«¿Cómo ahorrarse el momento “positivista” del estructuralismo francés, después del “agotamiento” crítico del modelo fenomenológico de finales de los años cincuenta; período en que, el portaestandarte de este método —Jean-Paul Sartre— se orienta hacia el marxismo?
Hay que recordar que una de las legítimas acusaciones lanzadas contra la crítica literaria, existencialista o no, anterior al compromiso de Sartre con el marxismo, era que esta había devenido en mera ejemplificación de la cartilla temática de Hegel y la fenomenología, y/o en modalizaciones del pensamiento de Husserl, Heidegger, Sartre, Merleau-Ponty, Bachelard, Blanchot, Simone de Beauvoir, etcétera —en el mejor de los casos—, o en simple comentario impresionista y caprichosamente banal, carente de rigor, consistencia y cientificidad. De ahí el dislate del mexicano Christopher Domínguez Michael cuando retóricamente le recrimina a Barthes “no habernos ahorrado el momento estructuralista” en su obra.» Armando Almánzar-Botello
Saludo, estimado intelectual, escritor y amigo Efraím Castillo. Disculpa la intervención pública sobre el tema, pero la entiendo necesaria. Estoy completamente de acuerdo contigo en lo relacionado con el profundo, fértil y necesario revulsivo producido en los años setenta en la República Dominicana por el pensamiento filosófico-crítico —para muchos, a la sazón, completamente desconocido—, que nos traía oportuna y lúcidamente el doctor Diógenes Céspedes desde Francia, para sacudir así a la crítica dominicana y despertarla de su casi generalizado sueño provinciano y de su habitual y vergonzosa ineficacia hermenéutica.
Te felicito sinceramente por reconocer de nuevo, públicamente, tu admiración y respeto a la figura intelectual de Diógenes Céspedes, cuya escritura resultó muy estimulante para mí desde mi adolescencia, y frente a la cual me reconozco en deuda permanente.
Con la finalidad de periodizar las ideas y el juego de las hegemonías en el mundo intelectual dominicano de los últimos 50 años, debemos resaltar que algunos de los mismos beneficiarios de la clarinada logo-teórica del doctor Céspedes, sujetos originalmente huérfanos de capital simbólico-social, no digo económico, de una forma u otra se volvieron posteriormente contra él por razones ideológico-políticas y viscerales que bien podrían inscribirse en una suerte de “semiología” psicoanalítica del sinthome lacaniano, del Ego Poético de suplencia... y hasta en una historia del resentimiento como efecto de una lucha de clases mal entendida, es decir, “oportunísticamente” comprendida... Pero ese es otro tema... En la importancia insoslayable que reviste la obra y la figura del doctor Diógenes Céspedes, estamos plenamente de acuerdo, valioso y notable escritor y amigo Efraím Castillo.
No obstante, percibo como algo no pertinente, en el caso de Jacques Derrida en particular, la caracterización de su pensamiento como “anti-estructuralista”, tal como lo haces en tu interesante y afilada nota.
No tengo ningún prejuicio contra la Internet ni contra Wikipedia, muy al contrario, pero como bien sabes, somos sujetos intelectuales procedentes de la Galaxia Gutenberg (allí se formó en nosotros, como dirían Derrida o Deleuze, cierto “espacio dialógico-rizomático pre-originario”, anterior a la existencia del reino digital) y por tal motivo prefiero manejar los textos, cuando me es posible, utilizando su soporte físico.
El mismo Jacques Derrida nunca se definió como anti-estructuralista ni como post-estructuralista.
Si bien las trayectorias teóricas de un Lacan y de un Derrida vienen a desbordar el momento positivista de la estructura como presencia, como mera configuración estática, tética, sincrónica, centrada y cerrada, motivos que caracterizan todos al estructuralismo stricto sensu, sus respectivos pensamientos se encuentran “más allá del estructuralismo”, no “contra” el estructuralismo.
En la categoría “postestructuralismo" no se percibe lo suficientemente acentuado el paso, el “atravesamiento” o desbordamiento de los límites del estructuralismo, paso que fue necesario realizar a partir de una episteme estructuralista que venía a desplazar las deficiencias históricas de una crítica reducida en Francia, hasta principio de los años sesenta, a meros comentarios de textos canónicos o simple aproximación impresionista a la escritura.
¿Cómo ahorrarse el momento “positivista” del estructuralismo francés, después del “agotamiento” crítico del modelo fenomenológico de finales de los años cincuenta; período en que, el portaestandarte de este método —Jean-Paul Sartre—se orienta hacia el marxismo?
Hay que recordar que una de las legítimas acusaciones lanzadas contra la crítica literaria, existencialista o no, anterior al compromiso de Sartre con el marxismo, era que esta había devenido en mera ejemplificación de la cartilla temática de Hegel y la fenomenología, y/o en modalizaciones del pensamiento de Husserl, Heidegger, Sartre, Merleau-Ponty, Bachelard, Blanchot, Simone de Beauvoir, etcétera —en el mejor de los casos—, o en simple comentario impresionista y caprichosamente banal, carente de rigor, consistencia y cientificidad. De ahí el dislate del mexicano Christopher Domínguez Michael cuando retóricamente le recrimina a Barthes “no habernos ahorrado el momento estructuralista” en su obra.
En su breve ensayo publicado en Francia por Editions du Seuil, 1967, La structure, le signe et le jeu dans le discours des sciences humaines (en español: La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas, en: Dos ensayos, Editorial Anagrama, Barcelona, 1972, Cuadernos Anagrama, Serie Filosofía, dirigida por Eugenio Trías), texto también incluido en el libro de Derrida La escritura y la diferencia, traducido al español por Patricio Peñalver y publicado en 1989 por Anthropos, el filósofo Jacques Derrida, al final de dicho escrito, realiza un deslinde preciso entre:
“Dos interpretaciones de la interpretación, de la estructura, del signo y del juego: una que sueña con descifrar una verdad o un origen que se escapa del juego y del orden del signo, y vive como un exilio la necesidad de la interpretación. Otra, que ya no retorna hacia el origen, afirma el juego e intenta ir más allá del hombre y del humanismo, siendo el nombre del hombre el nombre de este ser que, a través de la historia de la metafísica o de la onto-teología, es decir, de toda su historia, ha soñado la presencia plena, el fundamento tranquilizante, el origen y el fin del juego.” DERRIDA, Jacques. La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas. En: Dos ensayos, (traducción de Eugenio Trías), Editorial Anagrama, Barcelona, 1972, página 35
Si leemos cuidadosamente el fragmento anterior, en su calidad de “precipitado conceptual” de dicho ensayo, vemos que la idea de anti-estructuralismo no es la que se hace visible allí, a pesar de la continuación crítica de su párrafo en la que Derrida identifica al maestro estructuralista Claude Lévi-Strauss con la posición que representa una suerte de “nostalgia ontológica del origen”, y con el intento, latente en cierto estructuralismo, de alcanzar un nuevo humanismo. Lo que se percibe para un pensamiento afinado no es el “anti”, elemento prisionero todavía de cierta visión maniquea, binarista y pseudodialéctica; lo afirmado allí es el “más allá de” que aflora en “las operaciones del alumbramiento” (página 36 del texto citado):
“Por mi parte no creo que por mucho que estas dos interpretaciones deban acusar su diferencia y agudizar su irreductibilidad, se tenga hoy que escoger. Primero, porque estamos en una región —digamos todavía, provisionalmente: en una región de la historicidad— donde la categoría de elección parece muy ligera. Pero además porque es preciso ante todo intentar pensar el suelo común, y la “diferancia” (différance) de esta diferencia (différence) irreductible... Y digo estas palabras con los ojos dirigidos, ciertamente, hacia las operaciones del alumbramiento; pero también hacia aquellos que, en una sociedad de la cual yo no me excluyo, desvían los ojos de lo que todavía es innombrable, de eso que se anuncia y que sólo puede anunciarse, tal como sucede siempre que tiene lugar un nacimiento, en la especie de la no-especie, en la forma informe, muda, infantil y terrorífica de la monstruosidad.” Ibid. pp 35 y 36.
Momento explícitamente nietzscheano de la meditación derrideana, anterior a Espolones. Los estilos de Nietzsche, Pre-Textos, Valencia, 1981; [Éperons (Les styles de Nietzsche). Flammmarion, Paris, 1978], y a Políticas de la amistad seguido de El oído de Heidegger, Editorial Trotta, Madrid, 1998; [Politique de l' amitié suivi de L' oreille de Heidegger, Éditions Galilée, 1994].
El mismo lingüista y ensayista dominicano doctor Diógenes Céspedes, allá por el año de 1974, en el suplemento sabatino “Artes y Letras” del periódico dominicano Listín Diario, publicó el texto titulado Semiología y Gramatología, esa famosa entrevista que le realizara Julia Kristeva a Jacques Derrida en 1968, para la revista Information sur les sciences sociales, VII, 3 junio de 1968. Este diálogo del 68 fue luego republicado en Francia, junto a otras entrevistas realizadas al filósofo galo y reunidas en el libro Positions. Les Éditions de Minuit, Paris, 1972. Dicho volumen ha sido vertido al español como Posiciones, Pre-Textos, Valencia, 2014. En el mencionado encuentro con la Kristeva nos dice Derrida:
“Las diferencias son los efectos de transformaciones, y desde ese punto de vista el tema de la ‘différance’ es incompatible con el motivo estático, sincrónico, taxonómico, ahistórico, etcétera, del concepto de ESTRUCTURA.” (Las mayúsculas son nuestras). Op. cit., pp. 48 y 49
Hasta aquí, Derrida parece ser “anti”, “anti-estructuralista”, pero a continuación afirma en el mismo escrito:
“Pero se entiende que ese motivo no es el único para definir la ESTRUCTURA [las mayúsculas son nuestras], y que la producción de las diferencias, la différance, NO ES A-ESTRUCTURAL [las mayúsculas son nuestras]: ella produce transformaciones sistemáticas y reglamentadas que pueden, hasta cierto punto, dar lugar a una ciencia ESTRUCTURAL [las mayúsculas son nuestras]. El concepto de “différance” desarrolla implícitamente, las exigencias principales más legítimas del ESTRUCTURALISMO [las mayúsculas son nuestras].” Derrida entrevistado por Kristeva. Posiciones. Pre-Textos, Valencia, 2014, pp. 48 y 49
Nótese que aquí ya nos habla el autor de la importante obra De la gramatología —texto publicado en 1967—, el pensador que desarrolla su pensamiento no “contra” el estructuralismo, en tanto que momento epistémico necesario en la dinámica de las ideas europeas de los años 50 y 60, sino “más allá” del estructuralismo, pero reconociendo la necesidad lógica e histórica de atravesarlo.
Por tales razones comparto la tesis del filósofo francés François Wahl, quien nos habla, explícitamente, no de “anti-estructuralismo” sino de “más allá” (au-delà) del estructuralismo”, en su famoso libro Qu’est-ce que le structuralisme? Philosophie, Editions Du Seuil, Paris, 1973. (Edición en español: Qué es el estructuralismo. Filosofía, Losada, Buenos Aires, 1975).
Wahl titula uno de los acápites de su libro como: “II La estructura, el sujeto, la traza. O de dos filosofías más allá del estructuralismo: Jacques Lacan y Jacques Derrida”. Así consta en la página 151 de la edición argentina citada.
El tema del au-delà, del “más allá”, es retomado explícitamente por Derrida en su obra La tarjeta postal. De Freud a Lacan y más allá, Siglo XXI, México, 1986. El pensador nos dice en esta obra:
“Una ‘lógica’ del más allá (au-delà), o más bien del ‘paso más allá’ (pas au-delà), vendría a desbordar a la lógica de la posición: sin tomar su lugar, sin OPONERSE A ELLA SOBRE TODO [las mayúsculas son nuestras], abriéndose hacia otra relación…” Ibid., p. 16
Derrida nos da a entender en este contexto que una lógica de la oposición simple, del anti, del contra, se mantiene prisionera del mismo paradigma logocéntrico que se intenta deconstruir. Por ello, establece una diferencia (différance) entre el “oponerse a”: metafísico, tético, pseudodialéctico, y el “diferir de”: en tanto que apertura hacia la problematicidad “atética” de lo que Derrida denominará luego “la vida la muerte”, así, con minúsculas y sin coma...
En consonancia con lo anteriormente dicho, afirmo, cautelosamente, y tratando de no introducir todas las categorías en el mismo saco epistemológico, reconociendo en ellas sus diferentes arrastres semántico-filosóficos:
En el pensamiento de Jacques Derrida, una cosa es el “post”, otra es el “anti” o “contra”, y otra muy diferente resulta el “más allá” (au-delà), con toda la deuda histórica que dicha categoría implica de cara a la obra de Freud, al psicoanálisis y a las figuras de Nietzsche y de Heidegger...
Si has llegado aquí, hasta el límite provisorio de mi escritura en torno al tema, debo darte las más sinceras gracias, apreciado amigo intelectual y fértil escritor Efraím Castillo, por leer estas notas de puro y simple ejercicio “paleonímico” —en el sentido derridiano de dicho término—, y felicitarte, sobre todo, por el valor intrínseco de tu propia obra literaria, y por la claridad de tu mensaje de reconocimiento a uno de los grandes e imprescindibles intelectuales de la República Dominicana: el doctor Diógenes Céspedes. Un abrazo afectuoso.
© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.
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Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.
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