Glosando a Freud, Heidegger, Lacan, Trías, Estiú, Braunstein...
El término Uncanny es el vocablo equivalente en idioma inglés a la palabra alemana utilizada por Sigmund Freud en su libro de 1919, titulado Das Unheimliche.
Con dichos términos se alude a la “inquietante familiar extrañeza” que genera en los sujetos el retorno de aquellas personas, seres o acontecimientos que fueron en un principio “familiares o conocidos”, pero que devinieron “extraños, amenazantes o siniestros”, es decir, pavorosos, al ser evacuados del sistema preconsciente-consciente y reprimidos en el sistema inconsciente, con el olvido radical que dicha represión comporta.
Denomínase así Unheimlich a lo que fue familiar (heimlich) pero ha dejado de serlo (Un-heimlich), y, por tal motivo, su evocación o retorno se produce bajo el sabor, el olor o la especie de la extrañeza o la inexplicable amenaza.
Sigmund Freud, Jacques Lacan, Martin Heidegger, Emilio Estiú, Eugenio Trías (este último en su obra Lo bello y lo siniestro), el importante psicoanalista Néstor A. Braunstein, entre muchos otros, explican de un modo resumido y pertinente este fenómeno de transfiguración etimológica y proto-psicoanalítica.
Jorge Luis Borges dice que la palabra Uncanny es prácticamente intraducible y que alude a un tipo de “horror sobrenatural” poco frecuente.
Afirma el autor de La biblioteca de Babel que el término inglés equivaldría a lo Unheimlich alemán.
Borges, anglófilo declarado, supone además que el vocablo Uncanny resulta aplicable —quizá por primera vez en la literatura (¿inglesa?), según el argentino dice recordar—, a la novela Vathek de William Beckford, específicamente a la descripción que hace dicho autor de un original Infierno que se presenta como extraña biblioteca-laberinto, con extrañas salas, túneles o departamentos correspondientes a los círculos dantescos multiplicados hasta el delirio...
Esta arquitectura infernal resulta ser preludio de la misma obsesión de Borges por ambos elementos, biblioteca y laberinto, y una anticipación, dice el autor de El Aleph, de los “satánicos esplendores” presentes en las obras de Poe, De Quincey, Baudelaire, Huysmans...
Debemos prolongar dicho Infierno unheimlich, en su carácter de “antesala eterna de consulta”, a las obras de Kafka (El proceso y El castillo), Ionesco (Las sillas), Beckett (Final de partida), Sartre (A puerta cerrada)... En esta última obra, el autor plantea que “el infierno son los otros”...
No obstante, al margen de las referencias inglesas y norteamericanas que resalta Borges, Sigmund Freud, en su famosa obra monográfica Das Unheimliche (traducida por L. López Ballesteros y de Torres con el título de Lo siniestro), utiliza como principal exponente de lo unheimlich un famoso relato del escritor, músico, pintor y jurista alemán (muy criticado en vida por Hegel y por Goethe), Ernst Theodore Amadeus Hoffmann.
El nombre del relato, en alemán, es Der Sandmann, y se ha vertido al español como El hombre de la arena, y en otras ocasiones como El arenero. El cuento pertenece al libro de Hoffmann titulado Nachtstücke, traducido como Nocturnos, obra que ofrece un total de ocho relatos.
Como nos recuerda con suma pertinencia Néstor A. Braunstein siguiendo a Freud y, evidentemente, al Martin Heidegger de Introducción a la metafísica (Barcelona, Editorial Gedisa, 1999, pp 136-139), la palabra alemana Unheimlich y su equivalente en inglés Uncanny, remiten etimológicamente a lo que en el mundo griego homérico se denominaba: deinón o deiná, y que significan lo “tremendo” o “grande”, eso desmedido que produce “temor y temblor”...
Posteriormente se habló de deinóteron o deinótaton con el significado de "admirable", "maravilloso".
Evidentemente existe aquí, en estas dos últimas palabras —en la acepción trágico-sofocleana de dichos términos—, una represión u ocultamiento de la connotación “tremebunda”, terrible, que reviste el término deinótaton en el texto de Homero.
Posteriormente, como señala Braunstein siguiendo a Heidegger, el gran poeta proto-romántico alemán Friedrich Hölderlin traduce el deinótaton griego como Ungeheurer, “monstruoso”...
Luego Rainer Maria Rilke habla, siguiendo la estela de Hölderlin, de “ángeles terribles”...
Aprovechando aquí sin lugar a dudas el pensamiento de Freud, Martin Heidegger, en su trascendente obra Introducción a la Metafísica, traduce al alemán el término griego deinóteron como Unheimlichsten.
Como hemos ya señalado, desde López Ballesteros y de Torres, “primer” traductor de la Obras Completas de Freud al español, el término utilizado para traducir Unheimlich a este idioma es “Siniestro”.
Así lo hace también el filósofo español Eugenio Trías, por ejemplo, en su lúcida y hermosa meditación sobre la belleza, los límites y la razón fronteriza.
No obstante, la estética de Trías, a pesar de hablar de “exorcismos ilustrados” de lo siniestro, permanece finalmente prisionera de una concepción de la belleza como “velo del horror”, como luminosidad o ekphanéstaton, y no logra penetrar con auténtico vigor en el territorio de las estéticas rotas, del “atravesamiento del velo”, en el campo en torsión de las est/éticas del a-coso por la Cosa (das Ding), en fin, de las estéticas posjoyceanas de “lo real obsceno” y de “lo abyecto” —aquí no hablo de la banalidad pornográfica— que rompen con la idealización del Uno y con la claritas comprendida al modo tomista-escolástico.
Es preciso señalar que con la traducción se pierde lo que en alemán se expresa con el prefijo “Un”: algo heimlich, familiar, hogareño (heim: hogar), se ha convertido en Un-heimlich, en “a-hogareño” o en “no hogareño”, es decir, en extraño, desconocido, pavoroso, siniestro.
Uncanny, en inglés, tiene todas estas connotaciones de arrastre que hemos mencionado, y es el término especializado que se utiliza para traducir al inglés el Unheimlich freudiano...
Es muy pertinente, por lo tanto, el uso de dicho término, Uncanny, al igual que el de Unheimlich, para describir la extrañeza que suscitan en nosotros muchas situaciones u obras de arte que “activan” la dimensión siniestra “propia” del Deseo humano, de la alteridad constituyente que nos “trabaja desde adentro”, de la otredad promisoria o benéfica, por un lado, y amenazante o maléfica por el otro, que desborda siempre, en su carácter de goce y exceso, de real imprevisible, los límites de lo familiar y conocido.
27 de marzo de 2012
© Armando Almánzar Botello. Santo Domingo, República Dominicana.
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