Cum Grano Salis
Y allí donde locamente yo esperaba, ingenuo lacaniano silvestre y fervoroso, encontrar la mención de mi propio nombre —o por lo menos, con mayor seriedad hablando, el nombre del gran psiquiatra dominicano don Antonio Zaglul, o el de un brillante psicólogo también de nuestro país, graduado en Bélgica bajo el magisterio de Antoine Vergote y verdadero especialista en Jacques Lacan, como lo es el doctor Huberto Bogaert García—, la referencia a Dominicana en torno al tema psicoanalítico del pene y el falo es nada más y nada menos que una donde se alude a nuestro Porfirio Rubirosa, “analíticamente autorizado” por el tamaño descomunal de su miembro viril...
¡Sí!, debemos trabajar más por la sana proyección internacional de nuestros más genuinos valores.
FOTOMONTAJE. A la izquierda: Porfirio Rubirosa, como jugador de polo. A la derecha, de arriba hacia abajo: Román Gubern, Harry Belafonte y François Rabelais.
Y allí donde locamente yo esperaba, ingenuo lacaniano silvestre y fervoroso, encontrar la mención de mi propio nombre —o por lo menos, con mayor seriedad hablando, el nombre del gran psiquiatra dominicano don Antonio Zaglul, o el de un brillante psicólogo también de nuestro país, graduado en Bélgica bajo el magisterio de Antoine Vergote y verdadero especialista en Jacques Lacan, como lo es el doctor Huberto Bogaert García—, la referencia a Dominicana en torno al tema psicoanalítico del pene y el falo es nada más y nada menos que una donde se alude a nuestro Porfirio Rubirosa, “analíticamente autorizado” por el tamaño descomunal de su miembro viril...
¡Sí!, debemos trabajar más por la sana proyección internacional de nuestros más genuinos valores.
FOTOMONTAJE. A la izquierda: Porfirio Rubirosa, como jugador de polo. A la derecha, de arriba hacia abajo: Román Gubern, Harry Belafonte y François Rabelais.
En algún lugar de su libro El eros electrónico, Román Gubern, lúcido escritor español reconocido desde hace largos años por sus investigaciones y estimulantes trabajos sobre los “mass-media”, menciona la relación existente entre voyeurismo, pulsión escoptofílica o escópica —tal como la concibe el psicoanalista francés Jacques Lacan—, y la dimensión electrónico-cibernética de la libido en el mundo postmoderno.
Hace varios años, mientras muy entusiasmado leía yo ese pasaje del referido texto, evocaba con nostalgia mis lejanas conversaciones sobre temas del mismo tenor –producidas al final de los años setenta– con nuestro desaparecido y lúcido amigo el siempre recordado intelectual dominicano Humberto Frías, y reflexionaba sobre la casi inexistente posibilidad de que en la bibliografía nacional aparecieran regularmente libros como el de Gubern, pensador que, si bien no es filósofo “punta” de la envergadura de un Eugenio Trías, un Tristram Engelhardt, una Donna Haraway o un Jean-Luc Nancy, por lo menos se muestra muy coherente (desde hace unos cincuenta años) en sus conceptualizaciones sobre diversos fenómenos y mutaciones del mundo telemediático, tecnológico y cultural contemporáneo.
Deploraba yo de modo íntimo, mientras leía al gran especialista español en comunicación audio-visual, nuestra relativa indigencia local como país en el orden de la crítica cultural trascendente, y el gran desconocimiento de que son objeto nuestros mejores pensadores y artistas.
Monologaba interiormente yo así, con gran tristeza: —¡Cuándo verdaderamente serán reconocidas, en el concierto bibliográfico internacional, las obras de grandes dominicanos como Pedro Henríquez Ureña, Juan Bosch, Manuel del Cabral, Osvaldo García de la Concha, Antonio Fernández Spencer, Marcio Veloz Maggiolo, Freddy Gatón Arce, Manuel Rueda, Aida Cartagena Portalatín, Pedro Peix, Luis O. Brea Franco, Andrés L. Mateo, Ángela Hernández, Cayo Claudio Espinal, Diógenes Céspedes, Bruno Rosario Candelier, Soledad Álvarez, Odalís G. Pérez, etc., con la misma frecuencia y el mismo grado de reverencia con que son estudiadas y citadas las obras, por ejemplo, de Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Jacques Lacan, Octavio Paz, Sylvia Plath, Umberto Eco, Simone de Beauvoir, Fernando Savater, José Lezama Lima, Edward Said, Eugenio Trías, Julia Kristeva, Harold Bloom, Mario Vargas Llosa, Adrienne Rich o Gilles Deleuze! ¡Cuándo se escribirán en nuestro país cultural obras teóricas como las de Román Gubern, por lo menos! ¡Cuándo romperemos verdaderamente con la insularidad creativa en el ámbito de la literatura y el pensamiento!
Aunque ya el destacado narrador, ensayista, poeta y diplomático dominicano Pedro Vergés había recibido dos merecidos y resonantes premios literarios en España, en el momento en que me formulaba tan dramáticos interrogantes sobre la proyección transvernácula de los grandes autores dominicanos, todavía nuestros Alexis Gómez Rosa, José Mármol, León Félix Batista, Jorge Piña y Junot Díaz no habían obtenido el gran reconocimiento internacional del que hoy por hoy son legítimos beneficiarios en su condición de creadores artísticos de primera fila y magnitud...
Cuál no sería mi asombro, mi sorpresa, mi estupor, cuando enredado todavía en la bruma de mis cavilaciones nacionalistas, antropológico-vernáculas, leí “casualmente”, en el mencionado libro del teórico español, justo debajo de la definición que ofrece Gubern sobre la pulsión escópica en Lacan y las diferencias psicoanalíticas entre “falo” y “pene”, que una de las vergas más grandes del mundo, junto a la de Harry Belafonte, el famoso cantante jamaiquino de música popular, era la del diplomático y playboy dominicano Porfirio Rubirosa…
Entonces, recuperándome de mi sorpresa e indignación pensé: —¡Oh Dios mío, hace largos años que somos famosos en el Universo y yo no lo sabía; ya saltamos al escenario global de la cultura con la garrocha grande, grande!
El inmenso, inconmensurable y vigoroso éxito cosmológico que “Rubi” cosechó en su prodigiosa vida pulsional, deportiva y diplomática, solo puede lastimar a políticos menos dotados que él...
Y proseguí leyendo a Román Gubern con gran entusiasmo viril y patriótico...
Octubre de 2012 (Texto retocado).
© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.
II
TRIPLE MORAL EN ESPEJO CONVEXO...
Por Armando Almánzar-Botello
François Rabelais era en efecto muy anticlerical...
La primera traducción íntegra al español, minuciosamente anotada, de su obra Gargantúa y Pantagruel (Gargantúa, Editorial Juventud, Barcelona, 1972; Pantagruel, Editorial Juventud, Barcelona, 1976), fue realizada, a partir del francés antiguo, por el médico, cirujano y escritor catalán Dr. Antonio García-Díe-Miralles de Imperial (1913–1979).
Aunque toda traducción de una obra literaria es histórica y el texto de llegada está inevitablemente “contaminado” por el contexto cultural y el Zeitgeist del sujeto traductor, no creemos que, hasta la fecha presente, ninguna otra versión haya alcanzado los niveles de calidad ofrecidos por el trabajo del distinguido médico, cirujano y erudito catalán.
Dicha versión consta de dos volúmenes, como hemos dicho, y su texto fue establecido a partir de las ediciones de Lyon (1535) y Amsterdam (1669).
En el famoso capítulo XV (páginas 130-137, tomo II, Pantagruel, ob. cit.), Rabelais dice con gran humor, por boca de su personaje Panurgo y a propósito de la construcción de las murallas de París:
«[…] No se lo digáis a nadie y os lo enseñaré —contestó Panurgo—. He notado que las cricas de folgar de las mujeres de este país andan más baratas que las piedras. Que si virgos no los hay, muy apetitosas son las entrepiernas de las viudas solteras. Por lo tanto, se podrían construir con esto las murallas, ordenándolas en buena simetría arquitectónica; se podrían poner las cricas más grandes en las primeras filas; luego, formando una pendiente, disponer las medianas, y, finalmente, las pequeñas madrigueras. Luego se haría un hermoso entretejimiento, a punta de diamante, como la torre de Bourges, con tantos erguidos bracamartes como hay en las braguetas claustrales […]».
Prosigue hablando el personaje sobre el valor doblemente defensivo de las murallas construidas así, ya que, según Panurgo, la falta de aseo de las “cricas” de las mujeres de París, convertiría a dichas murallas en invulnerables, por la poderosa fetidez característica de las entrepiernas femeniles parisinas... (Páginas 132-134, ob. cit.).
El tomo II, Pantagruel, incluye una interesante reflexión del Dr. Ramón Sarró titulada “Risa rabelaisiana y risa cervantina”, además de las magníficas presentaciones y notas de Antonio García-Díe-Miralles, el traductor de la obra completa Gargantúa y Pantagruel...
Es preciso recordar que si existe en la cultura francesa una figura paradigmática de un vigor literario similar o equivalente al de Miguel de Cervantes Saavedra en nuestra lengua, esa personalidad ejemplar es la de François Rabelais.
Un teórico y crítico de la estatura de Mijaíl Bajtín, en su obra La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, considera a Rabelais como uno de los espíritus más representativos de la literatura europea del siglo XVI. Un verdadero clásico.
No obstante, como andan ahora las cosas por efecto de cierto puritanismo de pacotilla que pretende, sintomáticamente, enmascarar con vanas letras y torpes medidas la naturaleza profunda de cierto malestar en la cultura, un texto como “Gargantúa y Pantagruel” podría hoy “caer bajo el hacha del juicio normativo”, y resultar censurado y prohibido en la República Dominicana del mismo modo en que lo ha sido el expendio de bebidas alcohólicas después de las doce de la noche.
Aducirían, los “inquisidores-legisladores”, la supuesta inmoralidad de dicho texto, su presunto carácter violento, machista y ofensivo contra la dignidad de las mujeres, y, probablemente, desestimarían su “vulgar semantismo” declarado intrascendente por esos doctores de la moral iluminada que ya preparan, ocultos en lo que Octavio Paz denominó la baja hipocresía y la guarida-ladronera de las tramas más inicuas, el nuevo Index Librorum Prohibitorum postmoderno, y las novísimas hogueras inquisitoriales y ejemplarizantes... ¡Jo!
¡Viles canallas comediantes!... ¡Ay Rabelais!
Frente al miserable puritanismo judeocristiano y la triple moral en espejo convexo, preferimos no mencionar los nombres de otros autores contemporáneos, nacionales y extranjeros...
Mayo de 2013
© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.
Otro blog en el que figuran respectivas versiones de estos textos:
Blog Cazador de Agua: http://cazadordeagua.blogspot.com/2013/05/cajon-de-cirugias-triple-moral-en.html
Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.
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Cazador de Agua
Tambor de Griot
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El cantante jamaiquino Harry Belafonte, a diferencia de algunos neocolonialistas (incluidos muchos traidores a la patria, nacionales de la República Dominicana), de una forma notoria, militante, solidaria, estuvo en contra de la intervención militar norteamericana en Santo Domingo, acaecida en 1965. Esta injerencia gringa en nuestro territorio constituyó, para todo auténtico dominicano y para los latinoamericanos y caribeños enemigos de los imperialismos, una vergüenza y un oprobio contra los que había que luchar.