domingo, 28 de febrero de 2016

JARDINES OBSOLETOS... Breviario vacuno de teología apofática.

«...El Cuerpo sin Órganos (CsO) es la potencia del Cuerpo Intensivo que encuentra en el huevo, concebido desde el punto de vista de la embriología post-fenomenológica deleuziana, el campo de gradientes, vectores, tensiones, umbrales, en el que se operan devenires-cuerpos. 

La relación problemática entre organismo, lenguaje, objeto metonímico y cuerpo intensivo y/o libidinal, encuentra también, en el psicoanálisis de Jacques Lacan, una ejemplificación topológica en las figuras de la Banda de Moebius, el Cross-cap y la Botella de Klein, con su continuidad, complicación o torsión entre el adentro y el afuera.

El Cuerpo Intensivo no es más que el Cuerpo sin Órganos entendido como campo descentrado de manifestación de una única onda o sensación que recorre la multiplicidad de registros o dominios sensoriales y se expresa en ellos de una forma plural. La fenomenología habla, diferenciadamente, de un "desorden de los sentidos" (Rimbaud) basado en una mezcla de dominios sensoriales distintos, pero totalizados al final del proceso en una unidad sinestésica de las sensaciones.

La concepción del cuerpo sin órganos, niega esta presunta unidad de base fenomenológica del cuerpo vivido, tal como lo conciben Rimbaud y... Merleau-Ponty; afirma una única sensación problemática, atópica, que se resiste a la metafísica de la presencia y se manifiesta, como hemos dicho, en los diferentes registros sensoriales...» © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.
                                   
                           
  Francis Bacon. Tríptico.
   "Estudios sobre el cuerpo humano". 1970.


Por Armando Almánzar-Botello
Elle, défunte nue en le miroir, encor...” Stéphane Mallarmé
“Y ella apenas difunta desnuda en el espejo...” (Versión de Octavio Paz).
“Ella, muerta desnuda en el espejo, aún...” (Versión de Jorge Camacho).
“Ella, cadáver desnudo en el espejo, todavía...” (Versión de Armando Almánzar-Botello).

¡Todo ha sido un gran descuido
en la limpieza del jardín!

Se produjo sin pensar el accidente:
un llamado fortuito al indigno portal de loca muerte:
viento y hojarasca...

Y el hombre —no lavado todavía por la lluvia su recuerdo— mira:
el cuerpo abierto en canal y la osamenta,

                                                   no escrita, silenciosa, resentida,
en garfios de rencor crucificada, lenta carne indecible que se abisma
desangrándose,
                            convulsa,
todavía suspendida en la viga mayor del cobertizo.
Ni Rembrandt ni Francis Bacon adivinan su misterio:
venerable y ausente vaca triste... Vuelan moscas…

¡Piedad para la carne ayer hermosa y hoy abyecta!
Piedad para el Poema en la penumbra eviscerado.

Larvas proliferan ideas corrompidas por tu mente.
Abren versos nauseabundos por el cuerpo...
¡Oh, escritura!: esquirla furiosa de vacío cortante.

Sin embargo:
                      en el tronco del árbol más florido
con nuevas direcciones electrónicas, alto y limpio su amor
digita el hombre
                         —galopa con su brío un nuevo texto—.
Olvida ciertamente al gusano pertinaz de pobre ditirambo.
Y Arquíloco se ríe de la sombra.

Ahogada ella tu alfabeto en viejos alcoholes no perdona, mas comprende.
              En ruin mal-acertijo luego caligrama no agraciado en formol, 
muerta ella al fin,
                             rota en el baile,
yerta casi esqueleto sin el buitre, sangra entreabierta mediodía, 
sangra,
             seminal de hambre sin su hombre irreflexiva, agria en tumba,
vomita pena escrita,
                                 correos antiguos del infierno y muerte
olida en viejos caminos y tesauros 
enemigos,
                 parte a parte,
todavía sin su mundo.

Asegura mano en ristre loco el hombre no desea,
—con firmeza obstinada de pincel por la montaña—,
comer de nuevo carne putrefacta de ausencia,
ni volver a cabalgar la ilusión de los cangrejos, no apetece,
                           aquí en el lienzo,
trato alguno con aquellos pequeños animales:
las letras que poblaban, dialogantes,
                                                           gorjeantes,
el púbico ramaje oscuro con su hembra,
presumida lujuria de la nada, cefalópodos, máquinas, cábalas, pájaros,                                                   
tijeras, 
o piojos acuáticos en las malas hierbas musicales
de fotosíntesis letal, tan engreída en tinta.
                                                                   ¡Oh, Cosmos!
Los veo a todos respirando un aire ajeno,
ya bebiendo,
                     criaturas,
el sudor fosforescente de otro humano más deforme,
casi monstruo,
                        alfabeto caníbal revertido,
filosa uña en mano izquierda,
                                                 cogitando,
¡vigorosamente vivo en los gerundios!

Perdóname, mujer,
pues que todo lo vivido ha sido un gran desastre:
los poemas dibujados en la luz que un día soñamos,
la limpieza triste ahora del jardín gimiente,
los órganos transgénicos que aúllan su escritura
bajo el golpe de machetes y artefactos abstraídos.

Desbrózate, desnúdate mujer de tanto adverbio
y vuelca tus canastos de grafemas en lo neutro.
Criaturas abortadas en la hierba...

Rehabilita el olvido y el silencio:
¡Es mi condena!…





Octubre-noviembre de 2010

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.


                     Francis Bacon. Estudio para una crucifixión. 
                                      (Tríptico. Panel de la derecha).1962

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sábado, 27 de febrero de 2016

LOS PARQUES DISCONTINUOS. Litoral de la vigilia.

"...The time of day or the density of the light / Adhering to the face keeps it / Lively and intact in a recurring wave / Of arrival. The soul establishes itself...". (Fragment). John Ashbery. "Self-portrait in a convex mirror". 

"...La hora del día o la densidad de la luz / Acoplándose a su rostro lo mantienen / enérgico, intacto, en onda recurrente / de llegada. El alma se reinstala...". (Fragmento). John Ashbery. "Autorretrato en espejo convexo".

Giorgio de Chirico. "La partida del amigo". 1913

Por Armando Almánzar-Botello 

A John Ashbery; a Jorge Luis Borges; a Dashiell Hammett; a Julio Cortázar


Rotundo el tedio de una vida breve...

Y hubo cuatro escenas que volvían por el sueño:

los tres parques verdeando y el recóndito naufragio allá en los álamos.

El hombre desolado cierra el libro,
sopla luz de pesadilla quedamente.

Borra cuando escribe y olvida en un relámpago,
el comercio falsamente misterioso con las letras:
cartografía ilícita de la carne.

Alguien lee los periódicos, los dibujos humorísticos.
Rasga cauteloso una cerilla.
Entreabierta la evidencia, oscura una mujer destrenza miedo, ilumina con el humo
                         su ofrenda jeroglífica.

Él medita otra vez Nadie, inhalando su arrogancia.

Los chiquillos que jugaban en la hierba se han marchado. Ahora, 
solitario:
                   asiduo pez de plata inmóvil relumbra en la cisterna... 

En el borde de la tarde, rota,

sonríe inexistente una muñeca.

La ciudad se ha transformado.
Un disparo retorna en la memoria.

El hombre, a través de su ventana, mira desde un sueño
el litoral de la vigilia...
                                           Húmedo jardín de joyas mágicas.

El banco del parque ahora es frío, de lógico metal
indiferente.
                       Contemplación activa de los cuerpos. 

La ritual procesión de la libido se refleja inmaculada
en el estanque.
                              Avanzan las parejas desnudas en la noche.
Insepultas. 
                  

El crucigrama estalla los bordes de la estatua.
Un síntoma es tumor del inconsciente.

Dialoga niebla por detrás de todo límite
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Arcanos del goce y el deseo.
                                                      Parques discontinuos de luciérnagas.
Arriba está el espejo, despierto: redondo vacío y su latido, 
sinceramente blanco.

La herida es humor de la inconsciencia.

A través de una ventana:

El hombre lentamente relumbra el agujero, 
siniestro y sangrando su escritura...



Agosto 2010. (Texto ligeramente retocado).


© Armando Almánzar Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

Otro blog en el que figura este mismo texto:

Blog Cazador de Aguahttp://tambordegriot.blogspot.com/2012/06/los-parques-discontinuos.html

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viernes, 26 de febrero de 2016

Mario Vargas Llosa y "La civilización del espectáculo". (Breve nota).

«...Existe una historia más o menos común en América Latina, que nos habilita para hablar de un espacio cultural latinoamericano en el que coexisten muchas identidades. No necesitamos ejercer ningún reduccionismo sobre ellas, ni encontrarles rasgos comunes. Lo indígena, lo afroamericano, lo europeo, la latinidad, la tropicalidad, etc., a veces convergen y en otros casos se distancian. Es mejor admitir que cada uno de estos aspectos designa parcialidades: las culturas indígenas son importantes como originarias de este continente, pero la población que las representa abarca unos 40 millones de personas, aproximadamente el 10 por ciento de los habitantes de América Latina, 30 millones de los cuales se concentran en cuatro países (México, Perú, Guatemala y Bolivia). “Lo afroamericano” y “lo tropical”, aparte de la imprecisión de estas fórmulas, pueden ser vistos como soportes de magníficas producciones musicales y literarias pero no es convincente, ni antropológica ni estéticamente, atribuirles la representatividad de lo latinoamericano bajo la etiqueta de “realismo mágico”. Machu Pichu, Macondo y Brasilia, el tango, la salsa y la bossa nova, Borges, Frida Kahlo y García Márquez han servido, junto a muchos más, para que a veces nos sintamos parte de una comunidad latinoamericana, pero las discrepancias e incompatibilidades entre ellos incitan menos a alinearlos en un paquete de ofertas regionales que a pensar en nuestras contradicciones. Si este espacio común existe es, en parte porque tenemos una historia compartida a partir de la llegada de europeos hace cinco siglos, que instituyó vínculos prolongados hasta hoy, y porque en los últimos 150 años también desarrollamos una historia conjunta, convergente o enfrentada con Estados Unidos...» Néstor García Canclini.


A Mario Vargas Llosa, extraordinario escritor para la Memoria. Creador genuino a quien admiramos a pesar de los diferendos ideológico-políticos que distancian nuestras respectivas coyunturas. Nuestro respeto y admiración indestructibles a su calidad sostenida y vigorosa como uno de los narradores y ensayistas más relevantes de los siglos XX y XXI.

Por Armando Almánzar-Botello


No renegamos del valor lúcidamente crítico que podríamos encontrar en algunas afirmaciones de Mario Vargas Llosa con respecto a lo que diagnostica como una actual banalización de la literatura y el arte, padecida por la llamada postmodernidad globalizada, como efecto de la promoción de valores estéticos epidérmicos o meramente hedonistas en el contexto de lo que dicho importante escritor peruano-español —siguiendo a mi entender la estela de Guy Debord*1, aunque diferenciándose del pensamiento del filósofo situacionista francés— denomina la "civilización del espectáculo".


No obstante, nos parece que a Don Mario Vargas Llosa, desde hace varios años, la justa crítica al adocenamiento del hombre urbano postmoderno en el contexto del capitalismo, le ha conducido, paradójicamente y en su calidad de teórico de la cultura, a negar las tradiciones orales y la inventiva de lo que todavía puede llamarse pueblo.

De acuerdo con su punto de vista letrado-elitista, las tradiciones populares, indígenas, orales y míticas de América Latina y del Perú en particular, serían producciones de sujetos subalternos. Dichos archivos, con los cuales ha trabajado el mismo Vargas Llosa de modo convincente, generando valor literario en su novela "El hablador", por ejemplo, han servido de materia prima para articular un texto narrativo en el cual un sujeto de la escritura "único, desdoblado y contradictorio" explora y tematiza la mitología de los indios machiguengas de la Amazonía peruana. No obstante, para la consideración de algunos críticos, MVLL no atraviesa en esta obra sus prejuicios etnocéntricos como autor biográfico-especular, y parece orientar el texto de ficción hacia una ideología letrada que tiende a presentar la oralidad propia de las mitologías vivas y el pensamiento mitopoyético mismo, considerados antropológica y literariamente, como simples modalidades brutas de la (in)cultura, sólo redimidas por los prestigios de la letra en su calidad de recurso corporativo-"farmacéutico" apropiado por una élite de profunda vocación monopólica. Concepción de la escritura muy diferente a la de un Jacques Derrida.

Para Vargas Llosa, en sus polémicas consideraciones hermenéuticas vertidas en su libro "La civilización del espectáculo", (Alfaguara, México, 2012, pp. 67-68), el gran crítico ruso Mijaíl Bajtín —autor de "La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. Un estudio de la obra de Francois Rabelais y la carnavalización en la literatura" *2, entre otros importantes textos críticos del pasado Siglo XX—, abolió la oposición paradigmática cultura/incultura, y no la oposición cultura oficial/cultura popular, como el eminente crítico y filósofo "soviético" postulaba. Ergo: Para el Marqués de Vargas Llosa divinamente ilustrado, Bajtín y sus partidarios ¡abrieron teóricamente las compuertas a una especie de barbarie posliteraria! *3

Observando con cierta cautela crítica este tipo de juicios o argumentos los cuales, sin lugar a dudas, no agotan la totalidad de la posición conceptual y estratégica de la referida obra de Vargas Llosa "La civilización del espectáculo", pero vienen, no obstante, a constituir síntomas que apuntan a una ideología política y cultural bastante conservadora, nos parece que, para el Premio Nobel peruano nacionalizado español, la única cultura posible sería la de una letra "sacra" o "profana" cuyos resplandores o prestigios auráticos se verían secuestrados en los pasillos de una cierta Academia de la sensibilidad y sus irradiaciones, inaccesibles de hecho para el hombre ordinario, "bárbaro", masificado por debajo de la categoría de "los lectores comunes y corrientes" pero cultos y respetuosos de las jerarquías del "Canon Occidental". Esta sub-especie postmoderna de criatura social despreciable, ordinaria, vulgar, desecho liberado de su pocilga-sentina, y exaltado, según Vargas Llosa, por teorías crítico-literarias del tipo que representan pensadores como Mijaíl Bajtín, resulta entendida, hipócrita y perversamente, como simple "biomasa lectora" que domina estadísticamente el territorio de la (in)cultura planetaria, globalizada por y desde el Mercado...

Percibimos el reducto antropológico así articulado como una definición muy segregativa y racista de la categoría de cultura.

Evidentemente Vargas Llosa está delineando toda una cartografía cultural para consumidores de arte y literatura de clase alta.

Se trata de eliminar, con alevosía y premeditación, todo lo que pueda oler a "pueblo", a "multitud" (no digo muchedumbre).

Por otra parte, debemos recordar que la oposición entre "alta cultura" y "cultura de masas" fue utilizada por los filósofos marxistas de la Escuela de Frankfurt de un modo teórico-crítico muy particular.

Hay implícito en ese deslinde conceptual de los frankfurtianos un severo cuestionamiento a la sociedad capitalista y a su producción de ideologemas enmascaradores de la dimensión alienante de la producción serializada, no sólo en el arte y la literatura sino en todo el territorio de la producción social, en la axiomática que la subtiende y sustenta en su conjunto. Esta crítica, como es "natural" para todo buen entendedor, brilla por su ausencia en el mencionado libro de Vargas Llosa.

Debemos resaltar, además, que sin dejar de reconocer los motivos críticos que operan en los análisis de Adorno, Horkheimer y Marcuse sobre la enajenación o alienación en el seno de una determinada cultura de masas capitalista, nos parece que lo denominado actualmente como "cultura postmoderna" (instancia confundida por muchos con la "cultura de masas", y que debemos diferenciar, tal como lo hacía Roland Barthes siguiendo a Bertolt Brecht, de una "cultura viva por y para las masas") no es algo homogéneo ni tampoco isotrópico.

Sin validar el “anything goes”, el todo vale, algunas manifestaciones culturales postmodernas pueden cribar, seleccionar, reutilizar crítica y creativamente un conjunto de elementos procedentes del mundo de la “cultura de masas”, sin que ello implique, a nuestro entender, una concesión light al aparato simbólico de producción serializante propio del capitalismo "crematístico".

La cultura popular en América Latina es todavía un factor que no podemos obviar en un enfoque de las tradiciones "orales, carnavalescas y dialógicas", con más razón todavía que en las llamadas sociedades industriales y postindustriales.

Por más erosionado que se encuentre el concepto de "pueblo", sus prácticas o modalidades semióticas de funcionamiento permanecen, transformándose constantemente, pero siempre diferenciadas de lo que tradicionalmente se ha denominado "alta cultura".

Umberto Eco, hará unos cuarenta años, a propósito de una meditación suya sobre las relaciones de recambio y contaminación que se dan entre la tradicional cultura de élite y las manifestaciones populares, tal como concibe dichos vínculos e interacciones un cierto pensamiento postmodernista plasmado en obras y juicios irónico-humorísticos al modo del agudo crítico literario Leslie Fiedler, citaba, en apoyo a sus planteamientos como autor de la novela "El Nombre de la Rosa", algunas consideraciones relativas al nuevo arte de "ficcionalizar", de la autoría del narrador y ensayista John Barth, aparecidas en un ensayo de este último publicado en 1967 con el título de "La narrativa del agotamiento" (cita): "La novela postmoderna ideal debería superar las diatribas entre realismo e irrealismo, formalismo y 'contenidismo', literatura pura y literatura comprometida, narrativa de élite y narrativa de masas...". John Barth entiende, con posterioridad a su texto mencionado, que la gran e inigualable obra de Gabriel García Márquez, "Cien años de soledad", constituye un texto literario que logra esa síntesis prodigiosa de opuestos, además de carnavalizar, mestizar y transgredir de un modo polifónico, bajtiniano, los valores canónicos literarios y políticos propios de una cierta tradición hegemónica.

En este sentido, es preciso reflexionar sobre las tesis de autores como Néstor García Canclini, Serge Gruzinski, Carlos Monsiváis, etcétera, cuando estos conceptualizan las culturas híbridas, el pensamiento mestizo y los aires latinoamericanos de familia...

Lo importante es eliminar la idea esencialista y onto-teológica de una supuesta pureza cultural, ya proceda esta de lo llamado "popular-prístino" como de lo "culto-elitista".

Lo que reviste, a nuestro entender, real trascendencia crítico-cultural, es encontrar, en nuestras sociedades latinoamericanas y antillanas, por ejemplo, complejas modalidades heterogéneas de articulación sígnica de valores, tradiciones y archivos que apunten a la valoración de un cierto mestizaje, de una cierta hibridez semiótica cónsona con la naturaleza plural, múltiple y problemática de nuestros procesos históricos. Eso lo han logrado, en sus ficciones, textos poéticos y ensayísticos, escritores de fuste como Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Octavio Paz y el mismo Mario Vargas Llosa, aunque este último, pese a su brillantez, no alcance, en los ámbitos del ensayo artístico, filosófico y político, los altos grados de lucidez crítica propios de un Pedro Henríquez Ureña, un José Carlos Mariátegui, un Alfonso Reyes o un Octavio Paz...

Percibimos, en la perspectiva que asume Vargas Llosa en el ensayo de marras, una concepción muy excluyente de la cultura al limitarla a una formación clásica cuya matriz se remonta a la Edad Media, período en el que la tradición greco-latina se encontraba clausurada en los monasterios, y fuera de estos, el pueblo creaba el arte de las máscaras grotescas, las "facecias", el carnaval... Mario Vargas Llosa parece despreciar esta segunda vertiente de la cultura, la popular, tan valorada por Bajtín, al no considerarla como propiamente cultural. Sencillamente increíble...

Al generalizar, en el mencionado ensayo, dicha estrategia maniquea, excluyente, unidimensional, monológica, esencialista y etnocéntrica, el autor de “La ciudad y los perros” rechaza los valores tradicionales que sobreviven en sociedades híbridas, mulatas y mestizas como las nuestras.

Vargas Llosa, más bien, parece apostar políticamente a un proceso tutelado y homogéneo de modernización occidentalizante bajo control del gran capital corporativo transnacional. Es decir, se ha constituido, desde su lejana renuncia a posiciones políticas próximas a ciertas izquierdas latinoamericanas, en simpatizante del pragmatismo político y el boato, en cultor del estilo hedonista de su personaje Don Rigoberto, el cual aparece en las excelentes novelas del escritor peruano "El elogio de la Madrastra" y "Los cuadernos de Don Rigoberto"... En fin, Don Mario Vargas Llosa parece militar a favor de un proceso de norteamericanización-europeización de la cultura mundial, pero comandado por él, por la élite a la que pertenece (más ahora en su rol de Marqués Neo-liberal) y quizá, por algunos de nosotros, sus seguidores incondicionales... El gran escritor, nos sitúa de nuevo, peligrosamente, en la vieja disyuntiva: Civilización (Occidental) o Barbarie... Esta justa acusación se le ha formulado ya en varios contextos.

En la dirección de todo lo que argumento con anterioridad, entiendo que Vargas Llosa se hace merecedor de la crítica de Luis Martín-Cabrera, en el breve ensayo que este escritor titula: "Contra la escritura letrada de Vargas Llosa".

En ese trabajo nos dice Martín-Cabrera, entre otras cosas: "Ningún escritor inquieta y preocupa tanto a Vargas Llosa como José María Arguedas. Arguedas era quechuahablante y su literatura, al contrario que la de Vargas Llosa, se movió siempre en una tensión entre dos mundos, dos lenguas y dos historias; El Zorro de arriba y el zorro de abajo, como tituló su última novela. Arguedas, como José Carlos Mariátegui, aunque de manera diferente, no vio en las culturas indígenas una rémora, sino la posibilidad misma del comunismo incaico, de una sociedad y una modernidad asentadas sobre el comunitarismo y no sobre el genocidio cultural y físico de los indígenas." *4

Finalmente nos preguntamos, profundamente preocupados por la respuesta, si la retracción implícita que propone Vargas Llosa hacia los ámbitos de la Alta Cultura participa de cierto isomorfismo con respecto a las propuestas que bordean el genocidio, presentes en las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) en su convocatoria tácita a desatender las necesidades de los pensionados y de los sectores mayoritarios de la población mundial concebidos como mera “biomasa”, como parásitos no productivos que sólo generan problemas financieros a las Altas Instancias del Sistema.

¿No estará el Marqués Don Mario Vargas Llosa, en su aparente defensa de la cultura como valor superior, "involuntaria" pero efectivamente comprometido con el biopoder plutocrático más duro y genocida?

Que conste: no deseamos participar de ningún “amarillismo” propio de La Civilización del Espectáculo al formular esta grave preocupación.



Mayo del 2012 (Texto retocado).

© Armando Almánzar Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

*1 Guy Debord: "La sociedad del espectáculo", (1967), Pre-Textos, Barcelona, 2002.

*Mijaíl Bajtín:  "La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. Un estudio de la obra de Francois Rabelais y la carnavalización en la literatura", Alianza Editorial, Madrid, 1988.

*3 «...No hay que confundir la clasificación hecha por Bajtín y otros críticos literarios de estirpe sociológica –cultura oficial y cultura popular– con aquella división que desde hace mucho existe en el mundo anglosajón, entre la high brow culture y la low brow culture: la cultura de la ceja levantada y la de la ceja alicaída. Pues en este último caso estamos siempre dentro de la acepción clásica de la cultura y lo que distingue a una de otra es el grado de facilidad o dificultad que ofrece al lector, oyente, espectador y simple cultor el hecho cultural. Un poeta como T.S. Eliot y un novelista como James Joyce pertenecen a la cultura de la ceja levantada en tanto que los cuentos y novelas de Ernest Hemingway o los poemas de Walt Whitman a la de la ceja alicaída, pues resultan accesibles a los lectores comunes y corrientes. En ambos casos estamos siempre dentro del dominio de la literatura a secas, sin adjetivos. Bajtín y sus seguidores (conscientes o inconscientes) hicieron algo mucho más radical: abolieron las fronteras entre cultura e incultura y dieron a lo inculto una dignidad relevante, asegurando que lo que podía haber en este discriminado ámbito de impericia, chabacanería y dejadez estaba compensado largamente por su vitalidad, humorismo, y la manera desenfadada y auténtica con que representaba las experiencias humanas más compartidas...» Mario Vargas Llosa, "La civilización del espectáculo", Alfaguara, México, 2012, pp. 67-68.

*Enlace relacionado: Luis Martín Cabrera, "Contra la escritura letrada de Vargas Llosa": http://www.rebelion.org/noticia.php?id=114623

Luis Martín Cabrera


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GILLES DELEUZE Y LOS GRADOS DE POTENCIA EN LA UNIVOCIDAD DEL SER. (Breve cita y dos fragmentos parafrásticos).

«El Mesías llegará, dice el Talmud, cuando al formular una palabra no se omita el nombre de aquél que la pronunció por vez primera.». Éliane A. Levy-Valensi.

Edgar Degas. "En las carreras". 1879.

Por Armando Almánzar-Botello.


Muchos confunden la riqueza económica, el poder político y militar, la capacidad de hacer daño al prójimo, el simple dominio que abate a la alteridad, con el grado de potencia de los seres, pero como nos recuerda Gilles Deleuze:

«Seguro hay diferencias entre los seres, y de todas maneras el ser se dice en un solo y mismo sentido de todo lo que es.

Entonces, ¿en qué consisten las diferencias entre los seres? La única diferencia concebible en este momento, desde el punto de vista del ser unívoco, es evidentemente la única diferencia entre GRADOS DE POTENCIA.

Los seres no se distinguen por su forma, su género, su especie, eso es secundario; todo lo que "es" remite a un grado de potencia.

¿Por qué la idea de grados de potencia está fundamentalmente ligada a la idea de univocidad del ser? Porque los seres que se distinguen únicamente por el grado de su potencia son los seres que realizan un mismo ser unívoco en la diferencia del grado de potencia o de defección.

Así pues, entre una mesa, un niño, una niña, una locomotora, una vaca, un dios, la diferencia es únicamente del grado de potencia en la realización de un solo y mismo ser.

Es una manera extraña de pensar, pues, una vez más, eso consiste en decirnos: las formas, las funciones, las especies y los géneros es lo secundario. Los seres se definen por grados de potencia y punto.

En tanto que se definen por los grados de potencia, cada ser realiza un solo y mismo ser, el mismo ser que los otros seres puesto que el ser se dice en un solo y mismo sentido, en la diferencia aproximada del grado de potencia. A este nivel, no hay categoría, ninguna forma, ninguna especie.» (Fragmento).  

GILLES DELEUZE. "Anti-Edipo y Mil Mesetas". Curso en Vincennes, 1974

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DELEUZIANA II. Degas y la Potencia. (Glosando e ilustrando el pensamiento de Gilles Deleuze).

Por Armando Almánzar-Botello


El significado profundo de la palabra POTENCIA (niveles de intensidad o grados de fuerza en la "univocidad del ser"), lo intuyó y plasmó en sus lienzos el gran pintor francés Edgar Degas.

En muchos de los maravillosos cuadros de su autoría —bailarinas y gimnastas, poderosas y gráciles figuras vestidas o desnudas—, se desgarran bellamente con un simple gesto los contornos, los confines y barandas de lo inmóvil.

Si toda interpretación es "violencia sobre la obra estética o filosófica", "mala-lectura" que nos aproxima a una cierta dimensión de la verdad latente que arrebatamos al objeto conceptual o artístico en el acto de su desciframiento, observemos en una de las pinturas prodigiosas del gran Degas la cabeza turbulenta de un equino de carreras al galope, para ilustrar los pensamientos de Duns Scotto, Spinoza y Deleuze sobre la "univocidad del ser" y el concepto de POTENCIA.

En el cuadro, el ímpetu del caballo revela ecos, condensaciones y contrapuntos visuales —perfectos en su indeterminación pictórica de fuerzas—, entre un rizado, blanco y vertiginoso humo, configurado por aquello que parecería el resoplido vital y maquínico del animal galopando exuberante; la humareda producida por la quema de malezas previa a las labores de siembra, y el vapor de una locomotora que se insinúa, desplazándose al fondo del paisaje campestre, hiriendo el territorio plástico ardido por una inestable y vigorosa composición...

En esta obra se perciben las líneas de ataque o de fuga en tensión con los límites, con los bordes “parergonales” de la pintura, con el remanso energético de la presencia, con el marco, estable, asegurador y cuestionado de lo posible, circunscrito aquí en la zona derecha del cuadro al registro burgués de lo verosímil…

Y vale ahora la digresión aparente. Al margen de las semejanzas de morfología y especie, hombres como Shakespeare, Goethe, Nietzsche o el mismo Degas, en un juego de intensidades puras o de "afectos spinozianos violentos", guardan literalmente mayor relación de AGENCIAMIENTO, simbiosis y adyacencia con un caballo de carrera, con una veloz locomotora, con una vertiginosa bailarina que salta graciosa, con un cohete interestelar, con un tigre o con el ímpetu dionisíaco del viento entre las hojas, que con el tipo humano ordinario que carga sin garbo ni arte genuino, el peso bruto y programático de su mero existir inconsciente, vocinglero, satisfecho y banal.


© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

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PARAFRASEANDO A DELEUZE.

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Por Armando Almánzar-Botello.


Sabemos que para Gilles Deleuze, el Agenciamiento es una suerte de co-funcionamiento simpático de lo heterogéneo, de lo disímil, de lo dispar: una síntesis disyuntiva de lo múltiple.

Dicho Agenciamiento no es una coincidentia oppositorum: mera simplicidad puntual de una pura presencia domeñada, sofrenada, localizada.

No es gélida distancia entre los opuestos ni proximidad fusional que los confundiría; es decir: ni lejanía ni tampoco identificación.

Es más bien el descubrir, producir y operar en la dimensión generativa del "entre", en el plano atópico, "éxtimo", como dice Lacan, en el que se comunican lo interior y lo exterior, en el que un espacio potencial se constituye —para un "Se" impersonal, pre-individual—, en "hacer con", en "producir con", en "escribir con", en "devenir con"...

El Agenciamiento como simpatía, simbiosis y juego proliferante, guarda relación, tal vez, con el Tao, con el absorto punto inútil de la neutralidad impasible que abre las puertas de toda posibilidad, que inaugura la serie rizomática de los acontecimientos-sentidos cuya univocidad de ser escribimos como Acontecimiento.

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.



ADENDA 2015:

YO ES OTRO

Por Armando Almánzar-Botello.


Cuando Rimbaud dijo "Yo es Otro", no se refería al hecho trivial de que A (Yo) = B (Otro), o dicho de manera más concreta, a que Plutarco = Manuel o Arthur = Paul, por ejemplo, sino a que A no es nunca igual a sí mismo, pues una disparidad o disyunción de fondo "lo" desidentifica y "lo" reenvía al juego de "la diferencia". Su identidad de superficie es efecto de una monstruosa disparidad de fondo, seminal, diseminante... 

De la misma forma, la "univocidad del ser" se dice de lo dispar o diferente, de lo Mismo en tanto que Distinto; no sólo diferente de "lo otro-otro" sino disímil de sí. Lo Mismo sólo se dice de la Diferencia, no de lo Idéntico. 

Lo que diferencia a un Yo de sí mismo, es la diferencia entre los grados de potencia que actualiza frente a  mientras se "otrifica", en función de los grados de potencia de un Otro determinado que le hace resistencia... con mayor o menor intensidad. 

Algo similar dijo Brecht: Genio es el más parecido al que sigue pensando "lo suyo" en otras cabezas distintas de la suya, y que sin embargo no dejan de ser "sus" cabezas en una suma que no pretende totalizar la multiplicidad de las cabezas... Nada que ver con el plagio ni con la usurpación de "identidades", pero sí con cierta "locura" del genio... 

"La única diferencia entre un loco y yo, es que yo no estoy loco", decía Dalí, pero lo estaba. Al igual que Nietzsche o Heidegger... "El estilo es el hombre... a quien uno se dirige", decía Lacan... quizá un poco menos loco... 

He aquí la medicina o el veneno que puede representar para el verdadero pensador cierto tipo de compañía o interlocución entendida en su indeterminación de pharmakon. Un diálogo específico, independientemente de que pueda reforzar el enraizamiento endoxal del filósofo, podría actualizar en él la llamada "Punta Loca del Cogito", o la simple estupidez... Recurso este último que, dicho sea de paso, también saben aprovechar para sus fines e intereses algunos filósofos... no todos. Depende eso de sus niveles de potencia. 


© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.



Otras enlaces relacionados con esta entrada:

Blog Cazador de Aguahttp://cazadordeagua.blogspot.com/2012/10/agenciamiento-deleuziano.html

Les Cours de Gilles Deleuzehttp://www.webdeleuze.com/php/texte.php?cle=177&groupe=Anti%20Oedipe%20et%20Mille%20Plateaux&langue=3

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Gilles Deleuze
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jueves, 25 de febrero de 2016

Marioneta de Heinrich...

"Frente a la visión molar o sedentaria de la mujer como un operador del sistema falogocéntrico, Deleuze propone la mujer molecular o nómada como un proceso de devenir...". Rosi Braidotti.

 Hans BellmerLa Poupée, 1936. Fotografía coloreada a mano.

Por Armando Almánzar-Botello

«C'est la mort — ou la morte... Ô délice! ô tourment!». 
Gérard de Nerval.

Satánico el erótico ventrílocuo 
nervio rojo del deseo
desnuda sobre sábanas la siente:

cautelosa en la inmanencia del
ventrículo... 

                       su sangre:
no... y... sí... 

                       diástole.../ sístole...

Y dramático su clítoris catártico,
lame, 

             lucha,
una música lo besa...
           combate...

Poco a poco en la penumbra
ya siniestra... ¡late!
                                  ¡gime! 

¡chilla!:
               peluda rata insomne con su hembra.
                                        Sí...
Entreabierto y babeando entero el Universo...

¡Hipomnémica-levógira
escritura contra muerte!:

no... y... sí... 
                        su himen del abismo,
lame, la música lo besa...
combate... 

                    dice:

Marioneta de Von Kleist
en la furia se levanta...

No... y... Sí... 
De nuevo la música la besa.
                    ¿No?


Apofático su clítoris catártico:
diástole....sístole / sístole....diástole.
                     ¿Sí?


¡Hipomnémica-dextrógira 
escritura contra muerte!:
                                           lame...

la música la besa...  gime... ¡sí!... ¡asííí!
combate... ¡aayy!...
                                  marioneta del abismo...
no... sí...
                    sí... nooooo...

¡Aaahhh! ¡Ooohhh! ¡Aaaaahhhhhh!

Oscura la Razón masturba monstruos...





Julio de 2010. (Texto ligeramente retocado).


© Armando Almánzar Botello. Santo Domingo, República Dominicana.


ADENDA. 25 de diciembre, 2013

Heinrich von KleistEl goce, la muerte y el síntoma.

"Calzado con los altos coturnos de Shakespeare, un nuevo poeta alemán [Heinrich von Kleist] sale del anonimato con esta obra." Friedrich Nietzsche.

«El programado suicidio a dúo del gran escritor alemán Heinrich von Kleist, junto a su compañera de infortunio Henriette Vogel (obsérvense la relación especular y la relativa homofonía de los nombres), nos ofrece un vivo testimonio de la dimensión enigmática del desdoblamiento de la personalidad y de la vertiente catastrófica de la sexualidad como pulsión de muerte, aquí devenida en línea gélida de abolición autodestructiva sin retorno. Frente a la pulsión de muerte trágicamente encarnada y duplicada en la figura de una cierta modalidad de "femme fatale" («C'est la mort — ou la morte... Ô délice ! ô tourment!», nos diría Gérard de Nerval años después) el sujeto es una simple "marioneta irrisoria de la fatalidad". 

Esta experiencia siniestra del suicidio a dúo, profundamente erotizada, podría ser la revelación —como señala Gilles Deleuze en otro contexto similar a éste—, de un Teatro pasivo del infrasentido y el Horror padecidos, en su condición de cartografía pulsional contrapuesta al Teatro activo y artaudiano de la Crueldad, con la furia lúcida y la consciencia aplicada que caracterizan a este último.». Armando Almánzar-Botello. "¿Quién es quién si Dios hace Teatro? Heinrich von Kleist y el teatro de marionetas.", 1998. (Fragmento).

«Podríamos decir, en el contexto teórico lacaniano, que Pulsión de Vida y Pulsión de Muerte son dos facetas antagónicas y complementarias de toda Pulsión. La Libido es, simultáneamente, vida y muerte. La sexualidad siempre implica el horizonte de la muerte. Cuando la pulsión funciona en el Marco de la Homeostasis y el Principio del Placer, podría considerarse como pulsión de vida; cuando se manifiesta Más allá del Principio del Placer, se concibe como pulsión de muerte. Eros y Tánatos o Thanatos (categoría esta última que no utilizó nunca el mismo Freud como sinónimo de pulsión de muerte) son dos vertientes inseparables de la "energía" pulsional. Lacan consideraba que toda pulsión es de muerte. Sustituyó, además, el Modelo Freudiano del Goce como Descarga Pulsional que conduce al cero “0” de lo inerte o inanimado (Principio del Nirvana), por el Paradigma del Goce como Incremento de Tensión Más allá del Principio del Placer freudiano.» Armando Almánzar-Botello. "Introducción a la lectura de Jacques Lacan". (Fragmento).

«La verdad reprimida del hombre retorna en el "síntoma", en la "enfermedad" o en el "error". Merodear y explorar el diagrama de fuerzas que subtiende a estas tres últimas dimensiones de lo humano, es la "vía regia" (Freud) para entrar en un siempre renovado "proceso de verdad" (A. Badiou) como horizonte creativista y transformativo. 

La Gran Salud, de la que nos ofrece noticias la vida-obra de Friedrich Nietzsche y de tantos otros artistas y pensadores, consiste en observar la "enfermedad" desde el punto de vista de la "salud", y a ésta desde el punto de vista de la enfermedad, para producir, en un juego de perspectivas de valoración y apreciación, nuevos tablas axiológicas como efectos parciales de dicho proceso interminable de totalización-destotalización. 

Es un cierto racionalismo maniqueísta, empobrecedor, que detiene el movimiento complejo del Ser, el que crea de un modo artificial la contraposición absoluta entre "salud" y "enfermedad-entidad". 

Así como Sigmund Freud consideraba que el "delirio" es un proceso restitutivo de curación, la Gran Salud consiste en vivir el proceso salud-enfermedad como senda sinuosa reveladora de la problematicidad y la riqueza del Ser. 

La ideología higienista de la eficacia terapéutica, como voz de la "razón cognitivo-instrumental" mecanicista y cientificista, pretende aislar la presunta pureza del recinto de la Razón abstracta totalizante, absolutizada y finalitaria, de toda idea de "negatividad" y "exceso" no susceptible de totalización o cálculo.» Armando Almánzar-Botello. "Introducción a la lectura de Jacques Lacan". (Fragmento).



© Armando Almánzar Botello. Santo Domingo, República Dominicana.




Otro blog en el que figura este mismo texto:


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Salvador Dalí, "El Gran Masturbador", 1929.
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lunes, 22 de febrero de 2016

ECOTECNIA… CON-TACTO… (Ensayo poético de lo abyecto)

«Testigos los testículos solares.» Octavio Paz

«Jacques Lacan postuló alguna vez que la verdadera fórmula del ateísmo no es “Dios ha muerto” ni “Dios no existe”, sino “Dios es inconsciente”». Armando Almánzar-Botello

«El cuerpo no es ni substancia, ni fenómeno, ni carne, ni significación. Sólo el ser-excrito». Jean-Luc Nancy


Francis BaconPintura 1946. Óleo sobre lienzo.

     Por Armando Almánzar-Botello

A Jacques Lacan y a Jacques Derrida; a Gilles Deleuze y a Jean-Luc Nancy; al gran pintor Francis Bacon, in memoriam

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Él podía también, utilizando su pincel dionístico y esquizo, consagrar en un instante, sabiamente, las bandas de carne parlante indecidible: vaca, buey, cerdo y travesti. Cuerpo del éxtasis prohibido que devino / parlêtre o divino, / sangrante animal sacrificado.

Oh pulsión inabordable de goce oscuro y matadero. ¿Busco ciego en esta guerra el litoral de tu escritura? ¿Ha muerto de nuevo el dios innombrable o solo retorna real inconsciente?

Carne colgada latiendo y gimiendo cautelosa en los garfios de la carnicería secreta: rota letra el sinsentido: metafísica terrible que anula trascendencia, laberíntica inmanente, fantasmagórica siniestra, en claroscuros de materia viviente desollada.

T(e)ocinería clásica, maquinal y manierista, popular-informal y barroca, futurista-urbana y onírica, la que urdía rizomática la trama tan corpórea, golosa, inexorable, de un viejo agazapado por detrás de su bulimia: remoto agotado banal humanista, cuando mira en carne viva su anatomía esquemática, duplicada con variantes de sí como de otros, pueblo informe sollozado, (a)di-vino eviscerado, carismático-fonético, grafemático en espejo de las nuevas cosmobelias…

O podría ser quizá un rostro absorto en el rumor de su cuántica materia, mas luego manifiesto su vibrar molecular de cara intensa, colindando con la carne animal, proliferante, que dice un “no” fecundo a la hipóstasis del Verbo, al silente diferirla, dislocada en diferencia, bríotexto maquinal y caosmótico…

¿O estaría el Yo en presencia de una gran terrible ausencia: corte, hiato, “fin final” del hombre metafísico, imprevista la sutura, diseminación ecotécnica de lo háptico innombrable: intrusión lo posthumano protésico que sangra?

¿Creeríamos estar confrontando aquí extraños (alienígenas nosotros) —en su atópica imagen metastásico-est/ética, figurativo-estallada, vagina del Afuera germinante—, lo íntimo en lo éxtimo, el adentro en lo genético, una suerte proteiforme de arte-cáncer enjaulado? ¡Pero no!

¡Grito en fiebre de la “carne loca y ciega que se abisma”, que inaugura nuevas formas de otredad, de alteridad en la distancia y su reverso, escritura que divide aquí lo próximo!

Eso irrumpe roto el dicho. Es grafía inverosímil de lo (im)propio en lo asintáctico. La gran salud  por Nietzsche merodeada.

Así dice una letra la “yección”, la interrupción, en la fuga de lo bello roto al fin en el con-tacto, en la membrana, intenso devenir “la vida muerte”, en singular-pluralidad, “local, modal, fractal”, del tacto indecidible y ecotécnico…

¡(No) hay relación sexual! ¡Oh síncopa que narra nuevos cuerpos que se hacen, convulsionan y deshacen, que transitan su erotismo polimorfo por la carne-(sin)sentido que modula y (re)genera, sin origen ni presente, otro amor inabarcable, pujanza de lo neutro, el gesto roto en rito primordial de la existencia!

Armando Almánzar-Botello

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31 de diciembre de 2015

Publicado en el Blog Otros Textos Mutantes. Lunes, 22 de febrero de 2016

Publicado en el Blog de Pedro Granados el 2 de julio del 2020

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.
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MUERTE, IGUALDAD, HUMILDAD...

«Muy conmovedora la fotografía del gran pintor Francis Bacon muerto; en ella figura el cadáver del genio con la cinta funeraria de identificación personal pegada en la frente, y listo para ser cremado... ¿Podrían sus grises cenizas confundirse alguna vez con el polvo del cadáver de Andy Warhol? Como dijo un día Georges Bataille: “Los dientes de caballo de las estrellas relinchan de risa yo muerto.”» Armando Almánzar-Botello

La muerte singular de cada persona: «Cada vez única, el fin del mundo.» Jacques Derrida

«No tienes nada, no puedes tener ni retener nada, y ahí tienes aquello que necesitas saber y amar. He ahí lo que se puede saber sobre el amor. Ama aquello que te huye, ama al que se va. Ama el hecho de que se vaya.» Jean-Luc Nancy

«Me sentí en una soledad tan espantosa que contemplé el suicidio. Lo que me detuvo fue la idea de que nadie, absolutamente nadie, se conmovería con mi muerte, que estaría aún más solo en la muerte que en la vida.» Jean Paul Sartre: La Náusea

«Toda intensidad lleva en su propia vida la experiencia de la muerte y la envuelve. Y sin duda toda intensidad se apaga al final, todo devenir deviene él mismo un devenir-muerte. Entonces la muerte llega efectivamente.» Gilles Deleuze y Felix Guattari: El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia, Barral Editores, Barcelona, 1974, p 341

«La real posibilidad de que surja la “conciencia de hecho”, esa posible emergencia del sentido finito y su juego virtual, infinito, seguiría operando en otros posibles universos. En este proceso tan solo “se” vislumbra la diferencia, la espectralidad, la fantología la hauntología, lo mixto y la contaminación.» Armando Almánzar-Botello
    
«Cadáver queda, no se torna carroña, el cuerpo que habitaba la palabra, que el lenguaje cadaveriza.» Jacques Lacan

     Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO

¿La muerte nos hace realmente iguales? Mi respuesta sería un “sí” y un “no” simultáneos. Si la entendemos como “estado de muerte” indiferenciado, en el que desaparecen el individuo y la persona, podríamos decir que sí, que ella nos hace relativamente iguales, considerado el difunto como simple cuerpo en disolución situado fuera de un particular contexto de significación, territorio de valoración o campo histórico-simbólico. Pero si entendemos que más allá de la persona y del individuo insisten singularidades nómadas postindividuales e impersonales que participan de una vivacidad que remite al plano trascendental de inmanencia (Deleuze), a la superficie incorporal en la que se generan los acontecimientos/sentidos, podríamos pensar que no, que la muerte no nos hace iguales. Ella estaría “cogida”, inscrita inevitablemente, en la espectralidad derridiana de “la vida la muerte”, en la que no “hay” homogeneidad de un “sinfondo” abismal de las mezclas de “estados de cosas” sino diferenciación, reenvío y redescripción de nuestra relación con la figura del muerto, un trabajo de duelo y reposicionamiento permanentes.

Si bien es cierto, como decía el poeta Thomas Stearns Eliot, que: “humility is endless” —la humildad es interminable—, no es cierto, jamás, que la muerte nos haga del todo iguales.

Como establece el pensador francés Gilles Deleuze en su breve artículo “La inmanencia: una vida...” (1995), con la llegada de la muerte: «la vida de cierta individualidad se borra en beneficio de la vida singular inmanente de un hombre que ya no tiene nombre, aunque NO SE LO CONFUNDA CON NINGÚN OTRO. [Las mayúsculas son nuestras] Esencia singular, una vida...» Gilles Deleuze

Pensar que tras la muerte la heterogeneidad de los sujetos queda reducida a una simple comunidad homogénea de difuntos, es puro nihilismo y resentimiento de los mediocres contra la magnificencia coral de la vida. Insípido rencor pseudocristiano contra las inevitables jerarquías inmanentes del espíritu.

Cada cual llega a la tumba por el camino y la línea de fuga que trazan los valores que afirmó en su vida. Es la vida quien puede juzgar a la muerte. El acto creador se produce contra la muerte.

Lo terrible del Poder como violencia mítica es que pretende imponer a los sujetos una muerte serializada, homogénea, tal como aconteció en los campos de concentración del nazismo y prosigue sucediendo en los tiempos de la postmodernidad por efecto de las nuevas modalidades genocidas del biopoder capitalista y su mercado.

Si bien la muerte es aquello que “lo desbarata todo” para un macroego infatuado que se cree a sí mismo inmortal, la verdad de su poder destructivo la sorprendemos desde el fragor exuberante de la vida.

Pensamos, como Gilles Deleuze, que tras la muerte de la persona solo subsisten, insisten, singularidades nómadas, pre y post-individuales, impersonales.

Como dijo un gran poeta, la muerte abstracta es muda, sorda y tonta: nunca ha dicho nada memorable. Ella es la zona cero de la vida en su pluralidad palpitante. Sinsentido y silencio que habitan por detrás de lo que cierto filósofo denomina los límites de mi mundo…

Realizando una breve digresión podemos decir: solo la vigilia ofrece un genuino testimonio del sueño. Y si el sueño es considerado por algunos poetas como una suerte de vigilia más alta, ese hermoso pensamiento lo han podido formular mientras ellos se encontraban muy despiertos.

No pretendemos negar el valor generativo de los sueños: se puede soñar escribiendo, y los materiales oníricos nos pueden servir para el acto de creación en la vigilia.

Lo que deseamos “puntualizar” es que no existe una separación neta, maniquea, antinómica, entre palabra y silencio, entre vigilia y sueño, entre vida y muerte… Por ello, Derrida “cuasiconceptualiza” esa estructura compleja de la “no-presencia” que denomina: “la vida la muerte”...

No “cesamos de morir mientras vivimos”, decía Maurice Blanchot. Sin embargo, cuando morimos efectivamente, solo otros (aquellos que nos sobreviven) tomarán el relevo de nuestra vida-pensamiento.

El amigo que sobrevive a mi muerte constituye una de las garantías de que “yo” pueda ser recordado.

Mi propio accionar mundano y la materialidad concreta de mis obras como legado virtual a la posteridad, vienen a someterse —antes y después de mi muerte, como requisito imprescindible para su posible incorporación al archivo—, a la ley de la espectralidad, del heredar/distorsionar/interpretar, a un problemático principio de actualización, criba, selección y recepción de que son objeto, por parte de los otros, de los demás, todos los productos, despojos, desechos y huellas de mi vivir.

La memoria del sobreviviente garantiza una cierta permanencia o “un cierto retorno del muerto en la diferencia”.

No hablamos ahora del mecanismo psíquico de la “introyeccion” como recurso que conduce al duelo consumado o logrado. Este tipo de duelo, en tanto que asimilación por el “sujeto en proceso” de la imagen descatectizada del muerto, implica que la persona fallecida se anule en su condición de “otro” radical para ser asimilado al “Mí” mismo del sujeto activo del luto. (Este es el duelo “normal” desde el punto de vista clásico: Freud: Duelo y melancolía).  

Hacemos referencia aquí, por el contrario, a la “incorporación” de la alteridad radical del muerto (Maria Torok y Nicolas Abraham siguiendo a Freud en otra vertiente de su pensamiento) en aquello que Derrida concibe como la “cripta”: invaginación de la subjetividad del sobreviviente con el fin de acoger el cuerpo simbólico extraño del amigo muerto, en tanto que “otro irreductible”... ¿Nueva y productiva modalidad de la melancolía?

Por todo lo dicho aquí hay que tratar de vivir de un modo impersonal, no frío ni dogmático ni aferrado a nuestro “Ego”, sino como si fuésemos puros corpúsculos de luz provisoriamente condensados en un “sí-mismo” susceptible de disolverse, gozosamente, en el monstruoso devenir sin fundamento...

No obstante, la muerte abstracta, reiteramos, no nos hace ontológicamente iguales. ¡Jamás! No de un modo idéntico nos devoran a todos los gusanos… ¡Esto lo afirmo desde la vida misma como posibilidad de todo punto de vista de apreciación y de valoración!

¡No es lo mismo Adolf Hitler muerto, que Hannah Arendt, Primo Levi o Paul Celan en sus respectivas tumbas!

No es la misma muerte la que suspende el Dasein de un Albert Einstein, de un Mahatma Gandhi o de un Juan Bosch, que aquel fallecimiento inauténtico padecido por el plutócrata egoísta, el militar genocida y el político neoliberal amurallado en su existir indiferente. Estos tres últimos encarnan modalidades inauténticas de existencia, pues en su afán pretenden no anticipar su propia muerte mediante el inicuo ejercicio del poder.

¡Oh Martin Heidegger, tan mal comprendido!

La existencia humana como Dasein (ser-ahí, existencia como esencial poder-ser —Sein-können—) no es equivalente al estar-ahí —Vorhandenheit.

Lo que viene a caracterizar al Dasein, al ser-en-el-mundo, es la condición ontológica de ser “arrojado” —Geworfenheit—, es decir, su llamada configuración o estructura  proyectiva.

El Dasein, como ser-arrojado, no existe auténticamente al modo del ente —das Seinde— ente que “está-ahí” como “lo dado”, sino que dicho Dasein se relaciona en lo abierto con el ser —das Sein—, como “ek-sistencia” que se abre a su disposición-a-ser en el futuro, en un futuro implícito en el presente mismo de su “no-todavía”...

Sin ser una mera cosa material, solo el cadáver humano (abolición del Dasein) se reduce para Heidegger, al puro estar-ahí —“Nur noch Vorhandensein”— que ha perdido el “estar vuelto hacia la muerte” o el “estar vuelto hacia el fin”.

La “pérdida-del-ser” que comporta el “estado-de-muerte”, implica, para el Dasein, la pérdida del morir como “adelantarse ontológico” —Vorlaufen— a la posibilidad de su imposibilidad de ser...

Más allá de la visión heideggeriana, pero sin negar sus aciertos filosóficos con relación al problema del análisis de la muerte para el Dasein, el pensador Bernard N. Schumacher, en una minuciosa lectura del filósofo Joel Feinberg sobre el tema de la muerte, afirma que “el sujeto de un mal póstumo es el mismo sujeto cuando estuvo vivo”...

Con ello viene a quedar definido el lugar de un cierto sujeto “espectral” que puede ser perjudicado por el no cumplimiento de sus “deseos de realización”, los cuales se proyectan más allá de los “deseos de satisfacción” vividos subjetivamente por el sujeto antes de llegar al “estado de muerte”.

Nos dice Schumacher comentando a Feinberg:

«Lo que perjudica el interés de alguien es el fracaso que supone la no realización del deseo, y no la frustración de “N” por la no realización del objeto deseado.

»De aquí que la muerte puede verse, según Feinberg, como el fracaso de ciertos intereses que “N” tenía durante su vida, aunque, en cuanto sujeto muerto [desubjetivado radical y definitivamente por el estado de muerte] no sea capaz de sentir este último sufrimiento.» Schumacher, Bernard N.: “Muerte y mortalidad en la filosofía contemporánea”, Herder Editorial, Barcelona, 2018, pp 294 y 295

Esto que afirman Feinberg y Schumacher lo expresa claramente el Jacob bíblico frente a su hijo José, gobernador de Egipto, cuando le pide a este que después de su muerte lo sepulten en la tierra de sus padres, en Hebrón, en las tierras de Canaán, y no en Egipto. Le dice Jacob a su hijo preferido:

«Sé muy bien que, una vez muerto, el ser humano no tiene ya deseos y le da igual dónde yacer. Pero mientras uno está con vida y desea, le importa mucho que al muerto le suceda lo que el vivo deseó.» Thomas Mann: José y sus hermanos, libro IV, José el Proveedor.

Continúa diciendo Schumacher, analizando lo planteado por Feinberg contra las concepciones “experiencialistas” de la muerte similares a las de Epicuro: «...La gama de bienes y males para un ser humano es necesariamente más amplia que su experiencia subjetiva y más larga que su vida biológica. Esto es así porque los objetos de sus intereses normalmente corresponden a sucesos que ocurren fuera de su experiencia inmediata y en un tiempo futuro. Ejemplos de tales intereses serían la preservación de sus obras artísticas, musicales o literarias, después de su muerte; la victoria de la causa social o política por la que luchó durante su vida; etcétera.» (Schumacher, ibíd, p. 295)

Al final de su vida, el mismo Jean-Paul Sartre, después de su visión fenomenológica meramente “conflictivista” sobre la muerte tal como aparece, retocando a Heidegger, en “El ser y la nada”, abandonó la concepción del “otro” como infierno del “para sí”, planteando entonces una prioridad del “para-los-otros” o “para-los-demás”, en tanto que guardianes de “mi memoria” (Levinas, Derrida, Torok, Abraham...) situados por encima de la presunta “autonomía del para-sí” en conflicto con el “otro”.

Sartre vendría a decirnos, en “Cahiers pour une morale” y en “L’ espoir maintenant”: Lo que hago se cumple en relación a una conciencia del otro que me sobrevive, y eso viene a constituirse, junto con mis obras en general, en guardián y testigo de mi memoria.

Hay en esa última etapa de Sartre un «respeto y reconocimiento de la libertad de los otros... Admite que hay una actitud en la que el sujeto llega hasta disfrutar con el otro sin intentar apropiarse de él o de ella. Eso es el amor.» Schumacher, ibíd, 179

Por otra parte, descubrimos una suerte de “sujeto espectral” que sobrevuela el “estado de muerte” y que, al proyectarse más allá de nuestra experiencia subjetiva, impide que todos seamos homologables y “pasto común para los gusanos”.

El “deseo de realización” y la “realización de deseos” comportan un horizonte incorporal a desplegarse sobre una “superficie” de acontecimientos impersonales (postpersonales) que funciona como “campo trascendental de inmanencia”.

A esa “superficie” Gilles Deleuze la denomina “una vida”, como “beatitud” y potencia plenas...

«Una vida es la inmanencia de la inmanencia [...] que no depende de un Ser ni se somete a un Acto», nos dice Deleuze.

Esa “Una vida”, tal como la piensa Deleuze inspirado en Spinoza y en Fichte, opera en el contexto de una suerte de empirismo “trascendental” ajeno a lo metafísicamente “trascendente”, pues no implica el restablecimiento de la oposición sujeto/objeto con su preponderancia idealista y platónica de la subjetividad y lo inteligible hipostasiado...

Podemos formular entonces, deleuzianamente, que “lo trascendente no es idéntico a lo trascendental”...

«Hay una gran diferencia entre los virtuales que definen la inmanencia del campo trascendental y las formas posibles que los actualizan y que transforman el campo en algo trascendente.» Gilles Deleuze: “La inmanencia: una vida”, 1995

¿Serían equivalentes, considerados en términos postmetafísicos, el “espectro” de Derrida y el “una vida” de Deleuze?

No obstante, por lo esbozado aquí con respecto a la concepción de “una vida” por Gilles Deleuze (una constelación impersonal de sigularidades que “ya no tiene nombre, aunque no se la confunda con ninguna otra”) y a la “espectralidad” de Jacques Derrida; por más que la muerte sea concebida como “lo que viene a desbaratarlo todo” (Sartre, en El ser y la nada), jamás podremos afirmar que son o serán equivalentes, por ejemplo, Ulises Heureaux o Rafael Leonidas Trujillo Molina, en estado de muerte, y el raudo vuelo temporalmente suspendido de las Radiantes Mariposas…

Como dice, aporéticamente, Jacques Derrida: «Morir: —esperarse (en) “los límites de la verdad”»...

Ni aun si ahora mismo toda la humanidad sufriera el estallido final del actual Universo, podríamos ser considerados iguales bajo la condición común de muertos.

Si atendemos al estado actual de la ciencia, a la “cosmología cíclica conforme” de Roger Penrose, por ejemplo, al Big Crunch de este Universo seguiría el Big Bang de otro nuevo Universo, con sus fases de inflación y expansión. En esos universos sucesivos habría conciencia inmanente, virtual o impersonal, “conciencia” no de hecho pero sí “conciencia de derecho”. Además, en toda nueva configuración cósmica, según Penrose, se conservarían algunos elementos del Universo anterior.

La real posibilidad de que surja la “conciencia de hecho”, esa posible emergencia del sentido finito y su juego virtual, infinito, seguiría operando en otros posibles universos. En este proceso tan solo “se” vislumbra la diferencia, la espectralidad, la fantología la hauntología, lo mixto y la contaminación.

¡Nunca seremos iguales entre nosotros, ni siquiera después de muertos! ¡Nunca seremos iguales ni en otros universos por venir, y precisamente porque, de hecho, ni siquiera somos iguales a nosotros mismos en este actual Universo!

El eterno retorno se dice de la diferencia. Lo Mismo no es lo Idéntico. Lo Mismo se dice de lo desajustado, del (im)puro juego de las singularidades nómadas que resuenan entre sí, contaminándose, en un instante que siempre será “ya pasado y todavía por venir”.

El resto es puro nihilismo sin cima.

Armando Almánzar-Botello

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Miércoles, 20 de junio de 2012

Armando Almánzar Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

IMÁGENES:

     1) A la derecha, cadáver del pintor Francis Bacon (1909–1992), antes de su cremación

     A la izquierda, desde arriba:

     2) Francis Bacon: “Autorretrato” 1973

     3) Francis Bacon: “Cabeza I”, 1948

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.

Escultura a base de chatarra del artista norteamericano Jhon López.

Jean-Marie Poumeyrol, "La Centrale", 1988.

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