sábado, 23 de septiembre de 2023

LA CAÍDA (Texto neotestimonial)

«Hubo tres formas diferentes de castigar la Caída del hombre: la más leve fue aplicada, la expulsión del paraíso; la segunda habría sido la destrucción del paraíso mismo; la tercera —que habría sido la pena más terrible—, la exclusión de la vida eterna, dejando todo lo demás como antes.» Franz Kafka 

«El pez fuera del agua piensa en el agua todo lo que puede.» Henri Michaux 

«Si cualquier cosa es arte, nada lo es.» Armando Almánzar-Botello 

«Pero hasta en ocasiones como esta el cuerpo asume imprevistos gradientes de nacionalismo patriótico... Y de forma solapada, como quien no quiere la cosa, los dramáticos efectos figurales de la severa contusión, los cuales me hablaban en principio de un mundo pictórico expresionista-abstracto y neoyorquino (o figurativo-deformante a lo Francis Bacon), se reterritorializan o repliegan (no sé, en honor a la verdad, si de forma perversa o sincero-ingenuista), en una estructura plástica donde se muestra la sangre producida por el duro golpe inclemente recibido por mí, de un modo que, sin lugar a dudas, recuerda el estilo y la dominante cromática de algunas obras pictóricas de nuestro querido maestro Ramón Oviedo.» Armando Almánzar-Botello

«Se requiere una suerte de contraefectuación y objetivación de los fantasmas y accidentes que constituyen la formalidad primaria del yo empírico-biográfico, para desprender (polarizando esos elementos actuales, interpretándolos y seleccionándolos) lo que Gilles Deleuze denomina la cuasi-causalidad virtual de la obra como cuerpo erógeno y forma-sentido». Armando Almánzar-Botello

     Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO

     A Francis Bacon, in memoriam

     A Ramón Oviedo, in memoriam

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     Como efecto de la caída que sufrí en mi casa el sábado de la pasada Semana Santa, la magulladura proteiforme que ahora se manifiesta en mi muslo izquierdo exhibe un color morado-sanguinolento; se extiende, sigilosamente, hacia la región del pubis...

     Se aprecia, por debajo de la frondosa vellosidad púb(l)ica, un tremendo y obsceno moretón —de aspecto irregular muy curioso, y oscuro como el sacro vino tinto— que me llega, sinuoso, hasta la secreta pulsación de la ingle. Su contorno figura el litoral de una costa como lo analiza Benoît Mandelbrot en su genial Teoría de Fractales.

     Aparece aquí, sorpresivamente, una maravillosa y surrealista confección carnal o novísimo diseño plástico en mi pubis. Este cuerpo intensivo palpita en proceso...

     Junto con los trazos de improviso polícromos en mi dolorido muslo contuso, los cambiantes diagramas abstractos ofrecerían, a la minuciosa inspección estética de un Max Bense, por ejemplo, el coeficiente de tensión angular que implacable sugiere (para el ojo sensible del artista, por supuesto), el esplendor de los cuadros siempre actuales de Arshile Gorky, Jackson Pollock y Willem de Kooning.

     Las manchas iridiscentes en la cara interna de mi pierna y la fina red de vasos capilares desgarrados, evocan los gestos brutales de un demiurgo con espátula y punzón, que desplegara rabioso el color y una extraña caligrafía terrible.

     Pero hasta en ocasiones como esta el cuerpo asume imprevistos gradientes de nacionalismo patriótico... Y de forma solapada, como quien no quiere la cosa, los dramáticos efectos figurales de la severa contusión, los cuales me hablaban en principio de un mundo pictórico expresionista-abstracto y neoyorquino (o figurativo-deformante a lo Francis Bacon), se reterritorializan o repliegan (no sé, en honor a la verdad, si de forma perversa o sincero-ingenuista), en una estructura plástica donde se muestra la sangre producida por el duro golpe inclemente recibido por mí, de un modo que, sin lugar a dudas, recuerda el estilo y la dominante cromática de algunas obras pictóricas de nuestro querido maestro Ramón Oviedo.

     ¡Los mismos estallidos colorísticos y lineales sabiamente dosificados por la sensibilidad de un artista que sabe lo que quiere cuando está situado frente al lienzo! 

     Claro, en él es palpable la influencia de Bacon, aunque nuestro admirado maestro Oviedo —al igual que otro gran artista dominicano, Eligio Pichardo—, no lo reconozca así. Cartografía pictórica de cuerpos ignotos.

     En este interesante caso de mi accidente, resbalón o caída “desde mis propios pies”, la tela viva, palpitante, dolorida, ha sido mi piel en continua convulsión estético-traumática...

     Mi secreto esqueleto estremecido sería el caballete y el marco o parergon. El Artista podría ser Dios, mi Mujer, el Agua derramada en el piso, el Golpe, o el Azar... ¿O quizá yo mismo, por distraído y torpe, pero me da vergüenza reconocerlo? No obstante se requiere, para producir la obra, de una voluntad formal que oriente y seleccione los acontecimientos... 

     Son tan inesperados los medios y concepciones de la obra de arte. Ahí encontramos el body art, la action painting y la performance para demostrarlo. Y todavía más: el deconstruccionismo corporal y metamórfico del arte cárnico al modo de Madame Orlan y Lady Gaga.

     Sin embargo, no pienso bajo ningún concepto que la sintaxis del cuerpo humano esté obsoleta, como creía fervorosamente un venerable cyborg, aquel anciano genial llamado Stelarc, cultor del arte robótico y protésico. ¡En fin! 

     Además, siento con gran intensidad, después del severo golpe creador, que casi me estoy derritiendo por la cadera izquierda. Experimento mi cinturón pélvico como si fuera un armazón de platino que estuviera sometido a muy altas temperaturas en hornos industriales de fundición de metales. 

     Me parece como si unas vibraciones profundas de mi carne me llamaran con extrema intensidad y urgencia desde aquella zona de mi atónito esqueleto, para que el núcleo de mi ser ocupe otro lugar en un nuevo esquema corporal que no logra definirse ni organizarse y que mi raciocinio a duras penas alcanza a vislumbrar. 

     No hay programa previo de industrialización del sector metalmecánica en la carne; tampoco del sector agropecuario. ¡Ni soñar con una cirugía justa y digna! Tan solo impera el simulacro de lo virtual canalla. La Pandilla.... ¡Buenos días Esperanza!... 

     El cuerpo no encuentra en su agonía el alfabeto. Aunque siente seres humanos, metales, plantas y animales doloridamente bullendo por sus órganos...

     La Zona Cero de mi cuerpo, vertedero de Cancino Adentro, la tengo sumergida en pleno caos. Me fugo casi por ahí sin darme cuenta. ¡Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero... en Nueva York!... Chirridos, amores y gruñidos por allá, pero sin planificación ni previsión alguna... 

     Me habla en la zona dolorida de mi cuerpo un rítmico batir de alas o de olas. Extrañas máquinas también parlotean en mi cinturón sacro-coxígeo... 

     Recuerdo, sin quererlo, cuando me late infrasemántico el golpe con sus vocecitas filosas y dentadas —y entonces, me desgarran el dolor y la risa tan absurdos—, a Lautréamont, a Jarry, a Michaux, al sufrido Artaud, al cuerpo meteórico de Tournier, a Bousquet y su herida, a Raymond Roussel, a David Lynch, a Luis Alfredo Torres, a Manuel del Cabral, a Charlie Parker, a David Cronenberg, a Ramón Lacay Polanco... ¡Jo!

     Por una leve conmoción cerebral casi me olvido de mencionar a Kafka y su mecanismo penitenciario, a los huevos indecibles de Carroll, Ionesco y Beckett, a la íntima esquizia de Cortázar (Teseo / Laberinto / Minotauro en las rayuelas), a la caída sin Ariadna de Cioran en los relojes, a mi César Vallejo llorando, riendo y cantando en un baile de putas con Pedro Granados... 

     Pero no importa, amigo lector. Tal parece que la región encefálica de mi sistema biológico también ha sido afectada por el desgonce brutal de mi caída. 

     La aspirina que consumo por motivos cardiovasculares, me produjo la fragilidad capilar excesiva generadora o responsable del sangrado interno que ahora parece estar floreciendo en la tensa superficie de mi piel. Semeja en su ritmo un vivo tatuaje. Esto hace que yo luzca —como hace un rato creo he dicho—, amoratado, parecido en el color a la entrañable fruta del caimito. Tengo en la pierna el color tropical de un mar envinado y borracho. Mi cuerpo recuerda un mixto fotográfico entre Polibio Díaz, Hans Bellmer y Cindy Sherman. 

     No tengo más remedio que tomarlo con paciencia y humor. Debo anotar todos los detalles de este viaje intensivo hacia los abismos de la carne. Hacia el mundo. ¿Hacia otros mundos?... 

     Sospecho que hallé curiosamente mi Camino de Damasco, la impredecible senda mística y fantástica. 

     El accidente casero de mi desliz en Semana Santa, ocurrió el día previo a la Resurrección de nuestro Señor... Desgarradura del músculo aductor mayor de la pierna izquierda: ¡Puerta del milagro! 

     Pienso en ocasiones que ahora Dios me habla a través de las mutaciones de mi cuerpo. Ya lo decía el poeta Valéry: no hay nada más profundo que la piel. 

     Con la caída tremenda y después de la magulladura, mi esencia yo entiendo que Dios ha transformado. Él inscribe en mi carne con Su letra cursiva el más puro dibujo que descubro perfecto. La huella de Su mano brilla en mi epidermis una extraña y bifronte belleza imprevista: Amarillos volátiles, rojos convulsos, verdes y azules aleteando sin rumbo en terribles sinestésicas texturas y calambres, finos ritos de la sangre, intensidades puras, extraños laberintos por los que viaja la mente...

     Manchas en mi muslo después de la caída: ¡Obras de arte místico para la posteridad! 

     De modo inusual un Dios pintor escribe. Se ríe conmigo y me cura con arte. 

     Pero en otros momentos de humor desfalleciente, o de una lucidez quizá menos intensa, pienso que mi caída fue un puro accidente, que ofrece el testimonio de una verdad (b)anal: aquello que nombramos en la casa como “adentro”, es el simple y provisorio repliegue apaciguado del Afuera inconcebible y turbulento...

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Abril de 2010

© Armando Almánzar Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

Otros blogs relacionados con este mismo texto:

Blog epistheme

Blog Efraim Castillo

Blog de Pedro Granados

Blog Cazador de Agua

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Adenda:

BLOG DE EFRAIM CASTILLO

Miércoles, 12 de mayo de 2010

LA CAÍDA de Armando Almánzar Botello

     Por Efraim Castillo 

     Cada reunión  con Armando Almánzar Botello se convierte en una ascensión hacia el límite de los razonamientos, hacia esa zona en donde se corre el peligro de atascarse en el desagüe donde se quiebra la episteme, o si se tiene menudo para devolver, introducirse con cuidado, ¡con mucho cuidado!, en el tabernáculo donde se sientan a intercambiar genialidades los pensadores, artistas y relatores del libro-mundo, el gran archivo de la sabiduría, que es donde se registran los grandes saltos de la historia.

     En ese altar a donde hay que ascender para blandir un tú-a-tú con Armando, pueden representarse los más atrevidos diálogos con Lacan, Levi-Strauss, Baudrillard, Bloch, Adorno, Deleuze, Barthes, Guattari, Nietzsche, Heidegger, Benjamin, Mauss, Erasmo de Rotterdam y otros, por uno de los lados, y Bacon, Da Vinci, Picasso, De Kooning, Bense, Pollock, Siqueiros y Magritte, por otro; mientras en el background acechan Kafka, Shakespeare, Tolstoi, Cortázar, Sartre y el inefable Borges, para acentuar las contradicciones y sospechas de que los pasados griego y romano están a punto de expirar, tras una prescripción de ultramodernismo a ultranza.

     Pero lo crucial en la representación de la escena donde Armando establece el pattern, la configuración del diálogo, es cuando él extrae de su numen una relación fragmentaria de aforismos y, con la maestría de un inquisidor consuetudinario, lanza sin protocolos y sin prisa, sus metáforas abisales, esos tropos ahítos de significaciones que siempre exploran los confines del pensamiento humano y las representaciones en donde han dado saltos… con tropiezos y caídas.

     Asimismo, en las reuniones con Armando oscila algo peligroso, y es cuando estas se convierten en una no-reunión, en una desambiguación donde lo polisémico se controla a través de lo vital, de la esencia que fluye desde la misma organicidad contextual a que el filósofo somete sus angustias, como cuando en la pasada Semana Santa sufrió una caída que convirtió, ipso facto, en sustancia apta para reivindicar la poética:

     “Como efecto de la caída que sufrí en mi casa el sábado de la pasada Semana Santa, la magulladura proteiforme que ahora se manifiesta en mi muslo izquierdo exhibe un color morado-sanguinolento; se extiende sigilosamente hacia la región del pubis...”.

     Así, como un pretexto para explayarse hacia las interrogantes que han motivado su propio discurso, Almánzar Botello sigue —como Ernst Bloch— las huellas que estructuran su auto-narración, sus alegatos históricos, inverosímiles, sarcásticos, pluridimensionales y aleatorios, para ensamblar una poética configuradora de sí mismo:

     “Aparece aquí, sorpresivamente, una maravillosa y surrealista confección carnal o novísimo diseño plástico en mi pubis. Este cuerpo intensivo palpita en proceso...

     ”Junto con los trazos de improviso polícromos en mi dolorido muslo contuso, los cambiantes diagramas abstractos ofrecerían, a la minuciosa inspección estética de un Max Bense, por ejemplo, el coeficiente de tensión angular que implacable sugiere (para el ojo sensible del artista, por supuesto), el esplendor de los cuadros siempre actuales de Arshile Gorky, Jackson Pollock y Willem de Kooning.”.

     Que alguien me diga, o me grite, o me corrija, si no resulta una verdadera proeza el convertir una singularidad fenomenológica, surgida ésta desde el aposento de la propia zozobra, en un texto que abate, desintegra y pervierte el dolor, convirtiéndolo en pasión e historia!:

     “En este interesante caso de mi accidente, resbalón o caída “desde mis propios pies”, la tela viva, palpitante, dolorida, ha sido mi piel en continua convulsión estético-traumática...

     ”Mi secreto esqueleto estremecido sería el caballete y el marco o parergon. El Artista podría ser Dios, mi Mujer, el Agua derramada en el piso, el Golpe, o el Azar... ¿O quizá yo mismo, por distraído y torpe, pero me da vergüenza reconocerlo? No obstante se requiere, para producir la obra, de una voluntad formal que oriente y seleccione los acontecimientos...

     Lo verosímil de La caída de Armando —y la probabilidad de su conversión en un punctum donde aflore el aura estremecida de Walter Benjamin—, se basa en lo abisal, en el estremecimiento que despeja la sospecha del alarde, del sarcasmo, convirtiendo el texto en una estética donde lo imaginario del dolor se convierte en rito.

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Abril, 2010. Santo Domingo, República Dominicana

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OTROS BLOGS DE ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO:

Cazador de Agua                   

Tambor de Griot

ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO ES MIEMBRO DE LA “RED MUNDIAL DE ESCRITORES EN ESPAÑOL”, REMES

Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.

IMÁGENES:

     1) Francis Bacon. “Tríptico a la memoria de George Dyer”, 1971

     2) Ramón Oviedo. “Uno que va, otro que viene”, 1974

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