viernes, 29 de noviembre de 2024

¿FUE SEDUCTORA Y PERVERSA LA MUJER DE PUTIFAR? (Ilústrenme los exégetas que conocen el asunto y saben conceptualizar)

«Pero además de Jacob, como favorecido nieto de Abraham frente al burlado hermano Esaú, también Yahúh/Yahvé/Jehová estaba con José... Luego lo estuvo Faraón y, por supuesto, El Soberano de Atón... Sutiles componendas místicas...» Armando Almánzar-Botello

     Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO

     «¡Ilústrenme, y guardaré silencio! Quiero comprender cuál es mi error.» Job 6:24

     A Emmanuel Levinas; a Jacques Derrida, in memoriam 

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Dicen algunas exégesis heterodoxas del texto bíblico que la aristocrática virgen y cantora Mut-em-enet, esposa en el plano meramente sociopolítico y formal —bajo la protección del dios de Tebas Amón-Ra cuyo duplicado viviente era Faraón— del potentado eunuco egipcio Putifar, Potifar o Petepré, no era una simple mujer adúltera o puta seductora que traicionó su papel de adoradora consagrada de Amón o Amún y la fidelidad que le debía a Putifar, sino que fue un instrumento, un medio involuntario elegido, una víctima humana selecta, una suerte de “chiva” expiatoria —psicológica y moralmente confundida por el Altísimo y Eterno—, obligada por los designios insondables del Yahvé hebreo a seguir y enamorar a José, hijo de Jacob y Raquel, para permitirle finalmente a este, por medios inverosímiles, cumplir con su destino trascendental: ser encumbrado por Faraón como el sabio intérprete que supo descifrar aquellos decisivos sueños faraónicos de las vacas y las espigas y propiciar así, con su acertada hermenéutica y munido el hijo favorito de Jacob de gran poder espiritual y político, la unión del pueblo de Israel en territorio egipcio. 

Se pudo satisfacer así la caprichosa preferencia que sentía el Dios de los hebreos por algunos de los miembros de la estirpe de Abraham. 

¿Qué puede uno esperar de una divinidad que recibió anteriormente por nombre Yahúh*, dios de la guerra y del desierto, señor dios de los ejércitos?*

¿Qué misterio es el de un Dios que siendo realmente omnisapiente y omnipotente permite usurpaciones de primogenituras, engaños y robos de sus bendiciones? 

¿Qué favoritismo extraño es este que funciona en ocasiones enturbiando u ocultando la virtud de los extranjeros para encumbrar de forma inhumana a los miembros de una tribu o de un pueblo en particular? 

Ese Dios debe serlo únicamente de dicho pueblo hebreo, pues tan solo responde a los intereses de Israel. 

La verdadera religión universal es el cristianismo, profundamente situado más allá de las nociones de raza, cultura y genealogía familiar.

Lo que digo no es de mi cosecha, es un viejo problema planteado por algunos de los que deslindan teológicamente el “judaísmo” del “cristianismo”. 

Como afirma el fallecido y brillante pensador judío-norteamericano Harold Bloom, Yahvé, ontológicamente, no parece remitir al “Padre” tal como este opera en el contexto cristiano de la Santísima Trinidad: “Padre, Hijo y Espíritu Santo”. 

Bloom más bien insinúa que fuera del contexto estrictamente judaico, la figura del Yahvé abrahámico se ve profunda y radicalmente alterada y pierde su esencia o auténtica sustancia mística. 

El judaísmo resulta, entonces (y todavía más en su actual versión sionista, fundamentalista y fanática), la religión de “un” pueblo “elegido” dispuesto a cualquier cosa para preservar su hegemonía...   

Emmanuel Levinas, por su parte, dice que Dios (Yahvé) “insiste” fuera de toda ontología, en una suerte de extra-ser. ¿Ein Sof (אין סוף)?

Jacques Lacan y Jacques-Alain Miller, a su vez, razonan que cierta dimensión de Dios pertenece al registro de lo “real-imposible”. 

El núcleo de mi argumentación me lo aporta, entre otros pensadores, el gran escritor alemán Thomas Mann. 

Dicho autor, por interpósita figura de uno de sus narradores de ficción y en algunos de sus apuntes críticos biobibliográficos, defiende, o por lo menos contextualiza, la inocencia de la esposa de Putifar, de aquella mujer que ha sido vista por una tradición de miles de años como la supuesta “seductora” egipcia de José. 

Este último, biznieto de Abraham y nieto de Isaac, colocado por encima de todos sus hermanos pese a ser el penúltimo de doce varones, era el preferido de su progenitor Jacob por su gran parecido con la madre Raquel, hija de Betuel, nieta de Nahor, sobrina nieta de Abraham y esposa favorita del hijo astutamente bendecido de Isaac. 

Pero además de Jacob, como favorecido nieto de Abraham frente al burlado hermano Esaú, también Yahúh/Yahvé/Jehová estaba con José... Luego lo estuvo Faraón y, por supuesto, El Soberano de Atón... Sutiles componendas místicas... 

Sigmund Freud (Moisés y la religión monoteísta) y Peter Sloterdijk (Derrida, un egipcio), entre otros, plantean la tesis de un supuesto Moisés muy diferente al de la tradición bíblica canónica: un Moisés egipcio de sangre, de nacimiento y de formación convertido posteriormente al culto monoteísta de Atón, creado por Amenofis IV (Akenatón) contra el tradicional espíritu politeísta egipcio y la casta religiosa y militar de los sacerdotes de Amún-Ra. En esta interpretación freudiana, Moisés, continuador de la tradición heteroegipcia (o heterojudía) de José, hijo de Jacob, hace causa común con los hebreos o judíos por la naturaleza monoteísta de la religión de estos, a la sazón esclavizados en Egipto. 

Así plantean Freud, Derrida, Sloterdijk y otros pensadores la continuación por medios judíos de un cierto egipcianismo de cuño monoteísta...

¿Misteriosos los caminos, caprichos y favoritismos del Señor?

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16 de octubre de 2021

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

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