sábado, 9 de diciembre de 2023

POÉTICA DE LA SENSACIÓN

«¡Ah, fraudulentos grandes maestros del verbo “invidere”!» Friedrich Nietzsche

«¡Oh pasado, qué difícil es manchar tu vergüenza con olvido!» Armando Almánzar-Botello

«Un sauce de cristal, un chopo de agua, / un alto surtidor que el viento arquea, / un árbol bien plantado mas danzante.» Octavio Paz: Fragmento de “Piedra de sol”

«El chopo es chopo... / aunque alado el copo de nieve / lo desmienta...». Armando Almánzar-Botello

«Lo que se conserva, la cosa o la obra de arte, es un bloque de sensaciones, es decir, un compuesto de perceptos y de afectos.» Gilles Deleuze

Dijo un gran narrador, ensayista y crítico dominicano: «Desde los primeros ajustes emocionales de esta obra, difícil y profunda, no estaremos dentro del esquema estético si deseamos hacer de lo dicho por el poeta una lógica. He dicho que escribo a “lo Almánzar”, no me interesan sino las sensaciones que producen sus resonancias y disonancias. Digo que sus visiones del mundo orillan, en la  postmodernidad, las de un Bosco caribeño que recrea el universo con el que intenta dejar de soñar [...] El denso poema en prosa que es  “Poética de la sensación”, apunta hacia la revuelta de las sensaciones mismas. Toda sensación es un fermento que nos lleva a ver el pasado y el presente en lucha virtual. La escritura es el único elemento que flota y salva, como la tabla clásica de los naufragios.» Marcio Veloz Maggiolo

«Cargado de méritos, sí, pero solo como poeta habita el hombre la tierra.» Friedrich Hölderlin

     Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO  

      Al gran poeta uruguayo-francés Isidore Lucien Ducasse, Conde de Lautréamont

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     Cabeza, ano y extremidades padecen la ciudad y mi poema. Donde huele a mierda duele el ser: en esquinas dislocadas y dispersas de la mente. Antonin Artaud lo dijo.

     ¡Callen, poetas, por inútiles, los órganos armónicos del cuerpo, de la urbe! Hablen rayos del yodo y sus relámpagos rabiosos, en rota y líquida ciudad que busca ciega nuevas formas.

     Poemas: órganos lumínicos, malditos, indecibles; perros filosos que aúllan su ser con la nostalgia/de verso atribuido a otro dueño por un fraude. Poemas: Torsos rotos; troncos desangrados, dolor de tan profundo inaudible. Terrible profesión la de ingerir medicamentos y manchar con sinsentido el alfabeto, la cara blanca de la luna, cuando el muro de muñones pensativos fosforesce, página de piedra que sangra en mi ventana, y el amigo que sufre intensamente su delirio combate escalofríos de gramático rumiante, la miseria de los parques —su cuerpo está a mi lado—, borborigmos del sinfondo más acá del pensamiento...

     Toda escritura es cosa de cerdos, dijo el gran filósofo cacógrafo. Goce inconfesable, ahora pienso. Gazapo inevitable que te acecha en la carnívora espesura de las letras: la muerte. Avieso escupitajo del miedo usado en tinta. Y sin embargo...

     La secreta verdad de la escritura: construcciones en abismo, espejo contra espejo, huellas tercas del ausente. Megalópolis de tinta que te pierde y reencuentra caminando presurosa cada letra de tu nombre por las líneas de fuga infinitas de lo inmóvil. Tendida página que siente, lluvia de las manos. Vísceras taimadas que prosodian sus rencores, ano alucinado, floreciendo.

     Serpentina mierda reflexiva que destila el gran misterio en barrocos presumidos repliegues y oropeles. Vaporosa rosa mística. Perfume púb(l)ico y secreto. Acueductos. Alquímicas probetas y matraces, limpias máquinas de sueño, arcadas de silencio...

     ¡Poema, puente fronterizo: que los juegos y tensiones vectoriales del afuera y el adentro te sostengan! Equilibrio precario de veneno y medicina, de la herida y la sutura, del pliegue y el despliegue, de banda y contrabanda. Punto fiel de la balanza que pondera los latidos de lo íntimo y lo extraño. Cinta de Moebius. Membrana que deslinda el vuelo del derrumbe. Ciudades pensativas del espejo, avenidas de grafemas, ojo en blanco de la luna, cañerías de la noche, ojos negros de los culos: ¡Universos!... La escritura es un temblor de eternidad en el instante...

     Alumbrados los nervios por diez candelabros, dialogaba en la noche con Giorgio de Chirico.

     El muro, la noche, la estatua, el silencio. La torre, el patio, maniquíes en un cuarto. Palabras llanto fuente: se despiden los amigos. Tiembla el horizonte. El rumor del tren que aguarda.

     Escritura que resuena: Sangre ciega que ilumina palpitando sus portentos/a la puerta de la incrédula escalera o el desastre; costillar metafísico chorreando baba eterna en profunda perspectiva de arcadas y adoquines. Slip Slip Plop... Fosforescencias del mercado. Sangre. Semen. Matadero. Tenaz la vida insiste como flujo de despojos: el deseo en la cadena del dolor significante.

     Rota y líquida ciudad goteando incierta nuevas formas. Plip Plop Plip, en las piletas del cuerpo taciturno. Agua azul del pensamiento. ¡¿Eeehhhhmm?! Aquí me trabaja la escritura el pintor dionisíaco Francis Bacon. Slip Plip Plop: carne desgarrada sangrando sus misterios: abismo desollado en las piletas de la mente. Vergas muerden lo profundo ¡¿Eeehhhhmm?! Motores del Retorno. Laberinto del asombro.

     Hacia el vértigo innombrable de la sombra tú preguntas: «¿Y por allá, cómo están?» Y un Coro de Esquilo te responde: «¡Lúcidos, podridos, prosperamos en la Muerte!» Entonces, discretos caballeros, ¿el silencio es la salud del órgano?... ¡Oh, ano secretísimo, lúdico y parlante!

     Fríos lentos caracoles de baba metafísica en profunda perspectiva de arcadas y adoquines, perdida y recobrada la armonía en la basura: ¡dancen, dancen, dancen, rían en los puentes con la noche disonante!

    Oh vieja gastada tradición de falsos buzos, paramédicos, médicos, cantantes, barbados bardos burdos, (también los rasurados), ávidos juristas, digitígrados burócratas/ pésimos actores, torpes críticos de arte, arquitectos del desastre y el olvido, pintores desolados, engreídos comerciantes, ingenieros del derrumbe, ideólogos y artistas de la gula: conserjes presumidos de un vano pensamiento.

     Ustedes: ciegas estatuas de barro petulante, ¡políticos!, ¡ladrones!, coronados patanes de la tinta, concurrida presuntuosa procesión de un solo hombre, lámparas votivas encendidas en honor permanente a ustedes mismos...

     ¡Ustedes!: gélidos cultores despiadados del poema labrado en porcelana fraudulenta; sorda carne disfrazada yerta insulsa y egotista; ustedes, engreídos barrocos catafalcos de frígido yeso metafísico, parapsíquicos filósofos lingüistas de turbio crucigrama emético, cosmético, a-estético, despreciablemente hermético; verdaderos asesinos cosmosemiológicos de la vida plural y sensitiva: no conocerán jamás, talvez, ni conocieron, la secreta glosolalia laberíntica del sueño, el cielo intrínseco del mundo en su grávida inmanencia —jardines prodigiosos de Vacío—, el susurro del fantasma de una letra en el espanto, la penumbra gimiente de fetos palpitando, la danza incandescente con los dioses que retornan —honda música que sangra—, los reales calambres del ser y de la nada en los oscuros pasillos sensoriales; el siniestro verdín persistente de la muerte en la dorada pecera del insomnio, la burbuja celeste con su limpio pececillo en la mejilla andrógina o contraria, el otro innumerable que habita el ser y lo dispersa...

     ¡Políticos, ladrones, urbanistas del Imperio que mutila con desdén los órganos locales! Contra toda podredumbre, un poeta intersticial está soñando luz despierta: «Nuestro canto no cabe en las banderas/ellas caben mejor en nuestro canto [...] Nuestro canto es la atómica invertida...»

     Pero el canto global se torna grito, cuerpo destazado, locas vísceras sangrantes que profieren sus horrores: shopping mall, soledad y matadero.

     Políticos, ladrones, urbanistas del Imperio. ¡Ausencia de dioses en un «plato de chatas lentejas»! Terrible indiferencia de sus versos. Breves grumos fecales de poética estreñida sumergidos y fritos con fervor en espesa manteca metafísica: ¡No los quiero! ¡Oh soberbia pirotecnia que simula tradición y pensamiento!

     Sólo el genio rapta, se apropia de lo extraño, transfigura con el tacto, funda retroactivo dignidad como los chinos.

     ¿Cuál es vuestro afán, si hace largos años —de acuerdo con verídicas crónicas locales— hubo que beber en otro árbol sefirótico la letra originaria y el soplo de lo inmóvil? Un niño por el puerto jugando a la pelota pudo revelar la epistemología de la pérdida... Ratas presumidas, cuidado con los cables eléctricos del texto.

     ¡Ay, amigo Orlando! Bajamar y Pleamar divinas... Yo también sé descifrar la escritura jeroglífica...

     Ahora que me rugen constipadas las tripas semánticas del verbo, caminando solitario por la noche insomne de calles de neón y adoquines discursivos, alumbrado en el secreto por mi lámpara de huesos, lo consciente detenido a la derecha blanca de la hoja y su tímido rubor fosforescente, ácido, inconsciente, poco a poco cubriéndose de letras: ¿Otro cuerpo se alza victorioso mas no quiere decir al ciego Nada? ¿Nada? ¿Nada? ¿Nada? ¡Oh sordo ciego cerdo!

     ¡No, no y no! Alumbro con mi lámpara la página. El cuerpo revelado se levanta: ¿el poema?

     Cuando habló el poeta de «cuerpos sin órganos» (CsO), jamás se refería a los cuerpos taciturnos, mudos, complacidos, autistas, hacia el fondo displicente de su propio abismo derramados, tubulares conductos que no unen disyuntivos los contrarios, falsas bocas de dientes que claudican sometidas al silencio de los anos. Él habló de cuerpos que gruñeran con su tinta más rabiosa, de carne lúcida que vibra con las fuerzas de pasos luminosos en las calles de ciudades descentradas, «bisbiseando por todos sus viudos alvéolos», tintineando sus posibles superficies, imantando el otro espacio, no lenguajeando torpemente las malditas y esnobistas significaciones dicotiledóneas consabidas.

     Arquitecto y alquimista visionario que dijo con los soplos nuevos cuerpos, Artaud el Momo proponía un exceso de órganos no domesticados, el teatro desollado y su doble incandescente, el gesto cortante y su triple resplandor en la inmanencia: profundidad, altura y superficie; aplicada consciencia de los astros, múltiple y fatal concierto en discordancia, órganos sensibles, imprevistos, supletorios; cuerpo dionisíaco, pululante; eclosiones y burbujas restallando, mierda cavernícola, erupciones de una lava mental no trabajada por aquello que Aristóteles llamó en su momento la «forma» que se opone a lo «hilético», al ano lúdico y parlante, la medida apolínea que pretende trazar límites y umbrales absolutos a los cuerpos.

     Algunos me dirán: poeta, ¿está usted proponiendo la psicosis, el cáncer y el infarto como vías de liberación mística, poética o gimnástica, el caos de la urbe y de los cuerpos? Yo respondo: Podría ser. Sí. ¡Pero no!  Ahora realmente proponemos otra cosa.

     También César Vallejo, Virginia Woolf, Rainer Maria Rilke, Friedrich Hölderlin, Heinrich von Kleist, Samuel Beckett, Paul Celan, Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, Isidore Lucien Ducasse Conde de Lautréamont, Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé... propusieron la locura poética y la muerte en los espejos, cristales vivos unas veces, blandos, lentos, movedizos; en otras ocasiones duros como acero y burilados por el verso, bruñidos por el arduo pensamiento.

     Alguien nos habló de intensidades en el caos, de acordes urbanos extensivos... Amorosa la demencia en Trilce vengativa, clima fatal de eternidad para el organismo muerto que se cree vivo, para la metáfora gastada que se asienta, reposando presunción en silla de oro.

     Lógica poética de la sensación y el sentido, cirujanos poetas otorgaron muerte, sí: «una mala mirada para la mirada asesina», el cáncer para el cáncer, «el mal ojo para el ojo inicuo», muerte justiciera irisada de cuchillos para la cansada, hipócrita, sedente, sensibilidad teológica que muerde los infolios —gran pedófilo haciéndose la mística en los lechos de Heliogábalo y Calígula—, incapaz de producir las nuevas formas. ¡Que los muertos plagiarios entierren a sus muertos! ¡Castiguemos con la dura Piedad a los culpables!

     Y no hablo ahora en versos, ni nombro sacramente, aristócratas arácnidos difuntos neoclásicos, vuestras tristes pervertidas componendas geopolíticas. No escribo aquí los muertos terribles que me habitan. Les pongo espejo a ustedes, ¡malos textos metafísicos! ¿O acaso no es así, poética equívoca de falsos precursores, mentidos dadaístas de origen escolar, presumidos hasta el fondo plebeyo de los huesos con su médula imitada y altanera, engañosa infrasemántica de vuelos?

     Podrida está vuestra memoria primordial, y renegada. Son ustedes tan ingenuos y mezquinos, damas coronadas, consagrados caballeros, que solo aceptan con temor la luz foránea de los muertos, o a los propios compañeros de comparsa y de convite, porque piensa vuestro logos filantrópico y caníbal que el amigo previsible y verdadero es un espejo, que los muertos —abismales extranjeros— ya no escriben ni compiten por estatus inmediato con los vivos.

     Pero miren: bajo el «ojo pineal» que abandona la miseria dialogando con el «ano solar» de los misterios —palpable coincidentia oppositorum—, el viajante ya retorna, el muerto está creando en este instante nueva vida.

     Lean el desnudo pensamiento de Lucrecio, del Dante Alighieri, de Miguel de Cervantes, de William Shakespeare, de François Rabelais, de Friedrich Nietzsche, de Georges Bataille, de Rainer Maria Rilke, de Gérard de Nerval, de James Joyce, de Thomas Stearns Eliot, de Marcel Proust, de Thomas Mann, de Antonin Artaud, de Louis-Ferdinand Céline, de Henry Miller, de Henri Michaux, de William S. Burroughs, de Octavio Paz y de tantos otros caminantes del desierto. Olviden el miedo a lo tangible y ahora palpen, la materia como un río que otorga vida y muerte...

     ¡Oh brillantes candidatos a inmortales en el arte, producidos a granel por componendas de sancochos, banquetes y capillas; por aviesas «politiques de l'amitié»: tristes máquinas demócratas de engendrar «aristocracia», de olvidar el desamparo bajo un cielo sin designios!

     ¡Conciliábulo de enanos en la bruma de las cumbres...!

     ¡Qué mal hombre quien descubre vuestra infamia, quien escribe la negrura de los hurtos y la crónica verídica del crimen!

     ¿Es acaso un detective, un sabueso metafísico, o el sencillo cazador de los gazapos que retorna?...

     ¡Oigan, impíos!, dupliquen, tripliquen, centupliquen ustedes —¡qué va!—, con pasión el accidente de la carne, y sintiendo por la piel intensamente como un guante, vivo, orgánico, vibrátil, dado vuelta desnudo en un orgasmo, desollado en la navaja reflexiva: sangren, escriban, criben con los poros, transpiren versos de plomo fundido por las sienes, alumbren polvo de oro, tracen cautelosos al fin «el otro cuerpo», que perdure su fluencia topológica —oleaje de la página en Banda de Moebius—, donde el rito, la herramienta secreta y el río insospechado y transmutante de la piedra —líquida y que sueñe un Archipiélago semántico en contacto: «local, modal, fractal», Jean-Luc Nancy dixit— transfiguren la engañosa estatuaria del silicio que hoy levanta presumido su nueva Babilonia —ocular, táctil, sonora— y esculpan o diseñen lentamente la más lúcida membrana: vibrante, imprevisible, sensible rebeldía libertaria, laberinto comprensivo que subvierta con la mente al algoritmo; que construya o recupere, transformado, el más alto, helicoidal, profundo y neutro Acontecimiento: la enigmática serena superficie del poema...

     ¡Oh fluencia-incertidumbre que se abre al pensamiento!; gaseoso cuerpo erógeno y divino que imanta la textura imprevista de la carne; vivo laberinto ilimitado de las urbes, real opacidad que se resiste a la ciega y petulante transparencia del guarismo; resplandor provisoriamente sólido, en verdad molecular y abierto, como un mar de turbulenta, amorosa y transbinaria escritura de serpientes... Conjunctio: Alexifármacon. ¡Así hablaba Zaratustra!

Armando Almánzar-Botello 

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Febrero 2005

     Texto tomado del libro de la autoría de Armando Almánzar-Botello titulado: Francis Bacon, vuelve. Slaughterhouse’s crucifixion, Editora Ángeles de Fierro, San Francisco de Macorís, República Dominicana, 2007, pp 65-70

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.
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«UN BREVE FRAGMENTO DE LO QUE DICE NUESTRO LAUREADO ESCRITOR MARCIO VELOZ-MAGGIOLO SOBRE LA POESÍA DE ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO» fbs:

     «Almánzar Botello es un poeta que destella oscuridades. Podría decir que sus sombras son en verdad la parte luminosa de su obra.

     »Parecería retruécano, contradicción más bien, el que se viva en “accidentes utilizables” o el que en un garfio brille o luzca, suspendida, la belleza desollada sin dejar de serlo. Si para la vieja concepción estética “bello es todo lo que visto agrada”, definición decadente que deja fuera lo oído, dicho, sentido, olido y gozado, en las páginas de  “Francis Bacon vuelve. Slaughterhouse’s Crucifixion”, bello puede ser lo que  desagrada, lo que responde a la solemnidad del dolor, lo que permite entender con las rasgaduras del espíritu mismo aquello que luego, deglutido y saboreado, traduce en goce lo que en principio era dolor acomodaticio [...]

     »Desde los primeros ajustes emocionales de esta obra, difícil y profunda, no estaremos dentro del esquema estético si deseamos hacer de lo dicho por el poeta una lógica. He dicho que escribo a “lo Almánzar”, no me interesan sino las sensaciones que producen sus resonancias y disonancias. Digo que sus visiones del mundo orillan, en la postmodernidad, las de un Bosco caribeño que recrea el universo con el que intenta dejar de soñar.

     »En su soledad y en su atasco de pasiones, Almánzar Botello incluye a políticos, a poetas, a una fauna esotérica y mistérica que en la realidad es solo materia prima para su justificación de la metáfora.

     »La vida se muestra jeroglífica, como la propia poesía del escritor, la vida es siempre una tentación de lo indescifrable, y por lo tanto, descifrarla es perderla...

     [...] El denso poema en prosa que es  “Poética de la sensación”, apunta hacia la revuelta de las sensaciones mismas. Toda sensación es un fermento que nos lleva a ver el pasado y el presente en lucha virtual. La escritura es el único elemento que flota y salva, como la tabla clásica de los naufragios.» MVM

Marcio E. Veloz Maggiolo: “Bacon, el sueño y la palabra”, Listín Diario, agosto-septiembre, 2007
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COMENTARIO VIRTUAL

     «Armando querido, la ciudad somos todos nosotros. La ciudad es también tu poema. Este fragmento me sacude en lo más profundo de mi ser:

»“Poema: torso roto; tronco desangrado, dolor de tan
profundo inaudible. /
Poemas: órganos lumínicos, malditos,
claroscuros indecibles. /
Poesía: torso roto, / filosa voz del hueso, /
tronco esquizo desangrado: /
grito en un dolor de tan profundo inaudible.” Armando Almánzar-Botello

     »Si mañana despierto víctima de un maleficio inclemente que me impida volver a escribir por lo que me quede de vida, estaré bien mientras tú escribas y yo pueda leerte como lo hago ahora, con asombro infinito y con la certeza de que siempre voy a descubrir algo nuevo al explorar el mágico jardín que es tu escritura, claroscuro de tu Lengua. Me encantó también escuchar este poema, tu voz le imprime un matiz único e inolvidable.
Un abrazo y un beso :) » Irina Maribel.
15 de febrero de 2012, 8:30
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VIDEOS Y ENLACE A WIKIPEDIA:

     1) «Toute l’écriture est de la cochonnerie» Antonin Artaud [«Toda escritura es una cochinada» Antonin Artaud] https://youtu.be/rBgv0oDhx6E

     2) «Para terminar con el juicio de dios» Antonin Artaud https://youtu.be/X4uiRe6W1xU

     3) Artaud y la enfermedad: https://youtu.be/rpHDq1yYuu4
    
     4) Antonin Artaud: https://es.m.wikipedia.org/wiki/Antonin_Artaud

     5) Antonin Artaud: https://youtu.be/RKKjKLvTqtQ

     6) Lucien Ducasse, Conde de
Lautréamont
: https://youtu.be/FqKOtjEoxsE

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

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