domingo, 2 de diciembre de 2018

HERIDAS SIMBÓLICAS. Breve anécdota infantil y trágico-humorística

«Videmus nunc per speculum in aenigmate, tunc autem facie ad faciem: Vemos ahora en espejo, oscuramente, mas luego veremos cara a cara». Sanctus Paulus dixit



Por Armando Almánzar-Botello


   Aquel joven matrimonio había procreado a esa inteligente, inquieta y graciosa niña llamada Paola, quien no tenía más de dos años de edad cuando se produjeron los discretos acontecimientos que dan origen a este sencillo relato. 

   El papá de la niña era un pequeño burócrata idealista, muy pobre; mulato criollo a quien le atraían de modo cuasi-delirante la literatura, la filosofía y las artes herméticas. Constituía el hombre un antillano paradigma tropical de lo que el dramaturgo rumano Eugène Ionesco habría denominado “un peatón inefable del aire o la cultura, y el filósofo francés Gilles Deleuze un Bartleby esquizo en línea de fuga, un personaje nómada y conceptual que fluye por la superficie metafísica inmanente del acontecimiento-sentido”. 

   La estricta mamá, de origen extranjero y raza caucásica, brumosa y remotamente relacionada con la más rancia aristocracia europea venida a menos, era, bajo su apariencia, sus máscaras o disfraces liberales y espontáneos, muy rígida, muy pragmática, muy realista, y, como dice la canción: «bella, muy bella, pero vacía, pero tan fría que al abrazarla [el hombre] creía estar abrazando a una piedra...» En fin.

  Aquella mujer, un tanto neurótica y siempre inconforme con los ingresos laborales de su marido, comenzaba secretamente a desear la completa destrucción del vínculo conyugal. Acusaba al soñador esposo de gastar en libros una parte significativa del poco dinero que este ganaba y que debía más bien destinar a la compra de leche para la niña, entre otros gastos prioritarios del hogar.

   Un buen día, después de una noche terrible de discusiones, insultos y resentidos reclamos conyugales, al llegar por la tarde a su hogar procedente de su modesta oficina, el pobre hombre encontró su volumen Heridas simbólicas. Los ritos de pubertad y el macho envidioso, de la autoría de Bruno Bettelheim, con la portada desprendida y colocado justo de frente —pero como al desgaire o por casualidad—, en un llamativo sitio del estante de sus libros que no se correspondía con los temas de antropología, psicoanálisis, sociología o historia. 

   El marido preguntó a su esposa que quién había roto la portada de su libro, y la mujer, con una extraña sonrisa plena de crípticos efluvios, contestó que por un descuido, del cual ella se responsabilizaba totalmente, la pequeña hija de ambos, atraída quizá por la imagen frontal de la obra donde figuraban dos muñequitos que representaban a un niño y a una niña —el volumen se encontraba originalmente en uno de los primeros tramos del librero, al milagroso alcance de la criatura—, tomó al azar el libro entre sus manecitas, y al ver su llamativa portada, la desprendió rápida y golosamente mientras balbuceaba unas graciosas y enigmáticas palabras ininteligibles. 

  El marido nunca supo si la versión de los hechos que ofreció su esposa era la verdadera. Solo recordaba que su mujer, antes y después de la mutilación del libro, cada vez que surgía un disgusto conyugal, del tipo que fuere, siempre le decía: 

   —¡Ojalá te quedes completamente ciego para que no puedas leer ni escribir sin utilizar el código Braille! Tú nunca ganarás el suficiente dinero para pagar a una secretaria que te lea y a la que puedas dictarle tu literatura, como hace Jorge Luis Borges [por esos años, el autor del Aleph todavía no había muerto], ni tampoco llegarás a ser amado en profundidad por una inteligente mujer que esté dispuesta, desinteresadamente, a leer para ti durante horas y horas o a transcribir al código escrito los pueriles y turbios engendros de tu pobre imaginación oral...

 Muchos años después, ya disuelta la relación con su conflictiva esposa, el hombre sigiloso y taciturno, sin ambiciones materiales pero siempre apasionado por el misterio, vivía completamente solo con sus amados libros en una sórdida buhardilla situada en la zona marginal de la ciudad. Allí, sufrió un severo desprendimiento de retina por cuya causa quedó ciego a terror. 

  Entonces, llorando, el anciano recordó el atroz veredicto lanzado largos años atrás por su antigua compañera. 

  Mas cuando vino a resplandecer en su mente aquel (im)previsto accidente ocular, ya el apasionado y solitario perseguidor de misterios había vislumbrado, por la huella prosódica en el tímpano, por la lluvia de letras del Árbol Sefirótico, la insustituible y preciosa Luz de sus Ojos, la misma que lo acompañó, plena de amor, hasta la mágica escritura final y resonante de sus días: su noble, compasiva y perseverante hija Paola, psiquiatra, antropóloga y psicoanalista, especializada en delirios místicos y en locución radial...


© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana


Otro blog en el que figura un texto relacionado con el anterior:

Blog Cazador de Aguahttp://tambordegriot.blogspot.com/2013/06/no-me-gusta-benedetti.html

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miércoles, 22 de agosto de 2018

ANIMALES PARLANTES. (Réplica parcial)

«...Cuando pretendemos ser hombres exclusivamente, nos pensamos de una forma mutilada, disminuida... El hombre y el no-hombre se encuentran en una zona “borrosa” de indeterminación o indiscernibilidad que solo la metafísica considera como un deslinde tajante. Yo hablo siempre con los animales cuando “devengo animal”, cuando descubro de forma práctica, actual y muy concreta, el animal que hay en mí y que voy si(gui)endo… (Derrida). Lo humano implica también lo animal. Existe un realizarse o devenir “hablante” del viviente, de todo viviente, y un encarnarse o descubrirse viviente del mismo logos…»Armando Almánzar-Botello

     Anamorfosis digital de un rostro humano (arriba). 
Jean-Marie Poumeyrol, La Centrale, 1988

Por Armando Almánzar-Botello


...El animal doméstico, sin ser una simple máquina cartesiana similar a las máquinas artificiales mecánicas y/o de silicio, participa de una dimensión maquinal (no mecanicista) que lo convierte en “un ser nostálgico de hombre”...

No obstante, dadas las grandes diferencias interespecíficas, los humanos no podrían “empatizar autorresonantemente” (Georges Devereux) con un perro en determinados efectos complejos de la actividad mental. Para lograr algo que se aproxime a esa experiencia empática el Homo sapiens debe realizar un arduo proceso de “desterritorialización” desde lo humano hacia lo animal, un devenir-animal del hombre (Gilles Deleuze); y el perro, a su vez, debe desterritorializarse hacia los ámbitos humanos: domesticación y adiestramiento.

Este devenir-animal, dicho sea de paso, no consiste simplemente en imitar al perro en su morfología y comportamiento convencionales, sino en liberar en nosotros una suerte de “perro molecular” (Deleuze), entendido como vibración intensiva en nuestro cuerpo de uno de los atributos animales o haecceidades (Duns Escoto) en relación de indiscernibilidad o indeterminación con aquello que concebimos en el hombre bajo el estatuto de “lo (in)humano”.

Hablamos entonces de una suerte de “orinar perreante”, de “aullar-musicar canino”, de “olfatear-poetizar perruno”… Pero sin imitación convencional de esos atributos, sino por convergencia microscópica de flujos y por resonancia del animal en nuestro Cuerpo sin Órganos…

Por su parte, el animal deviene otra cosa, no por filiación o genealogía sino por alianza, por transversalidad, por simbiosis (Deleuze). El perro doméstico padece una suerte de “nostalgia” de lo humano. Es un animal “nostálgico de hombre” que vive aquello que se ha denominado, metafóricamente: “la melancolía extática de los perros.”

El animal solo se “contamina de humanidad al desterritorializarse; el hombre es un animal que se olvida de su animalidad reprimiéndola en su Inconsciente como discurso del Otro. (Lacan).

Ergo, “casarse” con un(a) perro(a) con la plena confianza de que nos comprenderá plenamente, es casi un genuino acto de fe como creer en Dios o en los trasmundos... ¡Esto no es un mero sofisma!

No obstante, ¿están así de claras las cosas? ¿No sería el animal, más que la mujer misma, la víctima por excelencia del macho en el contexto de una violencia falocrática, de una voluntad de dominio que Jacques Derrida vincula con esa instancia que él denomina carno-falogo-fonocentrismo occidental?

¿Se descubre hoy erosionada esta supremacía de lo fálico-androcéntrico, y se hace necesario un nuevo principio regulador en la compleja dinámica postmoderna de lo uno y lo múltiple?

Las sociedades protectoras de animales, la creciente presencia del animal como partner en lo humano-conyugal, las “polimórficas” dislocaciones, patológicas o no, de las estructuras tradicionales de parentesco (la familia en desorden: Élisabeth Roudinesco), ¿serían vivos testimonios de una etapa compleja de transición simbólica, técnica y “civilizatoria” en la que dicho animal está llamado a desempeñar un nuevo e insólito papel?

¿No sería el animal un verdadero Otro absoluto que reclama el ejercicio de nuestra piedad, que pone en juego, del modo más básico, esa apelación fronteriza, abismal, a nuestra compasión, a nuestra alteridad, a nuestra (in)humanidad constituyente? (Fragmento).


Marzo de 2012


© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

                                         
                                        David Lynch: The Alphabet

Otros blogs en los que se encuentra este mismo texto y/o escritos afines:

Blog Cazador de Agua¿Los perros pueden leer la mente de sus dueños?

Blog Cazador de AguaPadre perro que...

Blog Cazador de AguaLa mujer y los perros. (Breve fragmento).



Franz KafkaInvestigaciones de un perro. En MP3:


En este mismo Blog Otros Textos Mutantes


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ADENDAS 2013 

ANIMALES PARLANTES

Por Armando Almánzar-Botello

Prosiguiendo con las conceptualizaciones de Gilles Deleuze y también de Giorgio Agamben, podríamos decir que todo “nuevo arte o pensamiento de resistencia” se opondría de modo parsimonioso al trazado cartográfico de jerarquías esencializadas y separaciones absolutas entre “adentro” y “afuera”; “vegetal” y “animal”; “humano e inhumano”; “orgánico” e “inorgánico”; “vida desnuda” y “vida cualificada políticamente”. Es decir, se opondría a la separación tajante entre “zoé” y “bíos” (categorías aristotélicas).

Por varios años he trabajado y vivido con un texto del gran filósofo francés Jacques Derrida, titulado en español: “El animal que luego estoy si(gui)endo (“L' animal que donc je suis", en francés). 

También me han acompañado durante largo tiempo algunas obras que apuntan en la misma dirección, escritas por grandes pensadores de la animalidad liberada como Spinoza, Friedrich Nietzsche, Isidore Ducasse, Franz Kafka, Theodor Adorno, Gaston Bachelard, Gilles Deleuze, Peter Sloterdijk, Giorgio Agamben, entre tantos otros… 

Con ellos he aprendido que lo que se ha convenido en llamar “lenguaje” constituye una paradójica línea bifronte de conjunción/disyunción entre lo humano y lo animal. 

Cuando un animal “nos habla” (en jueves de Corpus Christi o no), sencillamente realizamos una suerte de experiencia epifánica o actualización de la radical alteridad potencial que nos constituye a todos.

Cuando pretendemos ser hombres exclusivamente, nos pensamos de una forma mutilada, disminuida... El hombre y el no-hombre se encuentran en una zona “borrosa” de indeterminación o indiscernibilidad que solo la metafísica considera como un deslinde tajante.

Yo hablo siempre con los animales cuando “devengo animal”, cuando descubro de forma práctica, actual y muy concreta, el animal que hay en mí y que voy si(gui)endo… (Derrida).

Lo humano implica también lo animal. Existe un realizarse o devenir “hablante” del viviente, de todo viviente, y un encarnarse o descubrirse viviente del mismo logos… Dijeron varios animales europeos que “el hombre” es un umbral que separa y comunica, simultáneamente, lo humano y lo inhumano, la subjetivación y la desubjetivación.

Doy constancia de mi ser divino, gruñendo. Testimonio de mi animalidad, hablando de dioses.

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VISIÓN ECOLÓGICA 
DE LAS RELACIONES ENTRE EL HOMBRE Y LA TÉCNICA. (Fragmento)


Por Armando Almánzar-Botello

En un contexto ligeramente anterior a los planteamientos humanistas de Jürgen Habermas en su obra El futuro de la naturaleza humana (2001 en alemán; español: Paidós 2002), y coincidiendo con el mismo año (1999 en alemán) en que Peter Sloterdijk publica Normas para el parque humano (en español: Siruela 2003), ensayos en los que, respectivamente, son abordados de modos muy distintos el destino y los peligros del humanismo en la era de la tecnociencia (Habermas), y la necesidad de una nueva ecología (a)humana, descentrada, éxtima o posthumanista que incluya en su visión compleja y en su campo de inmanencia lo maquínico y tecnológico (Sloterdijk, Deleuze, Guattari), escribía yo sobre la superación de cierta visión antropocéntrica por un pensamiento post-metafísico de vocación ecológica, el cual, en mi caso concreto y también en el de Sloterdijk (guardando las debidas distancias), contaba, entre sus corpus teóricos precursores más inmediatos, con las meditaciones y agenciamientos conceptuales —sobre las relaciones entre el hombre, las máquinas y la técnica—, procedentes de Lewis Mumford, de Martin Heidegger, y, sobre todo, de Gilles Deleuze y Félix Guattari.

Sobre la crisis del humanismo en el llamado contexto de la posmodernidad, y sobre la culminación metafísica de la técnica y su posible transmutación liberadora, decía yo en 1999:

«...El exilio de las mitologías encarnadas, la erosión de la “cosmicidad” como telón de fondo de las culturas locales, constituyeron el precio a pagar para la generación del sujeto universal del conocimiento objetivo, abstracto. Con este exilio de la “otredad” la naturaleza se transforma en un simple almacén de energía explotable. Cesa el diálogo contemplativo entre el hombre y el mundo... Posteriormente, surge un espacio global y homogeneizante de banalización de los sentidos, donde un ego infatuado y ciego despliega su ideología “sagrada” de la libre empresa. Territorio del “acercamiento” inesencial sin proximidad verdadera en el reino del ciberespacio, en la fría superficie de la Organización pautada por la lógica del dominio totalizante.

Desde una perspectiva crítica similar a la de un Heidegger, se nos muestra que el pensamiento racionalista de la apropiación de objetos es una modalidad histórica del descubrimiento de la verdad, pero que, en su arrogancia y desmesura contemporáneas, se ha convertido en un factor de “ocultamiento” y extravío.

Se ha dicho de muy variadas formas: ya se ha producido la catástrofe. Hemos presenciado el estallido del recinto y la integridad de los cuerpos, la destrucción de los saberes míticos antiguos para dar paso al conocimiento técnico uniformizante y manipulador. A ese conocimiento impersonal y violento que, como nos explica Lacan, descubre en la naturaleza desencantada “nudos de significantes que ya no quieren decir nada para nadie”.

En este contexto de crisis y consumación de la metafísica del Gestell, del dominio tecnológico programador, una estrategia filosófico-poética y postmetafísica tendría por metas la re-erotización e imantacion del espacio por un pensamiento de la proximidad y del contacto reconquistados. Sensibilización estética del hombre tecnológico con la finalidad de que recupere su dialogismo cósmico. Promoción de una “nueva caligrafía cognitivo-estética de alto voltaje”. Ella permitiría el despliegue de la sensibilidad en un espacio propicio para el diálogo entre los hombres, las plantas y los animales; el motor salvaje de la estrella y el satélite artificial; los minerales, las máquinas y los espectros. Nueva ecología poética de la mente...

A pesar de haberse hoy evaporado el espesor simbólico de las antiguas mitologías, el pensamiento posthumanista y post-metafísico puede restablecer —superando el determinismo tecnológico, liberando a la máquina de las interpretaciones reductoras del racionalismo— la dimensión maravillosa y enigmática de lo real, la unidad contradictoria de la vida y la muerte, la afirmación o síntesis disyuntivo-inclusiva de lo dispar...». (Fragmento). Armando Almánzar Botello. “Entre un músico Tang y un jarro de Oaxaca” (Texto retocado), en “Coloquios '99”, 2000, pp 317, 318, 320. Comisión Permanente de la Feria del Libro. Santo Domingo, República Dominicana.


2013


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martes, 14 de agosto de 2018

El hambre sufre sin nombre...

«Cierto es que hay mucha miseria. No solamente la miseria que viene de la esterilidad de la tierra, sino la gran miseria, la que viene de la esterilidad de las almas y de la dureza de los corazones.» “El Erial”. Constancio C. Vigil



Por Armando Almánzar-Botello


No soy yo el llamado a dar aquí una respuesta al terrible problema de envergadura planetaria que constituye la pobreza en sus formas más extremas. 

Digo ciertas cosas y sé que me repito. Pero la repetición monstruosa por excelencia es la del SISTEMA CAPITALISTA tal como funciona actualmente: repetición compulsiva de la INJUSTICIA MÁS TERRIBLE A NIVELES GLOBALES.

No quiero ni puedo ni pretendo ofrecer falsas recetas milagrosas, al modo de los políticos tradicionales, a un problema tan grave como este. No soy un demagogo ni un tecnócrata especialista en el tema. No juego con la esperanza de la gente. Soy simplemente un sujeto ético-político que intenta pensar en situación.

No obstante, voy a reproducir casi los mismos términos que utilicé en una reflexión anterior, cuando intentaba responder a una pregunta sobre qué podríamos hacer los oprimidos frente a las trabas que representan el poder médico, las compañías aseguradoras de salud y las corporaciones farmacéuticas en su ciega vocación mercurial dentro del pérfido y seductor sistema tardocapitalista.

El problema del hambre debe inscribirse en el contexto de las luchas políticas contra la dimensión inhumana del actual capitalismo salvaje.

No es tan solo un asunto de mero déficit de producción y abastecimiento para satisfacer las necesidades alimentarias de las poblaciones, sino de insuficientes canales de distribución y perversas políticas de financiamiento orientadas fundamentalmente a producir ganancias para grupos restringidos en perjuicio de la mayoría de las personas.

Pero tampoco el problema del hambre es simplemente económico. Hay en juego una importante dimensión política, jurídica, ética, antropológica que se hace preciso pensar/actuar desde las voluntades, responsabilidades e iniciativas de ciudadanos, políticos y gobernantes.

Una de las respuestas al problema del hambre en el mundo implica asumir desde los Estados nacionales las políticas productivas y de distribución que respondan a las reales necesidades y demandas de las poblaciones y no simplemente a las operaciones y protocolos de las oligarquías locales sin proyecto nacional, esos grupos de poder que perciben sus beneficios asumiendo el papel de meros instrumentos de las corporaciones multinacionales y transnacionales.

Dichas corporaciones, desde sus respectivas metrópolis imperialistas o desde su campo global de operaciones económicas desterritorializadas, en nombre de la mal llamada Libre Empresa se sienten con derecho a violentar la sustentabilidad ecológica del planeta y los intereses fundamentales de la humanidad.

Ciertamente la referida lucha contra corporaciones y neocolonialismos, aunque urgente, es una vía difícil y sus resultados más notables solo podrán verse a mediano y largo plazo, porque hasta la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en muchos aspectos, responde a los mandatos descarnados y mezquinos de esas mega-corporaciones.

Pero, como digo, se hace urgente profundizar y desplegar una alianza de “intereses populares glocales” —digámoslo así—, apoyada en un Derecho Internacional revisado, perfeccionado, y que no sea una simple validación en la letra jurídica de una injusticia profunda a nivel planetario, manifiesta en la actual asimetría de velocidades en el desarrollo integral de las diversas naciones.

Se hace necesario defender a los ciudadanos de la voracidad de los emporios transnacionales aliados a sectores oligárquicos locales que, como decía en un contexto similar Octavio Paz hace unos años, no ven a sus respectivos países como proyectos auténticamente democráticos de convivencia, sino como meros territorios de operaciones lucrativas.

No pretendo demonizar a todas las empresas productoras ni a todos los esfuerzos políticos que operan en este campo. Simplemente considero que se deben afinar los mecanismos de lucha política en la llamada Sociedad Civil Popular, a fin de defender a las poblaciones marginadas mayoritarias de los desaforados intereses mercuriales de las grandes corporaciones y de la vocación rapaz e irresponsable de las oligarquías locales.

En esta lucha contra los oligopolios, monopolios, la inequidad y la “acumulación primitiva” de capital en zonas de tan sensible importancia como la salud, la alimentación, la vivienda y la educación de los ciudadanos, deben conjugarse ciertas intervenciones estatales firmes y bien ponderadas —en los aspectos económicos, técnicos, políticos y bioéticos—, y la acción militante de “grupos-agente” orientados a la lucha política multidimensional en defensa de los intereses de las poblaciones contra la fuerza destructiva del biopoder (incluido el llamado psicopoder digital) y del Gran Capital Inhumano y Guerrerista.

Se hace necesario, repetimos, desarrollar políticas de financiamiento para fortalecer los aparatos productivos de los países, y promover la SOLIDARIDAD REAL entre las naciones pensando en la satisfacción de las necesidades alimentarias de la gente, sobre todo la más pobre o vulnerable, y no solo en la inhumana maximización de beneficios de las grandes empresas.

Sé que resulto reiterativo y también soñador. Pero debo resaltar que se requiere la continuación de una lucha macro y micropolítica que comporte, sobre la marcha, la definición de alianzas estratégicas entre naciones y sectores de poder que estén dispuestos a creer en nuevos proyectos nacionales en el contexto de la globalización, y que respondan, como he dicho, a la satisfacción de necesidades concretas de las mayorías marginadas y no a los simples lineamientos del “(psico)biopoder glocal”, instancia esencialmente ajena a los intereses de los sujetos.

Creo en el combate político que abarque un doble registro: la lucha descentralizadora de cara a la comunidad local y global, esa lucha que intenta construir “una cierta autonomía relativa desde abajo”, sustentable, abierta a múltiples formas de propiedad y gestión, y la lucha por redefinir el funcionamiento del Estado.

Es preciso promover la emergencia de fuerzas y agentes políticos que reorienten el papel de la cosa pública y que piensen en los intereses de las grandes mayorías desposeídas y en el porvenir institucional pluralista y verdaderamente democrático de los diversos países del mundo.

Debemos, hoy más que nunca y en el contrato tácito de la solidaridad, intentar el correcto planteamiento y solución de problemas mediante el “pensar global/actuar local; pensar local/actuar global”, como nos recuerda Edgar Morin en su Pensamiento Antropolítico Complejo.

Alianza internacional, en nombre de la justicia, contra el afán de lucro y la irracionalidad de ciertas políticas económicas de las Grandes Potencias Consumistas y sus secuaces “glocales”.

Esas políticas no sustentables de la inequidad —“bélicofinancieras” y genocidas de hecho—, sencillamente conducen a nuestro Planeta, de forma vertiginosa, a la catástrofe de lo peor.



Jueves, 12 de enero de 2012. (Texto ligeramente retocado).


© Armando Almánzar Botello.  Santo Domingo, República Dominicana.


Dos enlaces relacionados con este:

Blog Cazador de Agua
https://tambordegriot.blogspot.com/2012/01/el-hambre-sufre-sin-nombre.html?m=0

Blog Otros Textos Mutantes
https://almanzarbatalla.blogspot.com/2017/06/imperialismos-violencias.html

https://almanzarbatalla.blogspot.com/2015/04/democracia-por-venir-jacques-derrida-o.html

https://almanzarbatalla.blogspot.com/2015/05/antigona-frente-creonte-proposito-de.html

https://almanzarbatalla.blogspot.com/2018/05/psicopolitica-versus-biopolitica-breves.html

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domingo, 5 de agosto de 2018

Ego, Identidad relacional, Máscaras y Defundamentación. (Tres notitas de 2011)

«...La idea de “persona” debería sustituirse por la idea de “máscara” o “disfraz”: pues la persona o el yo esconde, bajo su aparente unidad, una multiplicidad. Bajo el yo indiviso se esconde Multitud. Cada uno de nosotros encierra, por tanto, una multitud de máscaras. No hay unidad sino desdoblamientos y travesti...». Eugenio TríasFilosofía y Carnaval

Máscaras kwakiutl

Por Armando Almánzar-Botello


Desde el punto de vista de Trías en Filosofía y Carnaval, no hay un rostro verdadero, no existe un fondo último de la persona. Esta es la ilusión del humanismo metafísico: un yo-fetiche, esencializado. Por eso me gusta la alusión que hace el poeta Dionisio Cañas a las máscaras múltiples.

Las máscaras múltiples de los indios kwakiutl, por ejemplo, implican la actualización de diferentes estados o dimensiones de lo sagrado. Son hierofanías múltiples que remiten a la idea de una polivalencia y multiplicidad de lo sagrado, tal como lo entendía Eliade. En el caso de Trías, creo se alude más bien, y sigue en esto a Nietzsche y a Antonin Artaud, mencionados explícitamente en su texto, a la dimensión de la “defundamentación”, a eso que Artaud denomina la Fiesta, y que representa una crisis de los fundamentos en su Teatro de la Crueldad.

Nietzsche, en Más allá del bien y del mal nos habla de la experiencia gozosa de esa “defundamentación” cuando dice que detrás de cada caverna se abre otra caverna todavía más profunda, y que debajo de toda superficie se abre un mundo subterráneo más inmenso, más vasto, etc. etc. Aquí no se toca nunca fondo (grund) sino abismo y sinfondo (abgrund). La idea del desenmascaramiento como revelación de un rostro verdadero, duro, esencializado, es concebida por el Trías de Filosofía y Carnaval como una simple ilusión metafísica.

Para él, la “verdadera y única sinceridad” posible se encuentra en el reconocimiento del carácter ficticio de las máscaras. Trías llama represión de la imaginación a la hipóstasis de una máscara, a la sustancialización de “una” máscara (en este sentido el Poder como Dominio es la instancia por excelencia de sunstancialización).

Posteriormente, Trías trabaja en su obra La razón fronteriza una concepción de la subjetividad y de la razón muy próxima a la conceptualización lacaniana del sujeto. Entiende Trías la razón como algo “fronterizo”, como instancia no sustancial y no definible en el contexto de la razón idealista, de la cogitación cartesiana que persigue la certeza. Entiende que la vía regia de acceso al “más allá del límite”, al más allá de lo que él denomina el “cerco del aparecer”, es el “Símbolo” como campo de mediación. Con el símbolo así concebido reaparece una vez más la dimensión polivalente y enigmática de la máscara, como apertura al círculo hermético

Lacan hablaba de que, al final de un análisis, cuando han caído al parecer todas las máscaras, solo queda la sucesión eventualmente formalizable de las máscaras…». Fragmento © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. 2011


RELACIONISMO VIRTUAL Y CYBORGIZACIÓN...


«Frente a este “relacionismo” exacerbado que impone el mundo actual con la espectralización y virtualización cibernéticas de las interacciones sociales y la “heterodireccionalidad” que ello inevitablemente comporta, el sujeto asume un narcisismo defensivo de tercer grado.

Junto al narcisismo primario del yo (moi) imaginario que surge en la Fase de Espejo (entre los 6 y 18 meses de edad en el sujeto humano) y al narcisismo secundario del “ideal del yo” que permite al sujeto una catexis permanente y aseguradora de su propia imagen, surge una vertiente de mascarada narcisista sobreañadida que el sujeto utiliza como expediente imaginario de “vendaje” para garantizar la apariencia de su unidad en un contexto que tiende a “saturar” las posibilidades de catexis del yo narcisista “tradicional”.

Ese narcisismo “terciario” es una suerte de “narcisismo protésico hipertrofiado” que intenta salvar al sujeto de su disolución en un mundo espectralizado por las comunicaciones telemediáticas.

¡De hecho, el sujeto es siempre procesual! Se encuentra en un proceso permanente de “desterritorialización/reterritorialización”, de “pliegue/despliegue/repliegue” (Gilles Deleuze), de reformulación de su dimensión simbólica o tética por el impacto de lo semiótico constituyente (Julia Kristeva).

El sujeto vive en relación permanente con un Afuera genético que funciona como una suerte de “extimidad” problemática que disuelve la oposición clásica afuera/adentro.

El sujeto expuesto a esa “extimidad” como Afuera genético realiza un proceso de redescripción permanente de sus límites y aumenta sus valencias activas, pero sobre-expuesto, se satura y estalla en una serie de “facetas yoicas” que requieren de un vendaje protésico.

De ello son ejemplo “los llamados narcisismos postmodernos”.

La idea de “yo saturado” proviene del campo del constructivismo y fue acuñada por Kenneth Gergen en su obra del mismo título. He transitado por sus páginas, mas nunca me he interesado demasiado en este libro por el manejo que en dicho texto hace Gergen de ciertos conceptos psicoanalíticos que forman parte, directa o indirectamente, de lo que el psicoanálisis lacaniano denomina, críticamente, vulgata de la “Ego Psycology” y “Teorías de las Relaciones de Objeto”… Esto no quiere decir que el concepto de “yo saturado” carezca de toda utilidad operativa y conceptual…

No obstante, para la comprensión de este problema de las relaciones entre subjetividad, cyborgización y virtualización prefiero estudiar a Pierre Lévy, a Philipp Quéau, Donna Haraway, Martin Heidegger, Jacques Derrida, Jean-Luc Nancy, Jean Baudrillard, Mark Dery, Gilles Deleuze, Slavoj Žižek; a Marc Guillaume, Paul Virilio, Tomás Maldonado, Sherry Turkle… a lacanianos de hispanoamérica como Jorge Alemán Lavigne y Néstor A. Braunstein…». Fragmento © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. 2011.


ESQUIZOFRENIZACIÓN...


«El epígrafe de Trías no necesariamente alude a la esquizofrenización del sujeto como patología y crisis (hundimiento); esa “despotenciación de la subjetividad” por vía de la proliferación de máscaras que opera Trías, se refiere a la caducidad histórica de cierto humanismo tradicional y su concepto de “persona” como unidad plena y sin falta. Es una crítica a la concepción cartesiana del sujeto como unidad.

A lo que apuntan el texto de Trías y la reflexión sobre el sujeto escindido en el mundo contemporáneo, es a una redefinición del estatuto de sujeto, que de ser considerado como una unidad armónica, pasa a ser concebido, en el contexto del pensamiento de Nietzsche y Freud, como un ser múltiple, contradictorio, diverso, plural y en proceso. Aunque desde Kant y Schelling, el “carácter limítrofe del sujeto” comienza a perfilarse.

El sujeto no es una unidad sino una tensión dialéctica entre unidad y multiplicidad, entre lo fijo y lo fluido, entre lo autónomo y lo relacional.

Después de Nietzsche, Freud, Heidegger, Lacan, Deleuze, Derrida, Laclau, Meschonnic, Trías, etcétera, el sujeto es una conjunción de territorialidad y desterritorialización, de suspenso de flujos y de puro devenir. Esa tensión relacional y “continuista” entre instancias opuestas o diferentes es lo que define, como dislocación, el estatuto del sujeto contradictorio.

Como dice Trías —quien dicho sea de paso no utiliza en la última etapa de su pensamiento la categoría de sujeto sino la de “fronterizo”—: el “sujeto” fronterizo es una tensión entre el círculo hermético y el círculo del aparecer...». Fragmento © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.


2011

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domingo, 22 de julio de 2018

ASTUCIAS DE LAS ISLAS...

«Al abandonar el libro, no lo abandonamos: habitamos su ausencia. Del mismo modo, fuera de su espacio común, únicamente legible para ellos, el guardián al pie del faro y el escritor lejos de su mesa.»  Edmond Jabès: Fragmento de “Carta a Jacques Derrida sobre la cuestión del libro”.

                              Geo Ripley, “Oddudua. La piedra que es vida”2005

Por Armando Almánzar-Botello


1

Tinta ofidia oficia en la oficina metafísica, 
falsía fonofálica de ósculos mefíticos. 

Viejas pieles de culebras, fragmentos de alfabeto, 
fetos de jutía en su eternidad taxidérmica...

Son astucias caribeñas, 
                                                rítmicos tambores,
borborigmos glosolálicos... 
                                                viscerales:                        
                       ¿poesía?


2

Amanece.
Traza un dedo silencioso el rumor del horizonte.

Al borde casi de mis letras,
báñanse desnudas mujeres en la playa. 

Oficia limpio el mar su verde soplo de infinito, 
y fluye su enigmática escritura el cefalópodo...

Aúlla en rojo la ciudad con la revuelta.
                                                                  Se abre al fin un libro:

En sus páginas la mano borra sombras de fonemas...



Septiembre de 2000



© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

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sábado, 30 de junio de 2018

¿Misreading (1) de la escritura de Roland Barthes?

Barthes estructuralista, postestructuralista, vitalista...

«… Es cierto que existe un racismo anti-intelectual, y que el intelectual sirve de chivo expiatorio como el judío, el pederasta, el negro. El proceso a los intelectuales se reactualiza periódicamente en Francia desde el romanticismo. Es un proceso entablado por “el buen sentido”, por la gran opinión conformista. Por lo que se llamaba en Grecia “la opinión recta”, es decir, lo que se supone que la mayoría debe pensar. La pequeña burguesía, clase mayoritaria, es peligrosa: zarandeada entre la burguesía y el proletariado, siempre terminó por adherir a los regímenes fuertes y fascistas (...) La menor dialéctica, la más mínima sutileza asusta tanto a esta gente de espíritu grosero que, para defender su propio espesor, traen a colación el buen sentido que suprime todos los matices.» Roland Barthes, El grano de la voz, Siglo XXI Editores, México, 1983, página 320.


Por Armando Almánzar-Botello


     Si de entrada me perdonan el relativo descomedimiento, les diría que el artículo de Christopher Domínguez Michael sobre Roland Barthes (2) “me” parece muy “datoso”, pastoso, y finalmente, poco substancioso.

En su mayor parte lo que dice son vérités de La Palice o verdades de Perogrullo, con las que el distinguido y joven escritor, periodista e intelectual mexicano, Premio Xavier Villaurrutia 2004, “jala agua pa’ su propio molino”.

Eso último no estaría mal si lo hubiese hecho con la gracia y la inteligencia que precisamente lo caracterizan, pero, en este artículo ensayístico del talentoso y reconocido novelista, crítico e historiador mexicano, estos referidos atributos, a la luz de nuestro limitado entendimiento, “brillan de un modo resonante” por su más cabal ausencia.

A pesar de ello, y bajo una forma muy curiosa, he disfrutado de su lectura...

Para “mí”, algo muy importante en la superación de la doxa estructuralista del primer Barthes lo constituye el hecho de que el crítico francés habló, con posterioridad a la tesis tan cacareada de la “muerte del autor”, de un “retorno amistoso” de este —Sade, Fourier, Loyola (1971) RB—, pero no en su condición de personalidad civil, simplemente biográfico-especular, sino en su carácter de cuerpo: cuerpo erógeno, libidinal, escritural, textualizado: “pluralidad de encantamientos” y parlêtre lacaniano, a entender como cuerpo pulsional y parlante... 

En aquel breve y lúcido libro de Barthes titulado El placer del texto (1973), el gran semiólogo y crítico francés nos habla de una “escritura en alta voz” reveladora del cuerpo pulsional, próxima también dicha corporalidad —anoto “yo”, cauteloso, en los márgenes del debate—, al  cuerpo derridiano y coreográfico correspondiente a la “voz sin azogue”, al cuerpo “bio-tánato-heterográfico” que luego nos “teorizaría” el mismo Jacques Derrida, o al “Cuerpo sin Órganos” (CsO) tal como lo piensan Antonin Artaud y Deleuze-Guattari… 

Ver en esa mutación conceptual de Barthes, prefigurada en su penetrante y transgresiva obra S/Z (1970), sobre el Sarrasine de Balzac, una traición a “la causa estructuralista”, un reflejo de deslealtad, hipocresía y “pedantería calculada”, revela, por parte del escritor y periodista mexicano, una mala fe hermenéutica y/o un simple desconocimiento del destino dinámico del pensamiento, algo que resulta muy grave en su condición de historiador de las ideas.

¿O simplemente la postura fingidamente misoneísta de Domínguez Michael constituye un reflejo de la más reciente “geopolítica cultural reorientada” como campo unificado, en el marco de nuevos acuerdos de libre comercio cultural y de nuevas cotizaciones de los “Clásicos” en la Bolsa de Valores Culturales?...

En su etapa post-estructuralista, Barthes, explícitamente, abandona, por ejemplo, al Gaston Bachelard de la analítica de lo “imaginario” para entrar en el terreno conceptual —sensiblemente modificado— del Jacques Lacan de la jouissance, del goce/placer del texto, de la letra y la escritura como litera-litoral del fenotexto/genotexto…

A pesar de lo que podríamos leer entre líneas en lo escrito por Domínguez Michael, en aquel Barthes post, pensador de la escritura y crítico de otro modo, se abre un campo teorético-reflexivo muy fértil para una relectura, no solo de los clásicos, sino de los modernos y los postmodernos...

La “flexibilización” del autor de Elementos de Semiología con respecto al rigorismo positivista del estructuralismo duro, no implica un abandono mondo y lirondo de toda teoría. Entenderlo así sería reflejo de un déficit cognitivo de nuestra parte. Esto lo aceptaría, sin dudas, el brillante escritor mexicano cuyo artículo ocupa nuestras divagaciones.

Por cierto, y como amplificación ilustrativa, especificamos que, a pesar de lo que creen los que nunca han sabido o podido leerla, la obra de Jacques Lacan, una de las improntas decisivas en la configuración de una buena parte del utillaje conceptual y metodológico del segundo Barthes, el postestructuralista, constituye, a la fecha, uno de los pensamientos críticos de mayor vitalidad y vigencia hermenéutica —no solo en el ámbito francoparlante e hispanoamericano, sino también en el resto de Europa, en Japón, y, sobre todo, en los Estados Unidos.

Esa obra lacaniana, traducida y comentada por críticos, psicoanalistas y pensadores de la dimensión de Terry Eagleton, Moustapha Safouan, Bruce Fink, Jacques-Alain Miller, Gianni Vattimo, Slavoj Žižek, Alain Badiou, entre otros, constituye un corpus decisivo para una más afinada comprensión de la literatura, el arte, la política y los problemas del mundo capitalista contemporáneo entendidos como síntomas a interpretar, explorar, merodear, recrear, subvertir y transmutar...

La concepción barthesiana de la lectura como “relación auto-transferencial del sujeto lector con el texto”, de inspiración poético–simbolista (Mallarmé) y freudo-derridiano-lacaniana, rompe con el estatuto del texto como simple “documento”, como “objeto científico” susceptible de “padecer”, en su análisis semiótico, el principio rigorista de exhaustividad propio del positivismo estructuralista.

Esto lo saben todos los que han leído a Barthes con cierta atención mínima. Ello no implica ninguna traición a la “revolución” estructuralista, sino la comprensión profunda de los límites de un método y la necesidad de cambiar de “espejuelos epistemológicos”.

En este párrafo de Christopher Domínguez Michael se revela toda la maligna “ingenuidad” erudita de los que piensan como él:

«Yo apruebo la traición de Barthes pero no puedo sino dedicar un pensamiento a los engatusados. Si la teoría literaria solo era una ficción (así concluye Compagnon Le démon de la théorie. Littérature et sens commun, 1998), ¿no habría valido la pena, en vista de sus consecuencias nefastas, ahorrársela?». CDM.

Reiterando lo dicho en otro contexto yo me pregunto y le preguntaría también a Domínguez Michael en su condición de historiador de las ideas: ¿Cómo se puede “ahorrar” un intelectual los problemas conceptuales que impone la episteme, la cartografía cognitiva o el paradigma gnoseológico de su época? ¿Cómo ahorrarse el momento “positivista” del estructuralismo francés, después del “agotamiento” crítico del modelo fenomenológico de finales de los años 50; período en que, el portaestandarte de este método —Jean-Paul Sartre—, se orienta hacia el análisis marxista de la sociedad?

Hay que recordar que una de las legítimas acusaciones lanzadas contra la crítica literaria, existencialista o no, anterior al compromiso de Sartre con el marxismo, era que esta constituía —en el mejor de los casos—, una mera ejemplificación de la cartilla temática de Hegel y la fenomenología, y/o una cansada serie de modalizaciones del pensamiento de filósofos como Husserl, Heidegger, Sartre, Merleau-Ponty, Bachelard, Blanchot, Simone de Beauvoir…

A este repetitivo y jadeante “eruditismo” crítico solo servía de contrapunto, hasta el advenimiento del estructuralismo, el simple comentario impresionista, espontaneísta y caprichosamente banal, carente de rigor cognoscitivo, de consistencia conceptual y de auténtica criticidad.

Ese cuestionamiento a una empobrecida práctica crítico-literaria que asumía como bandera metodológica una desgastada lectura de la fenomenología y del existencialismo, estaba “implícito y latente” en los mismos sectores pensantes del Zeitgeist europeo, en las estructuras atmosféricas de conciencia intelectual de la época. En este sentido, hay pruebas palmarias que no es preciso mencionar en este contexto.

El estructuralismo francés de los sesenta vino, como un “corte epistemológico” —Louis Althusser dixit—, a llenar la necesidad “dialéctica” —no le temo a la palabrita ni al concepto en el ámbito de las llamadas ciencias humanas—, de establecer un diálogo entre el marxismo, la filosofía, el psicoanálisis, la historiografía, la antropología y la lingüística estructural—: piénsese, no más, en Lévi-Strauss, Dumézil, Greimas, Benveniste, Foucault, Derrida, Lacan y en los mismos Althusser y Barthes…

Todo ello tuvo, evidentemente, sus efectos inevitables sobre la teoría y la crítica literarias. Positivos y negativos.

Barthes fue en este aspecto un hombre de su época. Pero como Foucault, como Lacan, como Althusser, como Derrida... no permaneció anclado en los presupuestos conceptuales y metodológicos estructuralistas, por efecto del inteligente y poderoso dinamismo interno de su propio pensamiento.

Barthes diría después que, con respecto a pensamientos como el de Lacan, Derrida y Deleuze, él se encontraba en la “retaguardia de la vanguardia”.

Dicho sea de paso, Foucault, Derrida y Lacan nunca fueron estructuralistas ortodoxos. Recuérdese que Derrida, por ejemplo, afirma que su visión “gramatológica” desarrolla las exigencias más legítimas del estructuralismo pero que desborda este cancel epistémico. Lacan, por su parte, elabora un concepto de significante que por su torsión del concepto saussuriano de signo no es propiamente estructuralista, aunque parta de esa metodología.

Las acusaciones de impostura vendrán muchos años después, provenientes de “eminencias canallas” que nunca realizaron el esfuerzo de leer, en su justa dimensión, a un Lacan, a un Derrida, a una Kristeva o a un Deleuze… Resentimiento “imperial” del sentido común y el buen sentido contra la difícil coherencia crítica de las lógicas para-consistentes y paradójicas.

Cito este otro párrafo de Domínguez Michael que despierta también mis sospechas ideológicas:

«En el centro del sistema de Barthes (adelanto así mucho de lo que no me gusta) había una hipocresía de origen, una deslealtad, un desprecio sofístico por la credibilidad del vulgo universitario, una pedantería calculada. Barthes fue el primero de los buenos lectores de Barthes que se dio cuenta de la impostura y actuó en consecuencia, se deshizo del teórico y dedicó su literatura al misterio supremo, el de su propia vida, amores y muertes». CDM.

Este odio a la teoría y al pensamiento filosófico, que se transparenta en el anteriormente citado “montoncito de palabras”, resulta que no es más ni menos que un “mero mero” anti-intelectualismo, una simple pose y un desconocimiento o “renegación perversa” del positivo impacto que el estructuralismo teórico-conceptual y metodológico —no solo en los ámbitos de la literatura y la critica— tuvo en su momento en la atmósfera cultural europea y mundial.

En las citadas palabras de Domínguez Michael se torna explícita, además, una creencia “ingenua” en la categoría problemática de “vida”, concepto que tantas meditaciones ricas y complejas ha motivado desde Platón y Aristóteles a Nietzsche, desde Bergson a Deleuze y Derrida, en sus relaciones con el arte y la literatura en particular…

La concepción de “la vida” que se perfila por detrás de las palabras del periodista y ensayista mexicano, trasluce un uso en verdad muy fuzzy (borroso), pueril, antifilosófico y cínico de esta categoría. El pensamiento de Gilles Deleuze nos permitiría percibir en el discurso de Domínguez Michael una confusión de persona con personaje conceptual, de “la vida con una vida (une vie), de accidente con acontecimiento... Se puede rastrear, además, una errada indistinción, implícita o explícita, entre autor biográfico y sujeto de la escritura.

Con dicho uso convencional del sintagma “propia vida, amores y muertes”, nuestro ensayista simula confundir el retorno amistoso del “autor”, aludido por el Barthes post-estructuralista, con el retorno banal de la crítica impresionista, de la biografía “bruta” (novela que no se confiesa como tal, como decía el mismo Barthes), de las “mitologías de la propia vida” más convencionales y críticamente menos alertas y esforzadas, cónsonas con el batón, el botín, el bote y el boato, cuando no con el betún de la estigmatización segregativa oculta bajo las mentidas apariencias “inclusivistas” de un burdo pragmatismo del “agarra la gallina y retuércele el gollete”.

Sin negar la caducidad de las preceptivas estrechas ni las necesarias mutaciones históricas de todas las teorías literarias, debemos plantear, no obstante, que si bien podemos criticar y rechazar el cientificismo, el “cientismo tautológico” carente de imaginación y vida, consideramos también que la afasia, la agnosia, el déficit intelectual y la anestesia de la sensibilidad no son síntomas y atributos exclusivos «del amplio proletariado intelectual y de la república de los profesores» (Domínguez Michael dixit), sino, también, de ciertas prácticas escriturales cínicas e ideológicas orientadas a forcluir lo Real del sujeto contradictorio y plural, la multiplicidad irreductible de las culturas y de los procesos histórico-semióticos

Cierto periodismo talentoso, culto y con futuro viene a constituirse, con brillo y gran eficacia, en promotor evidente u oblicuo de los intereses “político-literarios” de consorcios, grupos de poder, gremios nacionales y transnacionales. Este proceso, para algunos, podría conducir al Premio Nobel... El intelectual triunfante” y financiado, al amparo de grandes metrópolis con vocación hegemónica, simulando criticidad pero protegido por instancias institucionales conservadoras, etnocéntricas y plutocráticas, pone su discurso, incondicionalmente, al servicio del Estado y/o de los poderes fácticos, y articula en función de estos los protocolos y contenidos de su labor intelectual.

Dos últimas observaciones sobre este escrito de Domínguez Michael. Esperé en su texto de marras, desde el principio, algo similar a esto que ahora repito:

«Me encanta en Barthes su lado, quién lo dijera, Cyril Connolly, autor al que probablemente ignoraba o despreciaba: Roland Barthes por Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso, Diario de duelo, tantas páginas de los seminarios póstumos, se parecen más, mucho más, con todo y sus ínfulas teoréticas, a los libros del crítico inglés (Enemigos de la promesa, La tumba sin sosiego) que a las obras de Gérard Genette o de Deleuze o a las novelas de Sollers». CDM.

La otra cita de este escrito que me resulta muy reveladora de la posición “ideológico-literaria” de Domínguez Michael con respecto a la dinámica histórica del pensamiento de Roland Barthes, es la siguiente:

«... Años después, en una nota de Lo neutro, explica Barthes, despectivo como un Des Esseintes, que lo que él vio durante la Revolución Cultural [en la China de Mao], la campaña anticonfuciana, se explicaba gracias a la vieja oposición binaria que separa la fijeza del movimiento, a Platón de Aristóteles, a Confucio de Lao Tse. Lo demás, miles y miles de muertos y la destrucción de la intelectualidad china, ¿por qué habría de importarle al gran mandarín venido de París?...». CDM.

En otro revelador contexto de sus escritos literarios (La sabiduría sin promesa. Vidas y letras del siglo XX, 2001), Domínguez Michael nos dice: «El lector del futuro tendrá tantas dificultades para distinguir a un comunista de un fascista como nosotros a los güelfos y gibelinos...» CDM.

Acepto de antemano que puedo estar equivocado en mis juicios, pero, en sopesada lecto-escritura sintomática, así percibo la “finalidad” ideológica del texto sobre Roland Barthes escrito por el distinguido literato mexicano Christopher Domínguez Michael:

Retorcido intento, ya comprobado como tal en otros casos análogos, de erosionar la vigencia de ciertos pensadores europeos franceses contemporáneos, arrojando sobre la singularidad de sus ideas y estilos de vida un lodo semántico de sospecha y descrédito ético-metodológico, generado por la mala fe de una parcializada y ambigua labor crítica que se revela, palmariamente, a favor de una rotunda supremacía del Zeigeist anglosajón y neoliberal.

Esa estrategia puede indicar, en el mejor de los casos, una simple “afinidad electiva” goethiana, o en su defecto, un combate de intereses en el “mercado perverso de los valores culturales”, una cínica ideología conservadora enmascarada de jovial, “pastosa y datosa” erudición historiográfico-literaria y periodística...



Marzo de 2010

NOTAS: 

1. El término misreading (“mala lectura creativa”) puede prestarse a malentendidos —siempre inevitables, según Baudelaire, Freud, Proust, Lacan, Bloom—. Mi uso de dicho concepto en el título del presente artículo no tiene una intención normativa, “correctiva” o canónica. Según el mismo Harold Bloom, quien acuña la noción de marras, no hay posibilidad de leer un texto sin “misreading”, sin mala lectura, sin desvío con respecto a lo que podría entenderse como una intención explícita del autor. Para la interpretación de un texto —por más orientado, planificado, contraefectuado y dirigido que este se ofrezca al sujeto receptor— no hay más referencia firme que el juego abierto de las diferencias. La “buena lectura” sería la lectura pasiva, yerta, que no aporta nada, que no explora la posibilidad de producir nuevos sentidos generados por la interacción del sujeto lector y la materialidad significante del texto. No hay recepción “genuina” de una herencia, de un legado, de los valores registrados en un archivo, sin un “pensar rememorante-distorsionante” (mala lectura creativa) que actúa, quiéralo el sujeto o no, sépalo o no, en todo acto de recepción de los textos y los dones simbólicos.

2. Ver: Christopher Domínguez Michael: «Otra pena en observación. “Diario de duelo” de Roland Barthes», en revista “Letras Libres”, México, febrero 2010
Versión online: http://www.letraslibres.com/mexico/libros/diario-duelo-roland-barthes


Roland Barthes (1915-1980)


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