jueves, 14 de agosto de 2025

CANGREJO ESQUIZOFRÉNICO EN BANDA DE MOEBIUS (Quiasmático y asmático el espejo). A Johann Sebastian Bach, por su Canon Cangrejo

«El Cuerpo Intensivo no es más que el  Cuerpo sin Órganos  entendido como campo descentrado de manifestación de una única onda o sensación que recorre la multiplicidad de registros o dominios sensoriales y se expresa en ellos de una forma plural. La fenomenología habla, diferenciadamente, de un “desorden de los sentidos” basado en una mezcla de dominios sensoriales distintos, pero totalizados al final del proceso en una unidad sinestésica de las sensaciones.» Armando Almánzar-Botello 


 Por Armando Almánzar-Botello    

     A Jacques Lacan, por su topologería, in memoriam

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     ¡Rotura en ríspido palíndromo! 

    ¡Asmático y quiasmático espejo! 

     

De áspero cangrejo esquizofrénico

 intensivo y parte-letras,

 que cruje obscenamente

  –compulsivo– 

su giro cauteloso de pulsión enardecida,

¿quién ahora intenta 

la maniobra involutiva:

topológica escritura?

 symptôme symptôme symptôme

     

¡Palíndromo ríspido en rotura! 

    ¡Espejo quiasmático y asmático! 


   Topológica escritura 

    la maniobra involutiva:

   ¿quién ahora intenta 

   su giro cauteloso de pulsión enardecida

–compulsivo–

que cruje obscenamente,

intensivo y parte-letras,

 de áspero cangrejo esquizofrénico?  

   sinthome  sinthome  sinthome     


 ¡Rotura en ríspido palíndromo!

  ¡Asmático y quiasmático espejo! 

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27 de febrero de 1982 (Versión retocada)

Copyright © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

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«CANON CANGREJO» DE JOHANN SEBASTIAN BACH:

https://youtu.be/nlbwxxNrvxw

     «Una hermosa y didáctica explicación del “Canon Cangrejo” de Johann Sebastian Bach, la realiza Douglas R. Hofstadter en su libro de 882 páginas titulado, “Gödel, Escher, Bach, un Eterno y Grácil Bucle”, Tusquets Editores, Barcelona, 1987, pp. 226-228, 740-747, 806-823.» Fredesvinda Báez Santana

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CUERPO sin ÓRGANOS (CsO)

     «El Cuerpo sin Órganos (CsO) es la potencia del Cuerpo Intensivo que encuentra en el huevo, concebido desde el punto de vista de la embriología post-fenomenológica deleuziana, el campo de gradientes, vectores, tensiones, umbrales, en el que se operan devenires-cuerpos. La relación problemática entre organismo, lenguaje, objeto metonímico y cuerpo intensivo y/o libidinal, encuentra también, en el psicoanálisis de Jacques Lacan, una ejemplificación topológica en las figuras de la Banda de Moebius, el Cross-cap y la Botella de Klein, con su continuidad, complicación o torsión entre el adentro y el afuera.

     »El Cuerpo Intensivo no es más que el  Cuerpo sin Órganos  entendido como campo descentrado de manifestación de una única onda o sensación que recorre la multiplicidad de registros o dominios sensoriales y se expresa en ellos de una forma plural. La fenomenología habla, diferenciadamente, de un “desorden de los sentidos” basado en una mezcla de dominios sensoriales distintos, pero totalizados al final del proceso en una unidad sinestésica de las sensaciones.

     »La concepción del cuerpo sin órganos, niega esta presunta unidad de base fenomenológica del cuerpo vivido, tal como lo concibe un Merleau-Ponty, y afirma una única sensación problemática, atópica, que se resiste a la metafísica de la presencia y se manifiesta, como hemos dicho, en los diferentes registros sensoriales.

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     »El referido modismo “caer desde sus propios pies”, expresa o significa entonces precipitarse desde el fundamento propio del cuerpo físico-anatómico —los pies— hacia o hasta el cuerpo intensivo o cuerpo/pensamiento, cuerpo pasional o cuerpo de la sensación como aisthesis o sensación estética.

     »“Caer desde sus propios pies”, es un viaje intensivo hacia los abismos de la carne... “desde” los “propios” pies. Viaje ontológico deleuziano, kantiano, en pura intensidad. 

     »Me caí desde mis “propios” pies —hacia el abismo de lo (im)propio: el Cuerpo sin  Órganos (CsO) en el que se descubre una superficie incorporal intensiva que testimonia dos cosas, por lo menos: la subida de la profundidad, o la caída de la altura sobre la superficie de... ¡la piel!

     »En verdad, “no hay nada más profundo que la piel” como decía el poeta Paul Valéry...» Armando Almánzar-Botello

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JACQUES DERRIDA: EL TOCAR, JEAN-LUC NANCY, 2011

     «No hay concepto puro ni, desde luego, intuición pura, intuición inmediata de lo háptico.» Jacques Derrida

HAPTOTROPISMO Y METAFÍSICA DE LA PRESENCIA

     Brevísimo fragmento de mi exégesis de la deconstrucción que hace Jacques Derrida del motivo artaudiano y deleuziano de “Cuerpo sin Órganos” (CsO). Interpretación seguida de varias citas clave del texto de Derrida titulado El tocar, Jean-Luc Nancy.

     Por Armando Almánzar-Botello

     Jacques Derrida, sutilmente, insinúa la impensada y secreta pertenencia del llamado “Cuerpo sin Órganos” (CsO) de Antonin Artaud, Gilles Deleuze y Felix Guattari a la gran tradición platónico/metafísica de la presencia: tradición inmediatista, intuicionista, continuista, óptica pero también táctil, es decir, ocular, trópica y apropiadora: “hapto-trópica”. Derrida viene a mostrar en su libro “El tocar, Jean-Luc Nancy”, la deuda que contrae con la tradición logocéntrica dicho “cuerpo sin órganos”. 

     Concebido por Deleuze y Guattari como una pretendida ruptura radical con la metafísica negativista y falocéntrica implícita en la concepción lacaniana del deseo, este cuerpo sin órganos opera, para sus teorizadores, como indeterminación y polimorfia que sustituye al cuerpo de la homeostasis constituido en el espacio “estriado”, cualificado y jerárquico convencional. 

     No obstante, a pesar de su metamorfismo en líneas y planos de fuga, de su generatividad que actúa en el “espacio liso” de la producción deseante y liberadora, como supuesto ejercicio de un deseo situado más allá de la falta y de toda castración, para la vigilante lectura deconstructiva de Jacques Derrida este cuerpo sin órganos artaudiano-deleuziano se mantiene prisionero de una concepción idealista de la carnalidad, en su develada tendencia a la apropiación de lo próximo, apropiación ontológico-metafísica de una presunta plenitud de la presencia inmediata de lo dado, por fin alcanzada o reconquistada. 

Copyright © Armando Almánzar-Botello: Fragmento de “Introducción a la lectura de Jacques Lacan”, Santo Domingo, República Dominicana, 2015

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ADENDAS DERRIDIANAS

DERRIDA, JACQUES: El tocar, Jean-Luc Nancy, Buenos Aires, Amorrortu, 2011, páginas 178, 179, 185 y 186, 188 y 190

     «El contacto no produce entonces fusión ni identificación, y tampoco contigüidad inmediata. Debemos disociar una vez más el tacto de lo que el sentido común y el sentido filosófico le acuerdan siempre como la evidencia misma, como el primer axioma de una fenomenología del tacto, a saber: la inmediatez. 

     »El uso que hace Nancy de la expresión “partes extra partes” parece a veces obsesivo, pero en verdad es necesario y determinante. Además de un invencible principio de divisibilidad diseminal, me parece significar un deseo incesante de marcar esa ruptura con la inmediatez o con la continuidad del contacto, ese intervalo del espaciamiento, esa exterioridad, y ello, en el mismo momento en que se insiste tanto sobre la contigüidad, el tocar, el contacto, etc. 

     »Como si Nancy quisiera marcar la interrupción de lo continuo y objetar la ley de la intuición en el corazón mismo del contacto.» Jacques Derrida: “El tocar, Jean-Luc Nancy”, Buenos Aires, Amorrortu, 2011, página 178

     «Pues, ¿acaso no es el intuicionismo aquello en torno a lo cual, sin combatir, estamos debatiendo? No tal o cual intuicionismo como doctrina o tesis filosófica, no un intuicionismo que en un campo problemático determinado se opondría a alguna posición adversa, al formalismo, al conceptualismo, etcétera. No, nuestro intento persigue más bien identificar un intuicionismo constitutivo de la filosofía, del gesto que consiste en filosofar —e incluso del proceso de idealización que consiste en retener el tacto en la mirada para asegurar a esta lo pleno de presencia inmediata requerido por cualquier ontología o por cualquier metafísica. Lo pleno de presencia inmediata significa, sobre todo, la actualidad de lo que se da efectivamente, enérgicamente, en acto. Bien sabemos que, como el nombre podría indicarlo, la intuición privilegia la vista. Pero siempre para alcanzar con ella un punto donde la consumación, la plenitud o el llenado de la presencia visual toca en el contacto, es decir, un punto que podríamos apodar, en otro sentido, punto ciego, donde el ojo toca y se deja tocar —por un rayo de luz, a menos que sea, más rara vez, y más peligrosamente, por otro ojo, por el ojo del otro. Al menos desde Platón, sin duda, y pese a su endeudamiento con la mirada, el intuicionismo es también una metafísica y una trópica del tacto, una metafísica como hapto-trópica. Ella se consuma y por lo tanto llega a su plenitud, a su pleroma, es decir, a su límite, apostando por el giro elemental de la consumación táctil, por el sesgo de un lenguaje que, de manera cuasi natural, se orienta hacia el tacto cuando, precisamente como lenguaje, pierde la intuición y ya no da a ver.» Jacques Derrida: “El tocar, Jean-Luc Nancy”, Buenos Aires, Amorrortu, 2011, página 179

     «Porque ese valor de proximidad, porque ese vector de la presencia cercana determina en última instancia el concepto y el vocablo ‘háptico’, porque lo háptico abarca virtualmente todos los sentidos donde sea que se apropien de una proximidad, Deleuze y Guattari prefieren la palabra ‘háptico’ a la palabra ‘táctil’:

     »“La palabra ‘háptico’ es mejor que ‘táctil’, por cuanto no opone dos órganos de los sentidos, sino que deja suponer que el ojo mismo puede tener esa función que no es óptica […] Lo Liso nos parece a la vez el objeto de una visión próxima por excelencia y el elemento de un espacio háptico (que puede ser visual, auditivo tanto como táctil).” Deleuze-Guattari

     »Interpretado así lo háptico, eso que lo suelda a lo cercano, que lo identifica con la aproximación a lo cercano, no solo con la “visión próxima” sino con la aproximación en todos los sentidos y para todos los sentidos, más allá del tacto, eso que lo vincula a la apropiación de lo cercano, es una postulación continuista, un continuismo del deseo que pone todo este discurso en concordancia con el motivo general de lo que Deleuze y Guattari, siguiendo a Artaud, reivindican bajo el nombre de “cuerpo sin órganos”. Por consiguiente, es en el “espacio liso” y no “estriado” donde ese continuismo háptico encuentra, busca, mejor dicho, su elemento de apropiación.» Jacques Derrida, ibid., pp. 185, 186

     «Nancy, por su lado, parte [il part]. Él parte, marca su partida [départ] («Corpus, autre départ» [«Corpus, otra partida»], dice un título de Corpus). Él reparte [partage] y separa [départage], abandona [se départit] sin duda también esa problemática fundamental, así como ese intuicionismo de lo continuo o de lo inmediato, ese intuicionismo más radical, más invencible, más irreprimible que el que se opone simplemente a su contrario (conceptualismo, formalismo, etc.). Hace pensar así en otro reparto [partage] de los sentidos, en ese lugar del límite, de los límites plurales en los que dicha tradición se abastece. Al marcar y remarcar los límites, Nancy espaciaría más bien la continuidad de ese contacto entre el tacto y los otros sentidos, e incluso la continuidad inmediata en el corazón, por decirlo así, del tocar mismo, de ese tocar que, él va a recordarlo, es “local, modal, fractal”». Jacques Derrida, op. cit. p. 188

     «Con motivo de la ecotecnia de los cuerpos, de un mundo de los cuerpos que “no tiene sentido trascendente ni inmanente”, Corpus proseguirá esta dislocación del tocar. Sin abandonar nunca la insistencia en el tacto [tact] que tanto le importa, al que no renuncia nunca, Nancy lo asocia siempre, en contra de la tradición continuista de lo inmediato, al valor de apartamiento, de desplazamiento, espaciamiento, partición о reparto: “Por el contrario, hay el tacto [tact], la pose et la dépose, el ritmo del ir y venir de los cuerpos en el mundo. El tacto [tact] desligado, separado de sí mismo.”» Jacques Derrida, ob. cit. p. 190

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31 de diciembre de 2015

Copyright © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

martes, 12 de agosto de 2025

Algunos poemas breves...

EL VUELO MÁS PROFUNDO ES INGRÁVIDO DELEITE: PARADÓJICA HUMILDAD FLOTANTE DEL AMOR...

     «¿Cómo no comprendes que cada pájaro que hiende el aire es un inmenso mundo de deleite cerrado para tus cinco sentidos?» William Blake

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JUAN SALVADOR, ESCUCHA:

     «Juan Salvador, escucha: para lograr hacerte dueño de la libertad de un pájaro, / no basta con pintarle a ese pájaro las plumas con tus tintes favoritos / —así solo podrías engendrar confusión, sangre y desgracia—, / ni con imitar, / haciendo uso de tu simple astucia, las puras, limpias y versátiles maniobras de su ajeno vuelo, de su aporético recreo indescifrable: / debes / desaparecer la jaula verbal impropia en la que pretendes encerrar su canto. / Debes / ser tú mismo sin remilgos, honestamente, la maravilla intocable del pájaro... / Algunos dicen que la humildad perfecta es un vuelo de amor, interminable.» © Fredesvinda Báez Santana y Armando Almánzar-Botello

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PÁJAROS Y VUELOS

     «Qué criterio de pájaro inventado / construye la figura de la tarde / con una morosidad sin decadencia, / como si en vez de ser el pájaro el que vuela en el aire / fuera el aire el que vuela en el pájaro.» © Roberto Juarroz

     «La vida dibuja un pájaro / para que habite el nido / y la muerte de inmediato / dibuja otro pájaro.» © Roberto Juarroz

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¡Dictum que recientemente me fue utilizado, de un modo grácil y postmoderno, por el maestro querido Alejandro Jodorowsky!

     «Más vale un pájaro ajeno en pleno vuelo / que cientos robados por el aura de tus manos.» © Armando Almánzar-Botello 

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TRES VERSOS DE UN POEMA DE WILLIAM CARLOS WILLIAMS

     «I tried to put a bird in a cage. /

O fool that I am! /

For the bird was Truth. [...]»

     «Intenté encerrar a un pájaro en una jaula. / ¡Oh qué necio soy! / 

Pues el pájaro era la Verdad. [...]»


(Traducción de Juan Miguel López Merino).

© WILLIAM CARLOS WILLIAMS. The fool’s song (“The Tempers”, 1913)

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CORRESPONDENCIAS DEL VUELO...

     Por Armando Almánzar-Botello 

     «¿Eterno es el Retorno del simposio 

                        en la memoria?  

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     Fulgir en la feérica floresta: 

el banquete con su Olimpo en la mañana fue servido.


     La copa de vino sobre la mesa pletórica; 

la mesa pletórica sobre la copa de vino: 

¡Allí el orden simplemente no importaba! 


     La bendita flotación de nubes blancas, 

no creaba pesadez ni oscuridad sino sagrado

sentimiento vibrante de aventura...


     ¿Apolo sobre Dionisio?; 

¿Dionisio en brazos de Apolo?: 


     Ya lo he dicho, 

¡el orden entonces no importaba!


     ¡Afrodita presidía!, seductora y generosa... 


     Línea curva de una mosca trazó el vuelo... 

                   ¡Clinamen! 


     Leucipo y Demócrito, 

                                              leyendo, 

anticiparon el postre sabroso, 

la tragemata perfecta: 

                      

                       la famosísima       

              Tesis Marxiana de Jena,

    la Dictadura con respaldo popular...


     El sicofante sideral a mi siniestra  

ponderaba erupcionando el estado de cosas.  

Vaticina el más terrible destino para el mundo...


     A lo lejos, envuelta en vapor profético: 

vi la playa secreta de Bayahíbe, 

donde un agua fresca y pura yo bebí

—al borde mismo de la sombra visionaria—,

en la clara desnudez entreabierta de la diosa...


Y en las cuevas prehistóricas, 

                                                        remotas, 

                        higüeyañas, 

vi los duros rostros renegridos

de absortas piedras cavilantes...

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1979

Armando Almánzar-Botello: Fragmento del poema “A través de una ventana”, 1979

Reservados todos los derechos de autor.

Copyright © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

domingo, 3 de agosto de 2025

CLAROSCURO (LICHTUNG)

 «El poeta pide el don de la luz oscura (lichtung), en la que el fulgor se encuentra atenuado. Pero esta atenuación no debilita la luz del fulgor.» Martin Heidegger

«Árbol sefirótico: potente infinitud de universos...» Armando Almánzar-Botello

Por Armando Almánzar-Botello

 «Donde crece el peligro, también crece lo que salva.» Verso del poema “Patmos” de Friedrich Hölderlin 

     Una simple variante poética, filosófica y psicoanalítica del afamado verso de Friedrich Hölderlin perteneciente a su poema “Patmos”: «Al borde mismo del abismo del goce, florece la potencia y el brillo del agalma: ¿EkphanéstatonArmando Almánzar-Botello

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Después del aguacero

—claroscuro de las hojas—

por la brisa entre la fronda

todo es presentimiento…


¡Brilla el sol sobre las letras!


En lo alto del almendro,

espejos de lo eterno:

limpias gotas de lluvia

                                          suspendidas,

como diáfano temblor

del pensamiento.


A la sombra de las ramas,

en la tierra oscura

                                  y húmeda

se pudre una magnolia…


Siniestra la belleza de un fulgor

entre la hierba…


Cae una letra en el silencio.

La mano escribe insomne.


La página en la noche

despliega su misterio…


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Enero de 1980. Santo Domingo, República Dominicana. © Armando Almánzar-Botello

     Poema tomado del libro de Armando Almánzar-Botello titulado Cazador de agua y otros textos mutantes. Antología poética 1977-2002, Editora Nacional, 2003, p. 22 Santo Domingo, República Dominicana.

1 COMENTARIO

Irina Maribel dijo... 11 de octubre de 2011, 3:06:

     «Tu poesía brilla como esas gotas de lluvia, espejos de lo eterno. ¡Gracias por compartirla con nosotros, querido amigo Armando!» Irina Maribel

Copyright © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo República, Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

IMÁGENES: 

     Dos de ellas son fotografías de Martin Heidegger en la Selva Negra.

viernes, 1 de agosto de 2025

LAS DOS VERTIENTES DEL OBJETO a | LA PULSIÓN DE MUERTE EN EL PSICOANÁLISIS FREUDO-LACANIANO...

«¿Puede ser creativa la pulsión de muerte lacaniana, entendida como tendencia a un caos radical, ontológico-intrínseco? Sí. Entendemos, siguiendo a Lacan, que la pulsión de muerte no solo se manifiesta como pasaje al acto destructivo, suicida o asesino; ella puede ser una “sublimación creativista“ de la destrucción, el origen de nuevas formas-sentidos y potentes neoformaciones subjetivas abiertas a la relación con lo múltiple y con lo plural, abiertas a la alteridad.» Armando Almánzar-Botello

    Por Armando Almánzar-Botello 

     A Slavoj Žižek; a Jorge Alemán, psicoanalistas y pensadores críticos

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     El capitalismo-consumismo (neoliberal) tiende a reducir el deseo a la búsqueda de un plus de goce que, como “letosa” (Jacques Lacan), gadget, señuelo y mercancía, encarne al “objeto a” como tapón y “obturador absoluto” de la falta-de-ser o falta-en-ser.

     Como eso no es posible sino en cierta forma de locura: “gozar de un modo absoluto y definitivo”, el sujeto cae en el ciclo ilimitado de la compra o adquisición compulsiva de mercancías o bienes “obturadores” obedeciendo a un deseo padecido, fantasmáticamente, de lograr una satisfacción plena, total, pero efectivamente inalcanzable. 

     Mas como dijo Lacan en El deseo y su interpretación: el deseo no es “objet seeking” ni “pleasure-seeking”. 

     El “objeto a” participa de una dualidad: el “objeto a” como imagen-tapón y mercancía, y el “objeto a” como falta “no especularizable”, como “causa de un deseo singular” que abre a la pulsión. 

     Ahí vendría a operar, a través de dicho “deseo que reconoce la falta”, lo “incurable” de un “goce temperado” como “sinthome”, como algo “inapropiable por el poder”, que no es capturado por el mercado y que, en términos del mismo psicoanalista Jorge Alemán Lavigne, permitiría en el sujeto un “saber-hacer con su afán de compra” como “symptôme” (transformando este síntoma convencional en “sinthome borromeo”) que haga “lazo social” como “soledad común”, y no intentando, de forma absurda, inviable, formar “partenaire” o complemento con la mercancía, con la serie de las mercancías... De ahí la dimensión “liberadora” del análisis, de la militancia, del compromiso político, del acto de escritura... Punto.

     El “mandato superyoico al goce absoluto”, característico del individuo en el capitalismo consumista y su estructura psicotizante, no es equivalente a la “invención del sinthome”, como “incurable” modalidad singular de relación del sujeto con lo real de un goce temperado; “temperancia” que permite una mayor flexibilidad en el lazo social que la simple compra compulsiva de vocación “nirvánica”.

     Esto percibo...

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Julio de 2025

Copyright ©️ Armando Almánzar-Botello.

Reservados todos los derechos de autor.

 Santo Domingo, República Dominicana.

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LA PULSIÓN DE MUERTE NO ES TAN SOLO MUERTE. (No es “patrimonio” exclusivo de las derechas, como pretende un naciente dogmatismo “emancipador”. Ella es “la vida la muerte”, tal como nos recuerda Jacques Derrida, el pensador rival suplementario de un cierto traidor y acomodaticio lacanismo)

     «No toda manifestación de la pulsión de muerte constituye un mero “pasaje al acto” (passage à l'acte) asesino, suicida o consumista-bulímico. Cuando la pulsión de muerte es incitada (prompting) a “hablar”, deviene fuerza que transforma lo tético, reinscribe los límites y crea o genera vitales neoterritorialidades simbólicas.» Armando Almánzar-Botello 

     «Jacques Lacan, leyendo la Antígona de Sófocles y revisando cierta interpretación de Hegel, elabora una ética psicoanalítica en la que el deseo apunta al goce, sí, pero sin implicar esto un ¡goza! de partida, sino un “¡desea!… y si quieres luego goza”... de  forma “temperada”, borromea, “incurable”, haciendo vínculo social (sinthome), después de asumir la pérdida, la falta, la castración, cierto sutil, radical, ineludible o forzoso desapego “en la escala invertida de la ley del Deseo”…» Armando Almánzar-Botello, 2 de noviembre de 2013

     A propósito de la “paz” universal por venir: «Fascismo y retorno de lo reprimido, sí. Hay que aclararlo de una vez por todas: la pulsión de muerte siempre aflora y retorna, inevitablemente. Dicha pulsión, hablándola o no hablándola, resulta absolutamente inerradicable. Sin pulsión de muerte no habría jamás transformación de las estructuras simbólicas. La clave más importante es “hacerla hablar”, más acá y más allá del simple “pasaje al acto” consumista, suicida y/o asesino.» Armando Almánzar-Botello

     Pulsión de muerte, fascismo y retorno de lo reprimido: «El fascismo es el retorno de lo reprimido en el monologismo religioso. No se puede impedir ese retorno, como lo quiere ingenuamente el liberalismo burgués, o como —dejándose contaminar— intenta hacerlo el dogmatismo “comunista”. El problema consiste en hacer hablar a lo reprimido del monologismo: ese semiótico pulsional, heterogéneo al sentido y al Uno, y que los hace andar. La transferencia sin duda, pero de manera menos familiar y menos privada, una práctica llamada artística, esclarecida por el descubrimiento freudiano, es precisamente lo que habla lo reprimido del monologismo (del contrato social) y lo consume invirtiéndolo en una nueva forma de lengua, por consiguiente en una nueva socialidad. De este modo esas dos prácticas son la más sólida barrera contra el fascismo. Si es que hay una función ética de la literatura, es esa: hacer pasar a la lengua lo que el monologismo reprime (desde el ritmo hasta el sentido).» Julia Kristeva

     «Contra una empobrecedora y unidimensional lectura-interpretación de la pulsión de muerte, banal y reduccionista, ofrecida desde hace largos años por los psicoanalistas estadounidenses —Erich Fromm a la cabeza del denominado revisionismo neofreudiano edulcorante—, se levantaron, en sus respectivos momentos, Theodor Adorno y Herbert Marcuse, potentes filósofos de la Escuela de Frankfurt.» Armando Almánzar-Botello                       

     Por Armando Almánzar-Botello 

     «Para Jacques Lacan, la pulsión de muerte, como la negatividad misma, no solo es destrucción, también es potencia bifronte creacionista.» Armando Almánzar-Botello 

     A Jacques Lacan, a Jacques Derrida, in memoriam 

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     Además de lo que hemos escrito recientemente con el propósito de “conversar” —con muy contados y especiales amigos de la “parroquia” intelectual vernácula— en torno al problema de las relaciones entre principio de nirvana y pulsión de muerte, insistimos con estas breves notas para legitimar quizá un poco más nuestra idea de que no se prosiga concibiendo tal pulsión en su modalidad conceptual meramente termodinámica clásica, es decir, como simple pulsión de (auto)destrucción, entropía y retorno a lo inanimado. Lo reiteramos: no solo así debemos y podemos teorizarla.

     La pulsión de muerte, como decíamos que la concibe el psicoanalista y pensador francés Jacques Lacan —principalmente en su Seminario VII, que lleva por título La ética del psicoanálisis—, es también gasto, tensión, esfuerzo, goce de la diferencia e hiperestesia, no simple abocamiento a estados letárgicos, nirvánicos, entrópicos o comatosos. 

     La pulsión de muerte es un intento de empezar de nuevo después de transgredir ciertos límites (Lacan). En este sentido es que Lacan reinterpreta el “más allá del principio de placer” de Freud. Concebida de este modo, la pulsión de muerte se constituye en la instancia “creacionista” y creativista que posibilita todo proceso de subjetivación-desubjetivación y abre la posibilidad de transformar, críticamente, la pretensión autárquica de las hegemonías vigentes.

     Pasa con ella algo parecido a lo que sucede con el concepto de “lo intensivo” en Kant (ver su Crítica de la razón pura). El grado mayor o menor de concentración de una sensación en un instante es su intensidad. Aquí se llega a la conclusión de que la intensidad se mide en su relación con el cero (0), ya sea que disminuya o aumente el potencial.

     La caída (pulsión de muerte) sería el devenir activo de las fuerzas. Gilles Deleuze nos aclara: no hay que concebir la caída en términos puramente termodinámicos clásicos, entrópicos, reductivos. Deleuze diferencia la caída física, espacial, termodinámica, de la caída intensiva kantiana. Esta caída no se produce necesariamente hacia abajo. No es de modo obligatorio “miserabilista”. Puede ser una caída “hacia arriba”, en el ascenso hacia niveles superiores de fuerza. 

     ¡Caer hacia arriba! “Sólo en la caída se cumplen las presencias”, nos dice un poeta.

     Esto así, porque todo incremento de fuerza, de tensión, se experimenta fenomenológicamente como una caída (Kant, Lacan, Deleuze). La caída y la pulsión de muerte son el devenir activo de las fuerzas y las pulsiones. 

     Consideramos que la pulsión de muerte no se encuentra en limpia oposición a una pulsión de vida (que no existe como tal), sino que ella misma, como pulsión de muerte y “abyección sublimada, pero sin consagración” (J. Kristeva), propone y crea su “propia” neoterritorialidad. 

     Sin que haya una simple coincidentia oppositorum, aquí Eros copula con Tánatos pues, en ausencia de este último —con su potencial de desintegración reorganizadora— no hay posibilidad de renacimiento simbólico para las estructuras psíquicas y sociales. La relación de vendaje (Derrida) entre lo erótico y lo tanático estaría definida por una cópula disyuntiva inclusiva.

     Como bien señala Deleuze, lo que importa es el “diagrama de fuerzas” en el que se traza la línea de fuga. Determinar si esta se constituye, por un lado, en “pura línea fría de abolición y muerte” (por ejemplo, la trayectoria de un avión que se estrella contra las Torres Gemelas; el recorrido de una bomba que cae sobre la ciudad de Bagdad; los alimentos envenenados que van a los labios de niños inocentes), o, por el contrario, si se perfila como línea mutante, metamórfica, de polivocidad y vendaje entre energía libre de los procesos primarios del inconsciente y energía ligada de los procesos secundarios del sistema preconsciente-consciente.

     Ejemplos de esta línea de fuga en su modalidad creativa los tendríamos en el acto de escritura en sentido fuerte, en la creación artística en general, en el encuentro entre los que se aman, en el compromiso político con la justicia y las reivindicaciones sociales con miras a construir espacios para lo que Derrida concibe y denomina como “democracia que vendrá”.

     Podemos decirlo de otro modo más directamente ligado con la filosofía. En lo que Jean-Paul Sartre denomina (ver su obra Crítica de la razón dialéctica) totalización/destotalización/retotalización, la destotalización no es una destrucción en bruto, ni un simple afloramiento de la “negatividad pura hegeliana”, sino una negación parcial que permite una subsiguiente retotalización.

     Eso lo comprendieron muy bien “sujetos-rizomáticos” (Guattari) de la estrategia creativa “aéreo-subterránea” como Kafka, Joyce, Proust, Mann, Beckett, Cioran, Bacon (el pintor), para citar “antojadizamente” a siete figuras emblemáticas de la modernidad que se tomaron el trabajo de “decir”, activamente y a través de su precisa, parsimoniosa y filigraneada escritura, el “vaciamiento catastrófico de la significación”.

     Por este motivo, esos siete artistas-pensadores no deben ser considerados representantes del nihilismo occidental. Ni reactivo ni pasivo. La “forma estallada” y el fragmento como vías o medios de dación semiótica de estructura utilizados por estos creadores en la generación de sus obras, no son, como bien señaló Umberto Eco, meros reflejos de una simple ausencia de forma ni de una torpe caída inercial en la “empiria accidental” de una pulsión de muerte, entendida esta como agujero negro que se traga a la escritura. 

     Esa “forma estallada” no es un “ruido blanco” padecido como “no significativo” o insignificante, sino el “accidente elevado a la dignidad de acontecimiento”, la obra perfilando el vacío de la Cosa (das Ding: Freud), el proceso del síntoma físico, que opera en la “profundidad de los cuerpos” (Deleuze), “contraefectuándose” en sinthome estético-incorporal (Lacan). 

     Exploración, experimentación e interpenetración compleja de sentido y sinsentido, de forma y no-forma. He aquí lo informal, o, más bien, aquello que Lyotard, luchando contra la absolutización de la clausura representativa, ilustrativa, figurativa, ilusionista y mimética denomina “lo figural”. Transfiguración de la pulsión de muerte en acto de creación.

     El nihilista-víctima padece la pulsión de muerte; muere sin obra (aunque publique), en un anonimato de primer grado. Ese “nihilismo realizado”, plenitud de una mala negatividad, es esencialmente incomunicable. 

     No es lo mismo dicho nihilismo padecido-realizado que el “nihilismo consumado” de Nietzsche, como denomina Gilles Deleuze al punto de transmutación de la subjetividad en “potencia de afirmación selectiva”.

     El discurso nihilista-pasivo absoluto es desconocido, imposible, inefable. Del mismo modo en que —como nos testimonian Primo Levi, Jorge Semprún y Giorgio Agamben— el testigo integral del horror no puede hablar para dar testimonio, porque sencillamente ha sucumbido, de un modo radical, en el fragor absorto de la catástrofe.

     Pero toda auténtica escritura se mide con esta ausencia, con esta imposibilidad y este vacío. Ella se plantea la exploración asintótica de la muerte, el vacío y el horror. He aquí el problema activo de decir la imposibilidad de decir. Caída intensiva en la escritura.

     Pretendemos entonces —utilizando un recurso distinto al convencional— cribar, cernir la dimensión problemática, ambigua y mixta de la pulsión de muerte. 

     En su crítica al monologismo del poder y a los nuevos discursos del amo, Julia Kristeva nos recuerda lúcidamente: “Hacer pasar la pulsión de muerte al discurso, es la más sólida barrera simbólica contra el retorno de los fascismos”.

     La pulsión de muerte sería equivalente, en cierto modo, a la inestabilidad y el caos frente a la estabilidad homeostática del poder avasallante y su guerra preventiva. 

     Jacques Derrida, quien teoriza una figura bifronte a la que denomina “la vida la muerte”, observa que los dos primeros conceptos —inestabilidad y caos— representan lo mejor y lo peor, simultáneamente. Lo peor, porque sin estabilidad —macro y micro— no hay vida social. Lo mejor, porque inestabilidad y caos permiten la permanente renovación política del contrato social. Esa es también, a nuestro entender, la dimensión aporética de la pulsión de muerte...

     La pulsión de muerte freudo-lacaniana no es entonces un simple valor nihilista. Pulsión de muerte no es mera pulsión nihilista de (auto)destrucción, no es un simple “pasaje al acto” asesino, suicida o consumista-bulímico, aunque eventualmente pueda encarnar estos aspectos en la ciega efectuación de una perversa voluntad de goce y dominio sin reconocimiento de la castración, como pura desmentida, Verleugnung o renegación de la falta en el Otro.

     La “solución” al problema de la pulsión de muerte (vertiente de toda pulsión en la constitución del cuerpo libidinal por la caída o intervención de lalangue sobre el cuerpo anatómico del “sujeto bruto del goce”: Jacques Lacan), “solución” siempre frágil, siempre incierta pero necesaria para preservar la vida misma en su tensión, la revelan, como decíamos, Jacques Lacan y Julia Kristeva: «Si es que hay una función ética de la literatura, es esa: hacer pasar a la lengua lo que el monologismo reprime». Eso reprimido que debe hablar destructivo-creativamente en la lengua, en el discurso, es precisamente la pulsión de muerte. Así podríamos evitar su ciego y mortífero desencadenamiento como acción catastrófica en la realidad, su “passage à l'acte”. 

     Hacer pasar la pulsión de muerte a la red simbólica, al precio, doloroso y gozoso, de la terrorífica destrucción de una estructura simbólica anterior, es la forma de dejar hablar o dramatizar a la pulsión de muerte apuntando, más allá del principio del placer, a la producción de lo “inédito”, de una neoformación simbólica. Ahí descubre Lacan la dimensión que él denomina “creacionista” en la pulsión de muerte: acción “verdadera” en el material lingüístico, semiótico en general, pero sin consecuencias “prácticas” como “pasaje al acto”. Un verdadero teatro artaudiano de la crueldad como espacio simbólico, creativo y transgresivo simultáneamente, que da voz “terapéutica” y “salvífica” a la muerte para integrarla a la vida y no limitarnos a padecerla de un modo reactivo-pasivo.

     Contra una lectura-interpretación unidimensional de la pulsión de muerte, banal y reduccionista, ofrecida desde hace largos años por los psicoanalistas estadounidenses —Erich Fromm a la cabeza del denominado revisionismo neofreudiano edulcorante—, se levantaron, en sus respectivos momentos, Theodor Adorno y Herbert Marcuse, potentes filósofos de la Escuela de Frankfurt.

     Para bien y para mal, la pulsión de muerte sigue viva, actuando en los seres humanos...

     En el resto descubrimos el reto: abocarnos solidariamente al ejercicio de una práctica creativa, ética, política, transformativa; potenciar la capacidad de transmutar y renovar, desestructurar y reestructurar —de un modo permanente, crítico, múltiple— nuestro estatuto de sujetos vinculados, problemáticamente, por el discurso y por lo social.

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11 de noviembre del 2010

Copyright © Armando Almánzar Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

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SUEÑO GRATIFICANTE (PRINCIPIO DEL PLACER) Y PESADILLA (MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DEL PLACER)

     Por Armando Almánzar-Botello

     «Lo kitsch como cita y parodia no es lo kitsch padecido en primer grado, como acontece con casi todo lo que se escribe desde la solemnidad sin ironía.» Armando Almánzar-Botello

     «El onirokitsch “benjaminiano” te viene a despertar del confort de lo banal en la vigilia; como recurso “citativo” es cruda iluminación de lo histórico.» Armando Almánzar-Botello

     «Cuando soñamos que soñamos está próximo el despertar.» Novalis

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     Es algo banal el intento de querer despertar cuando el sueño es traumático, y de anhelar proseguir soñando cuando el sueño es gratificante. 

     Ese dormir gratificante, según Walter Benjamin, es el estado hipnoide y de trivial “ensoñación kitch” (no me refiero aquí al “onirokitch” de Benjamin) pruducido por la seductora mercancía en el contexto de la ideología capitalista concebida como avieso intento de negar la historicidad de las formas-sentido.

     Obedece dicho familiar pero inquietante recurso a los mecanismos de defensa del Ego soñante; de un Yo hipostasiado que se resiste, aun dormido, a ser confrontado, no con la Realidad de la vigilia —instancia que constituye otro modo político de seguir dormido, hipnotizado, amodorrado, histerizado por la mercancía y por el shopping mall, es decir, prisionero del simple principio del placer como principio de constancia energética—, sino con lo Real de la castración, con el vacío, la hiancia, el hueco, el conflicto, la negatividad, el terror, la nada (no “néant” sino “rien”) que se encuentra por detrás de toda imagen onírica. 

     El “onirokitch surrealista” de Walter Benjamin debe ser entendido “como espejo inverso de la banalidad estética y hedonista cotidiana”, de la trivialidad promovida enmascaradamente —para consumo engañoso de las masas irredentas y bajo la mentida categoría de “lo artístico”—, por la proliferante axiomática del sistema capitalista mercantil y financiero… 

     Si como nos recuerda Theodor W. Adorno el pensamiento crítico de Walter Benjamin asocia el kitch onírico (el onirokitch) al surrealismo y su estética vanguardista, Franz Wedekind entiende lo kitch como «la forma actual del gótico, el rococó y el barroco», entendiendo, como escribe Adorno: «Que es precisamente de los materiales rechazados de donde algún día surgirán los significados auténticos.» T. W. Adorno: “Sobre el legado póstumo de Franz Wedekind”, en Notas sobre literatura, (Frankfurt am Main, 1974; Akal, 2003, 2009)

     Apuntando en esa dirección el onirokitch surrealista puede conducir a una “iluminación”, a un despertar del sueño engañoso que provoca el “kitch real de la experiencia cotidiana” (Ricardo Ibarlucía). 

     En su intento de recuperar el sentido histórico de las formas ahondando en el desecho, en el vestigio, en lo vulnerado, en lo despreciado, abandonado, rechazado y caduco, el onirokitch de Benjamin y Wedekind vendría a ser para mí una suerte de “sistema de signos declarados”, tal como dice Roland Barthes en otro contexto, frente al “sistema de signos inconfesados” propio del opaco y aproblemático “kitch cotidiano” como simple dormir ideológico, banal, vulgar, empobrecido, deshistorizado e inconsciente.

     Por otra parte, aquí la verdad no es, psicoanalítica y filosóficamente hablando, un contenido constituido, estable, sino más bien esa relación de necesario y estructural “descompletamiento” que el sujeto establece con la dimensión tética del sentido para poder vislumbrar, en los litorales del sueño, lo real, la carencia de Ser, el exceso…

     El poder de la pesadilla como sueño traumático es superior, en tanto que fuerza reveladora de un Real imposible al que aspira la “verdad constituyente”, al “principio del placer” satisfecho que comporta el simple sueño gratificante y homeostático.

     Curiosamente, en la vigilia kitch como plácido sueño programado se forcluye y viene a ocultarse un “real indomeñable” revelado en la pesadilla, históricamente, como el agitado sueño barroco y surrealista que nos conduce al despertar.

     Por ello, la realidad sociosimbólica convencional, espectacular, es decir, lo simplemente verosímil de la vigilia, es una mera variante pragmática del dormir…

     Juan David Nasio considera al sueño, freudianamente concebido, como una “formación del inconsciente”, junto con el chiste, el acto fallido, el síntoma, el acting out y el lapsus.

     Por lo contrario, Nasio entiende a la “pesadilla” —conjuntamente con el “pasaje al acto” (que no es, como creen muchos, un acting out), la “lesión de órgano” y la “alucinación”—, como lo que denomina “formación del objeto a”. 

     El “objeto a” en su vertiente de “vacío” es causa del deseo; en su carácter de instancia obturadora es un condensador de goce.

     El objeto “a” es un vestigio real del goce mítico absoluto.

     Lo Real del goce se encuentra en lo que Freud llamó el “Más allá del principio del placer”… y colinda con la angustia, con la pulsión, con la pulsión de muerte…

     Por todo esto, Jacques Lacan, leyendo la Antígona de Sófocles y revisando cierta interpretación de Hegel, elabora una ética psicoanalítica en la que el deseo apunta al goce, sí, pero sin implicar esto un ¡goza! de partida, sino un “¡desea!… y si quieres luego goza”... de  forma “temperada”, borromea, “incurable”, haciendo vínculo social (sinthome), después de asumir la pérdida, la falta, la castración, cierto sutil, radical, ineludible o forzoso desapego “en la escala invertida de la ley del Deseo”…

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2 de noviembre de 2013

Armando Almánzar-Botello

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.

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DIVAGACIONES EN TORNO A LA VIOLENCIA (La muerte, la castración y el deseo) 

     Carta abierta a un amigo poeta

     Por Armando Almánzar Botello

     Sin que debamos concebir la pulsión como un ente orgánico (más bien es un constructo o “artefacto” susceptible de desmontaje, y toda pulsión siempre es de muerte), ella es lo imposible de un real que no se deja asimilar de modo pleno por lo simbólico.

     Sí, querido poeta, el deseo convoca y confirma a la muerte; ese deseo no es posible sin una aceptación de la muerte, pero sólo si opera más allá del principio de placer como mera evitación de la falta, de la carencia, del displacer ligado a la experiencia de la pérdida y a la confrontación con lo real de la Cosa obliterada.

     Por ello se ha dicho: la ética del psicoanálisis no es una ética superyoica del goce. El ¡goza! es un falso imperativo categórico propio de un “carpe diem” neoliberal y hedonista: banalidad del mal en el Discurso capitalista del Amo y su Mercado. El psicoanálisis comporta una ética que apunta al goce a través de “la escala invertida de la ley del deseo”, tal como nos recuerda Jacques Lacan.

     El psicoanálisis nos concede también la libertad de no gozar (S. Žižek), nos permite sustraernos al goce padecido que se reduce a una mera imposición o mandato superyoico; la experiencia analítica nos habilita para gozar de otro modo distinto al que implica ese goce “mercadológico” y “periodístico” del síntoma convencional: el “¡goza!” en su calidad de tapón y apetito compulsivo de compensación psicosocial e histórica, de simulacro letrado y gran mascarada.

     Nada de “Happy hour perpetuo” con la supuesta escritura programada. Más bien goce del “sinthome” (contraefectuación del síntoma incordiante) con todo lo que ello implica de diferencia y reposicionamiento estructural de un sujeto temperado con respecto al goce del “symptôme” usual en su condición de goce padecido, cínico, encanallado, espectacular, resultado penoso de una catastrófica bulimia existencial que pretende vampirizar al otro y a lo otro negándoles toda realidad como otredades de pleno derecho.

     El desamparo (Hilflosigkeit), es la forma en que el sujeto vive la posibilidad de su muerte; es resultado de la exposición del sujeto, situado más allá de la angustia (Angst), a la dimensión imprevisible del acontecimiento que proviene de la “extimidad”, de la alteridad constituyente.

     La Represión Originaria (Urverdrängung) rechaza el goce bruto del cuerpo, operando sobre él, con la letra, el significante y la “metáfora paterna”, un vaciamiento de su gloria extática, para que se constituya el goce del Otro propiamente dicho, en tanto que goce reprimido, temperado, cernido, “lenguajeado”, marcado por la carencia como significante de la falta de Ser.

     La violencia divina, esa que menciona Walter Benjamin (hay que mencionarlo por su nombre completo para evitar la ilusión de que todas estas ideas son nuestras: debemos aceptar aquí la pérdida, my baby), no alude a la violencia segura del poder constituido, avalada por el Gran Otro del Estado o del Mercado neoliberal, sino a la decisión ética tomada en responsable soledad (S. Žižek), sin garantías trascendentales, en ausencia de “catecismos” de grupo y de sustentación en la “moral pragmática” de los poderes fácticos. ¡Tú lo sabes! 

     “Temor y temblor” de la decisión ética en el horizonte de la justicia, en la radical exposición a la vulnerabilidad o letalidad del otro —a su lado Cosa freudo-lacaniana, monstruosa por atípica y no específica, mas necesaria—, pero exposición sin la garantía de un Dios, sin el Partido, sin el Estado, sin la Pandilla o sin el “regateo del Mercado” (Jacques Derrida), como instancias garantes o incitadoras de nuestros actos (riesgo del terror fundamentalista en sus diferentes modalidades asesinas).

     Violencia divina no es la de Creonte, sino la de Antígona. Violencia es la de cada cual cuando en lúcida soledad y angustia se decide a “tomar” la justicia ardiente en sus manos de cara al rostro vulnerable y/o amenazante del otro...

     Hay que renunciar primero al goce, aceptando la pérdida y la muerte, para que podamos alcanzarlo, sin trascendencia onto-escato-teo-teleológica, en la “la escala invertida de la ley del deseo”.

     Dice Lacan, por intermedio de Néstor A. Braunstein, que existen tres Goces: “goce del ser más acá del corte” (riesgos: la psicosis y el paso al acto asesino); “goce fálico” (riesgos: la neurosis y/o la perversión), y el “goce más allá del corte” (riesgos: la poesía, el erotismo, el amor, la santidad y la nueva revuelta).

     Por eso Kant, Freud, Marx, Lacan, Derrida, no eran meros perversos en el sentido “técnico” del vocablo. Perverso: el que hace semblante de gozar, en lugar de gozar de hacer semblante (con lo que implica esto último de aceptación de la castración: Corte y vaciamiento de goce operados por la letra y el significante; compromiso y/o tensión entre banda de movilidad/dispersión y contrabanda de estabilidad/concentración. Alianza necesaria para “la vida, la muerte” (Derrida), entre dispersión del proceso primario del inconsciente y concentración de los procesos secundarios del psiquismo. (Freud).

     Poner en juego la pulsión de muerte en el texto y en la vida, implica entonces una metamorfosis o transmutación “creativista” de la mera destrucción en bruto. Lo que no niega el hecho de la violencia real en una “economía ética de la violencia” (Levinas, Blanchot, Derrida).

     Lo eternamente cuestionable es “la seguridad del juego fundado” en la que se afirman, sin riesgo, el “poder asesino” y su violencia estructural, sistémica, cínica, administrada por los diversos agentes de buena y aséptica conciencia puestos incondicionalmente a su servicio.

     Ejemplos de violencia estructural en el capitalismo contemporáneo neoliberal, mi querido poeta, podemos observarlos en estos hechos: 

     1) Falta de atención médica de calidad para la mayoría de la población.

     2) Falta de educación idónea para los ciudadanos y ausencia de las precondiciones mínimas para efectuar el proceso de enseñanza.

     3) Ausencia de auténticas oportunidades de trabajo productivo.

     4) Suspensiones en el suministro de energía eléctrica y de múltiples servicios a los ciudadanos aunque se paguen los impuestos correspondientes y las bárbaras tarifas.

     5) Desatención por los diversos gobiernos a los aparatos productivos nacionales, para responder tan sólo a la voracidad de las grandes corporaciones transnacionales y a las ambiciones personalistas de políticos y comerciantes importadores canallas, en perjuicio de los reales intereses básicos de los pueblos.

     6) “Democratización” abusiva de las penalizaciones fiscales con protección directa o indirecta a los márgenes de beneficios del gran capital. 

     7) Acoso a la libertad de libre expresión del pensamiento bajo amenaza de que te pueden suspender como castigo las posibilidades laborales de sobrevivencia, zombificarte socialmente, y, en el peor de los casos, arrancarte la vida misma... etc., etc., etc.

     Pero el sujeto ético, querido amigo poeta, “avanza solo y traicionado”; y en el horizonte del goce como tropiezo, como felicidad sin esperanza de nuestro (des)encuentro tíquico con lo real, se perfila lo fallido, la diferencia, la fisura, la desubjetivación y la muerte como grado cero y matriz de toda (de)subjetivación...

     No obstante, parafraseando a Lacan: ¡yo persevero, tú perseveras, él persevera: nosotros perseveramos en lo inapropiable!

     Y como decía el gran poeta español Luis Cernuda:

     ¿Qué herencia sino ésa recibimos?

     ¿Qué herencia sino ésa dejaremos?

Armando Almánzar Botello

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28 de Agosto de 2010

Blog Cazador de Agua 

28 de Agosto de 2010

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

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LO OBSCENO Y LO ABYECTO SUBLIMADO (Concepciones distintas de lo “obsceno” en Jean Baudrillard y en Jacques Lacan)  Fragmento

     Por Armando Almánzar-Botello 

     «Del amigo hipócrita y desleal, desconfía / y págale con la misma moneda: el ingenio se combate con ingenio.» Pseudo Catón (fin. s. III): Dísticos 

     Podemos analizar lo que algunos pensadores —lacanianos o no: González Requena, Ortiz de Zárate, Alenka Zupančič, Javier Aramburu, Jean-François Lyotard, Slavoj Žižek...— han concebido como una “dialéctica esquizoide” entre la “metáfora delirante” de la imagen publicitaria, en su carácter de mascarada del goce (González Requena), de representación narcisista obturadora de la carencia, por un lado, y el denominado “flash obsceno de lo siniestro”, por el otro, entendido como simple retorno en bruto de lo reprimido.

     Los regímenes de la pornografía dura, el llamado “casting del horror”, los “banales realismos tremendistas” (reality-shows), todo “espectacularizado”, neutralizado por un insulso exceso de presencia, forman parte de lo que Jean Baudrillard denomina “lo obsceno”.

     Lo que diferencia este tipo de aproximación a lo Real de aquella que realiza el arte auténtico y el pensamiento crítico a través de sus recursos semióticos polivalentes, estriba en que bajo el reino espectacular de lo obsceno baudrillardiano, la Cosa (das Ding), el otro y lo Real están sometidos a una voluntad perversa de captura o goce desmesurada o bulímica y, finalmente —de un modo indirecto, enmascarado—, a una sobreexposición de lo “dado” bajo el control tecnológico del cálculo y la eficacia. “Psicobiopolítica digital”, para decirlo en su terminología más reciente y, hasta cierto punto, al modo del filósofo surcoreano Byung-Chul Han.

     Es verificable la existencia de una actuación histérica o esquizoide del deseo, la cual, más que un “acting out” —y me atrevo aquí a retocar a Baudrillard— es también un “passage a l’acte” patológico. 

     Dicha actuación o efectuación del deseo, se orienta simplemente al control de la “deriva” por parte del sujeto, al intento de someter lo Real indomeñable de la Cosa (das Ding), reduciéndolo a eso trivialmente obsceno, a lo que simula estar “más allá del principio del placer”. 

     De hecho, esta “obscenidad”, en su excesiva presencia “viscosa”, pertenece más a los regímenes semánticos de la náusea y del tedio homeostáticos que a la dimensión “perlaborada” de lo “abyecto sublimado, pero sin consagración”, tal como lo conciben Lyotard y Kristeva.

     La obra del gran irlandés James Joyce, principalmente el “Ulises” y el “Finnegans Wake”, participa de lo que lacanianamente se denomina “estética rota” (est/ética), que incluye, de modo simultáneo, el velo que recubre lo innombrable, y el oculto, terrible y oscuro reverso de la representación.

     Como nos muestran Umberto Eco y Jacques Lacan, entre otros, esa obra de James Joyce rompe con la función idealizante de la belleza; desgarra el velo que cubre a la Cosa real (das Ding). Esto da origen a lo que Jacques Lacan denomina lo “eausbcène” en Joyce: lo obsceno como belleza rota, como sublimación sin idealización, sin “consagración” (J. Kristeva). 

     Evidentemente, dicho concepto de lo obsceno es muy diferente al de Jean Baudrillard, pues no se opone al carácter oblicuo del erotismo ni comporta empobrecimiento significante. Por tales motivos no se aproxima de ningún modo a la bruta banalidad empírica de lo meramente pornográfico. 

     Lo “eausbcène” joyceano-lacaniano, como nueva forma joyceana de la belleza (est/ética) sería equivalente a eso que podemos denominar —siguiendo a Klossowski, a Deleuze y también a Gombrowicz— “pornología superior”: belleza que corresponde no al “Uno” del ideal sino a los “unos descarnados” de lo Real. Fina orfebrería semiótica, lugar del acontecimiento-(sin)sentido sabiamente construido mediante “significantes refinados”, trazos o rasgos “unarios” y litorales perfilados por la letra en el acto de escritura, como nos recuerda el mismo Lacan...

     Contrariamente, lo obsceno baudrillardiano, como “proximidad” excesiva, constituye, a pesar de todas las “mascaradas y disfraces que implica su desnudez”, un mero intento voluntarista y banal de programación y domesticación del Deseo, una suerte de borradura espectacular de lo Real amenazante, imprevisto, en el intento de controlarlo, presentándolo de forma pueril y garrafal.

     Parafraseando a Alenka Zupančič yo ahora diría: La obscena “presentificación” de lo real equivale a una huida de lo Real, a su efectiva evitación temerosa. Como nos recuerda Aramburu, coincidiendo aquí con Baudrillard y siguiendo la estela de Freud, de Lacan y Debord: la presentación desmesurada y “obscena” de lo real, está, de hecho, al servicio de la desmovilización política, al servicio del dormir.

     Y contra una cierta lectura unilateral de Baudrillard lo afirmamos: el obsceno exceso de proximidad a un “real” programado (el “obsceno”, el “exceso” y el “real” baudrillardianos), “real” controlado, “puesto en pantalla”, domesticado bajo su aparente carácter salvaje, sobreexpuesto en clave hiperrealista, efectivamente hipnotiza, adormece, histeriza. 

     Dicho “real programado” también es parte de la estrategia de la “transparencia” manipuladora, también es parte de la “sociedad del espectáculo” reformulada. 

     La obscenidad entendida al modo de Jean Baudrillard —es decir, como un cierto grado cero de la metáfora—, es una de las formas de control propias del psicobiopoder espectacular por simetría inversa: “realización pseudosoberana” o sobremostración regulada por atractores extraños, ocultos. 

     Mientras más “verdad” aparenta o simula mostrar lo obsceno baudrillardiano, más la disimula o esconde como aspiración de dicha verdad a lo real lacaniano. 

     Para el sistema, el deseo de transparencia total es otra máscara perversa, un nuevo tipo de disfraz que pretende ser percibido como el “rostro final y verdadero”. 

     Lo reiteramos: el espectáculo no solo nos aleja de lo real; también simula acercarnos a este por un exceso de realidad insulsa y tutelada. 

     La mostración obscena de “lo real” trivializado, en tanto que simulación de verdad, es una parte más del espectáculo.

     Debemos reiterarlo aquí hasta los confines mismos de la angustia: el concepto de lo real en Baudrillard es muy distinto a la categoría de lo Real en Lacan. 

     Aquello que Baudrillard denomina “real”, cuyo acercamiento excesivo, bruto, banal, prisionero de la mera mostración del “accidente” produce la náusea que corresponde a un cierto concepto de lo obsceno, sigue aprisionado dentro de la realidad espectacular, programada, previsible, insulsa... No es un real imprevisible, inesperado: no alcanza el estatuto de auténtico “Acontecimiento” en su brillo incorporal que se despliega en la superficie del plano trascendental de inmanencia (Gilles Deleuze). Es tan solo el fino granulado de lo trivial que empalaga en la realidad sobreexpuesta.

     Ese real “nauseabundo” y “obsceno” al que se refiere Baudrillard, está comandado por la fantasía y la simulación de que “todo se puede ver” y de que “todo puede ser dicho” y manipulado, instrumental y telemediáticamente... Más que a lo Real lacaniano ese “real” baudrillardiano correspondería a la “realidad como mascarada”. 

     Lo Real lacaniano, por el contrario, es lo imposible, lo que no-cesa-de-no-escribirse, y este solo se puede contornear como abismo, como vacío potencial, como lo que viene a “descompletar”, desde adentro, la presunta clausura de lo simbólico; lo que solo se puede “mediodecir” o insinuar a retazos en una cópula disyuntiva y paradójica en el juego crucial de la escritura transformativa... 

     Por otra parte, según Jacques-Alain Miller, otro aspecto de lo real sería también lo que “cesa-de-no escribirse”, lo contingente que adviene de modo imprevisto y permite que haya análisis del inconsciente simbólico.

     En este sentido, la “seducción” baudrillardiana es un recurso muy diferente a la chata “obscenidad” que resulta del avance brusco hacia un “real” que se nos muestra como aprehendido en su conjunto, como aparentemente desnudo y disponible para la subjetividad pero de hecho trivializado por el “pseudoexceso”, asordinado por una “captura” programada, burda y serializada del simple accidente. 

     Dicha “burda y pobre obscenidad” niega los protocolos de “acercamiento” constituidos por el uso de la metáfora y la “poética de las aproximaciones”, caracterizada está última por sus múltiples trayectorias oblicuas (Maurice Blanchot). 

     De la “seducción”, como dispositivo que persigue la consecución de una “adecuada distancia” con respecto a lo real, se podría decir lo mismo que Deleuze destaca en su categoría de “agenciamiento”: No comporta un gélido alejamiento entre los opuestos, pero tampoco una proximidad fusional que los confundiría (lo obsceno baudrillardiano)...

     Ni desmedida lejanía ni tampoco identificación. El agenciamiento deleuziano (o la seducción baudrillardiana) constituye más bien el descubrir, producir y operar en la dimensión generativa del “entre”, en el plano atópico, “éxtimo”, como dice Lacan, en el que se comunican lo interior y lo exterior, en el que un espacio potencial se constituye —para un “Se” (im)personal, pre-individual—, en “hacer con”, en “producir con”, en “escribir con”, en “devenir con”...

     Aquí estaría la diferencia básica entre las fotografías de un Andrés Serrano, por ejemplo, y la pintura de Francis Bacon... O entre la presencia epifánica de la “mierda” en los textos respectivos de Artaud y de Joyce, y la presencia excesivamente banal y nauseabunda de las “flores” y las “mariposas” en la mala poesía lírica del remilgo y el sonsonete...

Armando Almánzar Botello

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Febrero de 2011 (Texto retocado)

(Fragmento). © Armando Almánzar-Botello. “Lo obsceno y lo abyecto sublimado”

Texto publicado en el Blog Otros Textos Mutantes

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viernes, 25 de julio de 2025

CAOS y CAOS... CAOSMOS...

«El caos radical, ontológico-intrínseco, que se manifiesta en la termodinámica fuera del equilibrio creada por Ilya Prigogine, lo hace mediante las llamadas “estructuras disipativas” que implican “puntos de bifurcación” entre lo determinista y lo aleatorioArmando Almánzar-Botello 


     Por Armando Almánzar-Botello 

     Dice el gran matemático Edward N. Lorenz, padre de la meteorología moderna y uno de los más destacados teóricos del “caos determinista”:

     «Si el caos [determinista] consiste en cosas que no son de verdad aleatorias sino que solo lo parecen, ¿debe excluir fenómenos familiares y cotidianos que presentan una pequeña aleatoriedad y restringirse a las abstracciones matemáticas? ¿Acaso una restricción semejante no disminuiría gravemente su significación universal? Una manera aceptable de hacer innecesaria esta restricción sería ampliar la definición de caos para incluir fenómenos que son ligeramente aleatorios, siempre que su mayor aleatoriedad aparente no sea un subproducto de su leve y auténtica aleatoriedad. Es decir que los procesos del mundo real que aparentan comportarse aleatoriamente, quizá la hoja que cae o la bandera que ondea… deberían ser calificados de caos, siempre que puedan seguir pareciendo aleatorios aunque se eliminara de algún modo cualquier auténtica aleatoriedad.» EDWARD N. LORENZ.

     Pero a diferencia del caos simplemente determinista —predecible, calculable, regulado por atractores extraños, controlado precisamente por los llamados “atractores de Lorenz”—, existe el caos tal como lo entiende el físico ILYA PRIGOGINE, entre otros: un caos no determinista, estocástico, realmente aleatorio y radicalmente impredecible, por un lado, y una conjunción de orden y caos a la que denominó “estructura disipativa”, entendida como “punto de bifurcación” entre determinismo y aleatoriedad.

     ¿Surge el primero —cosmológica y microfísicamente— sobre el telón de fondo de este último? ¿Es el caos una realidad ontológica, imposible de erradicar o de eliminar de la naturaleza, como piensan algunos matemáticos, físicos y filósofos, o es el caos, por el contrario, un fenómeno meramente contextual-epistemológico, histórico e instrumental? 

     Para el inmenso matemático, físico y también epistemólogo, “recientemente” fallecido, Mario Bunge, el caos tratable por la ciencia es el caos determinista. Ello puede implicar, por lo menos, dos cosas: a) Que el caos al alcance de la racionalidad logoteórica y cognitivo-instrumental de la ciencia sea el único caos existente y  lógicamente consistente, y b) Que hay una dimensión de la realidad en torno a la cual la “última palabra” no depende de la ciencia. 

     El pensador Jacques Lacan diferencia en este sentido lo “Real imposible”, no asimilable por la formalización matemática o lógica, de la “Realidad” manejable por la ciencia y la fórmula.

     Nietzsche, como filósofo, vio con claridad el problema y entendió (luego vendría un cierto momento en el pensamiento de Heidegger que apunta en esa misma dirección) que la ciencia no tiene en todo la última palabra. A esta decisión llamó Nietzsche: “Tomar el toro por los cuernos”.

     La “realidad compleja”, tal como la concibe el pensador y epistemólogo Edgar Morin, es un entrelazamiento de lo “caótico real imprevisible” y lo “determinista real programado y previsible”. A esta complejidad algunos hombres de pensamiento la denominan: “caosmos”... 

     Abordando el tema cuántico, muy relacionado con el problema del caos, dice la pensadora norteamericana de ascendencia francesa Catherine Chevalley

     «Heisenberg dice que la mecánica cuántica “introduce la probabilidad como una nueva especie de realidad física objetiva.” El proceso individual, en mecánica cuántica, es pensado, en efecto, por medio del concepto de “amplitud de probabilidad”; el objeto, en el sentido estricto de la física clásica, desaparece; ya no es un algo localizado en el espacio y el tiempo cuya evolución —cuya trayectoria— sería posible seguir, así como sería posible predecir, en virtud de una ley formalizada de esta evolución, el comportamiento futuro. El concepto fundamental que permite describir un sistema es el de VECTOR DE ESTADO, NO SUSCEPTIBLE DE NINGUNA INTERPRETACIÓN INTUITIVA; las leyes se vuelven intrínsecamente estadísticas, y la posibilidad misma de “meter la mano” en un objeto individuado en el sentido tradicional, se desvanece... Heisenberg utiliza de la manera más natural los recursos de la lengua filosófica alemana: la “Realität” no es la “Wirklichkeit”; lo cual se traduce, en los textos escritos en inglés, por la distinción entre “reality” y “actuality”. En Kant, la Realität era una categoría de la CUALIDAD, diferente del “Dasein”, categoría de la MODALIDAD, y de las nociones de “Existenz” y de “Wirklichkeit” asociadas a esta última. Heisenberg concibe esta oposición como una diferencia entre la TOTALIDAD de la determinación posible de una “res” y el MODO DE EXISTENCIA o de realidad efectiva del fenómeno... Dice Heisenberg: “Lo real efectivo [lo actual] cumple el mismo papel decisivo en la teoría cuántica que en la física clásica”. Solo que este tipo de realidad no podría ser extrapolado a los objetos cuánticos mismos... Insiste Heisenberg: “Si intentamos penetrar, detrás de esta realidad efectiva, en el detalle de los acontecimientos atómicos, los contornos de ese mundo ‘objetivamente real’ se disuelven: no en la bruma de una nueva idea de realidad todavía insuficientemente clarificada, sino en la transparente claridad de una matemática cuyas leyes gobiernan lo posible y no lo real efectivo.” Así se dibuja una partición entre al menos dos géneros de realidad distintos, la de lo posible y la de lo efectiva o actualmente real.» Catherine Chevalley. “La física cuántica y los griegos”.

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Septiembre de 2012

Copyright © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.
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VIOLENCIA: SUBJETIVA Y OBJETIVA. George Soros y Bill Gates (Fragmentos)

     Por Slavoj Žižek  

     «Tómese por ejemplo la figura de George Soros, el magnate financiero y filántropo. Soros representa la explotación financiera y especulativa más despiadada, combinada con una opuesta preocupación humanitaria por las consecuencias sociales catastróficas de una economía de mercado desbocada. Incluso su rutina está marcada por un contrapunto autoeliminador: la mitad de su tiempo de trabajo está dedicada a la especulación financiera, y la otra mitad a actividades humanitarias, como proporcionar financiación para actividades culturales y democráticas en países poscomunistas, escribir ensayos y libros que, en definitiva, combaten los efectos de su propia especulación. 

     »Las dos caras de Bill Gates corresponden a las dos caras de Soros. El cruel hombre de negocios destruye o fagocita a sus competidores, persigue un monopolio virtual, emplea todos los trucos del mundo de los negocios para conseguir sus objetivos. Mientras tanto, el filántropo más grande de la historia de la humanidad pregunta: “¿Para qué sirve tener ordenadores si la gente no tiene suficiente para comer y muere de disentería?” En la ética liberal “comunitarista”, la despiadada persecución del beneficio se ve contrarrestada por la caridad. Tal es la máscara humanitaria que oculta el rostro de la explotación económica. Cediendo a un chantaje del superyó de proporciones gigantescas, los países desarrollados “ayudan” a los subdesarrollados con aportaciones humanitarias, créditos y demás, y de este modo evitan la cuestión clave, es decir, su complicidad y corresponsabilidad en la miserable situación de aquellos […] 

     »[…] Cuando dona al bien público una parte de su riqueza acumulada, el capitalista se niega a sí mismo como mera personificación del capital y de su circulación reproductiva: su vida adquiere sentido. El objetivo ya no es la reproducción ampliada. Además el capitalista alcanza así el cambio de EROS a THYMOS, de la lógica “erótica” perversa de la acumulación al RECONOCIMIENTO Y EL PRESTIGIO públicos. Lo que esto significa es nada menos que elevar a figuras como Soros o Gates al nivel de personificaciones de la autonegación inherente al proceso capitalista en sí: su obra de caridad (sus inmensas donaciones al bienestar público) no es solo una idiosincrasia personal. Sincera o hipócrita, es el punto de conclusión lógico de la circulación capitalista, necesario desde el punto de vista enteramente económico, puesto que permite al sistema capitalista POSPONER SU CRISIS. Restablece el equilibrio (redistribución de la riqueza entre los auténticos necesitados) sin caer en la trampa fatídica: la lógica destructiva del RESENTIMIENTO y la forzada redistribución ESTATAL de la riqueza solo pueden acabar en miseria generalizada. Se evita también, podría añadirse, el otro modo de restablecer cierto equilibrio y afirmar el thymos por medio del gasto soberano: esto es, la GUERRA. 

     »Esta paradoja señala nuestra triste situación: el capitalismo de hoy no puede reproducirse por sí mismo, necesita la CARIDAD extraeconómica para sostener el ciclo de reproducción social […]

     »[…] Los delicados “comunitaristas” liberarles —asustados, preocupados, contrarios a toda violencia— y la explosión de rabia fundamentalista son las dos caras de la misma moneda. Mientras que luchan contra la VIOLENCIA SUBJETIVA, los “comunitaristas” liberales son los auténticos agentes de la VIOLENCIA ESTRUCTURAL que crea las condiciones para las explosiones de violencia subjetiva. 

     »Los mismos filántropos que donan millones para la lucha contra el SIDA o la educación tolerante HAN ARRUINADO LA VIDA DE MILES DE PERSONAS POR MEDIO DE LA ESPECULACIÓN FINANCIERA, creando así las condiciones del surgimiento de la misma intolerancia contra la que se luchaba. […] Cuando nos bombardean con noticias esperanzadoras sobre cancelaciones de deudas o grandes campañas humanitarias para ERRADICAR UNA PELIGROSA EPIDEMIA, simplemente debemos girar un poco la postal para echar un vistazo fugaz a la obscena figura del liberal “comunitarista” que actúa por debajo. 

     »No deberíamos hacernos ilusiones: los “comunitaristas” liberales son en la actualidad el enemigo de cualquier lucha progresista. El resto de los enemigos —FUNDAMENTALISTAS RELIGIOSOS Y TERRORISTAS, ineficaces y corruptas burocracias de Estado— son personajes concretos cuyo auge y caída dependen de circunstancias locales contingentes […]

     »¿Qué debe hacerse con nuestro “comunitarista” liberal, que es sin dudas un buen hombre y está realmente preocupado por la POBREZA y la VIOLENCIA en el mundo y puede afrontar estas preocupaciones? En realidad, ¿qué hacer con un hombre que no puede ser sobornado por los intereses de las corporaciones, puesto que es copropietario de ellas, que sabe lo que dice acerca de luchar contra la pobreza porque se aprovecha de ella, que expresa con sinceridad su opinión puesto que es tan poderoso que puede permitírselo, que es valiente y sabio a la hora de llevar adelante de forma despiadada sus empresas y no considera sus ventajas personales, PUESTO QUE TODAS SUS NECESIDADES ESTÁN YA SATISFECHAS, y que además es un buen amigo, en especial de sus colegas de Davos? BERTOLT BRECHT proporcionó una respuesta en su poema “La pregunta sobre el bien”: 

     »“Da un paso al frente: oímos
que eres un buen hombre.
No pueden comprarte, pero el relámpago
que golpea la casa tampoco
puede ser comprado.
Mantienes tu palabra.
Pero, ¿qué dijiste?
Eres sincero, das tu opinión.
¿Qué opinión?
Eres valiente.
¿Contra quién?
Eres sabio.
¿Para quién?
No persigues tu beneficio personal.
¿Qué persigues entonces?
Eres un buen amigo.
¿Eres también un buen amigo de la gente buena?

     Escúchanos: sabemos
que eres nuestro enemigo. Por ello
te pondremos frente al muro. Pero en consideración
a tus méritos y buenas cualidades
te pondremos frente a un buen muro y te dispararemos
con una bala buena de un arma buena y te enterraremos
con una pala buena en la buena tierra.” BERTOLT BRECHT.

SLAVOJ ŽIŽEK: “Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales”, Paidós, Barcelona, 2009, páginas 33, 34, 35, 36, 51-53
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BLOG OTROS TEXTOS MUTANTES
Viernes, 22 de enero de 2016

MERCADO, INNOVACIÓN Y PENSAMIENTO DEL EXCESO. (Fragmentos)

     «Hay un corpus textual robado y reactivo, erigido genealógicamente en su carácter de “conocimiento canalla”, blindado por la astucia oportunista y la prótesis financiera. Ese corpus es un nuevo y simple axioma en el contexto de la más perversa y rentabilizante axiomática capitalista glocal.» Armando Almánzar-Botello

     «Hay sujetos “triunfantes”, histórica y secretamente resentidos, disfrazadamente megalómanos, narcisistas o ególatras, que utilizan una oportunista racionalidad capitalista-financiera, instrumental, funcional, pseudoética, mesológica y cosificante, como medio seguro y perverso expediente para compensar viejas minusvalías orgánico-biológicas y psicosociales. 

     »Para esas “almas bellas”, cualquier crítica a su delirio hegeliano de presunción es pura envidia o recelo ante su encumbrado estatus. ¡Pero no! Hay neomarxistas críticos impulsados por la sincera gratitud hacia lo abierto y por el deseo infinito de  justicia; orientados por la más genuina grandeza cognitiva, política y est/ético existencial, no movidos simplemente por la mezquina envidia o el mero resentimiento.» © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana

     «El consumismo propio del mercado capitalista neoliberal, en su carácter de supuesto ejercicio de la libertad que hace feliz al consumidor, es un fallido intento de neutralizar el freudiano malestar en la cultura, una defensa contra el acontecimiento imprevisible, una forma postburguesa de controlar el goce de los sujetos promoviendo en el cuerpo societal desmembrado una suerte de estándares perversos de voracidad insaciable y desmesura, de mentida (in)estabilidad deseante, oculta, regulada, programada por algoritmos y atractores extraños.» © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana

     Por Armando Almánzar-Botello 

     «En el Mercado Global Capitalista, reflejo del “Estado Espectacular Integrado”, hasta la producción de un peligroso accidente o evento biológico de naturaleza pandémica sirve de pretexto y telón de fondo para el lanzamiento de un nuevo producto, de un nuevo gadget engañabobos, o para exaltar la inteligencia y supuesta capacidad de “pronóstico” de ciertos plutócratas, cuando en verdad más bien habría que hablar con sospecha de una “monstruosa capacidad para programar las catástrofes” utilizando contra las poblaciones el capital económico y tecnocientífico.» Armando Almánzar-Botello
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     En el fetichismo de su culto a “lo nuevo” banalizado, el Mercado pone cada más de manifiesto la repetición serializada de la falsa novedad, la programación inexorable de los bienes de consumo, la operacionalización rentabilizante de los procesos, la oferta universal y segmentada de los objetos desechables como obturadores fantasmáticos del deseo en la “eternidad” irrisoria del consumo narcisista.

     En el Mercado Global Capitalista, reflejo del “Estado Espectacular Integrado”, hasta la producción de un peligroso accidente o evento biológico de naturaleza pandémica sirve de pretexto y telón de fondo para el lanzamiento de un nuevo producto, de un nuevo gadget engañabobos, o para exaltar la inteligencia y supuesta capacidad de “pronóstico” de ciertos plutócratas, cuando en verdad más bien habría que hablar con sospecha de una “monstruosa capacidad para programar las catástrofes” utilizando contra las poblaciones el capital económico y tecnocientífico. 

     No es lo mismo el “accidente programado” que la dimensión realmente imprevisible del Acontecimiento [...]

     En términos nietzscheanos, el tipo humano que constituye el empresario inversionista en el contexto del capitalismo, haga o no “inversiones-invenciones” cruciales de aparente alto riesgo, representa siempre, ética y estéticamente, el prototipo del “mal jugador”.

     Esto es así, por cuanto el “inversor”, de un modo u otro, somete el azar “a las pinzas” de la causalidad lineal, a las mallas protectoras del interés mezquino, a la “finalidad utilitaria abstracta” y a la intención rentabilizante olvidadiza del dolor del otro, renegadora de la plena realización de su ser.

     El “inversor” persigue una combinación específica y ganadora, en lugar de afirmar “todo el devenir contingente” en un solo envite o lanzamiento de dados (Gilles Deleuze).

     Prueba de lo anteriormente afirmado la constituye el hecho de que “el inversor” busca compensar sus intervenciones de relativo alto riesgo en mercados emergentes, con el uso de tecnología panóptica y vigilancia líquida post-panóptica: banóptica o sinóptica (Zygmunt Bauman, David Lyon) y con inversiones sólidas que participen de elevados niveles de previsibilidad, factores que terminan constituyendo la «enmarañada estrategia político-perversa, “financiero-democrática”, de lo banalmente mercantil».

     De este modo, el inversor pretende morigerar los efectos potencialmente catastróficos de la indeterminación y del azar reales, y someter la contingencia al resultado evidentemente apetecido por todo hombre de negocios diagnosticado como “cuerdo”: obtener la combinación ganadora y esperada y maximizar con ello sus beneficios.

     El auténtico artista y el pensador crítico, por el contrario, hacen sus apuestas de otro modo: juegan sin garantías. No persiguen simplemente la compensación de minusvalías psico-sociales ni la obtención o preservación de un cierto estatus a través del impacto comercial de su obra o del “éxito” “doxométrica” y teleológicamente considerado. No persiguen el “interés en el interés” como simple autoconservación mezquina, sino el “interés desinteresado”, entendido como fundamento de la ética y del arte en sentido general (Alain Badiou).

     El artista genuino y el pensador crítico encarnan la deriva crítica del post-exceso no consumista como resistencia a la “nueva (in)estabilidad” de lo programado por el sistema neo-capitalista de control. Esta criticidad debe ser entendida como plena y lúcida asunción del riesgo que comporta el verdadero proceso paralógico (Lyotard) de creatividad y liberación.

     El arte auténticamente soberano no es nada útil en el sentido en que lo son las “invenciones asordinadas” de las tecnologías sometidas al principio de maximización de beneficios: tecnologías informáticas de producción de software, tecnologías transgénicas y farmacéuticas, nuevos diseños de automóviles, políticas triviales de auto-promoción sin rubor, etcétera (...)

     Por otra parte, la es/ética del psicoanálisis no es una ética superyoica del goce (¡goza!, como falso imperativo categórico del Carpe Diem: banalidad del mal en el Discurso capitalista del Amo y su Mercado), sino una est/ética que apunta al goce a través de “la escala invertida de la ley del deseo” (Jacques Lacan).

     El psicoanálisis nos concede también la libertad de no gozar, nos permite sustraernos al goce padecido que se reduce a una mera imposición o mandato superyoico; la experiencia analítica nos habilita para gozar de otro modo distinto al que implica dicho goce “mercadológico” del síntoma convencional: el ¡goza! en su calidad de compulsión y mascarada, el goce del consumismo (...)

     En este contexto de vigilancia líquida post-panóptica, entendemos “el secreto”, siguiendo a Jacques Derrida, como aquello que difiere de lo simplemente privado, pues no alude a un contenido intencional que no realiza su expresión o manifestación explícita, sino a un acto “a plena luz negra” que sustrae su regla de operación al cálculo, a la programación banalizante, al algoritmo y a los atractores extraños que comandan y recentran la aparente “multiplicidad en el descentramiento” y el supuesto “caos intermitente” (Bill Gates) que caracterizan al señuelo de libertad que ofrece una falsa tardo-modernidad crematística.

     En este sentido, el “secreto” derridiano escapa a la oposición privado / público. Se resiste a la reducción de la ética a la Razón de Estado, al ámbito de los intereses corporativo-financieros o al registro de lo doméstico-familiarista: se abre, más bien, a una dimensión singular del acontecimiento que implica una opacidad en el mundo espectacular de la vigilancia panóptica (Foucault) y/o banóptica (Bauman), tanto concentrada como difusa (G. Debord).

Copyright © Armando Almánzar Botello. Fragmento de “Mercado, Innovación y Pensamiento del Exceso”. (Versión retocada y ampliada; noviembre del 2000-noviembre del 2014). 

Otros enlaces relacionados:

Blog Cazador de Agua

Blog Otros Textos Mutantes:
Ver esta misma entrada en el mencionado blog.

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.

SOBRE EL POETA, PENSADOR Y ENSAYISTA DOMINICANO ARMANDO ALMÁNZAR BOTELLO, ESCRIBE EL CRÍTICO PERUANO DOCTOR PEDRO GRANADOS AGÜERO:

     «Armando Almánzar-Botello (República Dominicana, 1956), “Armandito”, como José Lezama Lima o Édouard Glissant, poeta típico de las islas o media islas; es decir, libres para pensar e imaginar. Resulta imposible que se reproduzca uno de los mismos en el continente; demasiado “enterrados” sus poetas, demasiado persuadidos de su genealogía o de su historia. Ni Borges se salva, ya que es más voluntad o deseo que efectiva desterritorialización. Poetas insulares donde la desprestigiada amnesia no significa olvido; sino, y por el contrario, ampliación de la conciencia [Nicomedes Suárez-Araúz dixit, poeta de la isla-selva boliviana]. En los ratos en que pensaba y no andaba hechizado por el bolero, Alexis Gómez Rosa, nos confió que “Armandito” reflejaba lo que hace el poder con el indiscutible talento: lo destruye. O, al menos, pretende destruirlo. Los textos que siguen, y otros de Almánzar-Botello que se encuentran asimismo en nuestro blog, constituyen prueba fehaciente de lo que no logró el poder.» P.G.

«ENSAYO BREVE CON CUATRO ADENDAS» DEL ESCRITOR DOMINICANO ARMANDO ALMÁNZAR BOTELLO PUBLICADO EN EL BLOG DE PEDRO GRANADOS: http://blog.pucp.edu.pe/blog/granadospj/2023/05/15/hay-sueno-en-la-vigilia-y-vigilia-en-el-sueno-armando-almanzar-botello/

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EL PLAN (Relato)

     «El real acto de escritura encarna, en su amenazante ambigüedad problemática, una objetivación y un espaciamiento percibidos por el “yo” como castrantes, porque rompen con la presunta inmediatez de la conciencia, con la intimidad clausurada de la voz como órgano imaginario de apropiación...» Armando Almánzar-Botello: Fragmento de «Escribir/Publicar», 1991

     Por Armando Almánzar-Botello 

     Para L N. G.

     ¡Oh rabia impotente! Parecía que la presencia fatal de un virus electrónico había infectado de forma selectiva los mensajes que los dos se venían comunicando a través del ordenador en el transcurso de aquellos agitados meses de pasión enmascarada. 

     Por ese grave acontecimiento, el sujeto de la escritura no había podido acceder a ciertos archivos que le permitirían definir con más precisión el plan del relato seminal que serviría de base para el otro vuelo.

     ¿O sería más bien para el descenso al subsuelo ilimitado y monstruoso de su propio ser, de su atroz memoria?... Palabras demasiado convencionales para expresar la terrible perspectiva que se abría ante sus ojos.

     Temblaba frente a las puertas entreabiertas del posible cumplimiento, del Plan que vislumbraba, ominoso y ciego como la ruta de un Metro fantasma deslizándose en la noche por interminables galerías subterráneas, clamando por la encarnación de sus espectros en la espesura sombría de su trayectoria inconsciente, ineluctable... 

     Pensó entonces en la frase de Mishima: Se abre hacia la muerte, tal como un kimono de seda se desliza por la pulida superficie de una mesa hasta caer silencioso en la penumbra del piso...

     Sintió un escalofrío que recorrió su espina dorsal, y contempló —mientras escribía en el silencio de la noche alta—, la pantalla fosforescente del computador...

     Al cabo de unos instantes, apartó la mirada de aquella luz que lo hería, y miró las ventanas oscuras de su cuarto. 

     Pensó en los parques públicos bajo el sol de las mañanas, en viejos paraguas olvidados en rincones también sin memoria, en calles al atardecer atravesadas por las corrientes vertiginosas de autos carnívoros, en secretas escaleras que ascendían como promesas de magnolias en la noche, en remotos lugares cerrados donde un hombre y una mujer se desnudan en la penumbra, incansable y mágicamente, para entregarse, resplandecientes de pasión y de extrañas metamorfosis, a ritos innombrables y voluptuosos...

     Llegaron a su mente aquellos solares llenos de plantas extrañas, ratas gigantescas, restos de ordenadores y máquinas de finalidad incierta; espacios pululantes de cucarachas y bichos que creíamos hacía mucho tiempo extinguidos, basureros que aparecen de súbito entre algunos edificios de las grandes ciudades ofreciendo el testimonio de una secreta y vaga verdad de la existencia: la banalidad con la que casi siempre se disfraza el enigma inanticipable del acontecimiento... 

     Porque —pensaba—, no hay nada más misterioso que la basura, que los restos, que los vestigios, que los escombros... Huellas primordiales de la sangre en las palabras terribles que perduran...

     En el sujeto de la escritura se ahondaba el hueco, la inclemente verdad de la carencia, el vacío donde agazapada, retorciéndose, ondulante, la peligrosa cobra de la escritura preparaba su fármacon letal.

     Al no encontrar en el ordenador los referentes escritos que dieran testimonio de los hechos en apariencia acontecidos entre ellos en los últimos cuatro meses, le parecía que todo había sido un insólito y turbulento sueño del que apenas ahora acababa de despertar, y que esta ensoñación comenzaba, con extraño goce de planta carnívora y angustiosa fiebre delirante, a florecer de nuevo transfigurada en su conciencia, al rememorarla...

     Toda la realidad al alcance de sus ojos en la polvorienta buhardilla: arriba, la noche del cielo raso; abajo, la mesa sobre la que escribía —iluminada tenuemente por una pequeña lámpara eléctrica—; el bolígrafo que sostenía latiendo entre sus dedos entumecidos (escribía ahora a mano, convencida de que la pantalla del ordenador quema los sueños); la página sobre la que trazaba frases inconexas y zigzagueantes; el viejo escritorio sobre el que se reclinaba como sobre un abismo; los libros y objetos dormitando, casi vivos, en los anaqueles de madera; los pasos enigmáticos de otro huésped del insomnio en la habitación vecina; la sombra voluptuosa de un torso desangrado en la memoria... 

     Todo lo que alcanzaba a escuchar y sentir en la alta noche, todo, se consumía como ella en el incendio de la incertidumbre...

     De forma curiosamente parecida a la de Chuang Tzu —pensó el sujeto de la escritura.

     De forma parecida a la mía leyendo estas frases —prosiguió alguien hablando con neutralidad en voz alta—, pues cuando despierto del sueño en el que creí vislumbrar a Chuang Tzu, no puedo saber si he soñado a Chuang Tzu o es él quien continúa con terquedad ontológica soñándome (incesante como el grito de mi ser), ahora, aquí, creyéndome despierta en lo que escribo.

     Entonces, blandiendo el filoso cuchillo sobre el seno desnudo de la mujer de rasgos orientales —que fosforescía a su lado en el lecho como una dormida y delicada flor de ciruelo—, el innombrable comenzó, con firmeza y precisión, a escribir la verdadera historia...

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Abril de 2009

Blog Otros Textos Mutantes 

Miércoles, 28 de enero de 2015

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana

Otros blogs donde figura este mismo texto:

Blog Cazador de Agua.

Blog de Pedro Granados: http://blog.pucp.edu.pe/blog/granadospj/2009/04/22/el-plan-armando-almanzar-botello/

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¿HAY SUEÑO EN LA VIGILIA Y VIGILIA EN EL SUEÑO?

     «¿Estamos ahora dormidos o despiertos? ¿Me sigues, lector-soñante?» Armando Almánzar-Botello

     «Vivimos la incertidumbre acústica, mixta, brifonte, al borde mismo del delirio; nos trabaja el efluvio innombrable, la densidad física y la espectralidad virtual del soporte con sus respectivos rayos de luz, ya sean los reflejados en la página o los emitidos por la pantalla...» Armando Almánzar-Botello 

     «La oposición del sueño a la vigilia, ¿no es también una representación de la metafísica? Y ¿qué debe ser el sueño, qué debe ser la escritura si, como ahora sabemos, se puede soñar escribiendo? ¿Y si la escena del sueño siempre es una escena de escritura?». Jacques Derrida

     «La diferencia entre la fenomenología de Husserl y la de Peirce es fundamental, pues concierne a los conceptos de signo y de manifestación de la presencia, a las relaciones entre la representación y la presentación originaria de la cosa misma (la verdad). En relación con este punto Peirce está sin duda más próximo del inventor de la palabra fenomenología: Lambert se proponía en efecto “reducir la teoría de las cosas a la teoría de los signos”. Según la “faneroscopia” o “fenomenología” de Peirce, la manifestación en sí misma no revela una presencia, sino que constituye un signo.» Jacques Derrida

     Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO

     A Fredesvinda Báez Santana, indescifrado latido de la perla

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     En el sueño —en ese «fenómeno psíquico que se produce durante el dormir y que está constituido principalmente por imágenes y representaciones cuya aparición, origen y disposición no se encuentran bajo el control consciente del soñante» (según nos dicen los investigadores Élisabeth Roudinesco y Michel Plon siguiendo a Sigmund Freud); en ese estado “profundo” y archioriginario de la huella, de la escritura o del grama, como entiende Jacques Derrida—, la denominada conciencia prerreflexiva puede distanciarse parcialmente de las imágenes siguiendo un modo que Jean-Paul Sartre, en su conocida obra «El Ser y la Nada», llama “no tético”, “no posicional”, fenomenológicamente hablando.

     Podemos decir, inmersos en el proceso onírico: «Esto es un sueño, ojalá no llegue (o llegue, depende de los deseos del sujeto-soñante-“lector” y del carácter del sueño) el momento del despertar». 

     Pero el sujeto soñante no podría nunca decirse: «Cuando yo despierte, ¿de nuevo me encontraré en mi cama?; ¿seguiré siendo la misma persona que supongo ahora que soy?; ¿estaré acostado, reclinado leyendo, o me descubriré despierto y activo en otro guión o accionar mundano muy diferente al que me ocupa en este sueño?».

     Si el sujeto-lector-soñante se plantea así el problema —modo este último que viene a corresponder al de una conciencia reflexiva, tética, posicional—, es porque ya está despierto.

     Para Sartre no hay «conciencia de nada». Siempre toda conciencia es conciencia de algo, de objeto, conciencia tética o posicional de objeto. Pero con respecto a sí misma, la conciencia puede ser no tética, no posicional: conciencia prerreflexiva de sí; la conciencia que opera en el sueño, por ejemplo. La conciencia tética o posicional de sí, es la conciencia reflexiva. Si la conciencia no tética o no posicional de sí es “conciencia de conciencia”, la conciencia tética o posicional de sí, la conciencia reflexiva, es “conciencia de conciencia de conciencia”.

     ¿Estamos ahora dormidos o despiertos?... ¿Me sigues, lector-soñante?

     La seguridad de la vigilia nunca es un estado definitivamente alcanzado por nosotros. No podemos demostrar matemáticamente que estamos despiertos, no existe certeza apodíctica de la vigilia; a pesar de la presunta intuición autoconvalidante de Descartes, que dependía, en realidad, de la existencia presupuesta de un Dios-Autor que no mintiera.

     De hecho, solo podemos continuar sin garantías trascendentes —en un proceso abierto de ensayo y error—, con la validación/falsación fenomenológicas de la presunción de vigilia, sosteniendo sobre la marcha la hipótesis de que estamos despiertos... Hasta prueba en contrario... 

     ¿Me sigues, amable lector?...

     Nunca, cuando me considero dormido, mi yo se ha planteado así esta contrariedad lógica, por más que me “distancie” de las imágenes que se me ofrecen en algunos sueños.

     Siempre, al formular este impasse, me descubro, “casualmente”, haciendo vínculo y lazo social con otro(s) sujeto(s) cuyo espesor u opacidad existencial —en ocasiones virtual o espectral—, me hace resistencia, en mayor o menor grado.

     En ningún sueño, por más que nos “distanciemos” prerreflexivamente de la sucesión aparente de las imágenes oníricas —secuencia escópica desplegada en el llamado modo no posicional, no tético de la conciencia de sí—, podríamos efectuar ese tipo de cadena razonante.

     Inasible lector, observa el hecho de que siempre, en aquello que nos acontece y que marcamos en el recuerdo con los índices de “vivencia en la realidad despierta”, es que nos hemos planteado este tipo de problemas sobre el dormir y la vigilia, con todos sus meandros y matices conceptuales...

     A no ser que ahora soñemos sin ninguna coherencia, y creamos, sin embargo, razonar con ideas claras y distintas… No obstante, yo juego a que ahora estamos plenamente despiertos… y lo escribo…

     ¿Radica, tal vez, en este “insignificante” detalle, la diferencia profunda entre sueño y vigilia… entre poesía y prosa?...

     Se ha dicho: soñar es una experiencia más radical que la locura misma. El cogito queda más profundamente alterado en el soñar que en la alucinación. Por eso, yo supongo que ahora estoy despierto y no soñando… pero escribo...

     Las imágenes y sonidos del sueño son el “dar-a-ver” originario de un “Ello”, de un “Eso” impersonal que simplemente “muestra”, para una pura mirada o “escucha mental flotante” que resulta ser la del sujeto que sueña. Alguien, cuyo nombre es Jacques Lacan, dijo algo parecido a esto en un remoto día de lluvia que se pierde en la memoria...

     Cuando Chuang Tzu soñó que era mariposa, no fue en su condición de mariposa que se planteó el problema de si estaba despierto o dormido, sino en su carácter de Chuang Tzu. Se suponía sujeto humano despierto prisionero de la duda, pero no recordaba en absoluto que cuando batía sus alas como mariposa hubiese reflexionado sobre este dilema.

     Por dicho motivo, podemos conjeturar que quien soñó fue el filósofo y no la mariposa. Satisface nuestra vanidad comprobar que él también lo razonó de este modo…

     En el sueño de Chuang Tzu, su mirada misma era la mariposa... El soñante mira, pero no ve, como dijo Jacques Lacan en “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”. El ver es un “mirarse mirando”, y esto solo lo puede hacer la conciencia reflexiva de la vigilia, en la cual, aquella función atópica de la mirada —luz, mancha, hendidura, objeto pulsátil en la sombra y estructural desposeimiento—, queda parcialmente elidida.

     Por lo demás, en el sueño se oye y no se escucha. Se oye, no el sonido, sino el “ser-oído” del sonido. 

     La “sonorización” del sueño, labrada por el juego de la huella, es del orden de la “imagen acústica”. El “sonido soñado” y el registro de la “alucinación sonora” corresponden al orden de la “sonorización” del pensamiento prerreflexivo. No son equivalentes a la foné como sonido físico oído en el mundo.

     Ergo: es muy probable que ahora, tú y yo, querido lector, nos encontremos resplandecientemente despiertos en el mundo físico multisensorial, a pesar del estado hipnoide que podría generar en nosotros la lectura continua y excesiva de imágenes, de mensajes escritos, la recepción de ciertos sonidos reales o imaginados... 

     Vivimos la incertidumbre acústica, mixta, brifonte, al borde mismo del delirio; nos trabaja el efluvio innombrable, la densidad física y la espectralidad virtual del soporte con sus respectivos rayos de luz, ya sean los reflejados en la página o los emitidos por la pantalla... 

     Esos flujos de estímulos podrían estar propiciando, sin saberlo nosotros, la inmersión de nuestra conciencia en el peligroso abismo de una desconocida historia o de una monstruosa inmovilidad... 

     Todo parecía cotidiano y normal, pero cierta familiar extrañeza irrumpe ahora en mí cargándome de honda inquietud por algo indecidible y muy lejano que retorna... 

     Viene a mi mente la mágica rapsoda, cuando dijo aquella noche, con extraño aliento rumoroso de jardines, que para las personas genuinamente “prácticas” —en el sentido hermético de dicho término—, “el sueño intensivo es una vigilia más alta”... 

     No obstante, ahora evoco el hecho de que la bella y mistérica mujer pronunció esta frase cuando ambos nos considerábamos sutil y completamente despiertos. Ella misma me confirmó en el acto la verdad de nuestra gozosa y fosforescente vigilia...

     Quién sabe, amigo lector, si ahora te encuentras prisionero de Otro que se oculta en ti mismo sin tú saberlo.

     Quizá, oscuramente, eres un signo más entre los signos que copulan, una voz en el juego enigmático de las voces y de los ecos, una huella en la travesía de un texto por siempre indescifrado...

     Tal vez, por medio de un increíble artilugio prodigioso —más extraño que el caparazón de las tortugas, que la hoja de papel arrebatada en su aparente neutralidad absorta, que la pantalla del computador vibrante y la realidad virtual inmersiva, que los lectores electrónicos de e-books y los audiolibros generosos, que la telepatía ultrananorrobótica y el perseverante libro físico tradicional—, sueñas con la lectura de otro mensaje cifrado que alguien, desconocido para ti, ahora te re-envía, secreta y pacientemente...

     No debemos llamar torpe, barroca o presumida —con la falsa modestia del Maestro demiurgo— a esa oblicua y genésica escritura inaudita...

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Noviembre de 2010

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.

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ERROR DE SARTRE CON RESPECTO AL INCONSCIENTE FREUDIANO (Notita)

     Por Armando Almanzar-Botello

     El error de Jean-Paul Sartre, desde los puntos de vista psicoanalítico y fenomenológico, fue haber confundido en su análisis del cogito —en la misma línea de Wilhelm Stekel—, la “conciencia prerreflexiva” con el “inconsciente freudiano”. 

     La conceptualización de lo “prerreflexivo” en Sartre correspondería más bien a lo que Freud, en su metapsicología, teoriza y establece (primera tópica) como sistema preconsciente-consciente, distinto del Inconsciente (Unbewusst). 

     La especificidad del “Inconsciente freudiano”, en su radical heterogeneidad con respecto a la conciencia no-tética de sí o conciencia prerreflexiva, es completamente desconocida por Sartre. Prueba de ello es que el gran filósofo francés confunde, en su lectura del pensamiento de Freud, la categoría de “Unterdrückung” (francés: répression; español: supresión, enmascaramiento), con la “Verdrängung” (francés: refoulement; español: represión)... 

     Esa “maniobra errática” en el plano hermenéutico y conceptual le permite a Sartre considerar el inconsciente freudiano como una estrategia de “mala fe” propia de la consciencia inauténtica, esa que pretende o intenta, convirtiéndose en una especie de opacidad “para sí”, de puro “en-sí” (el inconsciente) evitar la libertad y la responsabilidad que conlleva la asunción del pleno “ser para-sí”, y su posible transformación ulterior en “ser-para los demás”...

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana

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 ALGUNOS TEMAS ABORDADOS POR MÍ EN LA REMOTA ADOLESCENCIA (Notita)

     Por Armando Almanzar-Botello

     El llamado cogito prerreflexivo, tal como lo concibe Jean-Paul Sartre, implica, simultáneamente, conciencia tética (o posicional) de objeto y conciencia no tética o no posicional de sí.

     Ahora me parecen necesarias unas preguntas: 

     Si la conciencia prerreflexiva es conciencia “inmediata” de conciencia, ¿qué distingue a este nivel de “claridad” de la conciencia reflexiva como conciencia de conciencia de conciencia? 

     La conciencia prerreflexiva de “derecho”, tal como Gilles Deleuze, Michel Foucault, Jacques Derrida, Maurice Blanchot, Jacques Lacan, Alain Badiou y Giorgio Agamben la conciben, completamente identificada con lo que ellos vendrían a denominar “plano trascendental de inmanencia”, ¿es la misma conciencia fenomenológica, husserliano-sartreana, como fuente de “luminosidad” intencional y conciencia de “hecho”? 

     ¿Qué relación se podría establecer, si ello fuere posible o legítimo, entre la categoría heideggeriana de “lichtung” y los conceptos de “línea de luz” bergsoniana, pre-geométrica, o “imagen-movimiento” deleuziana, concebida esta en su pura indeterminación a-subjetiva, pre-individual, prerreflexivo-impersonal?

Firma: El Autodidacto, personaje de la vieja novela “La Náusea” de Jean-Paul Sartre.

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.

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SUEÑO GRATIFICANTE (PRINCIPIO DEL PLACER) Y PESADILLA (MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DEL PLACER)

     Por Armando Almánzar-Botello

     «Lo kitsch como cita y parodia no es lo kitsch padecido en primer grado, como acontece con casi todo lo que se escribe desde la solemnidad sin ironía.» Armando Almánzar-Botello

     «El onirokitsch “benjaminiano” te viene a despertar del confort de lo banal en la vigilia; como recurso “citativo” es cruda iluminación de lo histórico.» Armando Almánzar-Botello

     «Cuando soñamos que soñamos está próximo el despertar.» Novalis

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     Es algo banal el intento de querer despertar cuando el sueño es traumático, y de anhelar proseguir soñando cuando el sueño es gratificante. 

     Ese dormir gratificante, según Walter Benjamin, es el estado hipnoide y de trivial “ensoñación kitch” (no me refiero aquí al “onirokitch” de Benjamin) pruducido por la seductora mercancía en el contexto de la ideología capitalista concebida como avieso intento de negar la historicidad de las formas-sentido.

     Obedece dicho familiar pero inquietante recurso a los mecanismos de defensa del Ego soñante; de un Yo hipostasiado que se resiste, aun dormido, a ser confrontado, no con la Realidad de la vigilia —instancia que constituye otro modo político de seguir dormido, hipnotizado, amodorrado, histerizado por la mercancía y por el shopping mall, es decir, prisionero del simple principio del placer como principio de constancia energética—, sino con lo Real de la castración, con el vacío, la hiancia, el hueco, el conflicto, la negatividad, el terror, la nada (no “néant” sino “rien”) que se encuentra por detrás de toda imagen onírica. 

     El “onirokitch surrealista” de Walter Benjamin debe ser entendido “como espejo inverso de la banalidad estética y hedonista cotidiana”, de la trivialidad promovida enmascaradamente —para consumo engañoso de las masas irredentas y bajo la mentida categoría de “lo artístico”—, por la proliferante axiomática del sistema capitalista mercantil y financiero… 

     Si como nos recuerda Theodor W. Adorno el pensamiento crítico de Walter Benjamin asocia el kitch onírico (el onirokitch) al surrealismo y su estética vanguardista, Franz Wedekind entiende lo kitch como «la forma actual del gótico, el rococó y el barroco», entendiendo, como escribe Adorno: «Que es precisamente de los materiales rechazados de donde algún día surgirán los significados auténticos.» T. W. Adorno: “Sobre el legado póstumo de Franz Wedekind”, en Notas sobre literatura, (Frankfurt am Main, 1974; Akal, 2003, 2009)

     Apuntando en esa dirección el onirokitch surrealista puede conducir a una “iluminación”, a un despertar del sueño engañoso que provoca el “kitch real de la experiencia cotidiana” (Ricardo Ibarlucía). 

     En su intento de recuperar el sentido histórico de las formas ahondando en el desecho, en el vestigio, en lo vulnerado, en lo despreciado, abandonado, rechazado y caduco, el onirokitch de Benjamin y Wedekind vendría a ser para mí una suerte de “sistema de signos declarados”, tal como dice Roland Barthes en otro contexto, frente al “sistema de signos inconfesados” propio del opaco y aproblemático “kitch cotidiano” como simple dormir ideológico, banal, vulgar, empobrecido, deshistorizado e inconsciente.

     Por otra parte, aquí la verdad no es, psicoanalítica y filosóficamente hablando, un contenido constituido, estable, sino más bien esa relación de necesario y estructural “descompletamiento” que el sujeto establece con la dimensión tética del sentido para poder vislumbrar, en los litorales del sueño, lo real, la carencia de Ser, el exceso…

     El poder de la pesadilla como sueño traumático es superior, en tanto que fuerza reveladora de un Real imposible al que aspira la “verdad constituyente”, al “principio del placer” satisfecho que comporta el simple sueño gratificante y homeostático.

     Curiosamente, en la vigilia kitch como plácido sueño programado se forcluye y viene a ocultarse un “real indomeñable” revelado en la pesadilla, históricamente, como el agitado sueño barroco y surrealista que nos conduce al despertar.

     Por ello, la realidad sociosimbólica convencional, espectacular, es decir, lo simplemente verosímil de la vigilia, es una mera variante pragmática del dormir…

     Juan David Nasio considera al sueño, freudianamente concebido, como una “formación del inconsciente”, junto con el chiste, el acto fallido, el síntoma, el acting out y el lapsus.

     Por lo contrario, Nasio entiende a la “pesadilla” —conjuntamente con el “pasaje al acto” (que no es, como creen muchos, un acting out), la “lesión de órgano” y la “alucinación”—, como lo que denomina “formación del objeto a”. 

     El “objeto a” en su vertiente de “vacío” es causa del deseo; en su carácter de instancia obturadora es un condensador de goce.

     El objeto “a” es un vestigio real del goce mítico absoluto.

     Lo Real del goce se encuentra en lo que Freud llamó el “Más allá del principio del placer”… y colinda con la angustia, con la pulsión, con la pulsión de muerte…

     Por todo esto, Jacques Lacan, leyendo la Antígona de Sófocles y revisando cierta interpretación de Hegel, elabora una ética psicoanalítica en la que el deseo apunta al goce, sí, pero sin implicar esto un ¡goza! de partida, sino un “¡desea!… y si quieres luego goza”... de  forma “temperada”, borromea, “incurable”, haciendo vínculo social (sinthome), después de asumir la pérdida, la falta, la castración, cierto sutil, radical, ineludible o forzoso desapego “en la escala invertida de la ley del Deseo”…

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2 de noviembre de 2013

Armando Almánzar-Botello

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.

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23 de agosto de 2017

EL INCONSCIENTE Y EL SUBCONSCIENTE NO SON LO MISMO EN EL DISCURSO DEL PSICOANÁLISIS FREUDIANO (Theoretical reembody)

     Por Armando Almánzar-Botello

     El título en alemán del libro de Sigmund Freud “El chiste y su relación con lo inconsciente” es: “Der witz und seine beziehung zum UNBEWUSSTEN”, no es “Der witz und seine beziehung zum UNTERBEWUSSTEN”. 

     Algunos hablan de “subconsciente” cuando mencionan el gran descubrimiento de Sigmund Freud. Por ejemplo, utilizan incorrectamente dicho término en obras de Freud como “El chiste y su relación con lo inconsciente”...

     La diferencia más profunda se da entre Unbewusst (Inconsciente) y Unterbewusst (Subconsciente). 

     La preposición “un” en alemán (Un-bewusst: in-consciente), remite al registro de una cierta radical negatividad muy diferente al lugar “arqueológico” (la metáfora epistemológica freudiana es de naturaleza arqueológica) representado por la categoría de Unter-bewusst (sub-consciente), marcada por la preposición “unter”. La determinación de la primera se refiere a un orden radicalmente distinto al de lo consciente (Bewusst), es decir, el “inconsciente freudiano” (Unbewusst). 

     Jacques Lacan, el más grande pensador-psicoanalista después de Freud, problematiza luego, no sin gran humor, la categoría arqueológico-freudiana de “inconsciente”, sustituyéndola por otro tipo de formalización de naturaleza topológica, pero esa es ya otra historia...

     Lo “subconsciente” (Unterbewusst) es prefreudiano. Aunque Freud utiliza ese término en algunos contextos de su extensa obra, su verdadero descubrimiento fue el “Unbewusst” (inconsciente), no el “Unterbewusst” (subconsciente). 

     El uso común del término “Unterbewusst”, de un modo indiferenciado con  respecto a “Unbewusst”, me permite distinguir a quienes están realmente familiarizados con el pensamiento de Freud de aquellos que no lo están.

     Para Freud, el chiste más auténtico surgiría del “inconsciente”, no del cálculo reticente-perverso del “subconsciente”, concepto este último que remite a lo que Freud, en su “Primera Tópica” y diferenciándolo del sistema inconsciente, denomina sistema preconsciente/consciente, lugar de la “mala fe” teorizada luego por Jean-Paul Sartre...

     El error de Jean-Paul Sartre, desde los puntos de vista psicoanalítico y fenomenológico, fue haber confundido en su análisis del cogito —en la misma línea de Wilhelm Stekel—, la “conciencia prerreflexiva” con el “inconsciente freudiano”. 

     La conceptualización de lo “prerreflexivo” en Sartre correspondería más bien a lo que Freud, en su metapsicología, teoriza y establece (primera tópica) como sistema preconsciente-consciente, distinto del Inconsciente (Unbewusst). 

     La especificidad del “Inconsciente freudiano”, en su radical heterogeneidad con respecto a la conciencia no-tética de sí o conciencia prerreflexiva, es completamente desconocida por Sartre. Prueba de ello es que el gran filósofo francés confunde, en su lectura del pensamiento de Freud, la categoría de “Unterdrückung” (francés: répression; español: supresión, enmascaramiento), con la “Verdrängung” (francés: refoulement; español: represión)... 

     Esa “maniobra errática” en el plano hermenéutico y conceptual le permite a Sartre considerar el inconsciente freudiano como una estrategia de “mala fe” propia de la consciencia inauténtica, esa que pretende o intenta, convirtiéndose en una especie de opacidad “para sí”, de puro “en-sí” (el inconsciente) evitar la libertad y la responsabilidad que conlleva la asunción del pleno “ser para-sí”, y su posible transformación ulterior en “ser-para los demás”...

     Por otra parte, Jacques Lacan, además de los denominados “tres registros topológicos”, de las conocidas distinciones entre lo “simbólico”, lo “imaginario” y lo “real” —contexto teórico en el que concede, siguiendo a Claude Lévi-Strauss, una gran importancia a lo que denomina “Orden Simbólico de la Cultura”—, elabora, en la última etapa de su pensamiento, el concepto de la “lalangue” (“lalengua”), el cual define, diferenciándolo de la “langue” (lengua) y del “langage” (lenguaje) saussureanos, como una instancia operativa “caótico-semiótica” cuyos principios “reguladores” están constituidos por la condensación de “fonemas desemantizados”, por las homofonías, la glosolalia, la denominada lalación, por el goce de la pura letra… 

     “Lalangue” lacaniana se encuentra configurada por la “lluvia” —sin formar cadena significante—, de lo que conceptualiza y designa el psicoanalista francés como “lettre” (letra), definida a su vez, no como la dimensión gráfica del signo sino como la pura materialidad del significante (fónico o gráfico) en su particularidad de mero soporte material, localizado e indivisible, cuando este se manifiesta en su carácter simbólico-real de sinsentido, trazo, pura significancia o polivalencia a-significante… 

     La “lalangue” constituye para Lacan el “Inconsciente real” en acción, diferente al “Inconsciente simbólico” freudiano (“Unbewusst”) y fundamento estructural de este último, lógica y cronológicamente. 

     Cuando para superar, por motivos internos a su propio campo psicoanalítico-filosófico, la oposición metafísica tradicional “lengua-habla”, Jacques Lacan acuña el neologismo “lalangue”, y sitúa dicha manifestación del lenguaje en relación con el registro del “inconsciente real” del “parlêtre”, como algo diferente al “inconsciente simbólico” freudiano (“unbewusst”), no está reduciendo el mundo a simple semblante o imagen. ¡Todo lo contrario! Frente a cualquier “nominalismo” reductor, defiende el carácter irreductible de un “real indomeñable”.

     La meta ideal de la cura es que el psicótico en transferencia (y en general, todo sujeto analizado en  psicoanálisis) alcance una “invención sinthomática propia” (Lacan), un “saber hacer ahí con el síntoma”, un saber hacer con “lalangue” que “haga lazo social” por medio del síntoma (symptôme) transformado en sinthome borromeo vinculante. 

     Esa “invención” —para el analizado ahora entendido como “parlêtre” (Lacan: parlêtre: ser hablante, hablante-ser)—, debe permitir al  “paciente” psicótico o neurótico que dicho aludido “savoir y faire avec son symptôme” (saber hacer ahí con “su” síntoma: por ejemplo, el acto de escritura) le resulte más eficaz para sostenerse en la escena del mundo que aquel anterior intento “espontáneo” de estabilizarse por medio del recurso denominado “metáfora delirante” (en el contexto de las psicosis), o que pretender alcanzar dicha estabilidad por la vía del “síntoma incordiante”, problemático y oneroso, energéticamente hablando (en los casos de neurosis el “symptôme” convencional, no el “sinthome” lacaniano como suplencia borromea), o que intentar el logro de la referida fortaleza por el expediente de la simple identificación transferencial con el analista como partner o sinthome provisorio.

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Agosto de 2017

©Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.