Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO
«El sueño de la razón produce monstruos» Francisco de Goya y Lucientes
«La vigilia de los monstruos disipa mil razones» Armando Almánzar-Botello
A usted, señora...
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Satánico el erótico ventrílocuo
—nervio rojo del deseo—,
desnuda sobre sábanas la siente.
Cautelosa en la inmanencia del
ventrículo... su sangre:
no... y... sí...
diástole... sístole...
Y dramático aquel clítoris catártico:
lame... lucha...
con música el ventrílocuo lo besa...
combate...
Poco a poco en la penumbra
ya siniestra ¡late!
¡gime! ¡chilla! ¡ella!
Peluda rata insomne oscura con su hembra.¡Entreabierto babeando
entero
el Universo!
Hipomnémica-levógira
escritura contra muerte...
no... y... sí...
¡Deshojo así la rosa!
himen del abismo
lame... la música lo besa...
combate... dice:
Marioneta de Von Kleist
en la furia se levanta...
no... y... sí...
de nuevo la música la besa...
Dramático su clítoris catártico
diástole... sístole
sístole... diástole...
Hipomnémica-dextrógira
escritura contra muerte...
lame...
la música la besa...
gime
combate...
marioneta del abismo...
no... sí...
sí... no...
¡Deshojo así la rosa!
¡Aahhh! ¡Ooohhh! ¡Aaaaaahhh!
Oscura la Razón masturba monstruos...
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Julio de 2010
© Armando Almánzar Botello.
Blog Cazador de Agua
Lunes, 19 de marzo de 2012
Santo Domingo, República Dominicana
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Lunes, 19 de marzo de 2012
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ADENDA 1: 25 de diciembre, 2013
HEINRICH VON KLEIST. El goce, la muerte y el síntoma (Fragmento)
«Calzado con los altos coturnos de Shakespeare, un nuevo poeta alemán [Heinrich von Kleist] sale del anonimato con esta obra.» Friedrich Nietzsche
«El programado suicidio a dúo del gran escritor alemán Heinrich von Kleist, junto a su compañera de infortunio Henriette Vogel (murieron a pistoletazos: Heinrich disparó contra Henriette y luego contra sí mismo; obsérvense la relación especular y la relativa homofonía de los nombres), nos ofrece un vivo testimonio de la dimensión enigmática del desdoblamiento de la personalidad y de la vertiente catastrófica de la sexualidad como pulsión de muerte, aquí devenida en línea gélida de abolición autodestructiva sin retorno.
»Frente a la pulsión de muerte trágicamente encarnada y duplicada en la figura de una cierta modalidad de “femme fatale” (“C’est la mort — ou la morte... Ô délice ! ô tourment!”, nos diría Gérard de Nerval años después) el sujeto es una simple “marioneta irrisoria de la fatalidad”. Esta experiencia siniestra del suicidio a dúo, profundamente erotizada, podría ser la revelación —como señala Gilles Deleuze en otro contexto similar a este—, de un “teatro pasivo del infrasentido y el horror padecidos”, en su condición de cartografía pulsional contrapuesta al “teatro activo y artaudiano de la crueldad”, con la furia lúcida y la consciencia aplicada que caracterizan a este último.» Armando Almánzar-Botello: “¿Quién es quién si Dios hace Teatro? Heinrich von Kleist y el teatro de marionetas.”, 1998. (Fragmento)
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PULSIÓN DE MUERTE...
«Podríamos decir, en el contexto teórico lacaniano, que pulsión de vida y pulsión de muerte son dos facetas antagónicas y complementarias de toda pulsión.
»La libido es, simultáneamente, vida y muerte. La sexualidad siempre implica el horizonte de la muerte. Cuando la pulsión funciona en el marco de la homeostasis y el principio del placer, podría considerarse como pulsión de vida; cuando se manifiesta “más allá del principio del placer”, se concibe como pulsión de muerte. Eros y Tánatos o Thanatos (categoría esta última que no utilizó nunca el mismo Freud como sinónimo de pulsión de muerte) son dos vertientes inseparables de la “energía” pulsional.
»Lacan consideraba que toda pulsión es de muerte. Sustituyó, además, el modelo freudiano del goce como descarga pulsional que conduce al cero “0” de lo inerte o inanimado (Principio del Nirvana), por el Paradigma del Goce como incremento de tensión más allá del principio del placer freudiano.» Armando Almánzar-Botello. “Introducción a la lectura de Jacques Lacan”. (Fragmento)
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LA GRAN SALUD
«La verdad reprimida del hombre retorna en el “síntoma”, en la “enfermedad” o en el “error”.
»Merodear y explorar el diagrama de fuerzas que subtiende a estas tres últimas dimensiones de lo humano, es la “vía regia” (Freud) para entrar en un siempre renovado “proceso de verdad” (A. Badiou) como horizonte creativista y transformativo.
»La Gran Salud, de la que nos ofrece noticias la vida-obra de Friedrich Nietzsche y de tantos otros artistas y pensadores, consiste en observar la “enfermedad” desde el punto de vista de la “salud”, y a esta desde el punto de vista de la enfermedad, para producir, en un juego de perspectivas de valoración y apreciación, nuevos tablas axiológicas como efectos parciales de dicho proceso interminable de totalización/destotalización. Es un cierto racionalismo maniqueísta, empobrecedor, que detiene el movimiento complejo del Ser, el que crea de un modo artificial la contraposición absoluta entre “salud” y “enfermedad-entidad”.
»Así como Sigmund Freud consideraba que el “delirio” es un proceso restitutivo de curación, la Gran Salud consiste en vivir el proceso salud-enfermedad como senda sinuosa reveladora de la problematicidad y la riqueza del Ser.» © Armando Almánzar-Botello. “Introducción a la lectura de Jacques Lacan”. (Fragmento)
© Armando Almánzar Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.
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ADENDA 2: Feberero 2011
LO OBSCENO Y LO ABYECTO SUBLIMADO (Concepciones distintas de lo “obsceno” en Jean Baudrillard y en Jacques Lacan) Fragmento
Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO
Podemos analizar lo que algunos pensadores —lacanianos o no: González Requena, Ortiz de Zárate, Alenka Zupančič, Javier Aramburu, Jean-François Lyotard, Slavoj Žižek...— han concebido como una “dialéctica esquizoide” entre la “metáfora delirante” de la imagen publicitaria, en su carácter de mascarada del goce (González Requena), de representación narcisista obturadora de la carencia, por un lado, y el denominado “flash obsceno de lo siniestro”, por el otro, entendido como simple retorno en bruto de lo reprimido.
Los regímenes de la pornografía dura, el llamado “casting del horror”, los “banales realismos tremendistas” (reality-shows), todo “espectacularizado”, neutralizado por un insulso exceso de presencia, forman parte de lo que Jean Baudrillard denomina “lo obsceno”.
Lo que diferencia este tipo de aproximación a lo Real de aquella que realiza el arte auténtico y el pensamiento crítico a través de sus recursos semióticos polivalentes, estriba en que bajo el reino espectacular de lo obsceno baudrillardiano, la Cosa (das Ding), el otro y lo Real están sometidos a una voluntad perversa de captura o goce desmesurada o bulímica y, finalmente —de un modo indirecto, enmascarado—, a una sobreexposición de lo “dado” bajo el control tecnológico del cálculo y la eficacia. “Psicobiopolítica digital”, para decirlo en su terminología más reciente y, hasta cierto punto, al modo del filósofo surcoreano Byung-Chul Han.
Es verificable la existencia de una actuación histérica o esquizoide del deseo, la cual, más que un “acting out” —y me atrevo aquí a retocar a Baudrillard— es también un “passage a l’acte” patológico.
Dicha actuación o efectuación del deseo, se orienta simplemente al control de la “deriva” por parte del sujeto, al intento de someter lo Real indomeñable de la Cosa (das Ding), reduciéndolo a eso trivialmente obsceno, a lo que simula estar “más allá del principio del placer”.
De hecho, esta “obscenidad”, en su excesiva presencia “viscosa”, pertenece más a los regímenes semánticos de la náusea y del tedio homeostáticos que a la dimensión “perlaborada” de lo “abyecto sublimado, pero sin consagración”, tal como lo conciben Lyotard y Kristeva.
La obra del gran irlandés James Joyce, principalmente el Ulises y el Finnegans Wake, participa de lo que lacanianamente se denomina “estética rota” (est/ética), que incluye, de modo simultáneo, el velo que recubre lo innombrable, y el oculto, terrible y oscuro reverso de la representación.
Como nos muestran Umberto Eco y Jacques Lacan, entre otros, esa obra de James Joyce rompe con la función idealizante de la belleza; desgarra el velo que cubre a la Cosa real (das Ding). Esto da origen a lo que Jacques Lacan denomina lo “eausbcène” en Joyce: lo obsceno como belleza rota, como sublimación sin idealización, sin “consagración” (J. Kristeva).
Evidentemente, dicho concepto de lo obsceno es muy diferente al de Jean Baudrillard, pues no se opone al carácter oblicuo del erotismo ni comporta empobrecimiento significante. Por tales motivos no se aproxima de ningún modo a la bruta banalidad empírica de lo meramente pornográfico.
Lo “eausbcène” joyceano-lacaniano, como nueva forma joyceana de la belleza (est/ética) sería equivalente a eso que podemos denominar —siguiendo a Klossowski, a Deleuze y también a Gombrowicz— “pornología superior”: belleza que corresponde no al “Uno” del ideal sino a los “unos descarnados” de lo Real. Fina orfebrería semiótica, lugar del acontecimiento-(sin)sentido sabiamente construido mediante “significantes refinados”, trazos o rasgos “unarios” y litorales perfilados por la letra en el acto de escritura, como nos recuerda el mismo Lacan...
Contrariamente, lo obsceno baudrillardiano, como “proximidad” excesiva, constituye, a pesar de todas las “mascaradas y disfraces que implica su desnudez”, un mero intento voluntarista y banal de programación y domesticación del Deseo, una suerte de borradura espectacular de lo Real amenazante, imprevisto, en el intento de controlarlo, presentándolo de forma pueril y garrafal.
Parafraseando a Alenka Zupančič yo ahora diría: La obscena “presentificación” de lo real equivale a una huida de lo Real, a su efectiva evitación temerosa. Como nos recuerda Aramburu, coincidiendo aquí con Baudrillard y siguiendo la estela de Freud, de Lacan y Debord: la presentación desmesurada y “obscena” de lo real, está, de hecho, al servicio de la desmovilización política, al servicio del dormir.
Y contra una cierta lectura unilateral de Baudrillard lo afirmamos: el obsceno exceso de proximidad a un “real” programado (el “obsceno”, el “exceso” y el “real” baudrillardianos), “real” controlado, “puesto en pantalla”, domesticado bajo su aparente carácter salvaje, sobreexpuesto en clave hiperrealista, efectivamente hipnotiza, adormece, histeriza.
Dicho “real programado” también es parte de la estrategia de la “transparencia” manipuladora, también es parte de la “sociedad del espectáculo” reformulada.
La obscenidad entendida al modo de Baudrillard —como grado cero de la metáfora—, es una de las formas de control propias del psicobiopoder espectacular por simetría inversa: “realización pseudosoberana” o sobremostración regulada por atractores extraños, ocultos.
Mientras más “verdad” aparenta o simula mostrar lo obsceno baudrillardiano, más la disimula o esconde como aspiración de dicha verdad a lo real lacaniano.
Para el sistema, el deseo de transparencia total es otra máscara perversa, un nuevo tipo de disfraz que pretende ser percibido como el “rostro final y verdadero”.
Lo reiteramos: el espectáculo no solo nos aleja de lo real; también simula acercarnos a este por un exceso de realidad insulsa y tutelada.
La mostración obscena de “lo real” trivializado, en tanto que simulación de verdad, es una parte más del espectáculo.
Debemos reiterarlo aquí hasta los confines mismos de la angustia: el concepto de lo real en Baudrillard es muy distinto a la categoría de lo Real en Lacan.
Aquello que Baudrillard denomina “real”, cuyo acercamiento excesivo, bruto, banal, prisionero de la mera mostración del “accidente” produce la náusea que corresponde a un cierto concepto de lo obsceno, sigue aprisionado dentro de la realidad espectacular, programada, previsible, insulsa... No es un real imprevisible, inesperado: no alcanza el estatuto de auténtico “Acontecimiento” en su brillo incorporal que se despliega en la superficie del plano trascendental de inmanencia (Gilles Deleuze). Es tan solo el fino granulado de lo trivial que empalaga en la realidad sobreexpuesta.
Ese real “nauseabundo” y “obsceno” al que se refiere Baudrillard, está comandado por la fantasía y la simulación de que “todo se puede ver” y de que “todo puede ser dicho” y manipulado, instrumental y telemediáticamente... Más que a lo Real lacaniano ese “real” baudrillardiano correspondería a la “realidad como mascarada”.
Lo Real lacaniano, por el contrario, es lo imposible, lo que no-cesa-de-no-escribirse, y este solo se puede contornear como abismo, como vacío potencial, como lo que viene a “descompletar”, desde adentro, la presunta clausura de lo simbólico; lo que solo se puede “mediodecir” o insinuar a retazos en una cópula disyuntiva y paradójica en el juego crucial de la escritura transformativa...
Por otra parte, según Jacques-Alain Miller, otro aspecto de lo real sería también lo que “cesa-de-no escribirse”, lo contingente que adviene de modo imprevisto y permite que haya análisis del inconsciente simbólico.
En este sentido, la “seducción” baudrillardiana es un recurso muy diferente a la chata “obscenidad” que resulta del avance brusco hacia un “real” que se nos muestra como aprehendido en su conjunto, como aparentemente desnudo y disponible para la subjetividad pero de hecho trivializado por el “pseudoexceso”, asordinado por una “captura” programada, burda y serializada del simple accidente.
Dicha “burda y pobre obscenidad” niega los protocolos de “acercamiento” constituidos por el uso de la metáfora y la “poética de las aproximaciones”, caracterizada está última por sus múltiples trayectorias oblicuas (Maurice Blanchot).
De la “seducción”, como dispositivo que persigue la consecución de una “adecuada distancia” con respecto a lo real, se podría decir lo mismo que Deleuze destaca en su categoría de “agenciamiento”: No comporta un gélido alejamiento entre los opuestos, pero tampoco una proximidad fusional que los confundiría (lo obsceno baudrillardiano)...
Ni desmedida lejanía ni tampoco identificación. El agenciamiento deleuziano (o la seducción baudrillardiana) constituye más bien el descubrir, producir y operar en la dimensión generativa del “entre”, en el plano atópico, “éxtimo”, como dice Lacan, en el que se comunican lo interior y lo exterior, en el que un espacio potencial se constituye —para un “Se” (im)personal, pre-individual—, en “hacer con”, en “producir con”, en “escribir con”, en “devenir con”...
Aquí estaría la diferencia básica entre las fotografías de un Andrés Serrano, por ejemplo, y la pintura de Francis Bacon... O entre la presencia epifánica de la “mierda” en los textos respectivos de Artaud y de Joyce, y la presencia excesivamente banal y nauseabunda de las “flores” y las “mariposas” en la mala poesía lírica del remilgo y el sonsonete...
(Fragmento). © Armando Almánzar-Botello. “Lo obsceno y lo abyecto sublimado”
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Feberero de 2011 (Texto retocado)
Texto publicado en el Blog Otros Textos Mutantes
Copyright © Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.
IMÁGENES:
Muñecas de Hans Bellmer
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