viernes, 6 de marzo de 2015

FRAGMENTOS DE UN BLOQUE... (¡No hay que hacerse los graciosos!)

«El yo biográfico se ve imantado, y quizá modificado, por el núcleo ardiente de la obra en curso —o ya articulada como artefacto semiótico—, en tanto que el sujeto de la escritura que del yo se desprende para fundar el espacio virtual donde se despliega el texto, participa de una enunciación inconsciente y de la tensión contemplativa de una consciencia alterada que obligan a dicho yo a reformular sus límites imaginarios, estrategias y protocolos mundanos.» Armando Almánzar-Botello: “Escribir / Publicar. (Apuntes de pretensión psicoanalítica en torno al Acto de Escritura)”, 1991 (Fragmento)

     Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO

     «¿Quién eres yo? ¿Quiénes soy, habré sido y seré yo? ¿Seré acaso tú, y ya no lo recuerdo?» Armando Almánzar-Botello
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     [...] —¡Que Dante Alighieri se compadezca de mí! ¡Sufriendo inexisto en el núcleo mismo del virtual Averno, aquí, en el Barrio Textual de los Sueños Caóticos!

     Aunque mis ojos y una parte de mi mente me induzcan a creer que estoy en la mansión de mi propiedad en Cité Soleil, la magnitud de mi angustia y la reverberación por todo mi cuerpo de una gran incertidumbre, me hacen poseer casi la certeza de que realmente ahora me encuentro pensando, gimiendo, escribiendo y penando en el Séptimo Círculo de un nuevo Infierno narrado.

     Presiento que mi franco espejismo imitativo-ilusionista ha sido condenado a consumirse, pavorosamente, en las llamas textuales de una prosodia ígnea, pulsional, circular y perpetua, y ello solo por causa de mis pequeños caprichos, excentricidades eróticas y políticos desaciertos, cometidos con la batería semiótica de los significantes lingüísticos [...]

    [...] Algo parecido a los párrafos precedentes atribuyó el Sujeto de la Escritura —en el comienzo mismo de su otro texto— al actante TrujiJack el Destripador, mientras el villano-asesino constitucional, desplegando su tiránico rol de literato y realmente alojado y activo en un cierto cerebro-universo en carnaval perpetuo, hacía uso de polícromos abalorios y letras gorjeantes que seducían con su ritmo político-semiótico al gozoso populacho nihilista. Cautelosamente generaba el villano un texto hermético, traidor y bifronte, mas sin embargo sutil y peligrosamente inadvertido en su falacia para la mirada interrogativa de los oportunistas neopersoneros cognitivos y presumidos catedráticos-hermeneutas.

     El tiránico destripador encontrábase confinado y seguro en el antiguo pero postmodernamente reconstruido Palacio Nobiliario de San Cristóbal. Lúcido, sereno y rodeado de espejos, escribía una extraña fábula reclinado en su barroca, lujosa y reluciente cama —colocada en el centro del enorme cuarto principal—, rimbombante lecho iluminado en su cabecera por una lujosa lamparita de mesa de noche. La cama, la mesilla y el candil domótico-cibernético estaban diseñados con la muy postmoderna combinación plutocrática de estilos al uso epocal: biomórfico-posthumano, postgigeriano y cibernético-rococó [...]

     [...] Así las cosas, desde su cama en la pomposa y gigantesca estancia pintada de soñador azul turquesa, amoratado por un golpe de bastón el ojo izquierdo, pudo TrujiJack por fin distinguir, mientras avanzaban lentamente desde la puerta del dormitorio hacia el lugar donde él se encontraba, primero a una mujer desnuda y muy alba, lujuriosamente montada —o más bien tumbada de espaldas, con las piernas bien abiertas como en posición de parto— en un chirriante y enmohecido carrito de autoservicio empujado por un enano amarillo y desdentado.

    En segundo lugar, esta imprevista pareja de visitantes era seguida por tres bufones maromeros semidesnudos que se desplazaban sostenidos en precario y acrobático equilibrio erguido, “caminando” apoyados tan solo en sus manos, y vestidos con sendos trajes de plástico negro en los cuales, al nivel conveniente, unas hendiduras dejaban ver los descomunales miembros erectos de los Graciosos, apuntando hacia el piso en un ángulo místico de cuarenta y cinco grados, y con sus tensos glandes reluciendo como limpias bombillas eléctricas en el aire del salón gimiente de fantasmas y deseo escritural.

     —¡Revolución o Fusión! ¡Revolución o Fusión! ¡Revolución o Fusión! —vociferaba un gentío irredento cuyas voces y ruidosas operaciones en la calle podían escucharse a través de la ventana.

     ¡Y era la Revolución!

     Encabezando la comitiva libertaria en el cuarto mismo del Destripador —como quien dice “Mujer Desnuda Guiando al Pueblo”—, era dueña la beldad Comisionada, la nívea Doncella del carrito chirriante, de la mirada más profunda, sublime, indescifrable y aleteante que ojos humanos hayan podido imaginar...

     Y, seráfico golpe claroscuro de la luz al fin allí en la sombra, ostentaba esa mujer la más amplia, espesa y seductora de las manchas, como un delicioso y selvático enjambre de hormigas negras y carnívoras.

     ¡Revolución o Fusión! ¡Revolución o Fusión! ¡Revolución o Fusión! ¡Y era la Revolución!

     Latía, esa inmensa, oscura y seductora mancha —semejante a un formidable sol negro palpitando en el espacio cósmico y femenino de un cuerpo tántrico/católico/vudú—, de un modo sorprendentemente lúcido, velludo y desconsiderado; parecía más bien un gigantesco y divino paraguas negro abierto sobre un abismo presentido y deslumbrante, patibulario a su vez por comisión u omisión... TrujiJack sudó copiosamente.

     —¡He aquí el tesoro azabache de los significantes, la sede del código estallado y la ruina de todo presumido nacionalismo ontológico! —dijo una mestiza y poderosa voz andrógina, híbrida, resonante pero pausada, que parecía proceder de la zona cenital del cuarto donde culebreaban todavía, enredados en los brazos de las lámparas casi muertas, los despojos y retazos de algodonosa tiniebla que acompañaban siempre a los domótico-cibernéticos y estrambóticos candiles barrocos de luz tenue, los cuales pendían del techo de la recámara secreta, ahora iluminada principalmente por un viejo sol frío y marchito que penetraba por los desnudos ventanales virtuales del recinto [...]

     De repente, comenzó a resonar la metralleta. Muchos políticos, comerciantes, jueces, obispos y simples ciudadanos de todos los bandos, huían fuera de la megalópolis, entre el humo y el fulgor de las granadas. En mitad de las calles, los soldados enfrentados realizaban lúdicos derramamientos de sangre y perversas orgías que recordaban el Jardín de las Delicias y el Infierno Musical de El Bosco. Todos justificaban sus acciones violentas aduciendo pasadas ofensas y supuestos maltratos cometidos en su contra por las víctimas actuales. ¡Todo era pólvora y trapecismo erótico!

     ¡Y era la Revolución!

     Mientras tanto, algunos pequeños hijos de los soldados que formaban dichos ejércitos enemigos, vulnerables retoños prodigiosamente indemnes bajo el fuego de las bombas y confundidos en una asombrosa fraternidad infantil ajena del todo al virulento combate, levantaban muy alto, muy alto, banderas extrañas que no se correspondían con ninguna de las naciones en conflicto.

     —¡Mamita llegó el Big Brother, llegó el Big Brother del Norte! Mamita si usted lo vie... ¡Clic!

     —Ajeno a la política situacional y al peligro de los carnales desbordamientos, él se deja llevar sencillamente por la deriva semántica, por el furor pulsional de los vocablos —dijo uno de los bifrontes catedráticos hermeneutas—. Pero vosotros, ávidos lectores postmodernos, queréis una historia verosímil, apropiadamente construida, con peripecias bien urdidas que prueben el valor “trascendente” del neorrealismo sucio pero insulso, la calidad autorial —cuasi místico-visionaria en el trabajo de planificación y orientación de la obra—, característica del supuesto narrador de agujeros negros, lacrimógenos recuerdos y desastres ontológicos…

     No obstante, aunque nos encontremos en el Tercer Mundo —no popperiano por cierto y con grandes limitaciones diegéticas—, es menester decir ahora (ahora: jetzt: Hegel) que no solo de tramas y pirotecnias representativas vive el hombre, sino de toda palabra sonámbula que dice que sabe, sin saber que la sabe, la verdad metonímica de que nada está nunca totalmente presente y sabido (ahora) en la inabordable productividad translingüística y su construcción en abismo: aporéticos dispositivos generadores de realidad.

     Y ello es así, pese a la voz del Gran Cíclope y su metarrelato de grado cero, que mentidamente decreta el fin de los metarrelatos bifocales [...]

     [...] Horrible y ubicua la Mirada del Escriba…

     —Cuando articula su discurso narrativo, un alguien innombrable busca la deriva, la fuga, la retracción, el flujo, el reflujo, la pérdida, el todo que se escapa imantado por la huida del fragmento: el texto como infinitud potencial o deus absconditus multicéntrico… ¡No pretendas comprar las líneas de fuga en el mercado! [...]

     [...] Luego TrujiJack, el renombrado criminal-homicida, vio aparecer, entre humo espeso y delirante sonido de saxofones, al Minotauro Caribeño de las Copulaciones Efímeras, para gozar inmediatamente —ya sollozando y envuelto con la gran sábana de la aflicción en aquella sorpresiva madrugada terrible, manchada de tinta, semen, pólvora y sangre—, de una vengativa y torva serenata-aguinaldo, concebida-cantada por cautelosos letrados, por detectives y fiscales calvos, por viejas víctimas de la monstruosa cárcel La 40, por inútiles y melancólicos soldados con vendas ensangrentadas, por inoportunos oportunistas acreedores procedentes de otros reinos narrativos plagiados por el Águila, el Oso y el Tigre...

     Se aproximaban al lecho del Destripador predicadores pentecostales vociferantes, con sus cachondas Biblias negras —cada mentido y apócrifo Evangelio en cuestión, cifrada, frívola y astutamente marcado con exóticos, lujosos, delicados y novísimos festones de madrás—; letales, perspicaces y ceñudos actores de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de Scotland Yard y del trujillista Servicio de Inteligencia Militar (SIM); comisiones paraoficiales de políticos, comerciantes, jueces, ladrones, militares y asesinos; cortejos de colonialistas anticolonialistas, de sonetistas, intelectuales, parásitos contemplativos y maniáticos resentidos carentes de talento; interminables séquitos formados por defensores de los Derechos Torcidos…

     Finalmente, hicieron su bulliciosa aparición las infames o cándidas comadronas despechadas procedentes de las populosas barriadas de San Lorenzo de Los Mina, Pequeño Haití, Guachupita, Pétion-Ville, Gazcue, Cité Soleil, Ensanche Naco, Arroyo Hondo y Gualey, suburbios ubicados en el viejo y perseverante Santo Domingo Cosmológico del Siglo XXII.

     Todos los miembros de esta grotesca y grandiosa multitud, empujándose violentamente unos a otros, trataban de introducirse de forma simultánea en la habitación lujosa del viejo TrujiJack. El gentío rompía las puertas y ventanas. El humo por las calles desgarraba los confines, y la indolencia de un ruido de motores arañaba la frente de la ciudad perdida.

     En el abarrotado cuarto de TrujiJack, el corro esquizofrénico de aquellos cuerpos orgiásticos que rodeaban el lecho del villano-tirano constitucional —muchos de ellos tocados únicamente con extraños sombreros de copa alta, y en lo demás completamente desnudos; globosos y pedorreantes algunos; cadavéricos y fosforescentes los otros—, vocalizó melodías de letras demenciales con gran desenfado y feroz estilo heterofónico, al ritmo frenético de sus cornetas y tambores copulantes de orfeón desenfrenado, mientras los miembros de la gran comparsa manifestaban grotescos arrebatos de lujuria popular carnavalesca y globalizada, y estrechaban su círculo de modo cada vez más amenazador en torno a la gran cama de caoba con dosel donde dormía en su inocencia banal y ahora de nuevo despertaba —sorprendido, narrado y aterrorizado—, el pobre y mitológico Padre Destripador.

     ÑLa muchedumbre cantaba: «¡Mataron al Chivo! ¡Cayó Duvalier! ¡Me llama el Big Brother! ¡Yo fui un Calié!»

     —Eterno es el Retorno de los Espectros...

     Y entonces, voces violentas indecisas frente a las Metrópolis levantaron decibeles contra la verdad de la Condena. ¡Emigraron muchedumbres en rotonda! ¡De sur a sur, de sur a norte, de norte a sur, de sur a norte, de este a oeste, de oeste a este, de sur a norte, de este a sur, de este a este, de norte a norte, de sur a norte, de sur a norte, de sur a norte, de sur a norte, de oeste a oeste, de sur a oeste, de oeste a sur, de sur a este, de sur a norte, de sureste a noreste, de noroeste a suroeste, de suroeste a noreste, de suroeste a oeste, de este a nordeste, de sureste a oeste, etc., etc., etc., como diría el gran Samuel.

     ¡Movimiento browniano de los flujos migratorios!

     De pronto, TrujiJack el Destripador, convulsionando en un trance de fuego aglutinante, fue de nuevo la Doncella del Sacrificio, y el Minotauro, finalmente, con dulzura resopló en la rosada caracola ya desierta [...]

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Tomado del libro de relatos ¿Quiénes escribieron las historias? (2009-2012)
© Armando Almánzar-Botello, 2012. Santo Domingo. República Dominicana.

FRAGMENTOS DE:

     “El delirio de Jack el Destripador. Manual en clave de historia patria globalizada, todavía escrito con el método freudiano de la asociación libre. (Poema en prosa patafísica)”.

     A: Dante Alighieri, Miguel de Cervantes Saavedra, Fiódor Dostoievski, Manuel del Cabral, François Rabelais, Jacques Roumain, Gustave Flaubert, Knut Hamsun, Victor Hugo, Franz Kafka, James Joyce, Thomas Mann, Louis-Ferdinand Céline, Antonin Artaud, Herman Melville, André Breton, Tomás Hernández Franco, Georges Bataille, Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Raymond Chandler, Pierre Klossowski, José Lezama Lima, Hermann Hesse, Samuel Beckett, Severo Sarduy, Jean Genet, Julio Cortázar, Pedro Francisco Bonó, Italo Calvino, Eugène Ionesco, William S. Burroughs, Francisco Angulo Guridi, Tristan Tzara, Ramón Lacay Polanco, William Faulkner, Aída Cartagena Portalatín, Aimé Césaire, Derek Walcott, Fernando Arrabal, Henri Michaux, Francisco Nolasco Cordero, Wole Soyinka, Norman Mailer, Lewis Carroll, Alfred Jarry, Arturo Rodríguez Fernández... In memoriam.

     A: Marcio Veloz-Maggiolo, Thomas Pynchon, Iván García Guerra, Gabriel García Márquez, Umberto Eco, Andrés L. Mateo, Giovanny Cruz Durán, Paul Auster, Enrique Vila-Matas, Cayo Claudio Espinal, Rey Andújar, Tony Raful Tejada, Pedro Antonio Valdez, Armando Almánzar Rodríguez, Diógenes Valdez, Mario Vargas Llosa, Pedro Granados, Pastor de Moya, Manuel Mora Serrano, Toni Morrison, Pedro Vergés, Don DeLillo, Pedro Peix, Manuel Matos Moquete, Roberto Marcallé Abreu, Efraim Castillo, José Enrique García, Manuel García Cartagena, Junot Díaz, Alejandro Jodorowsky...

Tomado del libro de relatos ¿Quiénes escribieron las historias? (2009-2012). © Armando Almánzar-Botello, 2012. Santo Domingo. República Dominicana.

ADENDA. Marzo de 2015

     Este alucinante texto se propone constituir en realidad un poema en prosa: dramático-grotesco, de catadura neoexpresionista, postsurrealista y neorrealista-figural, no meramente imitativo-ilusionista como es el caso de los “ingenuos espejos tipográficos” (Armando Almánzar-Botello dixit: 1977-1978), los cuales pretenden redimir el mundo de todo su dolor, pero descuidando las imbricaciones erógenas, las bifurcaciones y confluencias micropolíticas y libidinales de las galerías y rizomas enigmáticos de la letra, la ficción, la escritura, el cuerpo, el poetema y la carne del mundo.

     “Fragmentos de un Bloque” es un texto postmoderno escrito en clave de humor negro e ironía transformativo/connotativa. No es un mero reflejo ilustrativo que denota, de modo excluyente, las realidades históricas o sociales de un determinado conglomerado humano.

     No es, como muchos relatos convencionales, un manual sociológico-nostálgico de vivencias de la infancia, de los viajes o desplazamientos físicos de los personajes, del viejo barrio citadino con sus valores tradicionales, de la gran urbe moderna que se abre amenazadora para el actante completamente previsible, (acompañado todo esto de la consabida o manida moralina implícita en la torpe crítica social a la corrupción y sus múltiples modalidades: “La sociedad está muy mal, sí, pero prosigamos cosechando éxitos…”).

     Aunque bien podría implicar, de una forma oblicua, todo lo señalado con anterioridad, el texto-poema al que ahora nos referimos se propone instituir, con pertinencia, una “lúcida poesía delirante o alucinada”, esquizo-deseante (Deleuze-Guattari), modulada en sus detalles por una conciencia vigilante y un dominio del oficio de la escritura polivalente que explore, a través de un cierto humor negro, lo informe, lo grotesco, lo siniestro, lo abyecto, en el acto de vislumbrar nuevas configuraciones de signos y sentidos múltiples, enigmáticos y abiertos.

     Mi texto ansía un afinado trabajo especular (en espejo) sobre las posibilidades y recursos de incubación y producción textual que caracterizan a la escritura (de)constructiva como “destructora” y “generadora” de Realidad.

     Dicha (de)construcción en abismo podría poner en juego —con “lucidez en claroscuro”, cuando arma su campo de posibilidades semióticas o expresivas orientadas—, aquello que (más allá de la mera epidermis o falsa profundidad de las intrigas convencionales de las historias verosímiles y reflectantes de la realidad cotidiana, tópica: historias insípidas o densas pero finalmente representativas, ilustrativas o fotográfico-realistas), podría considerarse como una radiografía o tomografía micropolítica del cuerpo sutil de lo real inconfesable, entendido este como teatro semiótico-étnico e inconsciente socio-escritural (no colectivo: Jung) donde se trenzan, copulan o “endiablan” las pulsiones; como carnaval conflictivo de significantes y territorialidades semánticas; como recónditas, microscópicas e inéditas batallas en los ámbitos del infrasentido de las profundidades, de la “intersubjetividad” y la “carnalidad”, de la “intercorporalidad” sutil y compleja del mundo, como diría Merleau-Ponty...

     No se debe olvidar, sin embargo, que dicho poema en cuestión forma pieza en cierta máquina histórica, textual y deseante; se fractaliza en un rizomático, complejo, imprevisible trabajo poético-político-escritural en curso…

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana

     Otros blogs en los que figura este mismo texto “Fragmentos de un Bloque”:

Blog Cazador de Agua

Blog Tambor de Griot

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.
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OTROS BLOGS DE ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO:

Cazador de Agua                  

Tambor de Griot

ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO ES MIEMBRO DE LA “RED MUNDIAL DE ESCRITORES EN ESPAÑOL”, REMES

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.

IMÁGENES:

     1) Nicolás Kalmakov: “Négresse” (Negra), 1929

     2) Fotografía de un ritual afroamericano con el agua

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