A Antonio Fernández Spencer, in memoriam
I
Abandonada al fin a tu propia fluencia...
(lejana,
deslumbrante flor del maleficio)
sonámbulo soy humo en el incendio
de tus óleos…
Y resbala tu presencia
por los bordes del sentido,
perdido ya tu rostro en un fulgor de río suelto...
II
Si desnudo el lienzo piensa tu temblor
y tu distancia,
el poema que me alumbra es lo más próximo
a tu sangre.
Lo más puro de tu ser me está doliendo,
en las frágiles palabras que ahora enuncia
el misterio carnal de tu silencio...
III
Hoy dibujo en el insomnio los contornos
del asombro,
y manchado de vacío en mi caída
hacia el instante:
pienso
escribo
tiemblo
ardo…
y cayendo:
te recuerdo...
Erguida en tu esplendor más alto,
verdad tuya fue posar en el mundo simplemente,
sonreír cegadoras claridades
en tu ausencia…
IV
Y así,
ahora el Otro en mí
(cifra de tu sangre por la página convulsa,
delirio que se alumbra de tintes y pinceles)
enciende en mi penumbra provisorios infinitos,
afirma lo disperso en los bocetos de tu ausencia:
ilusorio denudarse de tus cuerpos…
Apolo resbalando por tu abismo
que me pierde
soplo letras por tu carne,
giro ruedas de tiniebla,
palpito retocando tu luz para lo eterno.
Dionisos que alucina trasmundos
por la hiedra,
avanza como un río…
Resbalando por mi página
una música me inflige
la herida infinita de tu olvido en el poema.
Arañado de silencio,
des-leído en mi palabra,
soy la diáspora de sangre hacia lo incierto…
V
De nuevo bruscamente
caído sobre el miedo,
en la fiebre de tus muslos
me detengo:
escualo soy de sombra en la página que tiembla,
una ciega negrura de la tinta,
la mancha seducida por lo blanco…
En la cámara nupcial de tu silencio
arrojo de mi hambre tinieblas a tu cuerpo.
La mano es pez de bruma que persigue transparencia.
Y fluye
gira
tiembla:
disuelve su contorno en la claridad que alcanza…
Desangrándome un vacío,
imantado por la angustia que me inventa,
un Otro ahora escribe:
solo en la caída se cumplen las presencias…
Casi ópalo-temblor tu desnudez ardida,
abolida en los insomnios de mi lienzo,
me deslumbran de cinabrio los inmóviles pinceles
mía tu rabia de no ser,
¡naciendo!...
Y callo en un derrumbe de estatuas enlutadas
porque voy tocando el borde
de tu finitud erguida…
El viento se levanta,
un grito se dispersa…
¡y brilla en el olvido la leyenda de lo ausente!
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Agosto de 1985
© Armando Almánzar Botello. Santo Domingo, República Dominicana.
Poema levemente retocado extraído del libro: Cazador de agua y otros textos mutantes. Antología poética 1977-2002, Editora Nacional 2003, páginas 59-62. Santo Domingo, República Dominicana.
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