domingo, 30 de marzo de 2025

APOSTILLAS A LO «“FEMENINO”-NEUTRO» o Derrida más allá de Lacan (Muy breve fragmento)

«Fatal abandono a-teológico: Y ella, / entreabierta, / en su tendida desnudez que sueña, / haciéndose la mística en el deslizarse al éxtasis...» Armando Almánzar-Botello 

     Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO

     En la tradición occidental falogocéntrica es un hecho constatado que la definición de la sexualidad en oposición binaria es cómplice de un movimiento de reducción de la feminidad a patrones masculinos. 

     La feminidad así constituida es definida en el espacio de lo simbólico a partir de la misma dialéctica fálica que gobierna a lo masculino. 

     De este modo, dicha definición se hace partícipe de una neutralidad trascendental homogeneizante y homosexualizante (Derrida) cuyo beneficiario es el término masculino en la oposición paradigmática masculinidad/feminidad. 

     Solidario con la tradición metafísica ontoteológica, este paradigma, tal como opera en los discursos de las ciencias humanas y de cierto psicoanálisis, está ligado en sistema al conjunto de las oposiciones metafísicas que articulan la temática de la presencia del sentido en Occidente: sensible/inteligible, razón/locura, afuera/adentro, significante/significado, escritura/habla, etcétera.

     Equivalente a la reducción metafísica del significante en el contexto de la teoría del signo, la reducción de la feminidad a la dialéctica fálica viene a determinar, repetimos, la constitución de lo “femenino” como instancia derivada de una “neutralidad trascendental masculina”.

     Cuando en nuestra teorización de lo “femenino”-neutro utilizamos el cuasiconcepto de “neutro” como punta preontológica que “comanda” la dispersión-reconstitución situacional de lo simbólico, debemos aclarar que nos estamos refiriendo a una neutralidad radicalmente distinta de la anterior. 

     Recapitulando: una interpretación posible de la neutralidad es aquella que, tal como hemos visto, viene a concebirla trascendentalmente, como algo que participa de lo que Derrida y Deleuze, en alusión al pensamiento de Nicolás de Cusa, denominan “simplicidad puntual de la coincidentia oppositorum”, fusión armónica de los contrarios, integración homogeneizante y totalizante. 

     Otra interpretación muy distinta es la que piensa a “lo neutro” como instancia paradójica y transicional que atraviesa las oposiciones binarias sin operar síntesis tópicas de la significación que tiendan a restaurar la presencia-ante-sí del sentido. 

     Como hemos dicho, la primera neutralidad a que nos referimos está al servicio de la lógica falocrática, de la metafísica de la presencia, y se presenta como atributo originario de una mítica masculinidad primordial perteneciente, reiteramos, al reino de lo inteligible platónico. 

     Nos disculpan los lectores el carácter en apariencia repetitivo de nuestro decir. Él está realmente movido, en su desenvolvimiento en hélice, en tirabuzón y ritornelo, en espiral descendente, por un auténtico deseo de operar con precisión un deslinde entre dos tipos de “neutralidad” y dos concepciones distintas de la feminidad.

     A partir de esa masculinidad neutra, metafísica en el sentido trascendental, surgiría la feminidad con carácter secundario y subordinado. Esta es la concepción “propia” de la tradición “falogo-fonocéntrica” de Occidente. Contra ella opera la deconstrucción y cierto “feminismo”.

     La otra neutralidad que concebimos, relacionada con aquello a lo que nos hemos referido como “instancia paradójica”, no es trascendental sino cuasitrascendental; participa simultáneamente de lo empírico y de lo trascendental, de lo sensible y de lo inteligible, del afuera y del adentro. 

     Ella sería análoga, en su atopía aneidética, al fármacon derridiano, al sentido/acontecimiento de Deleuze, a la khôra platónica y al 1/8 transicional de Fourier, tal como lo interpreta y teoriza Roland Barthes en su obra Sade, Loyola, Fourier (Monte Ávila Editores, Caracas, 1977) a partir del pensamiento utópico fourierista.

    En la mencionada obra nos dice Barthes: “Lo neutro es lo que se sitúa entre la señal y la no-señal, esa suerte de tapón, de amortiguador, cuyo papel consiste en  sofocar, suavizar, fluidificar el tic-tac semántico, ese ruido metronómico que señala obsesivamente la alternación paradigmática: sí/no, sí/no, sí/no, etcétera. [...] Es Transición (Mixto, Ambiguo, Neutro) todo lo que es duplicidad de contrarios, confluencia de extremos, y en tal sentido puede tomar como forma emblemática a la elipse, que tiene doble foco. [...] Lo Neutro es, pues, lo opuesto al Término Medio; éste constituye una noción cuantitativa, no estructural; es la figura misma de la opresión que el mayor número hace padecer al menor número: tomado en un cálculo estadístico, el intermediario se llena y obstruye el sistema (como en las clases medias); lo neutro, al contrario, es una noción puramente cualitativa, estructural; es lo que desvía el sentido, la norma, la normalidad. Tener el gusto de lo neutro es, forzosamente, sentir disgusto por el término medio”. Op. cit., pp. 115, 116, 117

    En su carácter de “instancias indecidibles, paradójicas”, esta neutralidad y este mixto, a entender como “entre”, como desvío y atopía interválica, no se encontrarían gobernados por la lógica predicativa y apofántica de la identidad sino por una lógica paraconsistente de la diferencia y del suplemento.» A. A. B. Breve fragmento

Armando Almánzar-Botello

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Febrero de 1995

     Arriba, un breve fragmento de mi escrito crítico y teórico-deconstructivo «Apostillas derridianas a lo “femenino-neutro», redactado en febrero de 1995. Dichas apostillas fueron escritas para dar una mayor consistencia teórica a mi concepto de «lo “femenino” neutro» tal como lo formulo y trabajo en mi texto de enero de 1995 «La constitución del sujeto y el goce de lo “femenino”-neutro», conferencia dictada ese mismo año en la Casa de la Cultura de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). 

     Esa conferencia, ampliada significativamente, vendría a constituir el cuerpo de mi ensayo titulado «Lo “femenino”-neutro: Reflexiones metapsicoanalíticas». Con ese título figura en la lista de mis trabajos ensayísticos referenciados en la solapa de mi libro Cazador de agua y otros textos mutantes. Antología poética 1977-2002, Editora Nacional, 2003, Santo Domingo, República Dominicana. Ese mismo título-sintagma, «lo “femenino” neutro», se puede obtener, desde hace casi dos décadas y ligado a mi nombre, utilizando el motor de búsqueda de Google. Se puede comprobar lo que digo haciendo una simple consulta en Internet.

     Me extraña que veinticinco años después de ser formulado por quien suscribe, dicho sintagma-concepto «lofemenino-neutro» aparezca utilizado por una analista argentina, Mariana Quevedo Esteves, en el mismo contexto psicoanalítico-lacaniano y barthesiano en que fue originalmente formulado por mí en 1995. 

     El título de mi trabajo remite a un encuadre conceptual muy parecido al que se revela en el texto de unas escasas diez páginas titulado: «Lo femenino neutro. Un axioma donde la última palabra se escapa»,  artículo que aparece en las páginas 69 a 79 del libro Filosofía y prácticas de sí. II Encuentro sobre técnicas del yo (Mario Osella, J. M. Moretti y Natalia Lorio, compiladores), publicado por la Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina, en abril de 2020, bajo el sello UniRío Editora. ISBN del libro: 978-987-688-382-5. 

     He leído el artículo y no digo que esté descaminado, pero resulta interesante resaltar que la referencia que hace el texto de Mariana Quevedo Esteves a “lo Neutro” barthesiano pertenece “tardíamente” al seminario Lo neutro, lanzado a la luz pública por primera vez en francés en 2002, y publicado en español en 2004 con traducción de Patricia Willson (texto establecido por Thomas Clerc). El cuidado de la edición en español corrió bajo la responsabilidad de la gran intelectual argentina doña Beatriz Sarlo. 

     Mis referencias a Roland Barthes,  anteriores en veinticinco (25) años al “hallazgo” por parte de la Quevedo Esteves de que lo femenino lacaniano, como espacio topológico de goce más allá del falo, se puede vincular a “lo Neutro” barthesiano-fourierista, no tuvieron que esperar a que se publicaran en Francia y luego en Argentina las notas de Barthes pertenecientes a su seminario Lo neutro, dictado en el Collège de France (1977-1978), Éditions du Seuil, Paris, 2002; Siglo XXI Editores, México, 2004.

     Yo había tomado las referencias de Roland Barthes a «lo Neutro» del contexto de su obra publicada en Francia en 1971, titulada Sade, Fourier, Loyola, Éditions du Seuil [Sade, Loyola [sic] Fourier, Monte Ávila Editores, Caracas, 1977]. Luego, en 1997, Ediciones Cátedra publica una traducción más afinada de dicho libro de Barthes. 

     Desde hace más de una década he señalado por medios públicos, por la blogosfera y luego por las redes sociales especializadas, como lo es el Grupo Cero Las Palmas, asociación de psicoanálisis de España con su cabecera en Madrid, la influencia del psicoanálisis de Jacques Lacan en una cierta etapa tardía del pensamiento de Roland Barthes. Esto lo descubrí en la República Dominicana desde finales de los años setenta, y lo registré en mi texto sobre Barthes y Lacan.

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EL PÁRRAFO QUE SIGUE REMITE AL SEMINARIO DE ROLAND BARTHES TITULADO “LO NEUTRO”

     En sus notas de cursos y seminarios en el Collège de France, 1977-1978, específicamente en su seminario Lo neutro (Siglo XXI Editores, México, 2004), Roland Barthes dice: «Lo Neutro como deseo pone continuamente en escena una paradoja: como objeto, lo Neutro es suspensión de la violencia: como deseo, es violencia. A lo largo de este curso habrá entonces que entender que hay una violencia de lo Neutro, pero que esa violencia es inexpresable; que hay una pasión de lo Neutro, pero que esa pasión no es la de un querer-asir [de un afán dogmático].» Ob. cit. p. 58

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JACQUES LACAN Y LA MUERTE DE ROLAND BARTHES

     «En 1980, en Casa de Francia, institución cultural perteneciente a la Embajada de Francia en la República Dominicana, el entonces joven intelectual Armando Almánzar-Botello, junto a otros importantes estudiosos de la literatura y las humanidades egresados de universidades francesas, realiza una interesante y novedosa exposición titulada “Roland Barthes, el pensamiento de Jacques Lacan y el placer del texto”.

     »En el evento cultural, organizado por la Embajada de Francia en Santo Domingo a raíz del fallecimiento del gran crítico francés Roland Barthes atropellado en París por una furgoneta, participaron con sus respectivas exposiciones, un doctor francés en literatura, los maestros dominicanos Pedro Ureña Rib y Fernando Vargas Jiménez, la crítico de arte domínico-francesa Marianne de Tolentino, y el escritor dominicano Armando Almánzar-Botello.» 14 de septiembre de 2019. Fredesvinda Báez Santana. Santo Domingo, República Dominicana.

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   13 de noviembre de 2015

CORRESPONDENCIA VIRTUAL DIRIGIDA AL POETA Y PSICOANALISTA ESPAÑOL DE ORIGEN CUBANO JUAN FRANCISCO GONZALEZ-DÍAZ, QUIEN RESIDE EN ESPAÑA. ESTE PERTENECE AL GRUPO CERO DE PSICOANÁLISIS CON SEDE EN MADRID   

(Versión muy ligeramente retocada) 

    [Apuntes de Armando Almánzar-Botello sobre la naturaleza de su conferencia pronunciada el 1980 en la República Dominicana. Exposición titulada “Roland Barthes, el pensamiento de Jacques Lacan y el placer del texto”. Leída en “Casa de Francia”, en Santo Domingo. Esta nota es, simplemente, el esquema de la exposición. Actualmente, dicha conferencia constituye un documento de mayor extensión que “El placer del texto” de Roland Barthes.]

     Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO

     Mi trabajo de 1980 leído en Casa de Francia versaba, original y básicamente, sobre el uso que hacía Roland Barthes de ciertas categorías de Jacques Lacan en el contexto de la breve obra de Barthes titulada El placer del texto

     Analizaba yo en aquella conferencia el asunto de la sustitución, en el discurso crítico de Barthes, del “psicoanálisis de lo imaginario” al modo de Gaston Bachelard, por la teorización del Jacques Lacan que piensa el “discurso”, la “función y el campo de la palabra”, el “significante”, la “cadena significante” y su lógica, el Edipo y el problema del Padre, el goce, el placer, el “fading”, la Ley y la Perversión (“Kant con Sade”: Lacan), la dialéctica de la “Demanda” y el “Deseo”... 

     Pero, sobre todo, analizaba allí en mi conferencia la “tipología de los lectores de placer” que plantea Barthes casi al final de su breve libro, donde nos habla de “lector fetichista”, “lector histérico”, “lector obsesivo” y “lector paranoico”. 

     Originalmente yo resaltaba en mi escrito la naturaleza lacaniana del mismo paradigma que le sirve de punto de apoyo y partida, como base de sustentación teórica y conceptual, al breve libro de Barthes: la oposición placer/goce, con todo lo que implica esta estructura binaria de aceptación problemática de un goce situado más allá del principio del placer restringido u homeostático, y que viene a operar en el seno de un principio del placer generalizado que no coincide con la constancia energética sino con el esfuerzo, el gasto y la tensión: Goce de lo “femenino”-neutro.

     Vale decir que Lacan sitúa de ese modo la relación entre pulsión de muerte y goce, diferenciando a dicha pulsión del freudiano principio de nirvana como “aspiración”, o más bien tendencia del aparato psíquico al cero de la tensión y a la “neutralidad” de lo inorgánico. 

     El mismo Barthes resalta en su texto el carácter ambiguo, escurridizo, del término “placer” en el sentido freudo-lacaniano que señalamos: dicho término comporta, simultáneamente, placer yoico, asegurador, narcisista, culturalmente regulado, en uno de sus polos, y en el otro, puesta en catástrofe del principio de homeostasis, desvanecimiento (fading) de la imagen narcisista ligada a los procesos secundarios del psiquismo, mezcla indecidible de placer y dolor... Una suerte de placer armónico-apolíneo versus goce trágico-dionisíaco: el disfrute confortable y hedonista de los productos, códigos y estructuras culturales, por un lado, frente a “la cultura en pedazos”, como nos dice el mismo Barthes, frente a un aórgico proceso radical de turbulento y gozoso resquebrajamiento e imprevisible redefinición de lo simbólico.

     Ya desde la versión original de mi texto, escrito y leído en 1980, me preguntaba yo por qué no incluía Barthes al “lector esquizofrénico” dentro de su tipología de los lectores de placer... 

     Justamente dos años después de la publicación de El placer del texto (1973), Jacques Lacan realiza su Seminario XXIII (1975-1976) titulado Le sinthome, donde aborda los textos de James Joyce desde una perspectiva psicoanalítica que presupone una relación joyceana, de tipo esquizofrénico, con la lengua (Jacques Lacan: lalangue).

     La categoría lacaniana de “sinthome” ofrece el testimonio de la invención de una “suplencia”, lograda por vía de una escritura polivalente, inventada por Joyce para compensar la forclusión del nombre-del-padre. (Desde luego, para 1980 Le sinthome, no se había publicado como libro ni siquiera en Francia, pero Roland Barthes asistió al Seminario y tuvo noticias de él por vía de fotocopias.)  

     En ese Seminario de 1975-76 se encontraba el espacio teórico psicoanalítico en el que se podía alojar a ese “lector esquizofrénico” que yo había echado de menos en la tipología de Barthes. El gran crítico y semiólogo, posteriormente acusa recibo de las categorías que Lacan elabora en el mencionado seminario, y ellas pasan, de forma directa o indirecta, a formar parte del tinglado de recursos teórico-críticos de Barthes en textos posteriores a El placer del texto

     Señalo ahora que conceptos barthesianos tales como “grano”, “voz”, “fantasma”, “studium”, “punctum”, etcétera, guardan una estrecha relación con categorías procedentes del psicoanálisis freudo-lacaniano, tales como “semblante”, “objeto metonímico a”, “objeto pulsional”, “lalangue”, etcétera. 

     La forma barthesiana de concebir lo que denomina “la exención del sentido”, acusa también una estrecha relación con la categoría lacaniana de “lo real fuera del sentido”, como algo diferente al concepto lacaniano de “realidad”... 

     De algunos de estos temas y de otros hablé en mi ponencia de 1980 en Casa de Francia. Varios de dichos planteamientos (para la fecha de la muerte de Barthes todavía no publicados de un modo sistemático ni siquiera en la misma Francia), fueron analizados por mí posteriormente, con mayor pertinencia y nueva información, en una versión ampliada de dicha conferencia, versión que hoy constituye prácticamente un pequeño libro de más páginas que el mismo El placer del texto. (Desde el principio, según me dijo mi esposa de entonces, mi conferencia era demasiado extensa para la relativa brevedad del texto de Barthes). 

     De Lacan yo había leído, para 1980, sus Escritos, El deseo y su interpretación, Las formaciones del inconsciente, La familia, etcétera. De Barthes había leído para esa fecha, además de El placer del texto, sus Elementos de semiología, Sade, Fourier, Loyola, sus ensayos presentes en la serie “Comunicaciones”, etcétera. 

     Luego, amplié significativamente mi bibliografía sobre ambos autores y sobre todos los del grupo llamado postestructuralista. Incorporé a mis meditaciones críticas textos que aparecieron con posterioridad al año de 1980.

     He aquí una muestra de dichos nuevos interrogantes y problemas:

     «¿Podríamos hablar de una suerte de “punctum” barthesiano en la voz, susceptible de generalizarse para toda música entendiéndolo como grano de la voz y del genocanto? 

     »¿Qué relación guarda este grano de “significancia” genomusical con el “objeto metonímico a” lacaniano, en tanto que dicha instancia opera como condensador de goce, como vínculo disyuntivo del sujeto con el cuerpo pulsional y semblante puntiforme del ser? 

     »¿Guarda el grano musical de la voz una relación firme con la imagen acústica, entendida esta como “ser-oído del sonido”, como pura foné reducida al sonido pensado o alucinado, fenomenológicamente diferente al sonido físico escuchado en el mundo? 

     »Más allá de la borradura del rasgo o trazo unario, ¿se origina en cierta música (serial, aleatoria, electrónica) una instancia de la “letra” translingüística que remite al genocanto, a la pura significancia como voz sin azogue? 

     »Estas problemáticas corresponden a las meditaciones postestructuralistas desarrolladas por Roland Barthes bajo influencia del Lacan de la “letra”, la “lalangue” y la “pulsión invocante”. AAB

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DEBATE BIZANTINO SOBRE «LO TRANS»

     «El transexual no tiene nada que ver con las ratas transgénicas, como cree el señor presidente de los Estados Unidos Donald Trump. ¡Oh “superba” ignorancia plena de prejuicios y disparates! Si duda una cosa es “transgénero”, y otra, pero que muy distinta, es “transgénico”. ¡Bien por la denuncia de Elizabeth Duval!» Armando Almánzar-Botello 

     Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO

     «Lo “trans” es complejo: el transgénero no pide necesariamente una real intervención quirúrgica “correctiva” de su cuerpo físico con miras a la reasignación de género. El transexual sí la pide, pero también en muy diferentes grados.» Armando Almánzar-Botello 

     «Una de las tendencias psicoanáliticas de orientación lacaniana más actuales, es la que implica una escucha ético-clínica, caso por caso, de los sujetos que formulan serias demandas de reasignación de género. De entrada, se plantea la “despatologización” de lo «trans», a no ser que este asuma el carácter de una severa y egodistónica disforia de género de corte parapsicótico.» Armando Almánzar-Botello

     «La “artificial sexualidad humana” no está programada genéticamente de un modo absoluto, ni para el que se posiciona como homosexual en las singulares peripecias libidinales que lo constituyen como tal, ni para el que se posiciona como transexual, como intersexual, como trasvestista, como heterosexual... Cierto, la definición de la sexualidad no es una simple elección: el sujeto libidinal está desde siempre atrapado, cogido en las redes de los deseos más o menos conscientes e inconscientes de sus “padres”, de los sujetos adultos que lo asisten con valor “(de)formativo” en su prematuridad de neonato y de infante. Los resultados de este proceso no implican, ciertamente, fenómenos de elección para el sujeto. Dicho sujeto asume o no una posición sexual determinada, sea cual fuere la misma, en función del carácter egosintónico o egodistónico que ella puede revestir para él.» Armando Almánzar-Botello 

     «El trans no es tan solo el transformer.» Armando Almánzar-Botello

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     Para el substrato ideológico cristiano de la población dominicana todavía es tabú este ya viejo y conocido tema de lo “trans”. Para la opinión común, la transexualidad es considerada “antinatural”, como si la misma sexualidad humana no fuese un constructo artificial en su profunda raíz constituyente. ¿Cómo un zapato de hombre o de mujer, el simple roce de un pañuelo de seda, la frondosa vellosidad púbica de un maniquí de plástico perfumado pueden venir a sustituir al partner humano de la relación sexual y a desencadenar los mismos efectos orgásmicos que produciría este? 

     El tema “trans” también es percibido como tabú —por los mismos motivos ideológicos ya referidos—, en otros países y culturas del mundo, atrasados o no, lastrados o no por el esencialismo violento y cerrado del monoteísmo fundamentalista que siempre ha negado al cuerpo pulsional o erógeno entendiéndolo como algo sucio, pecaminoso y solo purificable por medio de unas rígidas regulaciones dogmáticas, por asépticos rituales de aproximación que subordinan lo sexual y erótico a la simple reproducción biológica: “¡Creced y multiplicaos!”

     El mero y estratégico planteamiento clínico del asunto es considerado sospechoso y “poco ético” si no condena a priori lo “trans”; este fenómeno es visto por la dura opinión de la cristiana “ordinary people” solo como el peligroso resultado de la “profunda caída y degeneración del hombre” postmoderno. 

     La especificidad del asunto se pierde de vista bajo el espesor de los más ingenuos, torpes, impermeables y triviales (pre)juicios de sentido común. 

     De hecho, esa actual proliferación de “lo trans” solo se puede inteligir, tal como viene a revelarse socio-antropológica y clínicamente en muchos casos estudiados, como un efecto inevitable del repudio, rechazo, forclusión, retirada o degradación del clásico principio metafórico y estabilizador conocido en el psicoanálisis freudo-lacaniano como nombre-del-padre (metafora paterna: Jacques Lacan), como un resultado de la gran deriva global o “desterritorialización esquizo de los flujos” (Gilles Deleuze y Felix Guattari) y de la erosión inevitable del “Uno” simbólico y patriarcal propiciada por el avance del capitalismo tecnocientífico en sus relativamente recientes tendencias neoliberales no tradicionales, no weberianas. 

     La llamada sexualidad humana (constructo artificial, lingüístico, histórico: emergencia del “cuerpo como sede del goce”, de la terceridad que Jacques Lacan denomina “substancia gozante”, ajena esta al simple cuerpo físico en su materialidad anatomofisiológica, estrecha y meramente reproductiva y biológica) abandona una vez más en Occidente su restringida definición “binaria” y viene ahora nuevamente a exhibir su polimorfia, su real enigmaticidad, su dimensión “neutra” pero diferencial (“lo ‘femenino’-neutro”: Almánzar-Botello, 1995), transbinaria y coreográfica (Jacques Derrida). 

Armando Almánzar-Botello

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21 de agosto de 2022

copyright ©️ Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

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TRANSEXUALISMO Y HOMOSEXUALIDAD: DOS COSAS DISTINTAS (Posicionamiento sexual, bioética y tecnociencia)

     Por Armando Almánzar-Botello

     «Debemos evitar la burla, la sordera y la segregación orientadas a dañar a los sujetos transexuales afectados o no de disforia de género.» Armando Almánzar-Botello

     «Debemos ganarnos con estudio el derecho a opinar sobre un tema específico.» Fredesvinda Báez Santana 

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     Existen las supuestas etiologías de naturaleza bioquímico-cerebral y genética para explicar el posicionamiento subjetivo transexual, pero se ha considerado, como en otros variados casos, que dicha orientación-conducta es de origen multicausal. 

     No son lo mismo, por otra parte, la homosexualidad, el travestismo y el transexualismo. 

     Como dice el gran especialista clínico francés de origen árabe, Moustapha Safouan: el travesti o travestista “imaginariza lo real”; en simetría inversa, el transexual tiende a “realizar lo imaginario”, es decir, a demandar una “corrección” quirúrgica en lo real de su cuerpo biológico, para adaptarlo a su cuerpo imaginario de adscripción subjetiva.   

     Ahora bien, debemos resaltar que el potencial carácter patológico del fenómeno transexual —que bien podría ocultar, eventualmente, una psicosis con graves trastornos invalidantes— también existe para la heterosexualidad como sexualidad normativa.

     La homosexualidad no figura hoy en los DSM como enfermedad o trastorno desde los años setenta. 

     El mismo Freud habló de una elección amorosa de objeto homosexual que superaba lo simplemente “patológico”, lo que denominaba el gran médico y neurólogo “miseria” sexual del hombre contemporáneo: la imposibilidad de reunir en un mismo partner la “corriente del afecto” y la sexualidad. 

     El DSM-V considera al transexual como afectado de un trastorno que allí se designa como “Disforia de Género”. 

     Aunque resulta pertinente aclarar, pese a ciertas alarmantes estadísticas clínicas de casos que hablan de suicidios y patológicas “retractaciones de género”, que hay un gran número de transexuales adultos sanos, lúcidos, “productivos y felices”...

     Una de las tendencias psicoanáliticas de orientación lacaniana más actuales, es la que implica una escucha ético-clínica, caso por caso, de los sujetos que formulan serias demandas de reasignación de género. De entrada, se plantea la “despatologización” de lo «trans», a no ser que este asuma el carácter de una severa y egodistónica disforia de género de corte parapsicótico.

     No debemos mezclar la moral judeocristiana en esto, ni justificar, por la otra vertiente del asunto, los excesos mercuriales de las grandes farmacéuticas, las falsas promesas terapéuticas y la “barbarie” médico-psicofarmacológica, instancias que pretenden solucionar todos los casos de “disforia de género” haciendo uso de tratamientos masivos con hormonas o mediante intervenciones quirúrgicas prematuras...

     De todos modos, las tecnociencias avanzan, ineludiblemente, aportando engaños o soluciones a los problemas humanos. 

     Por otra parte, es inevitable, irreversible, una profunda mutación de las estructuras familiares ligadas al perimido (no en todos los casos) modelo nuclear burgués y a la llamada familia extensa o extendida.

     La familia, como espacio transhistórico de producción social de subjetividad, seguirá existiendo, pero incluirá en sus configuraciones por venir formas hasta ahora insospechadas, consideradas por muchos hasta “monstruosas”. 

     Pero no hay nada más monstruoso y siniestro que el Homo sapiens mismo; ahí está el germen de su potencia, de su gran plasticidad e inventiva.

     No hay supuestos “retornos a la naturaleza”, a un “orden natural” que vendría “onto-teo-terapéuticamente” a salvar a la “humanidad” de estos inevitables cambios. La idea misma de orden natural, de “Natura naturata”, de naturaleza como “lo dado” que se opone a la industria y al artificio es una invención tardía de la Escolástica. 

     Los griegos hablaron de una suerte de “copertenencia” o “coapropiación” (M. Heidegger) de physis y techné, donde las relaciones o vínculos entre los límites de lo “natural”, como “fisicalidad” dada, y la técnica, como “artificialización” de lo “hilético-material” (E. Husserl), resultan indeterminados o indecidibles...

     De todos modos, las  soluciones “ecológicas” o “ecosóficas” (Felix Guattari) a los problemas técnicos, biológicos y psicosociales que plantean las actividades “(pos)industriales” humanas, solo podrían proceder, necesariamente, de una racionalidad operativa compleja que comporte el uso de nuevas y más sofisticadas tecnologías. 

     Lo repito: el Homo sapiens m, inevitablemente y por su propia dotación genética, está llamado a una “progresiva diferenciación y artificialización”. 

     Los necesarios límites y fronteras en la realización o materialización de dichos procesos, vienen a ofrecerse como “bordes históricos provisorios” para las miradas del filósofo genealogista y del hermeneuta.

     Más que a la famosa y heideggeriana “naturalización de la técnica y del artificio”, el Anthropos está siempre abocado a “devenires moleculares imperceptibles”, como los denomina Gilles Deleuze, a multiformes procesos de “artificialización de lo natural”, que pueden conducirlo, problemáticamente, desde la topografía de lo transhumano, de lo humano modificado por las biotecnologias, al territorio relativamente inédito de lo “posthumano” actualizado y consumado (Nietzsche), de lo que ya se insinúa virtualmente en el seno mismo de lo humano, de lo (in)humano, de lo (trans)humano, de lo (a)humano...

     Lo reitero: la idea misma de “sostenibilidad” es de parte a parte técnica, y no podría realizarse de un modo “sostenido” sin nuevas invenciones técnicas. 

     La bioética solo puede aquí aconsejar respeto al llamado “principio de precaución”, tomando en cuenta, como dice Paul Virilio, que a todo “avance” o invención técnica y tecnológica corresponde una particular modalidad de “accidente”... 

Armando Almánzar-Botello

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Octubre de 2016

 Santo Domingo, República Dominicana. 

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

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Adenda de junio del 2014:

EROTISMO, SEXUALIDAD HUMANA, INSTINTO SEXUAL

     Por Armando Almánzar-Botello

     La sexualidad humana, desde el punto de vista del psicoanálisis freudolacaniano, de la antropología y de la psicología, de la misma psiquiatría dinámica clásica, jamás se reduce a un simple dato anatomofisiológico de partida. Es una compleja construcción simbólica, interpersonal y cultural.

     En el Homo sapiens, la sexualidad no es tan solo “instinto” (Instinkt, en alemán: tendencia preformada genéticamente y que determina el comportamiento de un animal) sino “pulsión” (Trieb, en alemán: carga “energética” apuntalada, emergida o construida por el significante, en el contexto de una relación interpersonal y simbólica entre el “sujeto infante-neonato” y la figura del Otro que le asiste). 

     El escueto dimorfismo biológico no impide la compleja plasticidad de los posicionamientos subjetivos en la llamada Tabla Lacaniana de la Sexuación (heterosexualidad, homosexualidad, intersexualidad, bisexualidad, transexualidad...). Ello determina que un individuo, hembra o macho, pueda ser transgénero o cisgénero.

     Si bien Freud consideró a la homosexualidad como una inversión o desvío con respecto a la norma estadística heterosexual, nunca negó la posibilidad de que hubiera una elección de objeto amoroso de carácter homosexual, con tanta “validez sublimatoria” (✓) como la que podría implicar la elección heterosexual de objeto. 

     El cuerpo de la anatomía humana como “cuerpo dado” y estructura de partida, no es, en su prematuridad, el cuerpo erógeno o libidinal construido por los avatares del sujeto en sus relaciones con los “otros” a los que van dirigidos sus deseos y demandas. 

     Desde el punto de vista psicoanalítico el sujeto infante no nace propiamente bisexual, sino más bien erótico-polimorfo… 

     La bisexualidad mencionada por Freud es una simplificación dualista de la multiplicidad pulsional o libidinal de los impulsos del sujeto neonato, detectada por el mismo padre del psicoanálisis. 

     Por otra parte, cuando Sigmund Freud utiliza la palabra “perversión” como categoría clínica y reverso de la “neurosis”, la emplea de un modo técnico, dinámico y estructural, no ético ni moral. No pretende emitir un juicio de invalidación moral o psiquiátrica del sujeto. 

     No obstante, todo diagnóstico tiende a volverse etiquetación segregativa y expediente de estigmatización. 

     Con la categoría de perversión, Freud define una estructura subjetiva particular en la que se guarda una modalidad específica de relación entre el sujeto, el objeto, el deseo y el goce. 

     Si bien la homosexualidad puede estar frecuentemente asociada a problemas de naturaleza neurótico-perversa (con mucha mayor frecuencia en sociedades homofóbicas que plantean situaciones de conflicto y rechazo a la singularidad de la conducta homosexual), este hecho no implica que la homosexualidad en sí misma deba ser considerada necesariamente como una patología y que todo homosexual sea un enfermo.  

     Ciertamente la homosexualidad constituye un desvío (genético y/o cultural-simbólico) con respecto a la norma, empero, psicopatológicamente hablando, “norma” no es sinónimo absoluto de “salud mental”. 

     La “norma” es un simple criterio estadístico. Existen comunidades enfermas, como nos ha enseñado la etnopsiquiatría (Roheim, Devereux, Laplantine), donde la mayoría de las personas padecen severos trastornos mentales. 

     Que no se malinterprete lo aquí argumentado: No decimos, con la aseveración anterior, que la salud sea exclusivamente homosexual, no. Simplemente afirmamos, apoyados en la experiencia clínica y en los datos de la etnopsiquiatría y el psicoanálisis, que la heterosexualidad ha sido y es hasta ahora la norma, pero que ello no implica que la conducta heterosexual sea, por necesidad, sinónimo perfecto de salud mental. 

     Se puede ser “patológicamente heterosexual” sin ser un violador o un sadomasoquista. También muchos heterosexuales pueden manifestar graves y frondosas sintomatologías de naturaleza neurótico-perversa y/o psicótica. 

     Freud reconoció, en el transcurso de su pensamiento, que el homosexual plenamente realizado y “egosintónico”, por efecto de lo que el gran médico y neurólogo denominaba “sublimación”, era capaz de poner de manifiesto los rasgos que constituyen las máximas evidencias de salud mental: 

     Capacidad de amar, de crear, trabajar, relacionarse ética y solidariamente con un partner o pareja, y con los demás seres humanos en un proyecto común. 

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6 de junio de 2014

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

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LEGOS Y OTROS PASTORES

     Por Armando Almánzar-Botello 

     El gran error de partida —implícito en  razonamientos como los de ciertos buenos pastores y ciudadanos fieles ingenuamente fundamentalistas por verdadera ignorancia estrechamente biologicista— estriba en establecer en el “Homo sapiens sapiens”, entendido como “ser humano” complejo, producto interactivo e interretroactivo (E. Morin) de la filogénesis biológica y la cultura, una relación lineal, de causalidad simple, entre sexo genético-cromosómico, sexo anatomo-fisiológico (dimorfismo sexual), sexualidad, erotismo y posicionamiento en la llamada tabla de la sexuación. 

     La experiencia clínico-experimental demuestra que el sujeto humano no nace con una orientación sexual definida, por eso se habla de sexualidad polimórfica infantil previa a la asunción de una específica identidad sexual. 

     La identidad sexual, tanto la heterosexual como la homosexual y transexual, es algo construido en un contexto relacional de producción de subjetividad/corporalidad: la familia en sus diversas modalidades históricas. 

     La sexualidad humana no es instintiva, congénita, “natural”; ella más bien se articula pulsionalmente por el orden simbólico humano. 

     El erotismo es, por otra parte, la sexualidad humana transfigurada por la imaginación. 

     La sexualidad humana no está orientada esencialmente a la reproducción. Esta última, en el ser humano, es solo un fenómeno colateral o adyacente a la meta de la pulsión: lograr su satisfacción girando en torno a un objeto de deseo no predeterminado genéticamente. 

     El sexo cromosómico, anatomofisiológico, no construye de un modo absoluto ni predetermina la orientación libidinal o erógena del sujeto. 

     Si bien una subjetividad “transexual” o transgénero (este último «deseo trans» no siempre pide, por necesidad, transformar su cuerpo para cambiar de sexo anatómico, en un sentido u otro) puede ser considerada patológica (el DSM-5: clasificación mundial de los desórdenes o enfermedades mentales por sus siglas en inglés, habla de “Disforia de Género”), también puede haber disposiciones patológicas en la asunción de ciertos tipos de heterosexualidad declarada o cisgénero. 

     En síntesis, la sexualidad humana, en su compleja especificidad subjetiva/asubjetiva y erógena/corporal, no es nunca un dato de partida, no está inscrita en los genes ni en el cuerpo anatómico del sujeto. 

     Lo reitero: la “artificial sexualidad humana” no está programada genéticamente de un modo absoluto, ni para el que se posiciona como homosexual en las singulares peripecias libidinales que lo constituyen como tal, ni para el que se posiciona como transexual, como trasvesti, como bisexual, como heterosexual...

     Cierto, la definición de la sexualidad no es una simple elección, lo que resulta muy evidente en el caso del sujeto intersexual. El sujeto libidinal está desde siempre atrapado, cogido en las redes de los deseos más o menos conscientes e inconscientes de sus “padres”, de los sujetos adultos que lo asisten con valor “(de)formativo” en su prematuridad de neonato y de infante. Los resultados de este proceso no implican, ciertamente, fenómenos de elección para el sujeto. 

     Dicho sujeto asume o no una posición sexual determinada, sea cual fuere la misma, en función del carácter egosintónico o egodistónico que ella puede revestir para él. 

     Si el sujeto experimenta y sostiene una relación de rechazo con respecto a su homosexualidad (homosexualidad egodistónica) puede solicitar ayuda profesional para su normalización (que no necesariamente es sinónimo de salud mental). Si por el contrario acepta su orientación sexual y está dispuesto a realizarse como homosexual (homosexualidad egosintónica) el sujeto afirma, “elige” o “selecciona” aquello que permanecía en él como pura virtualidad y pasa a ser un homosexual practicante. 

     La homosexualidad como tal no implica ni salud ni enfermedad. Un homosexual puede estar sano o enfermo independientemente de su condición sexual. 

     Al mismo Sigmund Freud, a pesar de su androcentrismo victoriano de naturaleza profundamente rigorista y homofóbica, la experiencia de la clínica de las neurosis y de las perversiones lo condujo a descubrir una “elección amorosa de objeto” de tipo homosexual, tan válida en términos de salud mental como la “elección amorosa de objeto heterosexual”. 

     La salud mental no se define en función de criterios religiosos o normativos convencionales. No es asunto de creencias, de doxa biologicista o de mera Estadística.

     Desde el punto de vista psiquiátrico dinámico y psicoanalítico, “mentalmente sano” es un sujeto capaz de amar, de trabajar, de crear, de soportar dosis relativas de frustración y displacer sin perder el deseo de vivir, de alcanzar estados placenteros individuales y compartidos, de establecer un lazo social como proyecto individual y colectivo, y, sobre todo, sano es un sujeto capaz de integrar la corriente de la sexualidad y la corriente del afecto en un mismo “partner” o compañero/a, sin vivir aquello que Freud llama “la degradación de la vida amorosa” del hombre moderno: si ama no desea y si desea no puede amar. Sano es un sujeto capaz de aceptar activamente la realidad inevitable de la muerte.

     Esa degradación que menciona Freud puede ser padecida como patología tanto por el sujeto homosexual como por el heterosexual. 

     El transexualismo es otro comportamiento más complejo que la mera homosexualidad. 

     Puede estar relacionado con ciertas estructuras psicóticas resultantes de una verdadera “Verwerfung” o forclusión-rechazo del significante de la “terceridad disyuntiva/conjuntiva” que viene a suspender la díada imaginaria y fusional constituida por el “sujeto bruto del placer” y el “objeto (das Ding) del goce absoluto, primario y abisal”. Esa suerte de “metáfora” originaria con valor estructurante de la subjetividad, creadora de “lazo social”, es denominada por Lacan “Nombre-del-Padre” y comporta las significaciones vinculantes articuladoras del deslinde tópico entre “Inconsciente” y “Preconsciente-Consciente”.

     No obstante, puede haber también para estos casos unas suplencias compensatorias o “sinthomes” que permitan estabilizar y ayudar a “ser felices”, haciendo “lazo social”, a los transexuales afectados gravemente de “disforia de género”. 

     Estos son juicios etnopsiquiátricos, psicoterapéuticos y psicoanalíticos, no necesariamente compatibles con valores o prejuicios de naturaleza moral convencional o religiosa. 

     Las explicaciones naturalistas de sentido común o de buen sentido generalmente no explican nada, absolutamente nada de la compleja sexualidad humana. 

     El hombre cristiano no debe intentar apoyarse en estas argumentaciones pseudocientíficas para dar una presunta legitimidad a su postura ético-religiosa. 

     Simplemente debe argumentar bíblicamente: “Dios los creó hombre y mujer y les dijo creced y multiplicaos...”

     Esa prudente posición frente al tema, con lo que ella implica de acto de fe, no es, como diría Xavier Zubiri, actitud de simple debate o de mero “asentimiento intelectual”, sino consciencia de una postura espiritual libremente asumida, indiscutible por principio y no demostrable: hecho o convicción de pura “admisión” (Zubiri), independientemente de que exista una “teología racional” como ciencia regional que estudia al ser humano en sus relaciones con Dios. 

© Armando Almánzar-Botello

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23 de junio de 2019

Copyright ©️ Armando Almánzar-Botello.

Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

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«EL CUERPO ES LA SEDE DEL GOCE» Jacques Lacan (Del «deseo trans» a la ciencia f(r)icción (Notita # 2)

     Por Armando Almánzar-Botello 

     «Hablo para los entendedores actuales, no para los timoratos.» Ezra Pound-Guido Cavalcanti 

        «Para J. Lacan la “realidad física del cuerpo humano” es objeto de las llamadas ciencias médicas; lo “real enigmático del cuerpo parlante y gozante” (“parlêtre”, correlato de la “lalangue”) es objeto del psicoanális.» Armando Almánzar-Botello 

     Complicatio:

     «El cuerpo erógeno mordido por la letra lacaniana; cuerpo gozante, libidinal, pulsional, creado y artificializado por el lenguaje, no se reduce al mero organismo contingente, físico, anatomofisiológico. 

     »La máquina de silicio, ciertamente, no posee autoconciencia, no piensa en sentido estricto. Pero dado que la máquina podría escapar a su actual definición algorítmica y determinista, ¿le sería posible “gozar” algún día, bajo el estatuto de un nuevo cuerpo maquinal (no digo ahora mecánico ni mecanicista), de una suerte de artificial e inédito cuerpo-lenguaje de síntesis, entendido como aparato de goce? ¿Ciencia ficción? No olvidemos que fue Lacan quien dijo un día: “Para mí, la única ciencia verdadera y seria a seguir es la ciencia ficción.”» Armando Almánzar-Botello

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     La escritura (que no es aquí la simple grafía o «excripción»), entendida como tal por Jacques Lacan, inscribe el goce en el lugar del cuerpo. En el humano, quiéralo este o no, sépalo o no, el cuerpo real es la sede del goce. 

     ¿Qué sería el «goce de la máquina» (en el subjetivo del genitivo), a entender no como una «simulación» sino como la «duplicación» del goce pulsional de los humanos, pero alcanzado con un cuerpo artificial posthumano? Nos referimos ahora a la diferencia entre «simulación» y «duplicación» de la conciencia y los procesos «a-subjetivos» tal como entiende dicha diferencia el filósofo norteamericano John Searle. ¿Qué sería, por ejemplo, el «goce pulsional» en un cuerpo de silicio, de grafeno o de otros elementos constituyentes, con o sin computación cuántica o postcuántica?]

     Lo que sí hay en el llamado «Discurso» Capitalista del hedonismo postweberiano (Daniel Bell) es lo que el psicoanálisis lacaniano conceptualiza como un «mandato superyoico al goce», característico del consumismo neoliberal desmedido. Este “goce” solo se realiza como mascarada, como «simulación», como experiencia narcisista del consumidor de los «objetos a», entendidos como simples tapones de la carencia o la falta en el Otro y no en su vertiente de vacío. Hay el goce de una subjetividad construida por el aparato neoliberal que se pretende más allá del principio del placer pero que solo permite al individuo (que no al sujeto) un goce del «objeto a» como tapón y mascarada.

     Tal como dicen Jesús González Requena y Amaya Ortiz de Zárate con relación al spot publicitario: «no es del goce de lo que aquí se trata sino de su mascarada. Pues no hay lugar para el goce en un espacio donde la expansión narcisista del Yo tiende a aniquilar todo espacio para el sujeto [...] Así, el precio de acceso al goce es siempre la herida narcisista: solo hay goce allí donde el Yo del sujeto conoce de cierta quiebra. Donde, en suma, lo real emerge cuando lo imaginario se resquebraja —de ahí que el goce suponga siempre un contacto con el horizonte de la muerte.» Jesús González Requena y Amaya Ortiz de Zárate.

     La letra de goce que forma escritura o lluvia de significantes sueltos (la ”lalangue”), en principio no forma cadena o discurso significante, pero su “sinsentido” se inscribe y resuena como acontecimiento erógeno en el cuerpo (inconsciente real del parlêtre, definido este último como cuerpo parlante y cuerpo de goce). 

     Ese cuerpo erógeno, libidinal, pulsional, no se reduce a la biología, al mero organismo genético y cromosómico, homeostático, anatomofisiológico, cuya dimensión de realidad operativa, tangible, física y definida de forma tecnocientífica, es necesario resaltar que también constituye, como puro «ente» o «realidad» definida por el discurso de la ciencia (Martin Heidegger, Jacques Lacan), un complejo ordenamiento, dispositivo o constructo somático, histórico, diacrónico-funcional y provisorio, articulado con cierta “objetividad” por la exploración anatómica que constituye la disección clásica en la medicina occidental, hasta el reciente “medical imaging” como recurso punta de dicha cartografía corporal. 

     Diferenciamos aquí un registro “real” (digamos «aórgico», a-significante, semiótico-glosolálico, pulsional-imposible y problemático del cuerpo de goce como «embrollo» de dicho real, sin que participe este cuerpo gozante de otro «fundamento» que la «lalangue» como lluvia de letras y escritura), de la “realidad” de un “cuerpo quirúrgico” cuya dimensión objetiva viene a ser definida por los estadios de la observación directa y los grados o niveles de una específica operatividad instrumental. 

     Generado y perfeccionado por medio de una suerte inédita de «clonación ecotécnica» (J-L. Nancy) o duplicación tecnológico-funcional de procesos cognitivos y afectivos» (J. Searle, R. Picard), ¿podría una especie de «organismo» transhumano o posthumano —con posibilidades de que surja en él una cierta forma de «subjetividad» como efecto complejo de una imprevisible conjunción de recursos procedentes de la ingeniería genética, la inteligencia artificial, la genómica, las nanotecnologías húmedas y secas, etcétera: la «Singularidad» de Ray Kurzweil—, constituir el soporte material para una nueva «intercorporalidad pulsional postbiológica» y lingüística, abierta esta al goce de un nuevo «embrollo de lo real» (concepto perteneciente a un cierto lacanismo milleriano)?

     La dimensión del «lenguaje» sería entendida allí tal como la concibe Jacques Lacan en el Seminario XX, «Aún», postulándola como «aparato del goce».

     [Desde luego, “creemos” que la referida posibilidad gozante, emocional y maquinal-cogitante solo se ofrecería en un «más allá del reino del silicio», como quien dice «más allá del principio del placer»...]

     No solo el cuerpo erógeno es diferente al cuerpo físico de la realidad (para Lacan la «realidad» no es lo «real imposible») sino que aquello que se entiende por «cuerpo humano físico» en la medicina actual, no es lo mismo que, históricamente, definía como tal un Hipócrates, por ejemplo. 

     En fin, el propio cuerpo biológico, físico, cromosómico, anatomofisiológico, participa de una específica “historicidad” diferente de la genealogía concreta que constituye al cuerpo real de goce, al cuerpo erógeno, afectivo, libidinal o pulsional; o dicho de otro modo, a la sexualidad, al erotismo y al amor. 

     [Sé que podría estar aquí bordeando el delirio, como un Wilhelm Fliess cualquiera... Pero no... ¿Pero no?]

Armando Almánzar-Botello

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Abril 2023

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

IMÁGENES:

1) René Magritte: “La condición humana”, 1935

2) Gustave Courbet: “El origen del mundo”, 1866

viernes, 21 de marzo de 2025

CAPITALISMO LIBIDINAL. Antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar.

VIGOROSO LIBRO DEL ESCRITOR ESPAÑOL AMADOR FERNÁNDEZ-SAVATER. [Algunos apuntes arrítmicos para una relectura].

«El arte es político por su capacidad de hacer añicos nuestra representación estereotipada del mundo y proponer una nueva percepción a través de las formas que crea. El arte no emancipa porque confirme lo que nosotros ya sentimos o pensamos, sino por su capacidad de darnos algo nuevo que ver y pensar. La experiencia política del arte es la ampliación de nuestros sentidos, no la confirmación de nuestras ideas. La reducción de la politicidad del arte a su mensaje o contenido es una mutilación de sus virtudes emancipadoras.» Amador Fernández-Savater: Capitalismo libidinal, página 85.

     Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO

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Este bien concebido libro, en el que su autor utiliza creativa y artísticamente la escritura fragmentaria, ofrece lúcidos despliegues conceptuales que nos ayudan a situarnos y orientarnos de forma crítica en el abigarrado mundo-consumo del capitalismo neoliberal de nuestros días. Apela el sujeto de la escritura, Amador Fernández-Savater, a la utilización de recursos o claves hermenéuticas de partida procedentes de la teoría política, la filosofía, el psicoanálisis, la antropología, la ecología, etcétera. 

Varios autores clásicos, modernos y contemporáneos son convocados en el cuerpo de la propia escritura teórica de Fernández-Savater. A título de “entrevistados”, se les concede “directamente la palabra” a un grupo de intelectuales contemporáneos para que respondan a las preguntas formuladas por el autor principal. Así viene a definirse una dinámica modalidad o especie de texto citativo, “híbrido y mutante”. 

Los autores son: Aristóteles, Lucrecio, Immanuel Kant, Karl Marx, Max Weber, Sigmund Freud, Jacques Lacan, Roland  Barthes, Jean-Fraçois Lyotard, Pier Paolo Pasolini, Christian Laval, Pierre Dardot, Herbert Marcuse, Gilles Deleuze, Felix Guattari, Michel Foucault, Franco “Bifo” Berardi, Diego Sztulwark, André Glucksmann, Jon Beasley-Murray, Achille Mbembe, Yayo Herrera, Jorge Alemán... etcétera.

En su Capitalismo libidinal, a partir del concepto lyotardiano de “economía libidinal”, articulado en la obra homónima del autor francés Jean-Fraçois Lyotard (Économie Libidinale, Les Éditions de Minuit, Paris, 1974), Amador Fernández-Savater teoriza lo que define como: 

«Un tipo de escucha, de recepción, de acogida de los fenómenos que presta atención, no solo a los discursos o las identidades, los cálculos o los intereses, sino también a las posiciones de deseo y las fluctuaciones del ánimo, las ganas y las desganas, los estados anímicos.» AF-S: Ob cit, p. 11.

En sus más de doscientas páginas, el libro del joven pensador español despliega con pertinencia y eficacia estratégica una visión de la política que, siguiendo en parte a Herbert Marcuse, pone en valor lo que denomina “la sensibilidad”. Con respecto a ese término Fernández-Savater nos dice: 

«¿Cómo establecer otra relación con el mundo? No a través de mandatos o imperativos de lo que “debe hacerse”, aunque sean racionales o ideológicos; tampoco a través de las pulsiones agresivas de dominio y control. La respuesta de Marcuse es la sensibilidad.» AF-S: Idem. p 84.

Prosigue el autor: «La transformación social consiste en pasar de una cultura de la “conquista” de la realidad (mediante la fuerza o la razón instrumental) a una cultura de la “acogida” del mundo mediante la sensibilidad. Una activación individual y colectiva de la capacidad de “recibir”. La receptividad creadora frente a productividad represora, obligatoria, como forma de habitar.» AF-S: Obra citada, p. 85.

Continuando con su conceptualización estético-erótico-política —que no solo hace referencias a Marcuse (citado aquí de modo principal), sino también a Kant, a Schiller, a Lyotard, y, de forma implícita, tal como lo percibo, a cierto Octavio Paz, el poeta y pensador mexicano del “erotismo cósmico”—, Amador Fernández-Savater afirma: 

«El arte es político por su capacidad de hacer añicos nuestra representación estereotipada del mundo y proponer una nueva percepción a través de las formas que crea. El arte no emancipa porque confirme lo que nosotros ya sentimos o pensamos, sino por su capacidad de darnos algo nuevo que ver y pensar. La experiencia política del arte es la ampliación de nuestros sentidos, no la confirmación de nuestras ideas. La reducción de la politicidad del arte a su mensaje o contenido es una mutilación de sus virtudes emancipadoras.» AF-S: Obra citada, p. 85.

Así prosigue el pensador español meditando sobre la compleja situación del sujeto contemporáneo en sus relaciones con el arte, las políticas de la alteridad y los nuevos proyectos emancipatorios, la subjetividad creadora transnarcisista, la posibilidad de fundar “vínculo social”, comunitario, a partir del cuerpo, del arraigo en lo sensible, en lo terrestre, en lo ecológico, en lo no recuperado ni recuperable por el capital y el mercado tal como estos operan de modo aplastante, brutal, en el contexto del neoliberalismo propio de las sociedades capitalistas actuales.

No deseo abundar en torno a ciertos aspectos técnicos de la conceptualización de Fernández-Savater sobre los que yo tampoco soy un auténtico especialista, aunque en ocasiones me parezcan contradictorios o propios de un diletante en asuntos de psicoanálisis freudo-lacaniano. Por ejemplo: 

«La pulsión de muerte, según el psicoanalista vienés, es la búsqueda instintiva [sic] de un estado de “tranquilidad psíquica” previo a la vida misma. Tánatos empuja para volver a la inercia de lo inorgánico suprimiendo las tensiones de la existencia.» AF-S: Obra citada, p. 130.

Aunque el mismo Freud, en ciertos contextos tempranos de su obra, participa de cierta indeterminación entre ambos conceptos, aquí me parece percibir una confusión muy poco esclarecedora (hay mixturas, mezclas o confusiones que pueden en ocasiones resultar o devenir “esclarecedoras”), entre “instinto” (Instinkt) y pulsión (Trieb). Esta diferencia es luego rescatada por Jacques Lacan en su “retorno” crítico a Freud.

No hay que confundir “pulsión” con “instinto”; tampoco hay que homologar la “pulsión de muerte” con el “principio (de) nirvana” y su tendencia a reducir a cero toda tensión. 

Lacan, en su Seminario 7 La ética del psicoanálisis, defiende una postura “creacionista” y “creativista” de la “pulsión de muerte”. 

La pulsión de muerte es fundamental en el juego transformativo de la economía vital del sujeto parlante, sexuado y mortal, siempre y cuando se manifieste como un “acto de habla” creativo y subversivo (en la transferencia analítica y/o en la obra de arte). 

La pulsión de muerte, definida como acto al servicio de la emergencia de una “neoterritorialidad” simbólica (por ejemplo: teatro artaudiano de la crueldad: acción violenta verdadera, estéticamente desplegada en el escenario, pero sin consecuencias prácticas, directas), no implica el simple y terrorista “pasaje al acto”, ese que convierte al sujeto capturado por el Otro y convertido en agujero negro del objeto a, en puro instrumento de un goce letal y sin retorno, suicida o asesino, con su característica efectuación en bruto de la pura agresividad (auto)destructiva ejercida contra la realidad de los cuerpos, los estados de cosas y sus mezclas (Gilles Deleuze)...

Apelo aquí, simplemente, a la diferencia que existe entre “acto”, “pasaje al acto” y “acting out”.

PULSIÓN DE VIDA (EROS) Y PULSIÓN DE MUERTE (TÁNATOS)

«El ser humano tiene un cuerpo, el cuerpo tiene pulsiones y las pulsiones son dos: Eros y Tánatos.» Amador Fernández-Savater: Capitalismo libidinal

«Freud dice maravillosamente: las pulsiones de muerte trabajan silenciosas en el rumor de Eros. Eros y la pulsión de muerte, incomposibles, son indisociables.» Jean-François Lyotard: Economía libidinal

Podríamos decir, en el contexto teórico lacaniano, que pulsión de vida y pulsión de muerte son dos vertientes antagónicas y complementarias de toda pulsión. La libido es, simultáneamente, vida y muerte. La sexualidad siempre implica el horizonte de la muerte. 

Cuando la pulsión funciona en el marco de la homeostasis y el principio del placer, podría considerarse como pulsión de vida; cuando se manifiesta más allá del principio del placer, se concibe como pulsión de muerte. Eros y Tánatos (categoría esta última que no utilizó nunca el mismo Freud como sinónimo de pulsión de muerte) son dos vertientes inseparables de lo pulsional. 

Jacques Lacan llega más lejos: abandona el dualismo pulsional maniqueo; para Lacan “toda pulsión es de muerte”. En el contexto de su pensamiento, la muerte, el goce y la pulsión se ubican en el registro de lo Real. 

Sustituyó Lacan, además, el modelo freudiano del goce como descarga pulsional que conduce al cero “0” de lo inerte o inanimado (principio del nirvana), por el paradigma del goce como incremento de tensión más allá del principio del placer freudiano. 

Me parece oportuno mencionar aquí lo dicho por Julia Kristeva en un artículo de los años setenta: 

«El fascismo es el retorno de lo reprimido en el monologismo religioso. No se puede impedir ese retorno, como lo quiere ingenuamente el liberalismo burgués, o como —dejándose contaminar— intenta hacerlo el dogmatismo “comunista”. El problema consiste en hacer hablar a lo reprimido del monologismo: ese semiótico pulsional, heterogéneo al sentido y al Uno, y que los hace andar. La transferencia sin duda, pero de manera menos familiar y menos privada, una práctica llamada artística, esclarecida por el descubrimiento freudiano, es precisamente lo que habla lo reprimido del monologismo (del contrato social) y lo consume invirtiéndolo en una nueva forma de lengua, por consiguiente en una nueva socialidad. De este modo esas dos prácticas son la más sólida barrera contra el fascismo. Si es que hay una función ética de la literatura, es esa: hacer pasar a la lengua lo que el monologismo reprime (desde el ritmo hasta el sentido).» Julia Kristeva.

Dicho retorno de lo reprimido tal como lo resalta Julia Kristeva, sería similar, para mí, a lo que Franco “Bifo” Berardi señala, en la entrevista que figura en este libro que comentamos, como un efecto hiperbarroco, salvaje y cínico, que resulta de lo que denomina el pensador italiano “puritanismo digital” hipertrofiado. 

Este digitalismo de vocación totalitaria es concebido como un efecto tardío, en el ámbito tecnológico, de la represión platónico-cristiano-puritana de lo sensible y de los cuerpos, negación producida por la primacía de lo inteligible y lo abstracto, de la racionalidad como dominio imperialista, cognitivo-instrumental. La comunicación digital ha generado un grave desarreglo de la sensibilidad del hombre postmoderno, al desmaterializarlo y negarlo como sujeto de la percepción y las pasiones. La ciudad, saturada y dislocada por lo telemediático y lo virtual, se ha convertido en espacio deserotizado del desencuentro. 

Dice Fernández-Savater: «El fascismo clásico fue el ideal de plegar el mundo al poder del Estado. Había que eliminar para ello todo lo que ”no encajaba” en la ley estatal: judíos, homosexuales, locos... El fascismo posmoderno es la tentativa de plegar el mundo a la lógica del mercado. Hay que eliminar para ello todo lo que no encaja en la norma de la productividad total.» AF-S: Ibid, p. 142  

A continuación, el autor nos dice que el neoliberalismo no participa de la lógica de la aventura y el vagabundeo, sino de la lógica de la conquista y el sometimiento de franjas cada vez mayores de la vida a la lógica del rendimiento, la productividad y la ciega maximización de beneficios.

Se pregunta el autor si podemos salir de la impotencia usando el mismo malestar que experimentamos, pero compartido y comunicado como fuerza real de emancipación. Dice: «La sanación no pasa entonces por la reparación, sino por la (auto)transformación. Al tipo de fuerza que se genera en esta presencia compartida la llamaremos fuerza vulnerable.» Frente al valor nihilista de invulnerabilidad, de la gran potencia ilimitada y la voluntad de conquista, debe surgir una conciencia de los límites que nos sirva para el cambio social entendido como emancipación. Esta supone un vínculo inédito entre lo existencial y lo político, lazo ajeno al “grupo militante” como al “grupo de autoayuda”.

Un aspecto del libro que no podemos dejar de comentar en estos breves apuntes es el relativo a lo titulado por el autor: «Eliminar todo lo que vagabundea: Del fascismo clásico al fascismo postmoderno». 

Haciendo referencia a la obra Los maestros pensadores (1977), de la autoría de André Glucksmann, Amador Fernández-Savater glosa al autor francés y dice: «el antisemitismo de los siglos XIX y XX está vinculado estrechamente a la voluntad de Estado. Allí donde la prioridad es construir y fortalecer el Estado —homogeneizar los territorios, las lenguas y los hábitos, acabar con la fragmentación del poder (en órdenes, en principados), instaurar la ley única e indivisible, construir un poder centrado y visible, etc.—, el judío aparece como lo que no encaja.» AF-S: Obra citada, p. 135.

Prosigue diciendo Fernández-Savater en su glosa del pensamiento de Glucksmann: 

«Cuando se apunta a los judíos, se apunta a todo lo que se fuga, lo que desafía las fronteras y las disciplinas, lo que obstaculiza la unificación abstracta de los territorios, las lenguas y las formas de vida. Se apunta hacia los grupos sin vocación estatal. [...] Lo que escapa, lo que se desvía, lo que vagabundea, lo que resiste, lo que acampa, sin permiso, recibe en el libro de Glucksmann el nombre de “plebe”. Lo judío es un nombre de la plebe.» A.F-S: Obra citada pp 136 y 137.

Aquí recuerdo una reflexión realizada hace pocos días por el psicoanalista y pensador Jorge Alemán Lavigne en una conversación sobre feminismos, creo que en Málaga, cuando decía que en nuestros días hay dos temas que ponen a quien los toca en condiciones de caminar por las cornisas y sobre techos de cristal: el tema de la violencia de los judíos (no la realizada contra ellos sino la producida o generada por ellos) y el feminismo o los feminismos. 

En nuestros días, el judío asimilado por un Estado militarista y genocida, miembro de una elite planetaria, parte representativa de la clase dirigente y guerrera a nivel mundial, ya no es el nómada deleuziano que transmigra y explora los límites; ya no es el receptivo hasid de la peregrinación iniciática constante; ya no es la víctima sino el victimario; ya no es el que vagabundea, dolorosa o creativamente, sino el que, desde la prepotencia de un Estado belicista, racista y de vocación saqueadora, pone al otro más débil en forzada situación de padecer la desterritorialización como desarraigo y línea de fuga mortal, no mutante...

El gran ensayista Fernando Savater, con su excelente libro sobre Cioran (su tesis de doctorado, creo), me hace sentir el paso de los años inexorables y la caducidad de ciertos paradigmas: 

«Emancipado de la tiranía del paisaje, de las tonterías del arraigo, sin lazos, acósmico, el judío es el hombre que jamás será de aquí, el hombre venido de otra parte.» Emil Cioran

Lo dicho por Cioran provocaría risa en la gente de Benjamín Netanyahu.

El pueblo palestino es hoy el testigo, el «¡musulmán!», la víctima paradójica del Estado sionista. Palestina constituye, hoy por hoy, el colectivo sufriente que ofrece testimonio de la brutal violencia que ayer descargaron contra los judíos y otros pueblos y grupos los nazi-fascistas alemanes.

Ya no hay “inquietud judía” en los justos términos definidos por Jean-Paul Sartre en los años 40; ¡esta se ha convertido en “inquietud palestina”!

Volveremos sobre el oportuno, nutritivo y muy esclarecedor libro de Amador Fernández-Savater.

Armando Almánzar-Botello

15 de marzo de 2025

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo República Dominicana.

HASIDISMO / SIONISMO MILITARISTA Y GENOCIDA

¡Y pensar que la vertiente más dignamente representativa del mundo espiritual judío, el “hasidismo” y su concepción de la peregrinación iniciática constante, se opone a los desmanes “territorialistas” del sionismo genocida renuente a reconocer la verdad sufriente del Otro, del vecino, del extranjero! En clave esencialmente abrahámica, el hasid es la acogida del extranjero... aunque este sea tu hermano renegado y olvidado... ¡el palestino! ¡Oh paradoja!

«“SABIDURÍA DEL EXILIO”: LO QUE PERDIÓ EL SIONISMO». Armando Almánzar-Botello

«Emancipado de la tiranía del paisaje, de las tonterías del arraigo, sin lazos, acósmico, el judío es el hombre que jamás será de aquí, el hombre venido de otra parte.» Emil Cioran

SIONISMO GENOCIDA

Se necesita de un Primo Levi palestino y/o libanés... que ofrezca, para la Historia y el Archivo, testimonio del Genocidio Judío contra la población civil de la Franja de Gaza. ¡Alto al fuego criminal contra la población civil y contra los inocentes! 

Cierto es que la “eternidad” de la vida, de la juridicidad y de los valores del espíritu es muy vulnerable —de sobra lo sabemos y asumimos responsablemente las consecuencias de ello en nuestra condición de seres humanos auténticos—: ¡pero solo la fuerza totalitaria bruta, monstruosa y criminal —creyéndose eterna ella misma— alude a esa vulnerabilidad de lo humano como simple advertencia amedrentadora. ¡¡Cuidado!!...  

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ESCRITURA Y RETORNO DESÉRTICO

     «“Todo fluye”: también este pensamiento. ¿Y ello no hace que todo vuelva a detenerse?» Paul Celan 

     A la memoria de Jacques Derrida, judío en tránsito...

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La escritura intensiva es ambigua. Siempre comporta para el viajero un riesgo de muerte y locura en la exploración del desierto. Ella es medicina y veneno simultáneamente: phármakon paradójico disuelto en el agua indescrita del oasis...

Encontrar el oasis salvador de puras aguas medicinales ya no es “propiamente” la escritura como diseminación, es más bien la lectura interpretativa  —realizada por el viajero mismo, en primer lugar—, de la cosa viva y monstruosa que un “Se” impersonal ha engendrado y vomitado arrancándole arena, cactus, frío y ardor a la experiencia inconmensurable del desierto. “Se” da el agua clemente a eso en el oasis de lo verosímil.

Escribir es un despliegue peligroso de huellas con rumbo firme o vacilante hacia lo ignoto. Lo salvífico sería tener fe en el propio riesgo, en la terrible gratuidad de la aventura, saber leer-descubrir el sentido recóndito de nuestros pasos en un posible repliegue o retorno desértico a la codificada seguridad de la Tribu.

Al inicio del acto de escritura el sujeto impersonal cumple “infinitos de no ser”, de no haber sido, siendo. Luego muere, para renacer en la lectura de otro sí mismo que pueda encarnar el “Se”... Y así,  interminablemente... 

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26 de enero de 2012

© Armando Almánzar Botello

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.

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CHANTAJE DE AUSCHWITZ

«Con el chantaje de Auschwitz, los judíos sionistas creen poder justificarlo todo...» Fredesvinda Báez Santana

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GILAD ATZMON analiza y cuestiona el judaísmo y no cree en su existencia por fuera de las prácticas religiosas y el cuidado de las tradiciones. También critica a la izquierda israelí. (Fragmento de una entrevista)

«(...) –¿El antisemitismo no es como la contracara de la identidad judía?

–El antisemitismo reafirma el origen bíblico del pueblo judío. Una fantasía de origen medieval ¿Soy semita? Para nada, quien me mire me calificará de caucásico. No estoy en contra de la gente judía. No estoy en contra de la religión judía, ni de los que siguen las tradiciones. Me opongo a la idea de una identidad judía de la que no podemos salirnos, de la creencia en una supremacía que viene dada de sí. Y del exclusivismo. ¿Cuál es la diferencia entre un estado totalmente ario y un estado totalmente judío? De hecho, habiendo nacido en Palestina y siendo mi familia de origen judío, decidí dejar de serlo.

–¿Es posible una convivencia entre Israel y un estado palestino?

–Eso sería lo más deseable. Pero no es posible en tanto se mantenga la ideología etnocentrista. Los israelíes han judaizado el estado. Y en el nombre del judaísmo han colonizado y reprimido. Entonces no pueden vivir con nadie, ya no con los palestinos, sino tampoco con ellos mismos. Porque la supremacía interior no sirve para nada, es algo vacío. 

–Se suele decir, con alguna sorpresa, que Israel, paradójicamente con su origen, se ha ido transformando en un estado fascista…

–Desde Israel se ha universalizado la ocupación del territorio. Cualquier judío puede instalarse en Israel, no le pasa lo mismo a un palestino. Puede pensarse que los judíos que fueron víctimas del nazismo no son en realidad los que se mudaron a Israel. Al principio no se hablaba del Holocausto, recién en 1957 se lo incorporó a la narrativa de la identidad judía. El sionismo es una ideología previa al nazismo. Y lo sobrevivió. En psicología se habla de los abusados que se vuelven abusadores. Lo que proporciona una especie de coartada. Infligen sufrimiento porque son una banda de psicópatas. Y se quiere que se los acepte como tal. En lugar de sufrir junto a los demás, no muestran empatía en un contexto político hacia los demás. Solo se mueven a favor de los judíos. En este proceso, la izquierda judía es el peor peligro. El poder judío es la capacidad de impedir que hablemos del poder judío, silenciarnos. De eso se ocupa la izquierda judía (...)» Clarín, 2021

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DICE JEAN-PAUL SARTRE EN 1944:

 «Nos contentaremos, a guisa de conclusión, con señalar a grandes rasgos aquello que se ha convenido en denominar la INQUIETUD JUDÍA. Porque, y en efecto, los judíos suelen sentirse inquietos. Un israelita no está seguro de su lugar o de sus bienes; ni siquiera podría asegurar que mañana estará todavía en el país donde hoy vive. Su situación, sus derechos, incluido su derecho a la vida, pueden ser puestos en duda y sufrir un vuelco en cuestión de minutos; y por si esto no bastara, se halla, como hemos visto, obsesionado por la imagen huidiza y humillante que las masas hostiles tienen de él… No hemos de considerar, no obstante, que la inquietud judía sea metafísica. Erraríamos si la confundiéramos con la ANGUSTIA que suscita en nosotros la idea de la condición humana. Yo diría que la inquietud METAFÍSICA es un LUJO que el judío, como el OBRERO, no está, hoy por hoy, en condiciones de permitirse. Porque hay que sentirse muy seguro de los propios derechos y del arraigado lugar que se ocupa en el mundo, no padecer ninguno de los temores que día tras día aquejan a las MINORÍAS  y a las CLASES OPRIMIDAS, para  poderse permitir interrogarse sobre  el lugar del ser humano en el mundo y acerca de su destino…» JEAN-PAUL SARTRE: Reflexiones sobre la cuestión judía, 1944

Ya no hay “inquietud judía”, en los justos términos definidos por Jean-Paul Sartre en los años 40; ¡se ha convertido esta en “inquietud palestina”! 

Armando Almánzar-Botello 

Copyright © Armando Almánzar-Botello.

Reservados todos los derechos de autor.

Santo Domingo, República Dominicana.


FOTOGRAFÍA:

     Portada del magnífico libro de Amador Fernández-Savater titulado: Capitalismo libidinal. Antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar. Ned Ediciones, 2024, España.