(Aunque nosotros, lo digo, la susodicha morralla que somos, bien pudiéramos, ¿quién lo sabe?, alegar con timidez en períodos electorales casi todo lo contrario de lo que dice el Marqués.)
Por Armando Almánzar-Botello
De acuerdo con aquello que mi pobre discernimiento discierne en la reciente obra titulada La civilización del espectáculo, texto que ya he leído como el pueblo en Carnaval se goza: ¡de un tirón!, Don Mario Vargas Llosa, su reconocido autor tan brillante, tan ladino y aristócrata, piensa que para la risueña y hedonista plebe física… y virtual o cibernética, para el populacho posmoderno, para la simple torpeza de los mortales, en fin:
1) Miguel de Cervantes no era más que un manco que escribía tanto, tanto, que daba real espanto; Shakespeare no fue otra cosa que un gran estafador de tabernas que engañó a los empresarios teatrales con obras plagiadas tales como Corazón salvaje, Juan del diablo, Doña Bella y Secretos del corazón;
2) Mijaíl Bajtín era un patán ruso, gran criador de cerdos, que olvidó un día cerrar las compuertas de la pocilga, y entonces, los Inmundos Marranos Incultos invadieron la Bella Ciudad;
3) Ingmar Bergman, el director de cine sueco, fue tan solo, para la plebe, un engendro indigno de “berg”;
4) Homero y Borges fueron para nosotros, si creemos al nuevo Marqués, un par de ciegos petulantes, desalmados… ¡y punto!, que amaban mucho el chorro de sangre, y se reían profusamente del papá de Julio Iglesias cuando lo secuestraron sus enemigos, quienes debían ser, por supuesto, monstruos terribles de izquierdas;
5) Sigmund Freud: un judío infame que un día, enloquecido por su vieja y mística minusvalía, sociológica y pansexual, elaboró sin rubor su aviesa y perversa teoría, para mejor incriminar con el Complejo de Edipo a todo el Género Humano, al Niño, a Papá y a Mamá;
6) Albert Einstein: un genial y gracioso viejito, norteamericano él, que tocaba con gracia el violín, sacaba mucho la lengua... e inventó, con gran audacia, nuevas y pintorescas piruetas en bicicleta;
7) Woody Allen, otro judío frívolo de nihilismo sin cumbre, de humor negro y perverso... que hizo tanto sufrir a las niñas, a las tuyas y a las mías, y que resultó, finalmente, ser un Mesías… o Dios.
Y pienso que piensa Don Mario que para nosotros los pobres del mundo el escritor VARGAS LLOSA resulta, con su apetito de lustre y altura, un presumido y vehemente ciudadano peruano-español, muy hablador, danzarín, estilista de la espada dentada y libérrimo figurón (cual un Jacques Lacan de guiñol), que comió en sobreabundancia chivo en una gran fiesta celebrada sobre el techo colonial de una casa pintada de verde —¡verde turquesa del sueño!—, en un remoto país inverosímil llamado République Dominicaine...
Dicen las hablillas que después de la gran fiesta, en la madrugada onírica del trópico cacareante, sorprendieron a Don Mario conversando “cosmopolitismos” en el aire sangriento de la vieja Catedral…
Cierta vez el Rey de España, luego de celebrar —¡perverso!— una gran juerga real, insolente y con un tremendo aburrimiento aristocrático porque no pudo aquel día ir a cazar elefantes, ideó dar un Premio de Noble al susodicho Señor Neohispano, porque este se había hecho ciudadano del Gran Reino de España, renegaba del comunismo desde hacía largos años y, borbónicamente, denigraba de paso a los muy críticos filósofos franceses, plebeyos y posestructuralistas, algunos de ellos...
Pensando y haciendo, friendo y comiendo, el Rey designó «Marqués», en el Club Global de lo Inútil, al Gran Cholo Señor Escritor, a pesar de ser este rango aristocrático-militar el segundo apellido de un gran enemigo político de ambos, conocido por todos como Gabriel García, de humilde nacionalidad antropocósmica o sideral...
¿Le asistirá la razón al prestigioso Premio Nobel Don Mario Vargas Llosa, nuevo Divino Marqués —sin lugar a dudas bifronte «fiebrú» neoliberal—, en todo lo que dice y lamenta en su ingeniosa obra reciente, sobre la frivolidad sin vuelo, la capacidad de distorsión y la banalidad de la chusma, la decadencia de la Cultura, la Peligrosa Raza Amarilla y la tosca sensibilidad promovida por el Negocio Global del Burdel?...
Y nuestro derecho a la RISA, ¿quién hoy nos lo garantiza?
Martes, 8 de mayo de 2012
IMÁGENES:
1) Pieter Brueghel el Viejo: La batalla entre Carnaval y Cuaresma, 1559
2) El ilustre Don Mario, Marqués de Vargas Llosa, junto a su distinguida señora esposa Doña Isabel Preysler, posando ambos aristocráticamente para la prestigiosa revista española ¡Hola!, publicación de altos vuelos en la tan injustamente denostada ¡sociedad del espectáculo!
Copyright © Armando Almánzar Botello
Reservados todos los derechos de autor.
Santo Domingo, República Dominicana.

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