Armando Almánzar-Botello: poeta, ensayista, narrador, nacido en Higüey, República Dominicana, el 29 de agosto de 1956. Es autor de los poemarios “Cazador de agua y otros textos mutantes” (Editora Nacional, 2003), antología poética personal que reúne una selección de sus textos escritos entre 1977 y 2003, y “Francis Bacon, vuelve. Slaughterhouse’s crucifixion” (Editora Ángeles de Fierro, 2007), junto a otras creaciones poéticas y ensayísticas.
«La mujer es secreta: / apariencia pintada, / como libro de estampas para indoctos / que esconde un texto místico, tan sólo / revelado a los ojos que traspasan / adornos y atavíos. / Quiero saber quién eres tú: desvístete...» John Donne. (Fragmento de su poema To His Mistress Going To Bed, en traducción de Octavio Paz).
«...Estar loco, en efecto, es creer que se está completo, armoniosamente íntegro, plenamente realizado. Solo los muertos están completos, pero exclusivamente para ellos mismos, no para los gusanos ni para la memoria de los sobrevivientes... Por eso dice Georges Bataille, refiriéndose en este caso a una mujer totalmente embriagada por el goce, presa del delirio erótico: “Eres bella como el miedo, estás loca como una muerta...” Únicamente los muertos, los locos, las mujeres y los místicos, cuando verdaderamente gozan, están “plenos”, bañados por una beatífica luz negra de completitud...» Armando Almánzar-Botello. “Introducción a la lectura de Jacques Lacan”.
Pierre-Auguste Renoir.
"Marie-Thérèse Durand-Ruel".
1882 (óleo sobre lienzo).
Por Armando Almánzar-Botello
Sustentados por el pensamiento mitopoético, por la historia, por la antropología, por lo mágico, muchos artistas y pensadores de diversas culturas han establecido un vínculo profundo entre la mujer, la textualidad y la sutil ceremonia de “tejer”, entendida esta como don vitalizante y acto generalizado y milagroso de escritura.
Para Jacques Lacan, por ejemplo, la mujer es tejedora por excelencia: teje los litorales y meandros del goce...
La mujer no solo inventa la agricultura, sino también el arte sutil de los tejidos...
Además de ser al mismo tiempo agua, lluvia y luego cántaro maravilloso, de simbolizar el trazado de las líneas de fuga y de fuerza pre-originarias en el espacio potencial de lo mixto constituyente —“pre-cósmico”, caósmico y cósmico—, ella trenza y mueve los hilos que luego conforman el tejido tecno-humano de la artificialización y el cyborg (D. Haraway), del hipertexto sin linderos, potencial y descentrado, del granulado y la fina textura de la “vida muerte” (J. Derrida) problemática y secreta... Jacques Derrida, Julia Kristeva y Hélène Cixous piensan que la mujer, a pesar de las apariencias históricas y del falogo-fono-centrismo binarista y jeraquizante, hace y deshace textos, bordes, pretiles de seguridad, cuerpos y realidades, a través de la construcción y deconstrucción salvífica de nudos y tejidos, enfrentando la intemperie amenazante del no ser, la pobreza del “Uno” y su autarquía impertinente, los reclamos oscuros de la mala infinitud y del vértigo intratable...
Matriz de la metáfora textil y transmutante, potente y enigmática en la urdimbre del rizoma “femenino” (khôra: Platón, Derrida), la mujer participa del simbolismo de la tierra nutricia, de la oblatividad redentora en segundo grado: fundación, erosión, fundición y refundación políticas y constantes de lo simbólico por mediación de la materialidad contradictoria de lo semiótico...
Para Julio Cortázar, las mujeres tejen “cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada”... Un “no hacer nada” que, paradójicamente, funda la posibilidad misma de la Cultura y el Arte, concebidos estos de un modo indeterminado, incierto, a-teleológico...
Más todavía: El suspenso provisorio de masculinidad inasignable (Deleuze, Badiou) que llamamos “hombre” o “padre”, constituye una invención o actualización de un “devenir-mujer” virtual en lo inmanente, un artificio tético de la metáfora en la línea metonímica de fuga creada por “lo femenino neutro” (Almánzar-Botello: 1995) y su fluir ilimitado...
Yo diría, matizando y extrapolando los vislumbres de Lacan, Deleuze y Badiou, que la mujer, como “signo” privilegiado, teje, incansablemente, campos de fuerzas libidinales indiscernibles o gradientes erógenos inasignables, habilita vías de tránsito para los encuentros y desencuentros del sinsentido y el sentido, de lo masculino y lo femenino, de la pulsión y la Deutung, del Cuerpo sin Órganos y sus “n” sexos.
Ella, “eterna ironía de la sociedad”, no obstante borda, teje para construir —en el trapecismo histórico-cultural, simbólico-erótico y pre-ontológico del Homo sapiens—, redes o mallas protectoras contra la deriva fría de la muerte, contra la simple locura padecida y su caída ciega en la fatalidad sin fondo...
La mujer inventa, transforma, reinventa, sueña, figura, teje micropolíticamente para definir límites mutantes y laberintos flexibles de fronteras; para cartografiar y acotar el abismo del goce más allá del significante unívoco...para dibujar las aventuras multiformes del deseo en el intenso territorio potencial de la inmanencia...
Aunque algunas mujeres mutiladas en sus cuerpos-almas (y otros cansados y estériles hombres, todavía de un modo peor que las mujeres) solo saben tejer, triste y torpemente, los “chismes domésticos del macho y de la hembra”, la turbulencia entrópica del polvo dinerario, la banalidad catastrófica de yertas imágenes y grafemas carcomidos, la guerra nihilista del Mercado: vanas, insubstanciales o perversas intrigas de la muerte.
«“Nosotros hemos inventado la felicidad”, dicen los últimos hombres, y parpadean». Friedrich Nietzsche
«¿Cuál es el tipo de representación en la que se demoran los últimos hombres? Los últimos hombres parpadean. ¿Qué significa esto? El “parpadeo” se relaciona con los “destellos intermitentes”, con el “brillo”, con la “apariencia”. Parpadear significa procurar y bloquear un aparecer y una apariencia, una apariencia que se consensúa como algo válido, lo cual se produce con un acuerdo recíproco, aunque no comentado explícitamente, de no seguir explorando lo bloqueado. Parpadear equivale al bloquear consensuado, que en definitiva ya no requiere ningún acuerdo, de los entes objetivos en su primer plano, cifrando allí lo único que ha de tener validez, y estableciendo eso como la manera básica que el hombre tiene de explotarlo y tasarlo todo». Martin Heidegger
Heidegger y Lacan. Brevísima notita en torno “a” un pequeño cotejo conceptual...
Por Armando Almánzar-Botello
Reiteremos el llamado “doble rostro” del “objeto a” en el pensamiento de Lacan: por un lado, el “a” como tapón, como obturador imaginario de la carencia, como plus-de-goceinmediato, como “letosa-gadget” disponible o “mercancía fetiche”, y, por el otro, el “objeto a” como lo que se escapa a la especularización de la falta, como objeto realcausa del deseo y vacío de la falta en el Otro barrado o tachado. Esta última vertiente del “objeto a” apunta al goce con un incremento de tensión que no comporta inmediatez de placer sino un ejercicio del “parlêtre” que aspira al goce en la “escala invertida de la ley de su deseo” (Lacan).
Heideggerianamente con Lacan podemos entonces postular, “de nuestra propia cosecha”, que:
La primera vertiente que mencionamos del objeto a, la taponadora, la obturadora, la bloqueadora, se relacionaría esencialmente con lo que Heidegger entiende como aquella modalidad de la razón representativa, calculadora, utilitaria, instrumental, que aspira a estabilizar el objeto para ponerlo ante ella como apariencia bloqueadora del pensamiento del ser, como ente visible, “tasable y explotable” (Heidegger), y poder así establecer con dicho objeto una relación de mera “apropiación simple”, no de co-apropiación o trans-apropiación.
De forma inversa, el objeto a en su vertiente de “lo que se fuga”, de lo que se sustrae, de lo que se escapa bajo el carácter de hueco impensado y obturado —mancha, mirada evanescente y elidida por la visión y el ojo—, en lo esencial viene a relacionarse con la dimensión bloqueada del pensamiento del Ser en tanto que, según nos dice Heidegger, “todavía” no pensamos...
Esta vertiente del objeto a, en su condición de causa real del deseo y posibilidad de abrir el pensamiento a lo (im)posible, al más allá en la copertenencia poética, es lo que “se nos sustrae y nos arrastra consigo, con independencia de que lo notemos o no inmediatamente, con independencia de que ni siquiera lo notemos.” (Heidegger).
Por la vía de ese retirarse, por la senda o la ruta de lo que se nos escapa o se nos sustrae, por la línea de fuga del “objeto metonímico a” (Lacan), “nos hallamos en camino hacia lo que nos atrae, y nos atrae escapándosenos.” (Heidegger).
Evidentemente inspirado por cierto pensamiento heideggeriano, Jacques Lacan establece una diferencia significativa entre “la realidad” y “lo real”, entre ojo-visión (función representativa) y mirada (exceso con respecto a la representación). Ambas oposiciones resultan equivalentes a la diferencia y contraposición entre las dos modalidades del objeto a, el cual, en su vertiente de fuga y deriva metonímica viene a ser definido por el psicoanalista y pensador galo como “semblante del ser”.
El parpadear de la representación intermitente, bloqueadora, elusiva, y la tautológica persecución por el sujeto del objeto a como gadget, mercancía-tapón o “letosa” [letosa: Lacan: concepción y versión irónica de un “objeto de vitrina” que parece guardar una relación pervertida con la aletheia, con la verdad como develamiento], constituyen vertientes limitadas o degradadas de aproximación al ser, formas inesenciales que obturan la desgarradura y el desgarramiento, la falla, la fisura, el hiato, el hueco, el vacío, la carencia, la posibilidad misma de despotenciar (Trías) a la subjetividad trascendental o absoluta propia de la tra(d)ición metafísica... Ellas podrían relacionarse con el modo en que utiliza la razón calculadora cierta frívola y taimada farándula canalla para poder situarse frente a lo existente apropiándoselo sin resto en la aniquilación bulímica del ser.
Dichas modalidades metafísicamente fallidas de acercamiento sin proximidad, se vinculan con el uso que hacen del pensamiento calculador y representativo esas criaturas humanas que conciben el mundo al modo geométrico-fractal, como pura reserva energética a ser utilizada y consumida (ergon a explotar sin párergon), o casi como un juego complejo, algorítmicamente programado cual jugoso y realista espot publicitario tetradimensional...
Los sujetos parpadeantes del pensar calculador y a-contingente, vienen a fungir como sabios animales políticos, doctos especuladores y agiotistas devenidos en maniquíes filantrópicos; como falsos poetas de una mentida serenidad clásica o de una terrible y leonina gárgara neobarroca; como sesudos logoteóricos manicuristas; como trapecistas en sobrepeso “vengativamente felices”, amantes de la democracia y el “gregarismo individualista”; en fin, como paranoicos y espurios “filósofos” de un pensar mercurial, mezquino, (im)piadoso y redituable. ¡Ellos, los dueños de la tierra, nuestros padres, nuestros hermanos y amigos, nuestros hijos, los últimos hombres!..
Repetimos hacia adelante la diferencia en el retorno re-pidiendo a Jacques Lacan: Es preciso resaltar aquí —ante la fórmula de la fantasía perversa (a ◊ $), fórmula que parece otorgar al sujeto perverso actuando en el lugar de agente la misma posición estructural que asume el analista en la transferencia—, que si bien el psicoanalista “hace semblante” del objeto a, no se identifica completamente con dicho objeto en su vertiente obturadora como sí lo efectúa el perverso, cuya voluntad de goce (Lacan) lo induce a considerarse a sí mismo como un objeto plenipotenciario imprescindible para generar el supuesto goce absoluto del otro en tanto que figura sometida, escindida subjetivamente ($), situada en el lugar del masoquismo, y finalmente torturada y eviscerada por el perverso.
El analista, en el proceso analítico, hace semblante del objeto a en su modalidad de fuga metonímica, hueco y vacío de lo real. Con ello promueve en el analizado, finalmente, el atravesamiento del fantasma [entendido este como “apariencia” en el sentido heideggeriano del término]... y/o... el “saber hacer allí con” (savoir-y-faire avec: resolver o arreglárselas con) lesymptôme.
Estamos ahora ante una suerte de “ir más allá del padre” y de cierta modalidad de relación con los semblantes [en tanto que formas de la significación] después de servirse de ellos: un “ir más allá” que comporta una “identificación con el sinthome”... con lo “incurable” (Lacan) del goce acotado y singular, específico de cada sujeto, cuando el Deseo ya no aspira sino a lo Real imposible, a lo todavía innominable que se sustrae como goce temperado de un pensamiento por venir y que ahora secretamente nos asedia...
«En el fondo, a Chul Han le place esmerarse en demostrar cómo el capitalismo es en su estructura contemporánea. Y nunca encontramos en él ni siquiera un esbozo, por problemático que sea sobre la propuesta de una lógica emancipatoria. Por ejemplo, en su último Topología de la violencia, se sumerge en Freud para terminar afirmando que su construcción teórica solo es válida para las “sociedades disciplinarias” y que ha quedado obsoleta en las sociedades de “rendimiento neoliberal”. Lógicamente no acuerdo con esto. Si bien es cierto que Freud elaboró su teoría en el tiempo de las sociedades disciplinarias, el inconsciente que emerge no se reduce a un tiempo histórico y menos el Superyó del que Chul Han se ocupa especialmente.La producción de una subjetividad neoliberal en el dispositivo de rendimiento que la sitúa siempre en un más allá ilimitado del principio de placer solo es explicable por la coerción del superyó, su engendramiento de culpa y necesidad de castigo, que el neoliberalismo coloniza con sus dispositivos. Sostener, como hace Han, que en el neoliberalismo ya no hay inconsciente, es confundir el plano óntico-empírico de la producción de subjetividades, con la brecha, la ruptura ontológica que el sujeto dividido del inconsciente implica. Una vez más, no todo es apropiable por el Capital, al menos si deseamos seguir pensando en lo político...» Jorge Alemán Lavigne, 2016
Por Armando Almánzar-Botello
«La informatización de las sociedades puede convertirse en el instrumento “soñado” de control y de regulación del sistema de mercado, extendido hasta el propio saber, y exclusivamente regido por el principio de performatividad. Comporta entonces inevitablemente el terror.» J. F. Lyotard: La condición postmoderna
«Lo que el filósofo galo Jean-François Lyotard denomina “terror del sistema” —por la pura o simple absolutización del principio de performatividad o de mera eficacia—, comporta una cohabitación por desdiferenciación entrópica.» Armando Almánzar-Botello
Esta nota podría llevar como cargante subtítulo: Byung-Chul Han o la erudita, entretenida, oportunista, estimulante, meticulosa y actual recapitulación, parcialmente despotenciada, conformista y casi políticamente inocua, del pensamiento postheideggeriano y postestructuralista...
El vigor de redescripción o reenunciación conceptual del joven pensador coreano en el contexto de la conversación filosófica contemporánea, va un poco más allá de la simple corrección hermenéutica, tal como podemos comprobar en múltiples contextos de su obra. Aporta puntos de vista relativamente originales, pero insuficientes.
Por ejemplo, en una cita que hace Byung-Chul Han de Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, seminario 11 del pensador y psicoanalista francés Jacques Lacan, el surcoreano percibe correctamente la diferencia entre la categoría lacaniana de “mirada” (que inspira a Barthes el concepto de “punctum”) y la de “ojo que ve” (concepto transformado por Barthes en la idea de “studium”), pero no aborda con cabal pertinencia el problema del “apetito”, como apetito erótico del otro y de lo otro (en el subjetivo y en el objetivo del genitivo).
Las razones de este insuficiente análisis de la relación entre Eros, apetito, transparencia, brillo, refracción de la luz, fisura, mirada y ojo, estriba –a mi modesto entender– en el olvido relativo que padece el pensador surcoreano de las diferencias entre el brillo de la Cosa (das Ding, ekphanéstaton); la opacidad o punctum caecum que viene a encarnar la mirada como objeto a, como hueco y vacío causa del deseo, como lo atópico que se fuga frente a la visión epifánica de la imagen-pantalla, y, finalmente, el objeto a como “condensador de goce”.
Temo que sobre la superficie de este olvido-pantalla, como inocente “hacer olvidar y echar en el olvido”, se puedan condensar y erigir los pérfidos ideologemas “ingenuamente” voluntaristas, narcisistas, bifrontes y mercantiles que alimentan al tentacular, oportunista, presumido y asfixiante conformismo ilustrado.
Es preciso resaltar (lo que no hace el doctor y profesor Byung-Chul Han en su breve análisis) que la letosa-mercancía “pretende” secuestrar o capitalizar el “brillo aurático” de la pura presencia hilética identificada o confundida erróneamente con lo real-imposible, con ese que “no-cesa-de-no-escribirse”.
Este último “real sin ley” (Lacan) es diferente no solo de la letosa-mercancía como obturador, sino de lo real-contingente que “cesa-de-no-escribirse” y que sin embargo adviene de forma imprevista. (Véase: Byung-Chul Han, En el enjambre, Herder Editorial, Barcelona, 2017, pp. 45, 46 y 47).
Por otra parte, no entiendo como verdadera la idea de que una presunta “psicopolítica digital” ha desplazado a la “biopolítica” de control y gestión de poblaciones.
De hecho, la primera es un mero subconjunto de la segunda.
Además, resulta incorrecto y fuera de contexto el uso que hace Byung-Chul Han de la categoría “inconsciente colectivo” en la obra citada, pues pierde de vista el arrastre inevitablemente junguiano de dicho sintagma o categoría. El inconsciente colectivo-arquetípico de Jung no es el inconsciente simbólico de Freud. Más cónsono con sus citas de Jacques Lacan y Roland Barthes, Han debió hablar, quizá, de inconsciente de grupo, inconsciente social, étnico, cultural o civilizatorio, tal como lo hicieron Jacques Derrida, el mismo Barthes, Jean Baudrillard... o etnopsicoanalistas como Georges Devereux y François Laplantine...
Marc Augé, el antropólogo y etnólogo de los lugares y no lugares, evita utilizar la categoría de inconsciente colectivo con todas las implicaciones metafísicas que comporta dicho sintagma en el pensamiento de Jung, y habla más bien de “la memoria y del imaginario colectivos”, confiriéndole todo su peso histórico, sociológico y psicoanalítico a esta constelación antropológica. El arquetipo junguiano, por el contrario, es un paradójico noema sustancializado sin correlato noético, el puro remanente de una ontología de la presencia, tal como había señalado Jean Reboul desde principio de los años sesenta: una esencia objetivada, sin proceso semiótico de producción pero afectada de un sentido fijo, ahistórico, atemporal, idealista, más que transhistórico o metacultural. Empleamos aquí este último concepto en un juego cartográfico, semántico y estratégico similar al que efectúa George Devereux cuando lo utiliza en sus teorizaciones de Etnopsicoanálisis complementarista.
En relación a nuestro rechazo de la idea de Han que declara el fin de la “biopolítica”, pensamos que la perspectiva foucaultiana de análisis biopolítico mantiene actualmente su plena operatividad. La fuerza de su vigencia debe obligar a la invención y puesta en marcha de nuevas modalidades de resistencia política.
La “tanatopolítica”, política de la muerte y reverso complementario de la biopolítica, opera hoy con más vigor destructivo que nunca.
Existe, más deletérea, sinuosa y programada que hace unos años, la manipulación bélico-financiera de los sujetos y las poblaciones.
Es urgente y necesario elaborar nuevas formas políticas de cuestionamiento, subversión resistente, desmontaje y transemiotización de los atractores extraños, de los falsos descentramientos y sutiles engañifas del gran capital financiero y su poder mutante y ubicuo. Este utiliza todas las vigilancias: panópticas, banópticas y sinópticas, para lograr su aplastante objetivo nihilista de instrumentalizar y someter la heterogeneidad de los sujetos.
El gran capital financiero y pseudo-filantrópico, a través de la biopolítica edulcorada como “psicopolítica digital”, propaganda y spot publicitario, continúa produciendo endeudamiento, construyendo modelos de vida y falsas jerarquías, produciendo muertes y golpes de Estado bajo inéditas modalidades. Sus dispositivos reales funcionan de un modo proliferente, flexible, maquínico, en apariencia libertario, pero nunca trazan las líneas de fuga que conducen al campo de inmanencia que impide la segmentarización gregario-individualista de lo social. El capitalismo promueve, más bien, la fragmentación homogeneizante, la dispersión sin retorno que impide el advenimiento de nuevas modalidades de vínculo ecológico e interhumano, de solidaridad con el otro y con lo otro, de cum pluridimensional, de “nosotros político” en capacidad de enfrentar la mera “cohabitación” por desdiferenciación y homologación, las nuevas formas de autoexplotación y la persistente explotación clásica, tradicional.
Descriptiva e ideológiamente, nos parecen muy reveladoras estas apreciaciones de Han:
«Hoy las imágenes no son solo copias, sino también modelos. Huimos hacia las imágenes para ser mejores, más bellos, más vivos. Sin duda no solo nos servimos de la técnica, sino también de las imágenes para llevar adelante la evolución. El medio digital consuma aquella Inversión icónica que hace aparecer a las imágenes más vivas, más bellas, mejores que la realidad, percibida como defectuosa.» Byung-Chul Han, ob. cit. p. 49.
En el párrafo anterior resultan indistinguibles el espíritu crítico que le debemos suponer al pensador de avanzada llamado a denunciar los riesgos padecidos por el último hombre del nihilismo pasivo en un mundo tecnológico globalizado, y el deslumbramiento del Uno, el DasMan (Se) que parpadea, heideggerianamente hablando, aturdido, infantilmente deslumbrado ante la exuberancia de la iconosfera tardomoderna, expresión virtual, tecnotelemediática, del Gestell como estructura de emplazamiento y dominio tecnológico programador que somete al Dasein como ser-ahí o estar-aquí.
No obstante, la solución para nuestros “epidémicos” estados depresivos no solo podemos cifrarla en una huida hacia lo virtual, en el consultorio “verboso” del psicoterapeuta o en la ingesta ritual y eucarística del phármakon psicotrópico aleve y bifronte suministrado por psiquiatra biológico (sacerdotal instancia que participa del nuevo mito de lo real lacaniano degradado: lo neuro-real), sino en las formas insólitas, imprevistas, contingentes, de lucha política y de tácticas de transformación que pueden surgir en la virtualidad potencial de un nosotros en lucha incesante contra la voluntad abrumadora propia de los dominios.
Es muy oportuno resaltar que cuando se habla de “biopolítica” no solo se alude al viejo disciplinamiento y a los novísimos controles que se ejercen –de forma solapada o transparente–, sobre los cuerpos y las poblaciones, sino también –y con carácter especial–, a todas las modalidades físicas, virtuales, directas o indirectas, legales e ilegales, probadas o experimentales, tecnotelemediáticas e imponderables que los agentes beneficiarios de la axiomática del capitalismo utilizan con el objetivo de articular, afinar y programar los procesos de constitución, deconstrucción, desconstitución y reconstitución de la subjetividady las mentalidades.
El potente y funcional cuasiconcepto foucaultiano de “gubernamentalidad” (gouvernementalité) torna explícita esa vertiente “subjetiva” de la operatividad del control.
El discurso “biopolítico” no está agotado frente a una supuesta “psicopolítica digital”, como lo piensa en su libro En el enjambre, 2013, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, entre otros que meditan sobre las formas contemporáneas de vigilancia y control.
Suponerlo así podría conducir de “buena fe” a un mero intento de psicologización perversa del biopoder o de “naturalización” cínica de aquello que se dice criticar, tal como señaló en su momento el psicoanalista y escritor argentino-español Jorge Alemán Lavigne a propósito del discurso de Byung-Chul Han, a quien el pensador lacaniano relaciona con Francis Fukuyama y su misreading hegeliana del fin supuesto de la historia.
El biopoder debe ser entendido como ejercicio de una axiomática flexible y proliferante que pretende, bajo miles de máscaras y semblantes, ejercer un dominio y control de vocación totalizante, homogeneizante, sobre los recursos tangibles e intangibles del planeta, sobre las subjetividades, los cuerpos y las poblaciones.
Hay que luchar contra esa voluntad de dominio que aspira someter la libre vastedad de las comarcas. ¡Cada cual con sus armas, pero uniendo intereses, voluntades y deseos!
14 de julio del 2016 (Texto ligeramente retocado).
«La es/ética del psicoanálisis no es una ética superyoica del goce (¡goza!, como falso imperativo categórico del Carpe Diem: banalidad del mal en el Discurso capitalista del Amo y su Mercado), sino una est/ética que apunta al goce a través de “la escala invertida de la ley del deseo” (Jacques Lacan).
El psicoanálisis nos concede también la libertad de no gozar, nos permite sustraernos al goce padecido que se reduce a una mera imposición o mandato superyoico; la experiencia analítica nos habilita para gozar de otro modo distinto al que implica dicho goce “mercadológico” del síntoma convencional: el ¡goza! en su calidad de compulsión y mascarada: el goce del consumismo (...)»