Por Armando Almánzar-Botello
Lentamente el yo se forma, se condensa en los cristales
encontrando su matriz en las imágenes del Otro.
Fase o vida en el espejo también fosa. Hosca imagen per-
vertida por un tubo y siete llaves cantando su libido
en simetría inversa.
Metaloide aletazo de otro mundo.
Mercurio casi agua.
Azogue lúcido.
Yo es Otro,
escuchose Rimbaud decir un día.
Anticipaba en “Eso” la palabra Infierno
su poética mordida en la figura del espejo.
¡Estanque pensamiento, jaula de antimonio!
¿Fue Wallon-Girondo, Jacques Lacan decía,
—llorado vuelo en pez, fulgor del Otro—,
aquella retorcida máquina fluencia
de pájaro que hoy narro gimiendo en voz ardiente?
¡Sordo enigma-laberinto! ¿Destello múltiple?
El sí-mismo estallado que un espejo ya “me” usurpa,
la no escrita opacidad de sujeto en bruto siendo,
entendido es carne o cuerpo sin linderos,
¡borra el goce!
organismo sucumbiendo en lo real, zona de muerte
—turbio entrópico nirvana—
no esculpida todavía por el borde fronterizo
la pulsión irreverente
y su bisagra.
El Yo básico que tiendo sin bufanda
(Moi, dicho en francés),
a pesar con él de nuestro engolosinamiento
—¡sí, la muerte!—,
clivaje posterior del sujeto en la sintaxis,
al caer sorda la letra,
¡tiembla!
en ácido sulfúrico de ausencia,
no más que simple constructo imaginario
como el beso.
Y el rayo de una lengua en tulipanes arde.
Se ofrece danzando aquel oscuro interrogante:
el sí-mismo
ahora huye por los labios remotos del espejo /
en Otro ya entreabierta mujer de carne amada...
El sujeto de la enunciación, así por el reverso
—correlato de un objeto metonímico que escapa—,
es briosa tachadura-claroscuro y no detenta
imagen especular
sino la pérdida,
la huida sin semáforo de un dios
por los grafemas.
De igual modo sangrando su vacío allá la Cosa /
a pesar de maniquíes, profilaxis y
vitrinas /
real, opaca, inmune —Das Ding dice la sombra—,
aletea furia ciega y no refleja
luz de entendimiento alguno.
Solo sabemos del puro Yo sin verlo,
cuando nos escuchamos decir “Yo” al fin un día...
y es ya, tal vez, demasiado tarde.
¡Oh Je o “yo” simbólico del enunciado que hace
vínculo de máscara con otros,
y anuda lazo capital de cordura con el prójimo!
Por lo tanto,
el único semblante conocible se construye y
destruye aquí en la letra...
Y sin embargo,
horadado por la línea de fuga que
conduce hasta el no-rostro:
aquí se imbrican
—metáfora interpuesta—,
Gregor Samsa, locura fraseada
y máquina inclemente.
Ahora roto en ti caído, sin espejo mi poema,
un rizoma monstruoso ya germina en la mirada: /
guarida de lo humano y lo inhumano.
Violencia pura,
enamorodiamiento.
Rabiosa la escritura irreverente por la muerte,
durísimo el amor deviene así otro poema:
una piedra irreflexiva que destroza los vitrales...
Ahora vemos en espejo, sí, oscuramente,
mas luego veremos face to face...
face à face
faccia a faccia
Angesicht zu Angesicht ///
Brotando bajo lluvia los relámpagos:
girasoles sorprendidos nos veremos cara a cara:
Dará inicio final en el olvido /
la batalla inabordable de los rostros...
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26 de Agosto de 2010
Copyright © Armando Almánzar Botello.
Reservados todos los derechos de autor.
Santo Domingo, República Dominicana.
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NOTAS DEL AUTOR:
Lacan es un pensador barroco muy conocedor de cierta tradición mística; él mismo lo decía con humor, explícitamente. “Estas jaculaciones místicas [se refería a los escritos de Hadewijch de Amberes, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Angelus Silesius y otros poetas místicos] no son ni palabrería ni verborrea; son, a fin de cuentas, lo mejor que hay para leer —nota a pie de página: añadir los escritos de Jacques Lacan, porque son del mismo registro.” Seminario XX, Aún.
El pensador francés rendía honor también en su decir al concepto heideggeriano de "lichtung" (claroscuro, "mi-dire": medio-decir)...
Lacan, además de psicoanalista y enseñante, era un pensador y un poeta. Pero había una razón para esta oscuridad: el maestro intentaba plasmar en su decir la complejidad paraconsistente, polivalente, fronteriza, de los "procesos primarios del inconsciente" en su relación dinámica con la lógica clásica, apofántica, identitaria, que rige en el "sistema preconsciente-consciente".
No obstante, cuando se conocen el contexto y los ejes conceptuales de su discurso, la palabra y la escritura de Lacan se constituyen en lo que Jean-Claude Milner denomina: La obra clara. Ésta, además del rigor teórico sustentado en la clínica, detenta una inventiva poética cifrada en el bien-decir.
NOTA DE 2015
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