sábado, 7 de mayo de 2016

SÍ, HE SIDO UN NIÑO MUERTO...

«¡Una vida, una escritura! Pero el deslizamiento cuesta abajo, / la oblicuidad de la existencia nos exprime hasta que ya: / siempre dentro de mí está el niño que murió, / siempre dentro de mí está su voluntad de muerte, / un universo, un cuerpo...» Robert Lowell

     «Toda intensidad lleva en su propia vida la experiencia de la muerte y la envuelve. Y sin duda toda intensidad se apaga al final, ¡todo devenir deviene él mismo un devenir-muerte! Entonces la muerte llega efectivamente. Blanchot distingue claramente este carácter doble, estos dos aspectos irreductibles de la muerte: uno bajo el cual el sujeto aparente no cesa de viajar y de vivir como un “Se”, “no ‘se’ cesa y no ‘se’ acaba de morir”, y el otro bajo el cual este mismo sujeto, fijado como Yo, muere efectivamente, es decir, cesa por fin de morir porque acaba por morir, en la realidad de un último instante que lo fija a sí como Yo pero deshaciendo la intensidad, llevándola al cero que la envuelve… El ciclo está cerrado. Para una nueva partida, pues: ¿“Yo es otro”?...» Gilles Deleuze y Felix Guattari

     «El niño, el niño del jefe, el niño del enfermo, el niño del labrador, el niño del Mago, el niño, nace con veintidós pliegues. Hay que desplegarlos. La vida del hombre está entonces completa. Muere bajo esa forma. Ya no le queda ningún pliegue por deshacer. Rara vez hay un hombre que muera con algunos pliegues por deshacer. Pero a veces ha ocurrido. Paralelamente a esa operación el hombre forma un núcleo. Las razas inferiores, como la blanca, ven mejor el núcleo que el despliegue. El mago ve más bien el despliegue. Solo el despliegue es importante. El resto no es más que epifenómeno.» Henri Michaux: “En el país de la magia”, en En otros lugares, Alianza Editorial, Madrid, 1983, p. 117

                      
Por Armando Almánzar-Botello

     A Camelia Michel Díaz, in absentia
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     (1)

     ...Sí, he sido un niño muerto, sí... pero he nacido en los retornos, 
lentamente... 
                         No hay odio verdadero que impávido transite 
por la orgía del poema y sus maquínicos desiertos.

     Amargo hay un amor de la fiebre que ilumina 
por el cuerpo del poema persistente sus veredas. 
     Que torna de improviso muy oscura la sintaxis...

     Rota y suelta en ave negra la belleza indescifrable, 
no trazamos la frontera si no somos

carne o nudo enmarañado en el goce y el deseo 
por la esfinge de la letra.

     (2)

     ¿Acaso escribiremos pretendiendo ser ya otros, fugitivos 
renegados con las máscaras de nadie,

lenguas nómadas rabiosas deambulando por el tiempo, 
esquizoides fragmentados y enemigos de su espejo, 
alucinados niños muertos?

     ¿Quién define aquí en la página de nuevo el gran silencio, 
litorales del enigma, si no dice con el vuelo de un pájaro 
isotópico, 
                                        revertido, 
invisible,

lo terrible vengativo,

la indolente y violenta niñez que late ahora: ciega la temible 
desnudez de tu sigilo: aquella vulva caracola?

     Ostra peligrosa de carne sonrosada, limpia,    
                       tersa y palpitante, 
cósmico innombrable sinsentido...

     Vuelta lengua con su gato ya explorando mar adentro, 
su misterio sinuoso y tan molusco,

Balthus dulce y turbulento...

     Misma lengua que otro sueño muy erguido ella desnuda,

ya medita en este ahora,

cuando escribe transmutada cautelosa una distancia, 
lacerante como el filo de un cuchillo en el retorno...

     (3)

     Sí, mujer perdida, soy un niño muerto, ausente de mí 
en la fosforescencia impropia...

     Simplemente voy sin sueños por el tétrico desierto, ritornello 
de tu ausencia...

     La cola del gato inexistente, gran Tesoro: ¿es el todo 
en la rotonda del minino tan goloso,                                                                                            
                                                                     todavía?

     La mera insinuación erótica del gato, metonímico-tanático, 
alumbrando redondo como un cero:

¿vestigio gatuno del humo constituye, su mentido feminismo 
en tu felinidad que arde?

     ¿Aún muerde, ingiere, usurpa?

     Acaso yo te amaba y Dios no lo recuerda...

     (4)

     Tan cuántica y poética, Preciosa, fue la simple abolición 
de tu gato en mi poema,

que mi lengua te produjo la impresencia como un rito, 
similar a la llamada Paradoja de Schrödinger... Gimiendo 
te fugaste asemántica y felina...

     ¡Oh aquella esquina de mi sala delirante, yo envuelto por tu 
pelo besándote la tarde!

     ¡Espeso amor tan singular tu gran metáfora epistémica!

     Hoy persiste la sonrisa desaparecido el Gato
 
     (5)
    
     En país maravilloso de Alicia nuestro amigo,
el discreto y circunspecto profesor Charles Dodgson,

hoy discurre con Alzheimer sobre tu inmenso gato de 
                               Cheshire:

metafísica humedece su escritura superficies...

     Río suelto de un Heráclito molecular, insomne,

blanda piedra fluida como el deslumbrante áspid.

                              Juego, Amor,

deambulante absorto y nunca por tu cuerpo incertidumbre.
Abismal y neutro un “Se” aquí lo inscriba:

otro punto y aparte impersonal, atópico.

     En el torrente de los signos tu desnudez me aguarda...

     Y será nuevamente una carta de amor
el refugio musical de un claroscuro compartido,

nuestra pobre victoria frente al Abismo que desnombra,

una Danza de la Forma que deslumbre a la Muerte.

     ¿Quién es quién si el buen Dios retorna indecidible,
como risa de Nadie o Teatro sin fondo?

     En la muralla de los signos mi desnudez te aguarda.

     Sí, he sido en la caída un niño muerto...

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Febrero del 2015

© Armando Almánzar-Botello, Santo Domingo, República Dominicana

Otro blog en el que figura un texto relacionado:

Blog epistheme: http://epistheme-tonydemoya.blogspot.com/2014/12/noticias-del-frente-poetico-059.html?m=1

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OTROS BLOGS DE ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO:

Cazador de Agua                   

Tambor de Griot

ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO ES MIEMBRO DE LA “RED MUNDIAL DE ESCRITORES EN ESPAÑOL”, REMES

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IMÁGENES:

     1) Arriba: Balthus, “Gato en el Mediterráneo”, 1949

     2) Abajo, a la derecha: Charles Lutwidge Dodgson (Lewis Carroll)

     3) Abajo, a la izquierda: Alice Liddell
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