domingo, 6 de enero de 2019

ESQUIZOFRÉNICO, ESQUIZO, LOCO, PSICÓTICO...

EL “NOSOTROS” COMO ENIGMA...

     «Para que exista un “nosotros” que no sea el de la mera “fraternidad-terror”, el de la “co-habitación” o convivencia por simple homologación, la suma de los sujetos del “cum” no puede pretender totalizar sus elementos excluyendo a la locura como vacío del virtual descompletamiento que viene a inaugurar el socius in-fundamentado y pluralista, la auténtica multiplicidad de una comunidad sin presupuestos de pertenencia que utiliza como principio de operatividad la “síntesis disyuntiva inclusiva”... Esta es la ética que intento delimitar ahora, con esta modesta y quizá excesiva intervención.» Armando Almánzar-Botello

«La lucidez de A. depende de una ausencia de deseo. La mía es la consecuencia de un exceso: sin duda es también la única verdadera. Si solo es una negación del delirio, la lucidez no es totalmente lúcida, es un poco todavía el miedo de llegar hasta el final, convertido en aburrimiento, es decir, en desdén del objeto de un deseo que excede. No vemos que la simple lucidez que así alcanzamos es también ciega. Es necesario advertir al mismo tiempo la mentira y la verdad del objeto. Debemos saber, indudablemente, que nos estamos engañando, que el objeto es, antes que nada, lo que discierne un ser sin deseo, pero es también lo que un deseo discierne en él.» Georges Bataille

   
     Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO

     «We are all born mad. Some remain soSamuel Beckett
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     A la locura, interpretada por la filosofía, la psiquiatría, el psicoanálisis o la antipsiquiatría, podemos aproximarnos, hermenéutica y nosológicamente, desde dos puntos de vista principales. 

     Podemos verla como simple entidad clínica, patológica (la “psicosis” como enfermedad mental, como “breakdown”, al decir de Ronald D. Laing; así la concibe la tradición psiquiátrica clásica de Kraepelin, Bleuler, etcétera), y la locura entendida como “break-through”, es decir, el delirio vivido como proceso creativo y restitutivo de curación (Freud, Jaspers, Bataille, Cooper, Laing...). 

     En la gran “cordura” inventiva (distinta de la empobrecida “normalidad” estadística) los mecanismos de la locura se encuentran al servicio del acto creador. Por eso decía Salvador Dalí (expaciente y gran amigo del psicoanalista Jacques Lacan): “La única diferencia entre un loco y yo, es que yo no estoy loco.

     Cuando Georges Bataille habla del delirio como exceso, como sinónimo del deseo, asume, además de la revisión de una cierta tradición spinozista del “conatus”, la concepción freudiana que ve en dicho delirio un proceso que intenta restablecer cierto equilibrio y cierta “cordura” en el funcionamiento del aparato psíquico. 

     A falta de una intervención psiquiátrico-farmacológica y/o psicoanalítica, pero también en ausencia de una recepción y una asistencia antipsiquiátricas de la psicosis, el sujeto delirante se puede estabilizar “espontáneamente”, de un modo parcial, en la llamada “metáfora delirante”. 

     Esa última modalidad de “anclaje” en un “mundo compartido con los otros”, si bien es una forma precaria de acceso al vínculo socio-simbólico, funciona frágilmente como uno de los “nombres del padre”: una suerte de suplencia “bruta” de la Metáfora Paterna.

     Bataille alude con la palabra “exceso” —en otra vertiente semántica de los dos párrafos que arriba citamos—, a lo que podría ser el freudiano “más allá del principio del placer”: un principio generalizado del placer que desborda la mera homeostasis y que permite una redescripción inédita de los límites de la subjetividad. El pensamiento del filósofo-escritor está dirigido aquí, en su origen, a transgredir cierta mojigatería burguesa... 

     Los términos entre los cuales se juega la tensión entre ley, prohibición, norma, límite, axiomática, por un lado, y deseo, transgresión, subversión, atravesamiento crítico del cerco capitalista, por el otro, se han modificado significativamente con el triunfo de lo que Daniel Bell denomina “capitalismo hedonista”, posterior al capitalismo clásico “weberiano”

     A su vez, y siguiendo en esto a Spinoza, a Laing, a Jaspers, a Artaud, a Michel Carrouges... entre otros, Gilles Deleuze y Felix Guattari consideran que la “locura-enfermedad” (psicosis) comporta un empobrecimiento y una detención de las “máquinas deseantes”, concebidas estas como instancias creativas de “desterritorialización” y generadoras de transmutaciones y “devenires rebeldes”. 

     Inversamente, Deleuze y Guattari piensan que la “locura-proceso”, la locura vivida (la del “esquizo”, como diferente al “esquizofrénico”), experimentada como proceso —y no simplemente padecida como entidad nosológica—, implica una recuperación de la potencia deseante por parte del sujeto, entendido ahora como “agenciamiento colectivo de enunciación”… 

     Fuera de la dupla kleiniana articulada como lo “esquizo/paranoide”, el primero de estos términos no se utiliza habitualmente en los DSM ni en la psiquiatría dinámica tradicional como sinónimo de esquizofrénico (un tipo de psicosis como enfermedad mental), sino que se habla de “esquizofrenias” y de “trastornos esquizoides de la personalidad”... 

     Lo reitero: aunque puede argumentarse que la palabra “esquizo” es un apócope de “esquizofrénico” y una forma de designar al llamado “loco”, para Deleuze-Guattari, el “esquizo” no es el esquizofrénico, pero tampoco el llamado “psicótico” (enfermo mental) es lo mismo que el “loco”. 

     El término “esquizo” tiene, como prefijo, antedentes ilustres. 

     El gran psiquiatra suizo Eugen Bleuler, revisando a Kraepelin y sobre las huellas de lo que este último denominaba “demencia precoz”, describe la entidad nosológica que bautiza como “esquizofrenia”, palabra procedente del término griego “schizein”. 

     En este contexto, alusivo a la patología mental cuyo rasgo más notorio, entre otros, es el “divorcio” entre “intelecto” y “efecto”, priman las ideas de  “disociación”, “ruptura”, “corte”... 

     Hablaba entonces el médico suizo (también lo hizo así Freud) de “Spaltung”, palabra alemana que se  traduce al español como “división”, “fractura”, y más o menos equivalente a las palabras francesas “beance” o “clivage”, y a la palabra inglesa “splitting”, utilizada por Sandor Ferenczi y Melanie Klein. 

     La idea de “esquizia” lacaniana, el concepto de “esquizo” deleuziano-guattariano, tienen ambos este origen, aunque desbordan, como categorías, el contexto restringido de su nacimiento.

     Si bien el término “esquizo” podría homologarse al uso de los términos “esquizofrénico” y “loco”, es preciso señalar, con todo vigor, que no sucede así en la “conversación” y en el “discurso” filosóficos contemporáneos, pero tampoco en el ámbito de la clínica (a no ser, como he señalado, en el uso coloquial de dicho vocablo).

     Por otra parte, el Jacques Lacan de la dialéctica entre la “palabra vacía” como simple “molino de palabras”, y la “palabra plena” como sinónimo de “palabra verdadera”, es un Lacan superado, no solo por él mismo (cuando articula, con posterioridad a este binomio y bajo influencia de un cierto Heidegger, una concepción procesual de la “verdad” entendida como aquello que excede a todo “saber constituido” con pretensión autárquica, y que, por lo tanto, “aspira a lo real imposible” destotalizante), sino cuestionado y “deconstruido” en su concepción de la verdad como “palabra plena” por pensadores como Philippe Lacoue-Labarthe y Jacques Derrida, quienes perciben en la bipartición lacaniana “palabra vacía/palabra plena” una “metafísica implícita de la presencia” que amarra a Lacan, en este punto, a una tradición “falogocéntrica de la verdad” que olvida lo que debe ser pensado más allá de la instrumentación racionalista del discurso...

     Al “loco” no hay que silenciarlo ni conducirlo amablemente fuera de los límites de la “plaza pública”, fuera de los límites de la “polis”. 

     Tal recurso perverso de mera “etiquetación segregativa”, de sutil y compleja “victimización excluyente”, es el mismo Discurso del Amo, del Poder. Viene a coincidir justamente con el de Platón, cuando este expulsa a los poetas fuera de la República, fuera del ámbito de la polis. 

     Esa estrategia socrático-platónica sin lugar a dudas constituye un gesto del “dominio metabolizante”, homólogo, además, al de un Denis Diderot, cuando este, en su obra El sobrino de Rameau, plantea la dinámica de exclusión disciplinaria de los “diferentes” o “anormales”, proceso tan genialmente analizado luego por Foucault, y que se inicia en los  siglos XVII y XVIII bajo el “interés pragmático de la naciente burguesía”, como nos recuerda pertinentemente David Cooper...

     No creo que al “loco”, por lo menos en los ámbitos de cierto ejercicio de “auténtica” democracia (loco: el que dice muchas veces la “palabra inconveniente”, inconveniente para ciertos poderes: Foucault habla aquí de  “parresiastés”) haya que silenciarlo, ni en el contexto clínico ni tampoco en el ámbito de una práctica política efectivamente “inclusiva”. 

     Por el contrario, entiendo que dicho “loco” debe ser escuchado atentamente, y su discurso “sintomático” entendido como aquello que viene a expresar de forma oblicua, deformada, “fuera de tema” (“hors du sujet”, en francés), todo lo “impertinentemente” que se quiera, “verdades” o “puntos de vista de apreciación y valoración” que pueden revelar aspectos ocultos del sistema, aunque fuere más allá de las conveniencias e intereses de los llamados “grupos hegemónicos”... 

     Para que exista un “nosotros” que no sea el de la mera “fraternidad-terror”, el de la “co-habitación” o convivencia por simple homologación, la suma de los sujetos del “cum” no puede pretender totalizar sus elementos excluyendo a la locura como vacío del virtual descompletamiento que viene a inaugurar el socius in-fundamentado y pluralista, la auténtica multiplicidad de una comunidad sin presupuestos de pertenencia que utiliza como principio de operatividad la “síntesis disyuntiva inclusiva”...

     Esta es la ética que intento delimitar ahora, con esta modesta y quizá excesiva intervención.

     No obstante, el tratamiento biopsiquiátrico y farmacológico de las “psicosis” apunta a un silenciamiento de los “efectos de verdad” que puedan surgir, eventualmente, de la “palabra loca” o esquiza como puesta en abismo del contrato social...

     Finalmente, recuerdo que Jacques Lacan nos dice: «El ser del hombre no solo no es comprensible sin la locura, sino que no sería siquiera el ser del hombre si no llevara en sí a la locura como el límite de su libertad

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Miércoles, 13 de Noviembre de 2013

Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.

IMÁGENES SUPERIORES:

     1) Detalle de Alegoría con Venus y Cupido (1540/45), pintura de Agnolo Bronzino

     2) Bildnerei der Geisteskranken. Ein Beitrag zur Psychologie und Psychopathologie der Gestaltung, 1922. Famoso libro sobre el arte de los enfermos mentales de la autoría del alemán Hans Prinzhorn, psiquiatra, filósofo, historiador del arte, dibujante aficionado, músico y poeta amateur 
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OTROS BLOGS DE ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO:

Cazador de Agua 

Tambor de Griot

ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO ES MIEMBRO DE LA RED MUNDIAL DE ESCRITORES EN ESPAÑOL, REMES

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