viernes, 25 de julio de 2025

CAOS y CAOS... CAOSMOS...

«El caos radical, ontológico-intrínseco, que se manifiesta en la termodinámica fuera del equilibrio creada por Ilya Prigogine, lo hace mediante las llamadas “estructuras disipativas” que implican “puntos de bifurcación” entre lo determinista y lo aleatorioArmando Almánzar-Botello 


     Por Armando Almánzar-Botello 

     Dice el gran matemático Edward N. Lorenz, padre de la meteorología moderna y uno de los más destacados teóricos del “caos determinista”:

     «Si el caos [determinista] consiste en cosas que no son de verdad aleatorias sino que solo lo parecen, ¿debe excluir fenómenos familiares y cotidianos que presentan una pequeña aleatoriedad y restringirse a las abstracciones matemáticas? ¿Acaso una restricción semejante no disminuiría gravemente su significación universal? Una manera aceptable de hacer innecesaria esta restricción sería ampliar la definición de caos para incluir fenómenos que son ligeramente aleatorios, siempre que su mayor aleatoriedad aparente no sea un subproducto de su leve y auténtica aleatoriedad. Es decir que los procesos del mundo real que aparentan comportarse aleatoriamente, quizá la hoja que cae o la bandera que ondea… deberían ser calificados de caos, siempre que puedan seguir pareciendo aleatorios aunque se eliminara de algún modo cualquier auténtica aleatoriedad.» EDWARD N. LORENZ.

     Pero a diferencia del caos simplemente determinista —predecible, calculable, regulado por atractores extraños, controlado precisamente por los llamados “atractores de Lorenz”—, existe el caos tal como lo entiende el físico ILYA PRIGOGINE, entre otros: un caos no determinista, estocástico, realmente aleatorio y radicalmente impredecible, por un lado, y una conjunción de orden y caos a la que denominó “estructura disipativa”, entendida como “punto de bifurcación” entre determinismo y aleatoriedad.

     ¿Surge el primero —cosmológica y microfísicamente— sobre el telón de fondo de este último? ¿Es el caos una realidad ontológica, imposible de erradicar o de eliminar de la naturaleza, como piensan algunos matemáticos, físicos y filósofos, o es el caos, por el contrario, un fenómeno meramente contextual-epistemológico, histórico e instrumental? 

     Para el inmenso matemático, físico y también epistemólogo, “recientemente” fallecido, Mario Bunge, el caos tratable por la ciencia es el caos determinista. Ello puede implicar, por lo menos, dos cosas: a) Que el caos al alcance de la racionalidad logoteórica y cognitivo-instrumental de la ciencia sea el único caos existente y  lógicamente consistente, y b) Que hay una dimensión de la realidad en torno a la cual la “última palabra” no depende de la ciencia. 

     El pensador Jacques Lacan diferencia en este sentido lo “Real imposible”, no asimilable por la formalización matemática o lógica, de la “Realidad” manejable por la ciencia y la fórmula.

     Nietzsche, como filósofo, vio con claridad el problema y entendió (luego vendría un cierto momento en el pensamiento de Heidegger que apunta en esa misma dirección) que la ciencia no tiene en todo la última palabra. A esta decisión llamó Nietzsche: “Tomar el toro por los cuernos”.

     La “realidad compleja”, tal como la concibe el pensador y epistemólogo Edgar Morin, es un entrelazamiento de lo “caótico real imprevisible” y lo “determinista real programado y previsible”. A esta complejidad algunos hombres de pensamiento la denominan: “caosmos”... 

     Abordando el tema cuántico, muy relacionado con el problema del caos, dice la pensadora norteamericana de ascendencia francesa Catherine Chevalley

     «Heisenberg dice que la mecánica cuántica “introduce la probabilidad como una nueva especie de realidad física objetiva.” El proceso individual, en mecánica cuántica, es pensado, en efecto, por medio del concepto de “amplitud de probabilidad”; el objeto, en el sentido estricto de la física clásica, desaparece; ya no es un algo localizado en el espacio y el tiempo cuya evolución —cuya trayectoria— sería posible seguir, así como sería posible predecir, en virtud de una ley formalizada de esta evolución, el comportamiento futuro. El concepto fundamental que permite describir un sistema es el de VECTOR DE ESTADO, NO SUSCEPTIBLE DE NINGUNA INTERPRETACIÓN INTUITIVA; las leyes se vuelven intrínsecamente estadísticas, y la posibilidad misma de “meter la mano” en un objeto individuado en el sentido tradicional, se desvanece... Heisenberg utiliza de la manera más natural los recursos de la lengua filosófica alemana: la “Realität” no es la “Wirklichkeit”; lo cual se traduce, en los textos escritos en inglés, por la distinción entre “reality” y “actuality”. En Kant, la Realität era una categoría de la CUALIDAD, diferente del “Dasein”, categoría de la MODALIDAD, y de las nociones de “Existenz” y de “Wirklichkeit” asociadas a esta última. Heisenberg concibe esta oposición como una diferencia entre la TOTALIDAD de la determinación posible de una “res” y el MODO DE EXISTENCIA o de realidad efectiva del fenómeno... Dice Heisenberg: “Lo real efectivo [lo actual] cumple el mismo papel decisivo en la teoría cuántica que en la física clásica”. Solo que este tipo de realidad no podría ser extrapolado a los objetos cuánticos mismos... Insiste Heisenberg: “Si intentamos penetrar, detrás de esta realidad efectiva, en el detalle de los acontecimientos atómicos, los contornos de ese mundo ‘objetivamente real’ se disuelven: no en la bruma de una nueva idea de realidad todavía insuficientemente clarificada, sino en la transparente claridad de una matemática cuyas leyes gobiernan lo posible y no lo real efectivo.” Así se dibuja una partición entre al menos dos géneros de realidad distintos, la de lo posible y la de lo efectiva o actualmente real.» Catherine Chevalley. “La física cuántica y los griegos”.

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Septiembre de 2012

Copyright © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.
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VIOLENCIA: SUBJETIVA Y OBJETIVA. George Soros y Bill Gates (Fragmentos)

     Por Slavoj Žižek  

     «Tómese por ejemplo la figura de George Soros, el magnate financiero y filántropo. Soros representa la explotación financiera y especulativa más despiadada, combinada con una opuesta preocupación humanitaria por las consecuencias sociales catastróficas de una economía de mercado desbocada. Incluso su rutina está marcada por un contrapunto autoeliminador: la mitad de su tiempo de trabajo está dedicada a la especulación financiera, y la otra mitad a actividades humanitarias, como proporcionar financiación para actividades culturales y democráticas en países poscomunistas, escribir ensayos y libros que, en definitiva, combaten los efectos de su propia especulación. 

     »Las dos caras de Bill Gates corresponden a las dos caras de Soros. El cruel hombre de negocios destruye o fagocita a sus competidores, persigue un monopolio virtual, emplea todos los trucos del mundo de los negocios para conseguir sus objetivos. Mientras tanto, el filántropo más grande de la historia de la humanidad pregunta: “¿Para qué sirve tener ordenadores si la gente no tiene suficiente para comer y muere de disentería?” En la ética liberal “comunitarista”, la despiadada persecución del beneficio se ve contrarrestada por la caridad. Tal es la máscara humanitaria que oculta el rostro de la explotación económica. Cediendo a un chantaje del superyó de proporciones gigantescas, los países desarrollados “ayudan” a los subdesarrollados con aportaciones humanitarias, créditos y demás, y de este modo evitan la cuestión clave, es decir, su complicidad y corresponsabilidad en la miserable situación de aquellos […] 

     »[…] Cuando dona al bien público una parte de su riqueza acumulada, el capitalista se niega a sí mismo como mera personificación del capital y de su circulación reproductiva: su vida adquiere sentido. El objetivo ya no es la reproducción ampliada. Además el capitalista alcanza así el cambio de EROS a THYMOS, de la lógica “erótica” perversa de la acumulación al RECONOCIMIENTO Y EL PRESTIGIO públicos. Lo que esto significa es nada menos que elevar a figuras como Soros o Gates al nivel de personificaciones de la autonegación inherente al proceso capitalista en sí: su obra de caridad (sus inmensas donaciones al bienestar público) no es solo una idiosincrasia personal. Sincera o hipócrita, es el punto de conclusión lógico de la circulación capitalista, necesario desde el punto de vista enteramente económico, puesto que permite al sistema capitalista POSPONER SU CRISIS. Restablece el equilibrio (redistribución de la riqueza entre los auténticos necesitados) sin caer en la trampa fatídica: la lógica destructiva del RESENTIMIENTO y la forzada redistribución ESTATAL de la riqueza solo pueden acabar en miseria generalizada. Se evita también, podría añadirse, el otro modo de restablecer cierto equilibrio y afirmar el thymos por medio del gasto soberano: esto es, la GUERRA. 

     »Esta paradoja señala nuestra triste situación: el capitalismo de hoy no puede reproducirse por sí mismo, necesita la CARIDAD extraeconómica para sostener el ciclo de reproducción social […]

     »[…] Los delicados “comunitaristas” liberarles —asustados, preocupados, contrarios a toda violencia— y la explosión de rabia fundamentalista son las dos caras de la misma moneda. Mientras que luchan contra la VIOLENCIA SUBJETIVA, los “comunitaristas” liberales son los auténticos agentes de la VIOLENCIA ESTRUCTURAL que crea las condiciones para las explosiones de violencia subjetiva. 

     »Los mismos filántropos que donan millones para la lucha contra el SIDA o la educación tolerante HAN ARRUINADO LA VIDA DE MILES DE PERSONAS POR MEDIO DE LA ESPECULACIÓN FINANCIERA, creando así las condiciones del surgimiento de la misma intolerancia contra la que se luchaba. […] Cuando nos bombardean con noticias esperanzadoras sobre cancelaciones de deudas o grandes campañas humanitarias para ERRADICAR UNA PELIGROSA EPIDEMIA, simplemente debemos girar un poco la postal para echar un vistazo fugaz a la obscena figura del liberal “comunitarista” que actúa por debajo. 

     »No deberíamos hacernos ilusiones: los “comunitaristas” liberales son en la actualidad el enemigo de cualquier lucha progresista. El resto de los enemigos —FUNDAMENTALISTAS RELIGIOSOS Y TERRORISTAS, ineficaces y corruptas burocracias de Estado— son personajes concretos cuyo auge y caída dependen de circunstancias locales contingentes […]

     »¿Qué debe hacerse con nuestro “comunitarista” liberal, que es sin dudas un buen hombre y está realmente preocupado por la POBREZA y la VIOLENCIA en el mundo y puede afrontar estas preocupaciones? En realidad, ¿qué hacer con un hombre que no puede ser sobornado por los intereses de las corporaciones, puesto que es copropietario de ellas, que sabe lo que dice acerca de luchar contra la pobreza porque se aprovecha de ella, que expresa con sinceridad su opinión puesto que es tan poderoso que puede permitírselo, que es valiente y sabio a la hora de llevar adelante de forma despiadada sus empresas y no considera sus ventajas personales, PUESTO QUE TODAS SUS NECESIDADES ESTÁN YA SATISFECHAS, y que además es un buen amigo, en especial de sus colegas de Davos? BERTOLT BRECHT proporcionó una respuesta en su poema “La pregunta sobre el bien”: 

     »“Da un paso al frente: oímos
que eres un buen hombre.
No pueden comprarte, pero el relámpago
que golpea la casa tampoco
puede ser comprado.
Mantienes tu palabra.
Pero, ¿qué dijiste?
Eres sincero, das tu opinión.
¿Qué opinión?
Eres valiente.
¿Contra quién?
Eres sabio.
¿Para quién?
No persigues tu beneficio personal.
¿Qué persigues entonces?
Eres un buen amigo.
¿Eres también un buen amigo de la gente buena?

     Escúchanos: sabemos
que eres nuestro enemigo. Por ello
te pondremos frente al muro. Pero en consideración
a tus méritos y buenas cualidades
te pondremos frente a un buen muro y te dispararemos
con una bala buena de un arma buena y te enterraremos
con una pala buena en la buena tierra.” BERTOLT BRECHT.

SLAVOJ ŽIŽEK: “Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales”, Paidós, Barcelona, 2009, páginas 33, 34, 35, 36, 51-53
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BLOG OTROS TEXTOS MUTANTES
Viernes, 22 de enero de 2016

MERCADO, INNOVACIÓN Y PENSAMIENTO DEL EXCESO. (Fragmentos)

     «Hay un corpus textual robado y reactivo, erigido genealógicamente en su carácter de “conocimiento canalla”, blindado por la astucia oportunista y la prótesis financiera. Ese corpus es un nuevo y simple axioma en el contexto de la más perversa y rentabilizante axiomática capitalista glocal.» Armando Almánzar-Botello

     «Hay sujetos “triunfantes”, histórica y secretamente resentidos, disfrazadamente megalómanos, narcisistas o ególatras, que utilizan una oportunista racionalidad capitalista-financiera, instrumental, funcional, pseudoética, mesológica y cosificante, como medio seguro y perverso expediente para compensar viejas minusvalías orgánico-biológicas y psicosociales. 

     »Para esas “almas bellas”, cualquier crítica a su delirio hegeliano de presunción es pura envidia o recelo ante su encumbrado estatus. ¡Pero no! Hay neomarxistas críticos impulsados por la sincera gratitud hacia lo abierto y por el deseo infinito de  justicia; orientados por la más genuina grandeza cognitiva, política y est/ético existencial, no movidos simplemente por la mezquina envidia o el mero resentimiento.» © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana

     «El consumismo propio del mercado capitalista neoliberal, en su carácter de supuesto ejercicio de la libertad que hace feliz al consumidor, es un fallido intento de neutralizar el freudiano malestar en la cultura, una defensa contra el acontecimiento imprevisible, una forma postburguesa de controlar el goce de los sujetos promoviendo en el cuerpo societal desmembrado una suerte de estándares perversos de voracidad insaciable y desmesura, de mentida (in)estabilidad deseante, oculta, regulada, programada por algoritmos y atractores extraños.» © Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana

     Por Armando Almánzar-Botello 

     «En el Mercado Global Capitalista, reflejo del “Estado Espectacular Integrado”, hasta la producción de un peligroso accidente o evento biológico de naturaleza pandémica sirve de pretexto y telón de fondo para el lanzamiento de un nuevo producto, de un nuevo gadget engañabobos, o para exaltar la inteligencia y supuesta capacidad de “pronóstico” de ciertos plutócratas, cuando en verdad más bien habría que hablar con sospecha de una “monstruosa capacidad para programar las catástrofes” utilizando contra las poblaciones el capital económico y tecnocientífico.» Armando Almánzar-Botello
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     En el fetichismo de su culto a “lo nuevo” banalizado, el Mercado pone cada más de manifiesto la repetición serializada de la falsa novedad, la programación inexorable de los bienes de consumo, la operacionalización rentabilizante de los procesos, la oferta universal y segmentada de los objetos desechables como obturadores fantasmáticos del deseo en la “eternidad” irrisoria del consumo narcisista.

     En el Mercado Global Capitalista, reflejo del “Estado Espectacular Integrado”, hasta la producción de un peligroso accidente o evento biológico de naturaleza pandémica sirve de pretexto y telón de fondo para el lanzamiento de un nuevo producto, de un nuevo gadget engañabobos, o para exaltar la inteligencia y supuesta capacidad de “pronóstico” de ciertos plutócratas, cuando en verdad más bien habría que hablar con sospecha de una “monstruosa capacidad para programar las catástrofes” utilizando contra las poblaciones el capital económico y tecnocientífico. 

     No es lo mismo el “accidente programado” que la dimensión realmente imprevisible del Acontecimiento [...]

     En términos nietzscheanos, el tipo humano que constituye el empresario inversionista en el contexto del capitalismo, haga o no “inversiones-invenciones” cruciales de aparente alto riesgo, representa siempre, ética y estéticamente, el prototipo del “mal jugador”.

     Esto es así, por cuanto el “inversor”, de un modo u otro, somete el azar “a las pinzas” de la causalidad lineal, a las mallas protectoras del interés mezquino, a la “finalidad utilitaria abstracta” y a la intención rentabilizante olvidadiza del dolor del otro, renegadora de la plena realización de su ser.

     El “inversor” persigue una combinación específica y ganadora, en lugar de afirmar “todo el devenir contingente” en un solo envite o lanzamiento de dados (Gilles Deleuze).

     Prueba de lo anteriormente afirmado la constituye el hecho de que “el inversor” busca compensar sus intervenciones de relativo alto riesgo en mercados emergentes, con el uso de tecnología panóptica y vigilancia líquida post-panóptica: banóptica o sinóptica (Zygmunt Bauman, David Lyon) y con inversiones sólidas que participen de elevados niveles de previsibilidad, factores que terminan constituyendo la «enmarañada estrategia político-perversa, “financiero-democrática”, de lo banalmente mercantil».

     De este modo, el inversor pretende morigerar los efectos potencialmente catastróficos de la indeterminación y del azar reales, y someter la contingencia al resultado evidentemente apetecido por todo hombre de negocios diagnosticado como “cuerdo”: obtener la combinación ganadora y esperada y maximizar con ello sus beneficios.

     El auténtico artista y el pensador crítico, por el contrario, hacen sus apuestas de otro modo: juegan sin garantías. No persiguen simplemente la compensación de minusvalías psico-sociales ni la obtención o preservación de un cierto estatus a través del impacto comercial de su obra o del “éxito” “doxométrica” y teleológicamente considerado. No persiguen el “interés en el interés” como simple autoconservación mezquina, sino el “interés desinteresado”, entendido como fundamento de la ética y del arte en sentido general (Alain Badiou).

     El artista genuino y el pensador crítico encarnan la deriva crítica del post-exceso no consumista como resistencia a la “nueva (in)estabilidad” de lo programado por el sistema neo-capitalista de control. Esta criticidad debe ser entendida como plena y lúcida asunción del riesgo que comporta el verdadero proceso paralógico (Lyotard) de creatividad y liberación.

     El arte auténticamente soberano no es nada útil en el sentido en que lo son las “invenciones asordinadas” de las tecnologías sometidas al principio de maximización de beneficios: tecnologías informáticas de producción de software, tecnologías transgénicas y farmacéuticas, nuevos diseños de automóviles, políticas triviales de auto-promoción sin rubor, etcétera (...)

     Por otra parte, la es/ética del psicoanálisis no es una ética superyoica del goce (¡goza!, como falso imperativo categórico del Carpe Diem: banalidad del mal en el Discurso capitalista del Amo y su Mercado), sino una est/ética que apunta al goce a través de “la escala invertida de la ley del deseo” (Jacques Lacan).

     El psicoanálisis nos concede también la libertad de no gozar, nos permite sustraernos al goce padecido que se reduce a una mera imposición o mandato superyoico; la experiencia analítica nos habilita para gozar de otro modo distinto al que implica dicho goce “mercadológico” del síntoma convencional: el ¡goza! en su calidad de compulsión y mascarada, el goce del consumismo (...)

     En este contexto de vigilancia líquida post-panóptica, entendemos “el secreto”, siguiendo a Jacques Derrida, como aquello que difiere de lo simplemente privado, pues no alude a un contenido intencional que no realiza su expresión o manifestación explícita, sino a un acto “a plena luz negra” que sustrae su regla de operación al cálculo, a la programación banalizante, al algoritmo y a los atractores extraños que comandan y recentran la aparente “multiplicidad en el descentramiento” y el supuesto “caos intermitente” (Bill Gates) que caracterizan al señuelo de libertad que ofrece una falsa tardo-modernidad crematística.

     En este sentido, el “secreto” derridiano escapa a la oposición privado / público. Se resiste a la reducción de la ética a la Razón de Estado, al ámbito de los intereses corporativo-financieros o al registro de lo doméstico-familiarista: se abre, más bien, a una dimensión singular del acontecimiento que implica una opacidad en el mundo espectacular de la vigilancia panóptica (Foucault) y/o banóptica (Bauman), tanto concentrada como difusa (G. Debord).

Copyright © Armando Almánzar Botello. Fragmento de “Mercado, Innovación y Pensamiento del Exceso”. (Versión retocada y ampliada; noviembre del 2000-noviembre del 2014). 

Otros enlaces relacionados:

Blog Cazador de Agua

Blog Otros Textos Mutantes:
Ver esta misma entrada en el mencionado blog.

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.

SOBRE EL POETA, PENSADOR Y ENSAYISTA DOMINICANO ARMANDO ALMÁNZAR BOTELLO, ESCRIBE EL CRÍTICO PERUANO DOCTOR PEDRO GRANADOS AGÜERO:

     «Armando Almánzar-Botello (República Dominicana, 1956), “Armandito”, como José Lezama Lima o Édouard Glissant, poeta típico de las islas o media islas; es decir, libres para pensar e imaginar. Resulta imposible que se reproduzca uno de los mismos en el continente; demasiado “enterrados” sus poetas, demasiado persuadidos de su genealogía o de su historia. Ni Borges se salva, ya que es más voluntad o deseo que efectiva desterritorialización. Poetas insulares donde la desprestigiada amnesia no significa olvido; sino, y por el contrario, ampliación de la conciencia [Nicomedes Suárez-Araúz dixit, poeta de la isla-selva boliviana]. En los ratos en que pensaba y no andaba hechizado por el bolero, Alexis Gómez Rosa, nos confió que “Armandito” reflejaba lo que hace el poder con el indiscutible talento: lo destruye. O, al menos, pretende destruirlo. Los textos que siguen, y otros de Almánzar-Botello que se encuentran asimismo en nuestro blog, constituyen prueba fehaciente de lo que no logró el poder.» P.G.

«ENSAYO BREVE CON CUATRO ADENDAS» DEL ESCRITOR DOMINICANO ARMANDO ALMÁNZAR BOTELLO PUBLICADO EN EL BLOG DE PEDRO GRANADOS: http://blog.pucp.edu.pe/blog/granadospj/2023/05/15/hay-sueno-en-la-vigilia-y-vigilia-en-el-sueno-armando-almanzar-botello/

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EL PLAN (Relato)

     «El real acto de escritura encarna, en su amenazante ambigüedad problemática, una objetivación y un espaciamiento percibidos por el “yo” como castrantes, porque rompen con la presunta inmediatez de la conciencia, con la intimidad clausurada de la voz como órgano imaginario de apropiación...» Armando Almánzar-Botello: Fragmento de «Escribir/Publicar», 1991

     Por Armando Almánzar-Botello 

     Para L N. G.

     ¡Oh rabia impotente! Parecía que la presencia fatal de un virus electrónico había infectado de forma selectiva los mensajes que los dos se venían comunicando a través del ordenador en el transcurso de aquellos agitados meses de pasión enmascarada. 

     Por ese grave acontecimiento, el sujeto de la escritura no había podido acceder a ciertos archivos que le permitirían definir con más precisión el plan del relato seminal que serviría de base para el otro vuelo.

     ¿O sería más bien para el descenso al subsuelo ilimitado y monstruoso de su propio ser, de su atroz memoria?... Palabras demasiado convencionales para expresar la terrible perspectiva que se abría ante sus ojos.

     Temblaba frente a las puertas entreabiertas del posible cumplimiento, del Plan que vislumbraba, ominoso y ciego como la ruta de un Metro fantasma deslizándose en la noche por interminables galerías subterráneas, clamando por la encarnación de sus espectros en la espesura sombría de su trayectoria inconsciente, ineluctable... 

     Pensó entonces en la frase de Mishima: Se abre hacia la muerte, tal como un kimono de seda se desliza por la pulida superficie de una mesa hasta caer silencioso en la penumbra del piso...

     Sintió un escalofrío que recorrió su espina dorsal, y contempló —mientras escribía en el silencio de la noche alta—, la pantalla fosforescente del computador...

     Al cabo de unos instantes, apartó la mirada de aquella luz que lo hería, y miró las ventanas oscuras de su cuarto. 

     Pensó en los parques públicos bajo el sol de las mañanas, en viejos paraguas olvidados en rincones también sin memoria, en calles al atardecer atravesadas por las corrientes vertiginosas de autos carnívoros, en secretas escaleras que ascendían como promesas de magnolias en la noche, en remotos lugares cerrados donde un hombre y una mujer se desnudan en la penumbra, incansable y mágicamente, para entregarse, resplandecientes de pasión y de extrañas metamorfosis, a ritos innombrables y voluptuosos...

     Llegaron a su mente aquellos solares llenos de plantas extrañas, ratas gigantescas, restos de ordenadores y máquinas de finalidad incierta; espacios pululantes de cucarachas y bichos que creíamos hacía mucho tiempo extinguidos, basureros que aparecen de súbito entre algunos edificios de las grandes ciudades ofreciendo el testimonio de una secreta y vaga verdad de la existencia: la banalidad con la que casi siempre se disfraza el enigma inanticipable del acontecimiento... 

     Porque —pensaba—, no hay nada más misterioso que la basura, que los restos, que los vestigios, que los escombros... Huellas primordiales de la sangre en las palabras terribles que perduran...

     En el sujeto de la escritura se ahondaba el hueco, la inclemente verdad de la carencia, el vacío donde agazapada, retorciéndose, ondulante, la peligrosa cobra de la escritura preparaba su fármacon letal.

     Al no encontrar en el ordenador los referentes escritos que dieran testimonio de los hechos en apariencia acontecidos entre ellos en los últimos cuatro meses, le parecía que todo había sido un insólito y turbulento sueño del que apenas ahora acababa de despertar, y que esta ensoñación comenzaba, con extraño goce de planta carnívora y angustiosa fiebre delirante, a florecer de nuevo transfigurada en su conciencia, al rememorarla...

     Toda la realidad al alcance de sus ojos en la polvorienta buhardilla: arriba, la noche del cielo raso; abajo, la mesa sobre la que escribía —iluminada tenuemente por una pequeña lámpara eléctrica—; el bolígrafo que sostenía latiendo entre sus dedos entumecidos (escribía ahora a mano, convencida de que la pantalla del ordenador quema los sueños); la página sobre la que trazaba frases inconexas y zigzagueantes; el viejo escritorio sobre el que se reclinaba como sobre un abismo; los libros y objetos dormitando, casi vivos, en los anaqueles de madera; los pasos enigmáticos de otro huésped del insomnio en la habitación vecina; la sombra voluptuosa de un torso desangrado en la memoria... 

     Todo lo que alcanzaba a escuchar y sentir en la alta noche, todo, se consumía como ella en el incendio de la incertidumbre...

     De forma curiosamente parecida a la de Chuang Tzu —pensó el sujeto de la escritura.

     De forma parecida a la mía leyendo estas frases —prosiguió alguien hablando con neutralidad en voz alta—, pues cuando despierto del sueño en el que creí vislumbrar a Chuang Tzu, no puedo saber si he soñado a Chuang Tzu o es él quien continúa con terquedad ontológica soñándome (incesante como el grito de mi ser), ahora, aquí, creyéndome despierta en lo que escribo.

     Entonces, blandiendo el filoso cuchillo sobre el seno desnudo de la mujer de rasgos orientales —que fosforescía a su lado en el lecho como una dormida y delicada flor de ciruelo—, el innombrable comenzó, con firmeza y precisión, a escribir la verdadera historia...

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Abril de 2009

Blog Otros Textos Mutantes 

Miércoles, 28 de enero de 2015

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana

Otros blogs donde figura este mismo texto:

Blog Cazador de Agua.

Blog de Pedro Granados: http://blog.pucp.edu.pe/blog/granadospj/2009/04/22/el-plan-armando-almanzar-botello/

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¿HAY SUEÑO EN LA VIGILIA Y VIGILIA EN EL SUEÑO?

     «¿Estamos ahora dormidos o despiertos? ¿Me sigues, lector-soñante?» Armando Almánzar-Botello

     «Vivimos la incertidumbre acústica, mixta, brifonte, al borde mismo del delirio; nos trabaja el efluvio innombrable, la densidad física y la espectralidad virtual del soporte con sus respectivos rayos de luz, ya sean los reflejados en la página o los emitidos por la pantalla...» Armando Almánzar-Botello 

     «La oposición del sueño a la vigilia, ¿no es también una representación de la metafísica? Y ¿qué debe ser el sueño, qué debe ser la escritura si, como ahora sabemos, se puede soñar escribiendo? ¿Y si la escena del sueño siempre es una escena de escritura?». Jacques Derrida

     «La diferencia entre la fenomenología de Husserl y la de Peirce es fundamental, pues concierne a los conceptos de signo y de manifestación de la presencia, a las relaciones entre la representación y la presentación originaria de la cosa misma (la verdad). En relación con este punto Peirce está sin duda más próximo del inventor de la palabra fenomenología: Lambert se proponía en efecto “reducir la teoría de las cosas a la teoría de los signos”. Según la “faneroscopia” o “fenomenología” de Peirce, la manifestación en sí misma no revela una presencia, sino que constituye un signo.» Jacques Derrida

     Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO

     A Fredesvinda Báez Santana, indescifrado latido de la perla

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     En el sueño —en ese «fenómeno psíquico que se produce durante el dormir y que está constituido principalmente por imágenes y representaciones cuya aparición, origen y disposición no se encuentran bajo el control consciente del soñante» (según nos dicen los investigadores Élisabeth Roudinesco y Michel Plon siguiendo a Sigmund Freud); en ese estado “profundo” y archioriginario de la huella, de la escritura o del grama, como entiende Jacques Derrida—, la denominada conciencia prerreflexiva puede distanciarse parcialmente de las imágenes siguiendo un modo que Jean-Paul Sartre, en su conocida obra «El Ser y la Nada», llama “no tético”, “no posicional”, fenomenológicamente hablando.

     Podemos decir, inmersos en el proceso onírico: «Esto es un sueño, ojalá no llegue (o llegue, depende de los deseos del sujeto-soñante-“lector” y del carácter del sueño) el momento del despertar». 

     Pero el sujeto soñante no podría nunca decirse: «Cuando yo despierte, ¿de nuevo me encontraré en mi cama?; ¿seguiré siendo la misma persona que supongo ahora que soy?; ¿estaré acostado, reclinado leyendo, o me descubriré despierto y activo en otro guión o accionar mundano muy diferente al que me ocupa en este sueño?».

     Si el sujeto-lector-soñante se plantea así el problema —modo este último que viene a corresponder al de una conciencia reflexiva, tética, posicional—, es porque ya está despierto.

     Para Sartre no hay «conciencia de nada». Siempre toda conciencia es conciencia de algo, de objeto, conciencia tética o posicional de objeto. Pero con respecto a sí misma, la conciencia puede ser no tética, no posicional: conciencia prerreflexiva de sí; la conciencia que opera en el sueño, por ejemplo. La conciencia tética o posicional de sí, es la conciencia reflexiva. Si la conciencia no tética o no posicional de sí es “conciencia de conciencia”, la conciencia tética o posicional de sí, la conciencia reflexiva, es “conciencia de conciencia de conciencia”.

     ¿Estamos ahora dormidos o despiertos?... ¿Me sigues, lector-soñante?

     La seguridad de la vigilia nunca es un estado definitivamente alcanzado por nosotros. No podemos demostrar matemáticamente que estamos despiertos, no existe certeza apodíctica de la vigilia; a pesar de la presunta intuición autoconvalidante de Descartes, que dependía, en realidad, de la existencia presupuesta de un Dios-Autor que no mintiera.

     De hecho, solo podemos continuar sin garantías trascendentes —en un proceso abierto de ensayo y error—, con la validación/falsación fenomenológicas de la presunción de vigilia, sosteniendo sobre la marcha la hipótesis de que estamos despiertos... Hasta prueba en contrario... 

     ¿Me sigues, amable lector?...

     Nunca, cuando me considero dormido, mi yo se ha planteado así esta contrariedad lógica, por más que me “distancie” de las imágenes que se me ofrecen en algunos sueños.

     Siempre, al formular este impasse, me descubro, “casualmente”, haciendo vínculo y lazo social con otro(s) sujeto(s) cuyo espesor u opacidad existencial —en ocasiones virtual o espectral—, me hace resistencia, en mayor o menor grado.

     En ningún sueño, por más que nos “distanciemos” prerreflexivamente de la sucesión aparente de las imágenes oníricas —secuencia escópica desplegada en el llamado modo no posicional, no tético de la conciencia de sí—, podríamos efectuar ese tipo de cadena razonante.

     Inasible lector, observa el hecho de que siempre, en aquello que nos acontece y que marcamos en el recuerdo con los índices de “vivencia en la realidad despierta”, es que nos hemos planteado este tipo de problemas sobre el dormir y la vigilia, con todos sus meandros y matices conceptuales...

     A no ser que ahora soñemos sin ninguna coherencia, y creamos, sin embargo, razonar con ideas claras y distintas… No obstante, yo juego a que ahora estamos plenamente despiertos… y lo escribo…

     ¿Radica, tal vez, en este “insignificante” detalle, la diferencia profunda entre sueño y vigilia… entre poesía y prosa?...

     Se ha dicho: soñar es una experiencia más radical que la locura misma. El cogito queda más profundamente alterado en el soñar que en la alucinación. Por eso, yo supongo que ahora estoy despierto y no soñando… pero escribo...

     Las imágenes y sonidos del sueño son el “dar-a-ver” originario de un “Ello”, de un “Eso” impersonal que simplemente “muestra”, para una pura mirada o “escucha mental flotante” que resulta ser la del sujeto que sueña. Alguien, cuyo nombre es Jacques Lacan, dijo algo parecido a esto en un remoto día de lluvia que se pierde en la memoria...

     Cuando Chuang Tzu soñó que era mariposa, no fue en su condición de mariposa que se planteó el problema de si estaba despierto o dormido, sino en su carácter de Chuang Tzu. Se suponía sujeto humano despierto prisionero de la duda, pero no recordaba en absoluto que cuando batía sus alas como mariposa hubiese reflexionado sobre este dilema.

     Por dicho motivo, podemos conjeturar que quien soñó fue el filósofo y no la mariposa. Satisface nuestra vanidad comprobar que él también lo razonó de este modo…

     En el sueño de Chuang Tzu, su mirada misma era la mariposa... El soñante mira, pero no ve, como dijo Jacques Lacan en “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”. El ver es un “mirarse mirando”, y esto solo lo puede hacer la conciencia reflexiva de la vigilia, en la cual, aquella función atópica de la mirada —luz, mancha, hendidura, objeto pulsátil en la sombra y estructural desposeimiento—, queda parcialmente elidida.

     Por lo demás, en el sueño se oye y no se escucha. Se oye, no el sonido, sino el “ser-oído” del sonido. 

     La “sonorización” del sueño, labrada por el juego de la huella, es del orden de la “imagen acústica”. El “sonido soñado” y el registro de la “alucinación sonora” corresponden al orden de la “sonorización” del pensamiento prerreflexivo. No son equivalentes a la foné como sonido físico oído en el mundo.

     Ergo: es muy probable que ahora, tú y yo, querido lector, nos encontremos resplandecientemente despiertos en el mundo físico multisensorial, a pesar del estado hipnoide que podría generar en nosotros la lectura continua y excesiva de imágenes, de mensajes escritos, la recepción de ciertos sonidos reales o imaginados... 

     Vivimos la incertidumbre acústica, mixta, brifonte, al borde mismo del delirio; nos trabaja el efluvio innombrable, la densidad física y la espectralidad virtual del soporte con sus respectivos rayos de luz, ya sean los reflejados en la página o los emitidos por la pantalla... 

     Esos flujos de estímulos podrían estar propiciando, sin saberlo nosotros, la inmersión de nuestra conciencia en el peligroso abismo de una desconocida historia o de una monstruosa inmovilidad... 

     Todo parecía cotidiano y normal, pero cierta familiar extrañeza irrumpe ahora en mí cargándome de honda inquietud por algo indecidible y muy lejano que retorna... 

     Viene a mi mente la mágica rapsoda, cuando dijo aquella noche, con extraño aliento rumoroso de jardines, que para las personas genuinamente “prácticas” —en el sentido hermético de dicho término—, “el sueño intensivo es una vigilia más alta”... 

     No obstante, ahora evoco el hecho de que la bella y mistérica mujer pronunció esta frase cuando ambos nos considerábamos sutil y completamente despiertos. Ella misma me confirmó en el acto la verdad de nuestra gozosa y fosforescente vigilia...

     Quién sabe, amigo lector, si ahora te encuentras prisionero de Otro que se oculta en ti mismo sin tú saberlo.

     Quizá, oscuramente, eres un signo más entre los signos que copulan, una voz en el juego enigmático de las voces y de los ecos, una huella en la travesía de un texto por siempre indescifrado...

     Tal vez, por medio de un increíble artilugio prodigioso —más extraño que el caparazón de las tortugas, que la hoja de papel arrebatada en su aparente neutralidad absorta, que la pantalla del computador vibrante y la realidad virtual inmersiva, que los lectores electrónicos de e-books y los audiolibros generosos, que la telepatía ultrananorrobótica y el perseverante libro físico tradicional—, sueñas con la lectura de otro mensaje cifrado que alguien, desconocido para ti, ahora te re-envía, secreta y pacientemente...

     No debemos llamar torpe, barroca o presumida —con la falsa modestia del Maestro demiurgo— a esa oblicua y genésica escritura inaudita...

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Noviembre de 2010

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.

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ERROR DE SARTRE CON RESPECTO AL INCONSCIENTE FREUDIANO (Notita)

     Por Armando Almanzar-Botello

     El error de Jean-Paul Sartre, desde los puntos de vista psicoanalítico y fenomenológico, fue haber confundido en su análisis del cogito —en la misma línea de Wilhelm Stekel—, la “conciencia prerreflexiva” con el “inconsciente freudiano”. 

     La conceptualización de lo “prerreflexivo” en Sartre correspondería más bien a lo que Freud, en su metapsicología, teoriza y establece (primera tópica) como sistema preconsciente-consciente, distinto del Inconsciente (Unbewusst). 

     La especificidad del “Inconsciente freudiano”, en su radical heterogeneidad con respecto a la conciencia no-tética de sí o conciencia prerreflexiva, es completamente desconocida por Sartre. Prueba de ello es que el gran filósofo francés confunde, en su lectura del pensamiento de Freud, la categoría de “Unterdrückung” (francés: répression; español: supresión, enmascaramiento), con la “Verdrängung” (francés: refoulement; español: represión)... 

     Esa “maniobra errática” en el plano hermenéutico y conceptual le permite a Sartre considerar el inconsciente freudiano como una estrategia de “mala fe” propia de la consciencia inauténtica, esa que pretende o intenta, convirtiéndose en una especie de opacidad “para sí”, de puro “en-sí” (el inconsciente) evitar la libertad y la responsabilidad que conlleva la asunción del pleno “ser para-sí”, y su posible transformación ulterior en “ser-para los demás”...

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana

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 ALGUNOS TEMAS ABORDADOS POR MÍ EN LA REMOTA ADOLESCENCIA (Notita)

     Por Armando Almanzar-Botello

     El llamado cogito prerreflexivo, tal como lo concibe Jean-Paul Sartre, implica, simultáneamente, conciencia tética (o posicional) de objeto y conciencia no tética o no posicional de sí.

     Ahora me parecen necesarias unas preguntas: 

     Si la conciencia prerreflexiva es conciencia “inmediata” de conciencia, ¿qué distingue a este nivel de “claridad” de la conciencia reflexiva como conciencia de conciencia de conciencia? 

     La conciencia prerreflexiva de “derecho”, tal como Gilles Deleuze, Michel Foucault, Jacques Derrida, Maurice Blanchot, Jacques Lacan, Alain Badiou y Giorgio Agamben la conciben, completamente identificada con lo que ellos vendrían a denominar “plano trascendental de inmanencia”, ¿es la misma conciencia fenomenológica, husserliano-sartreana, como fuente de “luminosidad” intencional y conciencia de “hecho”? 

     ¿Qué relación se podría establecer, si ello fuere posible o legítimo, entre la categoría heideggeriana de “lichtung” y los conceptos de “línea de luz” bergsoniana, pre-geométrica, o “imagen-movimiento” deleuziana, concebida esta en su pura indeterminación a-subjetiva, pre-individual, prerreflexivo-impersonal?

Firma: El Autodidacto, personaje de la vieja novela “La Náusea” de Jean-Paul Sartre.

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.

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SUEÑO GRATIFICANTE (PRINCIPIO DEL PLACER) Y PESADILLA (MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DEL PLACER)

     Por Armando Almánzar-Botello

     «Lo kitsch como cita y parodia no es lo kitsch padecido en primer grado, como acontece con casi todo lo que se escribe desde la solemnidad sin ironía.» Armando Almánzar-Botello

     «El onirokitsch “benjaminiano” te viene a despertar del confort de lo banal en la vigilia; como recurso “citativo” es cruda iluminación de lo histórico.» Armando Almánzar-Botello

     «Cuando soñamos que soñamos está próximo el despertar.» Novalis

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     Es algo banal el intento de querer despertar cuando el sueño es traumático, y de anhelar proseguir soñando cuando el sueño es gratificante. 

     Ese dormir gratificante, según Walter Benjamin, es el estado hipnoide y de trivial “ensoñación kitch” (no me refiero aquí al “onirokitch” de Benjamin) pruducido por la seductora mercancía en el contexto de la ideología capitalista concebida como avieso intento de negar la historicidad de las formas-sentido.

     Obedece dicho familiar pero inquietante recurso a los mecanismos de defensa del Ego soñante; de un Yo hipostasiado que se resiste, aun dormido, a ser confrontado, no con la Realidad de la vigilia —instancia que constituye otro modo político de seguir dormido, hipnotizado, amodorrado, histerizado por la mercancía y por el shopping mall, es decir, prisionero del simple principio del placer como principio de constancia energética—, sino con lo Real de la castración, con el vacío, la hiancia, el hueco, el conflicto, la negatividad, el terror, la nada (no “néant” sino “rien”) que se encuentra por detrás de toda imagen onírica. 

     El “onirokitch surrealista” de Walter Benjamin debe ser entendido “como espejo inverso de la banalidad estética y hedonista cotidiana”, de la trivialidad promovida enmascaradamente —para consumo engañoso de las masas irredentas y bajo la mentida categoría de “lo artístico”—, por la proliferante axiomática del sistema capitalista mercantil y financiero… 

     Si como nos recuerda Theodor W. Adorno el pensamiento crítico de Walter Benjamin asocia el kitch onírico (el onirokitch) al surrealismo y su estética vanguardista, Franz Wedekind entiende lo kitch como «la forma actual del gótico, el rococó y el barroco», entendiendo, como escribe Adorno: «Que es precisamente de los materiales rechazados de donde algún día surgirán los significados auténticos.» T. W. Adorno: “Sobre el legado póstumo de Franz Wedekind”, en Notas sobre literatura, (Frankfurt am Main, 1974; Akal, 2003, 2009)

     Apuntando en esa dirección el onirokitch surrealista puede conducir a una “iluminación”, a un despertar del sueño engañoso que provoca el “kitch real de la experiencia cotidiana” (Ricardo Ibarlucía). 

     En su intento de recuperar el sentido histórico de las formas ahondando en el desecho, en el vestigio, en lo vulnerado, en lo despreciado, abandonado, rechazado y caduco, el onirokitch de Benjamin y Wedekind vendría a ser para mí una suerte de “sistema de signos declarados”, tal como dice Roland Barthes en otro contexto, frente al “sistema de signos inconfesados” propio del opaco y aproblemático “kitch cotidiano” como simple dormir ideológico, banal, vulgar, empobrecido, deshistorizado e inconsciente.

     Por otra parte, aquí la verdad no es, psicoanalítica y filosóficamente hablando, un contenido constituido, estable, sino más bien esa relación de necesario y estructural “descompletamiento” que el sujeto establece con la dimensión tética del sentido para poder vislumbrar, en los litorales del sueño, lo real, la carencia de Ser, el exceso…

     El poder de la pesadilla como sueño traumático es superior, en tanto que fuerza reveladora de un Real imposible al que aspira la “verdad constituyente”, al “principio del placer” satisfecho que comporta el simple sueño gratificante y homeostático.

     Curiosamente, en la vigilia kitch como plácido sueño programado se forcluye y viene a ocultarse un “real indomeñable” revelado en la pesadilla, históricamente, como el agitado sueño barroco y surrealista que nos conduce al despertar.

     Por ello, la realidad sociosimbólica convencional, espectacular, es decir, lo simplemente verosímil de la vigilia, es una mera variante pragmática del dormir…

     Juan David Nasio considera al sueño, freudianamente concebido, como una “formación del inconsciente”, junto con el chiste, el acto fallido, el síntoma, el acting out y el lapsus.

     Por lo contrario, Nasio entiende a la “pesadilla” —conjuntamente con el “pasaje al acto” (que no es, como creen muchos, un acting out), la “lesión de órgano” y la “alucinación”—, como lo que denomina “formación del objeto a”. 

     El “objeto a” en su vertiente de “vacío” es causa del deseo; en su carácter de instancia obturadora es un condensador de goce.

     El objeto “a” es un vestigio real del goce mítico absoluto.

     Lo Real del goce se encuentra en lo que Freud llamó el “Más allá del principio del placer”… y colinda con la angustia, con la pulsión, con la pulsión de muerte…

     Por todo esto, Jacques Lacan, leyendo la Antígona de Sófocles y revisando cierta interpretación de Hegel, elabora una ética psicoanalítica en la que el deseo apunta al goce, sí, pero sin implicar esto un ¡goza! de partida, sino un “¡desea!… y si quieres luego goza”... de  forma “temperada”, borromea, “incurable”, haciendo vínculo social (sinthome), después de asumir la pérdida, la falta, la castración, cierto sutil, radical, ineludible o forzoso desapego “en la escala invertida de la ley del Deseo”…

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2 de noviembre de 2013

Armando Almánzar-Botello

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.

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23 de agosto de 2017

EL INCONSCIENTE Y EL SUBCONSCIENTE NO SON LO MISMO EN EL DISCURSO DEL PSICOANÁLISIS FREUDIANO (Theoretical reembody)

     Por Armando Almánzar-Botello

     El título en alemán del libro de Sigmund Freud “El chiste y su relación con lo inconsciente” es: “Der witz und seine beziehung zum UNBEWUSSTEN”, no es “Der witz und seine beziehung zum UNTERBEWUSSTEN”. 

     Algunos hablan de “subconsciente” cuando mencionan el gran descubrimiento de Sigmund Freud. Por ejemplo, utilizan incorrectamente dicho término en obras de Freud como “El chiste y su relación con lo inconsciente”...

     La diferencia más profunda se da entre Unbewusst (Inconsciente) y Unterbewusst (Subconsciente). 

     La preposición “un” en alemán (Un-bewusst: in-consciente), remite al registro de una cierta radical negatividad muy diferente al lugar “arqueológico” (la metáfora epistemológica freudiana es de naturaleza arqueológica) representado por la categoría de Unter-bewusst (sub-consciente), marcada por la preposición “unter”. La determinación de la primera se refiere a un orden radicalmente distinto al de lo consciente (Bewusst), es decir, el “inconsciente freudiano” (Unbewusst). 

     Jacques Lacan, el más grande pensador-psicoanalista después de Freud, problematiza luego, no sin gran humor, la categoría arqueológico-freudiana de “inconsciente”, sustituyéndola por otro tipo de formalización de naturaleza topológica, pero esa es ya otra historia...

     Lo “subconsciente” (Unterbewusst) es prefreudiano. Aunque Freud utiliza ese término en algunos contextos de su extensa obra, su verdadero descubrimiento fue el “Unbewusst” (inconsciente), no el “Unterbewusst” (subconsciente). 

     El uso común del término “Unterbewusst”, de un modo indiferenciado con  respecto a “Unbewusst”, me permite distinguir a quienes están realmente familiarizados con el pensamiento de Freud de aquellos que no lo están.

     Para Freud, el chiste más auténtico surgiría del “inconsciente”, no del cálculo reticente-perverso del “subconsciente”, concepto este último que remite a lo que Freud, en su “Primera Tópica” y diferenciándolo del sistema inconsciente, denomina sistema preconsciente/consciente, lugar de la “mala fe” teorizada luego por Jean-Paul Sartre...

     El error de Jean-Paul Sartre, desde los puntos de vista psicoanalítico y fenomenológico, fue haber confundido en su análisis del cogito —en la misma línea de Wilhelm Stekel—, la “conciencia prerreflexiva” con el “inconsciente freudiano”. 

     La conceptualización de lo “prerreflexivo” en Sartre correspondería más bien a lo que Freud, en su metapsicología, teoriza y establece (primera tópica) como sistema preconsciente-consciente, distinto del Inconsciente (Unbewusst). 

     La especificidad del “Inconsciente freudiano”, en su radical heterogeneidad con respecto a la conciencia no-tética de sí o conciencia prerreflexiva, es completamente desconocida por Sartre. Prueba de ello es que el gran filósofo francés confunde, en su lectura del pensamiento de Freud, la categoría de “Unterdrückung” (francés: répression; español: supresión, enmascaramiento), con la “Verdrängung” (francés: refoulement; español: represión)... 

     Esa “maniobra errática” en el plano hermenéutico y conceptual le permite a Sartre considerar el inconsciente freudiano como una estrategia de “mala fe” propia de la consciencia inauténtica, esa que pretende o intenta, convirtiéndose en una especie de opacidad “para sí”, de puro “en-sí” (el inconsciente) evitar la libertad y la responsabilidad que conlleva la asunción del pleno “ser para-sí”, y su posible transformación ulterior en “ser-para los demás”...

     Por otra parte, Jacques Lacan, además de los denominados “tres registros topológicos”, de las conocidas distinciones entre lo “simbólico”, lo “imaginario” y lo “real” —contexto teórico en el que concede, siguiendo a Claude Lévi-Strauss, una gran importancia a lo que denomina “Orden Simbólico de la Cultura”—, elabora, en la última etapa de su pensamiento, el concepto de la “lalangue” (“lalengua”), el cual define, diferenciándolo de la “langue” (lengua) y del “langage” (lenguaje) saussureanos, como una instancia operativa “caótico-semiótica” cuyos principios “reguladores” están constituidos por la condensación de “fonemas desemantizados”, por las homofonías, la glosolalia, la denominada lalación, por el goce de la pura letra… 

     “Lalangue” lacaniana se encuentra configurada por la “lluvia” —sin formar cadena significante—, de lo que conceptualiza y designa el psicoanalista francés como “lettre” (letra), definida a su vez, no como la dimensión gráfica del signo sino como la pura materialidad del significante (fónico o gráfico) en su particularidad de mero soporte material, localizado e indivisible, cuando este se manifiesta en su carácter simbólico-real de sinsentido, trazo, pura significancia o polivalencia a-significante… 

     La “lalangue” constituye para Lacan el “Inconsciente real” en acción, diferente al “Inconsciente simbólico” freudiano (“Unbewusst”) y fundamento estructural de este último, lógica y cronológicamente. 

     Cuando para superar, por motivos internos a su propio campo psicoanalítico-filosófico, la oposición metafísica tradicional “lengua-habla”, Jacques Lacan acuña el neologismo “lalangue”, y sitúa dicha manifestación del lenguaje en relación con el registro del “inconsciente real” del “parlêtre”, como algo diferente al “inconsciente simbólico” freudiano (“unbewusst”), no está reduciendo el mundo a simple semblante o imagen. ¡Todo lo contrario! Frente a cualquier “nominalismo” reductor, defiende el carácter irreductible de un “real indomeñable”.

     La meta ideal de la cura es que el psicótico en transferencia (y en general, todo sujeto analizado en  psicoanálisis) alcance una “invención sinthomática propia” (Lacan), un “saber hacer ahí con el síntoma”, un saber hacer con “lalangue” que “haga lazo social” por medio del síntoma (symptôme) transformado en sinthome borromeo vinculante. 

     Esa “invención” —para el analizado ahora entendido como “parlêtre” (Lacan: parlêtre: ser hablante, hablante-ser)—, debe permitir al  “paciente” psicótico o neurótico que dicho aludido “savoir y faire avec son symptôme” (saber hacer ahí con “su” síntoma: por ejemplo, el acto de escritura) le resulte más eficaz para sostenerse en la escena del mundo que aquel anterior intento “espontáneo” de estabilizarse por medio del recurso denominado “metáfora delirante” (en el contexto de las psicosis), o que pretender alcanzar dicha estabilidad por la vía del “síntoma incordiante”, problemático y oneroso, energéticamente hablando (en los casos de neurosis el “symptôme” convencional, no el “sinthome” lacaniano como suplencia borromea), o que intentar el logro de la referida fortaleza por el expediente de la simple identificación transferencial con el analista como partner o sinthome provisorio.

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Agosto de 2017

©Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.

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