«En el momento en que se pueda crear una poesía de la violencia pura, una poesía que se maravilla con las libertades totales de la voluntad, deberá leerse a Lautréamont como un precursor. Esta violencia pura no es humana; darle formas humanas sería frenarla, retardarla, razonarla. Poner una idea, una venganza, un odio en la base de su violencia, sería perder su ebriedad inmediata, indiscutida, su grito... En el Marqués de Sade la violencia sigue siendo humana, continúa preocupada por su objeto.» Gaston Bachelard, "Lautréamont", Fondo de Cultura Económica, México, 1985, página 14.
«Jacques Lacan, Philippe Sollers, Pierre Klossowski, Oscar del Barco, entre otros, han hablado de una "violencia textual", escritural, de segundo grado, que iría más allá de la simple práctica del sádico, el cual erige fantasmáticamente una víctima inmortal, para asegurar o garantizar sobre ella su función de dominio, su rol de autor consistente del dolor "infinito" padecido por dicho sujeto-objeto martirizado. Como nos recuerda el psicoanalista Juan Carlos Plá I. siguiendo las enseñanzas de Lacan: "El sádico quiere saber qué pasa con el objeto cuando se ejerce sobre él la mayor violencia, pero no se arriesga a perderlo, a perderse; lo tiene siempre ahí, disponible. Se queda en el estéril placer de hacer sufrir por hacer sufrir." Esa violencia textual, como dinámica intensiva de la crueldad más allá del mero sadismo que se asegura su objeto, estaría también situada más allá del deslinde entre el bien y el mal, y vendría a constituir un meta-crimen simbólico, de segundo grado, con respecto a la velada complementariedad de los dos términos de los paradigmas: "virtud /crimen" y "paz / violencia". Dicha escritura sería violenta porque revelaría la secreta alianza, regularmente innombrable, que opera entre la llamada "Virtud oficial" y el "Crimen quirúrgico" institucionalizado...» Armando Almánzar-Botello.
«El hombre está siempre más acá y más allá de lo humano, es el umbral central por el que transitan incesantemente las corrientes de lo humano y de lo inhumano, de la subjetivación y de la desubjetivación, del hacerse hablante del viviente y del hacerse viviente del logos...» Giorgio Agamben, "Homo Sacer III", PRE-TEXTOS, Valencia, 2000, página 142.
«La figura del Musulmann marca la limitación de Levinas: al describirlo, Primo Levi usa repetidamente la expresión "sin rostro"... Puede ser que el Musulmann sea por lo tanto el grado cero del semejante... la Cosa monstruosa (das Ding), impenetrable, que es el Nebenmensch... ¿No existe en el corazón mismo del inhumano prójimo judeo-freudiano una dimensión monstruosa que ya está mínimamente "humanizada", domesticada, una vez que se la concibe en el sentido levinasiano? ¿Qué pasaría si el rostro levinasiano fuera una nueva defensa contra esa dimensión monstruosa de la subjetividad?» Slavoj Žižek, "Visión de paralaje", Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006, páginas 166, 167 y 168.
Francis Bacon. "Retrato de Lucian Freud", 1967
Carta abierta a un amigo poeta.
Por Armando Almánzar-Botello
Sin que debamos concebir la pulsión psicoanalítica como un ente orgánico (más bien es un constructo o "artefacto" susceptible de desmontaje, y toda pulsión siempre es de muerte), ella es lo imposible de un real que no se deja asimilar de modo pleno por lo simbólico.
Sí, querido poeta, el deseo convoca y confirma a la muerte; no es posible sin una aceptación de la muerte, pero sólo si opera más allá del principio de placer como mera evitación de la falta, de la carencia, del displacer ligado a la experiencia de la pérdida y a la confrontación con lo real de la Cosa obliterada (Das Ding).
Por ello, la ética del psicoanálisis no es una ética superyoica del goce (¡Goza!, como falso imperativo categórico del Carpe Diem: banalidad del mal en el Discurso capitalista del Amo y su Mercado), sino una ética que apunta al goce a través de "la escala invertida de la ley del deseo". (Jacques Lacan).
El psicoanálisis nos concede también la libertad de no gozar, nos permite sustraernos al goce padecido que se reduce a una mera imposición o mandato superyoico; la experiencia analítica nos habilita para gozar de otro modo distinto al que implica dicho goce "mercadológico" del síntoma convencional: el ¡goza!, en su calidad de compulsión y mascarada.
Nada de "Happy hour perpetuo". Más bien, goce del sinthome (sínthoma) con todo lo que ello implica de diferencia y reposicionamiento estructural de un sujeto temperado con respecto al goce del symptôme (síntoma) usual en su condición de goce padecido, de catastrófica bulimia existencial que vampiriza al otro negándole toda realidad como otro de pleno derecho.
El desamparo (Hilflosigkeit), es la forma en que el sujeto vive la posibilidad de su muerte; es resultado de la exposición del sujeto, situado más allá de la angustia (Angst), a la dimensión imprevisible del acontecimiento que proviene de la extimidad (extimité: Lacan dixit), de su más radical alteridad constituyente, aquella que viene a deconstruir y problematizar la oposición adentro/afuera.
La Represión Originaria (Urverdrängung) rechaza el goce bruto del cuerpo, operando sobre él, con la letra, el significante y la "metáfora paterna", un vaciamiento de su gloria extática, para que se constituya el goce del Otro propiamente dicho, en tanto que goce reprimido, temperado, "lenguajeado", marcado por la carencia como significante de la falta de Ser.
La violencia divina, esa que menciona Walter Benjamin (hay que mencionarlo por su nombre completo para evitar la ilusión de que todas estas ideas son nuestras: debemos aceptar aquí la pérdida, my baby), no alude a la violencia segura del poder constituido, avalada por el Gran Otro del Estado, sino a la decisión ética tomada en responsable soledad (Slavoj Žižek), sin garantías trascendentales, en ausencia de "catecismos" de grupo y de sustentación en la "moral pragmática" de los poderes fácticos.
"Temor y temblor" de la decisión ética en el horizonte de la justicia, en la radical exposición a la vulnerabilidad o letalidad del otro —a su lado Cosa freudo/lacaniana, monstruosa por atípica y no específica, mas necesaria—. Pero exposición sin la garantía de un Dios, sin el Partido, sin el Estado, sin la Pandilla o sin el "regateo del Mercado" (Jacques Derrida), como instancias garantes o incitadoras de nuestros actos (riesgo del terror fundamentalista en sus diferentes modalidades asesinas).
Violencia divina no es la de Creonte, sino la de Antígona. Violencia es la de cada cual cuando en lúcida soledad y angustia, se decide a "tomar" la justicia ardiente en sus manos de cara al rostro vulnerable y/o amenazante del otro...
¡Hay que renunciar primero al goce, aceptando la pérdida y la muerte, para que podamos alcanzarlo, sin trascendencia onto-escato-teo-teleológica, en la "la escala invertida de la ley del deseo".
Dice Lacan, por intermedio de Néstor A. Braunstein, que existen tres Goces: Goce del ser más acá del corte lingüístico (riesgos: la psicosis y el paso al acto asesino); Goce fálico-lingüístico (riesgos: la neurosis y/o la perversión), y el Goce más allá del corte (riesgos: la poesía, el erotismo, el amor, la santidad, la creatividad subversivo-transgresiva y la nueva revuelta).
Por eso Kant, Freud, Marx, Lacan, Derrida, no eran meros perversos en el sentido "técnico" del vocablo. Perverso: el que hace semblante de gozar, en lugar de gozar de hacer semblante (con lo que implica esto último de aceptación de la castración: Corte y vaciamiento de goce operados por la letra y el significante; compromiso y/o tensión entre banda de movilidad/dispersión y contrabanda de estabilidad/concentración. Alianza necesaria para "la vida la muerte" (Derrida), entre dispersión del proceso primario del inconsciente y concentración de los procesos secundarios del psiquismo. (Freud).
Poner en juego la pulsión de muerte en el texto y en la vida, implica entonces una metamorfosis o transmutación "creacionista" de la mera destrucción en bruto. Lo que no niega el hecho de la violencia real en una "economía ética de la violencia".
Lo eternamente cuestionable es "la seguridad del juego fundado" en la que se afirman, sin riesgo, el Poder Asesino y su violencia estructural, sistémica, administrada por los diversos agentes de buena y aséptica conciencia puestos incondicionalmente a su servicio.
Ejemplos de violencia estructural en el mundo contemporáneo, mi querido poeta, podemos observarlos en estos hechos: 1) Falta de atención médica de calidad para la mayoría de la población. 2) Falta de educación idónea para los ciudadanos y ausencia de las precondiciones mínimas para efectuar el proceso de enseñanza. 3) Ausencia de auténticas oportunidades de trabajo productivo. 4) Suspensiones en el suministro de energía eléctrica y de múltiples servicios a los ciudadanos aunque se paguen los impuestos correspondientes y las bárbaras tarifas. 5) Desatención por los diversos Gobiernos a los Aparatos Productivos Nacionales, para responder tan sólo a la voracidad de las grandes Corporaciones Transnacionales y a las ambiciones personalistas de políticos y comerciantes importadores canallas, en perjuicio de los reales intereses básicos de los pueblos. 6) "Democratización" abusiva de las penalizaciones fiscales con protección directa o indirecta a los márgenes de beneficios del Gran Capital. 7) Acoso a la libertad de libre expresión del pensamiento bajo amenaza de que te pueden suspender como castigo las posibilidades laborales de sobrevivencia, zombificarte socialmente, y, en el peor de los casos, arrancarte la vida misma... etcétera.
Pero el sujeto ético, querido amigo, "avanza solo y traicionado". En el horizonte del goce como tropiezo, como felicidad sin esperanza en nuestro (des)encuentro tíquico con lo real, se perfila lo fallido, la desubjetivación y la muerte como grado cero y matriz de toda subjetivación...
No obstante, parafraseando a Lacan: ¡yo persevero, tú perseveras, él persevera: nosotros perseveramos!
Y como decía el gran poeta español Luis Cernuda:
¿Qué herencia sino ésa recibimos?
¿Qué herencia sino ésa dejaremos?
28 de Agosto de 2010
© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.
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