martes, 3 de octubre de 2023

EL VELLOCINO DE ORO


.   Francis Bacon: Estudio para un retrato de Henrietta de Moraes, 1964

Por Armando Almánzar-Botello

     Algunos poetas creen escribir, crujiente,
la verdad final del hueso y de la muerte,
cuando el pubis descarnado, radiográfico,
aflora en la engreída falsa erótica poética:
verdad final del verso en la osamenta.
Presumido grado cero de retórica y
semiótica indolencia.

Solo piensan ellos la supuesta y ontológica estructura
en lo profundo de la carne, y así olvidan
que «no hay nada más profundo que la piel»,
tal como dijo Valéry un día.

Mas por encima del hueso púbico en la fémina

     (y ello también en el hombre, pero ahora esa vertiente del asunto no goza de interés para el atento sujeto que investiga este fenómeno, pues, en la mujer, la sínfisis del pubis está sutil, delicada, acolchadamente cubierta por la maravilla sublime y el secreto milagro de un tejido adiposo al que la ciencia anatómica denomina, sin poder evitar lo libidinal o erótico, “Monte de Venus” para la subida mística —como bien dijo, creo, el poeta Francis Ponge, o el narrador Thomas Mann en su gran tesauro—, estructura esa que no aparece como tal en la más enjuta configuración púb(l)ica del hombre),

     por encima del hueso púbico en la mujer,
—repito ahora nuevamente, a gritos,
aquejado por la risa y un 
 temblor patafísico—,

     existe lo que llaman el pubis depilado,
la hermosa y femenina piel del pubis,
negra o sonrosada, suave, reluciente,
por efecto de cosmética, poética de láser
o navaja filos(á)fica de Ockam,

—instrumento metodológico, este último,
que suprime lo superfluo del problema complejo
que para el hombre ordinario
                                                  constituye
la retracción enigmática de la mujer desnuda, su goce
más allá del falo (Lacan dixit)—
aporía para el macho con su afán de someter
el gran sinfondo inabordable (Untersinn)
al dominio de la falsa superficie física (mas no a la
inmanencia trascendental de la superficie
incorporal y estoica),

afán de comprender y dominar sin riesgo
el goce femenino entendido
como goce de «lo “femenino” neutro»
(Armando Almánzar-Botello dixit, 1995),
con la frívola intención de ampliar
el viejo catálogo letal de Leporello. ¿No?

El pubis femenino y depilado es casi equivalente
(aunque pretende renegar de ella) a la poética
de grado cero del hueso púbico insondable
en la profunda mezcla de los cuerpos:

     El viejo publicista supone ingenuamente
que revela o desvela eso, lo otro, aquello
que la reseca y deplorable retórica neoliberal y cosmética
cree descubrir en la vulva depilada: la presunta

y domeñable transparencia del concepto,
la verdad de la mujer al fin puesta en valor de presencia,
la política esencia solar del sistema democrático,
la salvífica evidencia del mercado y sus ofertas,
lo semejante y lo idéntico que vienen a  ofrecerse,
sin reservas, literales, ya sin ambages,
al ojo ávido que pretende sorprender y capturar,
                 —¡gozando totalmente aquí sin esforzarse!—,

     la “chispa líquida y algorítmica de la vida”,

     la existencia misma en su desnudez resplandeciente, inmediata,

     el originario rostro sin trasfondo de la cosa,
la verdad de lo real en su cruda evidencia palpitante...

     ¡Pero no!

     Debe ahora subvertir la doxa neoliberal y postmoderna
el epistémico-académico sujeto que investiga,
y afirmar muy limpia y contundentemente,
como si al fin escribiera un tercer Manifiesto Comunista:

     «Eliminar del Monte de Venus la vellosidad púbica,
la “artificialización” frondosa de lo natural
(“la naturaleza se artificializa a sí misma”, Lucrecio;
“no hay nada fuera de texto”, Jacques Derrida;
“el animal técnico es una especie natural”, Jean-Luc Nancy),
en verdad constituye un mutilar o empobrecer la densidad simbólica
de un texto poético precioso: claroscura sucesión de (sin)sentidos
en rugiente finitud interminable...»

     ¡La vellosidad púbica abundante
debe siempre recubrir en la mujer
—como vellón, erion y vellocino de oro—
aquello que se escapa y nos deja atónitos:
la bifronte maravilla de la boca del oráculo,
el enigmático acoso de la Cosa,
el lúcido sexo femenino indescifrable!

     ¡Féminas de vulva velluda en todo el mundo, uníos!

     Oculto y barbado en la oscura vulva de Kali,
oigo el hondo gemir de la divinidad danzante.

     El rostro verdadero de Buda se insinúa
por detrás de los semblantes multiformes.   

     Dios mismo habló siempre a través
de la humareda espesa de los símbolos...

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Marzo de 2012

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

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PTYX La caracola delirante (Fragmento)

     «Mi estado con valor ecológico, ético y cosmético: Digo ¡no! a los pubis depilados... ¡Viva el cuerpo-alma con sus bosques!» Armando Almánzar-Botello, 25 de julio de 2012

     Por Armando Almánzar-Botello 

     «¡Féminas de vulva velluda en todo el mundo, uníos!» El pseudo Karl Marx 

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     «[...] Sobre todo me gustó la abundantísima vellosidad púbica de la bella muchacha del gato negro y el cuchillo. ¿Es modelo profesional reconocida? ¿Es foto reciente la de su joya oscuramente iluminada? 

     »En estos tiempos terribles de bombardeos, genocidios, calentamiento global, afeites y depilaciones canallas, ¡estamos en verdad redimidos por semejantes pubis gloriosos!

     »¿Testimonio tal vez de un renacimiento postmoderno de la Justicia, o del misterio sagrado de las míticas cavernas y sus lianas indomables y apotropaicas?

     »Aceptación-celebración de nuestra envidiable condición corporal, mortal, danzante: esa que no asumen como propia los poderosos de la Tierra; esa condición negada por el criminal psicobiopoder eugenésico y cosmético de los imperios y costumbres que hoy controlan a las subjetividades y a los cuerpos, a las poblaciones y sus flujos, asociando la vellosidad púb(l)ica con la temible contingencia de la carne mortal arrojada al mundo, a este hábitat o espacio globalizado que esos mismos poderes asesinos e inhumanos tienden a volver peligrosamente inhabitable...

     »Sería muy triste que la imagen que celebro fuera tan solo el desnudo fotográfico de un Zeitgeist preterido y sin retorno...

     »Pero no. ¡La de la foto reciente que celebro, en verdad es una vulva tan ontológicamente deleuziana que hace sombra! 

     »Ella se descubre “total-mente” no platónica en su morfología antiesencialista, humano-bestial, erógena, maquinal y divina.

     »Siento la recóndita respiración salobre del mar en esa caracola; el lento y sinuoso crecimiento de los pelos, la oscura morfogénesis inmanente de la carne. Recuerdo al sabio Lucrecio y al sensual Spinoza: 

     »“Natura naturans” se artificializa a sí misma, y pueden vislumbrar aquí, hombres de poca fe, ¡el poder transmutante que le es dable alcanzar a un cuerpo femenino!

     »¡Oh divino y secreto cuerpo metamórfico que sabe… y no soporta que se sepa que se sabe sino tan solo en el decir a media luz del poema!

     »Una mujer sin vello púbico para mí no tiene alma.

     »Pero puede adquirirla suspendiendo los afeites. Si es lampiña, como dice Schiller, que se aleje llorando de esta hermandad...

     »¡Chillen amadas feministas, pero hablo en nombre de la dignidad del fetichismo transfigurado por el amor a los cuerpos-almas!

     »Pero no. ¡Mesuremos el entusiasmo! ¿Mesuremos el entusiasmo? ¡Amemos también a las mujeres de canosa vellosidad púb(l)ica... sin olvidar a las jóvenes o viejas bailarinas depiladas o lampiñas! [...]

     »¡De verdad me entusiasmó aquel pubis!…

     »Pregunta retórica nomás: ¿La “nueva carne” cybórgica nos dará la oportunidad de palpar de nuevo el palpitar de una “pepita” ora(o)cular asomando como lengua de alme(a)ja sonrosada o violeta entre aquel tupido matorral originario que, como dijo Gustave Courbet un día, constituye sin dudas “El origen del mundo”?

     »¿Conocen el cuadro del subversivo pintor francés? ¡Búsquenlo, por favor, contémplenlo cautelosamente con el corazón-intelecto, y de lejos les tocará también el resplandor de mi entusiasmo!

     »¿Sabían que Jacques Lacan fue durante años el dueño legítimo de ese cuadro de Courbet, y que su viuda Sylvia (protagonista de “Une partie de campagne” de Jean Renoir) lo entregó al Estado francés como pago por concepto de impuestos atrasados?

     »Lacan llegaba de su Seminario en L’ École Freudienne de París, y ya en su casa, en pantuflas y bata, con vasito de whisky entre sus sabios dedos de prestidigitador y dramaturgo filosófico, se sentaba en un sillón reclinable situado frente a esta aurora negra pintada por Courbet, a meditar sobre los misterios de la sexualidad femenina: su esposa Sylvia (¡ex de George Bataille!), Santa Teresa de Jesús, Golda Meier, unas tetas oscuras de mulata antillana (tetas que fascinaban al viejo Góngora del psicoanálisis, según me contó una morena bellísima de Guadalupe que estudió en París), el goce suplementario de la mujer, más allá del falo, más allá del “no-toda es”, en la tabla modal de la sexuación, etcétera.

     »En fin, me gusta el sabor del cyborg femenino —organismo de mujer y máquina acoplados—, si es que permiten concebir así, l@s teóric@s del feminismo, a esa carne y metal en convergencia funcional femenina, pero con muchos pelos en el coño húmedo, vivo, laberíntico, palpitante: coño paradójico de carne vulnerable, amable, inmortal, contingente, comestible, comulgable... 

     »“El Gran Coño Cósmico es un dios barbado: ¡Dionisio!”

     »Como lo dirían o dijeron entre otros,  Homero, Platón, Buda, Sófocles, Lucrecio, Lao-Tse, Dante, Cervantes, Shakespeare, Rabelais, Meister Eckhart, San Francisco de Asís, John Donne, Nietzsche, Nerval, Artaud, Joyce, Céline, Sartre, Wallace Stevens, Ionesco, Borges, Gabriel García Márquez, Henry Miller y finalmente yo (con humildad indecidible ardiendo, transido de intensivo fervor pulsional). 

     »Sí: “El Gran Coño Cósmico es un dios barbado: ¡Dionisio!”

     »De dicha “convergencia funcional” hablarían, tal vez, un Jacques Lacan o un Georges Canguilhem, un Marvin Minsky o un Roger Penrose, si mal no recuerdo… 

     »Prosigo “glosando”: es un vicio muy sabroso cuando puedes, con tu agudo vigor hermenéutico y tu bagaje humorístico y “falogo-fonocéntrico”, recrear y traspasar sin Derrida el texto “tutor”...

     »Con estas ideas creo dar matices al pensamiento de Donna Haraway […].

     Armando Almánzar-Botello

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Jueves 31 de Julio 2008 

     Texto retocado cuya versión completa y original fue publicada ese mismo año 2008 en el Blog de Pedro Granados, perteneciente al servicio de bitácoras de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

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