Por Armando Almánzar-Botello
A Franz Kafka, Charles Baudelaire, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Herbert George Wells, Juan Bosch, Philip K. Dick, Walter Benjamin, Antonin Artaud, Primo Levi, Bruno Bettelheim, Michel Foucault, Jacques Derrida, Guy Debord, Rem Koolhaas, Gilles Deleuze, Virgilio Díaz Grullón, Manuel Antonio Rodríguez (Rodriguito)... In memoriam
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«Il n’y a rien hors du texte.» Jacques Derrida [«No hay nada fuera de texto.» Jacques Derrida]
«¡Y la vida no se detiene... prosigue su agitado curso!» Frase del destacado locutor de radio, actor, dramaturgo y comunicador dominicano Manuel Antonio Rodríguez, Rodriguito (1911-1974), con la que finalizaba siempre su muy popular programa noticioso y dramatizado El Informador Policíaco
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Por efecto de un imprevisto y duro golpe recibido al caerle una lámpara cenital en su cabeza, el pensionado y absorto bibliófilo, un lector solterón y solitario de setenta y cinco años recién cumplidos, aturdido en aquella soleada mañana de primavera y tachado brúscamente por la incertidumbre, olvidó por completo la historia de sí mismo, la propia y verdadera identidad.
De inmediato, ahogándose ya en la desorientación, se vio abrir la puerta de su pequeña biblioteca-guarida, y, evitando sin saber el porqué los ascensores relucientes, descendió presuroso, como jinete con su cubo de carbón en una insospechada mano ennegrecida —casi anulado por el arrebato y dando aullidos lastimeros—, por las interminables y raras escaleras del extraño edificio que hasta entonces lo albergaba...
Desesperado y confundido corrió al azar por las calles o avenidas de una irreconocida y ajena ciudad laberíntica, futurista, inmensa, transformativa, ilegible, amenazante...
Buscando escapar de lo que ya le parecía una siniestra pesadilla, con indescriptible angustia decidió asomarse al gran espejo colocado en la parte frontal de un gigantesco centro de comercio completamente desconocido para el bibliófilo amnésico... Gran sorpresa: ¡La cristalina, pulida y lúcida superficie no reflejó cuerpo humano alguno, sino absolutamente la nada o el vacío!
Cayó el lector en total inconsciencia...
Lentamente, como si emergiera de un abismo profundo de aguas y letras movedizas, hostiles, deliradas, nuestro héroe fue recordando, cada vez más dueño de la simple y modesta verdad de lo real, que sin lugar a dudas estaba leyendo y destejiendo, en su habitual y estrecho cuarto polvoriento, absorta y blandamente reclinado en su confortable sillón —aquel fantástico mueble cubierto con raída tela negra muy deshilachada, y herencia secreta de su abuela materna—, un esquizofrénico tejido narrativo, inverosímil, postmoderno, que jugaba de forma intertextual con El hombre invisible, de Herbert George Wells; ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick, y “El jinete del cubo” de Franz Kafka.
Al llegar a este punto, el ávido lector cerró el libro y encendió, cautelosamente, como si no entendiera la secreta razón de sus movimientos, un sofisticado cigarrillo de utilería...
De un modo súbito, siniestro, pavoroso, el hilo de la trama se convirtió aquí en otra cosa imprevista, y se acentuaron las luces cenitales hasta casi volverse insoportables.
Entonces, desde un lugar indeterminado, la radiogénica y enfática voz de un narrador, inquietantemente familiar, dijo con lúcida y terrible dureza:
«La pesadilla textual continúa todavía... ¡Y la vida la muerte no se detiene, prosigue su agitado curso!...»
Armando Almánzar-Botello
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Copyright © Armando Almánzar-Botello.
Adenda:
BROTE PSICÓTICO, ALUCINACIÓN NEGATIVA Y HAIKU IMPERFECTO:
Ciudad laberinto:
Camino y camino,
y nunca me encuentro.
© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.
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SUEÑO GRATIFICANTE (PRINCIPIO DEL PLACER) Y PESADILLA (MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DEL PLACER)
Por Armando Almánzar-Botello
«Lo kitsch como cita y parodia no es lo kitsch padecido en primer grado, como acontece con casi todo lo que se escribe desde la solemnidad sin ironía.» Armando Almánzar-Botello
«El onirokitsch “benjaminiano” te viene a despertar del confort de lo banal en la vigilia; como recurso “citativo” es cruda iluminación de lo histórico.» Armando Almánzar-Botello
«Cuando soñamos que soñamos está próximo el despertar.» Novalis
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Es algo banal el intento de querer despertar cuando el sueño es traumático, y de anhelar proseguir soñando cuando el sueño es gratificante.
Ese dormir gratificante, según Walter Benjamin, es el estado hipnoide y de trivial “ensoñación kitch” (no me refiero aquí al “onirokitch” de Benjamin) pruducido por la seductora mercancía en el contexto de la ideología capitalista concebida como avieso intento de negar la historicidad de las formas-sentido.
Obedece dicho familiar pero inquietante recurso a los mecanismos de defensa del Ego soñante; de un Yo hipostasiado que se resiste, aun dormido, a ser confrontado, no con la Realidad de la vigilia —instancia que constituye otro modo político de seguir dormido, hipnotizado, amodorrado, histerizado por la mercancía y por el shopping mall, es decir, prisionero del simple principio del placer como principio de constancia energética—, sino con lo Real de la castración, con el vacío, la hiancia, el hueco, el conflicto, la negatividad, el terror, la nada (no “néant” sino “rien”) que se encuentra por detrás de toda imagen onírica.
El “onirokitch surrealista” de Walter Benjamin debe ser entendido “como espejo inverso de la banalidad estética y hedonista cotidiana”, de la trivialidad promovida enmascaradamente —para consumo engañoso de las masas irredentas y bajo la mentida categoría de “lo artístico”—, por la proliferante axiomática del sistema capitalista mercantil y financiero…
Si como nos recuerda Theodor W. Adorno el pensamiento crítico de Walter Benjamin asocia el kitch onírico (el onirokitch) al surrealismo y su estética vanguardista, Franz Wedekind entiende lo kitch como «la forma actual del gótico, el rococó y el barroco», entendiendo, como escribe Adorno: «Que es precisamente de los materiales rechazados de donde algún día surgirán los significados auténticos.» T. W. Adorno: “Sobre el legado póstumo de Franz Wedekind”, en Notas sobre literatura, (Frankfurt am Main, 1974; Akal, 2003, 2009)
Apuntando en esa dirección el onirokitch surrealista puede conducir a una “iluminación”, a un despertar del sueño engañoso que provoca el “kitch real de la experiencia cotidiana” (Ricardo Ibarlucía).
En su intento de recuperar el sentido histórico de las formas ahondando en el desecho, en el vestigio, en lo vulnerado, en lo despreciado, abandonado, rechazado y caduco, el onirokitch de Benjamin y Wedekind vendría a ser para mí una suerte de “sistema de signos declarados”, tal como dice Roland Barthes en otro contexto, frente al “sistema de signos inconfesados” propio del opaco y aproblemático “kitch cotidiano” como simple dormir ideológico, banal, vulgar, empobrecido, deshistorizado e inconsciente.
Por otra parte, aquí la verdad no es, psicoanalítica y filosóficamente hablando, un contenido constituido, estable, sino más bien esa relación de necesario y estructural “descompletamiento” que el sujeto establece con la dimensión tética del sentido para poder vislumbrar, en los litorales del sueño, lo real, la carencia de Ser, el exceso…
El poder de la pesadilla como sueño traumático es superior, en tanto que fuerza reveladora de un Real imposible al que aspira la “verdad constituyente”, al “principio del placer” satisfecho que comporta el simple sueño gratificante y homeostático.
Curiosamente, en la vigilia kitch como plácido sueño programado se forcluye y viene a ocultarse un “real indomeñable” revelado en la pesadilla, históricamente, como el agitado sueño barroco y surrealista que nos conduce al despertar.
Por ello, la realidad sociosimbólica convencional, espectacular, es decir, lo simplemente verosímil de la vigilia, es una mera variante pragmática del dormir…
Juan David Nasio considera al sueño, freudianamente concebido, como una “formación del inconsciente”, junto con el chiste, el acto fallido, el síntoma, el acting out y el lapsus.
Por lo contrario, Nasio entiende a la “pesadilla” —conjuntamente con el “pasaje al acto” (que no es, como creen muchos, un acting out), la “lesión de órgano” y la “alucinación”—, como lo que denomina “formación del objeto a”.
El “objeto a” en su vertiente de “vacío” es causa del deseo; en su carácter de instancia obturadora es un condensador de goce.
El objeto a es un vestigio real del goce mítico absoluto.
Lo Real del goce se encuentra en lo que Freud llamó el “Más allá del principio del placer”… y colinda con la angustia, con la pulsión, con la pulsión de muerte…
Por todo esto, Jacques Lacan, leyendo la Antígona de Sófocles y revisando cierta interpretación de Hegel, elabora una ética psicoanalítica en la que el deseo apunta al goce, sí, pero sin implicar esto un ¡goza! de partida, sino un “¡desea!… y si quieres luego goza”, pero asumiendo la pérdida, la falta, la castración, cierto desapego “en la escala invertida de la ley del Deseo”…
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2 de noviembre de 2013
Armando Almánzar-Botello
Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.
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18 de septiembre de 2015
FALACIA MEREOLÓGICA
Por Armando Almánzar-Botello
Si atendiéramos al esquemático, ciego y reductor biologicismo epistemológico —“geneticista-farmacológico”—, de ciertos doctos psiquiatras, neurólogos y psicólogos “sapientísimos”, no solo las denominadas enfermedades mentales sino los conflictos sociales de dimensión histórica, de alcance o envergadura planetaria, el “heteróclito” y sobrecodificado funcionamiento del mercado capitalista, la explotación del hombre por el hombre, las prácticas sociales, éticas y políticas, etcétera, se explicarían de forma neurotomográfica o bioquímico/electro/encefalográfica; la lógica operativa de los fenómenos y procesos humanos vendría a reducirse a los términos de “herencia epigenética”, problemas de “lóbulo temporal y lóbulo frontal”, “desbalance o desequilibrio de neurotransmisores”...
Se pierde de vista, al caer en la llamada falacia mereológica (tratar de comprender el todo desde la parte, aisladamente considerada), la naturaleza compleja de la conciencia, de la mente prerreflexiva, del pensamiento, de los procesos mentales reflexivos, del inconsciente real y simbólico, instancias que no pueden ser explicadas al margen de una suerte de “inter-retro-acción compleja”, en bucle (Edgar Morin), entre cerebro, cerebelo, bulbo raquídeo, cuerpo en su conjunto, el Otro imprevisible de pleno derecho (cuya cognición, emociones y conductas no están “engramadas” en las redes neuronales del sujeto de estudio), lenguaje, orden simbólico, historia y cultura...
En fin, una cosa son las neurociencias con valor real indudable, y otra, muy diferente, la trampa somaticista y pseudovanguardista, “sordomuda” frente a la realidad subjetiva, sociopolítica y parlante de los sujetos, ideología que muchos psiquiatras y neurólogos elaboran y defienden a partir de las investigaciones con auténtico rigor epistemológico.
Para los psiquiatras prisioneros del cientificismo dogmático todo se limita a descubrir o establecer determinaciones, correlaciones, manipulaciones, intervenciones genético-neurológicas, farmacológicas, complementadas estas, si acaso, con la vieja teoría bio-psico-social del sujeto, cohabitando, en obsceno eclecticismo, con el medical imaging y el culto fetichista a las biotecnologías... ¡Pero casi nunca curan, ni mucho menos revelan “verdad” o bordean “real”!
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18 de septiembre de 2015
© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.
Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.
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¡TRABAJANDO CON LA CIBERNÉTICA!
«Con este macroproceso de restablecimiento brutal de las jerarquías de clase a lo interno del mundo virtual, jerarquías aparentemente superadas en la nueva gestión no fordiana y flexible que opera “liberalmente” a lo interno del nuevo modelo gerencial de la empresa postmoderna, se crea y refuerza una economía social de dos velocidades caracterizada por el privilegio —oculto y no tan oculto—, concedido a las grandes metrópolis o “global cities”, a las “ciudades-centro”, en detrimento de las llamadas ciudades-archipiélagos, ciudades suburbios o ciudades marginales (Virilio, Mattelart).
»Este proceso comporta un techno-apartheid sin precedentes que viene a reforzar, a nivel mundial y en el plano físico-territorial concreto, la marginalización y el empobrecimiento de amplios sectores poblacionales.
»Toda esa injusta estrategia concentracionista de metropolización, intenta consolidarse y legitimarse instaurando un hipercentro simbólico planetario conformado por la “Meta-ciudad Virtual de la Internet” y la “World Wide Web”, como topografía digital desterritorializada donde se produce la “epifanía” del máximo poder conocido sobre el planeta Tierra: el Gran Capital Financiero, transnacional y “cibernetizado”.
»Allí, las actividades políticas y económicas, sociales y culturales de la “Clase Virtual” dominante —beneficiaria máxima de las inversiones y de los flujos informativos y financieros altamente especulativos—, se despliegan en una suerte de Agarttha Virtual Armonizada: “Cero Místico” del mundo informatizado, clonado y pacificado.
»Tecno-sinarquía mercantil, holística y sin fricción, de la que se pretende eliminar el conflicto real y el antagonismo entre las partes: mundo tecnológico virtual/mundo social físico; clases capitalistas inhumanas y opresoras/clases trabajadoras y oprimidas…». Armando Almánzar-Botello (Fragmento)
© ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO: “Mercado, Innovacion y Pensamiento del Exceso” (Texto ampliado y retocado), Santo Domingo, República Dominicana, 2000, pagina 74
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«La clase tecnológica (virtual) debe liquidar a las clases trabajadoras. Lo hace a través de las alianzas forjadas con los representantes políticos de la clase tecnocrática global.
»Las clases trabajadoras se encuentran arraigadas en un espacio local; las clases tecnocráticas desean alejarse flotando en la zona virtual del hiperespacio.
»Las clases trabajadoras tienen un interés objetivo en el mantenimiento de un empleo público regular en la máquina productiva del capitalismo; las clases tecnológicas tienen un interés subjetivo por transmutar la retórica del empleo en “participación creativa” en la realidad virtual como forma de vida en auge.
»Para su existencia misma, las clases trabajadoras necesitan protegerse de la turbulencia del vector nómada del bien recombinante afianzando sus cimientos políticos en la soberanía de la nación-estado; las clases tecnológicas, políticamente leales solo al Estado virtual, medran con el paso violento al bien recombinante.
»Las clases trabajadoras, arraigadas en la economía social, piden el mantenimiento de la “red de seguridad social”; las clases tecnológicas huyen del recorte de sus ingresos, producido por los impuestos, proyectándose a sí mismas sobre la matriz virtual…». Arthur Kroker (Fragmento)
© ARTHUR KROKER: “Capitalismo virtual”, en “TECNOCIENCIA Y CIBERCULTURA. La interrelación entre cultura, tecnología y ciencia”, Ediciones Paidós, 1998, pagina 204
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