miércoles, 14 de octubre de 2015

¿RESENTIMIENTO HERMENÉUTICO? Nota breve a propósito de cierta recepción de la obra creativa de Louis-Ferdinand Céline.

«...El sistema no es aquí, simplemente, el de las intenciones del autor [...] Ese sistema no es, en primer lugar, el de un querer-decir. Se establecen comunicaciones reguladas, gracias al juego de la lengua, entre diversas funciones de la palabra y, en ella, entre diversos sedimentos o diversas regiones de la cultura. Esas comunicaciones, esos pasillos de significado, [el autor] puede en ocasiones declararlos, iluminarlos jugando en ellos "voluntariamente", palabra que ponemos entre comillas porque no designa, siguiendo en el interior de esas oposiciones, más que un modo de "sumisión" a las necesidades de una "lengua" dada [...] La diferencia entre consciente e inconsciente, voluntario e involuntario [es un] instrumento muy tosco cuando se trata de cuestionar la relación con la lengua. Lo mismo ocurriría con la oposición del habla —o de la escritura— respecto a la lengua, si debiese, como a menudo ocurre, remitir a esas categorías.» Jacques Derrida, "La Farmacia de Platón", en "La diseminación", Editorial Fundamentos, Madrid, 1975, páginas 140-143.

«...Eco ha destacado que la versión del "todo vale" ("anything goes" ) de la crítica postmoderna no es lo que está implícito en la noción de obra abierta. Se puede decir que toda obra literaria propone un lector modelo correspondiente a las posibilidades reales y justificables que establece el texto. Para Eco, proponer que es posible un número infinito de lecturas para cualquier texto es un gesto totalmente vacío. Ello no significa, sin embargo, que un autor empírico deba poder juzgar la validez de la interpretación basándose en sus intenciones. Se trata de indicar pruebas que puedan producir una interpretación pertinente y coherente, aunque sea a pesar del autor empírico.» John Lechte, 1994: "50 pensadores contemporáneos esenciales", Ediciones Cátedra, Madrid, 1996, página 167.

Louis-Ferdinand Céline

Por Armando Almánzar-Botello


Alguien dijo que Vida y Obra son "duplicaciones paralelas de una escena fantasmática hurtada"...inconsciente, traumática...

La llamada "vida", entendida como plétora y campo ilimitado de posibilidades inmanentes-trascendentes (“la vida la muerte”, escribía Jacques Derrida, uniendo sin coma ambos puntos extremos en un espacio atópico de indeterminación e incertidumbre) se encuentra, evidentemente, por encima de la mera "obra" como “simple” producto de un acto creativo de escritura, y participa de una dimensión ética distinta. 

Si la obra, en su complejidad semiótica, contradictoria y polivalente, atraviesa los prejuicios, ideologías, convenciones y narcisismos de época (la autocomplacencia del Zeitgeist), es decir, si se constituye en obra con un ritmo específico (Henri Meschonnic) más allá del ruido relativamente inarticulado de los contextos, no cae como tal bajo el hacha del juicio moral normativo: abre más bien un espacio de exploración y constitución de (sin)sentidos inéditos, desconocidos. 

En este orden de ideas podemos afirmar que el Louis-Ferdinand Céline de “Viaje al fin de la noche” no es el mismo autor de los Panfletos Antisemitas como "Bagatelles pour un massacre". Por lo menos, la estrategia escritural y ética no es la misma en ambos casos. 

En aquella gran novela del escritor francés, al igual que en su “Muerte a crédito”, existe lo que Julia Kristeva concibe como una exploración escritural sublimatoria de la abyección de la emergencia histórica de una cierta manifestación de la pulsión de muerte, la catástrofe y el sinsentido, pero no se instaura en esas obras, de ningún modo, una ideología racista, ultranacionalista, autoritaria, asesina, militarista o complaciente con los poderes fácticos, sino, muy por el contrario, una especie de carnavalización bajtiniana del apocalipsis de las significaciones ideológicas convencionales e hipostasiadas.

Los Panfletos celinianos revelan el "error" ético-político de Céline, su inexcusable anti-semitismo fascista si se quiere; sin embargo, esta dimensión de su obra nunca invalida su otra escritura creativa: aquella práctica significante generadora de obras transformativas con valores semióticos perdurables. 

Para los japoneses tradicionales, por ejemplo, el ideal del hombre de letras íntegro implica, necesariamente y a través de toda la vida del escritor, la conjunción de los componentes ético y estético, una suerte de interpenetración de lo moral y lo artístico; mas lamentablemente no siempre ocurre así en la experiencia concreta que nos brinda la realidad de los diversos autores... 

Junto al "recriminable", latente o explícito odio en bruto que puedan expresar algunos supremos hacedores literarios a través de ciertos actos de su vida y de su escritura extraliteraria, como es el caso de un Sade o un Céline —actos considerados, con mayor o menor grado de hipocresía, como “injustos y perversos” cuando son medidos desde un cierto punto de vista de apreciación axiológica—, existen también, en posición simétrica-inversa, otros escritores cuyo odio ideológico se expresa, oscuramente, a través del resentimiento valorativo contra la excelencia literaria lograda por esos “supremos hacedores” que no participan de los mismos principios ético-políticos defendidos por sus rencorosos críticos, o que han sido eventualmente censurados y estigmatizados como “inmorales” o “monstruosos” por ciertas instancias de los poderes constituidos. 

Piénsese, a modo de ejemplo, en la tradición maldita de los “hijos espirituales del Marqués de Sade”; en la negativa de la Academia Sueca a conceder el Premio Nobel a Jorge Luis Borges bajo el implícito argumento pseudoliberal e hipócrita que aludía a la evidente simpatía del gran escritor argentino por el régimen dictatorial de Pinochet, por el imperialismo británico y el franquismo, etcétera.

¿No acontece algo similar a lo anteriormente señalado en lo que entendemos como “apreciaciones de mala fe” realizadas por un gran teórico de la literatura como lo es sin dudas el extraordinario ensayista George Steiner? Este autor de origen judío, en su importante obra “Extraterritorial. Ensayos sobre literatura y la revolución lingüística” (Ediciones Siruela, 2002, páginas 49-59), llevado por su legítima posición antirracista, “prosemita” y antifascista, defiende la supuesta superioridad artística del Lucien Rebatet de “Les deux étendards” con respecto al Céline de “Mort à crédit”, además de catalogar como "patológicas" la visión y las técnicas de Céline como escritor.

Para mí, sin regateos, el Louis-Ferdinand Céline autor de "Muerte a crédito", "Viaje al fin de la noche", "De un castillo a otro", "Rigodon", etc., junto a Kafka, Proust, Joyce, Mann, Beckett, Virginia Woolf, Hesse y otros pocos más, se manifiesta como uno de los más grandes escritores de Occidente desde los tiempos de Dante, Cervantes y William Shakespeare.

Reiteramos que la ética del sujeto de la escritura no coincide de forma absoluta con la moral del individuo político en su accionar mundano. Los panfletos antisemitas de Louis-Ferdinand Céline no restan valor a su obra literaria de ficción (con sus fuertes tintes autobiográficos) ¡aunque no dejen por ello de ser abominables!

El acto est/ético logrado por escritores de la especie de Céline, entendido dicho acto como "don del poema", don del relato y escritura creativa, va más allá de una "simple" o burda "excripción" criminal o panfletaria efectuada en el plano de lo biográfico-especular; del "plagio no transformativo" como simple apropiación de materiales "ajenos" pero sin metabolizarlos en cuerpo textual "propio"; de la usurpación de pedestales; del acto de escribir como simple compensación de minusvalías psico-sociales; de la circularidad interesada del libro-mercancía como mera excrecencia del mercado, y del moralismo maniqueo de aquellos que Niestzsche denominó los falsos sacerdotes... 

Frente al gran creador-artista que es Céline, una cierta complicatio ética nos sitúa (o debería situarnos) más allá del mero resentimiento patológico y del espíritu de venganza propios de los talantes que se niegan a reconocer el estatuto de contra-efectuación artística de síntomas (Deleuze) y suplencia sinthomática est/éticamente lograda (Lacan), que representan obras como "Muerte a crédito", "Viaje al fin de la noche", "Rigodon", etcétera.

Lo ideal sería, para el sujeto en situación de discurso y en acto de escritura, poner en su biografía ético-práctica —a su cuenta y riesgo— “un poco” de lo que haya perfilado como aventura del sentido en su obra creativa (no sólo a la inversa); descubrir en los sentidos múltiples de su “propio” texto nuevas posibilidades de vida y socialidad; dejar un "espacio receptivo" en el discurso para el punto de ignición que constituye lo Real de la Pulsión de Muerte literalizada y litoralizada, para el Afuera genético y la Extimidad (Bichat, Foucault, Deleuze, Lacan), para el sinfondo y el ruido blanco del sinsentido multiforme. 

En fin, hablamos aquí de practicar "economía de la violencia" y/o evitar "psicosis desencadenada", por vía de una "escritura del desastre" como lluvia sinthomática de letras, para decirlo de un modo sintético moviéndonos en el espíritu y utilizando los términos de Lévinas, Blanchot, Derrida y Lacan.




Agosto de 2003 (Texto retocado).



© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.


Otro blog en el que figura este mismo texto:

Blog Cazador de Aguahttp://cazadordeagua.blogspot.com/2013/02/resentimiento-hermeneutico-fragmento.html

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