«El objeto estético no puede concebirse como una indeterminación totalmente librada a la arbitrariedad de cualquier interpretación.» Juliane Rebentisch
Por Armando Almánzar-Botello
A mi mujer Fredesvinda y a mi hijo Juan José, quienes jugando con seriedad siempre me acompañan para que juntos afirmemos y volvamos actuación estética todo lo que nos acontece, involucrando en ello al condominio y al barrio.
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En el arte procesual de la experiencia estética como interacción social, una obra de arte ya no es un objeto cualificado que viene a configurarse con valor intrínseco por “signos semióticos esclarecidos” y que posee una mayor o menor apertura a las múltiples interpretaciones.
Por una real hipertrofia de las ideas de subjetividad de la experiencia, recepción y función del arte como proceso creador de nuevos nexos sociales, ahora es considerada estética la conversación transformativa que cualquier pretexto “desdiferenciado y desubstancializado” puede provocar en un público concreto situado en acto supuesto de recepción estética.
Dicho pretexto semiótico y cultural puede ser una performance o un objeto cualquiera encontrado (ready-made y/o objet-trouvé natural) propuesto como simple estímulo desencadente del singular proceso simbólico de creación restringida de nuevos vínculos sociales en la llamada “obra” procesual.
El contexto sociodramático en el que se exploran nuevos modos de conversación y de construcción de vínculos sociales, unido dicho encuadre a los protocolos explícitos que regulan dicha experiencia dialógica, serían las instancias equivalentes a lo que en el pensamiento estético de Gilles Deleuze este denomina “contraefectuación del mero accidente” como punto de partida en la creación del “acontecimiento-obra”.
En el seno de las artes visuales de más actualidad opera entonces una relación tensa, compleja y suplementaria entre dos grandes tendencias:
1–. El objeto artístico de valor intrínseco; un artefacto considerado todavía como relativamente autónomo desde un punto de vista est/ético, semiótico, y conceptual). 2–. El “arte procesual” como estetización del proceso mismo de interacción o recepción de un “objeto desencadenante” que implica, en su performatividad “pura”, una cierta y crucial “desdiferenciación” deconstructiva y una desmaterialización del objeto artístico con segunda apertura, tal como fue analizado este por Theodor W. Adorno y Umberto Eco.
Reitero: un aspecto a considerar en el llamado “Arte Contemporáneo” es esa “cohabitación” en conflicto potencial entre el objeto artístico convencional, con sus valores intrínsecos, partícipe de un mayor o menor grado de “apertura” estructural a la interpretación (Umberto Eco) y dueño de una cierta “autonomía relativa” en relación con los contextos, y el caracterizado como “arte procesual”, en el que la valoración semiótica desmedida de la “experiencia” del cada vez más activo sujeto receptor de la obra ha producido la “evaporación” del “objeto artístico” con su parergon o marco (Jacques Derrida), lo que ha venido a determinar que se considere de forma extrínseca al objeto artístico en sentido fuerte, y se valore la propia experiencia social interactiva de los sujetos receptores de un objeto —ahora considerado en su carácter de simple elemento-factor “desencadente”— como la “verdadera” experiencia estética y simbólica.
Con esto último se pasa de la valoración del objeto artístico a la ponderación del proceso interactivo como factor social, vital y estético.
Tal es el caso de la llamada “Palmita”, un “objeto cultural” premiado recientemente en la Bienal de Artes Visuales 2025, de la República Dominicana.
Entiendo que la experiencia interpersonal o interactiva que ha generado la recepción de la mencionada ”palmita”, a diferencia de lo que piensan algunos críticos de arte, solo ha servido de pretexto para el cotilleo, la descalificación, la burla, la confusión y el escepticismo.
En nada ha contribuido ese débil amago de arte conceptual a generar una potente y real experiencia “est/ética”, simbólica o histórico-crítica que permita a un cierto público “experienciar” el fenómeno de “esclarecimiento” al que aspira el llamado arte procesual centrado en la renovación o transformación del estatuto de concretos vínculos, lazos o nexos sociales.
¿Será esto resultado de un déficit en el encuadre del proceso, de una falta de idoneidad en la definición de los protocolos de aproximación al objeto en cuestión, cuya delimitación parergonal más bien lo empobrece en lugar de revelar sus potencialidades simbólicas, est/éticas y señaléticas?
Armando Almánzar-Botello
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