lunes, 20 de junio de 2016

VINCENT VAN GOGH: el “suicidado” que retorna.

Reflexión para-psicoanalítica en torno a un vídeo sobre Vincent Van Gogh.


Por Armando Almánzar-Botello.

I.

He podido apreciar la hermosura un tanto triste que sin dudas se ofrece en la canción dedicada a Vincent Van Gogh en la "banda sonora" de este vídeo.

Sin embargo, salvo en algunas zonas de cierta lograda "resonancia magnética" entre las imágenes, la música y las aristas temáticas de la canción de fondo, me parece que estamos en presencia de un empalagoso, sensiblero y convencional trabajo sobre el grande y sigiloso Vincent Van Gogh.

(A)*morosa —¿(a)*moral?— delectación en la melancolía de una recepción estética del artista entendido como "víctima sacrificial" de una sociedad que, después de "suicidarlo" (como bien dijo Antonin Artaud), lo reivindica como figura mesiánica en un intento de recuperar el resto excesivo, la desmesura ígnea que deviene, al ser domesticada, en dulce y nihilista "chapoteo de aguas muertas".

A la medida de los que nunca comprendieron ni comprenderán la intensidad de los "vibrantes perceptos y afectos" de Van Gogh, de Edvard Munch, de Francis Bacon... A la medida de un mundo banalizado en el que la sensiblería y el sentimentalismo espectaculares y neuróticos, blandos, soft, light, han sustituido a la peligrosa travesía del Stimmung, a la síntesis arriscada del pensamiento más alto y de la percepción intensiva.

Aquí, en este logrado artefacto digital, bonito (la belleza de lo pequeño en su papel de simple y medroso velo del horror) y casi perfecto fetiche o gadget audio-visual, se mata, con el cantable dulzón que los recubre, el fulgor terrible de las imágenes, el zumbido intenso del trazo fragmentado con su luz enardecida. Aquí se intenta, con la sentimental melodía de fondo, suturar el horror de la fisura irreparable, de la mancha y la pincelada hiriente, de la herida y la llaga, del exutorio pictórico indecible; se pretende hacer olvidar, en fin, la radical y no reductible "disonancia heterofónica" que aflora en esa pintura "caósmica" de la furia vital y de la belleza intensiva y rota.

Por medio del expediente "nostálgico-sentimental" se pretende domesticar, como diría Fredric Jameson, la "intensidad intoxicante o alucinógena de la euforia dionisíaca", cubrir con la "tierna y comprensiva" recepción de un legado pictórico —el cual deberíamos experimentar como "acontecimiento" traumático a "sinthomatizar", como sacudimiento que nos desborda, como trágico límite est/ético de un agujero inasimilable—, la herida que Van Gogh escribió sobre lo Eterno.
                                                                         
Fuera de esto que me tomo la libertad de señalar, no me disgustan mucho la conocida canción de Don Mclean ni la selección de imágenes de este vídeo (uno entre muchos otros) en homenaje al inmenso pintor ignoto. Son relativamente correctas ambas, sí, están bien concebidas y articuladas, como si juntas, canción e imágenes digitales, tejieran un velo para cubrir la briosa crepitación de un cadáver más vivo que aquellos que lo lloran...

Sin embargo, todo un mundo destruido nos separa esencialmente —o quizá debería separarnos—, de cualquier sentimentalismo tibio y nostálgico, para reunirnos, con los ojos terriblemente abiertos, ante la belleza rota de lo inconmensurable...

Como nos recuerda el filósofo Jean François Lyotard, aquellas escenas pictóricas de Van Gogh en apariencia más plácidas y acogedoras, constituyen realmente un grito de advertencia contra el sentimentalismo decadente y los oropeles o fingidas desnudeces de la muerte.

No obstante, mal que bien me alegra que Van Gogh todavía nos convoque al pie de su abismo, de su enigma irreductible...

He meditado horas y días completos frente a los cuadros originales de Van Gogh. Otra cosa muy distinta la constituye su visualización en pantalla, por medios digitales o cibernéticos. Esto corresponde a un "arte" otro que semióticamente se rige por principios y reglas diferentes a los que regulan nuestra aproximación a la "obra pictórica original" e incluso a sus meras copias o duplicados, entendidos ahora no en el plano de la "clonación" digital sino como reproducción física de la obra utilizando pigmentos.

Sólo en el caso de las obras artísticas concebidas en su totalidad mediante la utilización de recursos cibernéticos o digitales, la reproducción o multiplicación  de ellas por estos medios no afecta su virtual o potencial valor estético. Y hasta en las obras que utilizan imágenes protésicas o de síntesis, influye de un modo decisivo para su adecuada recepción el factor denominado "formato" de la configuración sígnica.

Pero sin lugar a dudas reconocemos el valor afectivo y divulgativo-didáctico de estos vídeos y canciones-homenajes tan sentimentales, con los que muchos creen poder desentrañar el enigma que late indescifrable, inagotado, en el corazón de toda gran obra de arte.

Como pequeña "obra" digital, este vídeo que analizo tiene sus virtudes didácticas, participa de una cierta coherencia interna, rítmica, entre sus diferentes registros y niveles "expresivos". Aunque se trucan y sobresaturan frecuentemente los colores reales de algunos cuadros para tornarlos más "llamativos o vistosos" con la finalidad de satisfacer los gustos del gran público. Este es un "mal" que procede del imaginario fotográfico de la publicidad... Por otra parte, una cosa es la pantalla como superficie electrónica que emite luz, y otra muy distinta la superficie de un lienzo que se limita simplemente a reflejarla.

II.



* El psicoanalista francés Jacques Lacan distingue entre:

1) *A: Autre; Otro, cuyo discurso, el Inconsciente, constituye un simbólico "insabido que sabe y no soporta que sepamos que sabe"; sabe sin saberlo...

2) *a: objet petit a; "objeto pequeño a". Objeto real e inalcanzable, causa del deseo. Se encuentra siempre más allá de lo que simula o pretende apaciguar al deseo degradando dicho objeto fugado, metonímico, hasta el estatuto de imagen obturadora de la carencia, mero brillo de la mercancía o del gadget sin fisuras: lethosa. El "objeto a" como algo real, es lo que falta al Gran Otro, lo que impide su "completitud".

Para Lacan la REALIDAD no es lo REAL. La primera es una suerte de real domesticado por lo simbólico y lo imaginario. Estos tres últimos registros, juntos, constituyen el trípode denominado Nudo Borromeo: Real, Simbólico, Imaginario. Estos tres órdenes se mantienen unidos por la Metáfora Paterna o por Suplencias del Nombre-del-Padre, como lo puede ser, eventualmente, la creación artística como sinthome, o síntoma "sublimado".

Lo "Simbólico" es el mundo de la palabra y del lazo social, de la distancia adecuada entre los sujetos que sólo ella posibilita.

Lo "Imaginario" es el reino del espejo, de la imagen y de la fascinación no verbal que da pie a la identificación fusional.

Lo "Real" es lo inasimilable, lo inasible, aquello que "no cesa de no escribirse", de no verse, que no se deja capturar por los otros dos registros. Lo real es lo traumático, concebido como tope, como real imposible que destotaliza desde "adentro" lo simbólico.

Ese real intratable, a través de la textura, del trazo fulgurante, de la pincelada rota, es (a)ludido, merodeado, bordeado constantemente por la pintura de Van Gogh.

III.




¿Existe acaso en Van Gogh el "par de zapatos", o nos encontramos bruscamente en su pintura sobre este tema (tal como sospecha Jacques Derrida en su obra "La verdad en pintura") con la mostración de lo impar, de lo disímil, de lo (im)propio, de lo disyunto, con la escritura del ser averiado y la imposibilidad de alcanzar, de un modo definitivo, taxonomías y listas categoriales tranquilizantes? ¿Qué es lo homogéneo? ¿Qué es lo monstruoso, taxonómicamente hablando?... ¿Qué es un par de zapatos? ¿Qué es la simetría bilateral? ¿Qué es lo (in)humano? 

Martín Heidegger, en su obra "El origen de la obra de arte" y a propósito de "el par zapatos" de Van Gogh, habla de una tensión o conflicto entre el "mundo" tematizado y la "tierra" no tematizable. Posteriormente, Heidegger formula o especifica este conflicto como un juego diferencial entre Ortschaft (localidad) y Gegend (comarca). «En la obra de arte se ha puesto en operación la verdad del ente. "Poner" quiere decir aquí: asentar establemente. Un ente, un par de zapatos de labriego, se asienta en la obra establemente, a la luz de su ser. El ser del ente se asienta en su apariencia estableM. Heidegger, "El origen de la obra de arte", Fondo de Cultura Económica, México, 1978, p. 63.

Para Lyotard y Deleuze-Guattari, en sus respectivos registros conceptuales, la obra de arte, por cuanto involucra al Cuerpo sin Órganos (CsO), es de naturaleza inhumana y constituye un "flujo a-funcional", un puro devenir "inorgánico", entendiendo por este concepto no lo carente de vida sino lo intensivo en su mayor grado de polivalencia.

Porque nos conecta con la vida y con la muerte, con el "caosmos", es decir, con fuerzas cósmicas, caóticas, vegetales, animales, minerales, macrofísicas y microfísicas, el objeto artístico se constituye en lo humano por excelencia, pero también y por la misma razón, en lo no-humano, en lo inhumano, en lo posthumano...

En la pintura de Van Gogh se puede vivir en su mayor intensidad esa experiencia de lo "caósmico" inhumano.

IV.



Por otra parte, para Lacan, la mirada misma funciona como real, como "objeto metonímico a", como carencia o mancha. Es la dimensión radical de la mirada lo que se pretende borrar o elidir en el acto de la representación pictórica figurativa convencional. Entonces, "miramos que miramos": vemos. El ver es una dimensión reflexiva del mirar en la que se pierde la mirada como carencia pre-reflexiva.

No obstante, la insinuación del hueco, la carencia y la mancha, es decir, lo real inaudito, insoportable, reaparece en el gran arte pictórico como torsión o anamorfosis (recordar "Los Embajadores" de Holbein). En Van Gogh se manifiesta por el grito silencioso que brota de sus cuadros, de sus temáticas bucólicas o urbanas, de las tensiones angulares del trazo y de la composición, del cromatismo vibrante o violento: plasmación de "la vida la muerte" (Derrida).

En el video que analizamos, el Otro no tiene ya falta de Ser: "...and now I understand..." (y ahora yo comprendo), dice en algún momento la canción de fondo, y es como si la voz que canta dijera al Otro, en este caso a Van Gogh: "Al empatizar contigo, te completo, te recupero para el círculo del intercambio, de la "cla-usura simbólica y/o mercantil" de los afectos y reconocimientos... Así, por medio del "sentido pleno" restituido,  se intenta poner fin a la hemorragia del ser...

Es decir, de un modo paradójico, se asesina dulcemente una vez más a Van Gogh, mediante el expediente apotropaico, apaciguador, que constituye la recepción "comprensiva" y tierna, humanística, de lo radicalmente extraño y no metabolizable por las manidas convenciones y gastados protocolos cognitivo-afectivos.

De hecho, la pintura del holandés vale porque rompe las costuras de la cansada comprensión lírica y/o del encorsetamiento emotivo-convencional, y nos obliga a desplazarnos hacia la "punta loca del cogito" (Derrida), donde la mirada, paradójicamente "ciega" para los prestigios de lo verosímil, patentiza en el lienzo el inaudito y terrible resplandor de lo real.
                                                                                 
Van Gogh es un reto porque encarna en su obra y en su vida un encuentro fallido: Tyché o (des)encuentro con lo real inasimilable para la Razón prisionera del Logos metafísico. No es casual que Descartes sea el fundador, creador o descubridor de los principios de la óptica como disciplina científica. En ese campo de saber, la llamada "perspectiva geometral de la visión" elide a la mirada como "dar a ver" originario de un "Eso" o un "Ello" que "muestra".              

En "contra" de Wilhelm Worringer ("Abstracción y Empatía") me atrevería a decir: La empatía, poderosa arma para incomprender lo "comprendido"; peligrosa arma para comprender lo "mismo".

En este sentido Jacques Lacan nos dice:

"Comiencen por creer que no comprenden. Partan de la idea del malentendido radical, fundamental... El momento en que han comprendido, en que se han precipitado a tapar el caso con una "comprensión", [supuesta empatía auto-resonante] siempre es el momento en que han dejado pasar la "interpretación" [que convenía hacer o no hacer para alcanzar la verdad en fuga]".



En realidad a Van Gogh no hay que comprenderlo ni canonizarlo. Esto siempre se ha pretendido hacer con su obra y su persona, pero el cadáver sigue vivo: ¡nunca fue un cadáver!

A "Van Gogh-la pintura" hay que gozarlo/a —en el sentido "más allá del placer" que reviste el Goce para los poetas trágicos griegos, para Spinoza, Nietzsche, Freud y Lacan, para Deleuze, Guattari, Lyotard, Rancière...

Sobre todo —en la gran tradición de lo que Eugenio Trías llamó "arte del exorcismo ilustrado"— a la obra-Van Gogh hay que experimentarla como Cuerpo sin Órganos, transmutante.

Como en ciertas obras plásticas de Brueghel, El Bosco, Altdorfer, Tiziano, Caravaggio, Rembrandt, Goya, Hokusai, Cézanne, Daubigny... el espacio se corporaliza y la corporalidad se hace paisaje.

Es preciso vivir el riesgoso juego de intensidades puras a que aludimos cuando sentimos-pensamos-decimos el nombre propio inscrito en la obra ¡Vincent Van Gogh!...

Como diría un gran crítico contemporáneo: Debemos permitir que la obra y la vida del gran pintor holandés "transmigren dentro de nosotros y logren escribir fragmentos de nuestra cotidianidad"...


                                                                             
© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República, Dominicana. Junio 2010. (Texto retocado y ligeramente ampliado).

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