«Sin música la vida sería un error.» Friedrich Nietzsche. "Crepúsculo de los ídolos". Sentencias y flechas 33.
«... Aparte de intereses o malentendidos partidistas, la simpatía que Brahms suscita innegablemente aquí o allá fue un enigma para mí durante largo tiempo: hasta que al cabo, poco menos que por azar, caí en que Brahms surte efecto en un determinado tipo humano. Tiene la melancolía de la impotencia; no crea desde la plenitud, está sediento de ella. Descontado lo que imita, lo que toma prestado de formas estilísticas antiguas o de las modernas exóticas —que él es un maestro de la copia—, lo que queda de más suyo es la añoranza...1 [Ver nota a pie de página] Eso lo adivinan los nostálgicos, los insatisfechos de todo tipo. Es demasiado poco persona, demasiado poco centro... Eso lo entienden los "impersonales", los periféricos: por eso les gusta. Es, en particular, el músico de un tipo de mujeres insatisfechas. Cien pasos más allá, y se tiene a la wagneriana, tal como cien pasos más allá de Brahms se encuentra uno con Wagner: la wagneriana, un tipo bien marcado, interesante, y, sobre todo, atractivo. Brahms es conmovedor mientras se exalta o se duele secretamente de sí mismo (en eso es "moderno"); se vuelve frío, y deja de importarnos, en cuanto se apropia de la herencia de los clásicos... Gusta llamar a Brahms el heredero de Beethoven: no conozco eufemismo más cauto. Todo cuanto hoy plantea en música alguna pretensión de "gran estilo", o es falso con nosotros, o consigo. La alternativa es para pensársela: en concreto, incluye una casuística relativa al valor de ambos casos. "Falso con nosotros": contra eso protesta el espíritu de los más, que no quieren ser engañados; por mi parte, desde luego, siempre preferiría este tipo al otro, al que es "falso consigo". Es cuestión de gusto, del mío. O dicho más comprensible, para los "pobres de espíritu": Brahms... o Wagner. Brahms no es actor. Y puede subsumirse buena parte de los demás músicos en el concepto de Brahms... En el mejor de los casos, nosotros podemos vivir aún en excepciones. De la regla, de que la corrupción se impone y es inexorable, no hay dios que salve a la música.» Friedrich Nietzsche. "El caso Wagner". (Segunda postdata). Prólogo de Begoña Lolo, Edición de Giorgio Colli y Mazzino Montinari. Traducción de José Luis Arántegui. Ediciones Siruela, 2002, páginas. 54, 55, 73.
Por Armando Almánzar-Botello
Contra Peter Gast, y, simultáneamente, con Nietzsche y contra Nietzsche, percibo en La Danza Húngara n° 5 en Sol menor, de Johannes Brahms-Dvořák (versión orquestal), que a pesar de su escasa duración, de su intensa y casi dolorosa brevedad, participa de una primordial y rica estructura “cíclica” que bordea los hermosos misterios abisales del mito y de la leyenda. Sus originales fuentes húngaras ponen de manifiesto la fulgurante concreción musical del espíritu magiar, híbrido, fluido, mixto, mestizo, que se agita en las venerables y antiquísimas melodías populares de dicha nación.
Comienza con el brío nostálgico de un aire popular festivo. Se insinúa, se siente y se intensifica la vibración del espíritu entusiasta de los danzantes, de los que ríen y celebran la juventud eterna de la vida...
Pero casi de inmediato, de un modo imprevisto, se filtra en la atmósfera del baile un aire pretérito de nostalgia y melancolía, que se ve suspendido con suma rapidez por una puntuación en forte de la masa orquestal… Y retorna entonces, renovado, el ímpetu del viento gozoso y jovial de la fiesta.
Así se alternan varias veces ambos motivos: el de la nostalgia punzante, recurrente; el de la alegría impetuosa, sin linderos. Alternancia de presente y de pasado, del día y de la noche: corro de los danzantes, anillo y ciclo de las estaciones como círculo de vida, muerte y renacimiento…
En una nueva fase de la muy breve composición, el llamado persistente de la simple nostalgia, de la enérgica memoria y el pensar-rememorante (Andenken), obliga y remite a una suerte de aguda y serena meditación lírico-musical sobre la “verdad” sin fundamento de “la vida la muerte” (Ab-grund), del juego complejo de la "propiación" y el acaecer: apropiación y expropiación (Ereignis).
Esa figura bifronte, inasible: “la vida la muerte” (Derrida), aparece o se insinúa como lo casi perdido y lo impreciso, como ese algo misterioso que se escapa en las brumas del recuerdo: frágil melodía que insiste y se desliza por el infundado plano sonoro de un cuerpo constituido por “bloques de recuerdos” (Deleuze), por la piel intangible que recubre al vacío sinfondo que la rasga y desdibuja...
Nostalgia: “dolor que nos produce la proximidad de lo lejano” (Heidegger), remembranzas desleídas por el tiempo, reminiscencias de alegrías o dolores pretéritos en la gran esperanza del convaleciente.
Nostalgia: evanescentes, vulnerables memorias de otras fiestas y lamentos, casi eclipsados en el aire neutro del olvido, de la ausencia, del silencio...
Se crea entonces, en la breve pieza musical, una íntima atmósfera de pena reflexiva que utiliza las figuras de la repetición, el ritornello, el leitmotiv, para manifestar con brevedad el recurrente y pausado escarceo del pensamiento...
Pero de súbito, el dolor del recuerdo es de nuevo desplazado por el momento impetuoso y afirmativo de la danza, instante que no es más que el “hic et nunc” de la existencia, el “aquí y ahora” de la fiesta vital como retorno y celebración de la energía cósmica y sobreabundante, donde se reúnen —de forma enmarañada, enérgica, inocente, irreprimible—, el gozo y el dolor, la salud y la enfermedad, lo ritual y lo profano, la vida y la muerte…
En un retorno alternativo de “nostalgia dolorida” y “júbilo impetuoso”, de pasado y presente, de negación y afirmación emotivas, la composición cierra su devenir musical con el motivo del “Gran Sí orgiástico a la Vida”, santificación sonora de la existencia toda en su infinitud actual y potencial... Pasado y futuro convergiendo en el claroscuro vertiginoso de la danza.
Al escuchar esta composición musical podemos meditar en el misterio a pleno albor que inventa mundos, devenires paradójicos, eternidades nómadas: lo singular que arde numinoso en la telúrica grafía de la danza. Percibimos en ella, como diría Martin Heidegger, la fuga o apertura de lo meramente pintoresco, patético, fronterizo y local (Ortschaft) hacia la franca inmensidad abisal de la comarca (Gegend).
¡Oh Surgir indomeñable, remansado en puro Ser, en divina plenitud divulgada en cada instante!
¿Quiénes somos? Y los otros: ¿quiénes son? ¿Acaso yo era tú y ya no lo recuerdo?
La muy breve composición podría conducirnos, a través de su fulgor semiótico y estético, de su juego melódico de pasiones puras, a una ferviente meditación sobre lo ganado y lo perdido, sobre la vida, la muerte y lo abierto: enigmática y trágica belleza o plenitud en la batalla inagotable de los días…
¡Oh Múltiple Unidad que se publica en la vida musical que persevera, sangra —consonante y disonante, obstinada y caprichosa— en el brío iridiscente que florece con el vértigo, que transmuta distraído al yo y a la persona, con raudo y espectral embate de ausencias.
Con la música retorna el misterio de lo trágico: abierto júbilo dinámico, la verdad y el resplandor del Atributo. Lo musical instaura el brillo eterno de los gestos.
Ímpetu inocente que surge de lo ignoto, arcano que reclama el tránsito del ser, latiendo más allá de todas las fronteras: De la música brota el goce límpido, ella pre-anuncia y pro-nuncia el acontecimiento, ese titilar de lo vivido y por venir en el plano sonoro y luminoso de inmanencia.
Flamígera escritura danzando sideral, deviene ardiente flor, mujer tangible y desnuda hecha de labios: canto indestructible del instante.
20 de febrero del 2010 (Texto retocado).
© Armando Almánzar Botello. Santo Domingo, República Dominicana.
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Nota 1 (Nota 81 en la edición citada: página 73): «Al respecto escribía Peter Gast a Nietzsche el 11 de agosto de 1888: "... quizás con esas palabras quiera referirse usted a las Danzas Húngaras. No son de Brahms, sino más bien de otros compositores, algunos de los cuales aún viven; pero Brahms no los ha mencionado, así que todos creen que son obra suya; también el título induce a pensarlo: una historia no demasiado limpia. Gracias a esas danzas se hizo famoso Brahms.»
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