«Pero, pero, pero ¡por los dioses múltiples, Mujer! ¿Quién o qué eres tú, cuál es tu ahora singular bagaje? ¿Una diosa lesbiana que copula insaciable con mujeres transgénero? ¿Una madre nutricia? ¿Un bello cyborg de “n” sexos, a lo Gilles Deleuze, a lo Felix Guattari o a lo Donna Haraway? ¿La mujer femenina que ama al hombre de un modo romántico? ¿La que hace los mezquinos cálculos de la conveniencia con usura? ¿Un ser mutante y polimorfo-pulsional que rebelde rechaza la maternidad y propugna por el aborto, sin ninguna causal, porque simplemente “tu cuerpo es tuyo”? ¿“Una-uno” actualización errada de lo que “yo” denomino, desde 1995: “Lo ‘femenino’ neutro”, eso loco, mixto, esquizo, aneidético y constituyente? ¿Eres simplemente lo que te viene en ganas? No me digas que tú eres tú... Ya nadie lo es. ¡Habla, monstruo!» Armando Almánzar-Botello
«El capitalismo contemporáneo pide, y hasta exige, que las mujeres tomen sobre sí la forma nueva del Uno con que ese capitalismo quiere sustituir al Uno del poder simbólico, a saber el Uno del individualismo consumista y competitivo. Los hijos, y luego los machos, proponen de este individualismo una versión débil, adolescente, lúdica, sin Ley, que llega hasta un vandalismo superficial. Se le va a pedir a la hija-mujer que proponga del individualismo consumista y competitivo una versión dura, madura, seria, legal y punitiva. Es por esto que existe todo un feminismo burgués y dominador. La reivindicación de este feminismo no es en absoluto crear otro mundo, sino dejar librado el mundo tal y como está al poder de las mujeres. Este feminismo exige que las mujeres sean juezas, generales del ejército, banqueras, CEO, diputadas, ministras y presidentas. Y que para las que no son nada de todo esto, es decir casi todas la mujeres, que esta sea la norma de la igualdad de las mujeres y de su valor social. En esta dirección, las mujeres son consideradas como un ejército de reserva del capitalismo triunfante.» Alain Badiou
Por Armando Almánzar-Botello
A Jacques Lacan; a Jacques Derrida, in memoriam
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Jacques Derrida —cuya sigilosa práctica diseminante o ejercicio paleonímico parte de la deconstrucción de la oposición platónica habla/escritura, paradigma en el que su segundo término, entendido como “hypomneme” o memoria inferior, se subordina a la “mneme” como forma trascendental de registro que implica para el platonismo la “verdadera memoria” de la “foné”, un habla viva en la que se manifiesta el puro resplandor de la presencia del logos— afirma con meridiana claridad, en el breve párrafo de su autoría que transcribo como epígrafe de esta nota, que “el feminismo no puede ser otra cosa que la inversión del falocentrismo”.
Lo anteriormente dicho implica una deconstrucción del “androcentrismo”, sí, pero sin que por necesidad tal estrategia “emancipatoria” conduzca a una hegemonía esencializada de lo femenino y de la mujer “frente” a la tradicional hegemonía de lo masculino y del hombre.
Por otra parte, Alain Badiou —leyendo y “enmarañando” todavía más al Jacques Lacan de la Tabla de la Sexuación, deconstruyendo, a su modo, la oposición metafísica simple “masculino/femenino” con dominante del primer término— concibe, de forma postmetafísica, tal como lo hace Gilles Deleuze, una suerte de “devenir mujer” del cual participan tanto los hombres como las mujeres, donde lo que vendría a manifestarse, de acuerdo con esa nueva topología de la sexuación, serían suspensos de masculinidad (habitualmente atribuidos al constructo histórico llamado “hombre”, pero de los cuales puede participar el constructo histórico llamado “mujer”), y “líneas de fuga femeninas” (devenires-mujer: habitualmente atribuidos al constructo histórico llamado “mujer”, pero de los cuales puede participar el constructo histórico llamado “hombre”). Badiou, filósofo de profunda y real formación matemática, habla de una “embrollada topología de la sexuación”.
El “suspenso de masculinidad” sería una cierta “territorialidad tipológica”, un borde momentáneamente rígido, un espacio provisional aunque netamente deslindado, y la “línea de fuga femenina” sería una suerte de movimiento de “desterritorialización” y “despliegue” hacia el “Afuera génetico” como espacio potencial de lo desconocido… (Algo así como “lo femenino” tal como lo entendía Hegel: “eterna ironía de la comunidad”...). Aquí no hay contenidos o atributos esencializados o ahistóricos que puedan definir de una vez por todas qué es “hombre” o “suspenso de masculinidad”, o qué es “mujer” o “línea de fuga femenina”…
No obstante, así como la generalización crítico-deconstructiva (en Derrida, por ejemplo) del concepto de “escritura” (subordinada) frente al habla (hegemónica) no implica una hipóstasis de la simple grafía como mera “excripción” o “escripción”, la generalización estratégica de las categorías o conceptos “mujer” y “feminidad” como términos subordinados en los paradigmas androcéntricos “hombre/mujer” y “masculino/femenino”, no implica, como bien lo señala Derrida, que “eso” que se denomina “mujer” o “femenino” corresponda a lo que dichos términos designan convencionalmente.
“Eso” alude allí a un “más allá de”, a una suerte de redescripción y desbordamiento del paradigma que participa de cierta “monstruosidad tipológica”, para la que Derrida y otros pensadores utilizan el término de origen platónico “khôra”, a entender como valoración de lo “interválico”, del “entre”, y de lo que yo denomino —en mi conceptualización de “lo femenino neutro” («Lo Femenino Neutro: Reflexiones Metapsicoanalíticas», 1995-2010), y como algo distinto a la “neutralidad homogeneizante” y pacificada—: “lo neutro diferencial en la tensión y el conflicto”, lo neutro como espacio potencial, transformativo y polimórfico...
El resultado de dicha complicatio (diferente al juego de “ánima” y “ánimus”, es decir, a la visión arquetípico-complementarista de Jung en lo referente a la sexualidad, perspectiva que implica un cierto esencialismo metafísico), sería una visión “coreográfico-transbinaria" de la sexuación, con todo lo que ella envuelve de ruptura posthumanista con las viejas concepciones que tienden a esencializar al “hombre” olvidando la plasticidad polimorfa del “Cuerpo sin Órganos” (Deleuze, Guattari) y su erotismo “ecosófico” no-humano (Guattari), cósmico y caósmico, es decir, la posibilidad de un erotismo relacionado con la emergencia o surgimiento de la llamada “persona posthumana” (como dicen pensadores que responden a los nombres de H. Tristram Engelhardt, Rosi Braidotti o Peter Sloterdijk).
En todo lo que digo, en ningún momento hablo de abandonar los proyectos de “emancipación” —afirmo cierta forma de concebir la emancipación, aunque parezca contradictoria para algunos—, sino de diversificarlos, pluralizarlos, matizarlos, complejizarlos. Para ello es necesario realizar numerosos aspectos societales olvidados o denegados, y desplegar muchas líneas de fuga todavía latentes en el incumplido “proyecto de la modernidad”…
No soy defensor a ultranza de lo postmoderno ni me considero ciegamente adscrito al postmodernismo, ni siquiera a ese tipo de “superación crítica” o de “más allá de” cierta episteme moderna que el pensador y ensayista venezolano Luis Britto García denominó, hace ya más de una década y con inflexiones muy pertinentes, “postmodernismo de resistencia”. Algunos viejos intelectuales cascarrabias, desactualizados y recalcitrantes —quienes todavía entienden muy poco del ya casi olvidado problema— podrían estar muy deseosos de utilizar como cargos en mi contra esas militancias “infundamentadas” que para ellos, en su horror vacui, son propias del nihilismo más decadente y de la “inconcebible” ruina ontológica de los nacionalismos decimonónicos...
Armando Almánzar-Botello
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6 de noviembre de 2015
Santo Domingo. República Dominicana
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