Por Armando Almánzar-Botello
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Hay tropos que son trapos y tripas
de otros cuerpos.
Trivial y derrotada sórdida escritura...
¡Tan gastada, premiada y chuleada!
Tropel de torpes tropas para tratos
con patronos
y con ratas…
El poema no es morada sino simple
pasarrato
ahorro en el (gl)osa(u)rio cibernético...
¿Y qué resulta sacro ahora?
¡Nada!
Que viva la belleza muy antigua
que disfraza
la vergüenza del origen...
Rutas rotas de los ritos sin retorno.
¡Y tantas tontas putas lógicas!
No [hay] misterios de Eleusis en el texto:
¡Poe(rra)tas pedagógicas que chillan
patronatos del Vacío
poli-est/ético-dismorfos!
Falsamente solitarios,
presumidos:
Burdos bardos de Comparsa
con bacantes pervertidas.
¡Políticos! ¡Banqueros!
¿El Ánima o el Ánimus?
Macro-ego-alevosía enmascarada
de amapolas:
¡Locuaces turbias muertes!
Ya no hay surrealismo... sino su realismo
ralo.
Farmacia y barbería con su letra latrocinio
sin alcohol lustral...
Por Dios, payaso: ¡asepsia!
Eres loro sin el logos picoteando ciego
al mito.
Artesanías genéticas
de un monstruo-laberinto:
el Mercado y sus Congresos...
¡Pero no!
Mitocondrias presumidas en manos
de tecnócratas retóricos.
¡Ácratas carajos del patíbulo-poema
periodístico!
¡Pero no!
«Hypocrite lecteur
—mon semblable—
mon frère!»
Perdida fuente Mnemosine de lámparas
absortas.
Taíno rumor Cacibajagua.
Uvas vulvas vulnerables
brillando sin designio puro sáfico licor
en el espejo de otros labios.
¡Turbulencia de una copa
muy oscura de su luz la poesía!
Axis Mundi en la palabra
los palacios y burdeles de princesas
didascálicas.
Verga-luz Potomitan:
¡tan falsamente ontológica en la trampa
del mito t(anto)-lógico!...
¡Ja!
¡Tam! ¡Tam! ¡Tam!
También tambores con su muerte:
Componenda fiduciaria su delirio
de striptease
tan poético el Comercio.
Hay un fuego metafísico rondando
por el Bar:
Taciturna la pista de baile vacío el corazón
es un desierto.
¡Pero las luces danzan!
Nesti, Dudu, Yo, Suleika:
Degas.
Matisse, Oviedo, Picasso, Tovar...
Y el incendio sicalíptico deviene
Apocalipsis.
Llama viva del Paráclito...
«Goces, descubrimientos...»
De pronto:
—¡Horror! ¡La Policía!
¿Yo también Poeta en tiempos de miseria?
¡Jo!
¿Soy el nuevo Hölderlin
de un falso Nuevo Orden?
Camarero, por favor:
¡Otra copa de abstinencia!
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Diciembre de 2010. (Texto retocado)
Blog Otros Textos Mutantes. Sábado, 25 de febrero de 2017
© Armando Almánzar Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.
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Adendas:
USOS LITERARIOS Y ARTÍSTICOS DEL JUEGO DE PALABRAS
«Jacques Lacan ha mostrado que Joyce era un psicótico suplementado o compensado por una práctica singular de la escritura creativa, práctica que parte de una transformación artística del “síntoma autista” (symptôme), de la letra suelta y de la glosolalia meramente padecida, para convertir esos elementos en recursos formales, estilísticos y estéticos que hacen lazo social.» Armando Almánzar-Botello
«Hay escondido en Raymond Roussel algo tan fuerte, tan siniestro y tan preñado de la oscuridad de los “espacios infinitos” que asustaban a Pascal, que uno siente la necesidad de algún tipo de equipo de protección cuando lo lee.» John Ashbery
Por Armando Almánzar-Botello
«In the beginning was the pun» Samuel Beckett
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El juego de palabras, como sinthome lacaniano-joyceano, parte de un primer tiempo lógico del síntoma (symptôme) en el cual este se ofrece como síntoma autista. Se denomina “autista” por encarnar el puro goce de la letra sin lazo social, fuera de la convencional cadena significante que genera significados precisos, abstractos. El síntoma autista se encuentra ligado a la potencia disruptiva del neologismo.
Cuando es trabajado sistemáticamente por cierta escritura, dicho síntoma autista (symptôme), como en el caso de James Joyce con su obra Finnegans Wake, puede llegar a constituirse en «sinthome» o suplencia del Nombre-del-Padre forcluido o repudiado.
Así, lo que podría presentarse como una psicosis desencadenada en un sujeto particular, se constituye en psicosis ordinaria “textualizada”, sinthomatizada o compensada. Esta función se desarrolla independientemente del “valor estético” de la obra en su especificidad semiótica: problema propio de los campos de la poética, la hermenéutica y la crítica literaria.
Lacan, Miller y otros analistas, hablan de la construcción de un Ego escritural de suplencia. La base de esta posibilidad se encuentra en lo que Lacan denomina “lalangue”, a entender como dimensión real del inconsciente basada en un “lenguaje” primordial, originario, anterior al deslinde entre “lengua” y “habla”, y sometido a los procesos primarios de "condensación" y “desplazamiento”.
La “lalengua” se manifiesta en el sinsentido de la letra, en la pasión por el neologismo, en el juego homofónico de los significantes “brutos”.
El inmenso Marcel Duchamp, bajo la influencia del genial escritor esquizo Raymond Roussel (Impresiones de África, Nuevas impresiones de África, Locus Solus, Cómo escribí algunos de mis libros) logra en El gran vidrio, en sus Proyectos, en Juegos de palabras, etcétera, integrar semióticamente la “lalangue” francesa al proceso de construcción de una parte significativa de su revolucionaria y enigmática obra plástica, de su crucial y extraordinario arte mixto y conceptual. No obstante, el uso que hace Duchamp del juego de palabras y de la escritura cifrada no reviste, aparentemente —como sí acontece, quizá, en el caso de Roussel—, el carácter de suplencia lacaniana del nombre-del-padre.
Julio Cortázar intentó escenificar, en el capítulo 68 de Rayuela, algo emparentado con la generalización del sinthome en el Joyce de Finnegans Wake con su lluvia sintomática de “letras” (Lacan), utilizadas como recurso que, repetimos, busca hacer ‘lazo social’ a través de la invención artística (J. Lacan) supliendo los desajustes creados en el aparato psíquico del sujeto por el no funcionamiento, Verwerfung (Freud) o forclusión de la Metáfora Paterna.
Dicho trabajo sobre la dimensión material del significante permite crear un “narcisismo” funcional de suplencia entendido como efecto de la constitución “ortopédica” del “Yo (Moi) Especular” a través de un acto singular de escritura. Dicho narcisismo implica una regulación o acotación de lo Imaginario desencadenado. (Jacques Lacan: Seminario 23, Le Sinthome).
Evidentemente, Cortázar (gran lector de Joyce) realizó su acto de escritura bajo influencia, en este punto concreto, de James Joyce y de Lewis Carrol, de François Rabelais, de Antonin Artaud y de los poetas dadaístas y surrealistas, del César Vallejo de Trilce y del Oliverio Girondo de En la masmédula...
Samuel Beckett, en su poema “Comment dire” (“What is the word”, en inglés; “Cómo decir”, en español), participa de un uso trágico-humorístico y desgarrado del lenguaje, uso que si bien no reviste por necesidad el carácter de suplencia de una forclusión del nombre-del-padre, de sinthome lacaniano estabilizador, no por ello deja de ofrecer el testimonio de una forma de lidiar con el “vaciamiento catastrófico de la significación”, con la experiencia trágica de un precipicio ontológico que, al ser bordeado por la “escritura cuasiglosolálica de la locura”, constituye y revela lo infundamentado de todo intento radical de aproximarse, por medio de la letra litoral en su materialidad fónica, a-semántica o a-significante, a la decadencia y a la vejez como antesala del abismo, al sinsentido de la muerte, a la ausencia de sentido de lo real imposible… al sentido balbuceante, siempre frágil y provisorio, de lo real contingente...
Es pertinente recordar y señalar que los juegos de palabras sostenidos como juegos de étimos, neologismos y homofonías glosolálicas, aparecen ya en el Crátilo de Platón, por limitarnos aquí a la cultura occidental...
Esos juegos con un “sinsentido” previo al no-sentido, fueron denominados “jitanjáforas” por el cubano Mariano Brull y por el mexicano Alfonso Reyes, aunque también fueron utilizados, como hemos dicho, por el poeta Oliverio Girondo, a quien Cortázar, en Rayuela, rinde justamente homenaje. En la poesía de la República Dominicana la jitanjáfora fue utilizada desde finales de los años 20 por el poeta vedrinista Zacarías Espinal.
No obstante, es necesario aclarar que la exploración cortazariana (incluso la misma experiencia carrolliana del significante, que participa más bien de una dimensión psicoanalítico-perversa propia de los lenguajes de superficie, como argumentan Artaud y Deleuze), es de naturaleza meramente lúdico-creativa y no cumple un papel de compensación o suplencia sinthomática, en el radical sentido lacaniano-milleriano de estos términos.
La invención del “glíglico”, “lengua” ficticia caracterizada por el ejercicio de una cierta potencia del neologismo, por la polifonía o polivalencia semántica, tal como aparece en la mencionada novela de Cortázar, es más bien, lo reiteramos, un ejercicio retórico-estilístico con la materialidad de los significantes. También lo es en Joyce, pero en este funciona con un “plus” realmente dramático y crucial.
En este contexto, los ludismos escriturales de Duchamp, de Cortázar, de Carrol, del dominicano Espinal, etcétera, no constituyen, como en Joyce, en Artaud o en Beckett, una forzada invención (sinthome: cuarto nudo) para lograr el “abrochamiento borromeo” de lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico, y permitir así al sujeto sostenerse mínimamente cuerdo sobre la escena problemática del mundo.
Jacques Lacan ha mostrado que Joyce era un psicótico suplementado o compensado por una práctica singular de la escritura creativa, práctica que parte de una transformación artística del “síntoma autista” (symptôme), de la letra suelta y de la glosolalia meramente padecida, para convertir esos elementos en recursos formales, estilísticos y estéticos que hacen lazo social...
El irlandés James Joyce, autor del Finnegans Wake —obra que junto con el Ulysses constituye uno de los textos narrativos más importantes del pasado siglo XX—, realiza, en esa exploración del lenguaje que es de modo radical dicho genotexto, entendido como “infinitud potencial” (el Finnegans Wake), un sondeo del “sinsentido” y de la polivalencia lingüística, aspectos estudiados, entre muchos otros, por Jacques Lacan en su seminario sobre Joyce: El sinthome, seminario 23, y por Umberto Eco en su libro Las poéticas de Joyce. El gran escritor irlandés despliega sus juegos de palabras, condensaciones y desplazamientos glosolálicos, hasta vertebrar un libro de centenares de páginas ardidas por el juego y el fuego del significante-letra (Lacan), algo emparentado con la tradición del “nonsense” británico, con figuras como Laurence Sterne (Tristram Shandy) y Lewis Carroll a la cabeza.
Mundo-guión a subvertir de intratable obscenidad en lo real, con letras la escritura golpeando al traslapar, bordea el hueco hurtado con semblante-litoral... ¡Desmancha lo manchado y luego marcha!
¡Des-marcha!... ¿revolución?...
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Febrero 2002 (Texto retocado). ©Armando Almánzar-Botello. Todos los derechos reservados. Santo Domingo República Dominicana.
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PERSONA ≠ PERSONAJE CONCEPTUAL
«El personaje, afirma Gilles Deleuze, prevalece por sobre la persona. Esta última no hace más que designar el lugar incierto de un yo, mientras que el personaje agrupa los momentos intensos, los rasgos fuertes, todas las singularidades que conforman un cuerpo. Frente a la persona exangüe, el personaje tiene una consistencia. Dibuja y ocupa un plano inmanente de consistencia. El “personaje conceptual”, se lee en “¿Qué es filosofía?”, se compone de singularidades que no habitan la persona, sino que se propulsan fuera de ella, vagabundas, nómadas. Una risa, por ejemplo, la risa de Foucault. No es su persona, es su personaje. El personaje está del lado de lo impersonal, no de ese impersonal que es comúnmente confundido con la indiferenciación, sino de aquel que libera las diferencias más elevadas. El primero podría llamarse impersonal abstracto, el otro, impersonal concreto, consistente...» René Schérer
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IMÁGENES:
1) Constantin Brancusi: “Axis mundi”, 1937
2) Francisco de Goya: “La cucaña”, (palo ensebado), 1787