viernes, 26 de septiembre de 2025

EL PINTOR ANGLOIRLANDÉS FRANCIS BACON: LA DEFORMACIÓN Y EL GRITO

«El llamado recurso de la “anamorfosis”, entendido como “deformación reglada” en el contexto de las leyes mismas de la perspectiva de Alberti, pasa a funcionar en Picasso y Bacon como “anamorfosis generalizada”, que comporta, más allá de las deformaciones albertianas, un uso neofigurativo y moderno de lo “deforme” que expresa la recuperación de la figura humana desde el fondo en apariencia “informe” de la pura abstracción, tanto la abstracción geométrica o biomórfica de las primeras vanguardias como la abstracción decididamente “vitalista” propia del posterior expresionismo abstracto norteamericano.» Armando Almánzar-Botello 

     Por Fredesvinda Báez Santana y Armando Almánzar-Botello

     «Además de haber diferenciado la letra del significante, Lacan distingue también, el rasgo unario, de la letra, situando al rasgo unario del lado del sujeto y a la letra del lado del objeto. Ya había dicho que el sujeto surge a partir del borramiento del rasgo unario, razón por la cual decimos que el sujeto es en esencia defensa. Del borramiento del rasgo unario surge el sujeto, es decir surge una mitad del sujeto, la mitad susceptible de ser representada por el significante amo S1.» Araceli Fuentes, psicoanalista en España

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     Las imágenes del pintor angloirlandés Francis Bacon son el resultado de lo que se ha convenido en llamar “neofiguración deformante”. 

     Constituyen un efecto de la aplicación orientada de la “mancha” como recurso o estilo pictórico (Heinrich Wölfflin) que se diferencia del estilo en el que predomina la “línea”. 

     La deformación de los rostros y figuras en la obra pictórica de Bacon trata de expresar el modo en que la angustia, la mutilación física y existencial, la furia, el sufrimiento, la intensidad pasional o el goce transgreden los límites del cuerpo armónico y convencional, objeto de la figuración pictórica tradicional o ilustrativa. 

     Esa deformación está relacionada, en el plano pictórico estricto, con el uso de lo deforme y monstruoso en la obra del pintor alemán Matthias Grünewald y, más recientemente, con la llamada etapa biomórfica de Pablo Picasso, inmediato precursor de Bacon. 

     Entendemos como bastante probable que dicha tendencia deformante se relacione también con el aprovechamiento plástico, expresionista, estético, alegórico-simbólico (como en ciertos cuadros de Otto Dix), de las fotografías que circulaban en la época tomadas a los heridos graves en la Primera Guerra Mundial, muchos de los cuales presentaban en su rostro y en su cuerpo lo que podríamos denominar una ruptura dramática de la integridad biofísica de su personalidad, lo que se traducía en una  minusvalía psíquica profunda y terminaba convirtiéndolos en víctimas de segundo grado en sus propios contextos sociales, en sujetos estigmatizados y marginados del vínculo social.

     El llamado recurso de la “anamorfosis”, entendido como “deformación reglada” en el contexto de las leyes mismas de la perspectiva de Alberti, pasa a funcionar en Picasso y Bacon como “anamorfosis generalizada”, que comporta, más allá de las deformaciones albertianas, un uso neofigurativo y moderno de lo “deforme” que expresa la recuperación de la figura humana desde el fondo en apariencia “informe” de la pura abstracción, tanto la abstracción geométrica o biomórfica de las primeras vanguardias como la abstracción decididamente “vitalista” propia del posterior expresionismo abstracto norteamericano. 

     Es probable que en algún texto de psicología hayan utilizado alguna vez imágenes de Bacon para expresar terror, miedo o angustia... Pero esa no es la procedencia de dichas imágenes. 

     El mismo Bacon decía que él no era “el pintor del horror sino del grito”, pues este último puede expresar tanto lo terrible, el horror, la angustia, el dolor físico, el miedo, como el goce, la pasión afirmativa de la vida, el placer extremo, la alegría intensa fuera de toda medida convencional, etcétera. 

     Nosotros entendemos que la pintura de Francis Bacon tiende a ofrecer, a través de sus recursos semióticos específicos y de la singular perspectiva histórica y plástica que la define, una suerte de neofiguración del “cuerpo real de goce” como expresión de una radical mutación o crisis de la corporalidad biofísica del simple y pasivo “organismo anatomofisiológico natural”, bajo su carácter de cuerpo homeostático susceptible de ser captado y sometido por el psicobiopoder. 

     Esa visión baconiana del cuerpo intensivo, gozante y sufriente, viene a coincidir, por su propio impulso creativo y exploratorio, con la forma de concebir el “cuerpo real” propia de la teoría del último Jacques Lacan, cuando el psicoanalista vincula a dicho cuerpo con la letra suelta, con la tensión más allá del principio del placer, con aquello que desborda la simple imagen especular y se aproxima al sinsentido, a la experiencia del despedazamiento como goce de la pulsión que gira en torno al órgano parcial, a la real síntesis disyuntiva que se opera en la carne informe por la pura “ritmicidad” semiótica de «lo “femenino” neutro», de la dimensión no comunicativa, “musical”, pre y translingüística de la “lalangue”... 

     El cuerpo real de goce aquí es concebido como una resonancia heterofónica y a-significante de la “lalengua” en la carne y su arrobo erótico-sideral. 

     No obstante, quizá en la pintura de Francis Bacon se pueda convalidar la tesis derridiana y no lacaniana de la divisibilidad o erosión de la letra bilocada con respecto al estatuto del significante que forma cadena. Goce del despojo, de lo incurable, del resto innombrable, tensión con los bordes y apertura a un nuevo tipo de sinthome borromeo.

     Francis Bacon y Jacques Lacan, cada cual utilizando la singularidad irreductible de sus recursos, vienen a pensar, junto a otras figuras de relevancia (Miguel Ángel, Matthias Grünewald, Tiziano, Nietzsche, Marx, Freud, Velázquez, Sade, Proust, Artaud, Degas, Kafka, Joyce, Ponge, Schiele, Vallejo, Picasso, Beckett, Lucian Freud, Giacometti, Céline, Miller, Michaux, Buñuel, Burroughs, Deleuze, Foucault, Derrida, Kristeva, Paz, Lynch, Cronenberg, Lyotard, Badiou, Butler, Vargas Llosa, Žižek, Del Cabral...), la nueva ecología poética y crítica de un “cuerpo real de goce” situado y pensado más allá de su mera instrumentalización por los poderes de la representación ocultante, por las fuerzas cínicas y mentidamente liberadoras de la tecnociencia sin precaución y el poder homogeneizante del mercado...

     Las noticias recientes informan que en varias ciudades de Estados Unidos, Nueva York dentro de ellas, utilizan cada día los aullidos rituales, desde las viviendas de los ciudadanos en cuarentena, como un modo de expresar espíritu combativo contra la Covid-19, además de expresar mediante esos gritos una solidaridad con los “homeless” y lograr descargas terapéuticas de tensión. 

     Por otra parte, como desde hace años insisten muchos teóricos del arte o la estética (Umberto Eco entre ellos) apoyados en una tradición “feísta” que se remonta a los clásicos mismos: la deformación y lo “feo formal”, como recursos vinculados a lo “feo expresivo”, vienen a formar parte de la experiencia estética de igual modo y con los mismos derechos que “lo bello” basado en los principios de armonía, proporción, equilibrio, estabilidad, simetría... etcétera.

Fredesvinda Báez Santana y Armando Almánzar-Botello

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10 de abril del 2020

Copyright © Fredesvinda Báez Santana y Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

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BREVE NOTA SOBRE FRANCIS BACON Y EL EXPRESIONISMO

     «Existen críticos tan frígidos, despistados, burdos y estériles, que recuerdan más bien a un polvoriento y carcomido escritorio viejo, fabricado para que vomitemos con discreción en sus gavetas —atiborradas de inepcias y neologismos presumidos—, la pena que nos produce su falta real de pensamiento. ¡Nada tienen que ver estas mulas teoréticas con el ejercicio crítico auténtico, con las Venus de las Gavetas!». Armando Almánzar-Botello

     «La mayoría de la gente no tiene instinto para la pintura que, después de todo, está muy relacionada con el artificio. Por regla general, a la gente hay que explicarle primero antes de que pueda ver algo. Y en especial a los críticos.» Francis Bacon

     Por Armando Almánzar-Botello 

     «¡Vaquero, a tu potrero!» Fernando Arrabal

     Es un lugar común y un error muy repetido el considerar a Francis Bacon, en sentido estricto, como un pintor expresionista. No lo es, aunque haya utilizado ciertos recursos propios de ese movimiento.

     Si bien a Bacon podemos catalogarlo como exponente de una cierta “neofiguración deformante”, postabstraccionista, de inmediato debemos aclarar que no toda deformación es de naturaleza histórico-expresionista o vanguardista.

     La multiplicidad de recursos, movimientos y tendencias conocidos y utilizados por Francis Bacon: arte griego y egipcio de la Antigüedad, acervo pictórico europeo clásico, impresionismo, cubismo, expresionismo, surrealismo, expresionismo abstracto y abstracción informalista, tachismo, arte pop, etcétera, hace bastante difícil la catalogación de su singularidad artística.

     Como Pablo Picasso, su inspirador y precursor, Bacon participa de una poderosa “imaginación histórica” muy afinada. Son constantes sus alusiones y referencias, más o menos veladas, al arte y a la vida de la tradición y de su propia época.

     Críticos como Herbert Read incluyeron a Bacon en una línea excéntrica del arte inglés representada por figuras como el poeta William Blake en su rol de pintor y acuarelista. 

     Además, el pensador y crítico británico sitúa a Bacon como heredero de cierto simbolismo representado por figuras como Böcklin. Por el carácter “espectral” del denominado período “malerich”, tenebrista y “neobarroco-manierista” que caracteriza a la pintura de Bacon en los años 50, Read la vincula también con la obra de Füssli.

     En los años setenta y acompañado por otros pintores británicos o extranjeros pero reunidos en Londres, Bacon formó parte de la llamada Escuela de Londres o Pintura del desastre. En conversación y en relativa convergencia estética desde los años sesenta estos artistas rompían lanzas contra la abstracción a favor de una pintura neofigurativa. De dicha escuela formaron parte pintores figurativos como Ronald Kitaj, Lucian Freud, Michael Andrews, Frank Auerbach, Paula Rego...

     Algunos críticos han hablado de “racionalismo” pictórico, pero esa denominación también es falsa aplicada a Bacon.

     El mito del Bacon “racionalista” lo creó Salvador Dalí para deslindarlo, por celos pueriles, del “método paranoico-crítico” que el gran genio español practicaba.

     En visita realizada por Dalí a la gran exposición retrospectiva de Bacon en el Grand Palais de París, en 1971, el pintor español, siempre con la intención de afirmar su ego y su posición protagónica en todos los contextos y situaciones, acompañado provocativamente por unas hermosas muchachas semidesnudas, decía en voz alta, al pasar frente a los cuadros de Francis Bacon, y señalándolos con un bastón “surrealísticamente despectivo”: “Très, très raisonnable!” (¡Muy, muy razonable!)...

     No obstante… Picasso es Picasso, Dalí es Dalí… y Bacon es Bacon.

     Aunque Bacon reacciona en su momento contra el expresionismo abstracto norteamericano y europeo, no deja de utilizar ciertos recursos provenientes de este movimiento. Sin embargo, Bacon subordina los trazos y rasgos semióticos informales y abstractos a la neofiguración deformante, a la “figura humana en proceso” concebida como “Cuerpo sin Órganos” (CsO), en el sentido que dan a esta última expresión Antonin Artaud y Gilles Deleuze.

     Bacon, muy irónicamente, consideraba simples decoradores monótonos a importantes pintores expresionistas abstractos norteamericanos como Mark Rothko y Jackson Pollock. No obstante, se burlaba también de lo que percibía en la pintura de un Balthus, por ejemplo, como simple academicismo conservador en el uso de la técnica y la dación de forma.

     La estrategia pictórica baconiana implica una suerte de relectura —en clave neofigural y postmoderna en sentido estricto—, de la tradición plástica de Occidente, incluidas las vanguardias históricas. Bacon no es ni se consideró nunca un pintor simplemente vanguardista. Es el pintor de lo “figural”.

     Lo “figurativo” se relaciona con la mera representación imitativo-ilusionista, con la gastada figuración ilustrativa y en ocasiones banal, meramente académica y yerta; lo “figural” (Lyotard), alude a un espacio problemático de mediación entre lo figurativo y lo abstracto, territorio fronterizo que participa de una productividad equivalente a la potencia de la huella y del trazo litoral, entendidos como a-significantes.

     Lo figural es un espacio potencial donde, simultáneamente, lo figurativo se desterritorializa en lo abstracto, y lo abstracto insinúa un movimiento de reterritorialización en lo corporal figurativo. 

     Espacio de tensión entre lo que Jacques-Alain Miller denomina “anamorfosis generalizada”, entendida como neutralización, disolución o castración de toda imagen del cuerpo, y una recuperación de la corporalidad metamórfica en su carácter gótico-inorgánico (Worringer, Artaud, Deleuze). 

     En este metamorfismo se pone de manifiesto la dimensión del Cuerpo sin Órganos, comprendido como potencia transformativa de la carnalidad “bárbara” (Worringer) o diagrama de fuerzas y flujos determinante de una corporalidad intensiva, de un teatro activo de la crueldad en la inmanencia de la carne.

     Neofiguración figural: campo de indeterminación e incertidumbre de las formas plásticas abiertas y en flujo.

     En el caso específico del pintor anglo-irlandés, observamos una “figuralidad” en la que predomina lo “carnal”, el flujo de lo “cárnico” mutante, deformado, constituyente, no clausurado todavía en “cuerpo” constituido.

     Allí, los órganos se encuentran en relación de síntesis disyuntiva con respecto a ellos mismos (órganos indeterminados), y al entorno parergonal (Derrida) que sirve de armazón a las figuras.

     La pintura de Francis Bacon, atravesada por el horror, el erotismo, la risa y el humor negro, encarna la posibilidad “est/ética” de un extraño, afirmativo y dialógico territorio plástico-pulsional que piensa, con el uso transmutante de perceptos y afectos (Gilles Deleuze), los inicios de una nueva ecología o escenario de recambio intensivo entre la letra, el trazo y lo real, el sentido y el sinsentido, lo humano y lo (in)humano.

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Mayo de 2012

Copyright © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.



martes, 23 de septiembre de 2025

¿LA VERDADERA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS? SIGISMUND SCHLOMO FREUD NATHANSON... MÁS CONOCIDO COMO SIGMUND FREUD (6 DE MAYO DE 1856–23 DE SEPTIEMBRE DE 1939)

«El psicoanálisis no es una ciencia, no por un déficit epistemológico, sino porque se ocupa de una “materia” (distinta de la naturaleza y de la superestructura) que se estructura con la lengua y da lugar al sujeto del inconsciente.» Jorge Alemán y Sergio Larriera

«Existen dispositivos periodísticos e informativos trucados, uno de cuyos objetivos fundamentales lo constituye producir ideología tal como la conciben Teun A. Van Dijk y otros: representaciones de ciertos intereses de grupos sociales, y lucha sin cuartel por imponer las visiones específicas del mundo que corresponden a esas muy concretas y duras conveniencias, generalmente mercuriales. De ahí que el sintagma “ideología cientificista” apunte a definir los intereses muchas veces reductores y absolutistas que se crean en torno a los grandes consorcios, gremios profesionales y corporaciones, entendidos como instancias que regulan el territorio particular de las instituciones privadas y públicas de investigación científica y los flujos de financiamiento que pueden dirigirse a ellas.» A. Almánzar-Botello  

Sigmund Freud 

Por Armando Almánzar-Botello 

     No había leído el informe original, publicado en la revista Science, de la autoría de Yukiyasu Kamitani y sus colegas del Laboratorio de Neurociencia Computacional ATR, en Tokio, “sobre la actividad cerebral de voluntarios humanos durante el sueño”. No obstante, desde una primera lectura de la noticia en cuestión, por el modo simplista en que esta fue formulada por la prensa, me resultó epistemológicamente sospechosa.

     Como es el caso de la mayoría de los lectores comunes de periódicos y revistas de difusión masiva de información científica, sobre esta y otras investigaciones en particular no disponemos, en principio, de ninguna pauta referencial sobre la naturaleza de sus contenidos que la proveniente de cierta prensa impresa o virtual, en muchas ocasiones pseudocientífica y sensacionalista, que no se caracteriza, precisamente, por pretender la rigurosa formulación de la naturaleza exacta de las múltiples indagaciones científicas que se realizan en los más importantes centros de investigación y altos estudios del mundo, sino más bien por impactar sobre los lectores incautos convirtiendo en “ideologemas”, en “más de lo mismo”, lo que muchas veces, por no decir casi siempre, corresponde a problemas de muy distinta naturaleza investigativa cuando los vemos rigurosamente planteados en sus respectivos contextos originales.

     Con posterioridad a la lectura de esta noticia en particular, he tenido acceso al informe detallado sobre “las correlaciones definidas de forma operacional entre la narración de sus sueños por parte de sujetos experimentales soñantes y los patrones de actividad en el córtex visual”, trabajo publicado en la revista Science, y correspondiente, como hemos dicho, a las investigaciones de Yukiyasu Kamitani junto a sus colegas del Laboratorio de Neurociencia Computacional ATR, en Tokio. 

     La lectura detenida del citado documento no me hace modificar en nada mis apreciaciones y sospechas originales sobre la banalización y tergiversación de la noticia por parte de una prensa que, si bien se considera científica, no respeta realmente a los lectores pues les ofrece contenidos difusos que no han sido adecuada y rigurosamente planteados como justa expresión de ciertas líneas muy serias de investigaciones científicas.

     He comprobado, al leer el informe original de Yukiyasu Kamitani y su equipo sobre el tema de marras, que la referida investigación puede ser considerada científica; lo que no resulta científico es pensar que ella equivale a una “verdadera interpretación” de los sueños —así podemos leerlo en el título de la noticia vulgarizadora— que vendría a dejar caduco y a sustituir el trabajo del psicoanálisis orientado por los planteamientos metapsicológicos o teórico-clínicos de Sigmund Freud y de Jacques Lacan, por ejemplo.

     Eso último lo sugiere, entre líneas, el titular de la noticia publicada en el periódico español “El País”, el día 4 de abril de 2013, y calzada con la firma del distinguido científico y periodista español Javier Sampedro. 

     De hecho, la misma estructura del experimento tal como es descrita por las notas periodísticas que sirven la noticia, no debería conducir a suponer que alcanzar una nueva interpretación o hermenéutica de los sueños fuera el propósito central de la investigación.

     Como nos recuerda el antropólogo, etnopisiquiatra y epistemólogo Georges Devereux en su obra “De la ansiedad al método en las ciencias del comportamiento” (Siglo XXI Editores, 1977; edición original en inglés 1967), muchas veces algunos científicos creen estar investigando un problema o fenómeno específico y resulta que la naturaleza o el diseño de su experimento lo que realmente permite investigar, y de hecho investiga, es otra serie de fenómenos y problemas muy distintos. Devereux se refiere aquí a los errores de encuadre y de planteamiento de problemas en el seno de la metodología de la investigación.

     No digo en absoluto que este sea el caso de los científicos de Tokio en el contexto de las mencionadas investigaciones, pero lo que sí percibo en la nota de prensa que informa sobre la investigación es una confusión de marcos conceptuales y objetos específicos de estudio, lo que puede conducirnos a pensar en un acto deliberado de mala fe desinformativa.

     La presentación de la foto de Sigmund Freud encabezando el artículo de marras constituye un elemento semiótico que condiciona o refuerza en el lector común la idea o prejuicio de un supuesto contraste entre el “viejo, falso y superado modelo psicoanalítico” y las novísimas y rigurosas investigaciones científicas, computarizadas (mito postmoderno de la “severidad” y el rigor epistémicos), que utilizando un sofisticado “medical imaging” permiten establecer, “científicamente”, una “verdadera” y “objetiva” interpretación de los sueños.

     Sin embargo, al leer la noticia tal como la ofrece la prensa española debemos formularnos varias preguntas por genuina y necesaria inquietud lógica de partida: ¿Qué es “la interpretación de los sueños” (Die Traumdeutung) para el psicoanálisis? ¿Qué entiende el psicoanálisis por “sueño”? ¿Corresponde la interpretación psicoanalítica de los “sueños” al proceso de “desciframiento” neurocibernético que se opera en el marco experimental específico diseñado por los científicos japoneses en cuestión?

     El sueño, para el psicoanálisis freudiano, es definido como una “vía regia de acceso al inconsciente”. ¿A cuáles “procesos inconscientes” se alude en este experimento japonés?

     ¿Qué es el sueño para el psicoanálisis, si pertinentemente lo diferenciamos del mero soñar como actividad neurocerebral? 

     Intentemos ser didácticos.

     En la obra “Diccionario de psicoanálisis” (Élisabeth Roudinesco y Michel Plon: “Diccionario de psicoanálisis”, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1998) sus autores nos dicen con respecto al 

SUEÑO:

     «Fenómeno psíquico que se produce durante el dormir, el sueño está constituido principalmente por imágenes y representaciones cuya aparición y disposición no están bajo el control consciente del soñante [...] Sigmund Freud fue el primero en concebir un método de interpretación de los sueños no basado en referencias extrañas al soñante sino en las “asociaciones libres” que este puede realizar, una vez despierto, a partir del relato de su sueño.» Ob. cit., página 1030.

     Por su parte, J. Laplanche y J-B. Pontalis, nos dicen en su “Diccionario de psicoanálisis”, Editorial Labor, 1971, página 209:

INTERPRETACIÓN:

     «1) Deducción, por medio de la investigación psicoanalítica, del sentido latente existente en las manifestaciones verbales y de comportamiento de un sujeto. La interpretación saca a la luz las modalidades del conflicto defensivo y apunta, en último término, al deseo que se formula en toda PRODUCCIÓN DEL INCONSCIENTE [las mayúsculas son nuestras].

     »2) En la cura, comunicación hecha al sujeto con miras a hacerle accesible este SENTIDO LATENTE [las mayúsculas son nuestras] según las reglas impuestas por la dirección y la evolución de la cura. La interpretación se halla en el núcleo de la doctrina y de la técnica freudianas.» Ob. cit., página 209.

     En la referida investigación nipona se estudian las CORRELACIONES que existen entre la narración de un sueño por parte de un sujeto experimental soñante (narración a la que el artículo periodístico y los mismos investigadores denominan “jerigonza”), y los patrones de actividad en el córtex visual, entendiendo este como la “zona posterior del cerebro que normalmente procesa las imágenes provenientes del mundo exterior.”

     De hecho, lo que así se delimita operacionalmente no representa ninguna interpretación o hermenéutica del sueño que pueda sustituir a la del psicoanálisis, cuya particular aproximación a los procesos oníricos apunta, en último término: AL DESEO QUE SE FORMULA EN TODA PRODUCCIÓN DEL INCONSCIENTE, EN EL CONTEXTO DE UNA RELACIÓN TRANSFERENCIAL ENTRE ANALISTA Y ANALIZADO.

     Resulta evidente que en el marco experimental de la investigación neurológica de marras, a lo que se apunta es a un objetivo muy distinto al de la “interpretación freudiana de los sueños” como “vía regia de acceso al inconsciente”.

     No se puede investigar aquello que no se ha delimitado conceptualmente en el marco de una teoría previa y de una metodología específica de abordaje.

     El psicoanálisis freudo-lacaniano interpreta los sueños en el contexto de una teoría propia, de una metapsicología freudiana y unas concepciones lacanianas sobre las relaciones entre “lo imaginario”, “lo simbólico” y “lo real”, puestas a punto por una situación cuasi experimental singular que es el denominado “ENCUADRE ANALÍTICO”, entendido este como contexto clínico regulado por minuciosas pautas definidas con precisión por el analista con la finalidad de crear un marco terapéutico para el analizado. Aquí viene a desarrollarse el “PROCESO ANALÍTICO”.

     Por otra parte se hace necesario señalar que el psicoanálisis no es “una ciencia dura”, en el sentido en que lo es o pretende serlo la neurología, mas posee su propio campo de coherencia teórico-práctica y su particular eficacia, cónsonos con el estudio de la naturaleza de uno de sus principales objetos de investigación: “el inconsciente metapsicológico freudiano”, que no es un objeto epistemológicamente definido por la neurología sino por la experiencia clínica del psicoanálisis.

     En su Seminario XI “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, Jacques Lacan considera que dichos conceptos son: inconsciente, repetición, pulsión y transferencia. Estos conceptos no surgen de la especulación sino del territorio cuasi experimental de la clínica.

     Ninguna de estas categorías se menciona efectivamente en el informe oficial que rinde sobre su trabajo científico el equipo técnico de Yukiyasu Kamitani.

     La reseña periodística, por lo tanto, debe limitarse, evidentemente, a describir el experimento del científico japonés como la búsqueda y establecimiento de “PARÁMETROS” computacionales para definir la CORRELACIÓN entre los ESTADOS MENTALES ONÍRICOS y los ESTADOS CEREBRALES. 

     Poco tiene que ver eso con el psicoanálisis, con su teoría de la realidad psíquica y con el método y los dispositivos que permiten abordar sus problemas específicos en los ámbitos clínico-terapéutico, heurístico y hermenéutico.

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Julio de 2013

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

Adenda

«LA CIENCIA ES UNA IDEOLOGÍA DE LA SUPRESIÓN DEL SUJETO.» Jacques Lacan

«EL SUJETO NO SE REDUCE A SU CUERPO.» Jean-Claude Maleval

     «Sin pronunciar la palabra cognitivismo, que aparecerá en 1981, Georges Canguilhem, en su conferencia de 1980 “El cerebro y el pensamiento”, y continuando con sus investigaciones sobre el tema iniciadas más de 25 años atrás, ataca con ferocidad la creencia que anima el ideal cognitivo: la pretensión de querer crear una “ciencia del espíritu” fundada sobre la correlación entre los estados mentales y los estados cerebrales... Sin preocuparse por las disputas entre behavioristas y cognitivistas, entre neurobiologistas y fisicalistas, Canguilhem combate en bloque en esta conferencia no a las ciencias y sus progresos, tampoco a los trabajos modernos sobre las neuronas, los genes o la actividad cerebral, sino a un enfoque ecléctico donde se mezclan conductismo, experimentalismo, ciencia de la cognición, inteligencia artificial, etcétera. En resumen, desde su punto de vista, esta nueva psicología que pretende tomar prestados los modelos de la ciencia no es más que un INSTRUMENTO DE PODER, una BIOTECNOLOGÍA DE LA CONDUCTA HUMANA, que despoja al hombre de su subjetividad y busca arrebatarle su libertad de pensar [y soñar imprevisiblemente]» Élisabeth Roudinesco: “¿Por qué el psicoanálisis?”

     «[...] Muchos trabajos considerados científicos en esta área, difundidos por la revista Science, fueron acusados posteriormente de “reduccionismo neurogenético” por otros expertos en neurobiología.» Élisabeth Roudinesco: “¿Por qué el psicoanálisis?”

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INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA CON RIESGO DE SER CONVERTIDA EN MERA IDEOLOGÍA DE CONTROL

     Por Armando Almánzar-Botello

     La “interpretación” neurológica del acto de soñar constituye una muy fértil, interesante, promisoria y no tan reciente línea de investigación científica... 

     Por vía de ese tipo de trabajo se podrían llegar a tratar y curar varios trastornos neurofisiológicos.

     Pero EL SUEÑO stricto sensu, con la dimensión simbólico-hermenéutica explorada por Freud en su obra casi homónima, no es la “simple” actividad neurofisiológica que subtiende parcialmente a los procesos oníricos, al soñar. A pesar de los esfuerzos de Chomsky y de otros en los ámbitos de la psicobiología y el cognitivismo computacional, hasta el lenguaje mismo escapa a la modelización algorítmica.

     “La interpretación de los sueños” no alude a la detección o previsión, por vía computacional, experimental, de lo que el sujeto, al despertar, dirá haber soñado como contenido manifiesto de su sueño. 

     La interpretación de la ACTIVIDAD ONÍRICA apunta, por el contrario, al llamado CONTENIDO LATENTE DEL SUEÑO,  DESCONOCIDO EN PRINCIPIO POR EL MISMO SOÑANTE, y concebido por el psicoanálisis freudiano como aquel conjunto de significaciones que expresan o traducen el DESEO INCONSCIENTE DEL SUJETO DE LA EXPERIENCIA ONÍRICA.

     La interpretación de los sueños psicoanalítica trabaja, no con lo que el sujeto experimental sueña de hecho (como actividad neurofisiológica objetivamente registrable por medios tecnológicos de “medical imaging”), ni tampoco se refiere, con exclusividad, a lo que dicho sujeto dice haber soñado, sino a lo que 

     EL PSICOANALISTA INTERPRETA DEL RELATO DEL SUEÑO DEL PACIENTE, CUANDO DICHO ANALIZADO-SOÑANTE, EN SITUACIÓN TRANSFERENCIAL, ES INSTADO POR EL ANALISTA A REALIZAR LO QUE SE DENOMINA “ASOCIACIONES LIBRES” SOBRE SU TEXTO ONÍRICO.

     La compleja relación psicoanalítica llamada “TRANSFERENCIA”, en su singularidad “bicorporal y tripersonal” (J. Lacan), no es susceptible de una simple modelización experimental, de una rutinización algorítmica o estandarización informática. 

     Por tal razón no existe psicoanálisis in absentia: no se puede realizar un psicoanálisis por vía telefónica, por Internet o por correspondencia...

     «Rechazo radicalmente la tecnofobia, pero la postura tecnofetichista —ciega y a gatas por exceso de optimismo, por no llamarla cinismo virtualista postmoderno—, olvida la aisthésis, el aisthéton... lo concreto del contexto, la imposibilidad “tecno-lógica” de que se “presente”, pragmáticamente, la “isofuncionalidad de Venikov” entre el objeto y su modelo, por el carácter de “infinitud potencial” que define a la “similitud” en el proceso de modelización...» A. Almánzar Botello, 2010

     ¡El pensamiento no es solo una cosa!... El problema estriba en que, a pesar de los interesantes puntos de vista de varios científicos en la línea de importantes investigadores como Rosalind Picard, Steven Pinker y el mismo Yukiyasu Kamitani, por ejemplo, los cuales hablan de computación afectiva, “onírica”, y de “ordenadores emotivos”, los enfoques cognitivistas y los ingenieros de inteligencia artificial, en su mayor parte, siguen pensando que la MENTE es una mera emergencia del CEREBRO. No la entienden como un “bucle de inter-retro-acción” compleja (Edgar Morin) que comporta, además del cerebro, el resto del encéfalo y la médula espinal, el cuerpo en su conjunto como esquema especular, la historia del sujeto en situación y contexto, la conciencia autorreflexiva, la inteligencia computacional, las emociones...

     ¡El juego epistemológico se complica, más allá de la voluntad de tecnoprevisión cientificista y de la ideología de supresión del sujeto!

     Apoyado en el conocimiento de las experiencias clínicas del psicoanálisis, pienso, igual que Maleval, que:

     «EL SUJETO NO SE REDUCE A SU CUERPO ANATOMOFISIOLÓGICO.» 

     EL PICOANÁLISIS TRABAJA CON OTRO CUERPO DISTINTO DEL MERAMENTE ANATOMOFISIOLÓGICO: EL CUERPO LIBIDINAL, PULSIONAL O ERÓGENO. 

     EN LA ESPECIFICIDAD DE SU OBJETO, DE SU CAMPO TEÓRICO-CONCEPTUAL Y SU METODOLOGÍA DE TRABAJO, ESTÁ CIFRADA LA EFICACIA INTERPRETATIVA, CRÍTICA, TERAPÉUTICA Y FILOSÓFICA DEL PSICOANÁLISIS.

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10 de julio de 2013

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

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3 de noviembre de 2012

ESCUELA DE LA SOSPECHA (A ella pertenecía el fundador del psicoanálisis, Sigismund Schlomo Freud Nathanson... más conocido como Sigmund Freud)

     Por Armando Almánzar-Botello 

     La denominación de “Escuela de la sospecha” se perfila conceptualmente por primera vez en el capítulo II, “El conflicto de las interpretaciones”, de la magna obra de 483 páginas titulada “Freud: una interpretación de la cultura”, de la autoría del relevante filósofo y hermeneuta francés Paul Ricoeur. 

     Para Ricoeur existe un trío grandioso en una modernidad crítica que persiste: Friedrich Nietzsche, Karl Marx y Sigmund Freud...

     El mencionado filósofo galo utiliza las categorías de “pensadores o maestros de la sospecha” y “escuela de la sospecha” en el subacápite 3 del aludido capítulo II, titulado “La interpretación como ejercicio de la sospecha” (página 32 de la obra de Ricoeur en la edición que citamos). 

     Allí menciona el pensador francés a las tres relevantes figuras que mencionamos, como representativas de una crítica al pensamiento cartesiano de la certeza apodíctica de la conciencia. 

     La llamada “sospecha hermenéutica”, en su intento de descubrir estructuras “profundas”, determinaciones ocultas, instancias que funcionan por detrás de las máscaras, sesgos o distorsiones introducidos por la presunción de “evidencias” y “transparencias”, se opone a la vocación autárquica de la conciencia autoconvalidante tal como aparece en Descartes.

     Desde aquel momento a la fecha, se han operado cambios significativos en el panorama de la filosofía contemporánea, acompañados de muy precisos cuestionamientos a la llamada hermenéutica de la “Escuela de la sospecha”. 

     Críticas como las de Jacques Derrida, Michel Foucault, Hans-Georg Gadamer, Jacques Lacan y sus seguidores, etc., etc., demuestran el vínculo íntimo y “último” que sostienen las ideas de “sospecha” y “desenmascaramiento” con los valores ontoteológicos de la llamada metafísica occidental de la “claritas” y la “presencia”.

     Jacques Derrida, en particular, cuestiona también el concepto de “continuidad” que sirve de “fundamentación” a la hermenéutica del primer Hans-Georg Gadamer autor de la magna obra Verdad y Método, aunque el filósofo alemán viene a realizar allí una severa crítica a la pretensión metafísica “restitutiva” que rastrea y descubre en la “hermenéutica de la sospecha”. 

     No obstante, Derrida se posiciona estratégicamente a favor de un movimiento de “destotalización” y de “discontinuidad” antigadameriano, que conduce al filósofo francés a producir el “cuasiconcepto” que denomina “restancia diseminal” de los textos interpretados, entendida dicha “restancia” (restance) como imposibilidad de “tocar” un “fondo” último del texto, pero también como imposibilidad de alcanzar el “fundamento” supuestamente irreductible de la época histórica que se refracta en dicho texto con el trabajo de la escritura. 

     Nada escapa, en el vigilante pensamiento deconstructivo de Jacques Derrida, a la diseminación y a la “infundamentación” posterior a la “defundamentación” nietzscheana y heideggeriana, a una estrategia “posfundacional” que si bien acepta cierta “fundamentación”, la entiende como transitoria, contingente, “histórica”, provisional. 

     Frente al “ser inmóvil” de Parménides, Derrida replantea, de un modo “paleonímico”, el “todo fluye” de Heráclito.

     La “sospecha” de Paul Ricoeur participa, involuntaria y estructuralmente, de la idea metafísica de que un “fondo verdadero” o la verdad de un “fundamento último” vendría a ofrecerse después de la caída de las “mascaras” engañosas que “ocultan al ente mismo tal como es”.

     No obstante, algunos protocolos y presupuestos de la denominada “hermenéutica de la sospecha” siguen vigentes. 

     La indudable vigencia de estos tres grandes pensadores (Marx, Nietzsche y Freud) a través de la relectura crítica de su obra, la gran e insoslayable actualidad de sus respectivos pensamientos, es otra cosa distinta y más compleja. 

Armando Almánzar-Botello

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3 de noviembre del 2012

Santo Domingo, República Dominicana

     Ver: Paul Ricoeur: “Freud: una interpretación de la cultura”, Siglo XXI Editores, 1973, páginas 32 a 35.  (La obra en francés, titulada De l’interprétation. Essai sur Freud, fue publicada en Editions du Seuil, Paris, 1965.)

     P. D. No se debe confiar demasiado en Wikipedia como fuente principal e infalible de información y conocimientos... todavía no...

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Adenda del 10 diciembre del 2012

ESCUELA DE LA SOSPECHA Y OTROS SOSPECHOSOS (A propósito de un supuesto olvido)

     Por Armando Almánzar-Botello

     Existe un trío grandioso en una modernidad crítica que persiste: Nietzsche, Marx y Freud... 

     No se me ha olvidado Charles Robert Darwin. Sencillamente, el pensamiento del gran naturalista inglés no pertenece al espíritu de esa trilogía histórica y hermenéutica que menciono. 

     Si de citar figuras decisivas para la comprensión de la cultura occidental se tratara, se me habrían olvidado también Parménides, Heráclito, Platón, Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás de Aquino, Descartes, Spinoza, Kant, Newton, Hegel, Leibniz, Heidegger, Einstein, etcétera. 

     En la breve nota yo hago más bien referencia a lo que se denomina, pertinentemente, como “Escuela de la Sospecha”, que incluye, para su definición, a estos tres autores paradigmáticos: Marx, Nietzsche y Freud. Se les denomina también filósofos o pensadores del desenmascaramiento. 

     Evidentemente no estamos restando importancia al gran aporte intelectual-transformativo del pensamiento de Charles Darwin en la historia de las ideas y de la cultura de Occidente. El mismo Freud lo menciona como el pensador que junto con el gran Copérnico inflige a la humanidad una modalidad crucial de descentramiento, una de las llamadas “tres heridas al narcisismo”; el tercer pensador del descentramiento sería el mismo Sigmund Freud. 

     Sencillamente no se incluye a Darwin en esta trilogía porque pertenece a lo que Michel Foucault llamaría otra episteme, “otro campo histórico de saber articulado”. 

Armando Almánzar-Botello

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10 diciembre del 2012


Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.

DOCUMETAL SOBRE SIGMUND FREUD: 

https://youtu.be/D67YPMjCUrw?si=v2HOfJEwWyAMk6oR


sábado, 6 de septiembre de 2025

MÁS SOBRE EL ¡NO! AL «ANYTHING GOES» COMO «DERECHO» DE CADA CUAL A OFRECER CUALQUIER COSA COMO ARTE

«Marcel Duchamp es un verdadero parteaguas en la Historia del Arte. Sus ideas siguen siendo el motivo de profundas meditaciones sobre el arte, lo natural y lo artificial, el acto de creación artística, el valor de las ideas como punto de partida para el acto performativo de naturaleza artística; mas también Duchamp puede ser el paraguas que utilicen la mediocridad y el mercado para imponer productos pseudoartísticos, “antiobras” banales y carentes de toda potencia transformativa de la sensibilidad y el pensamiento.» Armando Almánzar-Botello 

«La pérdida de lo que Walter Benjamin denomina la dimensión “aurática de la obra de arte”, no confiere legitimidad al plagio ni a la banalidad artística.» Armando Almánzar-Botello 

«Cierto es que desde hace largos años se vive un proceso de desobjetivación del arte, que corre paralelo a la transformación que comporta el paso del predominio del capital industrial a la supremacía evidente del capital financiero. Dicho fenómeno de evaporación se acentúa en la etapa actual en la que la obra de arte funciona como una letra de cambio sin valor intrínseco o una mercancía altamente perecedera y trivial en su carácter efímero, monoaural y sin mayores preocupaciones semióticas.» Armando Almánzar-Botello 


     Por Armando Almánzar-Botello 

     Creo en la libertad del artista, ¡y la defiendo con mi sangre!; aunque otros, quizá, encontarían más posmoderno decir: y la defiendo con mi bolsillo, con el simulacro del mercado.

     Sí, creo que el arte se transforma, que muta histórica y semióticamente en sus recursos significantes y en su función social y simbólica. 

     No son lo mismo, por supuesto, en el régimen de las imágenes, los trazos que figuran un «bisonte» como objeto mágico-simpático, talismánico y apotropaico en las cuevas de Lascaux y Altamira, los trazos vaporosos y las pinceladas rotas en una pintura china o japonesa de inspiración taoísta o zen, la figuración pictórica de escenas mítico-religiosas en Sassetta, Masaccio, Raffaello, Michelangelo, Velázquez, que las obras de Kandinsky, Picasso, Burri, Pignon, Pollock, Rothko, Kline, Rauschenberg, Bacon, Freud, Oviedo, Tovar, Wiley, Fontana, Weiwei, Banksy, Kusama, Ripley... 

     [Aclaro que poseo una muy actualizada biblioteca de arte en español, inglés y francés.]

     Tan pronto Marcel Duchamp sacó de su contexto instrumental y operativo aquel famoso orinal y lo recontextualizó situándolo en una exposición de obras de arte, este objeto se ca(r)gó de otras significaciones y connotaciones, a tal punto que uno de los críticos estadounidenses que han realizado una lectura de esta pieza, dice en una entrevista que cuando ve una reproducción del orinal de Duchamp en un museo, solo piensa: «Me importa saber, visceralmente, dónde estará el inodoro, porque lo que deseo hacer ahora son aguas mayores...» 

     Entiendo que, sin negar la libertad estética de todos y cada uno de los sujetos humanos conscientes, potencialmente artistas, una cosa es la función estética atribuible, por motivos culturales o razones históricas, a un objeto (natural o artificial: objet trouvé, objeto encontrado, ready-made, objetos naturales), y otra, distinta, es la “obra de arte como artificio y constelación de signos”, como un objeto construido con miras a mostrar una potencia semiótica intrínseca que comporte una exploración del sentido, una aventura en el territorio de la desterritorialización del sentido, algo que puede, eventualmente, conducir a la materialidad a-significante del sinsentido. 

     ¡Esta última concepción no es una visión clásica ya superada, sino que es el eje de las diferencias, muy actuales y concretas, que establecen grandes teóricos del arte, críticos, pensadores y filósofos como Theodor W. Adorno, Walter Benjamin, Gilles Deleuze, Felix Guattari, Umberto Eco, Robert Hughes, Jacques Rancière, Jean-Luc Nancy, Clement Greenberg, Arthur Danto, Hal Foster, Lucy Lipard, Peter Osborne, Robert Morgan, Avelina Lésper, etcétera, entre diversos regímenes de “lo sensible”!

     Para Deleuze y Guattari, como señalo en mis notas presentes en varios lugares, el arte es, en su multiplicidad histórica y plurisemiótica, una forma de pensar que se diferencia de la ciencia (que piensa por medio de números, matemas, funciones lógicas) y de la filosofía (que piensa por medio de conceptos), por cuanto dicho arte piensa en base a “perceptos y afectos”, los cuales no son simples percepciones o afecciones dadas, en forma bruta, como accidentes fenoménicos del “mundo encontrado”, sino un modo de aquello que Deleuze denomina “contraefectuación” del accidente, ese que representa el simple objeto encontrado. 

     Dicha “contraefectuación” es lo que define la especificidad del objeto artístico, implicando una direccionalización y orientación semiótico-formal que selecciona ciertos elementos y elimina otros con miras a construir un objeto o artefacto vertebrado por “signos esclarecidos” (Deleuze). 

     Ese objeto artístico no necesita de una explicación conceptual abstracta para participar de un gran poder de “comunicación” estética. 

     Así, una “obra” de arte es algo diferente de un “objeto encontrado”, el cual puede ser susceptible de una intención estética por parte del sujeto de la “escritura artística” generalizada, pero que, como simple objet trouvé, no logra ser dotado de la suficiente potencia significante como para que opere o impacte artísticamente, sin necesidad de una legitimación (o deslegitimación) conceptual y argumentada. El más pleno impacto significante del orinal de Duchamp se logró por “su efecto sorpresa”, por descontextualización y recontextualización, efecto limitado a la primera vez, y no susceptible, sin trivialización serializante, de reiterarse con el mismo objeto, ni por Duchamp ni, mucho menos, por artistas que pretendan imitar el mismo recurso. Ese orinal ha devenido una simple nota humorística. El llamado a la meditación sobre la naturaleza del arte que pudo generar en su momento histórico este acto performativo, susceptible para el mismo Duchamp de iteración, se desarrolla hoy en otros contextos, generalmente filosóficos, teóricos y conceptuales. En ellos se cuestionan las ideas de arte, obra, originalidad, copia, genio artístico, ejecución de la obra, y se concede la mayor importancia al concepto y a la intencionalidad del artista y su acto creador performativo. No obstante, no debemos olvidar que si bien es la más escandalosa y conocida de sus antiobras, “Fuente” (el orinal) no es la que toda la crítica considera su mejor creación artística. 

     Marcel Duchamp es un verdadero parteaguas en la Historia del Arte. Sus ideas siguen siendo el motivo de profundas meditaciones sobre el arte, lo natural y lo artificial, el acto de creación artística, el valor de las ideas como punto de partida para el acto performativo de naturaleza artística; mas también Duchamp puede ser el paraguas que utilicen la mediocridad y el mercado para imponer productos pseudoartísticos, “antiobras” banales y carentes de toda potencia transformativa de la sensibilidad y el pensamiento.

     A pesar de la postura teórica de Marcel Duchamp, concepción del arte que alcanza su mayor legitimidad en cierto contexto histórico y cultural, sigo entendiendo que todo arte, por más contemporáneo y nuevo que se pretenda, debe estar afianzado en lo sensible (“aisthéton”), no solo en lo inteligible (“noéton”). Su poder significante debe ser el resultado de la “intervención transformadora” en una  materialidad que por sí misma solo es, valga la reiteración, mera materia prima.

     La posibilidad de crear «land art», por ejemplo, resulta de la intervención del artista sobre el paisaje, intervención que modifica la forma en que el espectador visualiza y piensa dicho paisaje. Son los “signos esclarecedores” (Gilles Deleuze) introducidos en el paisaje por el “sujeto en proceso creativo”, los que pueden convertir dicho espacio natural en “obra”, más allá de su estatuto de “natura naturata” o espacio inerte o dado que opera como “simple” accidente fenoménico. La intervención, ya sea por medio de una “escultura” o por otro recurso cualquiera que altere la forma de percibir el espacio, direccionaliza, orienta y selecciona elementos. Algo parecido se aplica al arte de la jardinería.

     Lo que apuntamos anteriormente permite diferenciar la “obra construida”, con toda su potencia significante afinada por la intervención técnico-formal sobre su materia prima constitutiva, del “objet trouvé” como “objeto encontrado”, ese que puede ser un objeto natural o un ready-made en su carácter de objeto encontrado, pero también ya trabajado por la cultura: manufacturado. Aquí, en estos  casos de “objet trouvé” o ready-made, el valor artesanal del artista se limita a la simple recontextualización mecánica de los objetos, pero librándolos a un intento de “legitimación conceptual” que funciona fuera de la obra misma, como un “juicio externo de atribución” de potencia simbólica supuesta, pero no se revela de un modo activo como semiótica intensiva inherente el objeto trabajado por la intención o voluntad de forma-sentido. Solo en ese contexto un objeto artístico puede posibilitar la exploración de sentidos y sinsentidos, de elementos y figuras de lo conciente y figurales del inconsciente.

     La supuesta advertencia crítica sobre la posibilidad de un naciente y peligroso neotrujillismo en la República Dominicana, no está concentrada en la “palmita” misma como ”creación artística”, sino en una logorrea teórico-política anexa carente de agudeza en su pretendida crítica al autoritarismo y enfocada más bien en la legitimación del ”todo vale” como forma rentable y trivial de semiotización. 

     En el arte japonés del ikebana, por ejemplo, el ”arreglo” floral no consiste simplemente en reunir flores hermosas para construir un conjunto de flores y ramos que resulte atractivo a la vista, sino que implica una serie de reglas, pautas y valores que dotan de una orientación y dirección semiótica a ese arreglo floral, en función de ciertos valores espirituales: armonía por asimetría, valoración del vacío, ponderación de la ”pobreza” mística y la simplicidad (wabi, sabi...), discreto vigor logrado por el juego de tensiones visuales que se genera mediante el uso de “podadoras de mano”, tijeras y otras herramientas, entre los elementos que conforman el ikebana como “arreglo formal”. Es decir, existe una búsqueda de articulación de elementos que se orienta a concentrar o condensar en un objeto unas fuerzas reguladas por la intención de objetivar en un soporte material los valores espirituales que algunos espectadores pueden descubrir en la naturaleza misma, directamente contemplada con una mirada estética o mística, pero cuya percepción la obra de ikebana torna más intensa. En este sentido habla Octavio Paz del poema como “poesía erguida”... 

     El objeto artístico, con su autonomía o autosuficiencia semiótica relativa, sometido a la voluntad de forma-sentido del artista (con la intervención de lo inconsciente imantado y activado por el proyecto creador en marcha), intenta concentrar de forma intrínseca, en su propia configuración sígnica, las a-venidas del sentido y el sinsentido que se propone permitirle explorar al sujeto de la contemplación estética en su estatuto de espectador-lector.

     No niego la libertad relativa, en contexto histórico-cultural de ”enunciación creadora”, que puede poseer el artista para seleccionar sus materiales con miras a la producción de la obra como inevitable artificio. No obstante, el gesto de Marcel Duchamp con el ready-made del famoso y controversial mingitorio, por ejemplo, repetido mecánicamente en otros contextos, deviene un recurso banal, susceptible de una serialización que deja de ser subversiva o transgresiva y pasa a constituirse en un “facilismo hedonista con pretensiones de adscribirse, apoyado en un discurso exterior a la potencia significante de la “obra en sí”, la potestad de circular e insertarse en lo socio-histórico en calidad de mera y tonta marca-país o mercancía

     Uno puede ver en la “palmita” todo lo que desee, puede explorar en ella lo que Gaston Bachelard denomina “las ensoñaciones de la materia”, pero ese poder semiótico-estético no debe solo resaltarse y hacerse notar apelando como único elemento de direccionalización y orientación a una frase adjunta a la obra, o a un cartel que asocie la “palmita” al posible resurgimiento o emergencia de un nuevo tipo de trujillismo naciente. 

     Así podríamos también acusar de neotrujillistas a todos los que se nieguen a dar su visto bueno a esta ”obra” que no es obra, sino simple “objet trouvé” reiterativo como recurso a mano propio de la mediocridad y uniformización que impone el llamado “Gestell” heideggeriano como estructura técnica de control y emplazamiento. Ese alienante Gestell o emplazamiento que implica una lectura propia del “uso” que se le puede dar a “lo natural culturizado y resimbolizado”, como retorno en bruto de lo reprimido por el “exceso” de la “celularización del ser” (Bifo Berardi) y la “artefactualidad” (Jacques Derrida) que hoy padecemos como constantes en las comunicaciones tecnotelemediáticas por las que circulan los ideologemas de la pasta, el éxito, el cinismo, el resentimiento disfrazado de resistencia y la más estúpida banalidad en la lectura de los signos dizque de los “nuevos tiempos”. 

     Cierto es que el arte ha “evolucionado", que se ha transformado, pero no debe consistir esa transformación en una banalización que simplemente ofrezca el testimonio de una impotencia creadora. 

     No solo creo en la “cualquierización del arte”, sino que aspiro a ella, sueño con ella, lucho por ella, pero siempre y cuando ella sea el resultado de una profunda y legítima  democratización de la educación de calidad y la complejidad de la(s) cultura(s). 

     Deseo que dicha democratización de la “vieja aristocracia del artista”, con todo lo que ella implica de contradictorio y problemático, permita o “facilite” a un cualquiera, sin abolengos ni grandes riquezas materiales, realizar manifestaciones concretas de auténtica potencia de transformación semiótica y est/ética, si es su condición de artista la que le dicta ese mandato creador de no dejarse capturar por el poder del dinero, la estupidez global y sus múltiples estilos o modalidades de mercados.

   «Rose is a rose is a rose is a rose...»  Gertrude Stein.

     But...

Armando Almánzar-Botello 

Copyright ©️ Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

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LOGOS Y PATHOS...

     «El alumbramiento de lo “artístico” propiamente dicho implica hacer devenir lo contemplado por la “mirada estética” de un “sujeto fronterizo” (Eugenio Trías), en una concreta “neoformación sígnica esclarecida” y sensible (Gilles Deleuze), en un ”sensible heterogéneo” (J. Rancière: aisthéton espiritual).» Armando Almánzar-Botello 

     Por Armando Almánzar-Botello 

     «Hijo de sus acontecimientos y no de sus obras, porque la obra solo surge sobre el hilo del acontecimiento.» Gilles Deleuze

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     La preponderancia que se concede al «concepto» en los ámbitos del llamado “arte conceptual” puede prestarse a confusión: el arte piensa, sí, pero como señalan Deleuze y Guattari, lo hace por medios sensibles (el aisthéton), por vía de “perceptos y afectos”. El concepto es, precisamente, un recurso del pensamiento conceptual-filosófico. 

     Desde luego, una obra artística no tiene, necesariamente, que ser “bella” al modo clásico , pero sí debe ser estética, pues lo sensible artístico (aisthéton espiritual: Jacques Rancière) incluye lo “feo” (como insisten Umberto Eco y Eugenio Trías); puede implicar también lo “abyecto” y lo “siniestro” (como señalan Joyce, kristeva, Rancière, Lyotard, Trías...). 

     Lo que una obra de arte como artefacto creativo y culturao no puede ni debe hacer es basarse en un discurso pseudoconceptual, pseudofilosófico, cuando su potencia semiótica autónoma, ligada a su específica materialidad significante, desfallece o  resulta insuficiente...

     Con el uso del discurso teórico se puede pretender la justificación de cualquier trivialidad “artística” u objeto comercial sin mayor relevancia. 

     Cierto es que el arte se define epocalmente y afina su forma, sus materiales y contenidos de un modo histórico, pero no puede ser nunca una mera reivindicación del pobre «anything goes», del «todo vale».

Armando Almánzar-Botello

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21 de noviembre de 2024

Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

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     «Para Gilles Deleuze y Félix Guattari (4), existe un pensamiento complejo como actividad de lo que ellos denominan cerebro-sujeto, categoría que es una suerte de metáfora epistémica transgresiva del concepto de cerebro triúnico de McLean.

     »El cerebro-sujeto piensa de tres modos: a) como ejeto: la ciencia, que utiliza matemas y “funciones lógicas" para pensar; b) como super-jeto: la filosofía, que utiliza conceptos como trama de "personajes conceptuales", y c) el injeto: el arte, que utiliza perceptos y afectos: no percepciones y afecciones en bruto, sino la contra-efectuación formal de estos accidentes hasta convertirlos en "acontecimientos-sentidos en el suspenso vital de una obra".

     »Deleuze-Guattari no dicen que todos estos procesos se puedan reducir a una sola modalidad de pensamiento originario —tal como acontece en la filosofía de Martin Heidegger—, pero presentan, en su versión de una heterogénesis del pensamiento, la posibilidad de resonancia de un tipo de pensar sobre otro; de forma tal que la ciencia resuena en el arte y en la filosofía, pero también éstas resuenan sobre la ciencia y entre sí. En esta modalidad de concebir el pensamiento, Deleuze-Guattari se aproximan asintóticamente a la concepción derridiana compleja de la cuasi-metaforicidad originaria de la huella, que no podemos circunscribir simplemente a la pureza del concepto ni a lo simplemente dado por lo empírico-sensible y lo páthico.» Armando Almánzar-Botello

https://almanzarbatalla.blogspot.com/2015/03/hay-logos-en-el-pathos-yo-pathos-en-el.html?m=0

https://almanzarbatalla.blogspot.com/2015/04/carnalidad-mutante-confecciones-del.html?m=0

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¡NO TODO VALE ARTÍSTICAMENTE!

     «El objeto “real” representado nunca es un “objeto” que se ofrece plenamente, como pura presencia y simple “dato inmediato de la conciencia”, a una ideal y supuesta intuición perceptiva. Hay una suerte de traición de los rostros y de los objetos conjugada con una traición de las imágenes... Simultáneamente, dicho en términos deleuzianos y derridianos: Por la intervención de la “huella”, el objeto real como “accidente”, esa “cosa” que deriva de la profundidad de las causas, no es menos artificial que el objeto artístico en su condición de resultado creativo de la “contraefectuación en segundo grado del accidente”, para hacerlo aparecer como “acontecimiento artístico” configurado por una semiótica de signos esclarecidos... Digo esto aquí a propósito de “Ceci n’est pas une pipe” de René Magritte...» Armando Almánzar-Botello

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LA  “LÓGICA DEL SENTIDO” DE GILLES DELEUZE (La artística «contraefectuación» acontecimental como «autoplagio» transformativo del propio accidente fenoménico)

     Por Armando Almánzar-Botello

     Nos dice Deleuze: «El brillo, el esplendor del acontecimiento, es el sentido. El acontecimiento no es lo que acontece (accidente); está en lo que acontece, lo expresado puro que nos hace señas y nos espera. Según las tres determinaciones precedentes, es aquello que ha de ser “comprendido”, lo que ha de ser “querido”, lo que ha de ser “representado” en lo que acontece. Bousquet sigue diciendo: “Hazte el hombre de tus infortunios, aprende a encarnar su perfección y su brillo”. No se puede decir nada más, nunca se ha dicho nada más: hacerse digno de lo que nos acontece, quererlo, pues, y desprender su acontecimiento, hacerse hijo de sus propios acontecimientos (los de uno mismo), y con ello renacer, rehacerse un nacimiento, romper con su nacimiento de carne. Hijo de sus acontecimientos, y no de sus obras, porque la obra es producida únicamente por el hilo del acontecimiento.» Gilles Deleuze: Fragmento de Lógica del sentido, Barral Editores, S. A., Barcelona, 1970, pág. 191

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     Afirmo, siguiendo a Gilles Deleuze, que la “contemplación estética del mundo” susceptible de producirse con carácter previo a la erección de la obra de arte como artefacto-artificio, resulta de una originaria contraefectuación o transformación en primer grado del fenómeno, de la experiencia mundana, de lo puramente óntico, del accidente fenoménico, ese que opera en la causalidad y en “la profundidad de los cuerpos”, por ejemplo, “la caída”, la “grandiosidad” o la “trivialidad” de un objeto natural o “dado”...

     En cambio, el alumbramiento de lo “artístico” propiamente dicho implica hacer devenir lo contemplado por la “mirada estética” de un “sujeto fronterizo” (Eugenio Trías), en una concreta “neoformación sígnica esclarecida” y sensible (Gilles Deleuze), en un ”sensible heterogéneo” (J. Rancière: aisthéton espiritual), y ello por efecto de la voluntad transformativa del “espectador esteta”, el cual no es “todavía” el “espectador artista” en su carácter de productor de un “artefacto semiótico” que como tal resulta de una voluntad de orientación y selección de los materiales suministrados por el flujo de sueños y fantasías, percepciones y afecciones del sujeto en acto creativo.

     La primera contraefectuación constituye una pura experiencia estética intransferible, opaca, inexistente como “acontecimiento artístico comunicativo” (Umberto Eco), aunque opere, para el sujeto-esteta de la contemplación, en la superficie incorporal del sentido; la segunda contraefectuación posibilita la emergencia de la obra de arte como configuración semiótica de “signos esclarecidos” (Gilles Deleuze: Proust y los signos). 

     Aquí se descubre la banalidad y el facilisimo de cierto arte conceptual. Ese que pretende legitimar, por medio de un discurso abstracto, lo que el receptor/espectador del “mensaje artístico” podría o debería experimentar por la “lectura” de un artefacto a-significante o una configuración semiótica de “perceptos y afectos” (Gilles Deleuze) reveladores por sí mismos de (sin)sentido, sin necesidad de un discurso explicativo complementario.

     El sentido-acontecimiento (estético, en el primer caso) es considerado por Deleuze como lo que ha de ser comprendido, querido, deseado, dramatizado, afirmado, representado, seleccionado en la opacidad accidental de lo que acontece. Así, la caída física de un cuerpo humano, por ejemplo, como algo meramente accidental, no es propiamente arte, aunque aquella persona que la experimente pueda contemplarla como una real experiencia mística o estética validada por un gran Sí orgiástico dado al devenir y a la existencia. 

     No obstante, para que esta caída física accidental —que subjetivamente podría estar cargada de valor místico o estético para el sujeto de la experiencia—,  pueda ser comunicada como experiencia significativa y así devenir experiencia «artística» en la sensibilidad de otras personas, es decir, para que pueda ella comunicarse como “forma-sentido” (Henri  Maschonnic) en un “texto semiótico de creación”, debe estar orientada y dirigida, contraefectuada como teatro, danza,  escritura, arte del mimo, etcétera. Así, el sujeto estético de la contemplación activa, transformado en “artista en proceso creativo”, vendría a realizar, sobre la efectuación mundana del simple accidente padecido en su opacidad, una segunda contraefectuación que revelaría y permitiría comunicar, por mediación de una constelación sígnica, el brillo metafísico de la dimensión virtual del acontecimiento-sentido, ahora complejizado en el plano trascendental de inmanencia, 

     Reitero recapitulando: por medio de mi voluntad de forma puedo hacer de «lo dado» como accidente, de lo real como «belleza o fealdad en sí», como algo físico, natural o vivido (Umberto Eco), un objeto de contemplación estética que transfigure la mera experiencia padecida en valor afirmativo, asumido de forma transformativa y activa en función de «mis grados de potencia». 

     Esta experiencia estética subjetiva puede ser anterior a la específica y singular configuración semiótico-sígnica del objeto que constituye la obra de arte propiamente dicha. Mas, para constituirse en arte, la referida experiencia debe ser articulada por medio de lo que Gilles Deleuze denomina «signos esclarecedores», intrínsecos a la obra misma. 

     Insisto: no se trata de la banalidad de cierto «arte» conceptual. Estos signos esclarecedores manifiestan una genuina «direccionalización y orientación» de la materialidad de la experiencia y del simple accidente para  someterlos a una voluntad de forma: contraefectuación artística de segundo grado.

     Desde luego, el “acontecimiento estético” que resulta de la contemplación activa del mero accidente fenoménico encuentra en la «obra artística» su mayor grado de intensidad, después de nuevas y sucesivas contraefectuaciones semióticas. De ahí lo de “Hijo de sus acontecimientos”, y “la obra solo surge sobre el hilo del acontecimiento”. 

Armando Almánzar-Botello

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26 de febrero de 2020

«La Caída. Texto neotestimonial»

https://almanzarbatalla.blogspot.com/2023/09/la-caida-texto-neotestimonial.html?m=1

© Armando Almánzar-Botello, Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.