«La “Lalangue” lacaniana (relacionada con la denominada lalación) se encuentra configurada por la “lluvia” —sin formar cadena—, de lo que conceptualiza y designa el psicoanalista francés como “lettre” (letra), definida esta, a su vez, no como la dimensión gráfica del fonema en el signo escrito (grafema), sino como la pura materialidad del significante (fónico o gráfico) en su particularidad de mero soporte material, localizado e indivisible, cuando este se manifiesta en su carácter simbólico-real de sinsentido, trazo, pura significancia o polivalencia a-significante…» Armando Almánzar-Botello
Por Armando Almánzar-Botello
Una parte significativa de los escritores y profesionales dominicanos revela padecer profundas y graves dificultades discursivas para lograr una justa coordinación de las ideas: serias dificultades de concordancia gramatical, severas artritis morfosintácticas y peligrosos escotomas léxico-semánticos.
Generalmente, dicho espíritu lingüístico grosero yerra en su apuesta intelectiva, crítica o hermenéutica, por fea y descarada ignorancia rampante o por falta de auténtico talento en el manejo del lenguaje.
En ciertos casos ideales o paradigmáticos el falso exégeta pseudoanalista debe ser simplemente realfabetizado y culturizado para que pueda autorizarse a escribir sobre determinados problemas o temas propios de especialistas. Pero no: ahora todo el mundo sabe de cualquier asunto por vía de la muy democrática información digital...
Triste se ofrece la situación comunicativa –tanto para el emisor como para el receptor del mensaje–, si el emisor de marras, como supuesto hermeneuta, no es capaz de conducir o elevar su potencial de conocimientos, el manejo de su intuición “orientada o dirigida”, sus “juegos de lenguaje” o recursos discursivos, a los niveles de intensidad, corrección o pertinencia requeridos para hacer inteligibles sus planteamientos y, todavía con más razón, para conferir validez argumentativa a la presunta crítica de supuestas faltas de inteligibilidad en el discurso de un texto tutor coyunturalmente cuestionado...
Por elementales razones de justa competencia y real desempeño discursivo, a un “bárbaro” nunca debiera, éticamente, asistirle el derecho de “hablar en el ágora” sobre temas que dicho “personaje” de la comunicación revela desconocer casi de un modo vergonzosamente absoluto.
El presumido y “sapiente” hombre ordinario, sin dominio profundo de las estructuras de su lengua ni mucho menos de la problemática teorético-conceptual que pretende abordar y despachar burdamente, a saco, no duda nunca de su inteligencia ni de su formación; cree, con sorprendente y presumida ingenuidad, que debe y puede comprenderlo todo desde su particular nivel de fuerzas (casi siempre muy limitadas e impotentes para enfrentar ciertas empresas intelectuales complejas).
Y así, en nombre de la democracia degenerada en mediocracia, el hombre cualquiera condena todo aquello que desborda sus paupérrimos niveles de potencia intelectual, es decir, olvida su rango espiritual; intenta borrar las jerarquías y sacrificar al hombre de intelecto, cultura y talento superiores para adaptar y reducir el universo de sus discursos a los más “gruñidos” niveles lingüísticos de ”comprensión”...
No juzgamos ni olvidamos en este particular contexto las perversas instancias históricas y político-sociales responsables de las grandes limitaciones cognitivas que padece el hombre ordinario en la República Dominicana; el triste déficit de comprensión que sufre la mayoría de la gente del pueblo por limitaciones educativas concretas impuestas desde hace largos años por el clasista y corrompido Estado colonizador...
Simplemente clamamos y luchamos aquí por una transformación profunda de esas estructuras sociales que, como violencia invisible, estructural o sistémica, generan y sostienen la mencionada atrofia cognitivo-emocional de los sujetos —en ocasiones sin ellos mismos percibirlo— incluidos los que han alcanzado supuestos niveles de educación superior y bienestar material.
“TRACTATUS” WITTGENSTEIN, LINGÜÍSTICA, PSICOANÁLISIS, “SPRACHE” Y DIFERENCIAS CULTURALES… Breve notita redundante y heteróclita
«Wovon man nicht sprechen kann, darüber muß man schweigen.» Ludwig Wittgenstein: Logisch-philosophische Abhandlung», Satz 6.54 (7) [«De lo que no se puede hablar mejor es callarse» Ludwig Wittgenstein: Tractatus logico-philosophicus, proposición 6.54 (7)]
Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO
En este tiempo lógico de su pensamiento, correspondiente al primer período del filósofo, y a pesar de que la palabra alemana SPRACHE puede significar tanto “lenguaje” como “lengua” o “idioma”, Wittgenstein NO ALUDE al sistema de signos específicos que define a una comunidad lingüística particular: Sprachsystem (una lengua o idioma como sistema), sino al “lenguaje” en su condición de vía, medio o recurso de comunicación universal entre los seres humanos que, por otra parte (y en especial para el segundo Wittgenstein de las Investigaciones filosóficas), no solo se limita al lenguaje doblemente articulado o lenguaje lingüístico, sino a todo sistema de comunicación que involucre una relación entre la palabra (Wort), el habla (die Rede), el signo gráfico, el gesto y la cosa designada…
Finalmente, Wittgenstein nos decía que nuestros “juegos de lenguaje” están ligados, vital y estructuralmente, a nuestros particulares “estilos de vida”…
Se toca en este contexto un problema o deslinde parecido, aunque no exactamente análogo, al que Ferdinand de Saussure, en su Cours de linguistique générale, establece como las diferencias entre Langage (“lenguaje”, entendido como conjunto “multiforme y heteróclito” de signos), Langue (“lengua”, comprendida como sistema particular de signos codificados propio de una determinada comunidad de hablantes), y Parole (“habla”, término con el cual Saussure significaba la singular ejecución de enunciados que realiza un determinado sujeto hablante en los contextos del “lenguaje” como posibilidad simbólica y comunicativa universal, y de UNA “lengua” como particular codificación de signos propios de una comunidad de hablantes o campo concreto y estructural de posibilidades lingüísticas.
Para complicar o aclarar el problema que representan estos deslindes conceptuales (sin que mencionemos ahora otras distinciones nocionales y metodológicas relacionadas con las de Saussure, como las que realizan, en sus respectivos pensamientos y textos, Hjelmslev, Martinet, Benveniste, Chomsky, etc., etc.), Jacques Derrida habla —en su obra capital del primer período de su reflexión, De la grammatologie (De la gramatología)—, de una Archi-écriture (“archiescritura”), a comprender como una producción de diferencias o red de reenvíos espacio-temporales lógicamente anterior al deslinde entre lenguaje, lengua y habla.
Lo planteado por Jacques Derrida en el mencionado texto establece que ningún sentido se encuentre jamás “presente ante sí”, pues resulta imposible que funcione al margen de un proceso semiótico-diacrítico de producción, engendramiento y dispersión significante, tal como lo pretendía Edmund Husserl al plantear ciertas consideraciones ontológicas que aparecen en su magna obra Investigaciones lógicas, libro que corona una gran tradición metafísica occidental de la “Bedeutung” como presencia.
A su vez, Julia Kristeva establecía, desde su tesis de los años setenta: La Révolution du langage poétique, un deslinde entre lo Simbólico y lo Semiótico. Consideraba la pensadora francesa de ascendencia búlgura que antes del funcionamiento de lo Simbólico comunicativo (esta es su terminología), basado en el signo, en la sintaxis y en la transmisión de significaciones abstractas y denotaciones estables, opera, como una “anterioridad cronológica y sincrónicamente transversal al signo”, a la denotación y a dicha sintaxis, una productividad Semiótica (Kristeva la relaciona con el concepto platónico de “chora” o matriz) vinculada con el ritmo, la prosodia, el juego de palabras, la risa, la glosolalia (vocalizaciones sin sentido preciso, específico, pero cargadas de intensidades pulsionales inconscientes y de afectos).
Kristeva establece que lo simbólico comunicativo no es un origen, sino que es más bien el efecto de un “proceso semiótico de producción” anterior al sentido regulado como significación transmisible, comunicable a través de un discurso normalizado por la sintaxis y por una cierta univocidad semántica.
Por otra parte, el gran psicoanalista francés Jacques Lacan, además de la tripartición de registros o distinción topológica entre lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real —contexto teórico en el que concede, siguiendo a Claude Lévi-Strauss, una gran importancia a lo que denomina Orden Simbólico de la Cultura—, elabora, en la última etapa de su pensamiento, el concepto de Lalangue (Lalengua), el cual define, diferenciándolo de la Langue (Lengua) y del Langage (Lenguaje) saussureanos, como una instancia operativa caótica cuyos principios reguladores lo constituyen la condensación de “fonemas desemantizados”, las homofonías, la glosolalia y el GOCE de la pura letra…
La “Lalangue” lacaniana (relacionada con la denominada lalación) se encuentra configurada por la “lluvia” —sin formar cadena—, de lo que conceptualiza y designa el psicoanalista francés como “lettre” (letra), definida esta, a su vez, no como la dimensión gráfica del fonema en el signo escrito (grafema), sino como la pura materialidad del significante (fónico o gráfico) en su particularidad de mero soporte material, localizado e indivisible, cuando este se manifiesta en su carácter simbólico-real de sinsentido, trazo, pura significancia o polivalencia a-significante…
La “Lalangue” (la “lalengua”) constituye para Lacan el Inconsciente real en acción, diferente al Inconsciente simbólico freudiano y fundamento estructural de este, lógica y cronológicamente.
En este complejo territorio en el que se imbrican lenguaje, lengua, habla, cultura, orden simbólico, lalangue y, además, la archiescritura y lo semiótico translingüístico, resulta evidente que la categoría de LENGUA-CULTURA (con todos sus riesgos y “riegos” metafísicos y político-esencialistas) debe ser —y hoy de hecho lo está siendo—, profundamente revisada, cuestionada, problematizada, matizada y redefinida.
Armando Almánzar-Botello
CÓDIGO ORAL/CÓDIGO ESCRITO
Por Armando Almánzar-Botello
«Para que exista el amor en sentido estricto se necesita la palabra, el universo de lo simbólico. El amor, como el mismo silencio, es una experiencia, un fenómeno que solo existe en los seres hablantes, en el “parlêtre” (Jacques Lacan: parlêtre: ser hablante, hablante-ser). Otra cosa son las emociones, las pasiones y los instintos.» Fredesvinda Báez Santana y Armando Almánzar-Botello
Dice el filósofo: «Lo que entonces llamé “huella” concierne también a la oralidad y, por tanto, a una cierta escritura de la voz.» Jacques Derrida.
Es decir: en la voz hay escritura como huella, como grama, como juego de la diferencia, mas para la transmisión fuerte del conocimiento se requiere de la escripción como grafía, como tipografía.
La sistematización conceptual que puede producirse en la oralidad implica una escena de lecto-escritura previa y posterior al acto de enunciación oral.
Los seminarios transmitidos por vía oral cobran su valor cognoscitivo más fuerte como documento y legado científico cuando son manuscritos, estenografiados, mecanografiados o traducidos al código escrito y revisados por el autor o por la persona idónea seleccionada para ello con miras a su transmisión como libro.
No hay, por ejemplo, herencia o legado del pensamiento socrático sin la escritura de Platón.
El corpus teórico final se define por el sujeto de la escritura que revisa, corrige, autoriza y establece el texto escrito, sea o no dicho sujeto el autor originario del texto oral.
En el caso de los grandes y verdaderos pensadores su creativa discursividad oral participa de una tensión y una coherencia tales que sus enunciados pueden ser casi en su totalidad transcritos, sin muchas modificaciones y sin perder su potencia significante, al discurso regulado por el código escrito.
Los intelectuales de la oralidad, aquellos que son meros profesores, comentaristas o locutores profesionales, si no escriben, si su pensamiento no es fijado con una real pertinencia en código escrito, jamás dejarán legado ni harán verdadera ciencia. Serán puros opinadores de ocasión o simples académicos cuyos discursos, aunque estén registrados en medios audiovisuales, correrán el albur de ser destinados al olvido y/o de no alcanzar la más productiva y eficaz recepción.
El Curso de Lingüística General de Ferdinand de Saussure, por ejemplo, fue una transcripción de notas de clase realizada por tres de los alumnos del maestro: Charles Bally, Albert Sechehaye y Albert Riedlinger. Sin las notas de los discípulos y las consultas de ciertos manuscritos del propio Saussure no se hubiese podido redactar la obra como legado. Ella convierte a Saussure en el padre de la «lingüística estructural» como ciencia.
Luego aparecieron nuevos manuscritos de Saussure que complicaron, matizaron, enriquecieron y redimensionaron el trabajo epistemológico del gran profesor, lingüista y pensador suizo.
LA MUERTE PUBLICA SIN HABER ESCRITO
«El aprender a vivir, si es que queda por hacer, es algo que no puede suceder sino entre vida y muerte: [“la vida la muerte”]. Ni en la vida ni en la muerte solas.» Jacques Derrida
«La oposición del sueño a la vigilia, ¿no es también una representación de la metafísica? Y ¿qué debe ser el sueño, qué debe ser la escritura si, como ahora sabemos, se puede soñar escribiendo? ¿Y si la escena del sueño siempre es una escena de escritura?». Jacques Derrida
Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO
Sócrates consideraba que la escritura era una técnica de simple archivo y registro que hacía correr el albur a los filósofos de verse apartados, peligrosamente, del reino puro del “logos” donde se vinculan de un modo natural, espontáneo, la foné y las ideas, la voz y el pensamiento...
Sin embargo, los Diálogos de Platón vienen a ser la genial transcripción del pensamiento socrático al registro de la escritura como “hipomneme” —copia subalterna, duplicado mimético, sombra ilusoria, pseudomemoria o simple registro de huellas—, diferente de la “mneme” primordial —entendida como memoria viva del logos luminoso que se manifiesta en la íntima calidez de la oralidad dialógica.
Sobre los problemas definidos por las complejas relaciones que podrían vincular al pensamiento de Sócrates con la voz como foné, con la escritura, el archivo, la memoria, la vida, la muerte y con el “mismo” texto platónico —problemas situados en su justo contexto histórico-cultural—, el gran pensador y polígrafo judío-francés Jacques Derrida nos ha legado hermosas páginas, lúcidas y literariamente memorables.
A la fecha, sabemos del pensamiento de Sócrates gracias a la escritura poético-filosófica de Platón.
El gran Sócrates, paradigma del maestro de la verdad, habiendo pensado en el sentido más fuerte del término “pensar”, publicó sus ideas a través de la oralidad y “escribió” solo por medio de su alumno Platón...
Pasaron los años y los siglos, y en el vano fragor del hedonismo que define a la trivial actividad pseudocreativa característica del hombre adocenado de nuestros días postmodernos —criatura simultáneamente individualista y gregaria, trivial en sus cotidianos y burdos haceres, vanidosa y servil ante los dominios económicos y políticos que gobiernan sin pudor en los peores mundos espirituales posibles—, cualquier astuto gañán “literado”, pícaro rapaz o mediocre guerrero de las ideas, sin pensar ni escribir con sentido profundo ni auténtico brío, paradójicamente publica, publica, publica...
Hoy, proclama y declara, divulga y esculpe insulsa la muerte su letra de nadie, su trazo de nada...
BREVÍSIMOS APUNTES SOBRE SÓCRATES, EL ENIGMA
Por Fredesvinda Báez Santana y Armando Almánzar-Botello
No es cierto, como entienden algunos intelectuales fuera de contexto, que “Occidente haya subestimado a Sócrates”. Uno de los ejes de la gran tradición metafísica occidental es el socrático-platónico.
La errada percepción proviene de que básicamente, en su detallada cartografía esencial, conocemos el pensamiento de Sócrates a través de la escritura de su alumno Platón.
Como dijo un escritor dominicano que investigó, meditó y escribió sobre este tema, Antonio Fernández Spencer: Sócrates publicó, para la posteridad, a través de Platón.
Esa es la naturaleza de los famosos Diálogos, donde lo que se ejemplifica es el pensamiento mayéutico de Sócrates en tensión discursiva, polémica o no, con diversos filósofos de su época. Platón “transcribe” esos diálogos. En ellos el gran Sócrates, quizá un tanto idealizado, viene a encarnar la figura por excelencia del Maestro de la Verdad en el mundo griego. Así llega hasta nosotros.
Solo de forma conjetural podemos distinguir lo que realmente pertenece a Sócrates en los escritos de Platón, de aquello susceptible de ser interpretado como de la propia cosecha de este último. Aristóteles, por ejemplo, sospecha del carácter auténticamente socrático de algunos planteamientos de Platón. No obstante, el Gran Peripatético no remite a ninguna fuente segura en términos escritos para avalar su sospecha o disidencia con respecto a la fidelidad de Platón a la palabra de Sócrates.
Fuera de la referencia directa a los Diálogos platónicos, las “pruebas” documentales sobre la personalidad histórica y el pensamiento filosófico reales de Sócrates resultan fragmentarias, poco significativas o simplemente cónsonas con las del mismo Platón. Los datos son suministrados por Esquines de Esfeto, de modo incompleto, y, más extensamente, por otro memorable alumno de Sócrates, el gran historiadorJenofonte, autor de una Apología de Sócrates.
Según la concepción de algunos helenistas dignos de ser tomados en cuenta, la figura biográfico-especular y concreta de Sócrates, por no decir que resulta completamente irrecuperable, solo podría ser “merodeada y contorneada” por la interposición hermenéutica de otros pensadores filológicamente sustentados en ciertos textos paradigmáticos que no son de la autoría de quien fue conocido como “El que no escribe”. Sócrates representa, entonces, una suerte de construcción psicohistórica en abismo...
Reiteramos que, al margen de dichas mencionadas referencias, la concreta personalidad biográfica e intelectual de Sócrates sería, quizá para siempre, un cerrado misterio inabordable. A no ser que surjan vías y métodos insospechados de investigación que podrían bordear la ciencia ficción...
Lo mismo pasa con la figura de Cristo: no escribió directamente, pero sus discípulos lo hicieron por él. Resultado: El Nuevo Testamento. El éxito popular del pensamiento cristiano a través de la Biblia, comparado con el relativo éxito menor de Sócrates en la conciencia cultural europea y mundial, no quiere decir que Sócrates haya fracasado.
Debemos recordar que el gran Friedrich Nietzsche llamaba al cristianismo un “platonismo para uso del pueblo”. Desde la visión de Nietzsche, San Pablo lo que hizo fue “socratizar-platonizar” el mensaje original de Jesús de Nazaret.
Una de las pruebas de que al filósofo alemán le asistía plena razón en esa lectura del cristianismo, está constituida por la significativa presencia de categorías griegas en el discurso de Saulo de Tarso (San Pablo): “hipóstasis”, “anástasis”, “apocatástasis”, etcétera. Las anteriores constituyen categorías netamente greco-paulinas.
Sócrates, a su vez, no ha sido olvidado en el mundo occidental. Como figura ideal y gran maestro de la verdad, él está presente, transformado, hasta en la forma en que nos llega su mensaje por mediación del mismo cristianismo platonizante, y también por vía de la tradición patrística, escolástico-aristotélica.
Junto con Platón y Jenofonte, no debemos olvidar a cinco grandes mediadores entre la figura alegórico-simbólica de Sócrates y la contemporaneidad: William Shakespeare, Søren Kierkegaard, Friedrich Nietzsche, Karl Marx y Sigmund Freud.
© Fredesvinda Báez Santana. Santo Domingo, República Dominicana
LA “FARMACIA” DE PLATÓN Y LA INTERPRETACIÓN (Unas brevísimas citas y notas)
«La rigurosa metodología y la fértil visión interpretativa de los textos desarrolladas por Jacques Derrida, las asumo cautelosamente sustentado en mi conocimiento de las obras de Freud y de Lacan, y después de hilar muy fino con los problemas de la hermenéutica en Ricoeur, Gadamer, Eco, Vattimo, Rorty, etcétera, durante larguísimos años.» Armando Almanzar-Botello
Por Armando Almánzar-Botello
En la página 94 de este volumen, correspondiente al inicio de “La farmacia de Platón”, Jacques Derrida nos dice:
«Habría, pues, con un solo gesto, pero desdoblado, que leer y escribir. Y no habría entendido nada del juego [del juego hermenéutico] quien se sintiese por ello autorizado a añadir, es decir, A AÑADIR CUALQUIER COSA [las mayúsculas son nuestras]. No añadiría nada, la costura no se mantendría. Recíprocamente tampoco leería aquel a quien la “prudencia metodológica”, las “normas de la objetividad” y las “BARANDILLAS DEL SABER” le contuvieran de poner algo de lo suyo. Misma bobería, igual esterilidad de lo “no serio” y de lo “serio”. El suplemento de lectura o de escritura debe ser rigurosamente prescrito...» JACQUES DERRIDA, texto citado.
En la página 196 de este volumen, también correspondiente a “La farmacia de Platón”, Jacques Derrida nos dice:
«No creemos que exista rigurosamente un texto platónico, cerrado sobre sí mismo, con su interior y su exterior. No es que entonces haya que considerar que HACE AGUA POR TODAS PARTES Y QUE SE LE PUEDE AHOGAR CONFUSAMENTE EN LA GENERALIDAD INDIFERENCIADA DE SU ELEMENTO [las mayúsculas son nuestras]. Simplemente, y a condición de que las ARTICULACIONES SEAN RIGUROSA Y PRUDENTEMENTE RECONOCIDAS [las mayúsculas son nuestras], debe de resultar posible separar fuerzas de atracción ocultas uniendo una palabra presente y una palabra ausente en el texto de Platón...» JACQUES DERRIDA, texto citado.
«El sistema no es aquí, simplemente, el de las intenciones del autor [...] Ese sistema no es, en primer lugar, el de un querer-decir. Se establecen comunicaciones reguladas, gracias al juego de la lengua, entre diversas funciones de la palabra y, en ella, entre diversos sedimentos o diversas regiones de la cultura. Esas comunicaciones, esos pasillos de significado [el autor] puede en ocasiones declararlos, iluminarlos jugando en ellos “voluntariamente”, palabra que ponemos entre comillas porque no designa, siguiendo en el interior de esas oposiciones, más que un modo de “sumisión” a las necesidades de una “lengua” dada [...] La diferencia entre consciente e inconsciente, voluntario e involuntario [es un] instrumento muy tosco cuando se trata de cuestionar la relación con la lengua. Lo mismo ocurriría con la oposición del habla —o de la escritura— respecto a la lengua, si debiese, como a menudo ocurre, remitir a esas categorías.» Jacques Derrida: “La Farmacia de Platón”, en La diseminación, Editorial Fundamentos, Madrid, 1975, páginas 140-143.
Quienes no hayan trabajado arduamente con los textos que contiene este libro de 549 páginas (incluye La farmacia de Platón, La doble sesión y La diseminación, tres obras capitales de Jacques Derrida junto a De la gramatología), no pueden tener una idea pertinente de lo que es la “interpretación” en el pensamiento del filósofo francés, ni pueden comprender el discurso y la genealogía de un cierto Roland Barthes.
Referencia bibliográfica: Jacques Derrida: “La diseminación”, Editorial Fundamentos, Colección Espiral dirigida por Julián Ríos, Madrid, 1975.
© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.
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