Por Armando Almánzar-Botello
Dice Félix Guattari que Samuel Beckett, por lo afinado de su escritura y por el singular carácter de su desposeída e intensa estrategia artística —estrategia contraria, en lo esencial, sobre todo a partir de una determinada etapa del proceso creador de Beckett, a cierta exuberancia retórica entendida por Lacan como “palabra vacía”o “molino de palabras”—, establece con el lector una especie de relación psicoanalítica de suspensión o problematización del sentido.
Aceptando lo planteado por Guattari, no debemos olvidar que el autor de L’ innommable y Worstward Ho, construye parcialmente su estilo como una progresiva reacción frente a la exuberancia que ofrece la obra de James Joyce...
Utilizando la metáfora de la literatura como “circo”, Hugh Kenner distingue, si mal no recuerdo, dos tipos básicos de escritores: el sujeto “acróbata” de la escritura, al estilo de James Joyce, y el sujeto “payaso” de la escritura, al modo de Samuel Beckett.
El “escritor acróbata”, nos diría Kenner, viene a ofrecer el testimonio heroico y grave de su pericia, el impresionante despliegue de su potencia y rigor creadores. Dicho “acróbata”, tipo Joyce, explotaría hábilmente su precisión dentro de la opulencia, su desbordante maestría en el uso del lenguaje.
El “payaso” al modo de Beckett, por el contrario, realiza su propia versión de la cuerda floja; tematiza y simula, paradójica y eficazmente, su “inhabilidad e impericia” de segundo grado, aproximándonos vertiginosamente al punto de resta y “deflación semántica” en que se derrumban todo Saber y toda “consistencia yoica”.
La dialéctica del acróbata y el payaso se despliega en el espacio del humor, en ocasiones negro.
En su famosa entrevista con Israel Shenker, Beckett dijo: «Joyce, cuanto más sabía más podía. Como artista tiende a la omnisciencia y la omnipotencia; yo trabajo con impotencia e ignorancia. No creo que la impotencia haya sido explotada en el pasado. Mi pequeña exploración es sobre esa zona que siempre ha sido dejada de lado por los artistas como algo inservible, como algo incompatible, por definición, con el arte. Creo que, hoy en día, cualquiera que preste atención a su propia experiencia se da cuenta de que es la experiencia de alguien que “no sabe”, que “no puede”...».
Evidentemente, la estrategia de Samuel Beckett, en su calidad de escritor-“psicoanalista” (Guattari), implica, como en Jacques Lacan, la caída final del Gran Otro, del sujet supposé savoir (sujeto supuesto al saber)...
No obstante, no hay que olvidar en este contexto el estilo exuberante de cierto Lacan, las características de la estética barroca, y, concretamente, la dicción y las formas de un particular neo-barroco latinoamericano...
Sin referirnos al “lugar común” de su gran obra teatral realizada en el contexto de la mal llamada “Dramaturgia del Absurdo”, ni a sus ensayos sobre Proust o el pintor Bram van Velde, ni a su poco mencionada poesía, es evidente que no son el mismo Samuel Beckett, estilísticamente hablando, el sujeto de la escritura que produce obras primerizas como More Pricks Than Kicks, (Belacqua en Dublín, en español), Murphy o Watt, y aquel nuevo agenciamiento de la escritura, más “molecular” y sobrio (Deleuze-Guattari), que genera, de modo extraterritorial (G. Steiner), la famosa trilogía en francés: Molloy, Malone meurt, y L’ innommable (Molloy, Malone muere y El innombrable, en español).
Y si proseguimos la línea beckettiana de “desterritorialización” (Deleuze-Guattari), llegaríamos a obras tardías, de semántica “enjuta” en extremo y sintaxis todavía más fuertemente erosionada, tales como el texto intensamente experimental Comment c’est (Cómo es, en español), que lo vincula al Nouveau roman francés; The Lost Ones (El despoblador) o Worstward Ho (Rumbo a peor)... Proceso de “unmaking”, como concibe Ihab Hassan el contexto de la postmodernidad.
Así como Jacques Lacan, en un cierto sentido, se alejó al final de su vida de la “retórica expositiva barroca” para entregarse con más intensidad a una interpretación topológico-psicoanalítica de los nudos, Beckett, por su parte, abandona cada vez más el estilo enfático, cuasi-joyceano, de sus primeros textos, para merodear con la “letra” (Lacan) en torno al “hueco”, al vacío y al silencio, para articular en su escritura una suerte de “lichtung”, “medio-decir” o claroscuro que apunta en dirección a lo Real inabordable...
No debemos, literariamente hablando, pedir al Joyce de Ulysses y Finnegans Wake, al Lezama Lima de Paradiso, al César Vallejo de Trilce, al Céline de Voyage au bout de la nuit, al Thomas Pynchon de Gravity’s Rainbow, al William Burroughs de Naked Lunch, al Julio Cortázar de Rayuela, al Kurt Vonnegut de Breakfast of Champions o Slaughterhouse-Five, al Philippe Sollers de Drame y Lois, al Roberto Bolaño de 2666... lo mismo que podemos esperar del Samuel Beckett de Company o Worstward Ho...
Podríamos decir, parafraseando a Octavio Paz: “Erosiones: el cero crece más y más”. Así Beckett…
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Julio de 2010
© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.
Otro blog en el que figura este mismo texto y otros relacionados: Blog Cazador de Agua
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