«No coincido con la crítica del pensador esloveno Slavoj Žižek al concepto de “democracia por venir” elaborado por el filósofo judío-argelino de habla francesa Jacques Derrida.» Armando Almánzar-Botello.
«Yo no estoy de acuerdo con esa idea derridiana de la "democracia por venir", porque da la impresión de ser algo siempre inalcanzable, como si lo que tenemos de forma actual fuera un fracaso en relación con lo que podría ser. Está introduciendo una fórmula kantiana, la de la injunción ética, incondicional, aludiendo a lo que siempre está por llegar, a lo que nunca puede ser realizado. Para mí el principal problema de todo eso es que disuelve cualquier acción política en una suerte de proceso infinito que nunca se acaba ni se cumple.» Slavoj Žižek.
Jacques Derrida
Cuando Jacques Derrida desarrolla la idea de "Democracia por Venir", no es cierto que pretenda disolver, como entiende Slavoj Žižek, el valor de "cualquier acción política [actual] en una suerte de proceso infinito que nunca se acaba ni se cumple".
A lo que Derrida apunta es a una deconstrucción de la unidad-totalidad-verdad metafísica, a una problematización de cierto andamiaje ahistórico de vocación onto-teológica y totalizante.
El concepto derrideano de "democracia por venir" implica un cuestionamiento a la absolutización hegeliana de la positivación, la totalidad y el cierre, tal como dicha esencialización aparece en el ámbito de las supuestas “efectuaciones universales” de la Democracia.
La referida noción del filósofo galo comporta una crítica a las "totalizaciones totalizantes" de la metafísica, las cuales, no sólo reconocen la necesidad estructural e ineludible de la "positivación" y la "totalización" (el lenguaje como mensaje gramatical y la sociedad como contrato social: Julia Kristeva dixit), sino que pretenden conferir un valor absoluto a estas nociones de "positividad" y "totalidad" al subordinar toda "negatividad" a una positivación hipostasiada y "pacificadora" que no aparece como límite o borde provisional sino como finalidad efectuada bajo una luz tajante y omnímoda.
Pensar la "democracia" como fenómeno que se nos podría ofrecer bajo la especie de lo "absolutamente presente y realizado" en un contexto histórico específico y particular, convierte a dicha manifestación político-jurídica y económico-social en una suerte de entelequia. Se termina concibiendo a la democracia, de manera ilusoria, como algo plenamente cumplido, capturado en una estructura completa, "saturada", hipostasiada y, por ende, "no perfectible". Por esta vía se cree poder decretar entonces el "fin de la historia"…
Jacques Derrida, sin restar el más mínimo valor a la urgencia del "es preciso actuar", sin negar la “absoluta” relevancia de lo que se consuma o efectúa en la escena pública, de lo que se materializa como lucha, denuncia internacional, conquistas, nuevas codificaciones jurídicas o logros convivenciales de la revuelta, la conjura o el reclamo, apunta lúcidamente que nunca se cumple de una vez por todas la totalidad de un proceso plural y complejo de reivindicaciones, transformativo-revolucionario, aunque haya cortes y logros estratégicos parciales —incluso signados bajo el carácter de "lo radical"—, y límites estructurales provisorios definidos por la concreta dinámica de la lucha política.
Pensar que un cierto proceso revolucionario de “democratización profunda” del tejido social (con los eventuales desgarramientos diacrónico-sincrónicos que se haga necesario imprimir a dicho tejido) pueda terminar o agotarse de una vez por todas, alcanzando así un punto absoluto de "detención terminal" (J. Lacan), entrópico-inercial, constituye el riesgo de lo que se ha denominado "Burocratización de la Revolución". Mero atasco y paro de las máquinas revolucionarias y deseantes (G. Deleuze y F. Guattari).
Una cierta relectura o redescripción “paleonímica” (J. Derrida) del concepto marxista-trotskysta de "Revolución Permanente", podría arrojar luz sobre la categoría derrideana de “Democracia por Venir”…
En este punto particular, me parece que Žižek no ha leído correctamente a Derrida.
No debemos olvidar la idea derrideana de la “no-presencia”: Ningún elemento de un sistema se encuentra radicalmente “presente” ante sí, no goza de una “pura identidad” al margen de sus relaciones y vínculos con otros elementos inscritos en el juego “archi-originario” de la "huella".
Dicho dato paradójico funciona más bien como elemento diferencial en una constelación reticular, móvil, bajo el carácter de tejido de “reenvíos tabulares”, “rizomáticos”, en permanente diseminación espacio-temporal. Como ha señalado Gayatri Spivak en su visión derridiana y postcolonialista: los “cortes”, alianzas de fuerzas y detenciones “esencializantes” que puedan operarse en este campo transformativo y potencial, constituyen recursos meramente estratégicos, coyunturales.
Nada se ofrece a la conciencia como puro dato inmediato al margen de una “economía generalizada de las marcas y de las huellas”, la cual determina que todo rasgo aparentemente “atómico”, aislado, funcione mediante su remisión a otro elemento “ya pasado o todavía por venir” en la mencionada economía del vestigio, del grama, de la huella, de la traza, de la marca, de la pista, de la “restancia diseminal de la letra”.
Ya el mismo Platón diferenciaba el “punto tópico”, el presente puro de la detención y la medida —fundamento de la metafísica occidental de la presencia—, del “instante” problemático, “atopon”, a-tópico, sin lugar fijo: pura instancia paradójica o punto aleatorio de no-presencia que divide a todo “presente”, de un modo simultáneo, en “ya pasado y aún por venir” (G. Deleuze).
En esta trama filosófica "semoviente", contexto en el que se produce una lectura crítica de los presupuestos onto-teológicos y “ontopológicos” de la gran tradición metafísica logocéntrica, es que Jacques Derrida considera que la democracia, en su potencial perfectibilidad y en sus "consumaciones relativas", no está ni estará nunca total y absolutamente presente.
Las diversas acciones políticas concretas, incluidas aquellas acciones consideradas como las más urgentes y radicales, no están simplemente “presentes” en su puntual efectuación histórica; participan más bien de un inevitable arrastre histórico-diferencial que las hace resonar y las proyecta, tanto a un pasado ilimitado como a un futuro indeterminado, abierto, problemático, contaminado por la inerradicable incertidumbre: verdadero teatro de la crueldad en el que podría ser descuartizada la presunción autárquica de ciertos ídolos…
Octubre de 2013
© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.
Adenda
UTOPÍA ≠ ESPERA MESIÁNICO-DESÉRTICA
«La utopía nos dice que hay futuro, que el presente no es algo cerrado en sí mismo, [que] el presente no es el fin de la historia; como la utopía, por definición, es lo que no tiene lugar todavía, debemos formularla en categorías de futuro, de lo porvenir. Pero de lo porvenir que se halla inscrito en el presente como una contradicción interna, no como algo totalmente fuera...» Xabier Insausti
«Existe una diferencia entre “utopía” y “espera mesiánico-desértica” (Derrida, Benjamin, Scholem, Beckett...). La utopía, aunque alude a un futuro posible que afirma la historia y el devenir, corre el riesgo siempre de reducirse a una mera “teleología”, a la formulación “totalizante y finalitaria” de un futuro previsto, programado, entendido abstractamente como simple “presente por venir”, del que conocemos sus límites o bordes de dispersión. Como pensador político, el gran Octavio Paz hablaba ya de la “utopía como construcción geométrica”, totalizante y potencialmente totalitaria: “inicuas simetrías”. La “espera mesiánica”, contraviniendo los riesgos esencialistas, onto-teo-teleológicos de la utopía, si bien participa (tanto para Walter Benjamin como para Beckett y Jacques Derrida) de una suerte de “escatología desacralizada”, no responde a ninguna metafísica de la presencia, a ninguna vocación ontológica ni teleológica: está más abierta que la utopía, como afirma Derrida, a la diferencia, a lo otro abisal, a la imprevisibilidad no programable, no anticipable del Acontecimiento...». Fragmento © Armando Almánzar-Botello. “Utopía no es ‘mesianismo desértico’”, 2009. Santo Domingo, República Dominicana
Otro blog en el que figura este mismo texto:
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