsisten, insisten, singularidades nómadas, pre y post-individuales, impersonales.

     Como dijo un gran poeta, la muerte abstracta es muda, sorda y tonta: nunca ha dicho nada memorable. Ella es la zona cero de la vida en su pluralidad palpitante. Sinsentido y silencio que habitan por detrás de lo que cierto filósofo denomina los límites de mi mundo…

     Realizando una breve digresión podemos decir: solo la vigilia ofrece un genuino testimonio del sueño. Y si el sueño es considerado por algunos poetas como una suerte de vigilia más alta, ese hermoso pensamiento lo han podido formular mientras ellos se encontraban muy despiertos.

     No pretendemos negar el valor generativo de los sueños: se puede soñar escribiendo, y los materiales oníricos nos pueden servir para el acto de creación en la vigilia.

     Lo que deseamos “puntualizar” es que no existe una separación neta, maniquea, antinómica, entre palabra y silencio, entre vigilia y sueño, entre vida y muerte… Por ello, Derrida “cuasiconceptualiza” esa estructura compleja de la “no-presencia” que denomina: “la vida la muerte”...

     No “cesamos de morir mientras vivimos”, decía Maurice Blanchot. Sin embargo, cuando morimos efectivamente, solo otros (aquellos que nos sobreviven) tomarán el relevo de nuestra vida-pensamiento.

     El amigo que sobrevive a mi muerte constituye una de las garantías de que “yo” pueda ser recordado.

     Mi propio accionar mundano y la materialidad concreta de mis obras como legado virtual a la posteridad, vienen a someterse —antes y después de mi muerte, como requisito imprescindible para su posible incorporación al archivo—, a la ley de la espectralidad, del heredar/distorsionar/interpretar, a un problemático principio de actualización, criba, selección y recepción de que son objeto, por parte de los otros, de los demás, todos los productos, despojos, desechos y huellas de mi vivir.

     La memoria del sobreviviente garantiza una cierta permanencia o “un cierto retorno del muerto en la diferencia”.

     No hablamos ahora del mecanismo psíquico de la “introyeccion” como recurso que conduce al duelo consumado o logrado. Este tipo de duelo, en tanto que asimilación por el “sujeto en proceso” de la imagen descatectizada del muerto, implica que la persona fallecida se anule en su condición de “otro” radical para ser asimilado al “Mí” mismo del sujeto activo del luto. (Este es el duelo “normal” desde el punto de vista clásico: Freud: “Duelo y melancolía”).  

     Hacemos referencia aquí, por el contrario, a la “incorporación” de la alteridad radical del muerto (Maria Torok y Nicolas Abraham siguiendo a Freud en otra vertiente de su pensamiento) en aquello que Derrida concibe como la “cripta”: invaginación de la subjetividad del sobreviviente con el fin de acoger el cuerpo simbólico extraño del amigo muerto, en tanto que “otro irreductible”... ¿Nueva y productiva modalidad de la melancolía?

     Por todo lo dicho aquí hay que tratar de vivir de un modo impersonal, no frío ni dogmático ni aferrado a nuestro “Ego”, sino como si fuésemos puros corpúsculos de luz provisoriamente condensados en un “sí-mismo” susceptible de disolverse, gozosamente, en el monstruoso devenir sin fundamento...

     No obstante, la muerte abstracta, reiteramos, no nos hace ontológicamente iguales. ¡Jamás! No de un modo idéntico nos devoran a todos los gusanos… ¡Esto lo afirmo desde la vida misma como posibilidad de todo punto de vista de apreciación y de valoración!

     ¡No es lo mismo Adolf Hitler muerto, que Hannah Arendt, Primo Levi o Paul Celan en sus respectivas tumbas!

     No es la misma muerte la que suspende el Dasein de un Albert Einstein, de un Mahatma Gandhi o de un Juan Bosch, que aquel fallecimiento inauténtico padecido por el plutócrata egoísta, el militar genocida y el político neoliberal amurallado en su existir indiferente. Estos tres últimos encarnan modalidades inauténticas de existencia, pues en su afán pretenden no anticipar su propia muerte mediante el inicuo ejercicio del poder.

     ¡Oh Martin Heidegger, tan mal comprendido!

     La existencia humana como Dasein (ser-ahí, existencia como esencial poder-ser —Sein-können—) no es equivalente al estar-ahí —Vorhandenheit.

     Lo que viene a caracterizar al Dasein, al ser-en-el-mundo, es la condición ontológica de ser “arrojado” —Geworfenheit—, es decir, su llamada configuración o estructura  proyectiva.

     El Dasein, como ser-arrojado, no existe auténticamente al modo del ente —das Seinde— ente que “está-ahí” como “lo dado”, sino que dicho Dasein se relaciona en lo abierto con el ser —das Sein—, como “ek-sistencia” que se abre a su disposición-a-ser en el futuro, en un futuro implícito en el presente mismo de su “no-todavía”...

     Sin ser una mera cosa material, solo el cadáver humano (abolición del Dasein) se reduce para Heidegger, al puro estar-ahí —“Nur noch Vorhandensein”— que ha perdido el “estar vuelto hacia la muerte” o el “estar vuelto hacia el fin”.

     La “pérdida-del-ser” que comporta el “estado-de-muerte”, implica, para el Dasein, la pérdida del morir como “adelantarse ontológico” —Vorlaufen— a la posibilidad de su imposibilidad de ser...

     Más allá de la visión heideggeriana, pero sin negar sus aciertos filosóficos con relación al problema del análisis de la muerte para el Dasein, el pensador Bernard N. Schumacher, en una minuciosa lectura del filósofo Joel Feinberg sobre el tema de la muerte, afirma que “el sujeto de un mal póstumo es el mismo sujeto cuando estuvo vivo”...

     Con ello viene a quedar definido el lugar de un cierto sujeto “espectral” que puede ser perjudicado por el no cumplimiento de sus “deseos de realización”, los cuales se proyectan más allá de los “deseos de satisfacción” vividos subjetivamente por el sujeto antes de llegar al “estado de muerte”.

     Nos dice Schumacher comentando a Feinberg:

     «Lo que perjudica el interés de alguien es el fracaso que supone la no realización del deseo, y no la frustración de “N” por la no realización del objeto deseado.

     »De aquí que la muerte puede verse, según Feinberg, como el fracaso de ciertos intereses que “N” tenía durante su vida, aunque, en cuanto sujeto muerto [desubjetivado radical y definitivamente por el estado de muerte] no sea capaz de sentir este último sufrimiento.» Schumacher, Bernard N.: “Muerte y mortalidad en la filosofía contemporánea”, Herder Editorial, Barcelona, 2018, pp 294 y 295

     Esto que afirman Feinberg y Schumacher lo expresa claramente el Jacob bíblico frente a su hijo José, gobernador de Egipto, cuando le pide a este que después de su muerte lo sepulten en la tierra de sus padres, en Hebrón, en las tierras de Canaán, y no en Egipto. Le dice Jacob a su hijo preferido:

     «Sé muy bien que, una vez muerto, el ser humano no tiene ya deseos y le da igual dónde yacer. Pero mientras uno está con vida y desea, le importa mucho que al muerto le suceda lo que el vivo deseó.» Thomas Mann: José y sus hermanos, libro IV, José el Proveedor.

     Continúa diciendo Schumacher, analizando lo planteado por Feinberg contra las concepciones “experiencialistas” de la muerte similares a las de Epicuro: «...La gama de bienes y males para un ser humano es necesariamente más amplia que su experiencia subjetiva y más larga que su vida biológica. Esto es así porque los objetos de sus intereses normalmente corresponden a sucesos que ocurren fuera de su experiencia inmediata y en un tiempo futuro. Ejemplos de tales intereses serían la preservación de sus obras artísticas, musicales o literarias, después de su muerte; la victoria de la causa social o política por la que luchó durante su vida; etcétera.» (Schumacher, ibíd, p. 295)

     Al final de su vida, el mismo Jean-Paul Sartre, después de su visión fenomenológica meramente “conflictivista” sobre la muerte tal como aparece, retocando a Heidegger, en “El ser y la nada”, abandonó la concepción del “otro” como infierno del “para sí”, planteando entonces una prioridad del “para-los-otros” o “para-los-demás”, en tanto que guardianes de “mi memoria” (Levinas, Derrida, Torok, Abraham...) situados por encima de la presunta “autonomía del para-sí” en conflicto con el “otro”.

     Sartre vendría a decirnos, en “Cahiers pour une morale” y en “L’ espoir maintenant”: Lo que hago se cumple en relación a una conciencia del otro que me sobrevive, y eso viene a constituirse, junto con mis obras en general, en guardián y testigo de mi memoria.

     Hay en esa última etapa de Sartre un «respeto y reconocimiento de la libertad de los otros... Admite que hay una actitud en la que el sujeto llega hasta disfrutar con el otro sin intentar apropiarse de él o de ella. Eso es el amor.» Schumacher, ibíd, 179

     Por otra parte, descubrimos una suerte de “sujeto espectral” que sobrevuela el “estado de muerte” y que, al proyectarse más allá de nuestra experiencia subjetiva, impide que todos seamos homologables y “pasto común para los gusanos”.

     El “deseo de realización” y la “realización de deseos” comportan un horizonte incorporal a desplegarse sobre una “superficie” de acontecimientos impersonales (postpersonales) que funciona como “campo trascendental de inmanencia”.

     A esa “superficie” Gilles Deleuze la denomina “una vida”, como “beatitud” y potencia plenas...

     “Una vida es la inmanencia de la inmanencia [...] que no depende de un Ser ni se somete a un Acto”, nos dice Deleuze.

     Esa “Una vida”, tal como la piensa Deleuze inspirado en Spinoza y en Fichte, opera en el contexto de una suerte de empirismo “trascendental” ajeno a lo metafísicamente “trascendente”, pues no implica el restablecimiento de la oposición sujeto/objeto con su preponderancia idealista y platónica de la subjetividad y lo inteligible hipostasiado...

     Podemos formular entonces, deleuzianamente, que “lo trascendente no es idéntico a lo trascendental”...

     «Hay una gran diferencia entre los virtuales que definen la inmanencia del campo trascendental y las formas posibles que los actualizan y que transforman el campo en algo trascendente.» Gilles Deleuze: “La inmanencia: una vida”, 1995

     ¿Serían equivalentes, considerados en términos postmetafísicos, el “espectro” de Derrida y el “una vida” de Deleuze?

     No obstante, por lo esbozado aquí con respecto a la concepción de “una vida” por Gilles Deleuze (una constelación impersonal de sigularidades que “ya no tiene nombre, aunque no se la confunda con ninguna otra”) y a la “espectralidad” de Jacques Derrida; por más que la muerte sea concebida como “lo que viene a desbaratarlo todo” (Sartre, en El ser y la nada), jamás podremos afirmar que son o serán equivalentes, por ejemplo, Ulises Heureaux o Rafael Leonidas Trujillo Molina, en estado de muerte, y el raudo vuelo temporalmente suspendido de las Radiantes Mariposas…

     Como dice, aporéticamente, Jacques Derrida: «Morir: —esperarse (en) “los límites de la verdad”»...

     Ni aun si ahora mismo toda la humanidad sufriera el estallido final del actual Universo, podríamos ser considerados iguales bajo la condición común de muertos.

     Si atendemos al estado actual de la ciencia, a la “cosmología cíclica conforme” de Roger Penrose, por ejemplo, al Big Crunch de este Universo seguiría el Big Bang de otro nuevo Universo, con sus fases de inflación y expansión. En esos universos sucesivos habría conciencia inmanente, virtual o impersonal, “conciencia” no de hecho pero sí “conciencia de derecho”. Además, en toda nueva configuración cósmica, según Penrose, se conservarían algunos elementos del Universo anterior.

     La real posibilidad de que surja la “conciencia de hecho”, esa posible emergencia del sentido finito y su juego virtual, infinito, seguiría operando en otros posibles universos. En este proceso tan solo “se” vislumbra la diferencia, la espectralidad, la fantología la hauntología, lo mixto y la contaminación.

     ¡Nunca seremos iguales entre nosotros, ni siquiera después de muertos! ¡Nunca seremos iguales ni en otros universos por venir, y precisamente porque, de hecho, ni siquiera somos iguales a nosotros mismos en este actual Universo!

     El eterno retorno se dice de la diferencia. Lo Mismo no es lo Idéntico. Lo Mismo se dice de lo desajustado, del (im)puro juego de las singularidades nómadas que resuenan entre sí, contaminándose, en un instante que siempre será “ya pasado y todavía por venir”.

     El resto es puro nihilismo sin cima.

Armando Almánzar-Botello

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Miércoles, 20 de junio de 2012

© Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.


IMÁGENES: 

Arriba, a color 

1) El escritor Armando Almánzar-Botello junto al famoso tríptico de Francis Bacon titulado: Tres estudios para una crucifixión, 1962, en la Exposición-Centenario de Bacon, 1909-2009, en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, 2009

2) Tabla de la derecha del tríptico de Francis Bacon: Tres estudios para una crucifixión, 1962

Fotografías en blanco y negro: Arriba a) Martin Heidegger, su esposa Elfride y Jacques Lacan. Guitrancourt, 1955. b) Jean-Paul Sartre

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

Otro blog en el que figura este mismo texto:

Blog Cazador de Agua

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miércoles, 3 de agosto de 2016

A LOS INGENUOS QUE DESEAN...


«El deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.». Luis Cernuda.

                  Jean Tinguely: Escultura móvil.

Por Armando Almánzar-Botello.

A Luis Cernuda, in memoriam


A los ingenuos que desean y esperan
las novedades que se pudren como carne del otro
               
               creyendo casi que núbiles las máquinas, borde
húmedo brioso en rabia de festines,

la disyunción la interrupción el síncope oscuro 
                                       —hiato que sangra vehemente—,
no guardan su reserva y las potencias:
lo monstruoso gentil no aireado...

¿Quién arriesga sefirótica una letra en el trapecio?
Mas no importa

Resulta imposible   sicalíptico gato 
manierista  
quizá poco juicioso de su parte
y nada estratégico en la síntesis

(del viento escucho ahora el maullido cabalístico)

tirar por vía virtual todo lo escrito y delirado

la gran clave de una vida

eso extraño por venir y ya inscrito en el retorno
en la reserva peligrosa de lo neutro...

¡Tómalo!

En otro espacio lo inédito persiste
insiste cauteloso como un fruto 
existe
con fuerza mayor que lo ya publicitado

No hay escalas absolutas definidas todavía
escribas muchachas caballos 
caballeros corrompidos
por el arte


Noviembre de 2013 (Texto retocado).

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.


Otro texto relacionado:

Blog Cazador de Agua:
http://tambordegriot.blogspot.com/2013/06/no-me-gusta-benedetti.html

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MUCHACHA DEL DESIERTO.

«En el aura de tus manos / el mar es un retorno. / Lenta fluye como un pájaro la noche por la flauta, / y herido de una luz... / un saxo me desangra...» (Fragmento) Armando Almánzar-Botello. "Jazz". 1985.

          František Kupka. "La balada de Epona". 1900.

Por Armando Almánzar-Botello.

Al poeta y pensador dominicano Antonio Fernández Spencer.


Exploro por la página o la tela mi desierto.
En su espacio desolado lo inédito me sangra.

Fosforesce cauteloso como un fruto inexistente,
                       promesa de ausencias,
                       implícito de aromas,
con fuerza que desborda lo ya caligrafiado.

No hay escalas absolutas definidas todavía.

Vislumbro allá en lo abierto:

muchachas de a caballo loca piel su turbulencia,
violentas crines negras como soles calcinantes,
torrente innominable de sagrado sinsentido...

Me aproximo en el vacío de mi mente a la más bella. Por el sueño de las crines la palpo en el caballo y la tomo dormida palpitando entre mis brazos.

Soy escriba extraviado sin linderos por el tacto.

Dibujo a la muchacha muy leve aquí en mi aliento.

Desnuda y reclinada su perfume se hace música.

El aire la presiente.

Giran los colores de un pincel que la despierta...



Diciembre de 1984.

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.


Otros textos relacionados:

Otros Textos Mutantes:
https://almanzarbatalla.blogspot.com/2015/02/jazz.html

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martes, 2 de agosto de 2016

Técnicas, posthumanidad y catástrofes. (Notita).

«...Con la intensificación de las innovaciones tecnológicas el Anthropos y su realidad socio-tecno-simbólica más bien se complicarán-simplificarán de tal modo que tornarán caducos nuestros esquemas cognitivos habituales y nuestras formas tradicionales y "peripatético-apofánticas" de cartografiar la realidad y el pensamiento...» Armando Almánzar-Botello.


Por Armando Almánzar-Botello.


Entiendo que no "fracasará" la especie (in)humana como efecto catastrófico de las nuevas invenciones tecnológicas imbricadas en el complejo tejido antropológico planetario de la civilización-mundo actual, tardocapitalista, crematística y globalizada.

Sin embargo, muchas personas creen en dicho fracaso, reproduciendo con su convicción y sus palabras, quizá sin ellos mismos proponérselo así, los ideologemas que utilizan —como referentes modélicos de las distopías urbanas— las populares imaginerías de la New Age, la ciencia-ficción cyberpunk y la industria del cine básicamente norteamericana...

Si a resaltar lo apocalíptico vamos, deberíamos recordar que "aconteció ya la catástrofe", como dijera un día Martin Heidegger...

Filósofos que han meditado sobre la relación del hombre con la técnica, tales como Derrida, Engelhardt, Haraway, Deleuze, Jonas, Sloterdijk, Agamben, Morin, Vattimo, Braidotti, Nancy, etcétera, reciben, amplían, matizan y reorientan los planteamientos del gran pensador alemán sobre lo que concibía este bajo los conceptos de Gestell, Verwindung, Ereignis: Organización Técnica como Apropiación lnstrumental; Convalecencia-Distorsión-Rebasamiento de la Metafísica y Acontecimiento del Ser como Trans-apropiación o Co-apropiación, respectivamente.

Así, queda planteado desde Heidegger y profundizado ulteriormente por pensadores como los que menciono, el rebasamiento de una concepción metafísica de la técnica entendida esta como simple artificio que amenaza con su funcionamiento el reino y los fundamentos de una presunta legislación ontológica u orden natural inmanente (Jean-Luc Nancy). 

En realidad, la técnica viene a suplir a una no-inmanencia. Su ineludible impulso, que la conduce a generar una suerte de "artificialización preoriginaria de lo natural", viene a ser simétrico-inverso a la pretensión heideggeriana de "naturalizar lo artificial". Aunque no se debe olvidar otro momento en el pensamiento de Heidegger: aquel que concibe a la técnica no como simple amenaza, sino como "envío del ser"... Y ello, según Nancy, debe acontecer en el contexto de un pensamiento finito:

«No un pensamiento de la relatividad, la cual implica el Absoluto, sino un pensamiento de la finitud absoluta: absolutamente desligada de todo acabamiento, de todo cierre infinito e insensato. No un pensamiento de la limitación, la cual implica lo ilimitado de un más allá, sino un pensamiento del límite, como aquello sobre lo cual, infinitamente finita, la existencia se levanta, y a lo que ella se expone. No un pensamiento del abismo y de la nada, sino un pensamiento del in-fundamento del ser: de este "ser", del que la existencia agota toda la substancia y toda la posibilidad. Un pensamiento de la ausencia del sentido como la única prenda de la presencia de lo existente. Esta presencia no es esencia, sino  —epekeina tès uosias— nacimiento a la presencia: nacimiento y muerte a la presentación infinita del hecho de que no hay sentido final, sino un sentido finito, que hay sentido finito, que hay sentidos finitos, una multiplicación de estallidos singulares de sentidos extraídos de ninguna unidad ni substancia. Esto, que no hay sentido establecido, que no hay establecimiento, ni institución, ni fundación del sentido, sino una venida, que hay venida, venidas de sentido...» Jean-Luc Nancy, "Un pensamiento finito", Anthropos Editorial, Barcelona, 2002, p. 33.

Para Jacques Derrida y Jean-Luc Nancy no existe pureza o inmanencia de lo natural; la técnica, la tecno-erótica del con-tacto, de la auto-afección conjuntiva-disyuntiva, contamina desde siempre la presunta pureza de la esencia. Técnica generalizada: copertenencia o coapropiación inextricable, indisoluble, indecidible, de techné y physis

Lo aseverado anteriormente no viene a negar, bajo ningún concepto, la necesidad de que las grandes corporaciones, consorcios y equipos de investigación respeten el principio bioético de precaución.

Con la intensificación de las innovaciones tecnológicas el Anthropos y su realidad socio-tecno-simbólica más bien se complicarán-simplificarán de tal modo que tornarán caducos nuestros esquemas cognitivos habituales y nuestras formas tradicionales y "peripatético-apofánticas" de cartografiar la realidad y el pensamiento.

Para algunos pensadores, como Sloterdijk, lo señalado en el párrafo anterior ya se ha producido: la compleja realidad de nuestros días presentes (y más aún por venir) desborda los presupuestos del humanismo, el falogo-fonocentrismo y el antropocentrismo eurocéntricos.

Lo extraño, lo insólito, lo monstruoso, lo indescrito, lo muy complejo, lo paradójico y paraconsistente, "cohabitan" de modo indiscernible con lo familiar, con los valores convencionales o verosímiles vigentes aún en nuestros días...

Como decía el pensador y urbanista Paul Virilio, a cada invención técnica y tecnológica corresponde una forma particular de accidente...

A las indudables posibilidades creativas y prestaciones funcionales múltiples de las novísimas tecnologías (inscritas, quiérase o no, sépase o no, en el dominio programador comandado por una biopolítica), se añadirán paulatinamente nuevas especializaciones, protocolos, códigos y especificaciones, correspondientes a los accidentes por ellas generados.

Así pasa y pasará con la Realidad Virtual y la Realidad Mixta o Aumentada. Sus riesgos podrían quizá subsumirse bajo lo que Virilio denomina "La Bomba Informática"... Dicho sea de paso: la Realidad Aumentada o Mixta no es una tecnología punta novísima, es prácticamente un efecto colateral de las investigaciones y logros operados en el seno de la misma Realidad Virtual. Lo nuevo, en efecto, lo constituye su comercialización a gran escala.

Eso sí, veremos "aumentadas", hasta niveles nunca vistos, las formas de control y vigilancia panópticas, banópticas, sinópticas, nanópticas, cuantópticas, dando ello como resultado un nuevo mundo-laberinto, rizomático, en el que los criterios morales, éticos, jurídicos, políticos, económicos, artísticos, científicos, religiosos, etcétera, incluyendo nuestro sentido fenomenológico de la intercorporalidad-mundo, la llamada verdad, y las complejas relaciones del sujeto y el cerebro-sujeto (injeto, ejeto y superjeto: Gilles Deleuze) con lo real (físico, virtual, ampliado, reducido, simulado, mixto, duplicado, metamórfico, cibertransgénico, nanoneurológico...) quedarán, inevitable, rizomática, profunda e irreversiblemente transformados.

Eso que describo ya germina en este "ahora" con la evidencia un tanto agazapada y ominosa de un "misterio a plena luz" regido por "atractores extraños"...

Surgirán, y ya surgen, nuevos fundamentalistas del retorno a "lo natural", pero "lo natural" sin técnica nunca ha existido: la naturaleza se "artificializa" a sí misma, decía el gran poeta-filósofo latino Lucrecio.

Se requiere de apertura y co-funcionamiento de "mente", "artificio" y "corazón" (tecno-kokoro, dirían los japoneses) para que el Homo sapiens sapiens, tecnologizado y complejizado por las "inter-retro-acciones" (Edgar Morin) entre cuerpo, mundo, tecnociencias, valores culturales... y rigiéndose por un nuevo Principio de Cautela o Prudencia, permita que lo posthumano "pronuncie" su nueva (im)presencia en la Existencia, en esta región provisoria del Universo...


© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.


Otros textos relacionados:

Blog Cazador de Agua:
http://tambordegriot.blogspot.com/2013/08/relato-colectivo-hipertextual-con.html?m=0

Blog Otros Textos Mutantes:
https://almanzarbatalla.blogspot.com/2016/01/amor-virtual-con-tacto.html?m=0

https://almanzarbatalla.blogspot.com/2016/02/ecotecnia-con-tacto.html?m=0

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