«Cierto es que hay mucha miseria. No solamente la miseria que viene de la esterilidad de la tierra, sino la gran miseria, la que viene de la esterilidad de las almas y de la dureza de los corazones.» “El Erial”. Constancio C. Vigil
Por Armando Almánzar-Botello
No soy yo el llamado a dar aquí una respuesta al terrible problema de envergadura planetaria que constituye la pobreza en sus formas más extremas.
Digo ciertas cosas y sé que me repito. Pero la repetición monstruosa por excelencia es la del SISTEMA CAPITALISTA tal como funciona actualmente: repetición compulsiva de la INJUSTICIA MÁS TERRIBLE A NIVELES GLOBALES.
No quiero ni puedo ni pretendo ofrecer falsas recetas milagrosas, al modo de los políticos tradicionales, a un problema tan grave como este. No soy un demagogo ni un tecnócrata especialista en el tema. No juego con la esperanza de la gente. Soy simplemente un sujeto ético-político que intenta pensar en situación.
No obstante, voy a reproducir casi los mismos términos que utilicé en una reflexión anterior, cuando intentaba responder a una pregunta sobre qué podríamos hacer los oprimidos frente a las trabas que representan el poder médico, las compañías aseguradoras de salud y las corporaciones farmacéuticas en su ciega vocación mercurial dentro del pérfido y seductor sistema tardocapitalista.
El problema del hambre debe inscribirse en el contexto de las luchas políticas contra la dimensión inhumana del actual capitalismo salvaje.
No es tan solo un asunto de mero déficit de producción y abastecimiento para satisfacer las necesidades alimentarias de las poblaciones, sino de insuficientes canales de distribución y perversas políticas de financiamiento orientadas fundamentalmente a producir ganancias para grupos restringidos en perjuicio de la mayoría de las personas.
Pero tampoco el problema del hambre es simplemente económico. Hay en juego una importante dimensión política, jurídica, ética, antropológica que se hace preciso pensar/actuar desde las voluntades, responsabilidades e iniciativas de ciudadanos, políticos y gobernantes.
Una de las respuestas al problema del hambre en el mundo implica asumir desde los Estados nacionales las políticas productivas y de distribución que respondan a las reales necesidades y demandas de las poblaciones y no simplemente a las operaciones y protocolos de las oligarquías locales sin proyecto nacional, esos grupos de poder que perciben sus beneficios asumiendo el papel de meros instrumentos de las corporaciones multinacionales y transnacionales.
Dichas corporaciones, desde sus respectivas metrópolis imperialistas o desde su campo global de operaciones económicas desterritorializadas, en nombre de la mal llamada Libre Empresa se sienten con derecho a violentar la sustentabilidad ecológica del planeta y los intereses fundamentales de la humanidad.
Ciertamente la referida lucha contra corporaciones y neocolonialismos, aunque urgente, es una vía difícil y sus resultados más notables solo podrán verse a mediano y largo plazo, porque hasta la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en muchos aspectos, responde a los mandatos descarnados y mezquinos de esas mega-corporaciones.
Pero, como digo, se hace urgente profundizar y desplegar una alianza de “intereses populares glocales” —digámoslo así—, apoyada en un Derecho Internacional revisado, perfeccionado, y que no sea una simple validación en la letra jurídica de una injusticia profunda a nivel planetario, manifiesta en la actual asimetría de velocidades en el desarrollo integral de las diversas naciones.
Se hace necesario defender a los ciudadanos de la voracidad de los emporios transnacionales aliados a sectores oligárquicos locales que, como decía en un contexto similar Octavio Paz hace unos años, no ven a sus respectivos países como proyectos auténticamente democráticos de convivencia, sino como meros territorios de operaciones lucrativas.
No pretendo demonizar a todas las empresas productoras ni a todos los esfuerzos políticos que operan en este campo. Simplemente considero que se deben afinar los mecanismos de lucha política en la llamada Sociedad Civil Popular, a fin de defender a las poblaciones marginadas mayoritarias de los desaforados intereses mercuriales de las grandes corporaciones y de la vocación rapaz e irresponsable de las oligarquías locales.
En esta lucha contra los oligopolios, monopolios, la inequidad y la “acumulación primitiva” de capital en zonas de tan sensible importancia como la salud, la alimentación, la vivienda y la educación de los ciudadanos, deben conjugarse ciertas intervenciones estatales firmes y bien ponderadas —en los aspectos económicos, técnicos, políticos y bioéticos—, y la acción militante de “grupos-agente” orientados a la lucha política multidimensional en defensa de los intereses de las poblaciones contra la fuerza destructiva del biopoder (incluido el llamado psicopoder digital) y del Gran Capital Inhumano y Guerrerista.
Se hace necesario, repetimos, desarrollar políticas de financiamiento para fortalecer los aparatos productivos de los países, y promover la SOLIDARIDAD REAL entre las naciones pensando en la satisfacción de las necesidades alimentarias de la gente, sobre todo la más pobre o vulnerable, y no solo en la inhumana maximización de beneficios de las grandes empresas.
Sé que resulto reiterativo y también soñador. Pero debo resaltar que se requiere la continuación de una lucha macro y micropolítica que comporte, sobre la marcha, la definición de alianzas estratégicas entre naciones y sectores de poder que estén dispuestos a creer en nuevos proyectos nacionales en el contexto de la globalización, y que respondan, como he dicho, a la satisfacción de necesidades concretas de las mayorías marginadas y no a los simples lineamientos del “(psico)biopoder glocal”, instancia esencialmente ajena a los intereses de los sujetos.
Creo en el combate político que abarque un doble registro: la lucha descentralizadora de cara a la comunidad local y global, esa lucha que intenta construir “una cierta autonomía relativa desde abajo”, sustentable, abierta a múltiples formas de propiedad y gestión, y la lucha por redefinir el funcionamiento del Estado.
Es preciso promover la emergencia de fuerzas y agentes políticos que reorienten el papel de la cosa pública y que piensen en los intereses de las grandes mayorías desposeídas y en el porvenir institucional pluralista y verdaderamente democrático de los diversos países del mundo.
Debemos, hoy más que nunca y en el contrato tácito de la solidaridad, intentar el correcto planteamiento y solución de problemas mediante el “pensar global/actuar local; pensar local/actuar global”, como nos recuerda Edgar Morin en su Pensamiento Antropolítico Complejo.
Alianza internacional, en nombre de la justicia, contra el afán de lucro y la irracionalidad de ciertas políticas económicas de las Grandes Potencias Consumistas y sus secuaces “glocales”.
Esas políticas no sustentables de la inequidad —“bélicofinancieras” y genocidas de hecho—, sencillamente conducen a nuestro Planeta, de forma vertiginosa, a la catástrofe de lo peor.
Jueves, 12 de enero de 2012. (Texto ligeramente retocado).
© Armando Almánzar Botello. Santo Domingo, República Dominicana.
Dos enlaces relacionados con este:
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Blog Otros Textos Mutantes:
https://almanzarbatalla.blogspot.com/2017/06/imperialismos-violencias.html
https://almanzarbatalla.blogspot.com/2015/04/democracia-por-venir-jacques-derrida-o.html
https://almanzarbatalla.blogspot.com/2015/05/antigona-frente-creonte-proposito-de.html
https://almanzarbatalla.blogspot.com/2018/05/psicopolitica-versus-biopolitica-breves.html
Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.
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