domingo, 6 de mayo de 2018

Parpadear: Nietzsche, Heidegger, Lacan...

«“Nosotros hemos inventado la felicidad”, dicen los últimos hombres, y parpadean». Friedrich Nietzsche

«¿Cuál es el tipo de representación en la que se demoran los últimos hombres? Los últimos hombres parpadean. ¿Qué significa esto? El “parpadeo” se relaciona con los “destellos intermitentes”, con el “brillo”, con la “apariencia”. Parpadear significa procurar y bloquear un aparecer y una apariencia, una apariencia que se consensúa como algo válido, lo cual se produce con un acuerdo recíproco, aunque no comentado explícitamente, de no seguir explorando lo bloqueado. Parpadear equivale al bloquear consensuado, que en definitiva ya no requiere ningún acuerdo, de los entes objetivos en su primer plano, cifrando allí lo único que ha de tener validez, y estableciendo eso como la manera básica que el hombre tiene de explotarlo y tasarlo todo». Martin Heidegger


Heidegger y Lacan. Brevísima notita en torno “a” un pequeño cotejo conceptual...

Por Armando Almánzar-Botello


  Reiteremos el llamado “doble rostro” del “objeto a” en el pensamiento de Lacan: por un lado, el “a” como tapón, como obturador imaginario de la carencia, como plus-de-goce inmediato, como “letosa-gadget” disponible o “mercancía fetiche”, y, por el otro, el “objeto a” como lo que se escapa a la especularización de la falta, como objeto real causa del deseo y vacío de la falta en el Otro barrado o tachado. Esta última vertiente del “objeto a” apunta al goce con un incremento de tensión que no comporta inmediatez de placer sino un ejercicio del “parlêtre” que aspira al goce en la “escala invertida de la ley de su deseo” (Lacan). 

Heideggerianamente con Lacan podemos entonces postular, de nuestra propia cosecha, que:

La primera vertiente que mencionamos del objeto a, la taponadora, la obturadora, la bloqueadora, se relacionaría esencialmente con lo que Heidegger entiende como aquella modalidad de la razón representativa, calculadora, utilitaria, instrumental, que aspira a estabilizar el objeto para ponerlo ante ella como apariencia bloqueadora del pensamiento del ser, como ente visible, “tasable y explotable” (Heidegger), y poder así establecer con dicho objeto una relación de mera “apropiación simple”, no de co-apropiación o trans-apropiación.

De forma inversa, el objeto a en su vertiente de “lo que se fuga”, de lo que se sustrae, de lo que se escapa bajo el carácter de hueco impensado y obturado mancha, mirada evanescente y elidida por la visión y el ojo, en lo esencial viene a relacionarse con la dimensión bloqueada del pensamiento del Ser en tanto que, según nos dice Heidegger, “todavía” no pensamos...

Esta vertiente del objeto a, en su condición de causa real del deseo y posibilidad de abrir el pensamiento a lo (im)posible, al más allá en la copertenencia poética, es lo que “se nos sustrae y nos arrastra consigo, con independencia de que lo notemos o no inmediatamente, con independencia de que ni siquiera lo notemos.” (Heidegger).

Por la vía de ese retirarse, por la senda o la ruta de lo que se nos escapa o se nos sustrae, por la línea de fuga del “objeto metonímico a” (Lacan), “nos hallamos en camino hacia lo que nos atrae, y nos atrae escapándosenos.” (Heidegger).

Evidentemente inspirado por cierto pensamiento heideggeriano, Jacques Lacan establece una diferencia significativa entre “la realidad” y “lo real”, entre ojo-visión (función representativa) y mirada (exceso con respecto a la representación). Ambas oposiciones resultan equivalentes a la diferencia y contraposición entre las dos modalidades del objeto a, el cual, en su vertiente de fuga y deriva metonímica viene a ser definido por el psicoanalista y pensador galo como “semblante del ser”.

El parpadear de la representación intermitente, bloqueadora, elusiva, y la tautológica persecución por el sujeto del objeto a como gadget, mercancía-tapón o “letosa” [letosa: Lacan: concepción y versión irónica de un “objeto de vitrina” que parece guardar una relación pervertida con la aletheia, con la verdad como develamiento], constituyen vertientes limitadas o degradadas de aproximación al ser, formas inesenciales que obturan la desgarradura y el desgarramiento, la falla, la fisura, el hiato, el hueco, el vacío, la carencia, la posibilidad misma de despotenciar (Trías) a la subjetividad trascendental o absoluta propia de la tra(d)ición metafísica... Ellas podrían relacionarse con el modo en que utiliza la razón calculadora cierta frívola y taimada farándula canalla para poder situarse frente a lo existente apropiándoselo sin resto en la aniquilación bulímica del ser. 

Dichas modalidades metafísicamente fallidas de acercamiento sin proximidad, se vinculan con el uso que hacen del pensamiento calculador y representativo esas criaturas humanas que conciben el mundo al modo geométrico-fractal, como pura reserva energética a ser utilizada y consumida (ergon a explotar sin párergon), o casi como un juego complejo, algorítmicamente programado cual jugoso y realista espot publicitario tetradimensional... 

Los sujetos parpadeantes del pensar calculador y a-contingente, vienen a fungir como sabios animales políticos, doctos especuladores y agiotistas devenidos en maniquíes filantrópicos; como falsos poetas de una mentida serenidad clásica o de una terrible y leonina gárgara neobarroca; como sesudos logoteóricos manicuristas; como trapecistas en sobrepeso “vengativamente felices”, amantes de la democracia y el “gregarismo individualista”; en fin, como paranoicos y espurios filósofos de un pensar mercurial, mezquino, (im)piadoso y redituable. ¡Ellos, los dueños de la tierra, nuestros padres, nuestros hermanos y amigos, nuestros hijos, los últimos hombres!..

Repetimos hacia adelante la diferencia en el retorno re-pidiendo a Jacques Lacan: Es preciso resaltar aquí —ante la fórmula de la fantasía perversa (a$), fórmula que parece otorgar al sujeto perverso actuando en el lugar de agente la misma posición estructural que asume el analista en la transferencia—, que si bien el psicoanalista “hace semblante” del objeto a, no se identifica completamente con dicho objeto en su vertiente obturadora como sí lo efectúa el perverso, cuya voluntad de goce (Lacan) lo induce a considerarse a sí mismo como un objeto plenipotenciario imprescindible para generar el supuesto goce absoluto del otro en tanto que figura sometida, escindida subjetivamente ($), situada en el lugar del masoquismo, y finalmente torturada y eviscerada por el perverso.

El analista, en el proceso analítico, hace semblante del objeto a en su modalidad de fuga metonímica, hueco y vacío de lo real. Con ello promueve en el analizado, finalmente, el atravesamiento del fantasma [entendido este como “apariencia” en el sentido heideggeriano del término]... y/o... el “saber hacer allí con” (savoir-y-faire avec: resolver o arreglárselas con) le symptôme.

Estamos ahora ante una suerte de “ir más allá del padre” y de cierta modalidad de relación con los semblantes [en tanto que formas de la significación] después de servirse de ellos: un “ir más allá” que comporta una “identificación con el sinthome”... con lo “incurable” (Lacan) del goce acotado y singular, específico de cada sujeto, cuando el Deseo ya no aspira sino a lo Real imposible, a lo todavía innominable que se sustrae como goce temperado de un pensamiento por venir y que ahora secretamente nos asedia... 


7 de noviembre del 2015 


© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.




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1 comentario:

  1. Gracias por el comentario, estamos trabajando el Seminario "Todo el mundo es loco" de Jacques Alain Miller donde aparece en varias ocasiones Nietzsche y su Así hablo Zaratustra, EL parpadear de los últimos hombres, me traía loca, y aún pero menos.

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