domingo, 22 de octubre de 2023

HERIDA NARCISISTA EN MI CURRICULUM VITAE (Motivos por los cuales no digo ni pío cuando se festeja el día del psicólogo)

«El arrepentimiento y el pasado en esta vida / son diferentes. Uno logra / gloria y paz y todo cuanto eleva a las altas regiones otorgadas; // el otro es la congoja y los más amargos sufrimientos / en la muerte de los hombres que con la vida bromeaban. / Y la imagen y el semblante cambian / en aquel que no amó ni el bien ni la belleza.» Friedrich Hölderlin.

     «Die Reu, und die Vergangenheit in diesem Leben / Sind ein verschiednes Seyn, die Eine glüket / Zu Ruhm und Ruh’, und allem, was entrüket, / Zu hohen Regionen, die gegeben; // Die Andre führt zu Quaal, und bittern Schmerzen / Wenn Menschen untergehn, die mit dem Leben scherzen, / Und das Gebild’ und Antliz sich verwandelt / Von Einem, der nicht gut und schön gehandelt.» Friedrich Hölderlin

Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO

     A la “Lulú” de Alban Berg, con libreto basado en dos tragedias de Frank Wedekind

     A los doctores José Ángel Saviñón y Víctor Saldaña, con gran admiración, afecto y gratitud

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     Yo, por cierto, nunca logré completar formalmente mis estudios académicos de psicología clínica. Ni en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), institución donde me inicié con gran entusiasmo en ellos, ni en la Universidad Mundial Dominicana (UMD), donde los proseguí... o intenté proseguirlos.

     Me aburría mucho, muchísimo, infinitamente sentía el hastío, en las (j)aulas mentales de los profes con su atrabiliaria sapiencia y su falta de real utopía. Y luego el burdo familiarismo, el gran miedo a la locura, el odio burgués a lo imprevisto y el temor a lo transgresivo. 

     La muy lenta carrera psi-clínica (¡clin-clin-clin!, prefería yo la bicicleta), tal como la vendían entonces los presumidos maestritos de turno, resultó para mí ser un fiasco, un fiasco muy catequético, una pérdida efectiva de tiempo, un torpor apabullante... Con decirles que en cierta ocasión pretendieron incluir en el pensum cienciología, mercadotecnia y dianética...

     O quizá, no fui en realidad un hombre humilde y comprensivo, digno de aquella ilustre profesión y disciplina, tan útil y sutilísima, / la misma que hoy en alianza con el rigor de las neurociencias y la psiquiatría biológica —y en duras manos de corporaciones norteamericanas y europeas, por supuesto—, nos revela cada día su grandeza subyugante, / la eficacia de la psicoterapia hibridada con psicofármacos, / el astuto biopoder y su potencia filantrópica...

     «¡Eso, eso, eso!», así me lo diría, doctorado por vigor de su intelecto prometeico, / rondando con cinismo mi onirismo más recóndito, / criticándome la falta sapiencial y las inercias, / el inmortal, trascendental, entrañable Chavo del Ocho.

     En fin: ¡cualquier Maco Pempén podía lograrlo, menos yo!

     Estuve por creer que una fuerza misteriosa, metacuántica y procedente de mi denso vacío inconsciente, enigmático y familiar, un impulso heterográfico, maligno, ciego, inflexible, / autobiotanático, destructivo y fatal, / “maquínico, esquizopulsátil”,  pleno de aristocracia y rebeldía tropical, / me impedía rendir mis respetos a las normas de la Academia y a cualquier otra ostentosa y mercantil Autoridad. 

     Cuando apenas destetado, un niño de escuela yo fui (perseguido por fantasmas políticos monstruosos nunca nunca interpretados por la pedagógica y cristiana “modernidad” con sotana, Ellos ya lo habían dicho: «Frente a toda autoridad él se muestra indiferente, y en cuanto a ejercicios creadores no tiende a seguir a la gente. Entendemos que dicho niño debe recibir estigmas y ser recolonizado.» Y todo por una maldita y burda alcanciíta que a duras penas quien les habla pudo en estrechez fabricar, / a fuerza de maderitas y clavos y escasos recursos, / y que resultó semejante a otra alcanciíta hermana de un innombrable y estúpido amiguito colegial... 

     Pasados los años primarios y luego los secundarios desprecié a los comediantes, / pero al llegar a universitario me clavé yo mismo el cuchillo al perder de vista lo práctico, el dinero prestigioso que permite obtener la práctica, académico-fiduciaria, de una noble profesión. Sin embargo: cuando soñaba asistir, / desganado, / a la Casa de Altos Estudios, quien les habla —sí, camaradas, oh mis amables lectores— obtenía casi siempre ¡muy buena calificación!

     Además, yo estaba gozoso y siempre bien actualizado —por mis intensas lecturas privadas y mis experiencias conseguidas como aventajado paciente psiquiátrico y también psicoanalítico—, en todo lo que acontecía en el agitado universo «psi».

     Aunque perjudicado en el registro más pragmático y colédoco (y es que todos necesitamos compensación biliar, monetaria, heráldica y curricular, para nuestros abismáticos complejos familiares y disimuladas minusvalías psicosociales), terminé prefiriendo —¡yo también!—, el Gran Arte del Teatro, quizá por influencia de algunos políticos c(r)uentos, cienciólogos, p-sicólogos (probables futuros col-egas: colas y coles pegadas con Ega), actores profesionales, dialécticos doctores caníbales / y escolásticos profesores de sapientes bocazas y oscuro maletín funerario, / tremebundos y panegíricos, / acostumbrados algunos, como dice el poeta Paz, a hisopear sin pudor al Trono y a los sayones... 

     Varios de mis anteriores compañeros de estudio y afanes intelectuales (originarios de «abajo», pero también muy de «arriba»: ¡a todos que Dios los bendiga!), imparten hoy sacratísima docencia universitaria, y detentan (merecidos o no, pero eso poco importa) unos tremendos estatus económicos, epistémico-políticos, literarios y paramilitares que... «¡Armandito, mejor ‘tate quieto!» 

     De algunos de esos mangantes —los que tal vez de mí ni se acuerdan—, conozco hasta sus tesis de grado plagiadas y sus “maravillosas y estimulantes ponencias” /dictadas en Congresos, Nacionales e Internacionales, de psiquiatría, psicología, literatura y neurociencias...

     ...Muy subrepticiamente, sí, camuflado con la gorra de cazar zorros petulantes; con lentes de cristales oscuros y montura de concha-carey (¡velada pantera rosa!); 

     un tabaco cibaeño-habanero apagado en mis labios mundanos, de un modo cotorro, facundo, apretado y displicente; 

     ataviado con gabán casual, pedófilo-cosmopolita, con mi rostro más discreto, más retráctil y ausente / cibercosméticamente hablando /, 

     pintarrajeado inocente de saltarín y alilado pigmento andrógino-emérito, / docente y pluscuamperfecto, / había asistido a las “cátedras” y “charlas” monumentales 

     dictadas por algunos de mis excompañeros bandidos de investigación y estudio, / convertidos en remilgados profesorales caniches: Oh my God! Oh my God! 

     Requiem æternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis... ¡Eran muertos parecidos a los viejos políticos rudos / que traicionaron la Patria por un “plato de chatas lentejas”!... 

     Sin embargo, todos piensan que “traición” es la palabra que se usa cuando alguien hiere a otro por la espalda... / ¡Sí! / ¡Pero no! 

     También traición es no mirarnos al espejo que refleja nuestro rostro primordial y la verdad del Gran Vacío: / ausencia inconfesable que se alumbra en callejones... / ¡Y no precisamente callejones del Milagro!

     Después de aquellos Días de Academia enmascarada, cuando algo sobrante de mí nuevamente se arrastraba circunspecto a mi escondrijo arácnido y desolado, / llegaba yo clandestino a mi empobrecida casita, / me dirigía con sigilo al cuarto de baño pequeño / de mi hogar (im)puro y silente, / místico, humilde, remoto, / tristemente ani(al)quilado, / y mirando muy fijo al espejo —irregularmente azogado—, del botiquín ruinoso y parlante con pavor de vidrio roto, fatídico, fractal y asemántico, fracturada muy hondo mi cara / es-qui-zo-fré-ni-ca-men-te, / al otro en la cara escupía, pros(a)-odiando (re)consolado, / cual si fuera yo el Zaratustra de un Nietzsche bachatero del Trópico, dirigiéndose muy serio a sí mismo, / a su propia sombra sandunguera, libidinal y barroca, danzarina y temblequeante, / el párrafo que presenta, / sin remilgos, la gran sentencia:

     «¡Alto! ¡Enano!», ardiendo irrevocable y transitivo le decía, mirando en el hocico al otro del roto espejo transformado: «¡Tú! ¡O yo! ¿Ahora comprendes? Pero yo soy el más fuerte de los dos—: ¡tú no conoces mi pensamiento abismal! ¡Eterno Retorno! ¡Ese —no podrías jamás, “miserable filibustero”, soportarlo ni descifrarlo!». Y una boca oscura y parlante, de podridos dientes mistéricos, / ella solita vino a ocupar, todo todo el Universo...

   Y entonces, Tú, suspendido y alucinado en el vapor azul de su aliento, prosodiando el vacío vibrátil de la figura rota en espejo, / floreciente de furia y de música, / sin que apenas lo sospecharan su astuto hijo El Comerciante, / o la Prudente Mujer que a la sazón tenía incrustada muy hondo en el sensible Costado Inmundo, / bailaba una loca rumba, ondeando la camisa por encima de su cabeza, con las tetillas crecidas al aire y trazando cósmicos viajes por el escenario en penumbra del fantasmático teatro desierto... / Lo agitaban carcajadas extrañas: ¡carnavalescamente!

     En el kilómetro 28 de la gran Autopista Duarte, hoy camina con bata blanca por los pasillos mugrientos del antiguo Manicomio, Profeta del Gran Abismo, Sacerdote Antipsiquiatra, felizmente predicando rumores del psicoanálisis.

     No se hizo psicólogo clínico, ¡sino exégeta del desaliento!

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Viernes, 10 de abril de 2015

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana

EL NUEVO CENTRO DE REHABILITACIÓN PSICOSOCIAL PADRE BILLINI (Antiguo Manicomio del 28, así denominado por encontrarse ubicado en el kilómetro 28 de la Autopista Duarte, hoy Santo Domingo Oeste

     «Era una mañana soleada en el Centro de Rehabilitación Psicosocial Padre Billini. Laura y Josefina (nombres ficticios) mantenían una conversación amena en los jardines de las instalaciones del antiguo manicomio  o “El 28”, nombres que aún gravitan en la memoria de los dominicanos.» Periódico El Caribe

VER VIDEO: https://youtu.be/hpQBPHB2I7Y

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.

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USOS LITERARIOS Y ARTÍSTICOS DEL JUEGO DE PALABRAS

     «Samuel Beckett, en su poema “Comment dire” (“What is the word”, en inglés; “Cómo decir”, en español), participa de un uso trágico-humorístico y desgarrado del lenguaje, uso que si bien no reviste por necesidad el carácter de suplencia de una forclusión del nombre-del-padre, de sinthome lacaniano estabilizador, no por ello deja de ofrecer el testimonio de una forma de lidiar con el “vaciamiento catastrófico de la significación”, con la experiencia trágica de un precipicio ontológico que, al ser bordeado por la “escritura cuasiglosolálica de la locura”, constituye y revela lo infundamentado de todo intento radical de aproximarse, por medio de la letra litoral en su materialidad fónica, a-semántica o a-significante, a la decadencia y a la vejez como antesala del abismo, al sinsentido de la muerte, a la ausencia de sentido de lo real imposible… al sentido balbuceante, siempre frágil y provisorio, de lo real contingente...» Armando Almánzar-Botello

     Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO

     El juego de palabras, como sinthome lacaniano-joyceano, parte de un primer tiempo lógico del síntoma (symptôme) en el cual este se ofrece como síntoma autista. Se denomina “autista” por encarnar el puro goce de la letra sin lazo social, fuera de la convencional cadena significante que genera significados precisos, abstractos. El síntoma autista se encuentra ligado a la potencia disruptiva del neologismo.

     Cuando es trabajado sistemáticamente por cierta escritura, dicho síntoma autista, “symptôme” convencional, como en el caso de James Joyce con su obra Finnegans Wake, puede llegar a constituirse en “sinthome” o suplencia del Nombre-del-Padre forcluido o repudiado. 

     Así, lo que podría presentarse como una psicosis desencadenada en un sujeto particular, se constituye en psicosis ordinaria “textualizada”, sinthomatizada o compensada. Esta función se desarrolla independientemente del “valor estético” de la obra en su especificidad semiótica: problema propio de los campos de la poética, la hermenéutica y la crítica literaria.

     Lacan, Miller y otros analistas, hablan de la construcción de un Ego escritural de suplencia. La base de esta posibilidad se encuentra en lo que Lacan denomina “lalangue”, a entender como dimensión real del inconsciente basada en un “lenguaje” primordial, originario, anterior al deslinde entre “lengua” y “habla”, y sometido a los procesos primarios de "condensación" y “desplazamiento”. 

     La “lalengua” se manifiesta en el sinsentido de la letra, en la pasión por el neologismo, en el juego homofónico de los significantes “brutos”.

     El inmenso Marcel Duchamp, bajo la influencia del genial escritor esquizo Raymond Roussel, logra en “El gran vidrio”, en sus “Proyectos”, en “Juegos de palabras”, etcétera, integrar semióticamente la “lalangue” francesa al proceso de construcción de una parte significativa de su revolucionaria y enigmática obra plástica, de su crucial y extraordinario arte mixto y conceptual. No obstante, el uso que hace Marcel Duchamp del juego de palabras y de la escritura cifrada no reviste, aparentemente —como sí acontece, quizá, en el caso de Roussel—, el carácter de suplencia lacaniana del nombre-del-padre.

     Julio Cortázar intentó escenificar, en el capítulo 68 de Rayuela, algo emparentado con la generalización del sinthome en el Joyce de Finnegans Wake con su lluvia sintomática de “letras” (Lacan), utilizadas como recurso que, repetimos, busca hacer ‘lazo social’ a través de la invención artística (J. Lacan) supliendo los desajustes creados en el aparato psíquico del sujeto por el no funcionamiento, Verwerfung (Freud) o forclusión de la Metáfora Paterna.

     Dicho trabajo sobre la dimensión material del significante permite crear un “narcisismo” funcional de suplencia entendido como efecto de la constitución “ortopédica” del “Yo (Moi) Especular” a través de un acto singular de escritura. Dicho narcisismo implica una regulación o acotación de lo Imaginario desencadenado. (Seminario 23 Le Sinthome, Jacques Lacan).

     Evidentemente, Cortázar (gran lector de Joyce) realizó su acto de escritura bajo influencia, en este punto concreto, de James Joyce y de Lewis Carrol, de François Rabelais, de Antonin Artaud y de los poetas dadaístas y surrealistas, del César Vallejo de Trilce y del Oliverio Girondo de En la masmédula...

     Samuel Beckett, en su poema “Comment dire” (“What is the word”, en inglés; “Cómo decir”, en español), participa de un uso trágico-humorístico y desgarrado del lenguaje, uso que si bien no reviste por necesidad el carácter de suplencia de una forclusión del nombre-del-padre, de sinthome lacaniano estabilizador, no por ello deja de ofrecer el testimonio de una forma de lidiar con el “vaciamiento catastrófico de la significación”, con la experiencia trágica de un precipicio ontológico que, al ser bordeado por la “escritura cuasiglosolálica de la locura”, constituye y revela lo infundamentado de todo intento radical de aproximarse, por medio de la letra litoral en su materialidad fónica, a-semántica o a-significante, a la decadencia y a la vejez como antesala del abismo, al sinsentido de la muerte, a la ausencia de sentido de lo real imposible… al sentido balbuceante, siempre frágil y provisorio, de lo real contingente...

     Es pertinente recordar y señalar que los juegos de palabras sostenidos como juegos de étimos, neologismos y homofonías glosolálicas, aparecen ya en el Crátilo de Platón, por limitarnos aquí a la cultura occidental...

     Esos juegos con un “sinsentido” previo al no-sentido, fueron denominados “jitanjáforas” por el cubano Mariano Brull y por el mexicano Alfonso Reyes, aunque también fueron utilizados, como hemos dicho, por el poeta Oliverio Girondo, a quien Cortázar, en Rayuela, rinde justamente homenaje. En la poesía de la República Dominicana la jitanjáfora fue utilizada desde finales de los años 20 por el poeta vedrinista Zacarías Espinal.

     No obstante, es necesario aclarar que la exploración cortazariana (incluso la misma experiencia carrolliana del significante, que participa más bien de una dimensión psicoanalítico-perversa propia de los lenguajes de superficie, como argumentan Artaud y Deleuze), es de naturaleza meramente lúdico-creativa y no cumple un papel de compensación o suplencia sinthomática, en el radical sentido lacaniano-milleriano de estos términos.

     La invención del “glíglico”, “lengua” ficticia caracterizada por el ejercicio de una cierta potencia del neologismo, por la polifonía o polivalencia semántica, tal como aparece en la mencionada novela de Cortázar, es más bien, lo reiteramos, un ejercicio retórico-estilístico con la materialidad de los significantes. También lo es en Joyce, pero en este funciona con un “plus” realmente dramático y crucial.

     En este contexto, los ludismos escriturales de Duchamp, de Cortázar, de Carrol, del dominicano Espinal, etcétera, no constituyen, como en Joyce, en Artaud o en Beckett, una forzada invención (sinthome: cuarto nudo) para lograr el “abrochamiento borromeo” de lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico, y permitir así al sujeto sostenerse mínimamente cuerdo sobre la escena problemática del mundo. 

     Jacques Lacan ha mostrado que Joyce era un psicótico suplementado o compensado por una práctica singular de la escritura creativa; esa práctica parte de una transformación artística del “síntoma autista” (symptôme), de la letra suelta y de la glosolalia meramente padecida, para convertir esos elementos en recursos formales, estilísticos y estéticos que como sinthome esclarecido (“contraefectuación” creativa del “symptôme incordiante”) alcanzan valor “expresivo” y hacen lazo social... 

     Mundo-guión a subvertir de intratable obscenidad en lo real, con letras la escritura golpeando al traslapar, bordea el hueco hurtado con semblante-litoral... ¡Desmancha lo manchado y luego marcha!

     ¡Des-marcha!... ¿revolución?...

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Febrero 2002 (Texto retocado). ©Armando Almánzar-Botello. Todos los derechos reservados. Santo Domingo República Dominicana.

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