viernes, 5 de junio de 2015

¿Los perros pueden leer la mente de sus dueños? Breves apuntes sobre el tema.

«... En este contexto de crisis y consumación de la metafísica del Gestell, del dominio tecnológico programador, una estrategia filosófico-poética y postmetafísica tendría por metas la re-erotización e imantacion del espacio por un pensamiento de la proximidad y del contacto reconquistados. Sensibilización estética del hombre tecnológico con la finalidad de que recupere su dialogismo cósmico. Promoción de una "nueva caligrafía cognitivo-estética de alto voltaje". Ella permitiría el despliegue de la sensibilidad en un espacio propicio para el diálogo entre los hombres, las plantas y los animales; el motor salvaje de la estrella y el satélite artificial; los minerales, las máquinas y los espectros. Nueva ecología poética de la mente...». (Fragmento). Armando Almánzar Botello. "Entre un músico Tang y un jarro de Oaxaca" (Texto retocado), en "Coloquios '99", 2000, pp 317, 318, 320. Comisión Permanente de la Feria del Libro. Santo Domingo, República Dominicana.


Por Armando Almánzar-Botello


No hay que hablar mal de grandes etólogos como lo fueron Konrad Lorenz o Nikolaas Tinbergen. Ellos, al relacionar nuestra conducta con la de ciertos animales, nunca humillaron más nuestras pretensiones antropocéntricas que hombres como Charles Robert Darwin, Nicolás Copérnico y Sigmund Freud...

Para la etología, entendida como disciplina que investiga las bases biológico-instintivas y aprendidas del comportamiento de los animales en su específico medio de supervivencia, existe una disimilitud entre aquello que se denomina códigos de información o sistemas de comunicación y señalización, y lo que viene a categorizarse, en el ámbito de la lingüística moderna, como "lenguaje doblemente articulado".

De acuerdo con las ciencias cognitivas y la etología (el periodismo científico sensacionalista siempre simplifica, por más bueno que sea), el animal no-humano tiene actividad "mental computacional", inteligencia, y hasta “emociones” y conocimiento, pero no posee "mente" en el sentido de: "bucle de inter-retro-acción" que comporta consciencia auto-reflexiva, inteligencia, emociones y pensamiento complejo (Edgar Morin). Esta última interacción en bucle sólo se produce como resultado de la adquisición del lenguaje articulado.

La "mente", en el sentido en que la conciben Searle, Morin, Maturana, Dennett, Hacker y otros filósofos e investigadores en el contexto actual de las psico-neurociencias, es una actividad exclusiva de lo que hasta ahora se denomina Homo sapiens. Ella, la "mente consciente", es una emergencia del cerebro, el cuerpo, la historia, el contexto y, sobre todo, del lenguaje articulado en la dimensión compleja en que opera en los humanos.

Por todo ello, el perro, si hablamos de modo no especulativo, si tomamos en cuenta el estado actual de dichas neurociencias y de la etología científica, no puede "leer" la mente de un humano aunque se comunique con él por vías prerreflexivas de señalización, no propiamente semánticas o verbales.

Concebir, "apoyándose" en la física cuántica, un “campo mórfico” que supuestamente permitiría la comunicación telepática entre el humano y el animal, sólo tiene, hasta la fecha, un simple valor heurístico. Campo abierto de investigación...

El animal doméstico, sin ser una simple máquina cartesiana similar a las máquinas artificiales mecánicas y/o de silicio, participa de una dimensión maquinal (no mecanicista) que lo convierte en "un ser nostálgico de hombre"....

No obstante, dadas las grandes diferencias interespecíficas, los humanos no podrían "empatizar autorresonantemente" (Georges Devereux) con un perro en determinados efectos complejos de la actividad mental. Para lograr algo que se aproxime a esa experiencia empática el Homo sapiens debe realizar un arduo proceso de "desterritorialización" desde lo humano hacia lo animal, un devenir-animal del hombre (Gilles Deleuze); y el perro, a su vez, debe desterritorializarse hacia los ámbitos humanos: domesticación y adiestramiento.

Este devenir-animal, dicho sea de paso, no consiste simplemente en imitar al perro en su morfología y comportamiento convencionales, sino en liberar en nosotros una suerte de “perro molecular” (Deleuze), entendido como vibración intensiva en nuestro cuerpo de uno de los atributos animales o haecceidades (Duns Escoto) en relación de indiscernibilidad o indeterminación con aquello que concebimos en el hombre bajo el estatuto de "lo (in)humano".

Hablamos entonces de una suerte de "orinar perreante", de "aullar-musicar canino", de "olfatear-poetizar perruno"… Pero sin imitación convencional de esos atributos, sino por convergencia microscópica de flujos y por resonancia del animal en nuestro Cuerpo sin Órganos…

Por su parte, el animal deviene otra cosa, no por filiación o genealogía sino por alianza, por transversalidad, por simbiosis (Deleuze). El perro doméstico padece una suerte de "nostalgia" de lo humano. Es un animal "nostálgico de hombre" que vive aquello que se ha denominado, metafóricamente: “la melancolía extática de los perros.”

El animal sólo se "contamina" de humanidad al desterritorializarse; el hombre es un animal que se olvida de su animalidad reprimiéndola en su Inconsciente como discurso del Otro. (Lacan).

Ergo, "casarse" con un(a) perro(a) con la plena confianza de que nos comprenderá plenamente, es casi un genuino acto de fe como creer en Dios o en los trasmundos... ¡Esto no es un mero sofisma!

No obstante, ¿están así de claras las cosas? ¿No sería el animal, más que la mujer misma, la víctima por excelencia del macho en el contexto de una violencia falocrática, de una voluntad de dominio que Jacques Derrida vincula con esa instancia que él denomina carno-falogo-fonocentrismo occidental?

¿Se descubre hoy erosionada esta supremacía de lo fálico-androcéntrico, y se hace necesario un nuevo principio regulador en la compleja dinámica postmoderna de lo uno y lo múltiple?

Las sociedades protectoras de animales, la creciente presencia del animal como partner en lo humano-conyugal, las "polimórficas" dislocaciones, patológicas o no, de las estructuras tradicionales de parentesco (la familia en desorden: Élisabeth Roudinesco), ¿serían vivos testimonios de una etapa compleja de transición simbólica, técnica y "civilizatoria" en la que dicho animal está llamado a desempeñar un nuevo e insólito papel?

¿No sería el animal un verdadero Otro absoluto que reclama el ejercicio de nuestra piedad, que pone en juego, del modo más básico, esa apelación fronteriza, abismal, a nuestra compasión, a nuestra alteridad, a nuestra (in)humanidad constituyente?


Marzo de 2012


© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

Otros blogs en los que se encuentra este mismo texto y/o escritos afines:

Blog Cazador de Agua: ¿Los perros pueden leer la mente de sus dueños?

Blog Cazador de Agua: Padre perro que...

Blog Cazador de Agua: La mujer y los perros. (Breve fragmento).


Franz Kafka: Investigaciones de un perro. En MP3:
http://www.audiomol.com/audiolibro-de-investigaciones-de-un-perro.html

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ADENDAS 2013 y 2015

ANIMALES PARLANTES

Por Armando Almánzar-Botello


Prosiguiendo con las conceptualizaciones de Gilles Deleuze y también de Giorgio Agamben, podríamos decir que todo “nuevo arte o pensamiento de resistencia” se opondría de modo parsimonioso al trazado cartográfico de jerarquías esencializadas y separaciones absolutas entre “adentro” y “afuera”; “vegetal” y “animal”; “humano e inhumano”; “orgánico” e “inorgánico”; “vida desnuda” y “vida cualificada políticamente”. Es decir, se opondría a la separación tajante entre “zoé” y “bíos” (categorías aristotélicas).

Por varios años he trabajado y vivido con un texto del gran filósofo francés Jacques Derrida, titulado en español: "El animal que luego estoy si(gui)endo ("L' animal que donc je suis", en francés). 

También me han acompañado durante largo tiempo algunas obras que apuntan en la misma dirección, escritas por grandes pensadores de la animalidad liberada como Spinoza, Friedrich Nietzsche, Isidore Ducasse, Franz Kafka, Theodor Adorno, Gaston Bachelard, Gilles Deleuze, Peter Sloterdijk, Giorgio Agamben, entre tantos otros… 

Con ellos he aprendido que lo que se ha convenido en llamar “lenguaje” constituye una paradójica línea bifronte de conjunción/disyunción entre lo humano y lo animal. 

Cuando un animal “nos habla” (en jueves de Corpus Christi o no), sencillamente realizamos una suerte de experiencia epifánica o actualización de la radical alteridad potencial que nos constituye a todos.

Cuando pretendemos ser hombres exclusivamente, nos pensamos de una forma mutilada, disminuida... El hombre y el no-hombre se encuentran en una zona “borrosa” de indeterminación o indiscernibilidad que sólo la metafísica considera como un deslinde tajante.

Yo hablo siempre con los animales cuando “devengo animal”, cuando descubro de forma práctica, actual y muy concreta, el animal que hay en mí y que voy si(gui)endo…

Lo humano implica también lo animal. Existe un realizarse o devenir "hablante" del viviente, de todo viviente, y un encarnarse o descubrirse viviente del mismo logos… Dijeron varios animales europeos que “el hombre” es un umbral que separa y comunica, simultáneamente, lo humano y lo inhumano, la subjetivación y la desubjetivación.

Doy constancia de mi ser divino, gruñendo. Testimonio de mi animalidad, hablando de dioses.

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VISIÓN ECOLÓGICA DE LAS RELACIONES ENTRE EL HOMBRE Y LA TÉCNICA. (Fragmento).

Por Armando Almánzar-Botello



En un contexto ligeramente anterior a los planteamientos humanistas de Jürgen Habermas en su obra "El futuro de la naturaleza humana" (2001 en alemán; español: Paidós 2002), y coincidiendo con el mismo año (1999 en alemán) en que Peter Sloterdijk publica "Normas para el parque humano" (en español: Siruela 2003), ensayos en los que, respectivamente, son abordados de modos muy distintos el destino y los peligros del humanismo en la era de la tecnociencia (Habermas), y la necesidad de una nueva ecología (a)humana, descentrada, "éxtima" o posthumanista que incluya en su visión compleja y en su campo de inmanencia lo maquínico y tecnológico (Sloterdijk, Deleuze, Guattari), escribía yo sobre la superación de cierta visión antropocéntrica por un pensamiento post-metafísico de vocación ecológica, el cual, en mi caso concreto y también en el de Sloterdijk (guardando las debidas distancias), contaba, entre sus corpus teóricos precursores más inmediatos, con las meditaciones y agenciamientos conceptuales —sobre las relaciones entre el hombre, las máquinas y la técnica—, procedentes de Lewis Mumford, de Martin Heidegger, y, sobre todo, de Gilles Deleuze y Félix Guattari.

Sobre la crisis del humanismo en el llamado contexto de la posmodernidad, y sobre la culminación metafísica de la técnica y su posible transmutación liberadora, decía yo en 1999:

«...El exilio de las mitologías encarnadas, la erosión de la "cosmicidad" como telón de fondo de las culturas locales, constituyeron el precio a pagar para la generación del sujeto universal del conocimiento objetivo, abstracto. Con este exilio de la "otredad" la naturaleza se transforma en un simple almacén de energía explotable. Cesa el diálogo contemplativo entre el hombre y el mundo... Posteriormente, surge un espacio global y homogeneizante de banalización de los sentidos, donde un ego infatuado y ciego despliega su ideología "sagrada" de la libre empresa. Territorio del "acercamiento" inesencial sin proximidad verdadera en el reino del ciberespacio, en la fría superficie de la Organización pautada por la lógica del dominio totalizante.

Desde una perspectiva crítica similar a la de un Heidegger, se nos muestra que el pensamiento racionalista de la apropiación de objetos es una modalidad histórica del descubrimiento de la verdad, pero que, en su arrogancia y desmesura contemporáneas, se ha convertido en un factor de "ocultamiento" y extravío.

Se ha dicho de muy variadas formas: ya se ha producido la catástrofe. Hemos presenciado el estallido del recinto y la integridad de los cuerpos, la destrucción de los saberes míticos antiguos para dar paso al conocimiento técnico uniformizante y manipulador. A ese conocimiento impersonal y violento que, como nos explica Lacan, descubre en la naturaleza desencantada "nudos de significantes que ya no quieren decir nada para nadie".

En este contexto de crisis y consumación de la metafísica del Gestell, del dominio tecnológico programador, una estrategia filosófico-poética y postmetafísica tendría por metas la re-erotización e imantacion del espacio por un pensamiento de la proximidad y del contacto reconquistados. Sensibilización estética del hombre tecnológico con la finalidad de que recupere su dialogismo cósmico. Promoción de una "nueva caligrafía cognitivo-estética de alto voltaje". Ella permitiría el despliegue de la sensibilidad en un espacio propicio para el diálogo entre los hombres, las plantas y los animales; el motor salvaje de la estrella y el satélite artificial; los minerales, las máquinas y los espectros. Nueva ecología poética de la mente...

A pesar de haberse hoy evaporado el espesor simbólico de las antiguas mitologías, el pensamiento posthumanista y post-metafísico puede restablecer --superando el determinismo tecnológico, liberando a la máquina de las interpretaciones reductoras del racionalismo-- la dimensión maravillosa y enigmática de lo real, la unidad contradictoria de la vida y la muerte, la afirmación o síntesis disyuntivo-inclusiva de lo dispar...». (Fragmento). Armando Almánzar Botello. "Entre un músico Tang y un jarro de Oaxaca" (Texto retocado), en "Coloquios '99", 2000, pp 317, 318, 320. Comisión Permanente de la Feria del Libro. Santo Domingo, República Dominicana.
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UNA CIERTA "ANIMALIDAD"


«El animal sólo se "contamina" de humanidad al desterritorializarse; el hombre es un animal que se olvida de su animalidad reprimiéndola en su Inconsciente como discurso del Otro». A. Almánzar-Botello. "¿Los perros pueden leer la mente de sus dueños?... Breves apuntes sobre el tema".

Por Armando Almánzar-Botello


«...De hecho, como hemos señalado en otros contextos, “la sexualidad humana, desde el punto de vista del psicoanálisis freudo-lacaniano, jamás se reduce [a la animalidad], a un dato anatomo-fisiológico de partida. Es una construcción lingüística, simbólica, interpersonal y cultural.

En el Homo sapiens, la sexualidad no es tan sólo "instinto" (Instinkt, en alemán: tendencia preformada genéticamente y que determina el comportamiento de un animal), sino que es "pulsión" (Trieb, en alemán: carga energética “emergida” o construida en el contexto de una relación interpersonal y simbólica entre el “sujeto infante-neonato” y la figura del Otro que le asiste). 

El escueto dimorfismo biológico no impide la compleja plasticidad de los posicionamientos subjetivos en la llamada Tabla Lacaniana de la Sexuación...». A. Almánzar-Botello


Cuando en este contexto hablo de “animalidad reprimida en el Inconsciente como discurso del Otro”, no me refiero a la tesis darwiniana y/o evolucionista del origen o filogénesis animal del Homo sapiens. Tampoco aludo a una suerte de biología o de simple (de hecho, compleja) dimensión anatomo-fisiológica del cuerpo humano que, en su carácter de organismo bruto, se relacionaría con el animal en su definición cartesiana de mera “res extensa”, previa, en el caso del hombre, a la instauración de una “res cogitans” o cosa pensante. No transitamos aquí por la visión aristotélica del humano como simple “animal racional”. No.

Cuando hablo en mi texto de “ANIMALIDAD”, intento connotar lo que Jacques Lacan denomina “EXTIMIDAD”: instancia de lo Real diferente del mero “inconsciente simbólico” freudiano y lacaniano; dimensión de “exterioridad íntima o interiorizada”, emparentada más bien con el concepto freudiano de “Id” (Eso, Ello) de la segunda tópica freudiana (Id, Ego, Super-Ego).

Esa dimensión de “animalidad”, que utilizo aquí con un carácter mítico (como funcionan muchos cuasi-conceptos freudo-lacanianos) alude a lo que Lacan denomina en “Kant avec Sade”, el “sujeto bruto del goce” o sujeto bruto del placer “patológico” (Lacan utiliza aquí este concepto de "patológico" teñido de una cierta connotación kantiana), anterior a la intervención del significante, a entender éste como factor que viene a causar el advenimiento de las "pulsiones" propiamente dichas, deslindadas de la "caldera impulsiva y amorfa del Ello". Por medio del significante, la pulsión, entendida en sentido estricto, se emancipa de la simple satisfacción o apaciguamiento de la necesidad de alimentación (Befriedigung). Para Freud, y en especial para Lacan, la pulsión emancipada de la necesidad biológica implica una doble vertiente: pulsiones de vida o eróticas y pulsiones de muerte.

Lacan alude con dicha categoría de “sujeto bruto del goce” a una suerte de estado embrionario y mítico del sujeto libidinal previo a su constitución como “sujet barré par le signifiant” (sujeto barrado por el significante), vía esta última por medio de la cual se constituye el Inconsciente propiamente dicho como discurso del Otro, de ese Otro como “sede del código y garante de la verdad”: “Gran Otro del LENGUAJE en su calidad de Tesoro del Significante” que aporta el “substrato material” del Orden Simbólico de la cultura para la emergencia de los “vínculos o nexos sociales del Homo sapiens/demens”.

Con el uso presente en mi trabajo (lo que aparece on line de éste constituye tan sólo un fragmento) del concepto "Homo sapiens" tal como Edgar Morin lo complementa con lo “demens”, intento hacer referencia, por una vía oblicua, a lo que denomina el lacanismo “forclusion generalizada” (J. A. Miller: todos estamos locos, “defundamentados”, carentes de "completitud"), nostálgicos de nuestra “ANIMALIDAD” perdida, de nuestra "naturaleza" primaria, pero entendiendo este “todos somos locos” como algo distinto a la forclusión lacaniana (Verwerfung freudiana) del Nombre-del-Padre, mecanismo rastreable en el origen de la PSICOSIS.

Ergo: Si el ANIMAL sólo se "contamina" de humanidad al desterritorializarse (Deleuze); el hombre es un ANIMAL que se olvida de su “ANIMALIDAD” (de su goce bruto pre-significante; goce de la Cosa = das Ding), “asordinándola”, reprimiéndola en su Inconsciente como discurso del Otro.

Aunque debo recordar que, para Lacan (y Leclaire-Braunstein-Miller-Safouan-Maleval-Diana Rabinovich-Colette Soler...), sólo desde los litorales del DISCURSO mismo podemos hablar efectivamente (como en particular insiste Néstor Braunstein) de una trinidad de goces: 1) un mítico goce “antes”, correspondiente al goce de la “Cosa” (das Ding) o al goce de una "animalidad" supuesta en un "más acá" del lenguaje; 2) un goce fálico marcado por la castración, goce del discurso y su cadena significante fuera del cuerpo; y 3) un ”goce mas allá”, entendido como goce suplementario del Otro, más allá del falo, y marcado también por el significante de la falta en el Otro.


2013


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